“El liderato hueco del PPD ha demostrado no contar con la seriedad y la madurez intelectual para lidiar con los problemas apremiantes que enfrenta el País”

Por: Gerardo Cruz Ortiz
Estudiante Universitario del RUM

El reto fundamental para Puerto Rico es que, más allá de los discursos demagógicos, hay que atender unas preguntas medulares sobre política pública, los valores sobre los cuales esta debe fundamentarse y la seriedad con la que nuestros funcionarios públicos deben conducir el proceso político. Para afrontar con éxito este reto, nuestro país requiere de líderes comprometidos con imprimir un mayor grado de confianza en la gestión pública como reflejo de su fidelidad a la verdad evangélica, a la rectitud cívica y a su deber de escuchar con compasión la realidad del desaventajado.

Necesitamos de líderes que no sean partícipes de la indiferencia que marca los ámbitos más oscuros de nuestra sociedad; que su humildad y sentido de justicia les sirvan de escudo contra la vanidad; y que su labor esté atemperada por los valores de la justicia, la compasión y la igualdad de oportunidades para todos los puertorriqueños.

Si deseamos formular políticas sólidas que tengan la capacidad de detener los problemas socioeconómicos de nuestro país, entonces venimos obligados a examinar la naturaleza del ambiente político que los abarca.

Que la oferta política actual es de una pobre calidad es un reflejo del estado de deterioro por el que atraviesa la cultura política puertorriqueña como consecuencia directa del estancamiento propiciado por el Estado Libre Asociado (ELA), con el respaldo del Partido Popular Democrático (PPD).

Si la razón de existir del PPD está inexorablemente ligada a una perpetuación del régimen colonial enmascarado detrás del ELA, entonces tenemos que concluir que el liderato del PPD no tiene ningún interés por proveer soluciones concretas a los problemas de la criminalidad y de desarrollo económico, ya que estos están íntimamente relacionados al asunto del status político.

Para un partido que se fundó sobre el ideal muñocista de la justicia social, sus preceptos ideológicos son incongruentes con el resto de los valores de la tradición política puertorriqueña.

El liderato hueco del PPD, encabezado por su candidato a la gobernación, ha demostrado no contar con la seriedad y la madurez intelectual para lidiar con los problemas apremiantes que enfrenta el País. El degeneramiento de esta colectividad se debe a varias razones, a saber: (1) su visión obsoleta sobre la economía en la que se penaliza al sector laboral con tal de promover un egalitarismo radical; (2) su perspectiva errada de hacerle frente a la criminalidad mediante la marginalización de las fuerzas de ley y orden a cambio de soluciones arriesgadas, como la ‘medicalización’ de la droga, sin tomar en cuenta las consecuencias adversas que ello pueda tener para el bienestar de nuestros jóvenes; (3) su idea de promover la dependencia y el crecimiento desmedido de la burocracia como sustituto a la creación de buenos empleos en el sector privado; (4) el rechazo hacia la apertura de nuevos espacios democráticos en donde su oferta política sea determinada en las urnas electorales y no en cuartos cerrados; y (5) su enajenación al deseo de millones de puertorriqueños de solucionar el problema centenario del status político.

Como consecuencia de su mediocridad y falta de visión, estos apóstatas de ideales sin fuerza moral recurren a promesas huecas de ‘hacer más por ti’ sin dilucidar los aspectos específicos de sus propuestas de política pública y el impacto que las mismas pudieran tener
sobre la calidad de vida de nuestra sociedad. Se trata, pues, de los fariseos del presente que, de salir electos en las próximas elecciones, solo tendrían un éxito considerable en agravar aun más las condiciones de la decadencia social y económica de nuestro diario vivir. Una victoria para el PPD representaría, en última instancia, un golpe mortal a nuestras posibilidades de crecimiento
económico, al desarrollo de nuestra democracia y a los valores de la autodeterminación.

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