Los soberanistas no creen en la soberanía

NR – Esta es una Verdad Suprema, los del «ELA Soberano» creen en un ilusionismo quimérico y utópico. La verdad es que el ELA Soberano es volver a lo que eramos en el 1898, al Puerto Pobre, como Haití.

Los soberanistas no creen en la soberanía

27 de agosto de 2012 – OpiniónPolíticaPuerto Rico – 

Parte 22 de “La Nueva Escuelita Estadista”

Nadie se engañe, ni se deje engañar: El “Estado Libre Asociado Soberano” de la papeleta del plebiscito del próximo 6 de noviembre no es otra cosa que la “libre asociación soberana” que definió la ONU en su Resolución 1541 (XV). Mienten todos los que digan otra cosa, como ya he escuchado decir a algunos “expertos” en crear confusión.

En Estados Unidos el status de libre asociación soberana ganó concreción en la legislación del Congreso que creó la República Asociada de las Islas Marshalls, la Federación de la Micronesia y le República de Palau. Estas micro-repúblicas son, técnicamente, naciones independientes con su territorio, su exclusiva ciudadanía nacional y su completa membrecía en la ONU; pero, en realidad son territorios bajo la protección de Estados Unidos: dependientes del gobierno americano para desempeñar las funciones fundamentales de la soberanía y el gobierno. Imponerle a Puerto Rico esa fórmula diseñada para micro-sociedades incapaces de mantenerse por su propio esfuerzo es pasarnos del colonialismo al neocolonialismo.

El ELA es Peor de lo Peor

Por eso, les decía en mi columna anterior que la llamada opción soberanista es un absurdo. Sin embargo, el mayor absurdo es que los llamados soberanistas en realidad no creen en la soberanía. Los que creemos en la soberanía para los puertorriqueños somos los estadistas y algunos independentistas. Los estadistas queremos que nuestro territorio se acepte definitivamente como parte de la república soberana llamada Estados Unidos de América a la cual, individualmente, ya todos los puertorriqueños pertenecemos como ciudadanos. Más allá de eso, queremos ser un estado soberano y federado como lo son los otros 50. Eligiremos nuestro gobierno local, votaremos por el Presidente, eligiremos senadores y congresistas, y, participaremos en igualdad con todos los ciudadanos americanos en las estructuras de gobierno desde el Tribunal Supremo hasta las agencias federales. Los estadistas somos soberanistas federados.

Los independentistas creen en la soberanía separada como nación latinoamericana y caribeña. Los ejemplos son claros en el Caribe hispanoparlante: Cuba y República Dominicana; Jamaica, Trinidad-Tobago, Barbados, Granada et al., en el Caribe angloparlante; Haití en el Caribe francófono. Cada uno de esos países controlan los aspectos fundamentales de su soberanía: tienen sus fuerzas armadas que velan a su defensa militar, tienen una estructura diplomática y de relaciones internacionales, establecen y controlan su ciudadanía y el status de los residentes con ciudadanía extranjera; controlan su economía, sus mercados, su moneda y su banca y gobiernan autónomamente su población estableciendo las políticas públicas que creen más convenientes para sus ciudadanos. Los verdaderos independentistas son soberanistas.

Pero los mal llamados soberanistas no son soberanistas. Sólo creen en reclamar formalmente la soberanía para fungir de país independiente y en el mismo acto entregar las funciones de la soberanía nacional que mencioné en el párrafo anterior. Dígame, si usted creyera en nuestra soberanía separada, ¿cuáles de los poderes soberanos del pueblo entregaría usted? ¿Haría usted como casi todos los soberanistas que entienden que (al igual que las repúblicas asociadas del Pacífico) convendría dejar en manos de las fuerzas Armadas de Estados Unidos la defensa nacional? (Así además de ahorrar en ejércitos podemos prevenir revoluciones.) Y yo le pregunto: ¿para qué queremos soberanía si no la podremos defender por las armas si fuera necesario?

Igualmente los soberanistas proponen que para ahorrar en gastos diplomáticos debe delegarse en el Departamento de Estado Americano nuestras relaciones internacionales y servicios consulares ya que, además, retendremos la ciudadanía americana. Y yo le pregunto: ¿para qué queremos tener una república independiente (puertorriqueña) llena de ciudadanos de otra nación (americana) leal a su bandera y protegidos por sus Marines? ¿No asegura eso toda suerte de intervenciones en nuestra “soberanía”? ¿Para qué quiere usted orgulloso ciudadano de la república de Puerto Rico viajar con el pasaporte de otra nación e ir a buscar auxilio consular a sus embajadas?

¿Cómo pueden llamarse soberanistas sin avergonzarse los que dicen que en la República Asociada de Puerto Rico la moneda de curso legal será el dólar de Washington? ¿Para qué queremos la soberanía si no vamos a tener el Betances como moneda de curso legal para experimentar nuestra propia política monetaria? ¿Cómo pueden alegar que bajo el arreglo de libre asociación podremos negociar un tratado de libre comercio que nos permita un mejor acceso al mercado con los estados del que tenemos ahora? ¿Cómo pueden alegar que como república asociada de Estados Unidos tendremos más fuerza para defender nuestros productos ante la Unión europea que siendo un estado Americano?
El soberanismo es un engaño. Los soberanistas no creen en la soberanía.

Envíe sus comentarios a GarrigaPico@Yahoo.com

El soberanismo como absurdo

20 de agosto de 2012 – OpiniónPolíticaPuerto Rico – 

Parte 21 de “La Nueva Escuelita Estadista”

La historia de la opción de la “libre asociación soberana” para Puerto Rico es la historia del absurdo.  Absurdo que llega en estos días a un clímax cuando un periódico neo-nacionalista de la capital se ha dado a promoverla publicando resultados de una controvertible encuesta que proyecta su triunfo inminente en el próximo plebiscito.  Cuando el absurdo es presentado como realidad, sin empacho, no queda duda que “hay un método a la locura”.

Comencemos a apreciar el absurdo constatando que si nos atenemos al nombre oficial del gobierno de Puerto Rico, “Estado Libre Asociado”, la libre asociación ya está operante; por eso lo llamarían “libre asociado”, ¿no?  O, ¿será que por sesenta años hemos sido víctimas de un  engaño monumental?   Por otro lado, si ya somos un estado, libre y asociado, ¿qué pretenden endilgarnos con el ELA Soberano?  ¿Será “la soberanía”, es decir, la independencia?  O, ¿será que bajo esa etiqueta sólo quieren darle un “make over” al status territorial que nos sufrimos?  Con “el ELA” todo es confuso, todo es absurdo.

En mi pasada columna ya expliqué que el soberanismo es producto del colonialismo mental.  Aún así, usted podría preguntarme si la libre asociación soberana no será la opción que verdaderamente se ajusta a Puerto Rico.  ¿Nos convendría política y económicamente hacer de Puerto Rico una República Asociada siguiendo el modelo de las que ya tiene Estados Unidos en el Pacífico?

La contestación corta y definitiva es que no; la libre asociación soberana no es una alternativa ni liberadora ni beneficiosa para Puerto Rico porque esa forma de relación política fue ideada para territorios muy diferentes.

La base jurídica general de la libre asociación es la amplia capacidad que tienen todas las naciones independientes para hacer tratados incluyendo tratados para compartir funciones de gobierno y aún la soberanía.  Aunque está aún por demostrarse su permanencia y conveniencia para sus miembros, la Unión Europea es el mejor ejemplo actual del arreglo de cesión parcial de funciones de gobierno mediante tratado entre naciones mientras retienen su soberanía.

Pero, podría el Congreso ofrecerle a Puerto Rico un tratado al estilo la Unión Europea que incluyera la creación de un parlamento de la Unión y otros órganos de gobierno con poder sobre el Congreso?  Por supuesto que no. Es absurdo pensar que eso ocurriría.  Primero, porque el Congreso nunca va a entregar su soberanía, ni parte de ella.  Segundo, sería absurdo porque aunque Puerto Rico fuera independiente, Estados Unidos podría relacionarse con nosotros como lo hace Inglaterra con Alemania o Italia. Sería absurdo hacerlo.

Lo que el Congreso podría ofrecerle a Puerto Rico es ser república asociada al estilo de las que ya tiene en el Pacífico con las Islas Marshall, la Federación de la Micronesia y la República de Palau.  Esta estructura política internacional se ideó luego del final de la Segunda Guerra Mundial con el propósito de acomodar en el sistema internacional a territorios en fideicomiso (Trust Territories) que por su tamaño, población o falta de recursos y capacidades, no podían aspirar a convertirse en estados independientes o partes de naciones estados existentes.  Son en realidad lo que antes se llamaba protectorados.

Considere los siguientes datos: Palau tiene una población total de 21,320 (menor que la de Guánica); Marshall de 68,480 (menor que la de Trujillo Alto) y Micronesia de 106,487 (menor que la de Caguas).  Las tres repúblicas asociadas juntas tienen una población (196,287) menor que la de Bayamón y cabrían dos veces en cada distrito senatorial de Puerto Rico.  El producto interno bruto (PIB en US$ corrientes, 2008, World Factbook) de Palau es de $168 millones de dólares, el de las Marshalls de $134 millones, el de la Micronesia $238 millones.  Compare eso con el PIB de PR en el 2008, $71,510 millones.  Las economías de las tres repúblicas asociadas juntas no llegan a ser 1% de la nuestra.  ¿Por qué quieren los seguidores de la libre asociación imponernos el status de micro-sociedades?  ¿No sería absurdo hacerlo?

Finalmente, debe usted saber que los habitantes de estas islas son ciudadanos de sus repúblicas sin derecho a la ciudadanía americana por nacer en las islas.  Averigüe si no es un absurdo renunciar al derecho a ser ciudadano americano por el mero hecho de nacer en esta bendita tierra con cualquier dominicano que haya braveado las aguas del Canal de la Mona para llegar a aquí.

La opción de la república en libre asociación, el ELA Soberano, es un absurdo que sólo puede empequeñecernos en espíritu y proyección.  Sólo la estadidad nos permite hacernos más grandes y desarrollados.

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