La violencia que sería la independencia I, II III, IV & V

La violencia que sería la independencia I & II

24 de septiempre de 2012 – OpiniónPolíticaPuerto Rico – 

Parte 25 de ‘La Nueva Escuelita Estadista’

En mi pasada columna dejé establecido que “hacer a Puerto Rico una nación separada e independiente conllevaría una gran cantidad de violencia”. Comencé a detallarles “como se observaría esa violencia en la destrucción de la economía y reducción de nivel de vida”: excluyéndonos de la zona aduanera americana, acabando con el libre comercio asegurado, con los otros estados y con las naciones con las que Estados Unidos pacte acuerdos de libre comercio; quitándonos el derecho a usar el dólar como moneda; alejándonos de los procesos científicos, industriales y comerciales americanos que han sido la base para el aumento de la productividad de nuestra economía.

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Además de los escollos ya mencionados, nuestra economía se vería impactada muy negativamente al perder la reglamentación, protección o incentivos de agencias federales como, por ejemplo, la protección de la Federal Deposit Insurance Corporation, FDIC, que asegura nuestros depósitos en los bancos; los beneficios de la Farmers Home Administration, FHA, que protege nuestras hipotecas; los incentivos del Small Business Administration, SBA, que provee estímulos para nuestros negocios; los ‘grants’ de la National Science Foundation y el National Endowment for the Humanities, NSF y NEA, que proveen fondos para el fomento de la investigación, la ciencia, la ingeniería, las artes y la cultura. Lo anterior es tan solo una muestra de las dificultades que sería una lista mucho más larga. ¿De dónde sacaría el Gobierno de la república los fondos para sustituir esos programas federales? Es claro que nuestras instituciones económicas no solo recibirían el golpe de un recorte masivo de fondos sino que perderían el apoyo institucional que les da credibilidad frente a los inversionistas del exterior. Los bonos del gobierno perderían su clasificación y el costo del crédito sobrepasaría la tasa que hoy mantiene a España al borde de la quiebra. La economía y las finanzas de la república de Puerto Rico irían directo a la bancarrota.

Cuando las cosas van mal en la economía, los puertorriqueños estamos acostumbrados a tocar a las puertas del gobierno para que, con las ayudas sociales nos acolchone el golpe. Pero, de dónde va a sacar recursos el gobierno de la república para pagar la becas Pell de los universitarios; los maestros sustitutos que hoy paga el Título I; los apartamentos para madres solteras que cubre el Título 8; la leche para los niños y las servicios a las mujeres embarazadas y con bebés que hoy paga WIC; los fondos para el readiestramiento de trabajadores que hoy paga WIA y los gastos que hoy se cubren con tu tarjeta de Medicaid. Todos esos los beneficios que hoy recibes directamente del gobierno federal los vas a perder ¡Despierta boricua, defiende lo tuyo! Piensa cuanta violencia a tu vida representaría la república.

Igualmente violenta sería la independencia contra nuestras instituciones de gobierno. Mirando al presupuesto de la república de Puerto Rico: ¿de dónde obtendrá el Departamento de Salud los fondos federales que pagan la mitad de los costos de Mi Salud? En cuanto a Transportación y Obras Públicas, ¿cuántas carreteras podrá construir o reparar con los fondos federales que recibe? Y, el Departamento de Educación ¿cuántos maestros tendrá que despedir y cuántos salones se quedaran sin maestro si tiene que eliminar de su presupuesto la tercera parte que cubren los fondos federales? Está fuerte.

Mirando más allá de nuestros beneficios económicos y sociales, ¿quién protegerá sus derechos humanos y civiles como ciudadano americano o como ciudadano de la república? Si sacamos de Puerto Rico la Fiscalía federal, quién va a procesar a los que le violen sus derechos como ciudadanos americanos? Si le damos una patada al Tribunal de Distrito federal como quieren hacer independentistas y soberanistas, ¿dónde vamos a demandar por esas violaciones de derechos? Entonces tendremos que decir, como el Chapulín Colorado: “y ahora, ¿quién podrá defendernos?”

Si se va el Coast Guard, ¿quién protegerá nuestras costas de las lanchas rápidas de los narcotraficantes provenientes de países productores de drogas? Si se va Inmigración y Naturalización, INS, ¿podremos controlar racional y efectivamente la entrada de extranjeros a la isla? Es probable que entonces no sean tantos los que quieran venir a establecerse aquí pero, los que vengan, no serán los que quieren trabajar con tesón para hacerse ciudadanos americanos, como ahora, sino los que quieran usar la isla como un puente para la droga. ¿Y, si se va el FBI y la DEA, ¿podremos nosotros solos combatir las organizaciones criminales que desearían convertir la isla en un narcoestado? ¿Está usted preparado para ver en las calles de su pueblo lo que está ocurriendo en el norte de México? Esa, verdaderamente, sería la violencia de la independencia.

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La violencia que sería la independencia II

1 de octubre de 2012 – OpiniónPolíticaPuerto Rico – 

“La más grande violencia que puede hacerse contra un pueblo, es separarlo, dividirlo por su posición geográfica, por su nivel de vida y por sus aspiraciones posibles”. Parte 26 de ‘La Nueva Escuelita Estadista’

Completo hoy con esta columna este ciclo en que he planteado la violencia que conllevaría el independizarnos. Sería nuestra ruina, como demostré en mis columnas anteriores. Sería exponer nuestra sociedad a perder viabilidad económica y social, y, en el peor de los casos, caer presa de gangas que hicieran de Puerto Rico su narcoestado.

Pero la violencia del separatismo-independentista nos impactaría aun más, en el mismo centro de nuestro ser. La meta central del separatismo es rasgar la madeja de relaciones no solo políticas sino legales, jurídicas, económicas, financieras, educativas, culturales, artísticas, etc. –que hemos elaborado como parte de Estados Unidos a lo largo de los pasados 114 años. Ese  período representa más de la mitad de nuestra vida con conciencia y voluntad de pueblo; período que más que ninguno otro nos ha definido como puertorriqueños: puertorriqueños modernos, reales, de carne y hueso, del siglo XXI; puertorriqueños cuyos abuelos y padres pelearon como americanos en la Segunda Guerra Mundial, Corea o Vietnam, y, algunos de ellos han ido a Irak o Afganistán; cuyos familiares, además de en la Isla, viven en Nueva York, Orlando, Chicago o Hartford; esos cuyos hijos y nietos trabajan en Nueva Jersey o Los Ángeles, estudian en Boston o Miami, o vacacionan en Disney; esos que se alegran de tener un pasaporte americano para poder viajar a cualquier parte del mundo sin que el país que los reciba tema que pudieran quedarse allí como refugiados políticos o económicos; esos que ven películas en español o inglés por cable y “se pasan pegaos” del Internet para visitar portales y hacer compras con Pay Pal; esos que ambicionan que sus hijos, después de estudiar aquí puedan continuar sus estudios en alguna universidades del continente y que logren una beca o ayuda de programas federales. Eso y más somos; eso y más queremos para nosotros y nuestros hijos.

Lejos estamos del arquetípico jíbaro de la mitología nacionalista-insularista.  Hoy, ser puertorriqueño tiene dimensión continental. Nos hemos definido por más de un siglo como parte de la comunidad americana. Nuestra integración, ya inextricable, aunque aún imperfecta, está asentada en esa historia y en nuestra voluntad de perfeccionarla en aras de una verdadera unión permanente.

Por todo lo anterior, es difícil concebir que haya aquí quienes aún esposen sentimientos independentistas basados en retrógradas teorías del Siglo XIX sin darse cuenta que hoy el separatismo en Puerto Rico sería violencia: violencia contra nosotros mismos, contra lo que somos, contra nuestros sueños y aspiraciones, contra ese mundo real y ese universo de aspiraciones que hemos construido, junto al resto de los americanos, para nosotros y nuestra descendencia

Es violencia, además, contra la unidad de la comunidad puertorriqueña. Es separarnos de nuestros familiares y parientes que hoy viven en el continente.  La independencia sería la ruptura fundamental de la comunidad puertorriqueña entre los que vivan en la Isla y los que vivan en alguna otra parte de Estados Unidos. Piénselo, sería su separación de sus padres, hermanos, hijos, nietos, tíos, sobrinos interponiéndonos puestos de inmigración y aduanas, requiriéndonos pasaportes y visas para ir a visitarlos; o para ir a estudiar; o recibir tratamiento médico; y hasta para ¡ir a ver el Pato Donald!

En la condición actual, los puertorriqueños que viven en los estados tienen, en promedio, unos ingresos, un nivel de vida y un horizonte de posibilidades de vida superior y a los que vivimos en la Isla. Eso es un hecho. Esto se debe simplemente a que vivir en un estado les provee las oportunidades para lograr con su esfuerzo un progreso personal y familiar al que acá no podemos aspirar.  La estadidad nos permitiría aspirar a lo mismo que cualquier ciudadano en otro estado. El separatismo, en cambio, haría peor y permanente las limitaciones que tenemos en este momento. El triunfo del separatismo, en fin, separaría más que nada al propio pueblo puertorriqueño dividiéndonos en dos clases: los que viven en los estados que tendrán las mejores oportunidades y los que quedemos atrapados en la república neocolonial que veremos recortadas drásticamente nuestras oportunidades y nuestro horizonte de aspiraciones.

Los puertorriqueños hemos sido testigos de los efectos trágicos que tal separación ha tenido sobre el pueblo cubano. Con ellos hemos aprendido que, excepción hecha del genocidio, la más grande violencia que puede hacerse contra un pueblo, es separarlo, dividirlo por su posición geográfica, por su nivel de vida y por sus aspiraciones posibles. Los puertorriqueños hemos reflexionado y sabemos que no queremos pasar el calvario que han vivido los cubanos. Ese calvario es la violencia que sería la independencia.

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La violencia que sería la independencia III

“La más grande violencia que puede hacerse contra un pueblo, es separarlo, dividirlo por su posición geográfica, por su nivel de vida y por sus aspiraciones posibles”. Parte 26 de ‘La Nueva Escuelita Estadista’

Completo hoy con esta columna este ciclo en que he planteado la violencia que conllevaría el independizarnos. Sería nuestra ruina, como demostré en mis columnas anteriores. Sería exponer nuestra sociedad a perder viabilidad económica y social, y, en el peor de los casos, caer presa de gangas que hicieran de Puerto Rico su narcoestado.

Pero la violencia del separatismo-independentista nos impactaría aun más, en el mismo centro de nuestro ser. La meta central del separatismo es rasgar la madeja de relaciones no solo políticas sino legales, jurídicas, económicas, financieras, educativas, culturales, artísticas, etc. –que hemos elaborado como parte de Estados Unidos a lo largo de los pasados 114 años. Ese  período representa más de la mitad de nuestra vida con conciencia y voluntad de pueblo; período que más que ninguno otro nos ha definido como puertorriqueños: puertorriqueños modernos, reales, de carne y hueso, del siglo XXI; puertorriqueños cuyos abuelos y padres pelearon como americanos en la Segunda Guerra Mundial, Corea o Vietnam, y, algunos de ellos han ido a Irak o Afganistán; cuyos familiares, además de en la Isla, viven en Nueva York, Orlando, Chicago o Hartford; esos cuyos hijos y nietos trabajan en Nueva Jersey o Los Ángeles, estudian en Boston o Miami, o vacacionan en Disney; esos que se alegran de tener un pasaporte americano para poder viajar a cualquier parte del mundo sin que el país que los reciba tema que pudieran quedarse allí como refugiados políticos o económicos; esos que ven películas en español o inglés por cable y “se pasan pegaos” del Internet para visitar portales y hacer compras con Pay Pal; esos que ambicionan que sus hijos, después de estudiar aquí puedan continuar sus estudios en alguna universidades del continente y que logren una beca o ayuda de programas federales. Eso y más somos; eso y más queremos para nosotros y nuestros hijos.

Lejos estamos del arquetípico jíbaro de la mitología nacionalista-insularista.  Hoy, ser puertorriqueño tiene dimensión continental. Nos hemos definido por más de un siglo como parte de la comunidad americana. Nuestra integración, ya inextricable, aunque aún imperfecta, está asentada en esa historia y en nuestra voluntad de perfeccionarla en aras de una verdadera unión permanente.

Por todo lo anterior, es difícil concebir que haya aquí quienes aún esposen sentimientos independentistas basados en retrógradas teorías del Siglo XIX sin darse cuenta que hoy el separatismo en Puerto Rico sería violencia: violencia contra nosotros mismos, contra lo que somos, contra nuestros sueños y aspiraciones, contra ese mundo real y ese universo de aspiraciones que hemos construido, junto al resto de los americanos, para nosotros y nuestra descendencia

Es violencia, además, contra la unidad de la comunidad puertorriqueña. Es separarnos de nuestros familiares y parientes que hoy viven en el continente.  La independencia sería la ruptura fundamental de la comunidad puertorriqueña entre los que vivan en la Isla y los que vivan en alguna otra parte de Estados Unidos. Piénselo, sería su separación de sus padres, hermanos, hijos, nietos, tíos, sobrinos interponiéndonos puestos de inmigración y aduanas, requiriéndonos pasaportes y visas para ir a visitarlos; o para ir a estudiar; o recibir tratamiento médico; y hasta para ¡ir a ver el Pato Donald!

En la condición actual, los puertorriqueños que viven en los estados tienen, en promedio, unos ingresos, un nivel de vida y un horizonte de posibilidades de vida superior y a los que vivimos en la Isla. Eso es un hecho. Esto se debe simplemente a que vivir en un estado les provee las oportunidades para lograr con su esfuerzo un progreso personal y familiar al que acá no podemos aspirar.  La estadidad nos permitiría aspirar a lo mismo que cualquier ciudadano en otro estado. El separatismo, en cambio, haría peor y permanente las limitaciones que tenemos en este momento. El triunfo del separatismo, en fin, separaría más que nada al propio pueblo puertorriqueño dividiéndonos en dos clases: los que viven en los estados que tendrán las mejores oportunidades y los que quedemos atrapados en la república neocolonial que veremos recortadas drásticamente nuestras oportunidades y nuestro horizonte de aspiraciones.

Los puertorriqueños hemos sido testigos de los efectos trágicos que tal separación ha tenido sobre el pueblo cubano. Con ellos hemos aprendido que, excepción hecha del genocidio, la más grande violencia que puede hacerse contra un pueblo, es separarlo, dividirlo por su posición geográfica, por su nivel de vida y por sus aspiraciones posibles. Los puertorriqueños hemos reflexionado y sabemos que no queremos pasar el calvario que han vivido los cubanos. Ese calvario es la violencia que sería la independencia.

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Encuestas del Pueblo IV: Los miedos

27 de septiempre de 2012 – OpiniónPolíticaPuerto Rico, – 

“La pérdida de Miss Universo y el equipo olímpico representan tan solo un 5% de la preocupación de convertirse en un estado”

EL VOCERO / Archivo

Dr. Ricardo Rosselló Nevares
Catedrático Auxiliar RCM

En la pasada encuesta, vimos como un gran porcentaje (35%) de los que han considerado votar por el ‘Sí’ (permanecer bajo el status actual)  indicaban que su razón primordial era por miedo a rechazar a EE.UU., o por temor a que venga la Independencia “por la cocina”. Ambas son razones basadas en el miedo y la desinformación. Recientemente hemos visto distintas figuras públicas que en el pasado estuvieron opuestos a la idea de votar por el ‘No’, pero ahora lo favorecen. Se han percatado que el ‘No’ es el verdadero reclamo del Pueblo, mientras que el ‘Sí’ permite vagas interpretaciones. Precisamente por eso es importante que el Pueblo tenga a su disposición este tipo de encuesta; y la utilice como herramienta de autoevaluación.

Dada la real observación de que un mensaje de miedo, sin base evidenciada, ha podido tener tanto impacto, y que atenderlo a tiempo puede revertirlo, cabe preguntarse, ¿Cuáles son los miedos asociados a las distintas alternativas descolonizadoras?

Boricua ¡Ahora Es! le preguntó al público: ¿Qué temería perder si Puerto Rico fuese un estado, una república asociada o una república independiente?

Bajo una república independiente y/o república asociada, el Pueblo indicó lo siguiente:

  • Miedo a perder estructuras y ayudas federales (Tribunal federal, FBI, Seguro Social, cupones, Medicare) (33%)
  • Miedo a una dictadura (12%)
  • Miedo a perder la ciudadanía americana (21%)
  • Miedo a perder el plan de salud (8%)
  • No le teme a nada (15%)
  • Otras (8%)

Además, entre los primeros tres temores, el 51% de los encuestados identificó el perder la ciudadanía americana.

El raciocinio y la realidad de algunos de estos temores los desarrollaremos en otra columna, con la colaboración de otros miembros de Boricua ¡Ahora Es! que favorecen estas ideologías.

Por el momento, veamos qué teme el Pueblo de convertirse en un estado. Al igual que para la pregunta anterior, el número de entrevistados fue 1,156 con un margen de error de 2.9%. Los miedos a convertirse en un estado son los siguientes:

  • Perder la identidad (14%)
  • Perder el idioma (15%)
  • Impuestos más altos (5%)
  • Perder la cultura (8%)
  • Perder Miss Universo y/o equipo olímpico (5%)
  • Nada (34%)
  • Otras (6%)

Hay que combatir los temores con datos y evidencia. La identidad es algo que no está sujeto a la localización geográfica, y mucho menos a un status político. ¿Acaso los 4.2 millones de puertorriqueños que no viven en la Isla pierden su identidad? ¿Acaso esos hermanos nuestros que ahora viven en los 50 estados dejan de sentir orgullo puertorriqueño por vivir bajo la Estadidad de Florida, Nueva York o Connecticut? La identidad no la quita nada ni nadie; es un derecho que tenemos como seres humanos, no por privilegio de un status político.

¿Perder el idioma? Los cubanos que hablan español en Miami o el 97% de los hispanos que viven en el este de Los Ángeles (según el Censo) son clara evidencia de que no se pierde el idioma. También hay otros dos datos importantes en este respecto: (1) Estados Unidos no tiene idioma oficial y (2) algunos estados tienen otro idioma oficial además del inglés; como Hawai, que tiene el inglés y el hawaiano. Además, 22 estados no tienen idioma oficial. Lo que hace extraordinaria la nación americana es la capacidad de poder comunicarse en el lenguaje que uno entienda.  Además, de acuerdo al Censo, 34.5 millones de ciudadanos americanos hablan el español en su hogar. Ese número ha aumentado significativamente en los últimos 10 años.

¿Impuestos más altos? Este es uno de los miedos típicos; el supuesto temor a que vamos a tener que pagar dos planillas. Esto es cierto, pero no del todo. La realidad es que el puertorriqueño ya paga las tasas más altas a nivel nacional en su planilla local. Además, en Puerto Rico casi la mitad de la población está bajo el nivel de la pobreza. Eso implica que, según las normas contributivas federales, uno de cada dos, o dos de cada tres familias no tendrían que pagar ni un centavo en la planilla federal. Las familias que sí pagarían bajo la planilla federal sería porque pueden hacerlo. Ahora pagamos más con una planilla (local) de lo que se paga en la mayoría de los estados que tienen dos planillas. De otra parte, también hay estados, como Florida, que no pagan impuestos sobre ingresos federales, y esa podría ser una posibilidad bajo la Estadidad en Puerto Rico. Finalmente, hay una falsa percepción de que nosotros no pagamos impuestos federales. No pagamos impuestos federales sobre ingresos (‘income tax’), pero sí pagamos Seguro Social, Medicare y otros impuestos federales que se ven claramente descontados en los talonarios de pago del trabajador puertorriqueño.

¿Perder la cultura? El argumento aquí es similar al de la identidad. La cultura es nuestra y la tenemos que proteger. ¿La perderemos? El mejor argumento es el siguiente ejemplo: Cuando uno llega al aeropuerto de Hawai, ¿cómo reciben a los turistas? Contestación: Con un ‘lei’ (collar de flores, típico de la cultura hawaiana) y con bailes típicos. Hawai recibe recursos federales adicionales para preservar y fomentar su cultura autóctona. Ahora compare… en Puerto Rico, ¿qué pasa cuando llegamos al aeropuerto hoy?

La pérdida de Miss Universo y el equipo olímpico representan tan solo un 5% de la preocupación de convertirse en un estado. Ambos son franquicias. En el caso de Miss Universo, no es el status político quien decide, es Donald Trump. En el caso del Comité Olímpico, ya hay precedente de que un territorio que forma parte de otra nación puede tener su equipo olímpico. En el 1997, la soberanía de Hong Kong fue transferida a China, y desde entonces han competido en los Juegos Olímpicos (de hecho, ganaron varias medallas).

Interesante es ver también que ya uno de cada tres puertorriqueños está inmune al mensaje de miedo a convertirse en un estado (y de igual forma, uno de cada seis a convertirse en una república).

Como vemos, los miedos infundados han sido motivo para que permanezcamos en un status que nos está afectando. Si utilizamos el conocimiento, los datos y la evidencia, podemos combatir estos temores de manera efectiva. Y así lograremos encaminarnos en una ruta de progreso, donde el puertorriqueño tendrá más poderío que nunca.

Votando por el ‘No’ y escogiendo una alternativa descolonizadora, aseguraremos tener verdadero poder en nuestras manos.

@boricuaahoraes

@ricardorossello

Asegura éxodo de profesionales es culpa del ELA

Para Ricardo Rosselló el estancamiento económico que enfrenta la Isla se debe al status político colonial

EL VOCERO / Archivo / Ángel L. Vázquez

Para el presidente del movimiento Boricua ¡Ahora es!, Ricardo Rosselló, la fuga de profesionales a Estados Unidos y el estancamiento económico que enfrenta Puerto Rico es culpa de la condición colonial de la Isla.

Rosselló junto al secretario del Partido Nuevo Progresista (PNP), Omar Negrón, dijo ayer que aunque el liderato del País tenga un plan para resolver los problemas de la Isla se hace difícil e imposible implementarlo porque bajo el sistema actual no hay consistencia en la cantidad de los fondos federales que recibe Puerto Rico y no pueden tomar decisiones importantes.

“Todo está conectado, pero el decir que el status no es parte del problema luego de ver toda la data que lo apoya no sería correcto”, sostuvo Rosselló.

Indicó que por culpa del status político colonial “Puerto Rico ha quedado rezagado en comparación con otras jurisdicciones a nivel nacional e internacional. En pleno Siglo XXI, el mundo se ha ido desarrollando, y muchos países han tomado medidas económicas de avanzada, para fomentar la libre competencia”.

La condición territorial, indicó, no permite retener a los profesionales que se entrenan en la Isla. Destacó que la Universidad de Puerto Rico (UPR) gasta aproximadamente $100  mil para formar a los ciudadanos que luego abandonan la Isla buscando mejores oportunidades de empleo y sueldo.

En la última década, dijo, casi medio millón de puertorriqueños se fueron a vivir a  Estados Unidos en busca de mejores oportunidades.

Según Rosselló, los profesionales abandonan la Isla porque ganan tres veces más en los estados que en Puerto Rico, el por ciento de pobreza es más alto que en Estados Unidos y los parámetros de violencia y criminalidad son más bajos.

“La manera de comenzar a resolver todos estos problemas es primero eliminando los obstáculos. Bajo este sistema se nos hace difícil crear oportunidades”, expresó Rosselló.

Para el líder estadista el éxodo “no es culpa de un incidente u otro, es un problema sistemático de 60 años por Puerto Rico estar bajo un sistema donde no tenemos el poder”.

“Este 6 de noviembre es una oportunidad histórica para por primera vez llevar un mensaje a nivel global de decir que no queremos ser colonia ya. Los puertorriqueños queremos tener el poder en nuestras manos”, manifestó Rosselló.

Indicó que como resultado del estancamiento del Estado Libre Asociado, Puerto Rico ha tenido el crecimiento económico más bajo en toda la Nación en comparación con los 50 estados y el gobierno federal destina menos recursos para atender los problemas sociales de violencia y criminalidad.

Encuestas para el Pueblo V: el status y el éxodo

4 de octubre de 2012 – OpiniónPolíticaPuerto Rico – 

“¿Cuál es el panorama de los trabajos en Puerto Rico?”

EL VOCERO / Archivo

Dr. Ricardo Rosselló Nevares
Catedrático Auxiliar, RCM

Como ciudadano, tienes varias alternativas para subsistir dentro de nuestro ecosistema sociopolítico. Puedes tener un trabajo formal, produciendo economías para ti, tu familia y el gobierno.  De no conseguir trabajo formal,  tienes la alternativa de irte a otra jurisdicción, o quedarte aquí y formar parte de la economía informal, lo que puede conllevar una vida de crimen y narcotráfico. También podrías cualificar para recibir asistencias del gobierno.

Estas tres opciones incrementan cuando no hay oportunidades formales de trabajo y todo ello termina costándole (o restándole) a la sociedad. Con una economía informal, la sociedad paga porque el fisco no recibe impuestos.  El crimen, cuesta combatirlo.  La asistencia gubernamental también cuesta.  Y con el éxodo, no tan solo se pierde el ciudadano, sino se pierde el dinero invertido (educación, preparación) en ciudadanos que se llevan esa preparación a otra parte.

¿Cuál es el panorama de los trabajos en Puerto Rico?  Bajo el sistema colonial actual, más de la mitad de la población nunca ha tenido o ha estado buscando trabajo. Dicho de otra forma, de cada 10 ciudadanos, en promedio, 6 no tienen ni están buscando trabajo. Esta cifra no es solo la más baja en EE.UU., ¡sino de las más bajas en el mundo!

¿El resultado?

(a) Uno de cada 4 recibe asistencia económica amplia, y casi la mitad recibe (42%) cupones (un porcentaje más alto que la misma tasa de participación laboral).

(b) Según varios estudios, ya la economía informal en Puerto Rico representa 1 peseta de cada dólar;  más de la mitad está directamente ligada al narcotráfico.

(c) Hay un éxodo masivo: Más de medio  millón se fueron de la Isla en la ultima década. Por primera vez hay más boricuas en los EE.UU. que en la Isla.

El éxodo de cerebros ha sido un problema significativo.  Es la causa de ansiedad para muchas familias que no quieren irse de Puerto Rico, pero tienen que hacerlo. Boricua ¡Ahora Es! encuestó científicamente a una muestra de 600 personas con un margen de error de 4% y les preguntó: ¿Has pensado en la posibilidad de mudarte fuera de Puerto Rico para mejorar tus prospectos?  Los resultados fueron los siguientes:

Todo el tiempo o de vez en cuando: 47%

Rara la vez: 9%

Nunca: 42%

No sabe/No contestó: 6%

Casi la mitad de la población ha pensado mudarse de Puerto Rico. Interesantemente, cuando se segmenta por afiliación política, no hay una variación significativa en estos números.  A esos que contestaron que habían pensado mudarse de Puerto Rico todo el tiempo, se les preguntó: ¿Tienes planes DEFINITIVOS para irte de Puerto Rico?

Sí: 40%

No: 52%

No Sabe/No contestó: 8%

Esto representa más de un 10% de la población con planes definitivos. El estatus político, ¿tendrá algo que ver? Sí. Si bien es cierto que el ELA fue diseñado con las mejores intenciones de mejorar la situación económica del momento, también siempre tuvo el problema inherente de ser una colonia. El ELA se quedó rezagado en el 1952. Y mientras el mundo progresó, el sistema nunca se ha ajustado al cambio.

En el 1952, las condiciones eran beneficiosas para la Isla:

1.Puerto Rico estaba bajo la bandera americana y Estados Unidos no tenía tratados de libre comercio con otros países.  Esto nos posicionaba como un aliado en el comercio, relativo a otros países.

2.La mano de obra era barata relativo al mundo.

3.La manufactura en otros lugares del mundo no estaba desarrollada.

4.La manufactura era el eje económico mundial.

Hoy, las condiciones son dramáticamente diferentes:

1.Estados Unidos ahora tiene sobre 20 tratados de libre comercio; el beneficio que teníamos ha mermado.

2.Ya no tenemos mano de obra barata, relativo a otros países. La justicia salarial les ha dado a nuestros trabajadores merecidas ganancias. Pero otros países no operan de esta manera y tienen mano de obra mucho más barata.

3.Países que no competían en la manufactura en aquel entonces ahora sí lo hacen a altos niveles.

4.Hoy, las economías mundiales son generadas por el capital humano, las industrias de servicio y la innovación. La manufactura cobra menos importancia.

Tenemos un sistema expirado, sin poderes para poder modernizarlo, actualizarlo y ajustarnos a la nueva realidad global.

Pero, ¿se querrán ir algunos de estos puertorriqueños por otras razones? Preguntamos al Pueblo, que si tuviesen la opción, ¿prefieren quedarse viviendo en Puerto Rico?

Prefiero quedarme en Puerto Rico: 77%

Mudarme de Puerto Rico: 20%

No sabe/No contestó: 3%

Aquí está el problema. Aunque una gran mayoría de los puertorriqueños prefiere quedarse viviendo aquí, casi la mitad ha tenido que contemplar irse para mejorar sus prospectos y buscar oportunidades.

Es claro y evidente que tenemos que cambiar el sistema para poder cambiar esta tendencia nefasta.  El Pueblo, en su mayoría, así lo entiende.  El 6 de noviembre, tenemos una oportunidad histórica para externalizar ese mensaje a todo el mundo: No queremos seguir con el status político actual.  NO a la colonia.

Pero,  si no te gusta la discusión de la colonia y el status actual… vota NO, para que no tengas que irte de tu patria. El poder, está en tus manos.

@boricuaahoraes

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