“¿Pudieron haberse dicho estas palabras a Obama igualmente por Fortuño y García Padilla en su visita hace unos meses?”

Carlos E. Chardón  –  Ex Secretario de Educación

Tomo prestadas palabras ajenas que me hiciera llegar un amigo que goza de rebuscar en el cieno del olvido seguro de encontrar alguna perla que los cerdos no comieran. En un discurso en 1910 con motivo de la visita de William Jennings Bryan, tres veces candidato a la presidente por el Partido Demócrata, dice José de Diego: “Yo desafío a todos los que han habitado en esta isla, españoles, americanos, puertorriqueños, residentes de cualquier origen, a que señalen un solo compatriota nuestro que se haya enriquecido en la política.

Aquel santo patriarca, que Degetau citaba, Baldorioty de Castro, murió sin tener un pedazo de pan en su hogar. Don Francisco Mariano Quiñones que en el Parlamento español defendieron la libertad de los esclavos, tuvo que recibir, en los últimos días de se magnánima vida, la piedad de la Legislatura en subvención pecuniaria; Don Salvador Brau, otro varón esclarecido, paladín de nuestro pueblo, ahora va camino a la muerte, pobre, y muy pobre, con otra subvención debida a sus valiosos trabajos d historiador patrio… Como ellos, los demás; que no hay un solo puertorriqueño que se haya enriquecido a expensas de su país y que no haya dado lo mejor de su vida y de su hacienda por la redención de su pueblo.

¿Pudieron haberse dicho estas palabras a Obama igualmente por Fortuño y García Padilla en su visita hace unos meses?

Concluye de Diego en 1910 ya desilusionado con el curso del gobierno y la relación de Puerto Rico con los Estados Unidos, con una anécdota que si no es verdad bien debió haberlo sido:

“Iba yo también por la carretera central en un coche, y nos atajó un triste soldadito puertorriqueño; suplicando asiento, el  auriga no se lo quería conceder y se le concedió al fin a mis instancias. El pobre muchacho me contó su nacimiento, sus fatigas, y su fortuna.

“Entonces se hablaba de que el regimiento de Puerto Rico sería trasladado a Filipinas, para combatir la insurrección; se consideraba que nuestros soldados habrían de soportar mejor que los del Norte los rigores del calor asiático, y el soldado me dijo: – Es posible que tengamos que ir a Filipinas. -¿Vas con gusto?- le pregunté:- y él me contestó: -Voy con un gran placer y con un gran dolor. Mi contento es que voy a defender a los Estados Unidos y me dolor es que voy a defenderlos sin ser ciudadano de los Estados Unidos. Así los Estados Unidos admiten que un puertorriqueño es digno de defender la bandera, pero no es digno de ser amparado por la bandera. El pueblo americano ordena que un puertorriqueño muera por la República, pero no le estima digno de la ciudadanía ni de la libertad de la República!”

Los dejo con palabras de Bryan y pregunto ¿puede usted decir lo mismo del adversario político?

“Tengo tanta fe en el patriotismo de los republicanos como lo tengo en el patriotismo de los demócratas. ¿Voy a decir que, porque ellos no obraban como yo hubiera deseado que ellos lo hicieran, ellos no tienen buena intención para su patria? ¡No! Creo que sus propósitos son tan buenos como los míos; que ellos tienen tan buena intención como los hombres que me ayudan a mí. ¿Les voy a acusar, tal vez, de falta de inteligencia porque no vean las cosas a como yo las veo? ¡No! Yo solamente digo que no están bien informados en algunos puntos.”

Nos esperan días aciagos si no podemos afirmar con consciencia, razón y corazón estas palabras.

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