En la academia he trabajado intensamente con lo que conoce como ‘ironía postmodernista’, concepto que promueve la reflexión social profunda buscando las verdaderas intenciones que se esconden tendenciosamente detrás del discurso público. Lo trabajé en mi libro titulado ‘Life Sucks’, cuando describí el mundo del espectáculo en que vivimos y los mensajes livianos que nos sirve el liderato. Pero, ¿por qué me da con traer a discusión el tema en estos momentos? Pues, les diré de inmediato.
En las pasadas semanas, el país ha estado disfrutando una serie de espectáculos originados por la lucha de poder abierta entre Ricardo Roselló y Pedro Pierluisi y Thomas Rivera Schatz, por lo bajo. Los tres han estado ofreciendo la estadidad para mañana si es que le permiten disputar la gobernación a Alejandro García Padilla.
Vamos a recoger 100,000 firmas, vamos a implantar el Plan Tennessee, vamos a sentarnos en las escalinatas del Capitolio federal, vamos a aprobar la cuarta y quinta papeleta para votar por el presidente de los Estados Unidos y seleccionar nuestros representantes y senadores para el Congreso. Ricky y Rivera Schatz, hacen sus ofertas ocultando con una cortina de negación sus respectivas candidaturas a la gobernación, cuando nadie tiene dudas de que lo son.
En un período de tantas representaciones falsas y uso de imágenes que destellan verdades falseadas, muchos pueden caer de incautos como ha ocurrido con aquellos que creyeron en las promesas de la estadidad jíbara con pasteles y carne frita de hace sesenta años atrás. Nada ha ocurrido, como tampoco ha ocurrido el famoso ELA mejorado que nos han ofrecido los Populares, desde hace también sesenta años.
Es que la decisión sobre la estadidad o sobre el ELA mejorado nunca ha estado aquí sino en las faldas del americano. Los estadistas como Ricky, Pierluisi o Rivera Schatz, en particular, no ven que vender la estadidad a base de los beneficios para Puerto Rico es absurdo. Y en ese sentido ninguno de los tres hace…un líder que represente la diferencia a lo que se ha hecho. Se empeñan en conseguir el voto mayoritario de muchos incautos para la estadidad, cuando más allá de eso tienen que convencer al Congreso de que la anexión de Puerto Rico a quien verdaderamente le conviene es a los Estados Unidos. Como no lo han hecho, el americano no los ha cogido en serio.
Debemos tener claros que el Congreso es un foro político y como tal es altamente pragmático. En un juego de conveniencias, habría que convencerlos sobre cómo les convendría anexar un territorio con $70,000 millones en deuda, que insiste en hablar el español, que quiere mantenerse siendo latinoamericanos, que quiere mantener la representación Olímpica y en los concursos de belleza, que busca que se acepte su diversidad cuando ellos libraron una sangrienta guerra civil por la uniformidad.
No crean que el Congreso es un tribunal al que hay que conmover para que – por justicia – nos confiera la igualdad como la piden. Como dije en ‘Life Sucks’, para que podamos darnos cuenta de esta realidad es necesario que el puertorriqueño genere una especie de ojo acucioso que le permita develar la realidad de lo que se ha escondido. De esto se trata la ‘ironía postmodernista’. Mediante la utilización de la ironía, ponemos en tela de juicio todo lo que parece a la vista como verdad o como original y lo colocamos en la esfera de lo raro y lo sospechoso.
Lo colocamos en la dimensión de lo que hay que auscultar más porque puede que haya algo escondido que no hemos logrado ver a simple vista. Tenemos que ver si lo que se nos presenta a la vista tiene otra significación y existencia que se nos escapa porque está escondido detrás de un bien trabajado lenguaje de imágenes y representaciones. Hay que convertir ese lenguaje en uno cristalino y transparente y es mediante el ejercicio de la ironía lo que nos permitirá hacerlo. ¿Cómo? Pues, de la siguiente manera.
Esto es, hay que determinar quién usa ese lenguaje y con qué fin. Hay que desenmarañar o como diría Derrida, deconstruir, toda la construcción de representaciones que se han montado. Buscar los propósitos detrás de la pantalla. Buscar quién o quiénes se beneficiaría si vemos las cosas como se nos presentan o actuamos como quieren que actuemos. En otras palabras, la ironía permite poner en primer plano la política de la representación. Pues, la ironía postmodernista no es otra cosa que una forma problematizadora de sacar a la superficie las verdades desnaturalizadas, de reconocer las intenciones de los productores y distinguir el rastro de las representaciones.
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