AMR: El Puertorriqueño insolente

NR – Hay que comparar las columnas de opinión de El Vocero que son balanceadas, a las de los rotativos FR que están entregados a los Colonialistas/Neo-Comunistas.

El Puertorriqueño insolente

18 de junio de 2012 – Actualidad – 

“Lamentablemente, la sociedad puertorriqueña se ha convertido en una sociedad tolerante a este tipo de comportamiento”

Por: Adolfo Méndez Ríos – Autor y consultor

La insolencia suele ser el comportamiento normal de un sector minoritario de los puertorriqueños. El diccionario define al insolente como aquel que “falta groseramente al respeto debido a la gente”. Dicha forma de ser no es lo usual en la mayoría del Pueblo que se caracteriza por ser gente buena y respetuosa de las leyes. Lo que preocupa es que este grupo de insolentes mancha la reputación de los puertorriqueños buenos. Los insolentes se hacen notar por su conducta agresiva y destemplada. Son seres que destruyen. Los demás, la mayoría, somos gente respetuosa que construimos y que estamos enfocados en todo aquello que sea beneficioso para el progreso de nuestras familias, de nuestras comunidades y del País en general.

La noticia negativa corre muy rápido. En los lugares más apartados del mundo se recibe información sobre Puerto Rico. Por lo general, las malas noticias son las que ocupan los titulares, ya sea sobre el tema de la droga, la criminalidad o por las acciones de vandalismo durante las protestas callejeras. En ocasiones, se proyectan noticias al mundo como el ridículo de Calle 13 que anda visitando por su cuenta a presidentes latinoamericanos para reclamar la independencia de la Isla. Todas estas imágenes distorsionadas trascienden y se convierten en la percepción errada que tiene mucha gente del exterior sobre nosotros los puertorriqueños.

¿Qué es un puertorriqueño insolente? La insolencia es característica de la persona acomplejada y llena de prejuicios. Estos sentimientos de inferioridad se exteriorizan y se manifiestan en conductas aberrantes. Son personas que se creen que se lo merecen todo, aunque es muy poco lo que aportan a la sociedad. Son los que violentan las leyes, los que no quieren hacer fila organizada en ningún lugar público, los inconformes y los que critican al Gobierno por todo. Los que no sirven de buenos modelos para sus hijos, los que incurren en actos de violencia doméstica, los que cometen actos vandálicos y retan la autoridad de la Policía. Los que conducen sus automóviles en forma irresponsable, los que ondean la bandera puertorriqueña y reniegan de los americanos, pero reciben las ayudas federales para su subsistencia o para sus estudios. Son los que profieren frases groseras y malas palabras en lugares públicos ignorando la presencia de niños o de damas a su alrededor, en fin: es la cara del puertorriqueño irreverente en toda su trágica dimensión.

Esa insolencia se manifiesta de distintas maneras. Hace varios días me encontraba en una tienda de ropa para caballeros y mientras hacia la fila para pagar, observo muy cerca de mí a un caballero acompañado de su hijo. Dicha persona estaba palpando la calidad de unas camisas que se vendían con sus respectivas corbatas. Al levantar la camisa, la corbata se cayó al piso. Este insolente, en vez de inclinarse a recoger la corbata que el mismo dejó caer al suelo, optó por darle con el zapato para esconderla debajo de la mesa donde estaban las camisas. Las personas que estábamos observando lo anterior nos quedamos perplejos por la acción de esa persona y todos comentamos que ese era el ‘gran’ ejemplo que él le estaba dando a su hijo.

En los lugares públicos a los que acudimos a diario, nos tropezamos con muchos de estos casos de insolentes que pretenden imponer su comportamiento troglodita. Muchas veces, el ciudadano bueno y responsable opta por retirarse de dichos lugares donde se supone que todos los ciudadanos tengamos el mismo derecho de compartir con otros seres humanos. En ocasiones, nos vemos forzados a ignorar la insolencia para evitar una confrontación.

El problema con los puertorriqueños insolentes es que manchan la imagen de la mayoría de nuestro pueblo. En muchos lugares del exterior donde los buenos puertorriqueños se relacionan con otras personas de distintos países, pasamos por la vergüenza de quienes, por no conocer la imagen real de los puertorriqueños, expresan una percepción equivocada de nuestro pueblo como consecuencia de las cosas negativas que leen o que escuchan por culpa de los puertorriqueños insolentes. Estas percepciones equivocadas forjan una opinión distorsionada de nuestra cultura y de nuestros valores.
La formación del insolente comienza desde el propio hogar. Cuando la familia no le enseña valores a sus hijos, estos van desarrollando un comportamiento desequilibrado que los convierten en los insolentes que todos conocemos. El primer problema social en muchos de los hogares puertorriqueños es la falta de disciplina a los hijos. Por lo general, se les habla de sus derechos pero no de sus responsabilidades. Se les alimenta el ego material pero se ignora el fortalecimiento de su vida espiritual. No se les orienta respecto al comportamiento que se supone que tengamos en sociedad para una mejor convivencia y tolerancia humana. Cuando este tipo de orientación se descuida en el seno familiar, se crean las condiciones para que surjan los consabidos insolentes que piensan que se lo merecen todo, pero que en realidad no son otra cosa que lacras sociales.

Lamentablemente, la sociedad puertorriqueña se ha convertido en una sociedad tolerante a este tipo de comportamiento. Estamos tan inmunes a la insolencia que ya la aceptamos como algo natural. En ocasiones vemos como hay sectores de la población que se enfrentan a la Policía para impedir el cumplimiento de la ley en contra de los insolentes. Algunos hasta les ríen las acciones de mal gusto a estos insolentes. Este proceder evidencia la enfermedad social que estamos padeciendo. Luego, le echamos la culpa al Gobierno por todo lo malo que ocurre cuando nosotros mismos tenemos gran parte de la responsabilidad por ser tolerantes a este tipo de comportamiento antisocial.

Lo que perdemos de vista es que en el mundo tecnológico del presente, las noticias llegan hasta los confines más apartados. Este tipo de comportamiento insolente trasciende nuestras fronteras y se proyecta en lugares donde no conocen las costumbres y el comportamiento de la mayoría de los puertorriqueños. Lo anterior promueve la percepción errada que tiene mucha gente sobre nuestro pueblo y permite que se nos pongan etiquetas como ocurre con el tema de la droga, que en muchas películas la asocian con los puertorriqueños.

Si queremos tener un mejor País, y ser respetados, tenemos que unirnos para repudiar la insolencia. El comportamiento insolente no nos conduce por buen camino. Además, sirve de falso modelo para los niños y jóvenes de las nuevas generaciones de puertorriqueños que, por su inexperiencia, son susceptibles de copiar las actitudes y las acciones indeseables de esta legión de puertorriqueños destemplados y abusadores.

Comentarios a: mendezrios@coqui.net

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