Decía Platón que “el precio de desentenderse de la política es el ser gobernados por los peores hombres”. Y este costo puede ser todavía mayor y peligroso, si la apatía, desencanto y frustración del pueblo lo paraliza y da espacio a que se nos gobierne no tan sólo por los menos capacitados para hacerlo, sino permitiendo que éstos nos gobiernen de la peor manera, improvisando, sin dirección, liderazgo, ignorando mandatos, y en fin, como “le dé la gana”.
Cada día crece el sentir de nuestro pueblo de que a Puerto Rico lo llevan por mal camino. Esto por los efectos de las medidas impositivas de la presente administración que desangran nuestros bolsillos para costear y ponerle parches a una gigantesca burocracia gubernamental anquilosada, que sigue gastando más de lo que tiene, y que frenan nuestro desarrollo. Estas acciones han sido inefectivas para sobrellevar nuestra crisis y han creado nuevos problemas que la han agravado según continúan reflejando indicadores socioeconómicos. Como consecuencia, es patente que los retos y problemas de fondo que la presente administración encontró, los empeoró con sus improvisaciones e inacción.
A pesar de este preocupante cuadro, la presente administración sigue por la libre, descontrolada y sin frenos, empeñada en continuar empobreciéndonos y degradando nuestra calidad de vida y valores. A casi dos años en el poder, se distinguen como sus prioridades emblemáticas la imposición de impuestos y otras como la marihuana, sin que discutan y acaben de ejecutar planes concretos para controlar el gasto gubernamental, reducir el tamaño del gobierno, maximizar recursos y establecer estructuras y mecanismos de evaluación y medición para garantizar transparencia y rendimiento de cuentas en la gestión gubernamental.
También escasean planes integrales para impulsar nuestro desarrollo económico e insertarnos en la economía global, a diferencia de otras jurisdicciones en Estados Unidos y otras partes del mundo que le hicieron frente a sus retos fiscales y económicos y van saliendo a flote. Así, mientras en otros lugares los pueblos se levantan, fiscalizan, reclaman y le ponen frenos a sus gobernantes, dando paso a grandes transformaciones, aquí seguimos inertes, sin aprovechar y maximizar nuestros recursos, ventajas competitivas, infraestructura física y social y el talento de nuestra gente, para encaminar un nuevo y mejor Puerto Rico.
Y luego de dos años improvisando y fracasando con sus propias medidas, ahora el gobierno de turno se ve acorralado por sus desaciertos y recurre desesperadamente a las excusas y hasta a recriminar a la pasada administración. Esto obviando avances que tuvo la pasada administración, como lograr que por primera vez nuestro crecimiento económico se moviera a terreno positivo y que los mercados recuperaran la confianza en Puerto Rico. De hecho, estos avances fueron reconocidos por el Grupo de Trabajo de trabajo de Casa Blanca que expresó en un informe de 2011 que habían “importantes indicios de mejoras en la situación fiscal de la isla” y que “la magnitud del déficit en relación a los ingresos en la isla ha[bía] disminuido significativamente, y la calificación crediticia de Puerto Rico ha[bía] mejorado”. (Pág. 40).
Nuestro pueblo tiene que retomar espacios y hacerse sentir, organizándose y aprovechando a plenitud las vías de expresión y de reclamo de nuestra democracia, que incluyen las redes sociales que permiten fiscalizar e informar correctamente al pueblo. Se nos va la vida y llegó el momento de crecernos y activarnos antes que nos dejen
sin pueblo. Hagámosle entender a los que nos gobiernan que nuestro pueblo se respeta y que sabe castigar a aquellos que nos atropellan, engañan, abusan y burlan nuestra voluntad y aspiraciones colectivas.
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