Hace más de veinte años, en 1993 para ser exactos, se celebró en Puerto Rico una consulta plebiscitaria. La campaña para el mismo, por las tres corrientes políticas históricas, fue insulsa, sin sustancia, llena más de demagogia que de información veraz. Sin embargo, los artífices de aquella campaña del ELA se las ingeniaron para definirlo como “lo mejor de dos mundos.” Una definición de carácter tramposa que sirvió de anzuelo para engañar a un electorado falto de información y a expensas de ser fácilmente confundido.

Digo esto porque hace unos días salió un informe que indica que en Puerto Rico, en el área metropolitana de San Juan mayormente, el costo de vida es mucho más caro que en la mayoría de la áreas metropolitanas de los Estados Unidos. Sin contar, que ese alto costo incide directamente y en detrimento en la calidad de vida del puertorriqueño.

Según el informe, el consumidor paga casi un 23% más en productos comprados en el supermercado que sus conciudadanos en los demás estados. Igualmente, para los que obtienen o buscan los servicios públicos hasta en un 85% se paga más que lo pagado en los cincuenta estados de la Unión. En general, el costo de vida en Puerto Rico es un 13% más caro que en el resto de la Nación.

La masiva emigración que se ha estado dando en los últimos años es un referéndum sociológico indicativo de cómo las cosas están en Puerto Rico, donde la calidad de vida, en todos los órdenes, es pésima, por no decir que es un caos. Esta vorágine económica con implicaciones políticas y sociales ha obligado a algunos puertorriqueños a emigrar, no solo a Texas y a la Florida, como lo siguen haciendo, sino a lugares antes impensados como Republica Dominicana, Panamá y Costa Rica.

En Panamá, por ejemplo, puertorriqueños ocupan altos puestos y con ejecución de excelencia en sus trabajos en la industria de casinos. Es un personal que ha demostrado ser altamente cualificado y experimentado en dicha actividad económica, y con una mayor remuneración a la que recibirían en su patria. En Costa Rica, puertorriqueños han hecho inversiones en los Bienes Raíces y otros negocios. Hasta un ex alcalde de Jayuya por el PNP se ha trasladado a dicho país buscando una calidad de vida mejor que la que se tiene en el Estado Libre Asociado. Igual pasa en la Republica Dominicana, donde puertorriqueños se han establecido para hacer negocios y para la compra de propiedad inmueble.

Todo esto demuestra que los dos grandes fracasos del Caribe en el siglo XX y lo que va del siglo XXI son el Estado Libre Asociado y la revolución cubana. Ambos, en sus inicios, se presentaron como las opciones que vendrían a reinvindicar la dignidad del pueblo. En ambos casos, los elogios allende los mares de ambas islas fueron exuberantes y múltiples, pero la historia nos demostró que los dos sistemas han sido, proporcionalmente, los mayores exportadores de capital humano.

El futuro de Puerto Rico está lleno de incertidumbres. El Partido Popular, en su habitual obsesión contra la estadidad, se ha convertido en un partido de reacción, no de acción. De planes a corto plazo, no de grandes estrategias. Sin pensar, que todo este mosaico de infortunios ocurre sin la posible apertura de Cuba.

Mario Ramos Méndez

Historiador