Por: Carlos J. Vargas Ferrer
Representante Distrito # 29 (Cayey-Cidra)

Cada vez que en Puerto Rico públicamente se discute el tema del estatus, saltan voces desde todas las esferas de nuestra sociedad, cuestionando su pertinencia y alegando que existen otros asuntos o problemas más apremiantes que resolver. Algunos salen despavoridos señalando que es una pérdida de tiempo y que la celebración de una nueva consulta no producirá cambios en nuestra realidad política. Otros, por su parte, plantean que los políticos y los partidos no tienen ningún interés genuino en resolver el asunto y que solo utilizan el tema para avivar sus bases políticas. En fin, son muchas las excusas y los pretextos que se anteponen a la discusión del estatus. Ahora bien, ¿saben a qué responden todas esas excusas? Responden a una campaña diseñada para perpetuar el inmovilismo. Me explico.

Condicionar la solución del estatus a resolver en primer lugar los problemas fiscales, económicos, de seguridad, educación y salud, entre otros, tiene como fin enterrar el tema en el sarcófago del inmovilismo. ¿Por qué? Porque todos estos problemas jamás tendrán una solución definitiva. Son problemas recurrentes que persisten y persistirán mientras la humanidad exista. Ejemplo de ello, lo vemos al comienzo de cada curso escolar. Todos los años empiezan las clases con planteles que no están listos para atender los estudiantes por razones como la falta de maestros por nombrar, falta de materiales, deficiencias en la transportación, entre otros, y son problemas que se repetirán año tras año. Otro ejemplo es la seguridad y la criminalidad. Puede que un año se registren menos asesinatos que otro, pero el problema nunca terminará y siempre se necesitará reforzar la seguridad. En cuanto a los asuntos fiscales y económicos, ¿acaso alguien puede pensar que una deuda pública de 72 mil millones la resolvemos de la noche a la mañana? Claro que no. Los retos económicos y fiscales del gobierno siempre necesitarán solución. Es más, si algún día el País lograra el supuesto utópico de resolver todos sus problemas, entonces ¿para qué haría falta un gobierno sino van a existir problemas que resolver?

En definitiva, argumentar que primero deben resolverse los problemas cotidianos para atender el asunto del estatus, es un subterfugio del sector inmovilista para no atenderlo. Le han hecho creer a la ciudadanía que el tema del estatus no incide en sus problemas diarios aunque saben que es todo lo contrario. Anteponer la solución de una cosa sobre la otra es, como expresé, enterrar el tema del estatus en el sarcófago del inmovilismo.

Por otro lado, un sector de la ciudadanía refleja poco interés en el tema del estatus y no es de extrañar que así sea. Evidentemente, los ataques políticos entre los partidos cuando se discute el tema, unido a las interpretaciones acomodaticias sobre los resultados electorales de los últimos dos plebiscitos, han influido en el ánimo del País sobre el tema. A mi juicio, a una gran parte del Pueblo no le interesa que se celebre un nuevo plebiscito porque apuestan a que los partidos no respaldarán ni respetarán su resultado. Y no es para menos, recordemos el referéndum sobre la unicameralidad en el que la voluntad del Pueblo nunca se respetó con el pretexto de una poca participación.

Todos estos factores han influido en un gran porcentaje de ciudadanos a tal punto que enarbolan la idea de que el estatus no amerita atención. A mi modo de ver, en la medida que estos factores desalienten el interés que todos debemos tener en una solución definitiva sobre el estatus, estaremos promoviendo el inmovilismo. Y creo firmemente, que todo esto es parte de un diseño orquestado del sector inmovilista para cambiar la mirada del País hacia otros temas y posponer indefinidamente su solución.

El Pueblo, como arquitecto de su propio destino, no puede caer en las celadas de un sector del País que muestra poco o ningún interés sobre el estatus. Contrario a lo que desean hacernos ver, el estatus sí influye sobre nuestros problemas cotidianos y manda una pronta solución o, al menos, obliga a encaminar un proceso serio para resolverlo.

Las limitaciones económicas y políticas del estatus actual son evidentes. Existe un deber moral y político en procurar una solución y confío en que el pueblo de Puerto Rico poco a poco salga del marasmo al que ha sido inducido y evite continuar siendo víctima de la conspiración del inmovilismo.