HISTORIA DE LOS PARTIDOS POLITICOS PUERTORRIQUEÑOS (1898-1956)

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HISTORIA DE LOS PARTIDOS POLITICOS PUERTORRIQUEÑOS (1898-1956)

BOLIVAR PAGAN

INDICE Y RESUMEN

Es propiedad del autor. -Derechos reservados. – Copyright—Bolívar Pagán—1959.Reproducido como material educativo sin interés pecuniario, con el sólo propósito de promover su lectura por ser el mejor libro de Historia Política que se ha escrito en Puerto Rico y no estar disponible actualmente en las librerías. Tras gestiones para conseguir a los propietarios de los derechos de autor y una revisión completa de las leyes aplicables. No se puede reproducir salvo como material educativo sin fines de lucro. Fue leído por un scanner y todavía tiene errores que poco a poco iremos corrigiendo.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

TOMO I.

CAPITULO UNO. – Introducción – Naturaleza de esta obra – Ojeada a los partidos políticos en la época española.

CAPITULO DOS. – La invasión norteamericana – La Carta Autonómica – El régimen militar.

CAPITULO TRES.Nacimiento de los partidos Republicano Puertorriqueño, Federal, y Obrero Socialista . Las elecciones de los cien días.

CAPITULO CUATRO – Se establece el régimen civil. Las elecciones de 1900 y 1902.

CAPITULO CINCOSe disuelve el partido Federal. Se funda el partido Unión de Puerto Rico. Las elecciones de 1904.

CAPITULO SEIS – La lucha contra el régimen. Conflictos entre la Cámara de Delegados y el Consejo Ejecutivo. – El partido de la Independencia. Los copos Unionistas de 1906, 1908, 1910 y 1912.

CAPITULO SIETELas reglas de Miramar. El partido Unionista propone alianza al partido Republicano. Las elecciones de 1914.

CAPITULO OCHO – Resurge el partido Socialista. La Ley Orgánica Jones. Las elecciones de 1917.

CAPITULO NUEVE – Comienza el régimen bajo la nueva Ley Orgánica. Los Unionistas redefinen su programa político. Los Republicanos proponen entendido electoral a los Socialistas. Las elecciones 1920.

CAPITULO DIEZ – Crisis Unionista. El proyecto Campbell. Se funda el partido Nacionalista. La Alianza Puertorriqueña. La Coalición Republicano Socialista. Las Elecciones de 1924.

CAPITULO ONCESe reitera la demanda de Gobernador electivo. Mensaje del Presidente Coolidge sobre la política de la Administración Federal hacia Puerto Rico. Las elecciones de 1928.

CAPITULO DOCE – Se rompe la Alianza Puertorriqueña. Nuevas tácticas del Partido Nacionalista. Resurge el partido Unionista.

(TOMO II)

CAPITULO UNO – I – FUNDACION DEL PARTIDO LIBERAL – PUERTORRIQUEÑO Y DEL PARTIDO UNION REPUBLICANA – LA COALICION UNION REPUBLICANA-SOCIALISTA. – LAS ELECCCIONES DE 1932.

CAPITULO DOS -iiLA COALICION EN EL PODER
PROGRAMA FEDERAL DE AYUDA Y REHABILITACION ECONOMICA
PROYECTO TYDINGS SOBRE INDEPENDENCIA
FRENTE UNIDO PRO INDEPENDENCIA
SE FORMAN LOS PARTIDOS COMUNISTA Y REGIONAL
DIVERGENCIAS EN EL PARTIDO LIBERAL
ACCION SÓCIAL INDEPENDENTISTA
LAS ELECCIONES DE 1936.

CAPITULO TRES-iii – DIVISIONES EN LOS PARTIDOS LIBERAL» UNION REPUBLICANA Y SOCIALISTA – SE FORMA EL PARTIDO UNIFICACION TRIPARTITA PUERTORRIQUEÑA – FUNDACION DEL PARTIDO POPULAR DEMOCRATICO – LAS ELECCIONES DE 1940

CAPITULO CUATRO -iv -RECAPITULACION. EL PARTIDO POPULAR DEMOCRATIC0 EN EL PODER. LA DEMNDA DEL FIN DEL SISTEMA COLONIAL. SE DISUELVE LA UNIFICACION TRIPARTITA. LOS LABORISTAS SE REINTEGRAN AL PARTIDO SOCIALISTA. SE FORMA LA UNION REPUBLICANA PROGRESISTA. LAS ELECCIONES DE 1944

CAPITULO CINCO iiARRECIA LA LUCHA CONTRA EL SISTEMA COLONIALOTRA VEZ EL PROYECTO TYDINGS PRO-INDEPENDENCIA
SE FUNDA EL PARTIDO INDEPENDENTISTA PUERTORRIQUEÑO
POR FIN EL GOBERNADOR ELECTIVO. LAS ELECCIONES DE 1948.

Capítulo SEIS-vi PROCESO E IMPLANTACION DEL ESTADO – LIBRE ASOCIADO DE PUERT RICO. – LAS ELECCIONES DEL 1952.

CAPITULO SIETE vii – EL ESTADO LIBRE ASOCIADO ANTE LAS NACIONES UNIDAS. LAS ELECCIONES DE 1956. PROGRESO Y PORVENIR

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO UNO

INTRODUCCION. NATURALEZA DE ESTA OBRA. OJEADA A LOS PARTIDOS POLITICOS EN LA EPOCA ESPAÑOLA.

1. El objetivo de este libro es presentar el cuadro del nacimiento y la evolución de los partidos políticos puertorriqueños, desde el advenimiento de la soberanía norteamericana en la Isla hasta las últimas elecciones generales verificadas en 1956. Tarea ardua emprendimos, para revivir el momento histórico cuando se fundó cada partido, seguir su vida y desarrollo a través de sus asambleas, señalando los programas de aspiraciones y acción que les dieron aliento, anotar el impacto de cada partido en la opinión pública según el resultado de las votaciones populares, y señalar la función de cada uno en el desarrollo constitucional de Puerto Rico.

Miles de páginas de periódicos de las distintas épocas hemos tenido que hojear para constatar fechas, lugares y demás datos pertinentes, a la vez hemos tenido que examinar actas de asambleas, manifiestos e informes y declaraciones de los diversos partidos y sus líderes, cavar en archivos y documentos en ávida búsqueda de la información fidedigna, oir y constatar testimonios de protagonistas vivientes en el desenvolvimiento político de Puerto Rico, y revisar leyes fundamentales, decretos reales, órdenes militares y estatutos, para observar el progreso del sufragio y el desarrollo político del país en sus aspiraciones y demandas de libertad.

Para abreviar el texto, antes de afar a la imprenta las páginas ya escritas, suprimimos extenso material y comentarios, que probablemente luego publicaremos en páginas o artículos supletorios. Hemos deseado ahora reducir el volumen de este libro, presentando la historia de los partidos puertorriqueños en relato sucinto, objetivo y realista, con el vivo apoyo de documentos y de estadístieas electorales.

Este libro no es un tratado politico para enjuiciar credos y doctrinas, ni obra de propaganda, ni conlleva el propósito de exaltar o combatir a hombres o ideas. Es biografía de los partidos; no contiene biografías de los hombres que se han señalado en la gestión política del país. Es riguroso relato historiográfico, en orden cronológico, del nacimiento y movimiento general de los partidos puertorriqueños.

Pocos países en el mundo presentan el panorama político de Puerto Rico. Es un país de pequeñez geográfica y de precarios recursos económicos naturales, inquieto durante centuries en su angustia colonial, alentando desde el siglo pasado vivos y militantes anhelos de libertad política, y pugnando por el reeonoeimiento de su derecho y de su personalidad como pueblo con gobierno propio. Las ideas emancipadoras de la Revolución Francesa y de la Revolución de las colonias británicas de Norteamérica, no fueron ajenas al pensamiento puertorriqueño. Pero la Isla, de origen y tronco hispánicos, en sus peculiares condiciones y destino quedó rezagada como colonia cuando las demás colonias del imperio español en América lograron su independencia. Al términar el dominio español en América, Puerto Rico pasó a ser colonia de Estados Unidos. Bajo la soberania española prevaleció la tendencia en Puerto Rico de mantenerse unido a España, como luego, bajo la nueva soberanía norteamericana, ha prevalecido la tendencia de mantenerse en unión con Estados Unidos. No hen tendido las mayorias puertorriqueñas a la separación como comunidád independiente, lo cual, según la apreciación de eminentes hombres versados en geopolítica, hubiera sido incompatible con la realidad geográfica de Puerto Rico.

Sin embargo, siempre Puerto Rico preservó sus contornos definidos de pueblo con personalidad propia. Alexis de Tocqueville, en su renombrado analisis del pueblo norteamericino, dijo que en todas partes, donde lto~g angloamericanos entraron en contacto con pueblos de otro origen, desaparecieron éstos fundidos en la lengua y las costumbres angloamericanas. Esto no ha sido realidad en Puerto Rico. Esta Isla ha resistido el impacto, y a través de más de medio siglo de contacto con Estados Unidos ha proservado su a ácula, su religión, sus costumbres, su fundamental legislación sustantiva, su idiosincrasia, y su peculiar personalidad hispánica. Ha aprendido la lengua de la nueva metrópoli, ha asimilado sus métodos de gobierno y las técnicas de la industria y los negocios, se ha versado en su historia y su cultura, como a la vez ha oreado su espiritu con ideas universales; pero se mantiene, con resistencia ejemplar, como una comunidad con personalidad propia inconfundible, con tradición pacifica y civilista. Así ha bregado por su derecho bajo la soberanía norteamericana durante mas de medio siglo. Esa brega resalta en el relato de los partidos políticos y de las reacciones de la opinión puertorriqueña que son tema de este libro.

El autor fué durante una época actor destacado en la escena política puertorriqueña; pero, al narrar los acontecimientos, puede decir, como Tácito de sus <<Anales>> que en el relato no hay resentimiento ni favor. Retirado de toda militancia partidista desde hace algunos años, y atemperado en su responsabilidad de historiador, el autor ha tendido a sostener a través de las páginas un tono de imparcialidad y de respeto a todas las ideas.

Esta Historia comienza en los años del régimen militar que siguió a la ocupación de la Isla por las tropas norteamericanas durante la Guerra Hispano-Americana de 1898. No son tema de este libro los partidos políticos puertorriqueños de la época española. Sin embargo, apuntamos la conquista política alcanzada por los puertorriqueños al concederse a la Isla la Carta Autonómica en 1897, en las postrimerias del régimen español, que es el punto esencial de partida, porque fué aquel gobierno autonómico lo que encontró aquí establecido la nueva metrópoli.

Y para fijar el origen de los partidos puertorriqueños que se organizaron bajo el régimen norteamericano por primera vez en 1899, es oportuno detenernos en una rapidísima ojeada retrospectiva.

1812

Como realidad histórica, el liberalismo puertorriqueño surge desde la época de las Cortes de Cádiz de 1812; pero dentro del sistema colonial español, viviendo Puerto Rico bajo gobiernos insulares omnímodos de capitanes generales, por muchos años no hubo ambiente para la formación de verdaderos partidos políticos, que son fruto de clima democrático.

1865

En el año 1865, el Gabinete del Gobierno Español presidido por el general O’Donnell, a iniciativas del ministro de Ultramar Antonio Cánovas del Castillo, decretó la famosa Información sobre las Reformas antillanas. Para ello se convocaron a Madrid representativos de Cuba y Puerto Rico. Los delegados puertorriqueños, de ideas liberales, fueron Segundo Ruiz Belvis, José Julián Acosta Calbo y Francisco Mariano Quiñones.

Desde la época de dicha Información estaba en el ambiente de la política española ofrecer reformas liberalizadoras y de descentralización administrativa a las Antillas, como un supremo esfuerzo para aplacar el sentimiento separatista en Cuba y las demandas del liberalismo puertorriqueño. Por los comisionados de la Información, la metrópoli española conoció mejor el pensamiento y las aspiraciones de los patriotas antillanos. Puerto Rico planteó esencialmente demandas de carácter descentralizador y autonómico y la abolición de la esclavitud. Al mismo tiempo se desarrollaba en España un movimiento contra la dinastía borbónica, y la presión de las cuestiones internas de la Península impidió que se tomaran entonces pasos definitivos para resolver la cuestión antillana.

1968

En septiembre de 1868 estalló la revolución en España, acaudillada por Prim, Serrano y Topete, que derribó de su trono a la reina Isabel Segunda. Ocupó el poder ejecutivo provisional en España el general Serrano, se convocaron las Cortes Constituyentes españolas, para 1869, para instrumentar el nuevo régimen en España, y se decretó dar representación en estas Cortes a Cuba y Puerto Rico. Para la elección de los diputados puertorriqueños, se alinearon en Puerto Rico los Liberales y Conservadores, organizados en partidos desde 1865, y eligieron diputados de ambas agrupaciones. En el movimiento político puertorriqueño, en el curso de los acontecimientos en España, la opinión pública en Puerto Rico estaba dividida entre Liberales y Conservadores; los primeros propulsando las libertades puertorriqueñas, y los otros manteniendo el statu quo con el predominio de los españoles. Los Conservadores formaron, en 1870, el denominado Partido Incondicional Español, que duró hasta el fin del régimen español en Puerto Rico, primero bajo la jefatura de José Ramón Fernández, Marqués de la Esperanza, y luego bajo la jefatura de Pablo Ubarri, Conde de Santurce. Los Liberales, en 1870, adoptaron el nombre de Partido Liberal Reformista, bajo la presidencia de Pedro Gerónimo Goyco Los Liberales desde el primer momento se manifestaron en dos tendencias: unos favorecían las reformas hacia la autonomía regional, acaudillados por Román Baldorioty de Castro; y los otros favorecían las reformas en asimilación con la madre patria, acaudillados por José de Celis Aguilera. Durante los gobiernos que se sucedieron en España después de 1868, incluyendo el reinado de Amadeo de Saboya y la Primera República Española, y después durante la restauración borbónica con Alfonso XII y en los años de la Regencia de María Cristina, el Partido Liberal Reformista mantuvo distintas alternatativas, asimilista, federalista y autonomista, según la situación prevaleciente bajo los diversos gobiernos que se sucedían en España.

1887

El movimiento del liberalismo puertorriqueño culmina en la memorable asamblea de Ponce de 1887, presidida por Román Baldorioty de Castro, cuando se fundó el Partido Autonomista Puertorriqueño, que unió firmemente a la familia puertorriqueña en sus anhelos y demandas de gobierno autonómico bajo la bandera española. Algunos peninsulares españoles de ideas liberales abrazaron la cause de los puertorriqueños, como algunos puertorriqueños, llamados austriacantes, abrazaron la cause española en la Isla y fueron Conservadores e Incondicionales. Muerto Román Baldorioty de Castro, y pendiente el país de los vaivenes de la política y de los gobiernos españoles, prevalecieron siempre dentro del liberalismo puertorriqueño dos diversas tendencias: los autonomistas ou trance, inclinados más al republicanismo español, y los autonomistas asimilistas que favorecían las reformas bajo la monarquía.

A principios de la última década del siglo pasado, se destaca en la palestra periodística un nuevo líder puertorriqueño, Luis Muñoz Rivera, político práctico y posibilista, que hace campaña hacia la autonomía puertorriqueña, y predica la nacionalización de la política insular afiliando a los autonomistas a un partido que, con oportunidades de alcanzar el poder bajo la monarquía restaurada en España, pudiera tracer realidad en Puerto Rico las aspiraciones de gobierno propio. El Directorio del Partido Autonomista, en cuyos dirigentes figuraba de manera sobresaliente el Dr. José Celso Barbosa, hacía resistencia a las tendencias de Luis Muñoz Rivera. Por la presión de Estados Unidos en la apremiante situación de Cuba, todos los principales partidos nacionales españoles de la época, con oportunidades de advenir al poder, estaban inclinados a resolver la cuestión de las demandas de Ultramar favoreciendo la autonomía para Puerto Rico. Por ello el Directorio Autonómico no creía necesario ni conveniente que los autonomistas puertorriqueños ligaran su destino permanente a determinado partido español, y menos a partidos monárquicos. Luis Muñoz Rivera, con visión práctica dentro de las realidades de la política española de la epoca, se dístanció momentáneamente de los hombres del Directorio autonomista, y desde su órgano periodístico persistió en predicar la evolución política para que lo más pronto posible, en cuanto al régimen del país, Puerto Rico fuera gobernado por los puertorriqueños. Favoreció Muñoz Rivera que el autonomismo puertorriqueño se incorporara a un partido nacional español que al advenir al poder en la Península gobernara en Puerto Rico con la rama insular del partido. De entre los partidos españoles, Muñoz Rivera prefirió al Partido Liberal Fusionista, lo que constituía posibilidad eventual para realizar la aspiración de Puerto Rico, en el turno de poder establecido en la Peninsula entre los Conservadores acaudillados por Antonio Cánovas del Castillo y los Liberales Fusionistas.

1896

Después de frustrados esfuerzos de Muñoz Rivera para lograr que el Partido Autonomista acogiera sus ideas, pero animados luego los autonomistas para avanzar en sus anhelos de gobierno propio, se reunió en Caguas, el 27 de julio de 1896, la Delegación del Partido Autononista, bajo la presidencia de José Gómez Brioso. Asistieron los miembros del Directorio y, entre otros miembros del partido. Luis Muñoz Rivera. En esta reunión se acordó designar a una comisión autonomista para que se trasladara a España, en gestiones políticas, visitara al jefe del ministerio español, explorara el pensamiento de los jefes de los distintos partidos españoles y concertara una alianza de los autonomistas puertorriqueños con el partido peninsular que prometiera desarrollar la política del autonomismo puertorriqueño y que tuviera probabilidades de implantar desde el Gobierno la reforma autonómica. Esta comisión informaría a su regreso ante una asamblea del partido, la que decidiria el curso a seguir por el Partido Autonomista Puertorriqueño. José Gómez Brioso, Rosendo Matienzo Cintrón, Luis Muñoz Rivera y Federico Degetau fueron designados como tales comisionados, que se unirían en Madrid con Rafael Maria de Labra, líder en España del autonomismo antillano.

La comisión autonomista puertorriqueña fué a España, y después de entrevistar a los jefes políticos españoles, decidió recomendar la alianza o pacto con el Partido Liberal Fusionista, poderoso partido monárquico que dirigía Práxedes Mateo Sagasta, quien hizo promesa de implantar la reforma autonómica en Puerto Rico tan pronto adviniera al poderen España. La asamblea del Partido Autonomista celebrada en los días 12 y 13 de febrero de 1897, en el Teatro Municipal de San Juan (hoy Teatro Tapia), presidida por José Celso Barbosa y Manuel F. Rossy, oyó el informe de los comisionados a Madrid. Después de animadas deliberaciones y esfuerzos para llegar a acuerdos conciliatorios, fué sometida la cuestión al voto de la asamblea. Por votación a favor de 79 delegados, contra 17, la asamblea aprobó la fórmula pactista fusionista convenida en Madrid. El Directorio del Partido Autonomista, que luego formó en su mayor parte la Vieja Guardia del Partido Republicano Puertorriqueño, fué derrotado. No conforme con la decisión, José Celso Barbosa, miembro del Directorio, abandonó la asamblea, expresando las históricas palabras: «Adios, hermanos, yo me voy, pero me llevo la bandera de la autonomía.» Le siguieron los adictos a su pensamiento, los que preferían la autonomía regional sin pactos o fusiones con partidos monárquicos.

En esa asamblea, la mayoría triunfadora transformó el Partido Autonomista en Partido Liberal Puertorriqueño, incorporado o fusionado al Partido Liberal Fusionista español. Los otros, acaudillados por José Celso Barbosa, constituyeron luego el Partido Autonomista Ortodoxo, llamado también Puro y Radical.

Al advenir al poder en España el Partido Liberal Fusionista, después de la muerte del jefe Conservador Antonio Canovas del Castillo, se decretó la Carta Autonómica para Puerto Rico, en 1897. Présionados por las autoridades gubernamentales y políticas de España, el primer Gabinete Autonómico fué formado conjuntamente con ministros Liberales y Autonomistas Ortodoxos, y se intentó unir otra vez a Liberales y Autonomistas Ortodoxos en un nuevo partido que se llamó Unión Autonomista Liberal, pero esta unión tuvo una efímera vida. La familia puertorriqueña, fraccionada en la asamblea del 13 de febrero de 1897, continuó fraccionada, y por algunos años la opinión política puertorriqueña estuvo prácticamente dividida entre Muñocistas y Barbosistas. En 1899, los Muñocistas formaron el Partido Federal, y los Barbosistas formaron el Partido Republicano Puertorriqueño, según relatamos más adelante.

El movimiento político puertorriqueño, por sus mayorías, como hecho histórico, siguió con frecuencia a los grandes líderes en sus orientaciones posibilistas, más que a rígidos credos dogmáticos.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO DOS

1 .

LA INVASION NORTEAMERICANA – LA CARTA AUTONOMICA – EL REGIMEN MILITAR

Ocupado Puerto Rico por las tropas norteamericanas durante la Guerra Hispano Americana, y establecida la paz entre ambas naciones beligerantes primeramente al convenirse en la ciudad de Washington el Protocolo de Paz y luego finalmente al aprobarse el Tratado de París, continuó la Isla bajo el régimen militar de Estados Unidos, que duró hasta que se inauguró el régimen civil en primero de mayo de 1990.

Desde que el Congreso de Estados Unidos aprobó en abril 20 de 1898 la belicosa Resolución Conjunta demandando que el gobierno de España renunciara a la soberanía de Cuba y retirara las fuerzas terrestres y navales españolas del suelo y de las aguas cubanas, las autoridades españolas de Puerto Rico, lo mismo que todo el pueblo de la Isla, se apercibieron de la guerra inminente. El Gobierno de España declaró la guerra a Estados Unidos el día 21 de abril de 1898, y el Congreso de Estados Unidos por Resolución aprobada el 25 de abril declaró que un estado de guerra existía entre España y Estados Unidos desde el día 21 de abril de 1898.

El 25 de julio de 1898, las fuerzas militares norteamericanas comandadas por el general Nelson A. Miles, que desembarcaron por el puerto de Guánica, comenzaron la invasión de Puerto Rico. El 30 de julio de 1898, el general Miles informaba al Secretario de la Guerra, en Washington, D. C., que «cuando menos cuatro quintas partes del pueblo ha saludado con gran alegría la llegada de las tropas de los Estados Unidos. Durante la invasión, diez y ocho días después del desembarco en Guánica, se firmó en la ciudad de Washington por los plenipotenciarios españoles y norteamericanos el Protocolo de Paz. El 18 de octubre de 1898, los españoles hicieron la entrega oficial de la Isla y comenzó a regir la soberanía de Estados Unidos, bajo el régimen militar.

2

Al estallar la guerra entre España y Estados Unidos, Puerto Rico estaba gobernado bajo la Carta Autonómica decretada por el gobierno de España el 25 de noviembre de 1897. Este periodo de gobierno autonómico había sido inaugurado desde hacia poco más de cinco meses antes de la invasión, el 9 de febrero de 1898, y había sido acogido con verdadero júbilo por el liderato político y el pueblo de Puerto Rico, como la realización de un desiderium patriótico del país, aspiración que databa especialmente desde la memorable asamblea autonomista celebrada en Ponce en 1887 bajo la presidencia del patricio Roman Baldorioty de Castro.

Para señalar el curso del desarrollo constitucional de Puerto Rico, vamos a recordar el sistema de gobierno bajo dicha Carta Autonómica. Proveía un alto grado de autonomía administrativa para Puerto Rico. Este sistema de gobierno era en muchos aspectos similar al provisto en el estatuto inglés que organizó en 1867 el Dominio del Canadá. Por sus aspectos en el régimen interior y la representación parlamentaria de Puerto Rico en la metrópoli, era muy parecido al régimen de la Unión Francesa provisto para las colonias del imperio francés en 1944. fue un noble gesto de España en justicia a la Isla. Debe, sin embargo, juzgarse esa forma de gobierno concedida a Puerto Rico en dos aspectos primero, Puerto Rico, ni en su liderato político ni en sus mesas populares, alentaba entonces pensamiento alguno de independencia soberana insular o de separación de la metrópoli española; y segundo, la época en la historia universal cuando advino ese régimen autonómico para Puerto Rico. En esa época las naciones principales de Europa estaban en plena pugna por su expansión y predominio, periodo de imperialismo galopante, en lucha agresiva por colonias en Africa, Asia y atras partes del mundo, parea invertir capitales, extender sus mercados, proporcionar fuentes de materias primas, asegurar posiciones para el predominio militar, y realizar ambiciones de hegemonía y de prestigio nacional.

3

Bajo dicha Carta Autonómica, en síntesis, gobernaba a la Isla un parlamento insular compuesto de dos Cámaras y un Gobernador General. Las dos cámaras eran el Consejo de Administración y la Cámara de Representantes. El Consejo de Administración estaba compuesto de quince miembros, ocho de los cuales eran de elección popular, y siete nombrados por el Gobierno de España la Cámara de Representantes era en su totalidad de elección popular, compuesta de treinta y dos miembros. Estas cámaras tenían plenas facultades legislativas, excepto sobre aquellos asuntos reservados a la española. El parlamento insular podía decretar el presupuesto del gobierno de la Isla, pero venía obligado a votar primeramente las partidas fijadas por el Gobierno Español como la participación o cuota requerida a Puerto Rico para cubrir parcialmente el presupuesto nacional de España. La negociación de tratados de comercio que afectaran a la Isla se llevaría a cabo por el Gobierno de España, auxiliado por delegados especiales autorizados por el Gobierno de Puerto Rico , pero una vez aprobados por el Gobierno de España regirían como leyes para Puerto Rico. El parlamento insular tenía facultad para importar tributos arancelarios a las mercancías que se importaran y se exportaran de Puerto Rico. El Gobernador General convocaba al parlamento insular para las sesiones legislativas, y podía suspender las leyes aprobadas y disolver las cámaras. El Gobernador General era nombrado por el Gobierno de España, y ejercía el gobierno supremo de la Isla llamada colonia en la Carta Autonómica. Al Gobernador General estaban subordinadas todas las autoridades administrativas del gobierno de Puerto Rico. Aquel tenía el mando superior de todas las fuerzas armadas de mar y tierra de la Isla. Compartía con el Gobernador General las funciones ejecutivas, un gabinete compuesto de cinco jefes de departamentos o Secretarios de Despacho, a quienes el Gobernador General nombraba y podía libremente separar de sus cargos. Estas Secretarías de Despacho eran las de Gracia, Justicia y Gobernación de Hacienda; de Instrucción Pública; de Obras Públicas y Comunicaciones; y de Agricultura, Industria y Comercio. Las Secretarías de Despacho refrendaban los decretos y demás actos ejecutivos del Gobernador General correspondientes a los respectivos departamentos, y eran responsables al parlamento insular. No se podía modificar dicha Carta Autonomía por el parlamento español sin la previa solicitud del parlamento insular. De acuerdo con la Constitución Española vigente en la epoca, Puerto Rico era representado por diez y seis diputados y cinco senadores con plenos derechos en las Cortes Españolas.

4

Por instrucciones del Gobierno de España y recomendación del líder autonomista antillano en Madrid, Rafael María de Labra, al implantarse la referida Carta Autonómica se constituyó el gabinete de Secretarios de Despacho compuesto de miembros de los dos opuestos partidos políticos puertorriqueños, o sea los Autonomistas Ortodoxos o Púros y los Liberales. Este gabinete quedó integrado en la forma siguiente: Luis Muñoz Rivera (Liberal), Secretario de Gracia, Justicia y Gobernación; Juan Hernández López (Liberal), Secretario de Obras Públicas y Comunicaciones; José Severo Quiñones (Liberal), Secretario de Agricultura, Industria y Comercio; Francisco Mariano Quiñones (Autonomista Ortodoxo), Presidente; Manuel F. Rossy (Autonomista Ortodoxo), Secretario de Instrucción Pública; y Manuel Fernández Juncos (Autonomista Ortodoxo), Secretario de Hacienda. Entre los Subsecretarios, figuraban José Celso Barbosa (Autonomista Ortodoxo) de Instrucción Pública, y José de Diego (Liberal), de Gracia, Justicia y Gobernación. Este Gabinete estaba constituído y en funciones de gobierno cuando creó crisis internacional la cuestión de Cuba y resultaba inevitable la guerra hispano-americana.

Debemos consignar en esta historia, para juzgar el temple de personalidades sobresalientes en nuestra evolución política, que el 22 de abril de 1898, el Gabinete Autonómico lanzó al país el siguiente manifiesto o alocución al pueblo de Puerto Rico:

«Por un triste decreto del destino la implantación del Régimen Autonómico viene a coincidir con la proximidad, ya visible, de una guerra, en que España, en sus territorios de América, luchará, no sólo por sus intereses, que son grandes, sino por su honra y derecho, que es preciso salvar a toda costa. La amenaza extranjera, la imposición insensata, el alarde de poder sublevan el espiritu nacional y hacen de cada español un héroe dispuesto a dar la vida por el honor y por la patria.

«El pueblo de Puerto Rico demostró siempre que ama la paz; pero demostró siempre que sabe mantenerse en la guerra digno de su raza y de su historia. Jamás holló nuestros hogares la planta vencedora de un extraño. En nuestros castillos no flameó nunca otra bandera que la bandera bicolor de nuestros padres. Cuando las escuadras enemigas arrojaban a estas costas legiones de combatientes, las matronas puertorriqueñas enviaban a sus hijos a pelear y morir antes que someterse a la infamia de un ultraje o la verguenza de una conquista.

«El Consejo Insular, esperando que no será preciso renovar antiguas proezas ni reverdecer lauros añejos, conga en que, llegada la hora de los sacrificios necesarios, ningún patriota olvidará sus deberes. No somos culpables de la lucha; ni la provocó nuestra tierra, ni la dieron origen nuestros actos. Pero ni la rehuímos ni la tememos, porque sabríamos responder a la fuerza con la fuerza y probar al mundo que en este archipiélago no degenera la sangre, que fecundó las campañas de ambos hemisferios americanos en los gloriosos días de Pizarro y de Cortés.

«Si defendimos altivamente a la Metrópoli en los tiempos oscuros del sistema colonial, la defenderemos bravamente en los tiempos felices del sistema autonómico. Entonces nos impulsó el afecto; ahora nos impulse el afecto y la gratitud Abiertos a la esperanza todos los horizontes, cumplidos en la ley todos los ideales, la generosidad castellana aquilata la lealtad puertorriqueña. Y si antes nos pareció un oprobio la tacha de traidores, hoy nos parecerá un oprobio y una mengua la tacha de traidores y de ingratos.

«Al empeñarse la contienda, el Consejo Insular no duda de la victoria. La armada y el ejército fieles a sus tradiciones militares, ocuparán la vanguardia. Y el pueblo, que juega su porvenir en los combates a que se nos provoca, dará sus recursos y sus hombres, su fortuna y su existencia, sin vacilación ninguna, desdeñosos del peligro y satisfecho de ofrecerse en holocausto a los más nobles sentimientos de lealtad y de hidalguía. Vemos desde aquí, con orgullo, a nuestros hermanos de Europa que se aprestan a vencer o sucumbir, y queremos confundirnos con ellos en el éxito triunfal de las armas españolas.

«Colocados por la naturaleza en el centro de las próximas batallas, nuestra energía presente podrá medirse por nuestra eterna templanza. No renunciaremos jamás a la bandera que protegió nuestras cunas y protegerá nuestros sepulcros. Descanse la isla entera en la razón, que es toda de España, y dispónganse a secundar con eficacia la acción directora del Gobierno y a sostener con denuedo el nombre augusto y la soberania indiscutible de la patria.

«San Juan, de Puerto Rico, 22 de abril de 1898.

«Francisco Mariano Quiñones. – Luis Muñoz Rivera. – Manuel Fernández Juncos.

Juan Hernárulez López. Manuel F. Rossy. José Severo Quiñones».

Este manifiesto de los gobernantes y líderes puertorriqueños fue un gesto noble y valeroso, que respondia a un alto sentimiento de honor y gratitud, pero inútil porque no soliviantó al pueblo de Puerto Rico para acudir a las armas ni logró apagarse sentimientos vivos en el alma popular producidos por varias centurias de dominio centralizador colonial bajo España. Por razones que atribuimos a los tiempos y a los hombres, y no al espirítu amante de la libertad y heroico de la España inmortal, el régimen autonómico llegó regateado y algo tarde a esta colonia antillana El liderato y la mesa del pueblo puertorriqueño, aunque no fueron separatistas contra la soberanía española, ya miraban inevitablemente con admiración el desarrollo de las libertades y de la democracia en la pujante Federación norteamericana, y presentían relaciones del país puertorriqueño con aquella gran potencia, entonces con ansias expansionistas en nuestro hemisferio occidental. Los mismos dirigentes de la Sección de Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano, presidida por el Dr. J. J. Henna, formada en Nueva York, alejada de los movimientos y aspiraciones de los militantes políticos puertorriqueños de la época, que laboraba hacia la independencia de la Isla contra la soberanía española, dió pasos cerca de las autoridades de Washington para facilitar la invasión de la Isla por las tropas norteamericanas. Razones de proximidad geográfica y resonancias de libertad, democracia y progreso que trascendían del Norte hacia Puerto Rico, facilitaron la acogida que en el trueque de soberanías predispuso al pueblo de Puerto Rico con simpatías e ilusionadas aspiraciones en sus relaciones con Estados Unidos de América.

Las esperanzas políticas del pueblo puertorriqueño fueron poderosamente alentadas por la Proclama dirigida a los puertorriqueños por el general que comandaba las tropas norteamericanas de invasión, que decía así:

«Ponce, Puerto Rico, Julio 28 de 1898

<<A los habitantes de Puerto Rico: Como consecuencia de la guerra que trae empeñada contra España el pueblo de los Estados Unidas por la causa de la Libertad, de la Justicia y de la Humanidad, sus fuerzas militares han venido a ocupar la Isla de Puerto Rico. Vienen ellas ostentando el estandarte de la Libertad, inspiradas en el noble propósito de buscar a los enemigos de nuestro país, y del vuestro, y de destruir o capturar a todos los que resistan con las armas. Os traen ellas el apoyo armado de una nación de pueblo libre, cuyo gran poderio descansa en su justicia y humanidad para todos aquellos que viven bajo su protección y amparo. Por esta razón, el primer efecto de esta ocupación será el cambio inmediato de vuestras antiguas formas políticas, esperando, pues, que aceptéis con júbilo el Gobierno de los Estados Unidos.

«El principal propósito de las fuerzas militares americanas será abolir la autoridad armada de España y traer al pueblo de esta hermosa Isla la mayor suma de libertades compatibles con esta ocupación militar.

«No hemos venido a hacer la guerra contra el pueblo de un país que ha estado durante algunos siglos oprimidos, sino, por el contrario, a traeros protección, no solamente a vosotros sino también a vuestras propiedades, promoviendo vuestra prosperidad y derramando sobre vosotros las garantías y bendiciones de las instituciones liberales de nuestro Gobierno. No tenemos el propósito de intervenir en las leyes y costumbres existentes que fueren sanas y beneficiosas para vuestro pueblo, siempre que se ajusten a los principios de la administración militar, del orden y de la justicia.

«Esta no es una guerra de devastación, sino una guerra que proporcionará a todos, con sus fuerzas navales y militares, las ventajas y prosperidad de la esplendorosa civilización.

«Nelson A. Miles, General en Jefe del Ejército de los Estados Unidos.

Tres meses después de la anteriormente inserta alocución del 22 de abril de 1898 de los gobernantes y líderes puertorriqueños, las tropas norteamericanas, tras una campaña rápida y fácil de diez y nueve días, ocuparon toda la Isla, y poco tiempo después rendía oficialmente España la soberanía de la Isla, que pasaba a gobernarse por un régimen militar bajo la nueva soberanía de Estados Unidos.

Trasladado a Cuba el general conquistador Nelson A. Miles, fue designado Gobernador Militar de Puerto Rico el General John R. Brooke, quien asumió su cargo el 18 de octubre de 1898.

Den tro de los principios universales sancionados del Derecho de Gentes, desde Hugo Grocio, el régimen transitorio que se impone de inmediato a los países ocupados por armas vencedoras es el régimen militar, supremo y absoluto, aunque a la vez se tiende a respetar las leyes y costumbres del país conquistado que no sean incompatibles con el nuevo soberano. En los tratados internacionales mediante los cuales se ceden territorios de una nación a otra, de vez en cuando aparecen disposiciones sobre el destino político final de los habitantes de los países cedidos. El eminente Juez Presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos John Marshall, oráculo de la nueva metrópoli, había anunciado la doctrina norteamericana, al expresar que mientras un país invadido militarmente no está enteramente subyugado se considera como una mera ocupación militar hasta que su destino es determinado por el tratado de paz, y luego, si es cedido, el país pasa a ser parte de la nación que lo anexa, y queda bajo las condiciones estipuladas en el tratado, o bajo los términos que imponga el nuevo amo.

El Tratado de París, en cuanto a la cesión de Puerto Rico a los Estados Unidos, solamente reservó el derecho de los habitantes de Puerto Rico a disfrutar de la propiedad privada y de la libertad religiosa. El destino político de la Isla quedó enteramente a merced del Gobierno de Estados Unidos. El Artículo 2 del Tratado de París expresa, simplemente, que «España cede a los Estados Unidos la Isla de Puerto Rico», sin condiciones ni promesas sobre status político futuro de la Isla Precisamente, al inquirir los plenipotenciarios españoles, antes de firmarse el Tratado de París, sobre el futuro de los puertorriqueños, los plenipotenciarios norteamericanos, con fecha 9 de diciembre de 1898, presentaron un memorándum, que expresaba lo siguiente:

«Respecto a los naturales, su condición y sus derechos civiles se reservan al Congreso, que hará las leyes para gobernar los territorios cedidos. Esto es tan solo la afirmación del derecho del poder soberano para dejar al nuevo gobierno el establecimiento de estas importantes relaciones. Puede seguramente confiarse que el Congreso de una nación que nunca dió leyes para oprimir o mermar los derechos de los residentes en sus dominios, y cuyas leyes aseguran la mayor libertad compatible con la conservación de la propiedad, no saldrá de su bien establecida práctica al ocuparse de los habitantes de estas islas.» El Artículo 9 del Tratado de París expresó que «los derechos civiles y la condición política de los habitantes naturales de los territorios aquí cedidos a los Estados Unidos, se determinarán por el Congreso». Y así el Congreso de los Estados Unidos quedó investido de facultades omnímodas para determiner sobre el destino de la Isla, y a tenor de lo provisto en la sección tercera del Artículo 4 de la Constitución de Estados Unidos, que dice:

«El Congreso queda facultado para disponer del territorio y demás propiedades pertenecientes a los Estados Unidos y tracer respecto de los mismos todos los reglamentos necesarios.

El Presidente de Estados Unidos, William McKinley, al capitular las fuerzas militares españolas en Santiago de Cuba y ocupar aquella isle las tropas norteamericanas, había dirigido instrucciones al Secretario de la Guerra, de fecha 13 de julio de 1898, sobre la conducta a seguir por las autoridades militares norteamericanas en los territorios cupados durante la guerra. Siguiendo la norma de regímenes militares, el poder militar sería supremo y absoluto, pero expresamente recomendó el respeto a las costumbres y leyes civiles de las sierras ocupadas, y a la propiedad privada y a los derechos individuales.

Siguiendo instrucciones similares para Puerto Rico, el primer Gobernador Militar de la Isla, John R. Brooke, en 18 de octubre de 1898, expidió su primer Orden General , organizando el gobierno militar bajo el mando supremo y absoluto del Ejército, pero manteniendo el respeto a los derechos individuales y a la propiedad privada, y manteniendo en vigor las leyes locales existentes en todo lo que no fuese opuesto al nuevo régimen.

Asimismo, en la Orden General No. 8, de noviembre 4, 1898, se le dió expreso vigor a todas las leyes locales de Puerto Rico, no incompatibles con las administración militar. Igualmente se mantuvieron los tribunales de justicia ya establecidos, y especialmente se mantuvo en sus cargos y funciones a todo el gabinete o Despachos de los Secretarios del anterior régimen autonómico. Comenzaba el gobierno militat a cogobernar con los Secretarios del Gabinete puertorriqueño, quienes refrendaban los decretos y órdenes de las autoridades militares.

Ante tal actitud del gobierno militar, el Consejo de Secretarios en octubre 23, 1898, lanzó al país una nueva Alocución, en los siguientes términos.

«San Juan, octubre 23 de 1898. «Al extinguirse la Soberanía Española e iniciarse la soberanía Americana, estableciéndose el poder militar, absoluto y supremo por orden del Muy Honorable Presidente de los Estados Unidos, ocupábamos nosotros el Gobierno Insular. Estimando que la resignación de nuestros cargos se imponia de un modo absoluto, la hicimos ante el general Brooke, resuelta y formalmente. El general Brooke estima, que debemos seguir prestándole nuestro concurso en el despacho de los asuntos del Gobierno de la Isla y ocupar las Secretarías que subsistirán mientras no legislen para el país las Cámaras de Washington. Y, como queremos corresponder a tan honrosa prueba de confianza, permaneceremos en nuestros puestos, aceptando durante este periodo transitorio, las responsabilidades que nos crea.

«Y nuestra posición se funda, desde luego, en la elección con que nos distingue el ilustre representante de la República. Rotos los viejos moldes de la Colonia, disueltas las agrupaciones políticas, no somos ya hombres de partido, somos hombres de gobierno. Y pondremos la imparcialidad más completa por norma invariable de nuestros actos, en que no se reflejará nunca el recuerdo del pasado, sino la energía y activa aspiración al porvenir.

«Puerto Rico ha menester que todos sus hijos se agrupen en torno de la bandera a cuya sombra se desenvolverán sus progresos y se afirmarán sus libertades.

«Cedido por España el territorio de la Isla en que nacimos, y sometiéndonos sin reserva de ninguna clase a los hechos consumados, no serviremos desde hoy más a una bandería, serviremos a la nueva metrópoli, que nos asegura el bienestar y el derecho, y a la tierra en que radican nuestros afectos y nuestros intereses. Entre antiguos adversarios y antiguos correligionarios, no consentiremos preferencias: la capacidad y la honradez, ellas solas, determinarán el acceso de los ciudadanos a las funciones administrativas.

«El régimen militar reduce la órbita de nuestra acción a límites estrechos. No obstante, informaremos en cada caso al general Brooke con el leal y noble propósito de que sus actos se inspirer siempre en la justicia y en la ley. Por lo que a nosotros toca, aspiraremos a la pura satisfacción de que los Estados Unidos al fijarse en estos dominios suyos, se convenzan de que aquí hay un pueblo sensato, dócil, digno de que hasta él se extiendan las conquistas de la Democracia, que han hecho tan grande a la patria de Franklin y Lincoln. Si aspiramos a fraternizar con nuestros compatriotas del Norte, es necesario que les igualemos en sus altas virtudes cívicas y en sus grandes aptitudes para la lucha y para el triunfo.

«Así pensamos, así procederemos. Y al bajar de estos sitios nos sentiremos tranquilos y felices si mereciésemos, no el aplauso entusiasta, sino la serena y reflexiva aprobación del pueblo de Puerto Rico.

«San Juan, octubre 23 de 1898.

«Luis Muñoz Rivera, Presidente del Consejo y Secretario de Gobernación. Juan Hernández López, Secretario de Justicia. Julián Blanco y Sosa, Secretario de Hacienda. Salvador Carbonell, Secretario de Fomento. Aprobado: John R. Brooke, Mayor General, Comandante en Jefe del Departamento de Puerto Rico».

Observe el rector que en este Consejo de Secretarios figuraba Luis Muñoz Rivera como presidente. No figuraban los Secretarios originalmente designados que representaban al sector político llamado Autonomista Ortodoxo o Puro, cuyo jefe era el Dr. José C. Barbosa.

No es tema de este libro seguir el curso de toda la historia de Puerto Rico. Nos limitamos a aquellos asuntos o aspectos que tienden a presenter el cuadro de los orígenes, formación y evolución de los partidos y la orientación de sus líderes, para señalar el movimiento de las ideas políticas.

Organizado ya y en funciones de gobierno el primer gabinete o Consejo de Secretarios bajo la Carta Autonómica, el 27 de marzo de 1898 se habían celebrado las elecciones generales para elegir a los miembros electivos del Consejo de Administración y para elegir a los miembros de la Cámara de Representantes. La división de la familia puertorriqueña, que comenzó con la disidencia en el Teatro Municipal de San Juan en 1897 cuando se acordó el pacto con el partido Liberal de Sagasta, se recrudeció en esas primeras elecciones bajo el régimen autonómico. La Union Liberal Autonomista, o entendido de los grupos Liberal y Autonomista Ortodoxo o Puro, que antes hemos referido y que comenzó al formarse dicho primer gabinete autonómico, no se consolidó en unidad política. No prosperó debido a trivialidades y desavenencias, discordias personales y celos de poder entre los líderes de ambos grupos, sedimento ideológico o emocional de los criterios opuestos dentro del Autonomismo. La campaña para estas primeras y únicas elecciones generales bajo el régimen autonómico, fue muy activa y agitada. La opinión del país se alineó en dos señalados grupos opuestos, uno el Liberal acaudillado por Luis Muñoz Rivera, y otro el de los Ortodoxos o Puros acaudillados por el Dr. José C. Barbosa. fue de tal naturaleza enconada la lucha, que se registraron choques de violencia en diversas localidades. Los Puros alegaban en sus protestas que Muñoz Rivera, como Secretario de Gobernación, tenía el control de la maquinaria electoral, y que a través de su influencia oficial con los alcaldes locales puso el poder del Gobierno al servicio de su partido. Los Liberales negaban tales cargos, respondiendo que las mayorías del país seguían a Muñoz Rivera. Hubo cargos de fraudes e ilegalidades en las urnas. El resultado oficial de la votación fue 85,627 votos Liberales, contra 18,068 votos Puros. Los Liberales eligieron 27 miembros de la Cámara de representantes, y los Puros eligieron a cinco. Como consecuencia del resultado de estas elecciones, renunciaron los miembros del partido Puro en el Consejo de Secretarios, y se organizó el nuevo consejo compuesto en su totalidad de Liberales.

De manera que el nuevo régimen norteamericano encontró en el poder al Partido Liberal, con su jefe Luis Muñoz Rivera desempeñando el cargo de Premier o Presidente del Consejo de Secretarios. Este Consejo de Secretarios, como hemos relatado anteriormente, continuó en sus cargos bajo el Gobernador Militar John R. Brooke. Se gobernaba al país por Ordenes Militares. En los esfuerzos de las autoridades militares por ser imparci ales en las controversias políticas locales, se designaban a personalidades distinguidas de ambos grupos políticos para desempeñar cargos civiles de importancia, especialmente en la rama judicial.

El General Brooke, trasladado a Cuba, fue substituido como Gobernador Militar, el 5 de diciembre de 1899 por el General Guy V. Henry. En el mismo mes, el Gobernador Henry convocó a una reunión en La Fortaleza de delegados de los dos partidos políticos, a la cual acudió representación de ambos partidos procedentes de poblaciones de casi toda la Isla. El General Henry recomendó la armonia y la union de todos, exhortando a deponer las divisiones partidistas, para propulsar el establecimiento en Puerto Rico de los principios e instituciones del Gobierno de Estados Unidos. Hubo elocuente oratoria patriótica, especialmente de Muñoz Rivera y Hernández López. Los Puros, resentidos, fuera del gabinete de gobierno, fueron más reservados. En esta reunión, Manuel F. Rossy abogó por la terminación del régimen militar, y expresó la aspiración de que Puerto Rico se constituyera en Territorio de los Estados Unidos.

En los periódicos de ambos grupos políticos y en la calle seguía viva la controversia. La división era profunda, no había remedio, más por pugna de personalidades que por ideologías. Ambos grupos, como se verá más adelante, cifraban sus esperanzas en las instituciones norteamericanas y, en el impacto histórico del cambio de soberanía, todos, ilusionados con la grandeza y métodos de vida y gobierno de Estados Unidos, confiaban en el destino de libertad, democracia y progreso de Puerto Rico bajo la bandera de las franjas y estrellas.

La luna de miel de Muñoz Rivera y su partido Liberal con el Gobernador Militar Henry, no duró mucho. Difícilmente es compatible el ejercicio de autoridad civil supeditada al poder supremo y absoluto de un régimen militar. Hubo disparidades entre Muñoz Rivera y el general Henry. En febrero 6, 1899, el general Henry disolvió por decreto militar el Consejo de Secretarios. Reorganizó el gobierno, creando cuatro Secretarías de Despacho, designando dos a cada uno de los partidos, en la siguiente forma: Francisco de Paula Acuña (Liberal), Secretario de Estado; Herminio Díaz Navarro (Liberal), Secretario de Justicia; Cayetano Coll y Toste (Ortodoxo o Puro), Secretario de Hacienda; y Federico Degetau (Ortodoxo o Puro), Secretario del Interior. Muñoz Rivera quedó fuera del gobierno. Francisco del Valles Atiles (Ortodoxo o Puro), poco después sustituyó a Federico Degetau. Esta reorganización alentó grandemente a los Ortodoxos. Muñoz Rivera prácticamente asumió la oposición. Mientras tanto, ambos grupos políticos trataban de fortalecerse, y se planeaba la formación de partidos más definidos en sus aspiraciones del porvenir. El país ya resentía la prolongación del régimen militar, y la conciencia civil clamaba por la terminación del gobierno de mano militar, y se urgía por un sistema civil democrático.

El 9 de mayo de 1899 el general Henry fue sustituído por el general George W. Davis, como Gobernador Militar. Poco días después, el gobernador Davis reorganizó otra vez el gobierno, suprimiendo a los Secretarios de Despachos, y creando en su luger el cargo de Secretario Civil, o sea en realidad un único ayudante civil del gobernador militar. Creó también por decretos militares algunas juntas de gobierno, de carácter más bien consultivo. Para el cargo de Secretario Civil fue nombrado el Dr. Cayetano Coll y Toste quien, subordinado a la autoridad militar, fue prácticamente el árbitro en la marcha del gobierno hasta que desapareció el gobierno militar al establecerse el régimen civil.

El general Davis, en las postrimerías del régimen militar, en comunicado oficial expedido el 15 de agosto de 1899, expresó entre otras cosas lo siguiente sobre el futuro de Puerto Rico:

«Los cambios que ya han tenido lugar y los que ahora se pretenden deberían proporcionar a la Isla, hasta que otra cosa se disponga por el Congreso, una forma de gobierno que se parezca, en lo tocante a sus órganos superiores, al gobierno territorial hasta ahora aplicado en los Estados Unidos a aquellas porciones del dominio nacional en un estado de transición o preparatorio p are l a pl en a es tadi dad y calidad de miembro de la Unión Nacional».

Durante el régimen militar, en los cambios de participación de los partidos en las Secretarías del Gobierno, se recrudecieron grandemente las rivalidades y las pasiones partidistas. Cada día se enconaban más las relaciones entre los grupos procedentes del Partido Liberal y del Partido Ortodoxo o Puro. Intolerancia y odios campeaban en toda la Isla, a pesar de que ambos grupos políticos aceptaban la anexión de Puerto Rico a Estados Unidos, y miraban hacia el porvenir alegando propulsar las mismas soluciones para el destino político de la Isla bajo la soberanía norteamericana.»‘

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO TRES

NACIMIENTO DE LOS PARTIDOS REPUBLICANO PUERTORRIQUENO, FEDERAL, Y OBRERO SOCIALISTA LAS ELECCIONES DE LOS CIENCIAS.

El Partido Republicano Puertorriqueño. Desde días antes de inaugurarse oficialmente la soberanía norteamericana en la Isla, el organismo director del Partido Ortodoxo o Puro declaró disuelto este partido, expresando que deben desaparecer las antiguas organizaciones político-sociales que tenían rumbos, programas y medios completamente distintos de los que ahora han de establecerse, en vista del cambio de nacionalidad que experimenta el país.

El 14 de octubre de 1898, personalidades distinguidas del Partido Ortodoxo se reunieron en la casa residencia del Dr. José C. Barbosa, en San Juan, bajo la presidencia de Manuel F. Rossy, quien declaró que por la extinción de la soberania española en la Isla se habían disuelto o estaban disolviéndose los partidos de la época, y que la cesión de Puerto Rico a los Estados Unidos señalaba nuevos rumbos y orientaciones en la politica local. Añadió Rossy que las dos orientaciones Bran, una la autonómica con posibles adaptaciones al modelo inglés, y otra la federativa para que Puerto Rico fuera un Estado de la Unión Norteamericana, pasando por el status preparatorio del Territorio. Se acordó que debía aspirarse a que Puerto Rico fuera un Estado dentro de la Unión Norteamericana, y se dispusieron los preparativos para celebrar una próxima asamblea para constituir el nuevo partido.

El 18 de octubre se lanzó la convocatoria para esa asamblea, que se llevó a cabo el 30 de octubre de 1898, en San Juan, bajo la presidencia de Manuel F. Rossy. Acudieron delegados de casi toda la Isla, y entre vitores y aclamaciones se juró acatamiento a la Constitución de Estados Unidos. Se aprobó una ponencia, suscrita por Manuel F. Rossy y Juan Hernández López, entonces Ortodoxo o Puro, para que cesara el régimen militar, y para que Puerto Rico se constituyera en Territorio de Estados Unidos.

«Continuó la propaganda y agitación en toda la Isla alentando la formación del nuevo partido. El 28 de marzo de 1899, personalidades destacadas del antiguo Partido Ortodoxo o Puro lanzaron un manifiesto proponiendo la creación del nuevo partido. Suscribían este manifiesto, el Dr. José C. Barbosa, Manuel F. Rossy, Federico Degetau, Francisco del Valle Atiles, Pedro del Valle Atiles, Manuel del Valle Atiles, Fidel Guillermety, Roberto H. Todd, Dr. José Carbonell, José Gordils, Jaime Sifre Tarafa, Dr. Gabriel Ferrer Hernández, Cruz Castro, Ramón Llobet, Ramón Falcón, Salomón Dones, Luis Venegas, Dr. Fernando Núñez, José Francisco Diaz, Dr. Salvador G. Ros, Gerónimo Agrait, Vicente Guillot, Dr. Manuel Fernández Nater, Enrique Hernández, Francisco Candela, José María Candela, Arturo Vega Morales, Raimundo Palacios Salazar, y Manuel Nussa Chiqués. Este manifiesto decía así:

Disueltos los antiguos partidos que luchaban por las libertades de Puerto Rico durante la soberanía española, surge ahora la necesidad de agrupar en torno de un nuevo programa político a los residentes en el pais que qureren trabajar por el desenvolvimiento de los intereses locales bajo el amparo de la gloriosa bandera americana.

«Nuestros principios sustanciales comprenden dos categóricas afirmaciones:

«Anexión definitive y sincere de Puerto Rico a los Estados Unidos.

«Declaración de Territorio organizado para Puerto Rico, como medio de ser luego un Estado de la Unión Federal.

«Tenemos el convencimiento de que a nuestro país no le conviene ser independiente por su corta extensión y por la mala educación política que ha tenido hasta ahora. Tampoco nos ilusionamos con las falsas ventajas de una confederación antillana, pues si bien a las antiguas Antillas españolas les son común el origen, el lenguaje y las costumbres, también lo es que Cuba está por organizarse, Santo Domingo constituye un deplorable atraso político, y Puerto Rico, con su cultura, su civismo y su admirable disposición para el ejercicio de las funciones democráticas, no hallaría en aquel medio compensación ventajosa de gobernarse libremente en el interior y defender en el exterior la garantía de una nación poderosa y bien organizada que le asegure el libre ejercicio de las libertades contemporáneas.

«Siendo ahora Territorio y mañana Estado de la Unión Americana, se realizan satisfactoriamente los más perfectos ideales de un pueblo como el puertorriqueño, es decir, el gobierno prospero y eficativo de sus asuntos locales, la intervención eficaz con los demás Es;ados en los asuntos nacionales, y el influjo positivo de poderosos medios encaminados a un fin civilizador, en los destinos de la Humanidad.

«Comprendiendo que ha llegado el supremo instante de intervenir decididamente en la vida insular y en la vida nacional, hemos pensado maduramente y hemos adoptado después, la siguiente Constitución del Partido Republicano Puertorriqueño que sometemos al juicio del país, seguros de que el patriotismo y buen sentido político de todos nos agruparán en torno suyo.

Pronto reuniremos a los que secunden esta idea en gran metting, para que se discuta y vote el programa detallado de nuestras aspiraciones, juicios y deseos como legítima consecuencia de los principios mencionados en nuestra Constitución que dice así:

« Constitución

«Es primer deber de todo cindadano sostener la personalidad y las leyes de su país.

«Por eso los puertorriqueños se sienten animados por una causa común, que les guía al mismo fin, que no es otro que poner todo el esfuerzo de su voluntad en mejorar el gobierno local.

«Con fe en el espíritu eficaz, patriótico y genuinamente americano, demostrado por el Honorable Guillermo McKinley, Presidente de los Estados Unidos, al librar a Puerto Rico del mal gobierno español, prometemos fidelidad a nuestra nueva nacionalidad, sirviéndonos de guia los sanos principios de armonía, unión y buen gobierno, y confiamos en que pronto se arreglen satisfactoriamente todos los asuntos públicos dentro de la Federación

«Nombre

«El nombre de este partido será Partido Republicano Puertorriqueño

«La Bandera Americana

«2. Juramos lealtad a la Bandera de los Estados Unidos y a las ideas americanas, aspirando a que el prestigio de Puerto Rico, como miembro de la Unión Federal, se refleje en la grandeza de la Nación, de que deseamos formar parte.

Anexión

«3. Aceptamos con entusiasmo la anexión territorial de Puerto Rico a los Estados de la Unión Federal.

« Gobierno

4. Creemos llegado el momento de que la Isla se gobierno civilmente, para lo cual es apto el pueblo puertorriqueño, pero hay que esperar la acción del Congreso de los Estados Unidos. Mientras cure el régimen militar, los cargos públicos deben ester desempeñados por hombres aptos, honrados y de sincera lealtad al Gobierno Federal, que demuestren celo por el bien del pais y de la Nación. Así tiene ocasión el pueblo puertorriqueño de ir mostrando su capacidad para el gobierno propio, y llegará muy pronto el día en que Puerto Rico ocupe un lugar entre los Estados de la Unión.

« Sufragio

5. Fieles a los principios de la Constitución Federal y al régimen de la autonomía local que de aquella se derive, proclamamos el imperio de la libertad y de los derechos individuales, especialmente el del sufragio universal, para todo ciudadano americano, rico o pobre, nacido o no en el país.

<<La libre y honrada emisión del voto, y la representación del pueblo en el gobierno republicano, exigen una ley que garantice la verdad del voto y la pureza de las elecciones, única fuente de legítima soberania.

« Libertad

«6. La eficacia del gobierno propio descansa en la voluntad del pueblo y en la libertad de todos los hombres. Por consiguiente, proclamamos la libertad de pensamiento y de conciencia, de palabra y de la prensa, como medios necesarios para la educación del pueblo; y al insistir en la complete libertad religiosa, somos opuestos a la unión entre la Iglesia y el Estado.

7. Nos oponemos a la introducción en el pais de obreros extranjeros contratados.

«8. Para propagar la instrucción en la isle anexionada a los Estados Unidos, el medio mejor es fundar escuelas públicas neutrales, que ofrezcan al niño oportunidad de educarse. El inglés, que será pronto idioma of icial, debe enseñarse en las escuelas, para ir colocando al país en más favorables condiciones de ser pronto un nuevo Estado de la Federación.

9. Nuestro actual sistema contributivo es vicioso y deficiente, y con el fin de que la distribución de las cargas sea equitativa, debe establecerse una nueva ley, que desenvolviendo los principios americanos, se adapte a las necesidades del pais.

<< Comercio

10. Estando la Isla bajo la protección de los Estados Unidos, como territorio anexado a esa gran Nación, el comercio entre Puerto Rico y la Unión debe ser libre, concediéndosenos por consiguiente los mismos derechos y privilegios que a los demás Estados o Territorios

« Moneda

11. Para evitar el pánico financiero que nos alcanza, para que el agricultor y el comerciante gocen debida compensación en sus negocios e intereses, pedimos el canje inmediato de la moneda del país por la moneda americana, sobre la base del oro, de modo que tenga igual valor cada peso de papel o moneda emitido por el Gobierno; pero es necesario que antes o al mismo tiempo se decrete el libre comercio entre Puerto Rieo y los Estados Unidos.

« Agricultura

«12. Puerto Rico es un país agrícola y su agricultura sufre los rigores del fisco; la excesiva contribución, las caras tarifas sobre introducción de artefactos agrícolas y los elevados dereehos de aduanas sobre los productos de la sierra, deben rebajarse cuanto antes para alivio de los agricultores, quienes no pueden en las presentes circunstaneias atender a sus diarios compromisos.

« Justicia

«13. Queremos el establecimiento del sistema de Administrción de Justicia americano, que garantiza a cada ciudadano el imperio de la justicia mediante un juicio libre, recto, completo y rápido según las leyes del pais.

« 14. Debemos alegrarnos y felicitar al pais de que Puerto Rico se encuentre bajo la protección de la gloriosa bandera amerieana, que es emblema de libertad, y dedicaremos todos nuestros esfuerzos al arraigo de las instituciones americanas; enseñando al pueblo a amar y venerar los preclaros nombres de Washington, Lincoln y McKinley que han de ser prenda de paz y bienestar en la sierra puertorriqueña »

La referida asamblea convocada se llevó a cabo en el Teatro Municipal de San Juan, presidida por el Dr. Gabriel Ferrer Hernández. Comenzó el día primero y terminó el 4 de julio de 1899, quedando así fundado el Partido Republieano Puertorriqueño., con las aspiraciones expuestas en el manifiesto transcrito y con el programa o plataforma politica expuesta en el mismo. Para dirigir la nueva colectividad política se eligió un Directorio, bajo la presidencia del Dr. Gabriel Ferrer Hernández.

El Partido Federal Americano. Al retirarse Luis Muñoz Rivera del gobierno del General Henry, se acentuó el propósito, que ya venía debatiéndose dentro del partido, de disolver el Partido Liberal, para fundar una nueva colectividad política que se ajustara más apropiadamente al nuevo orden. El Partido Liberal, nacido al calor de ideales y aspiraciones dentro de la monarquía española, tenía que evolucionar con sus ideas y rumbos a tono con el nuevo régimen de la república norteamericana.

Siendo Gobernador Militar el general Davis, Luis Muñoz Rivera hizo un viaje a Estados Unidos, en gestiones económicas de interés para la Isla. Allá se puso en contacto con autoridades de la Administración y con miembros del Congreso, y observó la vida y pujanza, y los métodos y prácticas de gobierno de aquel gran pueblo. A su regreso a Puerto Rico, el 6 de septiembre de 1899, pronunció Muñoz Rivera el siguiente discurso:

«Vengo de un país cuya pujanza es el asombro del mundo.

«He podido estudiarle en sus actividades para el trabajo y en sus instituciones para el gobierno. Y le admiro profundamente, lo mismo en sus campiñas fecundas y en sus ciudades industriales, que en sus leyes, redactadas y cumplidas con el espíritu de una verdadera democracia. En la América del Norte el único poder, la única fuerza, residen en el sufragio. Y esta soberanía popular no es una palabra inútil y vacía, es un hecho real, positivo, incontestable, que informa todos los actos de la administración y se reflejan en todas las manifestaciones de la vida. El hombre allí se siente ciudadano: su voto absuelve o condena en los Tribunales; su voto influye en la marcha de la Federación, de los Estados. de los Municipios. Y cuando las urnas hablan, las mayorías gobiernan y las minorías se someten y coadyuvan a la obra común; porque no hay motivo para la protesta y el tumulto, allí donde están seguras, donde permanecen invioladas, la libertad del hombre y la dignidad del pueblo.

«Pero no olvidéis, amigos míos: la grandeza de las naciones estriba en las virtudes de sus hijos; el norteamericano se sacrifice por construir un hogar confortable, una posición sólida, una existencia individual independiente. Y del conjunto de las familias que así se forman y así se reproducer, arrancan los caracteres típicos de la colectividad: la firmeza en el propósito, la energía en la voluntad, la perseverancia en el esfuerzo. Y no creáis que ese modo de ser se limita a las esferas superiores; al negociante de Broadway y al banquero de Wall Street, al propietario de las fábricas, al empresario de las vías férreas, al abogado de fructífero bufete o al médico de clientela abrumadora. No; ,deste modo de ser se extiende al operario de los talleres, al obrero de las minas, al cultivador de los campos; y se extiende más aún: se extiende a la mujer, que estudia, que labora, que produce, que recibe una enseñanza amplísima y que, en sodas las clases sociales, posee aptitudes para transformarse en la madre vigorosa, inteligente y discreta de una raza de espartanos.

«Contemplando el poder moral y el poder físico de aquella raza, yo, señores, no sentí nunca la envidia: yo sentí el estímulo de llegar a esa altura, de que mi pueblo llegase a esa altura por las arte: del trabajo y por los empeños del civismo. Es preciso ir con rapideza la identidad. El partido liberal desea y pide que Puerto Rico se tr~ntfo~ me en un espécimen de California o de Nebraska, con las propia; iniciativas, con las propias leyes, con las propias prácticas; iguales deber y en el derecho; iguales en las ventajas; iguales, si hay sacrificios, en los sacrificios. La desigualdad es para nosotros la inferiordad y la rechazamos con altivez tan franca y tan resuelta como la altivez que pondrían Nueva York y Pennsylvania al rechazar las durezas y los abusos del cesarismo. Que en esto también, y en esto sobre todo amigos míos, en el noble y legítimo orgullo de los hombres libres, hemos de ser, los de las islas diminutas, iguales a los de los inmesos continentes.

«¡Ah, señores! El hijo de esta tierra debe reclamar la identidad, y no conformarse con menos que con la identidad. Pero no sólo es necesario que tenga entusiasmo para desearla; prudencia y brío para conquistarla; calma y paciencia para aguardarla; es necesario que realice el esfuerzo día por día, hora por hora; que cada puertorriqueño prospere en su hogar y que de la suma de estas prosperidades resulte el prestigio y la grandeza del país. Desde el primer instante en que flotó sobre nuestros castillos la bandera tricolor, el partido Liberal ayudó en sus tareas al Gobierno americano. Seguirá ayudándole. Y nunca por sistema pondrá obstáculos en su camino. Como en lo pasado no le creó ninguna traba, tampoco se las creará en lo futuro. Que tenga todas las facilidades; y que tenga también, porque es justo, todas las responsabilidades. Tal es nuestra misión. Y la cumpliremos sin bajezas y sin servilismos. Porque ni las admite la patria de Washington ni somos nosotros capaces de suscribir nuestra ignominia y nuestra mengua. Sirviendo a la causa nacional, servimos a la causa insular; pues así como el interés de la Isla exige el progreso de la nación, así el interés de la nación exige el progreso de la isla. Y, para ser nosotros buenos leales puertorriqueños, no podemos ser, no debemos ser, no queremos ser, en absoluto, y sin reservas, otra cosa que buenos y leales americanos.

«El general Davis, a quien creo un gentleman cumplido y un gobernante hábil y recto, sabe que cuenta con nuestro concurso y que puede ponerlo a prueba cuando le plazca. Ahora bien; nosotros aspiramos a que, antes de que nuestra situación cambie por un acto legislativo, se conceda al pueblo representación directa, emanada del sufragio, en los municipios y en los consejos del gobernador. Nosotros aspiramos a que, cuando el gobernador solicite un dictamen, no lo solicite de individuos designados al azar, sino de corporaciones que encarnen y sinteticen la voluntad y la conciencia de la Isla. Y yo os lo declaro eso a que nosotros aspiramos lo decretarán muy en breve las autoridades de la república. Tendremos ayuntamientos electivos con facultades autonómicas, y se dará satisfacción a nuestros anhelos ardientes de afirmar la personalidad puertorriqueña en el seno de la nacionalidad americana y al amparo de la constitución federal. Traigo de mi viaje alentadoras impresiones. Mis últimas conferencias en Washington abren en mi espíritu los horizontes de la esperanza. Antes de que el Congreso se reúna, vendrán reformas justicieras; después que el Congreso se reúna, vendrá la plena luz de la justicia.

«Y ya que, ante vosotros y a la fez del país están hechas las declaraciones y fijadas las actitudes que demanda el patriotismo, dejadme que exprese una queja amarga y adolorida que brota del corazón y sube a los labios de los puertorriqueños que me escuchan y de los que, lejos de aquí, oirán más tarde los ecos de estas palabras. Cuando cesó en Puerto Rico el 18 de octubre el imperio de la vieja metrópoli, casi todos creímos y digo casi todos porque yo dí entonces la note del pesimismo y la reserve , casi todos creímos que la nueva metrópoli nos traía el inmediato remedio de nuestros males. El ensueño optimista se desvaneció al contacto de la aura realidad. Hace once meses que flota en nuestras playas el pabellón de las estrellas. Y del pueblo americano sólo conocemos el poderío militar; la gloriosa bandera cubre una multitud sin ley y sin patria. Las garantías del derecho, los beneficios de la democracia, las prosperidades y las grandezas, permanecen aún en las misteriosas penumbras del tiempo. ¿Queréis que vengan pronto y para siempre? Pues yo os invito a apoyar a los poderes metropolíticos. En los Estados Unidos hay un pueblo educado en las prácticas republicanas, que no consiente en su territorio ni el dolor de los esclavos negros, ni la inferioridad injusta de los siervos blancos. Ese pueblo nos brinda una base firme y segura.

«¿Cual debe ser nuestra norma? ¿Cuales nuestros procedimientos? En los asuntos nacionales, esperar y confiar en el pueblo y en el Con. greso de los Estados Unidos. Sólo tendremos derecho a la protesta si el pueblo nos abandona y el Congreso nos olvida. No ocurrirá tan enorme desdicha, porque el Congreso se inspire siempre en la opinión pública y la opinión pública está con nosotros unánime y poderosa. En cuanto a los asuhtos de índole local, yo confío en que nuestro partido, con el nombre que troy lleva o con otro nombre, se sobrepondrá a los ímpetus del combate y guardará una actitud de perfecta calma y de noble moderación en el lenguaje y en los actos. De tad modo procedimos antes. De tal modo procederemos después. Os doy el ejemplo olvidando y perdonando. Nadie más que yo; nadie más que yo fué víctima del ataque virulento, de la calumnia grosera, de la in;uria gratuita. Hirieron y pasaron. Si vuelven a herir volverán a pasar. Sea cuantos quieran mis enemigos; aunque se multiplicasen como las arenas del mar y las estrellas del cielo, yo no soy enemigo de nadie. Si aprobáis mi conducta, si la juzgáis honrada y buena, yo os suplico que la imitéis; que no devolváis golpe por golpe, que penséis, no en lo que pide vuestro amor propio, sino en lo que exigen el crédito y la tranquilidad de la patria; que depongáis, en honor de Puerto Rico, nuestra madre desventurada, vuestros resentimientos y vuestro; enconos. Yo ruego a la Prensa Liberal que no conteste al ultraje; a la juventud Liberal que reprima el ardor de sus años; al partido Literal que, en los dies amargos y dificiles se muestre a la altura de su misión, que es misión de paz y de concordia, y que rinda culto a dos supremos ideales: a la reconstitución de nuestra vida económica y a la restauración de nuestras santas libertades.

«Seamos nosotros un grupo inmenso de patriotas que, desdeñando pequeñeces y miserias, se disponen a contribuir a la salvación del terruño, de buena fé, sin móviles de lucro, sin prejuicios bastardos y sin pasiones avasalladoras. Y digamos al general Davis y al Presidente McKinley: No estamos aquí para correr tras los empleos públicas, ni para agitarnos en riñas estériles de bandería, ni para arrastrarnos en busca de las privanzas of iciales. Si otros hacen cuestión de vida o muerte de esos empleos y esas privanzas, si para lograrlos provocan la contienda intestina, que tomen ellos las privanzas y los empleos; que los gocen en paz, que los disfruten tranquilos, que se cubran de glorias si aciertan; pero que nos dejen la satisfacción de mantener con desinterés absoluto la causa de la justicia en este pobre rincón del imperio nacional, en este rincón castigado pOr los huracanes del trópico, menos crueles que nuestras inconcebibles discordias fratricidas.

«Yo me complazco en devolver desde este sitio al ilustre jefe del partido Republicano el saludo que él dirigía, desde el teatro, en recien tísima asamblea, al partido Liberal. Y se lo devuelvo cordialmente, afectuosamente, abriendo el espíritu a las ideas altas y generosas. Yo no dudo., yo no puedo dudar del patriotismo de nuestros adversarios: ellos, como nosotros, nacieron en Puerto Rico; ellos, como nosotros, sufrieron la persecoción y afrontaron el peligro de luchar cara a cara contra las violencias de un régimen caído ya en la muerte; ellos, como nosotros, aman al país. Contribuyan ellos, según contribuímos nosotros, a que nos preocupemos todos de las desgracias que nos agobian, de los recursos que nos faltan, de los medios a que urge acudir para que nuestra agricultura se levante, para que nuestro comercio se desarrolle, para que nuestras clases proletarias encuentren pan y trabajo, para que nuestra patria, en fin, recobre los alientos y sea felíz y respetable.

«Y vosotros, amigos míos, si concedéis alguna autoridad a mi consejo, recorded que no hacemos política por el gusto pueril de tracer política; que nuestro desideráturn es el bienestar de Puerto Rico, y que a ese bienestar sólo se llega por la sensatez, por la cordura, por la firmeza en el propósito, la energía en la voluntad, y la perseverancia en el esfuerzo; por las virtudes privadas y por las virtudes cívicas que convierten a los Estados Unidos en la Roma de nuestros tiempos y le franquean las puertas de un majestuoso porvenir. Orientemos en esa dirección nuestra nave; no descendamos a la oscura reyerta; no demos pábulo a la diatribe personal. baja y miserable; pongamos nuestro pensamiento en las angustias de la patria y marchemos adelante, seguros de que nos aguardan la aprobación de nuestra conciencia y las bendiciones de nuestro pueblo».’

El País, portavoz periodístico del Partido Republicano, respondió a este discurso de Muñoz Rivera, en un editorial que publicó el 7 de septiembre de 1899, y que decía así:

«Un Republicano más

«También nosotros, los Republicanos, esperábamos algún resultado beneficioso del viaje del señor Muñoz Rivera a los Estados Unidos No que-volviera trayéndonos el gobierno civil, ni la declaración dei cabotaje, ni siquiera unos cuantos millones que repartir, como gala de bautizo. Estas dulces esperanzas las dejábamos para las gentes sencillas que se embriagan con el opio de sus propias ilusiones.

«Pero abrigábamos las esperanzas de que el caudillo de los Liberales, al estudiar las instituciones, el carácter y la composición del pueblo americano, al ponerse en contacto con aquella gran democracia, al sentir la influencia de una libertad tan amplia y bien entendida que es al mismo tiempo que el derecho del pueblo, la mejor garantía del poder, rectificaría sus opiniones, reclamaría para Puerto Rico aquellos inapreciables bienes, y se convencería de que es necesario ir a la americanización del país, como único medio de sentar sobre sólidas bases nuestra regeneración.

«Y así ha sucedido. Pruébalo el discurso del señor Muñoz Rivera, pronunciado apenas saltó en sierra, de vuelta de su viaje. La buena doctrina, la que nosotros hemos escrito en nuestro credo, inspire ese discurso. Los Liberales, entre los que había muchos que creían que el Jefe llegado a su casa, se aprestaría a abrir sus maletas, para extraer de ellas prolongación fructífera, un pacto con que ir tirando, cualquier cosa, en fin, que fuera o significara la esperanza de sostener lo que se derrumba sin remedio, para ofrecerla como presente a sus adoradores. Se quedaron asombrados cuando el viajero sacó del bolsillo del gabán la cartilla y se puso a enseñarles la lección. La lección que había aprendido en Washington. La misma que nosotros estamo; repitiendo desde trace meses, y por la cual hemos merecido ser llamados incondicionales por los amigos del señor Muñoz.

«¡Ah! No nos conocen los que nos han tildado con ese motivo no conocerán tampoco al señor Muñoz Rivera los que ahora le llaman incondicional, porque, al fin, ha encontrado el verdadero camino porque, como el descarriado Saulo yendo para Damasco, se ha sentido deslumbrado por la luz vivísima de la verdad, y la predica a los que si la siguen, no serán ya obstáculo y rémora, sino que vendrán con nosotros a trabajar por nuestro pobre país, que sólo nutrirse del pan de la verdad necesita, para cobrar vigor y alzar la cabeza entre los pueblos libres y grandest

«Para ser nosotros buenos y leales puertorriqueños, no podeinos ser, no debemos ser, no queremos ser, en absoluto y sin reserves, otra cosa que buenos y leales americanos».

«Nuestros lectores creerán que este párrafo es de algún articulo de El País o para de un discurso de orador Republicano.

«No; son palabras del señor Muñoz Rivera que pide ahora la identidad, es decir, la aplicación de sodas las leyes americanas a Puerto Rico. Y para rematar la suerte, el señor Muñoz Rivera inivitó a sus amigos a «apoyar a los poderes metropolíticos».

Sólo para aplaudir su contenido, hacemos estas citas. Tanto niás cuanto que esas declaraciones son una rectificación, la confesión de un error, y con mayor motivo aún, al considerar que por tales opinicnes sustentadas por el partido Republicano, se nos ha considerado por el del señor Muñoz Rivera como desafectos a los intereses del terruño.

«El jefe Liberal saludó al partido Republicano, de cuyo patriotismo, dijo, no puede dudar. ¿Ycómo podría dudar del patriotisino y de las buenas intenciones de aquellos cuyos rumbos ha tomado, y cuyas opiniones comparte ahora?

«Correspondemos al saludo del señor Muñoz Rivera; es casi un correligionario, un Republicano más. Repita un día y otro la lección a su partido hasta que éste la aprenda, que bien lo necesita».

En primero de octubre de 1899, Luis Muñoz Rivera y sus correligionarios lanzaron al país un manifiesto, propendiendo a fundar su nueva colectividad política. Este manifiesto estaba suscrito por Luis Muñoz Rivera, Antonio R. Barceló, Salvador Carbonell, Manuel Camuñas, Herminio Díaz Navarro, Luis de Celis, José de Elzaburu7 Laurentino Estrella, Agustín Guevara, Juan Hernández López, José Janer Soler, Luis Muñoz Morales, José Muñoz Rivera, Félix Matos Bernier, Santiago Oppenheimer, Manuel Pérez Avilés, Santiago R. Palmer, Luis Rodríguez Cabrero, José Cobián Rivera, José H. Amadeo, Rafael Arrillaga, Mariano Acosta»Juan R. Baiz, Acisclo Bou, Felipe R. Cordero, José Cordovés Berrios, Guillermo Colón Antullano, Antonio Colón, Miguel Chiqués, José B. Cintrón, Ramón Cestero, Francisco de Celis, José González Díaz, Ramón H. Delgado, Julio Díaz, Tomás N. Fradera, Nepomuceno Flores, Manuel Gorbea Guzmán, Fernando González, Julio Grau, Julio Gandía, Ramón Hoyos Delgado, Alfredo La Cruz, M. Méndez Cardona, Antonio Márquez Díaz, Marcos A. SIanzano, Vicente Muñoz Barrios, Francisco Marxuach, Francisco I. Nater, Félix Pérez Rivera, José Gabriel Palacios Salazar, Ramón H. Patrón, Gregorio Rodríguez Escribano, Manuel C. Román, Antonio Rossell, Jacinto Seijo, José Serra, José Sosa, Ramón Siaca Pacheco, Francisco J. Sala, Modesto Solá, Ezequiel Tristani, Arturo Umpierre, Luis R. Velázquez, Arturo Vázquez Prada, Federico E. Virella y José del Valle. Este manifiesto decía lo siguiente:

«Venimos nosotros como fuerza política organizada, de la Asamblea de Ponce. Allí los patriotas puertorriqueños afirmamos nuestra aspiración enérgica al gobierno propio. Y a partir de aquel instante el Partido Autonomista luchó, con más perseverancia que fortuna, por el triunfo de sus ideas. Labor inútil; los españoles europeos, apoyándose en sus coterráneos de Madrid, dominaban en todas las situaciones. Y resultábamos nosotros extranjeros en nuestra patria. Sólo quedó un camino el de buscar en la vieja metrópoli alianzas eficaces para que vencieran al fin los principios, para que se estableciese el self government; para que los hijos de Puerto Rico administrasen a Puerto Rico.

«Fuimos a España como hombres libres y dignos, llevando en los abios más que lalisonja la protesta, no a pedir favores sino a conluistar derechos. Se combatía en Cuba por la libertad de Cuba, y los Estados Unidos alentaban a los heroicos combatientes. Al influjo de situacion tan grave, y a nuestra vigorosa campaña, debióse la victoria. Nuestros mandatarios volvieron a la Isla no con las promesas, con las realiades de un éxito positivo. Se cumplió el ensueño de la Autononía, nació el Partido Liberal, y el país fué dueño del país.

«En todo ese movimiento que duró once años, desde 1887 hasta 898, la síntesis supreme de nuestra propaganda en la tribune y de iuestros actos en el poder se redujo a fórmulas de noble y justo regioialismo. Por la sierra insular, por su honra y su progreso, sufríamos y ieleábamos o vencíamos y gobernábamos. Nuestro ideal no cambió nunca. Siendo Libertales seguíamos siendo autonomistas, porque sabíamos y sabemos odiar a la tiranía que consiste en importar a los pueblos débiles una autoridad que no tiene como origen el consentimiento le los ciudadanos. Y, porque sentimos así, nos torturaba el temor de in peligro no remoto: el de que España destrayera las libertades que otorgó bajo el imperio de las circunstancias, desencadenando, como otras veces, las furias de la reacción sobre su colonia inofensiva e indefensa.

«No de otra suerte se explica que al llegar a nuestras costas el ejército invasor se le considerase y se le recibiese como a ejército libertador. Flotaba en los barcos y en las files de los batallones la bandera americana, que simboliza la democracia más grande y más perfecta del mundo, y nosotros, los desposeídos de siempre, vislumbramos la certidumbre de una autonomía sincere, de un derecho garantizado, de una prosperidad desbordante en el seno de la nueva nacionalidad. De tal modo, sin resistencia ninguna, antes bien con estruendoso regocijo que la solemne majestad del momento histórico no bastaba a reprimir, el pueblo acogió entre vítores y palmas, no a sus conquistadores sino a sus redentores. Las Cámaras se disolvieron en el acto: los Representantes compartían el júbilo de las multitudes y saludaban el amanecer de un día espléndido en los horizontes del terruño nativo. Y de tal modo también el Partido Liberal entero, con solo la excepción del grupo de hombres a quienes un deber de lealtad reunió, haste el último minuto, en torno de la muerta soberanía, pudo convertirse en heraldo y en paladín de la república vencedora.

«Realizada la evolución en los espíritus, se realizó pronto en los hechos. Y, al reunirse hoy en asamblea los antiguos liberales, confirman sus esperanzas y buscan un nombre que responda a las prácticas y a las tradiciones de la federación en que anhelan ocupar el puesto que pertenece a la importancia de Puerto Rico. Y quieren llamarse Partido Federal, porque continúan pensando en su ideal autonomista y porque no existe sobre el planeta autonomía tan amplia y tan indestructible como la que supieron crear, cuando escribieron sus códigos, los patriarcas de la América del Norte para sus Estados y sus Tertitorios. Y no necesitaban cambiar su programa, sino ratificarlo, ampliándolo y extendiéndolo haste el límite de las franquicias, políticas y económicas, que disfrutan nuestros hermanos del continente. De ahí que proclamen el dogma de la identidad y que se apresten a defenderlo con entusiasmos varoniles. La identidad ha de ser nuestra divisa En la identidad encarna nuestro patriotismo, que no es el sentimiento de la nación como un todo centralizador bajo el imperio de un solo poder gubernativo y legislativo, sino el sentimiento de la región, intenso, profundo; de la región constituída y organizada con sabia independencia, en la forma de Estado federal, con gobierno propio, ligándose, uniéndose, dentro de una admirable variedad, como soberana resultante de un poder central que garantiza la autonomía de los poderes locales y protege y levanta los intereses comunes por la acción de un organismo superior, fuerte y poderoso. Los Estados Unidos carecen de nombre como nación; ni siquiera se llama nación; se llaman Estados Unidos. Por eso el pueblo, si pide amparo a su Dios, no le dice: ¡Oh Lord, bless our Nation, sino que le dice: ¡Oh Lord bless these United States. La América del Norte es un Estado de Estados y una República de Repúblicas. Uno de estos Estados, una de estas repúblicas debe ser Puerto Rico en el porvenir. Y a que lo sea cuanto antes, dirigirá sus empeños el Partido Federal.

Pero existe una situación intermedia; una situación de tránsito para arribar a la plenitud del derecho: es la situación de los Territorios que no eligen su gobernador y que están sometidos, en los acuerdos de sus Legislaturas, a la sanción del Congreso, en el cual tienen un delegado con voz y sin voto: Aceptando esa situación en lo que a este postre extremo se refiere pues no se nos oculta que el pueblo americano puede estimar prematuro que los puertorriqueños intervengan en las funciones legislativas de las Cámaras de los Estados reclamamos para los habitantes del Territorio la facultad de designar por sufragio a su gobernador civil y para la Legislatura del Territorio la facultad de traer, dentro de la Constitución, leyes que no necesiten más aprobación que la de la mayoría en el seno de la propia Legislatura. Es el punto capital de la doctrina, y ya lo define nuestro programa al afirmar que pedimos un Territorio con todos los derechos de un Estado, excepto el de enviar Senadores y Representantes al Congreso.

«Parece ocioso hablar aquí de los propósitos del Partido Federal en lo que toca a los derechos individuales: a la libertad de imprenta, de reunión, de asociación y de pensamiento; a la inviolabilidad de la correspondencia y del domicilio. La Constitución los reconoce; los tribunales son su salvaguardia y el Partido Federal les rinde culto ferviente y los coloca por encima de las ideas que puedan examinarse y discutirse.

«Los problemas económicos atraerán la atención del Partido Federal. El libre cambio con el resto de la Unión americana y el canje inmediato de nuestro signo circulante por el dolar, son dos soluciones tan urgentes, de tal trascendencia y de tan decisivo influjo en la suerte de Puerto Rico, que no habrá un puertorriqueño capaz de regatearles sus aplausos. Nosotros las demandaremos un día y otro día. El cabotaje y el canje traerán inmensos beneficios, no sólo a las clases agrícolas y mercantiles, sino también a las clases proletarias que obtendrán más alta compensación pecuniaria a sus actividades y más cómodo precio a ll!os artículos de consumo cotidiano. El Partido Federal no olvida, no puede olvidar sin que merezca la tacha de ingrato, a esas clases dignísimas que, en el taller o en el campo, labran golpe a golpe la riqueza general y contribuyen en los comicios y en los meetings a nuestras victories políticas. Por eso les abrió las puertas de sus municipios, en que figuran cien obreros y campesinos; por eso contempla con interés sus avances en la vida pública y por eso ¿eclan que, entre los elementos directores de la colectividad, cabrán siempie los hombres inteligentes y virtuosos, no importa cuáles sean ni lo que signifiquen por razón de su oficio y de su raza.

«A la agricultura y el comercio, fuente inagotable la una y gente principal el otro de nuestra prosperidad, consgra el Partido Federal especialísima predilección, para así libertarles hasta donde sea posible de cargas y tributos onerosos, como para proporcionar a sus praductos salida franca y a sus negocios protección resuelta por medio de instituciones bancarias que presten a largos y a cortos plazos, ya sobre fincas y cosechas, ya sobre firmas solventes y mercancías segura. Perseguimos la transformación del suelo por el cultivo y la vigorización del capital por el crédito. Y necesítando elevar el nivel de nuestras mesas, desenvolveremos, ante todo, una gran prosperidad que ofrezca base firme y sólida a nuestras reformas, de igual suerte que una extraordinaria cultur que brinde cauce a las corrientes modernas que nos invaden.

«La enseñanza, fundada en el método profundamente harmónico de las fuerzas físicas y morales, disciplinado, casi militar, educativo a un tiempo de la inteligencia y del carácter; método por el cual llegiron a su enorme desarrollo los pueblos anglo-sajones, será uno de los fines con más empeño perseguidos por nosotros. Porque si de la fortaleza de la razón, y de la madurez de los principios, y de la abundancia de los conocimientos depende en todas partes la mayor aptitud para el gobierno democrático, más aún depende en la República NorteAmericana, que sólo por estas aptitudes nos admitirá como Estado en el seno de la Federación.

Tendencia política a la vez que significa la enseñanza, iremos a ella por todos los recursos técnicos y por todos los radios de la descentralización gubernativa. Arbitros serán los municipios, dentro de los estatutos fundamentales de la instrucción pública, en cuanto se refiere a la primaria, en sus diversos grados, y autonómicos en la creación, sostenimiento y provisión de las escuelas; y en cuanto a la enseñanza superior, profesional y universitaria, sera propuesta en términos que guarder perfecta relación con las condiciones del pueblo puertorriqueño y de consonancia y penetración íntima con las instituciones pedagógicas del pueblo americano. Así en la Universidad y en las escuelas especiales que hen de vivir a su lado, cuidaremos, no solo de las ciencias-morales y políticas; pero también de las mecánicas y experimentales; que en el estado actual de Puerto Rico conviene tanto como unir las inteligencias por la filosofía y el derecho, preparer los medios de acción que den impulso a ]a agriculture y al comercio, dotando a nuestra isle de los grandes organismos económicos que preceden a las grandes especulaciones científicas. De los planes que el Partido Federal elabora, no estará, según estuvo de otros planes, casi eliminada la majer puertorriqueña que, sin perder sus naturales inclinaciones a la santidad del retiro doméstico, puede ejercitar la viveza de su entendimiento en las ciencias y en las artes accesibles a su sexo, que con ellas complete su augusta misión, dando al hombre compañera en el hogar y fuera del hogar, donde se realizan por el trabajo, la redención y la felicidad de los pueblos.

«No menos alcance, en el desarrollo de nuestras ideas, que la instrucción pública, ni menos suma de interés práctico alc.anzará la administración de justicia, que si en todos los países constituye la garantía del Estado y del ciudadano en sus relaciones jurídicas, es en el país a que troy pertenecemos una institución que sube desde los modestos límites municipales a las supremas alturas del poder federal, siendo, no ya la salvaguardia del individuo, de la familia, de la propiedad pública y privada, en sus diversas esferas, sino también el tabernáculo donde se custodian los sagrados principios de la Constitución americana. Desde el círculo más humilde en que necesariamente ha de girar la justicia puertorriqueña, intentamos que se remonte, sin dejar vacío, a las fronteras donde debe enlazarse con la justicia federal, llegando a una adaptación complete de los principios fundamentales que se aplican en los Estados Unidos.

Inscribimos en nuestro programa la justicia gratuita; y para administración recta y cumplidamente en pro de los intereses públicos y privados, no admitimos que pueda ser por estos reducida ni por aquellos dominada. Queremos un poder judicial en absoluto independiente y de modo eficaz responsable. Anhelamos que la honradez resplandezca en los tribunales; deseamos que la inteligencia de los jueces esté fortalecida por la voluntad del pueblo, y fundiendo en un solo método nuestras aspiraciones, propondremos el sufragio directo, la designación de las Cámaras y la oposición en público torneo, según la naturaleza de los cargos, como únicas vías para el nombramiento de los funcionarios judiciales. La oposición como triunfo del sistema representativo; el sufragio como triunfo de la voluntad del pueblo.

EI juicio por jurado constituye para nosotros la genuina forma de la justicia aplicada por la conciencia popular, y al establecimiento y al arraigo de esa institución democrática enderezará el Partido Federal sus esfuerzos entusiastas en este orden de la vida pública, hasta obtener el logro de aspiración tan noble y tan legitima.

Acudiremos, así mismo, a la necesidad de reformas en las leyes administrativas; civiles; reformas amplias, y en muchos puntos radicales inspiradas en un gran espíritu de libertad y en un profundo respeto a la propiedad y a la familia; en la rápida acción de las contrataciones mercantiles; en el crecimiento de las nacientes industrias; en la simplificación y brevedad de los procedimientos judiciales y en las más firmes garantías para el derecho adquirido. Pugnará desde luego el Partido Federal para que prevalezca, en las leyes penales, el fin humano y justo de que la pena sirva a la corrección y moralización del delincuente, de lo cual se derive la urgencia de modificar nuestro sistema penitenciario, más propio para envilecer que para corregir y moralizar a los que lo soportan. La construcción de verdaderas cárceles, como las exigen la ciencia penal y los sentimientos de humanidad, ha de ser una de nuestras preocupaciones, de tal manera que, despues de las vías de comunicación, seen las cárceles objeto preferente de nuestro estudio, en lo que a obras públicas concierne.

«Mas tales reformas no deben salir, en sus líneas fundamentales, sino de una selección tranquila y ordenada entre lo que está llamado a perecer en el derecho ahora constituido y lo que está llamado a prosperar en el derecho constituyente; realizándose esa selección en el recinto de la Legislatura del Territorio, hija del pueblo puertorriqueño, y adaptándola al ambiente jurídico en que se mueve el pueblo americano.

«En suma: el Partido Federal, con soluciones prácticas y con ideales científicos, va resueltaménte a fundirse en la Federación, bien persuadido de que en la absoluta identidad americana reside la absoluta autonomía puertorriqueña. Puerto Rico será feliz para siempre y nosotros cumpliremos nuestros altos deberes, como patriotas y como ciudadanos, imponiéndonos los más duros sacrificios por la libertad y por la patria.

Al pié de este manifiesto se formulaba el programa propuesto para el Partido Federal.

En octubre 1 de 1899, en asamblea verificada en San Juan, se aprobó el manifiesto y el programa del Partido Federal. El programa se expresaba en la forma siguiente:

« 1. Los hombres que formaron el Partido Liberal Puertorriqueño creen que no debe retardarse su organización como fuerza política, con un nombre que sintetice sus ideas y con un programa que las define y las concrete. Se agrupan, pues, para cooperar al buen régimen del país y se llamará Partido Federal.

«2. El Partido Federal declare que acepta y aplaude el hecho de la anexión, consumado tras la guerra, considerando que Puerto Rico será un pueblo próspero y feliz a la sombra de la bandera americana y al amparo de las instituciones federales.

«3. Los propósitos del Partido Federal se condensan en esta fórmula: influjo directo y eficaz en el desarrollo de los intereses locales por una administración inteligente y honrada; tendencia firme y resuelta a la absoluta identidad con los Estados Unidos, en sus leyes y en sus prácticas de gobierno.

«4. El Partido Federal pide que Puerto Rico sea, desde luego, un Territorio de la Unión, con todos los derechos de un Estado, excepto el de envier Senadores y Representantes al Congreso, en el cual tendrá, como los demás Territorios» un Delegado con voz y sin voto.

«5. El Partido Federal aspire a que Puerto Rico sea, en el porvenir, un Estado sin restricción alguna como los demás de la Federacion.

«6. El Partido Federal sostiene la complete autonomía de los Ayuntamientos para que resuelvan sus asuntos locales como cuentas, presupuestos, instrucción publica, sanidad, beneficiencia, obras públicas, etc., sin intervención del poder central.

«7. El Partido Federal mantendrá todos los derechos individuales con profundo respeto y devoción entusiasta, y propenderá a la mayor amplitud del sufragio, sin oponerse a las limitaciones que estimen procedentes los EIstados Unidos; pero haciendo constar que desea el voto para todos los ciudadanos residentes en la isle.

«8. El Partido Federal entiende que es indispensable y justo prescindir de las tarifas aduaneras y establecer la libertad de comercio entre Puerto Rico y el resto de la Unión, unificando al propio tiempo la moneda y convirtiendo nuestra plata circulante en dólares americanos, con el menor quebranto posible para los tenedores del metal.

«9. Entiende así mismo que el desarrollo de la producción exige con urgencia que se decreten las mayores franquicias para los establecimientos bancarios; que se proteja de un modo positivo a las industrias insulares; que se fomentar sin tardanza las obras públicas y que se labore en el sentido de suprimir los impuestos directos para los gastos del Territorio.

«10. El Partido Federal se preocupa del bienestar de las clases obreras y campesinas; contempla con interés sus avances en la vida pública; coadyuvará a todo propósito de armonía entre las resistencias del capital y las exigencias del trabajo, y persistirá en su deseo de traer sitio, en las corporaciones electivas, a los hombres virtuosos e inteligentes, no importa cuáles sean su oficio y raza.

«11. El Partido Federal dejará a cargo de los municipios la creación, provisión y sostenimiento de sus escuelas, encomendando, por consiguienta la enseñanza primaria, en sus diversos grados, a los representantes del pueblo, aunque sometiéndola al plan que acuerde la Legislatura del Territorio.

«12. En cuanto a la enseñanza superior, universitaria y profesional, propondrá la instauración de todos los centros precisos para llegar a un alto nivel en las artes y en l as ciencias, prefiriendo las aplicación práctica y comprometiéndose a procurar sin descanso el establecimiento de la Universidad.

13. Romperá el Partido Federal con todo rutinarismo y fundara colegios en que reciba la mujer seria y copiosa instrucción, que la facilite el ejercicio de las distintas profesiones a que ya consagra su ingenio y su habilidad en pueblos mas adelantados.

14. En general opinamos que nuestra legislación debe tender a la identidad de los metodos entre las escuelas puertorriqueñas y las americanas, llegando a cumplir este propósito por una gradual y científica adaptación.

En cuanto a la organización de los tribunales, cree el Partido Federal que conviene elegir a los funcionarios, por sufragio, designarles por el voto de la Legislatura o nombrarles por oposición, según la naturaleza de los cargos, prescindiendo de todo interés privado y poniendo a los jueces en condiciones de saludable independencia.

El Partido Federal escribe entre sus principios esenciales el establecimiento del juicio por jurados.

El Partido Federal se propone la reforma de nuestra legislación civil, penal y administrativa, con profundo respeto a los intereses morales y materiales de la sociedad en que están, pero son sentido democrático.

El Partido Federal, por último, afirma su fe en la tradición y en el carácter del pueblo americano, y en el carácter del pueblo americano, y en él confia, tanto como en el esfuerzo del pueblo insular, para hacer de Puerto Rico un emporio de riqueza y de cultura, sobre el cual flote para siempre el pabellón de los Estados Unidos.

Así quedo fundado el Partido Federal, bajo la jefatura de Luis Muñoz Rivera. Luego se le añadió un apéndice al nombre de este partido, llamándose Partido Federal Americano.

El Partido Obrero Socialista. En 1896 llegaba a Puerto Rico Santiago Iglesias Pantín. Era un joven de 24 años de edad. Procedía de España, gallego de nacimiento, carpintero de oficio, sin preparación académica, pero estaba dotado de facultades extraordinarias de comprensión e inteligencia, imbuido en lecturas libertarias. Instinto batallador, organizador y conductor nato de muchedumbres, con vocación mesiánica, Santiago Iglesias traía un nuevo mensaje a los puertorriqueños. Impulsado por ideologías obreras y socialistas de España y otros países de Europa, comenzó a bregar esforzadamente para orientar a los trabajadores hacia la organización de uniones y sindicatos pu:amente obreros, tratando de alejarlos de las luchas de los otros partidas, que consideraba eran de tendencias burguesas, capitalistas. La masa del pueblo, compuesta en sus mayorías de obreros y campesinos, entendía Iglesias, debía formar sus propias organizaciones obreras y políticas para luchar por sus derechos humanos, su bienestar y su justicia. Los líderes políticos de entonces, sostenía Iglesias, aleccionados dentro de las prácticas de la monarquía española, no concebían las vindicaciones obreras y de la mesa del pueblo. Ningún líder político de condición obrera se señaló en las luchas políticas anteriores. No cabe en el tema de este libro discutir en detalle as atrasadísimas condiciones en que convivían los trabajadores puertorriqueños. Debemos apuntar, sin embargo, que los trabajadores carecian de conciencia de clase para las luchas por sus derechos, su mejoramiento y su bienestar. Había ciertos centros o casinos obreros, para solaz o esparcimiento. Celebraban los obreros los onomásticos de sus patronos, los natalicios y bodas de reyes de España, y eran comparsa y mojiganga en fiestas de los ricos. En esta época no había gremio; o sindicatos obreros de solidaridad y de lucha económica El jornal de los trabajadores era ínfimo, insuficiente para cubrir las necesidades perentorias del diario vivir; la jornada de trabajo era ordinariamente de diez o doce horas, desde que salía hasta que se ponía el sol. El jornal de los campesinos era de 30 a 40 centavos diarios, y el de los obreros urbanos era 35 a 60 centavos diarios. La instrucción pública era prácticamente privilegio de los pocos pudientes. La alimentación y viviendas eran deplorables. Prevalecía sobre las mesas del pueblo una patética situación de depresión moral y de miseria física. No había legislación ni reglamentación para la protección a la salud y vida de los trabajadores, ni había seguros sociales de clase alguna. La aparición de Santiago Iglesias fue luz en la tiniebla social de la época.

Para tener una idea del cuadro que presentaba la situación de los trabajadores, vamos a reproducir un diálogo entre un obrero y Santiago Iglesias, al éste pisar poco antes sierra puertorriqueña a su llegada a San Juan

« Dígame, compañero y amigo, preguntó Iglesias _¿existe aquí en San Juan alguna asociación industrial o unión de obreros?

«No, señor, respondió el interpelado.

«Pero, dígame, volvimos a preguntarle ¿No hay en la ciudad ningún gremio de obreros organizados que luchen para mejorar sus condiciones o se opongan a la explotación patronal?

«No, señor.

«Quienes son en San Juan los representantes obreros más significados entre sus compañeros?

«No sé decirle.

«Pero ustedes, los trabajadores, ¿No tienen ninguna clase de centros de reunión para discutir sus problemas de

San Juan?’

«Sí, teníamos un casino de artesanos que ya no existe.

«Y ¿qué hacían allí?

«Pues allí se jugaba y bailaba, y además era de instrucción…..

«¿Y quiénes son ahora los artesanos de más capacidad y de mayor influencia?

«Pues, Goyo Andrades, Miguel Casado, Tani Sherman, maestro Agustín Landor, y otros.

«¿Y eves artesanos son entusiastas defensores de los trabajadores, son inteligentes?

«No, señor, esos son encargados de trabajo o rematistas de obras. «

El sufragio universal establecido durante la Autonomía, fue efímero. Desde las primeras y únicas elecciones bajo el régimen militar, y por largo tiempo, no tuvieron derecho al voto las mujeres, ni los varones analfabetos o que no pagaran cierta cantidad como contribuyentes al erario público. El analfabetismo alcanzaba una alta cifra que excedía del setenta y cinco por ciento de la población, de manera que, debido esto y a la pobreza prevaleciente, el censo electoral era reducido, no teniendo así acceso a las ureas electorales la mayor parte de la mesa del pueblo. El hombre común no tenía ambiciones de asumir cargos de responsabilidad pública, bajo la impresión de que ello correspondía a una clase superior.

Para apreciar el concepto, aún entre los destacados líderes políticos, que se tenía de la mesa del pueblo, vamos a extractar enseguida declaraciones formales de Luis Muñoz Rivera, campeón de libertades y cuyo patriotismo puertorriqueño es indiscutible. Sus palabras, que vamos a reproducir a continuación, indican el sentir general de la época y el concepto de la democracia. En 1898 el Presidente de Estados Unidos William McKinley nombró a Henry K. Carroll como Comisionado Especial para investigar las condiciones de Puerto Rico, en todos sus aspectos. Acudieron ante el comisionado Carroll numerosas personas representatives del país, y ofrecieron sus testimonios. Luis Muñoz Rivera, a la sazón Secretario de Gobernación, en su testimonio prestado el 2 de noviembre de 1898, se expresó en parse de la manera siguiente:

Yo considero que el Gobierno de Estados Unidos debe afar la más cuidadosa atención al asunto del sufragio, porque esta cuestión es quizás la más seria que tendrá que resolver. De la votación procederá trabajo y del hogar en el gobierno del país, y la experiencia nos ha demostrado que sería sumamente peligroso el poner nuestro futuro en manos de las mesas, que carecen enteramente de educación cívica y podrían ser mal dirigidas por la audacia de agitadores que harían de ellas su instrumento.» Años más tarde, Muñoz Rivera aboga en el Congreso por el sufragio universal.

Pertinaz y aura. fué la faena de Santiago Iglesias, para crear las uniones de oficios, y despertar al proletariado puertorriqueño a sus aspiraciones de mejoramiento económico y social e infiltrarle el concepto de sus derechos cívicos y de su dignidad humana. Agitación perenne y valerosa en la tribuna pública y en voceros obreros; protestas vigorosas, ardidas huelgas industriales y agrícolas, arbitrarios procesos Judiciales, encarcelamientos sin juste causa, y persecuciones de toda clase, fueron la levadura que crearon en Puerto Rico al movimiento obrero y al partido Socialista. Autoridades puertorriqueñas del gabinete bajo la Carta Autonómica conminaron tonantemente a Santiago Iglesias para expulsarle de la Isla si no cesaba en su prédica y acción.

En la noche anterior al día cuando se celebraron las aludidas elecciones bajo la Carta Autonómica, contra Santiago Iglesias y otros compañeros suyos se libraron órdenes de arresto, sin cause ni acusación alguna. Su hogar y redacción de su periódico fueron allanados Continuó Iglesias impertérrito su labor, y su prédica prendió en la conciencia popular, organizó uniones de oficios, ganó prosélitos en toda la Isla, y creó una nueva fuerza militante obrera y política.

El primero de mayo de 1897, Santiago Iglesias, en su periódico Ensayo Obrero, publicó un editorial haciendo el primei llamamiento hacia la organización de un partido obrero socialista.

El 25 de marzo de 1898, convocado por y bajo la presidencia de Santiago Iglesias, se celebró un mass mitin en el Teatro Municipal de San Juan. Era la primera vez que los trabajadores de Puerto Rico se reunían en magna asamblea para discutir su situación general, combatir las injusticias sociales y políticas, y deliberar sobre las orientaciones del porvenir. Concurrieron al acto miles de trabajadores, que llenaron el palco escénico, la platea y las galerias y se agruparon en las afueras del teatro. Exhortaron a la multitud Santiago Iglesias José Ferrer Ferrer, Eduardo Conde, Ramón Romero Rosa, José Mauleón, Emiliano Ramos, Juan Cepeda, Fernando Gómez Acosta, José Rivera y Rosendo Rivera García. Prevaleció en el acto enorme interés y entusiasrho. La oratoria acalorada y protestaria dió pretexto al oficial representante del Gobierno Autonómico, que en aquellos tiempos intervenía en las asambleas públicas, para ordenar la suspensión del acto. Fuerza militar del gobierno, armada de carabinas, estaba apostada junto al teatro. El acto terminó en medio de protestas indignadas de la multitud. La Guardia Civil, o policia del gobiernc rondó la cindad para importer el orden.

El 12 de mayo de 1898, cuando la escuadra del Almirante Sampson bombardeó a San Juan en los preludios de la Guerra- Hispano-Americana, Santiago Iglesias estaba preso en la cárcel de Puerta de Tierra, en San Juan, por alegado delito de opinión. Una bala de cañón penetra en un calabozo, y cayó sobre el catre donde momentos antes reposabt Santiago Iglesias. De allí el preso Iglesias y otros fueron trasladados al Presidio en la Marina de San Juan. En la confusión creada por el bombardeo, Iglesias logró salir del presidio, y después de infinidad de peripecias, fué acogido con protección por las fuerzas del general norteamericano Scott que ocupaba el pueblo de Carolina. El comardante de las tropas norteamericanas, expresó simpatías por las idea de justicia obrera y social que predicaba Iglesias, y solicitó que éste le acompañara a otras localidades en el curve de la ocupación de aquella parte de la Isla. Santiago Iglesias, que se sentía libre de persecuciones, se dirigía entusiasta al pueblo en frases de bienvenida al nuevo régimen y de esperanzas de libertad y justicia para el pueblo de Puerto Rico. Ello explica, en parte, en su origen, las pronunciadas orientsciones pro-americanas, que según veremos más adelante, Santiago Iglesias imprimió al movimiento obrero y al partido Socialista .

El 18 de junio de 1899, se celebró en San Juan una asamblea de delegados de uniones de oficios de las diversas ciudades y pueblos de la Isla, dirigida por Santiago Iglesias. En el mismo luger y día, 18 de junio de 1899, en asamblea siguiente, dirigida también por Santiago Iglesias, se acordó constituir el partido Obrero Socialista, como brazo político del movimiento obrero. En esa asamblea se designó el comité organizador de este Partido Obrero Socialista, que quedó compuesto por Santiago Iglesias, Rafael Alonso Torres, Eugenio Sánchez López, Severo Cirino, Pedro Guiñal, José Storer Rentas, Félix Vizcarrondo, Juan Nieves, Providencio Ruíz, Fernando Gómez Acosta, Miguel Betancourt, Pedro Falú, y Antonio Lluveras. Como presidente y secretario fueron designados, respectivamente, Severo Cirino y Eugenio Sánchez López.

Este comité organizador se puso en contacto con los of iciales del Partido Obrero Socialista de Estados Unidos, quienes alentaron la formación en Puerto Rico de una rama insular de aquel partido, y a ese fin envió literature de organización ,e impresos de sus estatutos y programa, que fueron traducidos al castellano y divulgados al liderato obrero del país.

En julio 8,1899, se publicó en el periódico obrero que dirigía Santiago Iglesias, El Porvenir Soctal, la convocatoria a asamblea para organizer el Partido Socialista. La asamblea se celebró en San Juan, presidida por Santiago Iglesias, que duró dos días, del 20 al 22 de octubre de 1899, donde acudieron representativos obreros de San Juan y otras diversas localidades de la Isla, y quedó constituído el Partido Obrero Sócialista. Santiago Iglesias y Ramón Romero Rosa fueron designados, respectivamente, presidente y secretario del partido. Por resolución aprobada en esta asamblea, se determinó que los afiliados bona fide del nuevo partido político debían acreditar pertenecer a algún gremio de la Federación de los Trabajadores de Puerto Rico, organización obrera creada también por Santiago Iglesias.

El Partido Obrero Socialista de Puerto Rico hizo suyo el programa vigente entonces del Partido Obrero Socialista de Estados Unidos, que había sido allá adoptado en convención celebrada en la ciudad de Nueva York, el 9 de julio de 1896. Este programa fué divulgado en el periódico El Porvenir Social, órgano del nuevo partido puertorriqueño, y decía así:

El Partido Obrero Socialista de los Estados Unidos, reunido en Convención, afirma de nuevo el derecho inalienable de los hombres a la vida, a la libertad y a la persecución de la felicidad.

«Con los fundadores de la República Americana sostenemos, que el propósito del Gobierno es asegurar a cada ciudadano en el goce de este derecho; pero en vista de nuestras condiciones sociales, sostenemos además, que tal derecho no puede ser ejercitado bajo un sistema de desigualdad económica, esencialmente destructor de la vida, de la libertad y de la felicidad.

Con los fundadores de esta República, sostenemos, que la verdadera teoría de la política es que el mecanismo del gobierno tiene que ser apropiado e intervenido por todo el pueblo; pero en vista del desarrollo industrial, sostenemos, además, que la verdadera teoría de la economía es, que el mecanismo de la producción, debe pertenecer igualmente al pueblo.

Al dato de que nuestro sistema despótico económico es opuesto a nuestro sistema político-democrático, puede agregarse la existencia de una clase privilegiada, la corrupción del gobierno por esa clase, el enajenamiento de la propiedad pública, la concesión de franquicias y y funciones públicas para esa clase, y la dependencia abyecta de lo más poderoso de las naciones hacia esa misma clase.

Por otra parte, a causa de la perversión de la democracia a los fines de la plutocracia, se roba al trabajo la riqueza que por sí solo produce, se le niegan los medios de utilizar sus fuerzas, y obligadamente degenera en esclavitud asalariada. Es aún más, se despoja al hombre de lo indispensable para la vida.

La potencia humana y las fuerzas de la naturaleza son consumidas de este modo, para que la plutocracia pueda gobernar.

«La ignorancia y la miseria con todo su acompañamiento de vicios, se perpetúan para que el pueblo pueda ser mantenido en la esclavitud.

«La ciencia y la invención son desviadas de sus fines humanos para esclavizar a las mujeres y niños.

«Contra tal sistema, el Partido Obrero Socialista, una vez más, reitera su declaración fundamental, de que la forma actual de la producción tomando como mero instrumento al trabajo, es la causa evidente de toda servidumbre económica y dependencia política.

«Se aproxima rápidamente el momento en que, dentro del curva natural de la evolución social, este sistema, por la acción destructora de sus fracasos y crisis de una parte, y las tendencies absorbentes de sus trusts y otros manejos capitalistas por otra parte, habrán de determinar su propia caída.

«Nosotros, por consiguiente, llamamos a todos los trabajadores de los Estados Unidos, y a todos los ciundadanos honrados, a organizarse bajo el estandarte del Partido Obrero Socialista, constituyendo una clase consciente, conocedora de sus derechos y determinada a consquistarlos, tomando posesión de los poderes públicos; de manera que, manteniéndose unidos por indomable espíritu de solidaridad sujeta a las mayores pruebas de la presente lucha, podamos poner un pronto fin a esa situación bárbara; a la abolición de clases, la restauración de la sierra y de todos los medios de producción, transportación y distribución para el pueblo, como cuerpo colectivo, y la sustitución por el bienestar del presente estado de producción sin plan, guerra industrial y desorden social, un bienestar en el que cada trabajador tendrá asegurado el libre ejercicio y el beneficio completo de todas sus facultades, multiplieadas por todos los factores de la civilización moderna.»

La fundación de este nuevo partido, con sus tendencias protestarias, de vindicaciones obreras y de justicia social, fué acogida con manifiesta hostilidad por las autoridades del Gobierno. Los actos públicos del partido eran con frecuencia perturbados por los interventores y por policía del Gobierno, y sus líderes eran boicoteados y arbitrariamente perseguidos y encarcelados por comunes expresiones de su pensamiento en voceros periodísticos y en las tribunas públicas.

Los portavoces del Partido Obrero Socialista expresaban pensamientos ácratas y marxistas, instintivos y teóricos, que no se divulgaban con cabal conocimiento y compenetración de los dogmas filosóficos y revolucionarios de la doctrina marxista. Sus demandas se limitaban, principalmente, a lograr el reconocimiento de las organizaciones y líderes obreros, a establecer las relaeiones para la eontratación colectiva entre patronos y obreros, conseguir más cortas jornadas de trabajo, obtener más altos salarios y jornales, establecer mejores condiciones de trabajo y de vida para los trabajadores, y asegurar los derechos y garantías para que los trabajadores y todo el pueblo ejercitaran las prerrogativas del sufragio electoral y disfrutaran de los demás fueros inherentes a una sociedad civilizada y democrática.

El Partido Obrero Socialista, sin embargo, en la letra de su doctrina, abrazó los principios y aspiraciones sociales y económicos de la Primera Internacional de los Trabajadores. Y se afilió oficialmente al Partido Obrero Socialista de Estados Unidos.

En cuanto al nuevo régimen norteamericano, al igual que el Partido Republicano Puertorriqueño y el Partido Federal Americano, el Partido Obrero Socialista aceptaba la anexión y abogaba por la unión permanente del pueblo puertorriqueño con Estados Unidos.

Las elecciones de los cien días. En 1899, el Gobernador Militar Davis decretó la celebración de elecciones generales en toda la Isla, para elegir funcionarios municipales. Fueron las primeras y únicas elecciones que hubo bajo el régimen militar. En esas elecciones lidiaron por primera vez las fuerzas políticas de los nuevos partidos. Las agrupaciones políticas comenzaron enseguida la preparación y actividades correspondientes para la lucha comicial, que especialmente brindaba a los nacientes partidos la oportunidad de demostrar sus fuerzas ante las autoridades de la nueva metrópoli.

El voto para estas elecciones estaba restringido, para los varones mayores de 21 años de edad, y solamente estaban capacitados para voter los propietarios o las person as que supieran leer y escribir. Solamente podían ser nominados y electos los propietarios. Las juntas de votación estaban compuestas de un representante de cada uno de los partidos Republicano y Federal, y un tercer miembro, que era un of icial militar, designado por el Ejército. Dichas elecciones serían supervisadas por juntas de tres miembros constituídas igualmente, que a la vez serían las juntas de escrutinios. El oficial militar fijaría la hora para abrir y cerrar los colegios de votación.

Dentro de tales requisitos y circunstancias, sin representación en las mesas electorales ni en las juntas supervisoras y de escrutinios, y debido a la precaria organización electoral de una agrupación enteramente nueva sin previa experiencia electoral, el Partido Obrero Socialista no tomó parte como tal partido en es as elecciones.

Los otros partidos emprendieron una campaña electoral muy active y ardorosa. Las animosidades se recrudecieron, en enconada lucha como de tirios y troyanos. Los grupos se movilizaron con cálido apasionamiento, y mutuamente se dirigían fuertes epítetos y diatribes. Los vivas y mueras resonaban en toda la Isla. El Gobierno tuvo que prohibir manifestaciones nocturnas, y fueron prohibidos mítines simultáneos en la misma localidad, para evitar choques y violencias personales.

El resultado electoral dió lugar a indignadas protestas y acusaciones de fraudes e ilegalidades. En los testimonios del liderato de ambos partidos prestados ante el Comisionado Especial Carroll, anteriormente aludido, se consignaron frases auras de secriminación de unos contra otros.

Las elecciones comenzaron en Adjuntas en julio de 1899 y terminaron en Yauco en enero de 1900. Por los días de votación fijados separadamente para cada precinto o grupos de precintos electorales, son conocidas estas votaciones como las elecciones de los cien días. Durante ellas azotó a la Isla el terrible ciclón de San Ciriaco, en agosto 8 de 1899, que tanto desastre y miseria ocasionó en Puerto Rico. La furia del temporal, apunta un observador norteamericano, no fue mayor que la furia con que se combatían los bandos políticos opuestos. Estas elecciones, con las elecciones celebradas durante el período de la Autonomía, contribuyeron a ahondar profundamente la división política de los puertorriqueños, desapareciendo la unidad que hubo, salvo raras excepciones, cuando se inició la lucha cívica por el autonomismo puertorriqueño en tiempos de España.

El resultado de estas elecciones de 1899, fué una victoria del Partido Federal. Las ureas arrojaron 51,649 votos contados. Los Federales obtuvieron 28,880; y los Republicanos obtuvieron 22,769. O sea, la mayoría Federal fué de 6,111 votos. De las 66 municipalidades que había entonces en Puerto Rico, los Federales triunfaron en 44, y los Republicanos triunfaron en 22.

La excitación política en toda la Isla durante las elecciones municipales de 1899 y el recrudecimientb de las pasiones producido por la campaña electoral y el resultado comicial, dejaron dividida a la opinión pública puertorriqueña en dos agrupaciones enconadas, agitadas por agrios personalismos.

Los gobiernos municipales se organizaron en toda la Isla de acuerdo con el resultado de esas elecciones, dominando los Federales en cuarenta y cuatro ayuntamientos y los Republicanos en veintidos. En aquella época los poderes de los municipios resultaban más amplios que actualmente. Funcionarios municipales eran colectores de contribuciones insulares; juntas escolares municipales intervenían en la designación de maestros; la policía municipal, nombrada por los alcaldes, estaba encargada del orden público local; y los alcaldes desempeñaban funciones de jueces de primera instancia. Se ejercitaba el poder municipal por funcionarios y empleados designados enteramente por su afiliación y méritos políticos, lo que, dentro de las atribuciones de tales funcionarios y por las pasiones de la época, daba con frecuencia luger a intolerancias y represalias partidistas que avivaban las animosidades políticas.

Sin embargo, en cuanto a los altos intereses y destino del país, el liderato de todos los partidos clamaba al unísono demandando la terminación del régimen militar, coincidiendo las aspiraciones en la demanda de que Puerto Rico se convirtiera en un Territorio bajo una constitución o ley orgánica civil, con mires a ser en el futuro un Estado de la Nación norteamericana. En los problemas económicos, que se agravaron con el desastroso ciclón de San Ciriaco, todos, mediante memoriales y comisiones, apelaban al Congreso y demás autoridades de Washington solicitando remedios similares, principalmente para habilitar a la agriculture, para el canje adecuado de la moneda, y para establecer el comercio libre entre Puerto Rico y Estados Unidos.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO CUATRO

Inminente la aprobación del proyecto de ley presentado en el Congreso de Estados Unidos estableciendo un régimen civil en la Isla, el Comité Directivo del Partido Federal, en diciembre 30, 1899, se dirigió en la forma siguiente al Directorio del Partido Republicano Puertorriqueño:

«Puerto Rico, San Juan, diciembre 30 de 1899.

«Al Presidente del Directorio del Partido Republicano Puertorriqueño.

«Señor: Tengo el gusto de comunicar a usted que el Comité Ejecutivo Federal adoptó anoche, por unánime votación, el acuerdo siguiente:

Se impone la necesidad de una gestión inmediata cerca del Congreso de los Estados Unidos para defender los intereses políticos y económicos de la Isla. Esta gestión, realizándose por Comisiones aisladas de las dos colectividades que existen en Puerto Rico, resultará menos intense y eficaz que realizándose por una sola Comisión compuesta por uno o varios representantes de cada colectividad.

«Y, como ambas parecen coincidir en los puntos más importantes de sus programas, el Comité Ejequtivo Federal estima patriótico y oportuno, que se invite al Directorio Republicano a fin de que él estudie el asunto y vea si debe o no cooperar a la acción común de que se trata. Las bases de la gestión podían ser éstas:

«1a. Constitución Civil de Puerto Rico, en el término más rápido que el Congreso considere posible.

«2a. Solución del problema económico por el libre cambio, por el canje de la moneda y por la autorización dada a los organismos insulares para contratar empréstitos con destino a la agricultura y a los trabajos públicos.

«Para que los representantes, Republicanos y Federales, lleven a Washington una forma fija de conducta, sería conveniente que los partidos delegasen aquí a algunos de sus miembros; y que ellos, reuniéndose, desde luego, acordaran juntos las líneas generales de conducta a que habría de obedecer la Comisión. Todo lo cual no impide que Federales y Republicanos continúen en disputándose la victoria en los comicios, según hoy se la disputan, ni que en la tribuna y en la prensa esfuercen la propaganda de sus ideas. Se busca únicamente el mejor medio de que el país pida, ante los altos poderes de la Metrópoli, que han escrito en su programa los dos únicos partidos que funcionan en su seno.

«Hasta aquí el acuerdo del Comité Ejecutivo, que me complazco en trasladar a usted con toda cortesía.

« Respetuosamente, L. Muñoz,

«Presidente del Comité Ejecutivo Federal.»

La contestación del Partido Republicano a la anterior invitación fue la siguiente:

«San Juan, enero 4 de 1900. Sr. Presidente del Comité Directivo del Partido Federal..

Muy señor mío: Recibí la carta en que usted se sirve comunicarme el acuerdo del Comité Directivo Federal invitando al Partido Republicao Puertorriqueño a realizar una acción colectiva cerca del gobiero de Washington, para instaurar aquí el régimen civil y resolver el problema económico, mediante el libre cambio, el canje de la moneda, la facultad en los organismos insulares de contratar empréstitos destinados a la agricultura y los trabajos públicos.

«Cree ese comité ser patriótico y oportuno que los representantes Federales y Republicanos adopten una forma afín de conducta para verificar aquella acción común, sin perjuicio de que unos y otros continúen la lucha local por el triunfo en los comicios de sus respectivos ideales.

«El Comité Directivo Federal opina que para conseguir tal propósito basta la inteligencia de los dos partidos, únicos que, según él, existen en Puerto Rico.

«Mis amigos piensan conmigo que, para obtener fruto de una acción colectiva en Washington, que abarque la totalidad del problema puertorriqueño, político, económico, agrícola, financiero y social, sería necesaria una genuina representación, no sólo de los partidos políticos organizados o que con tal carácter se presenten, que son más de dos, puesto que ya ha luchado el llamado independiente, y aspire a influir en la opinión con legítima esperanza el elemento obrero, que es indispensable factor social; sino también de todas las fuerzas activas del país, que en el comercio, en la agricultura, en la industria y en la vida social buscan y piden soluciones para sus respectivos intereses, en cuanto tienen un carácter general y son elementos insustituibles en la resolución íntegra del problema puertorriqueño.

«Pero limitándome a la invitación especial de concurrir colectivamente los partidos Federal y Republicano, éste no puede aceptarla, porque sustentando una política diáfana, categórica y conscientemente dirigida a vivificar aquí el espíritu americano que ha hecho grandes a los Estados Unidos, en medio de su natural grandeza y que hará grande a Puerto Rico a pesar de su pequeñez, por el régimen de la democracia, único medio de que los pueblos sean dueños de su destino y tengan un gobierno justo; si el partido Federal acepta y defiende como él dice estos ideales nuestros, es innecesaria la previa inteligencia colectiva que pudiera desvirtuar la fuerza y el ascendiente en la opinión de cada cual, porque entonces de la gestión de cada partido ante los poderes públicos de Washington, aparecería evidente la conformidad de ideas y pareceres.

«Prescindiendo de esta creencia, podría estimarse por la opinión, y nosotros deferentes con ella así lo reconoceríamos, que una tregua en la lucha política local resultaría beneficiosa al hecho de presentarse en Washington los dos partidos pidiendo una sola solución para el problema de Puerto Rico. Pero los Federales entienden que esa lucha interna debe continuar, y ha de seguir, por lo tanto, la trabajosa tarea de los Republicanos para convencer al pueblo puertorriqueño de que nuestro partido sostiene la única solución del problema insular, nacida de la aspiración general de que Puerto Rico sea libre y soberano dentro de la Unión Americana; y realice el alto fin social y educador de que nuestro pueblo se convenza también de la necesidad de identificarse definitivamente con el genuino espíritu democrático que hará de cada puertorriqueño un perfecto ciudadano con la plenitud de sus derechos y obligaciones.

«Además, no es posible olvidar los hechos del pasado, que encierran innegable enseñanza para el porvenir en días críticos para Puerto Rico, porque se trataba de la instauración del gobierno local, el partido Autonomista, que representaba la tradición popular y que forma hoy la mayoría del Partido Republicano Puertorriqueño, realizó el admirable acto político de unirse a su contrario, el partido Sagastino o Liberal español, que hoy forma en su casi totalidad el Partido Federal, para implantar el régimen de la autonomía, buscando la concordia, la paz moral y el bienestar del país, a fin de que el nuevo gobierno ínsular no fracasara y España se viere obligada a no intervenir más en nuestros asuntos locales. Pero aquella unión fracasó, porque el Partido Liberal se vió obligado a sostener sus compromisos con Sagasta, sacando contra la voluntad popular los diputados nacionales que aquél le impuso. Así resultaron las elecciones de marzo del 98, que oscurecieron las más abominables del gobierno español, cuyas violencias fueron innecesarias, porque si el partido Liberal representaba dicha mayoría, nunca debió haber falseado la voluntad del pueblo.

Somos solidarios de nuestras opiniones ante el país y de ellas respondemos ante nuestro partido y por eso no podemos olvidar tales hechos, porque si fuéramos nuevamente engañados nos sería imposible explicar satisfactoriamente nuestra conducta, celosos, como somos, de nuestra formalidad y consecuencia políticas.

«Seguro es que el problema puertorriqueño se resolverá bien por el pueblo americano, acostumbrado a la práctica de la libertad y por el esfuerzo del pueblo puertorriqueño, que quiere el imperio de esa libertad como primera garantía de su bienestar moral y material.

«El Partido Republicano cumplirá con su deber realizando activamente su programa; y si con éste coincide el partido Federal y cumple también con su deber; sin necesidad de inteligencias extemporáneas y tardías, se oirá una sola voz en Washington para que Puerto Rico entre resueltamente en el régimen de la democracia republicana, que es el derecho, la justicia y la libertad para todos y cada uno de los puertorriqueños.

Esta es la contestación que mis amigos y yo hemos acordado a la carta de usted transcribiendo el acuerdo del Comité Directivo del Partido Federal, y con sentimientos de la mayor cortesía, atentamente, a B. S. M.

«Manuel F. Rossy»

Las cartas anteriormente transcritas hablan por sí mismas. Acusan el sentimiento de ambos grupos políticos principales, y la posición definida partidista al iniciarse el régimen civil en la Isla.

Por fin, el Congreso de Washington aprobó el proyecto presentado por el Senador Joseph B. Foraker (Republicano de Ohio) para constituir el gobierno civil de la Isla, que se convirtió en ley con la firma del Presidente el 12 de abril de 1900. Obsérvese que el título de la ley expresa que el gobierno que se establece es temporal; pero durará diez y siete largos años, de coloniaje norteamericano en Puerto Rico.

Esa ley, conocida como Ley Orgánica Foraker, se titulaba «para proveer, temporalmente, rentas y un gobierno civil a la isla de Puerto Rico; y para otros fines». Carece la ley de preámbulo alguno que enuncie una política nacional hacia el pueblo de Puerto Rico; no expresa intención o promesa alguna para el destino pobtico futuro de la Isla. Crea una forma de gobierno que, en síntesis, es la siguiente.

Un gobernador como jefe ejecutivo supremo de la isla, nombrado por el Presidente de Estados Unidos; la rama legislativa, consistente de un Consejo Ejecutivo, compuesto de once miembros nombrados por el Presidente de Estados Unidos, y de una Cámara de Delegados compuesta de treinta y cinco miembros, electos por el pueblo de Puerto Rico; y la judicatura, compuesta de la Corte Suprema, con cinco jueces nombrados por el Presidente de Estados Unidos. Seis de los miembros del Consejo Ejecutivo serían a la vez los jefes de los departamentos del gobierno insular, o sea ejercerían híbridos poderes legislativos y ejecutivos.

Puerto Rico estaría representado ante el Gobierno Federal por un Comisionado a los Estados Unidos, electo por el pueblo de Puerto Rico, y a quien luego se le dió asiento como miembro, con voz pero sin voto, en el Congreso de los Estados Unidos.

El Congreso de Estados Unidos se reservaba expresamente el derecho de anular la legislación puertorriqueña. Igualmente el Congreso se reservaba expresamente el poder de legislar para Puerto Rico, y los estatutos del Congreso tendrían fuerza y vigor en Puerto Rico.

No se extendió la ciudadanía americana a los puertorriqueños; en vez de ello, se denominó a los habitantes ciudadanos de Puerto Rico, o sea se les puso en una rarísima y anómala condición de ciudadanos de una nación inexistente, o país sin soberanía, sin personalidad internacional, condición de status individual parecido al conferido a los indios de los territorios norteamericanos de tierra firme. La Ley Orgánica Foraker no contenía declaración alguna de derechos individuales y humanos (bill of rights).

En el aspecto económico fiscal, sin embargo, se satisfizo las demandas del país. El arreglo económico-fiscal provisto en la Ley Orgánica Foraker ha subsistido desde entonces, y prevalece hoy bajo el régimen del Estado Libre Asociado. Se estableció el comercio libre entre Puerto Rico y los Estados Unidos; y se dispuso la devolución al tesoro de Puerto Rico de los tributos y contribuciones recaudadas en las aduanas de Puerto Rico y de los tributos y contribuciones recaudadas en las aduanas norteamericanas de mercancías procedentes de Puerto Rico. Sin embargo, las aduanas de Puerto Rico eran una agencia federal de la Tesorería de Estados Unidos. Puerto Rico haría y pagaría su propio presupuesto de gastos de la administración insular, sin cuota alguna para gastos del gobierno de la metrópoli.

Por disposición de la Ley Orgánica Foraker, la misma comenzaría a regir en mayo 1 de 1900. De acuerdo con la misma, el Presidente de Estados Unidos nombró en abril 18 de 1900 a Charles H. Allen como primer gobernador. Por haberse demorado en Washington el nombramiento de los demás altos funcionarios provistos en la Ley Orgánica, el 30 de abril el General Davis, por orden militar, designó interinamente a B. K. Pettingil como Secretario de Puerto Rico, a A. F. Odlin como Attorney General, a J. H. Hollander como Tesorero, a J. R. Garrison como Auditor, a Cayetano Coll y Toste como Comisionado de lo Interior, y al Dr. George Groff como Comisionado de Instrucción. A los pocos días se hicieron por el Presidente los nombramientos definitivos, que fueron William H. Hunt como Secretario de Puerto Rico, J. H. Hollander como Tesorero, J. R. Garrison como Auditor, W. H. Elliott como Comisionado de lo Interior, James S. Harlan como Attorney General, y M. G. Brumbaugh como Comisionado de Instrucción.

Los cinco otros miembros minoritarios del Consejo Ejecutivo nombrados por el Presidente de Estados Unidos fueron el Dr. José C. Barbosa (Republicano), Rosendo Matienzo Cintrón (Republicano), José de Diego (Federal), Manuel Camuñas (Federal), y Andrés Crosas (no partidista).

El cargo de gobernador y los cargos de todos los jefes de los departamentos ejecutivos, que a la vez constituían la mayoría del Consejo Ejecutivo, o cámara alta legislativa, recayeron en norteamericanos.

Al gobierno de carácter autonómico bajo la monarquía española, en el cual coadyuvaba con el gobernador general un gabinete compuesto de puertorriqueños a la cabeza de los departamentos ejecutivos, se le suplantó bajo la república angloamericana por un gabinete de gobierno compuesto totalmente por norteamericanos. Tanto el Gobernador Allen como lo mismo los jefes norteamericanos de los distintos departamentos eran hombres distinguidos, reclutados de altos cargos en el gobierno federal y en los Estados y hombres de preparación académica y de indiscutible alto calibre intelectual, pero los puertorriqueños tuvieron sobradas razones para ver y sentir que el gobierno de su país se ponía enteramente en manos de norteamericanos, advenedizos y extraños al país. Se negaba a la Isla por los hechos, la capacidad y el derecho para gobernarse por sus propios hijos.

La ley fundamental gubernativa no era modelo de liberalismo era expresión de coloniaje flagrante. Se daba a los puertorriqueños un gobierno similar al tipo ínfimo de las colonias de la Corona británica. Ello fue pronto resentido íntimamente por el líderato puertorriqueño, que había obtenido un más alto grado de reconocimiento por la monarquía española, y que durante tres décadas anteriores clamó y luchó denodadamente por un sistema de gobierno propio.

De momento quedaron frustradas las esperanzas alentadas por la sonora proclama del General Miles dirigida al pueblo de Puerto Rico en los primeros días de la invasión norteamericana.

La confianza y anhelos del líderato puertorriqueño, en la relación de su pueblo con los Estados Unidos, tenían base en raíces hondas que tienen agarre en la historia de Estados Unidos, desde los tiempos cuando los originales Estados de los Estados Unidos todavía eran colonias británicas. La mayor parte de esas colonias fueron fundadas por hombres que amaban la libertad, quienes perseguidos por la intolerancia, por la tiranía y por el absolutismo europeo del siglo XVII., acudieron a América para levantar sus hogares y establecer comunidades libres. Buscaban nuevos horizontes y asilos de libertad. Los fundadores y moradores de aquellas colonias eran principalmente vástagos y descendientes que procedían de familias de tronco anglosajón, y traían en su sangre y en su espíritu las tradiciones del derecho anglosajón, que en sus fuentes desde siglos anteriores habían establecido el principio de la responsabilidad de los reyes ante el pueblo, habían establecido el parlamento, y habían proclamado las libertades básicas del ciudadano y consagrado los derechos fundamentales del hombre libre.

En la lucha de titanes de las potencias europeas de aquella época, en las empresas y guerras para la adquisición de dominios y para extender sus imperios coloniales, para lograr objetivos comerciales y militares y para fines de predominio y hegemonía mundial, siempre los moradores de dichas colonias británicas en América del Norte fueron fieles a la metrópoli e hicieron causa común con las armas británicas, porque entendían que así protegían los métodos de vida y las instituciones que ellos habían fundado en América, inspiradas en las mencionadas tradiciones del derecho anglosajón. Desde entonces, todavía en forma embrionaria lo que iba a ser la nación de Estados Unidos, ya esas colonias británicas eran defensoras de las libertades del hombre y practicaban la democracia.

En aquellas colonias angloamericanas, desde antes de su independencia, los colonos tenían su propio cuerpo de legislación positiva y consuetudinaria, y tenían sus propios parlamentos compuestos y presididos por sus propios hombres versados y eminentes, que protegían a todos en sus básicos derechos y libertades individuales. En algunas de esas colonias, como en Rhode Island y Connecticut, los colonos tenían su propio gobernador electivo.

A pesar de todos esos derechos y disfrute de libertades individuales, brotó la revolución de las colonias norteamericanas contra Inglaterra. Esa revolución tuvo una causa más honda que la protesta que se suele exportar en historias elementales, contra el pago de unos peniques por impuestos sobre el té, el timbre y otros, y más honda que la protesta contra restricciones de leyes de navegación transatlántica y de cabotaje.

La causa de la revolución de aquellas colonias fue más honda. fue una lucha por elevados principios de soberanía y libertad. La doctrina de Tomás Jefferson, padre intelectual de la libertad y la democracia de Estados Unidos, negaba todo derecho a Inglaterra sobre las colonias, para mal o para bien. Jefferson sostenía que los ingleses que se trasladaron a América para fundar las colonias llevaron consigo derechos iguales que los sajones de Sajonia en la Europa continental que habían anteriormente emigrado a Inglaterra para formar luego la nación inglesa. Sostenía Jefferson que, de la misma manera que Sajonia no podía ejercer soberanía sobre los sajones y sus descendientes en Inglaterra, tampoco Inglaterra podía ejercer soberanía sobre los ingleses y sus descendientes en América. Concebía Jefferson que las colonias norteamericanas podían ser parte de la nación inglesa, como lo eran en su época Escocia e Irlanda, como divisiones políticas con los mismos derechos que las demás partes de la nación, pero nunca como colonias pertenecientes y sin soberanía, subyugadas por Inglaterra. La conciencia de Jefferson repudiaba la idea de que un parlamento extraño allende el océano, que no era elegido por las colonias norteamericanas, pudiera legislar, mal o bien, para América. Jefferson repudiaba la idea de que la Corona británica, o un ministerio ejecutivo de Inglaterra, pudiera ejercer soberanía sobre aquellas colonias y designar gobernadores e importar leyes y decretos, malos ni buenos, para América.

El pensamiento liberal norteamericano, interpretando la doctrina de Jefferson, tenía lógicamente que sostener que el derecho a mantener a otros pueblos subyugados como colonias, privados de su soberanía natural, no solamente no lo tiene una nación madre y fundadora, sino que menos lo tiene un nación de origen extraño que no descubrió, ni pobló, ni civilizó a la colonia.

Tenía que ser íntimamente chocante al pensamiento político del líderato puertorriqueño que la nueva metrópoli angloamericana, al afán por terminado el transitorio régimen militar, proveyera una carta gubernativa retrógrada como la Ley Orgánica Foraker, que retenía en manos norteamericanas el poder ejecutivo, destruía o menoscababa el poder legislativo con una mayoría de norteamericanos en la cámara alta o Consejo Ejecutivo, sin cuyo concurso quedaba anulada toda iniciativa legislativa insular, y reservaba expresamente al Congreso de Washington el poder para anular toda la legislación emanada de las Cámaras de Puerto Rico. Esa Carta Orgánica no hacía honor a las mejores tradiciones y principios libertarios de Estados Unidos.

En el aspecto del futuro status político de Puerto Rico, en la natural ambición de los puertorriqueños por una fórmula de libertad y justicia, ni la Ley Orgánica ni declaraciones de hombres de poder e influencia en las esferas del gobierno de Washington, expresaban promesas o gratas esperanzas para los puertorriqueños.

Estados Unidos comenzaba su aventura por nuevos territorios más allá de las fronteras continentales. Aisladas voces liberales que se alzaban en aquella época en Estados Unidos contra propósitos de imperialismo colonial y sujeción de pueblos extraños, fueron ahogadas por la poderosa corriente prevaleciente que clamaba por la extensión de la esfera de la pujante nación, en el destino manifiesto de extender las alas del águila americana hacia lejanos confines, en lo que se consideraba como área vital para afirmar la seguridad y el poderío mundial de Estados Unidos.

La forma de gobierno provista en la Ley Foraker, sin embargo, no era inferior a la que el gobierno de Estados Unidos dió de inmediato perentoriamente a los distintos territorios adquiridos después de formarse la nación con la federación de las trece colonias originales (con la excepción de Tejas que era una república independiente cuando se incorporó a la Unión, y pasó enseguida a ser un nuevo Estado), en el crecimiento gradual de los Estados Unidos a través del continente de océano a océano y desde los Grandes Lagos a la frontera y al Golfo de Méjico. A todos los territorios recién adquiridos se les dió una fórmula de gobierno que no era democrática superior a la establecida por la Ley Foraker en Puerto Rico.

Pero para aquellos territorios norteamericanos se dispuso, en letra clara y terminante, que en su día, cuando llenaran ciertos requisitos mínimos especialmente de aumento de población, serían sus habitantes inmediatamente equiparados en derechos civiles y constitucionales a los ciudadanos de la Nación, y los territorios se incorporarían y vendrían a formar Estados iguales a los demás.

En el caso de Puerto Rico, como se ha dicho, no se hizo a sus habitantes ciudadanos de la Nación, ni se les extendió todas las garantías de la Constitución de Estados Unidos. Nada se dispuso para el futuro, ni se expresó promesa alguna de ciudadanía, ni de futura forma de gobierno. La aventura de Estados Unidos resultaba puramente colonial e imperialista. Al pueblo de Puerto Rico se sometía a una condición de tutelaje sin plazo para su fin.

Se confrontaban los partidos políticos del país ante el dilema, de Puerto Rico resignarse a la condición de mera colonia norteamericana, in siquiera la clámide internacional de la ciudadanía americana, o proseguir la lucha cívica tesonera por los derechos y libertades del país. El historiador, en justicia al líderato político puertorriqueño, debe acotar que, como se verá más adelante, aunque en tenaz y agria lucha en actitudes distintas, los partidos políticos de la isla honrosamente escogieron los caminos del derecho, la libertad y la dignidad del pueblo puertorriqueño.

Organizado y en marcha el gobierno civil, se designaron en su mayor parte para los cargos subalternos del gobierno, en las oficinas de los departamentos y en los tribunales de justicia, a nativos puertorriqueños.

La pugna partidista era inevitable. La prensa y el líderato del Partido Federal, aunque aceptaban como fait accompli la anexión y expresaban aspiraciones hacia la fórmula de Territorio primero y luego la Estadidad para Puerto Rico, combatían abiertamente el status bajo la Ley Foraker. El Partido Republicano, aceptando igualmente la anexión, defendía su plataforma política propulsora del Territorio primero y luego la Estadidad, y favorecía activamente la mas rápida americanización del país, y suavizaba el pedal con respecto al sistema establecido por la Ley Foraker.

Es interesante observar que al dividirse la familia política puertorriqueña en la asamblea autonomista que acordó el pacto con el Partido Liberal de Sagasta, el grupo acaudillado por Luis Muñoz Rivera favorecía la fusión del partido insular con el Partido Liberal español, tendiendo a la identificación de Puerto Rico con la nacionalidad española. El grupo acaudillado por el Dr. José C. Barbosa favorecía la autonomía puertorriqueña sin fusión o identificación. Aspiraba el partido del Dr. José C. Barbosa a la autonomía puertorriqueña regional, sin confundirse con los partidos que se turnaban en el poder en España. Luego én 1900, bajo la soberanía de Estados Unidos, el partido presidido por Muñoz Rivera, a pesar de la letra de su programa político, daba énfasis al regionalismo puertorriqueño, mientras el partido dirigido por Barbosa favorecía la asimilación con la nueva metrópoli. Pronto más tarde, este partido se afilió al Partido Republicano Nacional de Estados Unidos.

Temprano en 1900 comenzaron los preparativos para las elecciones de noviembre de este año, para elegir a los miembros de la Cámara de los Delegados creada en la Ley Foraker. El Gobernador Allen encargó al Secretario Hunt la organización de la maquinaria oficial electoral. El Consejo Ejecutivo nombró de su seno una comisión electoral y se designó un superintendente norteamericano de elecciones, y se dispuso la organización de los colegios de votación y juntas electorales, con representación del Partido Federal y del Partido Republicano .

Prevalecía a través de toda la Isla gran excitación política. Republicanos y Federales se combatían con fervor y hasta con saña. Los ayuntamientos que controlaba cada uno de estos partidos, de acuerdo con el resultado de las precedentes elecciones de los cien días, eran el foco y baluarte de cada partido. Cálidos discursos electorales defendiendo la americanización los Republicanos, y el regionalismo los Federales, resonaban en toda la isla. Vivas y mueras de Muñocitas y Barbosistas resonaban en el ambiente.

El Partido Obrero Socialista, por el trato recibido privándosele de representación electoral para las elecciones de los cien días, lo mismo que para las elecciones a celebrarse en noviembre de 1900, y por la deficiente organización que tenía para la justa comicial, no tomaba realmente parte en la lucha política de partidos. Santiago Iglesias y el líderato de este partido daba todo énfasis a la organización y luchas obreras, y en este campo se agitaba activamente en la Federación Libre de los Trabajadores, frente a intolerancias políticas e incomprensión y resistencia de los patronos. En San Juan, cuyo ayuntamiento era controlado por los Republicanos y donde residían los principales líderes obreros, que no comulgaban con el Partido Republicano, las intolerancias fueron extremas. El Partido Obrero Socialista prácticamente no era contendiente político para las elecciones de 1900. No estaba todavía madura la conciencia obrera para luchas de carácter político partidista.

Alineadas las fuerzas políticas del Partido Republicano y del Partido Federal para la justa comicial, era necesario dividir la Isla en siete distritos electorales, cada uno de los cuales elegiría cinco de los treinta y cinco miembros de la Cámara de Delegados provista en la Ley Orgánica. Para hacer tal división, el Consejo Ejecutivo designó a los cinco miembros puertorriqueños, que resultaban ser los dos Federales, los dos Republicanos, y un quinto miembro supuestamente no partidista, Andrés G. Crosas. Los restantes miembros norteamericanos, anunciaron de antemano que votarían a favor del plan para la división electoral que acordara la mayoría de la comisión designada.

Después de largas y acaloradas discusiones, se adoptó un plan que presentó Andrés G. Crosas, preparado tras bastidores por Manuel F. Rossy. Con este plan los puertorriqueños comenzaron a adoptar prácticas norteamericanas; surgió el gerrymanderism, o sea la formación irregular y arbitraria de distritos electorales incluyen do determinadas localidades o regiones que caen fuera de regulares límites geográficos, a fin de tender a que haya mayorías para determinado partido en el distrito. Esto se hizo especialmente en el distrito de Aguadilla, que desde la Punta de Borinquen en la costa noroeste llegó irregularmente hasta las montañas de Adjuntas en el centro de la Isla, para incluir a ciertos municipios que en su conjunto podrían asegurar la victoria del Partido Republicano. Este plan fue aprobado por la mayoría de la comisión, contra el voto de los miembros Federales. Traído el asunto a votación final ante el Consejo Ejecutivo en pleno, fue aprobado también. José de Diego, Federal, formuló fuerte protesta ante el Consejo Ejecutivo al aprobarse el plan, y anunció que se retiraría como miernbro del Consejo. Le secundó, retirándose también, el otro miembro Federal, Manuel Camuñas. Bajo este mismo plan de división electoral, como se verá más adelante, el Partido Uniónista, sucesor del Partido Federal, copó varias veces todos los distritos. A los pocos días de dicha protesta ante el Consejo Ejecutivo, y autorizado por acuerdo de la dirección del Partido Federal, José de Diego y Manuel Camuñas enviaron sus renuncias al Presidente de Estados Unidos, que fueron aceptadas. En su lugar, el Presidente de Estados Unidos nombró enseguida para cubrir las vacantes a dos Republicanos, José Gómez Brioso y José Guzmán Benítez. Quedaba el Partido Federal fuera del Consejo Ejecutivo, y ya en abierta oposición al Gobierno.

Debemos consignar dos sucesos, que son trazos del cuadro que refleja las pasiones personalistas de la época. El 13 de septiembre de 1900 el periódico de Muñoz Rivera, Diario de Puerto Rico, publicó un artículo en lenguaje duro contra el alcalde Republicano de San Juan, titulado «La inquisición en San Juan, Manuel Egozque, Inquisidor». Al día siguiente de publicado ese artículo, las llamadas turbas asaltaron el local en San Juan donde se editaba el Diario de Puero Rico, y destruyeron sus talleres, enseres y máquinas.

Al siguiente día, se asaltó también el hogar de Luis Muñoz Rivera, en la calle Fortaleza de San Juan. Se procesó a Luis Muñoz Rivera y a sus correligionarios Tulio Larrínaga, Manuel Aldea Nazario, Manuel Palacios Salazar, José Labrador Viñals, Octavio García Salgado, Antonio Moreno Calderón y otros, acusados de agresión a mano armada. El juicio fue señalado para diciembre 4, o sea para después de las elecciones de ese año. Las vistas del juicio fueron sensacionales, y el proceso mantuvo en aguda tensión a la Isla. Muñoz Rivera y sus amigos fueron absueltos por el tribunal, presidido por Juan Ramón Ramos, uno de los fundadores del Partido Republicano.

Ante las elecciones a celebrarse el 6 de noviembre de 1900, en octubre 1 se celebraron las asambleas del Partido Republicano y del Partido Federal. Los Republicanos se reunieron en San Juan presididos por el Dr. José C. Barbosa, y los Federales se reunieron en Caguas presididos por Luis Muñoz Rivera.

En los discursos y acuerdos de la asamblea del Partido Republicano, se apoyó a la administración norteamericana en la isla. En la asamblea del Partido Federal se combatió a la administración y se le imputó parcialidad a favor de los Republicanos.

En esa asamblea del Partido Federal se aprobó unánimemente una resolución de simpatía y endoso a William J. Bryan, entonces candidato del Partido Demócrata norteamericano a la presidencia de Estados Unidos. Se aprobó unánimente otra resolución para cambiar oportunamente el nombre del Partido Federal, por el nombre del Partido Demócrata. Se propuso, además, por Herminio Díaz Navarro, la disolución del Partido Federal, que fue combatida por Muñoz Rivera y otros, y fue derrotada por 138 votos contra 15.

Se aproximaban las elecciones, dentro de un ambiente de excitación general, y de redoblada tirantez de los Federales en oposición al Gobierno.

Sin nueva legislación electoral, se aplicaron las reglas del Gobierno Militar para determiner las condiciones 0 requisitos de los votantes. Podrían voter solamente los varones, mayores de 21 años de edad, que supieran leer y escribir o que pagaran contribuciones al Gobierno. Bajo estas condiciones, se inscribieron 123,140 electores en toda la isla.

Dentro de la situación política descrita, y alegando que prevalecía parcialidad del Gobierno a favor de los Republicanos y no habría garantías en las mesas electorales ni en los escrutinios, y que había amenazas de violencias protegidas por el gobierno, el Partido Federal, en septiembre 1, adoptó el acuerdo de no acudir a los comicios, decidiéndose por el retraimiento electoral. El 4 de noviembre, Luis Muñoz Rivera comunicó oficialmente al Consejo Ejecutivo el acuerdo, dos días antes de las elecciones, cuando ya estaban listas para los colegios as candidaturas de ambos partidos impresas en las papeletas de votación. El Partido Federal prácticamente en mesa respondió acatando el acuerdo de retraimiento.

Se celebraron las elecciones en noviembre 6, 1900. El resultado fue 58,367 votos Republicanos, 148 votos Federales. Según las cifras le las listas de votantes inscritos, no votaron 64,625 electores.

Resultó electo el candidato Republicano a Comisionado a los Esados Unidos, Federico Degetau. También resultaron electos los 35 candidatos del Partido Republicano a la Cámara de Delegados, o sea a totalidad de la Cámara.

Los treinta y cinco miembros Republicanos electos a la Cámara fueron los siguientes: por el distrito de San Juan, Manuel F. Rossy, Luis Sánchez Morales, Manuel Egozcue, Gabriel Ferrer Hernández, y Santiago Veve Calzada; por Arecibo, Luis Amadeo, Félix Santoni, Cayetano Coll y Toste, Angel Mattey, y Manuel Zeno Gandía; por Ponce, Francisco Parra Capó, Pedro Juan Besosa, Ulpiano R. Colom, Pedro Juan Rosaly, y Pedro Arroyo; por Aguadilla, Luis A. Torregrosa, Manuel V. Domenech, Aurelio Méndez Martínez, Francisco Mejías, y Pedro S. Vivoni; por Mayagüez; Francisco Mariano Quiñones, Pasasio Fajardo, Frederick Cornwell, Ignacio Seín, y Roberto H. Todd; por Guayama, Manuel Rodríguez Serra, José Tous Soto, Carlos Blondet, Pedro María Descartes, y Tomás Carrión Maduro; y por Humacao, Leandro Aponte, José Antonio Veve, Antonio Zechini, Eduardo Lugo Viña, y Felipe Serrano. Manuel F. Rossy fue designado primer presidente de la Cámara.

El 3 de diciembre de 1900, inauguró sus sesiones esa primera Cámara de Delegados. Al día siguiente compareció el Gobernador Allen a leer su primer mensaje legislativo ante solemne sesión conjunta de ambas Cámaras, y ante una gran multitud, que era también entretenida por una banda naval de música de un acorazado norteamericano y otra banda musical local.

Comenzó a funcionar la Asamblea Legislativa, compuesta por el Consejo Ejecutivo y la Cámara de Delegados.

El primer proyecto aprobado, que se convirtió en ley, fue uno estableciendo por primera vez en Puerto Rico el juicio por jurado. Entre los otros proyectos aprobados, que se convirtieron en ley, figuran los siguientes: para comprar terrenos para una estación experimental agrícola; para establecer un asilo de ciegos indigentes; para conpilar y publicar los códigos; proveyendo que el inglés y el castellano sean los idiomas oficiales de Puerto Rico; para prohibir la explotación de niños menores; para crear becas de jóvenes puertorriqueños, para estudiar en Estados Unidos; estableciendo el sistema de instrucción pública en Puerto Rico; proveyendo para el establecimiento de escuelas industriales; la ley electoral; ley autorizando los injunctions; ley para asegurar la efectividad de las sentencias; para proteger las organizaciones obreras; ley municipal; ley estableciendo la Policía Insular; ley definiendo los derechos del pueblo, patrocinada por José C. Barbosa, asegurando la libertad religiosa, la seguridad del domicilio contra registros arbitrarios, la libertad de palabra y de prensa, y el derecho de reunión; estableciendo los procedimientos de quo warranto; estableciendo el sello oficial y escudo de armas de Puerto Rico; estableciendo el Código Político, incluyendo el sistema contributivo insular; el Código Civil, el Código Penal, y el Código de Enjuiciamiento Civil

En mayo de 1901, el Gobernador Allen informaba of icialmente al Presidente de Estados Unidos, con las siguientes significativas declaraciones:

El Partido Federal alega ser el legítimo sucesor del viejo Partido Liberal; pero los Republicanos alegan que constituyen un partido enteramente nuevo, basado en nuevas condiciones, siguiendo líneas de pensamiento moderno, abogando por cuestiones vitales. Sin embargo, un examen cuidadoso de ambas plataformas, aunque demuestra una diferencia en fraseología, revela muchos puntos de gran semejanza, entre éstos pueden notarse los siguientes: ambos declaran su lealtad incondicional a los Estados Unidos de América; y ambos desean un gobierno Territorial en el futuro inmediato, y eventualmente la Estadidad en la Unión Americana; ambos favorecen el sufragio universal, escuelas libres, moneda americana, y comercio libre con los Estados Unidos, y ambos admiran y elogian el sistema judicial americano. En todos estos puntos no hay gran diferencia entre ellos, según se expresan en sus programas. Los Federales, sin embargo, abogan por la autonomía municipal, la concesión de amplias facultades a los ayuntamientos o consejos municipales, de los cuales hay 66, con una jurisdicción territorial promedio de 56 millas cuadradas cada uno; también favorecen la incorporación de bancos; y, alegando que son sus defensores, apelan a las clases trabajadoras.

«Los Republicanos se proclaman como los defensores de la libertad de palabra y de prensa; están opuestos a la inmigración de obreros extranjeros, y defienden el sistema americano de tributación, y la enseñanza del idioma inglés en las escuelas públicas.

«En los puntos en que están en desacuerdo, ninguno de estos partidos denuncia o combate la posición del otro; el programa de cada partido no señala esos puntos. Aunque ellos mencionan con orgullo ciertas medidas que favorecen, no se alarman por las medidas que favorecen los contrarios. Durante el régimen militar, un oficial dijo que la cuestión principal entre ellos, parecia que unos estaban en el Gobierno y los otros estaban fuera del Gobierno. Sin embargo, no puede negarse el hecho de que mientras el Partido Republicano acepta de buena fe la dominación americana de la isla, y le da su apoyo cordial a la Administración, lo mismo francamente no puede decirse de sus adversarios políticos.

«No obstante la falta de diferencias claras entre los partidos, la actitud en el espíritu de partido se manifiesta en forma inusitada en el continente. Es cosa corriente que los pueblos estén divididos en bandos hostiles, y que los miembros de un partido no tengan trato alguno con los miembros del otro. Y la violencia del lenguaje en algunos de los periódicos ocasionaría en algunos Estados de la Unión escenas de derramamientos de sangre y crearían feudos por toda la vida. Sin embargo, han sido verdaderamente raros los actos de violencia ocasionados por diferencias políticas. La excitación generalmente se queda en las palabras . Aun que ocasionalmente han ocurrido encuentros personales y uno o dos motines promovidos principalmente por causas políticas.»

El Partido Federal, fuera enteramente del Gobierno, sin representación en el Consejo Ejecutivo, ni en la Cámara de Delegados, ni en las jefaturas de los departamentos ejecutivos, recrudeció la campaña de oposición contra los Republicanos y contra todo el Gobierno. Especialmente los ataques de la prensa Federal se dirigían contra el sistema de gobierno establecido por la Ley Orgánica Foraker.

La prensa de ambos partidos Federal y Republicano, excitaba al país con tópicos de animosidades personales . La prensa Federal acentuaba la nota regionalista y de sus aspiraciones de gobierno propio para los puertorriqueños. Hacía cundir en sus huestes fuertes resentimientos antiamericanos. Los Republicanos, en el Gobierno aunque sin poder efectivo, cooperaban con las autoridades norteamericanas, propulsaban la rápida americanización del pais, y reafirmaban su fe en las instituciones y métodos norteamericanos de vida. Se reafirmaban a la vez en su demanda para que Puerto Rico fuera cuanto antes un Territorio incorporado de los Estados Unidos, con la invariable meta de la Estadidad en la Unión Federal.

Mientras tanto, cierto malestar inquietaba a los Federales Algunos sotto vocce culpaban al jefe Federal de la actitud hostil del Gobierno hacia el Partido Federal. A mediados de 1901, partió Muñoz Rivera del país, y permaneció durante algún tiempo en voluntario exilio en Estados Unidos. Fundó en Nueva York el periódico The Puerto Rico Herald, editado en inglés y castellano, su tribuna de combate y portavoz del sentimiento del Partido Federal. En julio 13 de 1901 publicó Muñoz Rivera el siguiente artículo en The Puerto Rico Herald, que habla por si mismo, sobre la situación:

«Nueva Política

EI Partido Federal, benévolo antes con los gobernadores le la colonia, entró franca y resueltamente en la oposición el día en que el Consejo Ejecutivo, violando la Ley Foraker, dividió el territorio de Puerto Rico, sin atender a la igualdad en el número de habitantes ni a la contiguidad geográfica de los distritos. El proceder del Consejo no podía ser más arbitrario, más torpe ni más ofensivo. Se echaba en pro de nuestros adversarios todo el peso de la influencia oficial y se desafiaba a nuestros amigos demostrándoles que no era lícito esperar un asomo de justicia. El gobernador Allen, puso su firma al exabrupto del Consejo.

«La Prensa abrió entonces una campaña de legítima protesta. Y ya se sabe lo que vino después. Se inscribió en las listas a los mendicantes Republicanos y se rechazó a los propietarios Federales; se dieron órdenes reservadas, nosotros poseemos un ejemplar impreso de estas órdenes a la policía insular; se extremaron las parcialidades, y el Comité Ejecutivo, sin escuchar la voz de su presidente, que deseaba la lucha en los comicios, acordó el retraimiento inmediato y absoluto. El señor Muñoz Rivera cumplió el acuerdo, sometiéndose, como siempre, a los deberes que impone la disciplina.

«La Cámara se reunió al fin. Y aprobó de tal suerte su ineptitud ridícula, bajó hasta tal punto en el concepto de los hombres capaces de juzgar sus actos, provocó tales repugnancias entre los elementos sanos de la isla, que nadie dudó de la caída de aquel organismo, incompatible con la seriedad de un buen gobierno. Llegó a decirse en los círculos de San Juan, que el gobernador Allen, aburrido de unos legisladores tan inútiles, desaprobaría sus leyes y se inclinaría de nuestra parte hasta quedar junto a nosotros en una situación de mutuas consideraciones y de recíprocos servicios.

«¿Qué hizo entonces la jefatura Federal? Celebró un banquete en Caguas, desplegó las fuerzas del partido en un viaje al oriente y al norte, dió una norma de templanza a los periódicos adictos y la pluma del jefe que debía a mister Allen la destrucción del Diario, y el desastre de sus intereses trazó una serie de artículos en que se elogiaba la serenidad y la prudencia del gobernador, facilitándole medios morales de recorrer la mitad del camino, para que, recorriendo nosotros la otra mitad, coincidiéramos en un término medio compatible con la dignidad de unos y otros.

«Nosotros no creíamos en las aproximaciones de que se hacían lenguas los augures de intra y extramuros. Nosotros alimentábamos un hondo y desolado pesimismo. Pero consideramos indispensable actuar en el sentido de una tolerancia sin más límites que el decoro colectivo y la delicadeza personal. Y olvidamos el odio que nos perseguía, la desconfianza que nos rodeaba, la impunidad con que se alentó a las turbas, el impulso que se dió al brigandaje político en las calles de San Juan y Ponce.

«¿Sirvió de algo nuestra patriótica conducta? Sirvió, sí, de burla y escenario en la hosca Fortaleza. Mr. Allen suscribió la ley que priva a los municipios de sus policías, la que reduce los alcaldes a la nada, la que usurpa a los ayuntamientos el reparto y el cobro de sus tributos, la que crea un jurado para ponerlo en manos de los seides políticos. Mr. Allen fue más lejos: destituyó a los jueces Federales, designó jueces Republicanos, sustituyéndoles, nombró alcaldes y consejales repulsivos a la mayoría de los pueblos, se convirtió en un tiranuelo como Rosas, como Francia, o como Veintemilla.

«Esa es la verdad. Y desafiamos a cualquier caballero que se atreva a negarla. En Puerto Rico, desde hace un año, sólo existió el poder en manos americanas para la venganza personal contra Muñoz Rivera y para la venganza política contra el partido Federal. A esta triste misión llegó a reducirse Mr. Allen. ¿Se produjo una crisis muy ruda? Nosotros sólo sabemos que, colocados en la cúspide, donde azotaban los vientos y se desataban los rayos, supimos soportar con entereza los peligros y despreciar con altivez a los tiranos.

«A mantener el combate vinimos a Nueva York. Y cuando nos disponíamos a abrir el fuego contra los escándalos de Puerto Rico, el Comité directivo se reune en pleno y acuerda una política, tranquila, plácida, sin violencias estruendosas. Está bien. Una vez más nos inclinamos dóciles ante la voluntad del partido. ¿Es que se opine que, ya lejos Muñoz Rivera, ha de cambiar de rumbo el gobernador? ¿Es que se quiere intentar otra prueba todavía? Hágase, y que resulte un éxito fecundo en beneficio para la patria. Pero si el rumbo no varía, si el éxito no resulta, si la injusticia persiste, aquí estará The Puerto Rico Herald, esperando la orden para marchar a la vanguardia, con sus parques repletos de municiones, es decir, con su cartera colmada de datos y de historias en que palpitan desnudos los errores y las torpezas, cuando no las maldades y las insanias de estos tiempos infelices.

«Rendimos al partido y al Comité el más costoso de nuestros homenajes: el del silencio. No queremos impedir el desarrollo de esa política en que nuestros amigos más caros confían. Adelante. El Gobierno es quien decide.»

En el mismo día, julio 13, 1901, se publicó en The Puerto Rico Herald, una carta de Muñoz Rivera dirigida al Presidente McKinley, que también habla por sí misma, sobre la actitud del Partido Federal y de su jefe, que decía así:

«Señor: Un ciudadano que ejerció en su país, como vos en el vuestro, las más altas funciones ejecutivas, se propone deciros respetuosamente, pero con toda sinceridad, lo que de seguro no podría descubrir entre la urdimbre de los informes oficiales, que os presentan a Puerto Rico satisfecho de su situación, más próspero que nunca y más que nunca libre y felíz en el seno de la nación americana. Así lo queréis sin duda. Pero son unos vuestra voluntad y vuestros propósitos y son otras, en absoluto distintas, las realidades que agobian y averguenzan a los puertorriqueños amantes de su patria. ¿En que estriba ese inegable predominio de las ideas malsanas sobre vuestras ideas, grandes y generosas? ¿Quizá en que el aparato legislativo que el Capitolio pone a vuestro alcance resulta destructor de las energías insulares? ¿Acaso en que las personas encargadas de aplicar una política inteligente no están a la altura de su encargo? ¿Tal vez que el pueblo carece de aptitudes para continuar actuando con personalidad propia en los empeños de su vida interior?

«La Ley Foraker, señor Presidente, buena en lo económico, no debió nunca salir del Capitolio de Washington; es una ley indigna de los Estados Unidos que la imponen y de Puerto Rico que la soporta. No existe en ella ni la más leve sombra de un pensamiento democrático. Se os faculta para nombrar al gobernador y para rodearle del Consejo a vuestro arbitrio. Y el gobernador y el Consejo eligen a los demás funcionarios, sin que se permita a la Cámara de Representantes fijar la cuantía de los sueldos ni la importancia de los servicios.

«En los días del que llamaron muchos en América despotismo español, Puerto Rico mandaba sus diputados a Ias Cortes de Madrid, votaba sus leyes, era una provincia de España igual a las provincial europeas por la constitución, que las amparaba, nivelándolas en el derecho y aún otorgando a la isla del Atlántico la autonomía que rehusaba a las tierras del continente. Existía también un Consejo; pero ¡que diferencia del Consejo de entonces, de origen popular y de carácter parlamentario, al Consejo de ahora, de origen oficinesco y de carácter burocrático!

«El que os escribe, tuvo el honor de presidir aquel cuerpo, que gobernó sin restricción y sin reserva. Y puede afirmar que ni una sola vez encontraron los ministros, enfrente de sus actos, el veto de España. Eramos nosotros responsables de nuestros decretos y los dictábamos con exquisita prudencia; más asimismo con independencia no discutida ni mermada por la metrópoli. En una palabra, el self-government se desenvolvía sin obstáculos y empezaba Puerto Rico a sentirse dueño de su presente y de su porvenir.

«Al desaparecer, demolido por vuestras escuadras, el edificio histórico que tenía en su cúpula, como último bloque, las colonias ya emancipadas y autónomas, todas las esperanzas se volvieron a otro edificio; al que iba a erigirse sobre la amplísima base de una democracia que es el asombro del mundo. Hasta los más pesimistas confiaron que la nueva nacionalidad en ningún caso, por ningún pretexto, mermaría las libertades otorgadas por la antigua. ¡Ah, señor! No sólo las mermas, sino que las aniquila y las destruye. En Puerto Rico el sufragio de los pueblos es una farsa. La orden del gobernador única que rige para hacer las elecciones, crea una junta de inscripción en San Juan y diversas juntas subordinadas en la isla. Unas y otras reciben del propio gobernador su nombramiento. Y poseen la potestad de inscribir o no inscribir a los electores, a su capricho y sin responsabilidades ulteriores.

Por eso, al elegirse la Cámara, fue a las urnas un solo partido, aquel que lisonjeaba al Gobierno, secundando sus planes, inclinádose enfrente de sus injusticias y aceptando en desdoroso silencio, o con incomprensible aplauso, la muerte de la patria. Y por eso la Cámara, en que existe un solo matiz de opinión pública, no representa las ideas ni los intereses del país, sino los intereses y las ideas del Gobierno, que las impuso y las sostiene por la fuerza. Los que en Puerto Rico poseen la propiedad y la intelectualidad permanecen proscritos de la administración, sin duda por el enorme crimen de querer para su isla las libertades americanas bajo la bandera americana.

«De Puerto Rico están ausente esas libertades. Los municipios no pueden designar los profesores de sus escuelas, porque en la designación interviene el Comisionado de la Enseñanza; ni los médicos de su distrito, porque ha de consultarse al Comisionado de Sanidad; ni los vigilantes de sus barrios, porque el gobernador escoge a todos los individuos de la Insular Police, y no se consiente a los pueblos tener policía propia; ni pueden repartir ni recaudar sus contribuciones, por que de esta función se encarga en absoluto el tesorero de la isla; de modo que en Puerto Rico no hay municipios, y hasta las vacantes de alcaldes y concejales han de ser cubiertas por el gobernador.

La organización judicial, desde los jueces de la Corte Suprema, hasta los jueces de las Cortes de Policía, reconoce también el mismo origen. Y se ha hecho exclusivamente a beneficio de un solo partido, de tal suerte que los tribunales no son la garantía más alta de aquella sociedad, sino el dócil instrumento de las pasiones políticas. Ha poco tiempo, en el mes de abril, se destituyó a todos los jueces de procedencia no Republicana. Entre ellos figuraban jurisconsultos de gran renombre y de historia sin mancha. Se les sustituyó con jóvenes recién salidos de las Universidades, entregándose así la justicia a la ineptitud y a la inexperiencia.

«Tiranía semejante sólo se conoce en las estepas rusas, en los dominios de la Puerta Otomana o entre los bárbaros mandarines del Celeste Imperio. Y creedlo, señor Presidente, The Puerto Rico Herald no se publica para hacer campaña contra la administración de la que son su jefe soberano; se publica para que sepais vos y para que sepa el pueblo de los Estados Unidos la verdad de lo que ocurre en una colonia que desespera y sufre el ver que, mientras en su territorio se muere de hambre bajo el despotismo, los informes oficiales la presentan feliz y la declaran contenta, de su ruina y de su servidumbre.

«En las páginas de este periódico iréis viendo, si os dignáis leerlas, los abusos de que somos víctimas lo puertorriqueños. No se limitará nuestra labor a unas cuántas censuras; unirá las pruebas a las afirmaciones y pondrá ante vuestros ojos, hechos que desconocéis, pues si los conocierais no los consentiríais, ya que en vuestras manos está el honor nacional, comprometido por los que, en nombre de la libertad, sumergen a los dominios americanos de ultramar, en la esclavitud más injusta y degradante.

«Acaba de establecerse el libre cambio, es cierto, según lo mandaba la Ley Foraker. Y porque mandaba esto, y porque resolvía distintos problemas atañederos al desarrollo material de Puerto Rico, dije antes que la ley es buena en lo económico; pero en lo político, señor Presidente, es una red dentro de la cual se nos encierra sin misericordia, privándonos de todo derecho y obligándonos a pensar que se quiere reducirnos a la triste condición de siervos romanos, adscritos al terruño, impotentes para cualquier iniciativa y condenados a una inferioridad injuriosa, frente a la cual se alzará siempre la protesta de los hombres libres.

«Y hay algo más triste. La seguridad de las personas desaparece. La policía, en vez de ser una institución protectora, es una institución amenazadora que lleva en sus abusos la alarma a las familias. Antes del año 98, los habitantes iban desarmados. Ahora han menester armarse, no ya para el tránsito de los caminos rurales, sino para el de los recintos urbanos. Y ahora precisamente se registra en las calles a los caballeros mas dignos, abligándolos a pasar por la verguenza de que un olizonte les detenga y humille en público. Tal proceder se emplea, sin una sola excepción, contra los Federales, y podrá creerse que desea desarmar a una parte del pueblo, en tanto que la otra ostenta sus revólveres y sus cuchillos, destruye las imprentas de los periódicos adversarios y forma, con gran notoriedad, una banda que se titula el partido de las turbas, y que funciona en San Juan, sin que a las autoridades sorprendan ni su nombre ni sus fines. Fijaos, señor Presidente, en que jamas se alteró el orden en tiempos de España, y considerad que en esos tiempos se altera a cada paso, produciéndose motines y tmultos en que actúa siempre la Insular Police, es decir la fuerza, de la que el gobernador dispone a su antojo. En mas de una occasion ha corrido sangre en esas asañas, sangre inocente que no debió derramarse nunca, y esta caldeando los espiritus con el fuego de una indiganación a duras penas reprimidas.

No es culpable el pueblo de Puerto Rico; él tuvo muncipios libérrimos, como los americanos, y supo administrar su fortuna; él tuvo sufragio universal, como el americano, y supo votar con tranquilidad perfecta; él tuvo una cámara y en gabinete autonómicos, y supo emplearlos para el bien; él demostró durante medio siglo su pasividad, rayana en la mansedumbre. Y es en verdad extraño que esas virtudes se pierden y se disipen cuando debían acentuarse y rebustecedrse en el contacto de las instituciones de una gran república.

Recibid, señor Presidente, el testimonio de mi profunda consideración.

Luis Muñoz Rivera

Ex-Presidente del Gobierno Autonómico de Puerto Rico.

En Puerto Rico se mantenía viva la lucha de partidos, El Dr. José C. Barbosa y Manuel F. Rossy, principalmente, desde el periódico diario El País, de San Juan, replicaban a Muñoz Rivera, en defensa del Partido Republicano y de sus orientaciones políticas. Propugnaban estos la rápida americanización del país, la intensificación de la enseñanza del inglés y la identificación en todos los órdenes para hacer la Isla una comunidad norteamericana. Los Republicanos defendían el nuevo régimen norteamericano y a sus gobernantes, anque ciertamente siempre propendían a expresar las ansias de igualdad, en la asimilación, dirigidos hacia la meta de la admisión de Puero Rico como un nuevo Estado en la Unión federal norteamericana. Todo indicaba que la nueva metrópoli se identificaba con las tendencias del Partido Republicano, alentándose los propósitos de este partido.

Se aproximaban las famosas elecciones de 1902. El 15 de septiembre de 1902 asumió el cargo de gobernador William H. Hunt como sucesor de Allen. De actitud menos diplomática que Allen, Hunt, había sido combatido por los Federales desde cuando era Secretario bajo su antecesor. La designación de Hunt como gobernador fue acogida con sumo disgusto por los Federales.

Estas elecciones de 1902 se llevaron a cabo bajo la nueva ley electoral, aprobada en marzo 1, 1902. Bajo la Ley Orgánica Foraker las elecciones se celebraban cada dos años. En estas elecciones se elegirían el Comisionado a Estados Unidos, los Delegados a la Cámara, lo alcaldes y consejos municipales, las juntas escolares locales, y los jueces municipales. El Consejo Ejecutivo dirigía las elecciones. Solamente serían votantes los mayores de 21 años de edad, que supieran leer y escribir o que fueran contribuyentes, debiendo acreditar la condición con los recibos de pago de contribuciones por concepto de propiedad inmueble. Se mantuvo el derecho de los electores que aparecían inscritos en las elecciones precedentes. Las juntas electorales de distrito estarían compuestas de tres miembros, uno en representación del partido Republicano, otro en representacion del Partido Federal, y un tercer miembro en representacion del Gobierno. Igualmente se constituirían las juntas locales de jueces de elección, que practicarían los preliminares escrutinios locales mediante hojas de cotejo que serían enviadas al Consejo Ejecutivo haría los escrutinios generales finales.

Para estas elecciones de noviembre 4, 1992, aparecían 158,924 electores inscritos, en las listas de votantes. Votaron 111,216 electores en toda la Isla. El Partido Republicano obtuvo 73,823 votos. El Partido Federal obtuvo 34,605 votos. Esta misma Izquierda obtuvo 1,749 votos en Ponce, 6 votos en Juana Díaz, y 3 votos en Coamo. O sea el Partido Republicano obtuvo una mayoría general sobre el Partido Federal de 39,218 votos.

El Partido Republicano reeligió al Comisionado a Estados Unidos, Federico Degetau; y eligio 25 miembros de la Cámara de Delegados. El Partido Federal eligio 10 miembros de la Cámara de Delegados. Los Republicanos eligieron los funcionarios municipales de 53 municipios; y los Federales eligieron los de 13 municipios.

Fueron electos Delegados a la Cámara, por ambos partidos, Manuel F. Rossy (Republicano), Jose R. Aponte (Republicano), Carlos Cabrera (Republicano), Manuel Camuñas (Federal), Tomás Carrión Maduro (Repubicano), F. L. Cornwell (Republicano), Herminio Díaz Navarro (Federal), Jose Gordills (Republicano), Arístides Díaz (republicano), Aristides Díaz (Republicano), José de Diego (Federal), Manuel V. Domenech (Republicano), Pascasio Fajardo (Republicano), G.W. Fishback (Republicano), Jose R. Gómez (Republicano), José R. Gómez (Republicano), Octavio Garcia Salgado (Federal), José Jiménez (Republicano), Juan Hernández López (Republicano), Juan de Guzmán Benítez (Federal), Tulio Larinaga (Federal), Juan Mattei (Republicano), Loreto de Jesús Montalvo (republicano), Ramón Nadal Santacoloma (Federal), Fernando Nuñez (Republicasno), Santiago R. Palmer (Federal), Manuel Pérez Aviles (Federal), Francisco Mariano Quiñones (Republicano), Juan Ramón Ramos (Republicano), Darío Rola (Republicano), Luis Sánchez Morales (Republicano), Santiago Veve Calzada (Republicano), Pedro C. Tomothee (Republciano), Luis A. Torregrosa (Republcano) y Pedro S. Vivoni (Republicano). Manuel F. Rossy fue reelecto Speacker de la Camara.

Estas fueron las celebres elecciones llamadas del dos por uno, fundado ello en que los Federales alegaron que en las jntas electorales de distrito y en las mesas de votación y escrutinios los Republicanos tenían dos representantes, o sean el de este partido y el del Gobierno, contra un representante del partido Federal.

Hubo quejas y protestas de los Federales sobre la conducta del Gobierno en las elecciones, con acusaciones de ilegalidades y fraudes. Fue en esta epoca cuando el entonces Secretario de Puerto Rico, Charles Hartzell, comentando una querella elctoral, dijo que peores cosas ocurren en Colorado.

El Gobernador Hunt informaba luego a Washington sobre estas elecciones, diciendo, entre otras cosas, lo siguiente:

La prensa Fedeeral siempre ha dirigido ataques y vituperios contra la norma, las acciones y los funcionaros de la administración americana. Sin embargo, dándonos cuenta de que este abuso excesivo no es sino el resultado inevitable del disfrute de la libertad de palabra y de prensa, ello ha sido ignorado, excepto en aquellos casos cuando se han dirigido cargos que hayan envuelto a la integridad moral. Esta norma ha requerido paciencia, pero creemos que al final ella sería el mas seguro antidoto contra las falsedades e injurias. Sin embargo, ha habido ocasiones cuando algunos líderes Federales han cooperado. Algunos de estos en voz baja dicen que su prensa no expresa los sentimientos de ellos, y para el crédito del partido la conducta de dos o tres de sus miembros en la última Legislatura ha sido moderada y patriótica. Los Republicanos, por regla general, han ayudado activamente para propulsar los fines del Gobierno y son responsables de importantes medidas que figuran en nuestros etatutos. Ellos realmente han sido la activa fuerza cooperadora ante el pueblo desde que se creo el gobierno civil. En la distribución de empleos en el gobierno, nosotros siempre hemos reconocido a los dos partidos locales. Hay muchos hombres de ambos partidos en los distintos departamentos del Gobierno. Los Federales también se oponen a la vigente Ley Orgánica. Ellos quieren un Consejo Ejecutivo electivo, además de la Cámara de Delegados, y son persistentes en su demanda de que haya más autonomía municipal.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO CINCO

SE DISUELVE EL PARTIDO FEDERAL – SE FUNDA EL PARTIDO UNION DE PUERTO RICO.

LAS ELECCIONES DE 1904.

Desde después de las elecciones de 1900 comenzó a agitarse en el seno del Partido Federal un movimiento que favorecía la disolución de este partido. En noviembre de 1900, Luis Muñoz Rivera publicó en su periódico La Democracia una serie de artículos oponiéndose a la disolusión que públicamente pedia Herminio Diaz Navvarro, líder Federal. En la asamblea pre-electoral de octubre del mismo año, y según hemos relatado, había sido derrotada una moción presentada por Diaz Navarro para la disolución de este partido. Con el exilio de Muñoz Rivera en Nueva York, desde donde éste arreció su campaña contra la Ley Orgánica Foraker y la administración norteamericana en Puerto Rico, se acentuó el clamor por la disolución. El malestar expresado también por algunos prominentes Republicanos ante la situación de gobierno en Puerto Rico, dió lugar a que se agitara con más fuerza en toda la Isla la idea de la creación de un nuevo partido que pudiera unir a los puertorriqueños en demanda armónica de las libertades del país.

Desde antes de las elecciones de 1902, Rosendo Matienzo Cintrón, Republicano, había tenido disparidades con su colega en el Consejo Ejecutivo Dr. José C. Barbosa. Bullia en la mente de Matienzo Cintrón la idea de que se fundase una nueva agrupación política, que pudiera aunar voluntades de ambos partidos, para la resistencia contra la Ley Orgánica Foraker y para nuevas orientaciones libertarias del porvenir. Se retiró del Consejo Ejecutivo, y comenzó a predicar la formación del nuevo partido. A Matienzo Cintrón se unió Manuel Zeno Gandia, quien había sido electo Delegado a la Cámara por el Partido Republicano en 1900, y quien favoreció en la prensa con vigorosos artículos la formación del nuevo partido. Otros distinguidos líderes Republicanos se unieron al movimiento. A comienzos de 1902, Rosendo Matienzo Cintrón lanzó al país un resonante manifiesto, llamando a la concordia y a la unión de todos los puertorriqueños, exhortando a la disolución de ambos partidos y a la creación de una nueva colectividad política netamente puertorriqueña.

En febrero de 1902, Rosendo Matienzo Cintrón, ante una enorme multitud de puertorriqueños de todos los partidos y procedentes de numerosas poblaciones de la Isla, pronunció un histórico discurso en el Teatro Municipal de San Juan, que en parse decía lo siguiente:

«Es admirable la expectación pública de nuestro pueblo en estos momentos. Señores y señoras, que representáis aquí a toda la Isla de Puerto Rico, yo os saludo y felicito calurosamente con todo el fervor de mi alma.

«Los partidos políticos de Puerto Rico en este momento histórico, ¿qué hacen? ¿cumplen con su deber? ¡Yo entiendo que no!

«Los partidos políticos que tenemos, entorpecen en este momento santo, no engendran el afecto ni la unión, aunque si promueven la desunión y el odio. De esta manera seremos irremisiblemente avasallados por la ola, aniquilados por la marea que sube. Asi no vamos a ninguna parse, porque los pueblos retrógados tienen el deber de dejar el sitio que ocupan a los pueblos cultos y progresistas. Los partidos politicos miran egoistamente el interés propio, como cualquiera asociación mercantil: es un defecto, grave y fatal, que caracteriza a todos los partidos políticos del mundo. Los partidos politicos son, troy por troy en este país, un gran estorbo. El arma que con más preferencia, y, más poderosa, esgrimen los partidos politicos, es el insulto al contrario; la fuerza, por ellos empleada, es el odio; no se mueven, generalmente, por amor a la patria, sino inducidos por el vil egoismo, por el vil interés personal; eves partidos van a las luchas electorales por el ruin medio de determinados grupos; sólo piensan tracer leyes electorales para ganar las elecciones, lo que para ellos significa tener seguro el pan para sus adeptos.

«La opinión pública no está representada hoy en esos partidos, porque debe ser una sola aspiración común. En todos los países no se ha hecho indispensable que haya dos partidos; no se necesitan dos voluntades; en todos los países, más que partidos, se ha necesitado ante todo oir la opinión pública. Ya lo sabéis, puertorriqueños, es preciso, es de absoluta necesidad que haya opinión pública, y nada más que un solo pensamiento en estos momentos trascendentales.

«La mayor parse de los puertorriqueños, desgraciados, no piensan más que en forjar las cadenas de la otra mitad de la comunidad, aniquilándose unos a otros. Triste división…

«No tengo palabras para haceros comprender haste dónde alcanza la perniciosa influencia que ejercen ahora los partidos politicos en nuestro país. Y no necesito manifestaros, porque lo sabéis todos, que tan perniciosa influencia ejerce el partido Republicano como el partido Federal. Yo no me uni al partido de que hoy formó parse con el fin de continuar sembrando la división entre los puertorriqueños, sino para defender a los puertorriqueños. Hago constar, sin embargo, solamente aqui, que si alguna vez salgo del partido Republicano, al que ingresé, repito, con el noble propósito de realizar la unión de todos, si alguna vez salgo de las huestes de esta agrupación, en cuyas files milito, es por comprender que asi conviene a mi patria, es para caer dentro de los puertorriqueños, es para luchar por la unión de todos los puertorriqueños, mi más grande y hermoso ideal.

«Es necesario comprender que nuestra aspiración no debe ser más que una: que sea una la voluntad de todo el país. Puerto Rico debe tener una sola voluntad política. Yo observo con tristeza que por encima del amor de la Patria, del amor del pueblo puertorriqueño, hay aqui otros intereses, viles intereses personales. Yo declaro aqui rotundamente que el interés de todo aquel que posponga el amor a la patria, de todo aquel que tienda a corromper esa sola voluntad que debe ser nuestra única aspiración en Puerto Rico, tiene una aspiración personal. ¡Es un interés miserable!

«Es miserable, vuelvo a repetir, todo aquél que vaya en contra de su pueblo; y todos los que tengan como único ideal, el vil interés personal.

«Hay puertorriqueños que dicen, que yo sueño, que yo veo visiones. No se equivocan al eonsignarlo asi. Ciertamente que yo sueño, pero con un ideal hermoso y santo: con la dignidad de la patria. Bien merece que ese sueño se convierta en realidad. La patria por encima de todos…

«Cuando se sueña tan alto, hay que seguir soñando. Yo sueño con la patria y pido una realidad, pero que sea una realidad que engrandezca pronto y dignifique pronto a Puerto Rico. Los que no soñáis asi, sods unos pobres compatriotas, degradados por la servidumbre. Soñemos, pues, con nuestra regeneracion, con el desarrollo fisico, para que, al contacto de dos razes, una superior y otra inferior, resista la última el empuje de la ola que se levanta hacia el Occidente y que nos viene encima; soñemos con el desarrollo fisict y con el desarrollo intelectual y moral, indispensables para ser prósperos y ricos; soñemos con dirigir y perfeccionar la educación, soñemos con que hemos vigorizado las lineas, dado flexibilidad a los músculos’ fortalecido el desarrollo, formando hombres fuertes y gallardos perfectamente dispuestos para emprender la lucha por la existencia; soñemos con que hemos dignificado a la mujer, con que nos hemos dignificado y moralizado nosotros; con que tenemos fe, con que hemos definido el ideal; soñemos, en que, con nuestra regeneración, con nuestra perfectibilidad, con la santidad del hogar y con la gloria de la patria.

«La realidad es el amor. El amor que une a las almas no es un sueño. Sólo el que piensa y medita en el amor de sus semejantes es el que acierta. Si nosotros, como es verdad, hemos hecho una división, y no hemos perdido tiempo para hacerla, no debemos perder tiempo en tracer ahora la unión. La unión que será la vida de nuestro pueblo…

«Yo pedi a mis amigos con toda el alma, la unión con los Ortodoxos. Y troy, si mis amigos los Republicanos, me dijeran que sueño, al predicar la unión de todos los puertorriqueños, como lo hago, os juro que me separaria inmediatamente de mi partido. Los sueños son a veces más eficaces que las realidades más ciertas de la vida. Sabed que, si no nos unimos pronto, la muerte es irremediable. Sabed que, si troy somos dos, mañana seremos algunos más. Es necesario ser nobles y generosos, deponer rencillas, y prepararnos a la lucha por la existencia~ Los pueblos de córazón bueno y de levantados ideales son los que podrán seguir en esas luchas, que es la lucha por la vida.

«Puerto Rico tiene derecho a perpetuarse porque es bendito y noble. Hoy es un grave crimen ser Republicano o Federal. Si no sabemos ser puertorriqueños, debemos aprenderlo pronto.

«Los programas de los partidos Republicano y Federal, son la misma cosa. Les separa el personalismo. Los puertorriqueños deben exigir responsabilidades a eves hombres politicos que siembran el odio y alimentan rencores y agravios entre sus paísanos aumentando los males de la patria. Tenemos necesidad de ayndar a los norteamericanos, tenemos necesidad de ser sus auxiliadores y cooperadores; pero para ello es necesario ester unidos, bien unidos. Ya lo he dicho antes: se puede vivir ahora sin la existencia de eves partidos políticos. Lo que es indispensable es que haya opinión pública, opinión pública constituída.

«Apartemos de una vez de nosotros las miserables cuestiones de personalidad. Puertorriqueños’ vosotros estáis plenamente autorizados para decir, cara a cara y alto el ademán» a esos partidos politicos: Vosotros no tenéis derecho a sembrar odios, a anular la personalidad puertorriqueña, a colocarnos débilmente frente a la ola avasalladora del Norte, sin fuerzas ni medios para resistirla; a detener, en fin, el carro de la civilización.

«La unión, la santa unión de todos los puertorriqueños, se impone hoy más irresistiblemente que nunca. No tardará mucho sin que se nos pruebe que si no hacemos la unión política pereceremos sin remedio, seremos aniquilados fácilmente. Hoy no se necesitan partidos, ni opiniones diversas. Puertorriqueños oidlo bien, si nosotros no hacemos la unión y permanecemos divididos, distanciados unos de otros, demostraremos plenamente, como yo lo consigné ante el partido Liberal Reformista una vez, que nuestra impotencia es definitive y absolute.»

El manifiesto y este discurso de Matienzo Cintrón tuvieron gran repercusión en toda la isle. Respondieron numerosas adhesiones de diversas localidades, y era evidente que el país acogia con sumo interés y entusiasmo las ideas hacia la unión puertorriqueña predicadas por el eminente orador. Prominentes líderes Republicanos propulsaron la idea, y acrecentó la fuerza del movimiento dentro del Partido Federal, que deseaba su disolución.

En enero 9 de 1904, Luis Muñoz Rivera publicó un articulo en The Puerto Rico Herald, que terminaba con los siguientes párrafos:

«Si llega un instante en que el patriotismo noble y viril reemplace a las pasiones raquiticas y a las bajas ambiciones; si los partidos de troy se funden para dar cuerpo a una organización bajo cuya bandera combata el país por su interés y por su honra, nos colocaremos en actitud de pedir y de obtener lo que en justicia nos adeuda la nación americana.

«La Cámara insular que ahora obedece a los caprichos del Gobernador, obedecerá entonces a los mandatos del pueblo. Serán imposibles los abusos del Consejo y combatiremos de poder a poder; de un lado la isle, con sus ideas, con sus intereses, con sus impulsos; del lado opuesto la burocracia con sus cálculos menguados y sus voraces apetitos.

«Dentro de la Ley Foraker, en un solo reducto se parapetarian los representantes nativos con esperanzas, con seguridades de triunfo: en el derecho de la Cámara a aprobar, a modificar o a rechazar los presupuestos. Sin el voto de la Cámara, los tributos no se cobrarán; no se pagarán los empleados; la administración se encontrará en el vacio, a menos que’apele a la autoridad del Congreso de los Estados Unidos. ~

«Y la Ley Foraker pasará a la historia si el Congreso de los Estados Unidos llega a convencerse de que es incompatible con el bienestar y el decoro del país que la soporta.

«Pues bien; ese efecto se producirá con la unión. Y para llegar a la unión se encontrarán fórmulas concretes, aunque haste la fecha en que escribimos nadie intentó proponerlas.

«Nosotros acabamos de recibir una de San Juan, anónima, pero no por eso menos plausible.

«Hela aqui:

«1. Disolución del partido Federal y del partido Republicano, decretada por asambleas generales.

«2. Formación inmediata de un partido sobre la base del programa Republicano y del programa Federal.

«3. Este partido tendrá como jefe a tres hombres que no figurar en los partidos actuales y que residan en la capital.

«4. A eves tres hombres se unirán, a manera de Comité Ejecutor, dos Republicanos y dos Federales.

«5. Cada uno de los otros seis distritos nombrará un Republicano, un Federal y un neutro, y jUntQS, los veinticinco caballeros, formarán el Comité director.

«6. Este Comité estará revestido de una autoridad indiscutible; sus resoluciones serán obligatorias y las mantendrá la Prensa política.

«7. El nombre del partido se fijará en una asamblea, votando cada representante el que le parezea más propio.

«8. Las candidatures para la Cámara se acordarán por los Comités de distrito y los Comités locales, y éstos se eligirá~ conforme a los principios que se establecen para la designación del Comité director.

«9. La candidature para Comisionado en Washington será acordada por el Comité director en pleno.

«10. Representará al nuevo partido ante la Prensa y ante los poderes de la nación el doctor Julio J. Henna, de Nueva York.

«Las bases anteriores son juiciosas y equitativas. Su autor busca y encuentra el medio de que, sobre las antiguas rivalidades polítical, predomine un alto sentido de neutralidad. De suerte que, sin prescindir de los hombres del dia, ni de sus tendencies, ni de sus programas, se bate a otros hombres que resuelvan, constituyéndose en árbitros supremos, las cuestiones que surjan en el seno de la colectividad.

«Estúdiese esa fórmula que nosotros aplaudimos con fruición y aceptamos con júbilo.

«Y si el mayor número en ambos partidos la admite, no importan los rezagados ni los que pretendan seguir apoyando al Gobierno. El país estará con el país.»

El 24 de enero de 1904, el presidente a la sazón del Partido Federal, Santiago R. Palmer, a nombre del Comité central directivo del partido, dirigió la siguiente carte al presidente del Directorio Republicano:

«El Comité Ejeeutivo Federal, inspirándose en móviles de alto patriotismo; respondiendo al propósito de que Puerto Rieo agrupe sodas sus fuerzas y emplee sodas sus aetividades para mantener su propia personalidad, estimando que la existeneia de dos partidos en lucha neutralize la acción que ambos pudieran consagrar a la defense del país y de sus intereses politicos? económicos y sociales, afirmando que es deber imperioso en la hora presente, sacrificer impulsos particularistas ante el ideal supremo de una patria próspera y libre; declarando que la unión es el único camino que conduce a la libertad y prosperidad de Puerto Rico, resolvió, tras maduras deliberaciones, proponer al Directorio, presidido por usted, que convoque una asamblea y que aconseje a esta la disolución del Partido Republicano. Simultáneamente el Comité Ejecutivo, presidido por mi, convocará también una asamblea y aconsejará la disolución del partido Federal. Las dos asambleas juntas, y ya en carácter constituyente, estarian en condiciones de acordar la unión de Republicanos y Federales en una sola colectividad.

«Al comunicar la resolución a que aluden las líneas anteriores, en nombre de mis amigos, apelo a los sentimientos patrióticos de usted y de los suyos, a fin de que se coloquen en la actitud que franca y sinceramente adoptaremos.

«Aguardo su respuesta y tengo el honor de suscribirme de usted, «Afectísimo paísano y S. S., «Sant~ago R. Palmer.»

El 31 de enero de 1904, Manuel F. Rossy, a nombre del comité directivo del Partido Republicano, respondió a la carte de Santiago R. Palmer, en la forma que sigue:

«El Comité Ejecutivo del Partido Republicano Puertorriqueño ha leido la carte que usted, como digno presidente del Partido Federal Americano, se sirvió dirigirme proponiendo que cada uno de estos dos partidos se reuniese en Asamblea para tratar de su respective disolución, y obtenida ésta, acordarán entonces la unión de Federales y Republicanos en una sola colectividad.

«Nuestro partido se formó en la Asamblea del 1 de julio de 1899, con la concurrencia de los que previamente aceptaron la Constitución del Parthlo Republicano Puertorriqueño, la cual comienza declarando que es deber de todo ciudadano sostener la personalidad y las leyes de su país. Y añade luego, que llegará muy pronto el die en que Puerto Rico ocupe un lugar entre los Estados de la Unión; doctrine ratificada en la Asamblea de 17 de mayo de 1902, y confirmada en la reciente de 21 de este mes, que aprobó unánime los trabajos de la comisión enviadaa Washington con el propósito de establecer relaciones con los leales del Partido Republicano de los Estados Unidos, y pedir nuestro ingreso en él, cuya petición recomendara favorablemente el Comite Nacional a la Convención de Chicago de junio del presente año.

«Nuestro partido ha realizado con perseverante constancia y acertada orientación la difícil y hermosa obra de instaurar el gobierno civil en Puerto Rieo, afianzando la política amerieana con buen éxito, a pesar de la crisis de la guerra, del cambio de soberania, de la transformación de nuestro régimen político, económico y jurídico, del pesimismo de unos y de la malicia de otros, que viven del pasado con la engañosa pretensión de defender una personalidad del país, que solo ahora por primera vez surge merced a la libertad y democracia que ya se infiltran en todas las etapas sociales.

«No es posible que nuestro partido olvide sus compromisos con el país, con el pueblo de los Estados Unidos y eon su propia conciencia de luchar por el bien general y de tracer fácil y fructífera la evolución de nuestra vida orgánica, para disolverse y secundar los fines que usted persigue, después del fracaso que está sufriendo el Partido Federal Americano por su falta de sirenidad política, de segura orientación y de valor para afrontar el porvenir y olvidar el pasado.

«Los partidos politicos que como órganos de la opinión deben emplear procedimientos adecuados para hacerla sentir en el gobierno, fracasan cuando no pueden conseguir sus fines y se disuelven dejando sitio a otros que le sustituyan con probabilidades de mejor éxito.

«Pero no es cuerdo ni patriótico que el partido fracasado pretenda arrastrar con su caída al partido triunfante en la opinión e influyente en el gobierno, porque se vería privada entonces una parte del país del mejor medio de manifestar sus aspiraciones y de obtener la satisfacción de sus necesidades. El hombre enfermo que va a morir no es tan egoista en pretender que los demás hombres mueran con él, sino que por el sentimiento de la solidaridad y la ingénita aspiración a la inmortalidad deja gustoso a los soyos su patrimonio y su experiencia, a fin de que la aprovechen en el curve de la vida.

«Disolver los partidos porque uno esté desengañado, es una locura política que a nadie se le había ocurrido haste ahora; en primer lugar, porque el partido proponente de la disolución no es dueño de la vida del otro partido que está lozano y animoso de seguir adelante, y en segundo luger, porque tal pretensión renovará aquel tremendo hecho biblico de la muerte de Sansón con los Filisteos, poco caritativo, puesto que al desear la muerte de todos por no haber obtenido enseguida su propósito, demuestra ese partido importarle nada el país con cuyo anhelo vino a la vida pública.

«La unión como idea política es contraproducente. No todos los puertorriqueños estarán conformes ni con las ideas ni con los detalles que afectan a la constitución y bienestar de Puerto Rico, y desde el insante de desolverse los os partidos como usted pretende en los cuales no se encuentran todos los puertorriqueños, para constituir uno solo, podría formarse en contra de éste otro partido con distintos propósitos, carecería de objeto la unión, volviendo a encontrarnos en análoga situación a la que troy atravesamos.

«La unión como procedimiento es equivocada y dañosa para el bien de Puerto Rico. Si la unión es con el Gobierno, retrogradariamos a los patriarcales tiempos en que el Capitán General era amo y el pueblo era el esclavo, cuyos lamentos se ahogaban con la griteria de las galleras, con el frenesi de las fiestas patronales y con el oro arrancado de la sierra mediante el trabajo esclavo para regarlo luego en espléndidos festivales. Si la unión es contra el Gobierno, serian entonces incalculables los males derivados de esa conducta que implicaría una protesta injusta e ingrate contra el régimen americano. En ambos casos carecería la unión del primer requisito fundamental de todo partido aspirante a gobernar, cual es el de tener en cuenta el medio ambiente para realizer su programa; porque el primer cave suprimiría la voluntad del país, y en el segundo caso suprimiría la voluntad nacional, aunque algunos no quieran el gobierno y bienestar de Puerto Rico.

«Afortunadamente desaparecieron ya los motivos de aquellas protestas que la realidad imponia a nuestra conciencia, surgiendo en compensación las esperanzas lisonjeras con que el alma puertorriqueña mitigaba sus tristezas. Hoy el pueblo goza de libertad y el ciudadano disfruta de garantía, y hemos de tener fe y juicio para desenvolver dentro de esa libertad y garantia nuestras aptitudes y hacerlas conocer del pueblo americano, para que Puerto Rico sea pronto completo dueño de sus destinos y factor concurrente con los demás países de la Unión, al esplendor de la gloriosa bandera que esparce el espíritu de su democracia en toda la humanidad.

«Si el Partido Federal Americano pretende disolverse por carecer de fe en el porvenir, no adaptarse a la realidad y vivir como la mujer de Lot mirando hacia atrás, es cosa muy sensible, pero si tal trace, surgirá indudablemente otro partido mejor orientado que coadyuve luchando en la prensa, en los comicios y en el parlamento con el Partido Republicano, haste conseguir la complete felicidad de Puerto Rico.

«Todos los puertorriqueños están unidos en el amor a la patria y en el deseo de su dicha, y caben estarlo también en el amor a la bandera que Dios nos ha dado y a la nación de que formamos parse, y todo nuestro patriótico esfuerzo debe encaminarse a infiltrar en la conciencia públi¿a el convencimiento de que las doctrinas y la práctica de la democracia norteamericana son las únicas susceptibles de regenerarnos y afar relieve a nuestra personalidad, que no es otra sino el regimen ce ia c emocracla nacienc o atir e corazón ce os puer-torriqueños.

«Así es la contestación que este Comité Ejecutivo tiene el honor de dirigir a usted como presidente del Partido Federal Americarno, a propósito de su importante carta sobre el proyecto de disolución de estos dos partidos para constituirse en una sola colectividad, y con mis sentimientos del mayor aprecio, me suscribo gustoso su afectisimo paísano y seguro servidor.

Urgido por el movimiento que se desarrollaba dentro y fuera de su partido, regresó Muñoz Rivera a Puerto Rico. El 26 de enero de 1904, Muñoz Rivera lanzó el siguiente manifiesto a los puertorriqueños:

«No habla hoy el leader de un grupo a sus partidarios: habla el patriota sincero a los hijos de su patria. Al poner la mano sobre el corazón de mi pueblo lo he sentido latir, lo he sentido sufrir… Y le doy mi pensamiento, no para que vertamos juntos lágrimas ocisas, sino para que juntos realicemos actos de abnegación y de civismo.

«Hondas pasiones nos perturbaron; desconfianzas injustas nos dividieron; antojos fratricidas enconaron las palabras, rencores indómitos nos trocaron en Abeles y en Caines. Más que nadie padecí la mordedura del odio, el virus de la calumnia, el golpe seco y mortifero de la violencia. Llego de una proscripción de tres años, aceptada después de ver cómo se destruían a un tiempo mi propiedad y mi nornibre, cómo se amenazaba mi hogar, cómo se rompían mis retratos frente a los clubs propagadores de mis ideas.

Ahora Puerto Rico necesita concordia y paz entre los puertorriqueños y yo borro las calientes cicatrices, olvido las acerbas injurias, perdono las tenebrosas acechanzas, y aqui estoy de pie, con las manos extendidas, con el alma abierta a los grandes y nobles impulsos; de pie ante mis hermanos de otros tiempos, los que me aco~npañaron en la lucha contra el coloniaje español, los que me siguieron en el áspero vía crucis, cuando enarbolamos en el peligro, en la derrota, a veces en la cárcel, la santa bandera de las libertades públicas.

«No hago un llamamiento para nutrir las huestes que un dia me eligieron su caudillo. Esas huestes se disolverán y yo regresaré a la América del Norte, a mi refugio de proscrito, sin la ambición de éxitos personales, sin el estimulo de tenaces apetitos y haste sin el deseo de popularidad, tan natural y tan legitimo en las almas elevadas.

«No pido a mis paísanos que se acerquen a mi. Les pido que se acerquen los unos a los otros, que se detengan a contemplar la tíerra madre, herida en sus entrañas; que miren de qué modo triste la pobreza cunde y se aclimata la esclavitud, que se observer de que modo inicuo se desplaza la gente native y se abre sitio a la gente forastera, que no cierren los ojos a la evidencia de los hechos y que se dispongan a una acción en que los cerebros y los brazos estén unidos, muy unidos, tan unidos que no logre aflojarlos el interés, ni alejarlos la intriga, ni debilitarlos la tarea, por aura y dificil y laboriosa que resulte.

«De las ciudades y los campos se alza el rumor de un descontento sordo y profundo o el clamor de una protesta que no cabe ya en los nioldes de nuestra mansedumbre legendaria. La agricultura paga jornales exiguos porque la producción no basta a compensar el trabajo; el comercio no es ya refaccionista porque perdió inmensas sumas en la crisis que le agobia; no hay crédito; los negocios marchan con lentitud abrumadora; el hambre, que no existió nunca en nuestra isle, existe dondequiera, en el litoral lo mismo que el interior. Las fincas que representaban valves inmensos, representan valves ridiculos. Familias que en 1898 vivían sobre tapices de opulencia, en 1904 mueren sobre harapos de indigencia. El malestar engendra la emigración, y a Hawaii, a Yucatán, a Cuba, a Santo Domingo van los infelices braceros buscando el trozo de pan que Puerto Rico les rehusa.

«Entre tanto el Gobernador respire a sus anchas en palacio más cómodo que la Mansión Ejecutiva de Washington, y le rodea una corte de funcionarios exóticos, retribuídos con fausto. Y el presupuesto se eleva a mayores sumas que antes, sin que sea preciso cubrir gastos de guarnición terrestre y marítima ni atenciones de culto y clero. A medida que se ensancha el círculo de los americanos, se estrecha y se reduce el de los puertorriqueños. Cada mes que transcurre tree una resta al número de propietarios nativos y una adición al número de burócratas importados. No es que se os invade, es que se os empuja con la brutalidad de una fuerza que no conoce limites ni trabas y que, contemplándoos dispersos y, más aún en perpetua batalla y desdichadísima querella intestine, se burla de nosotros y contesta al homenaje de una adhesión servil con el ultraje de un insolente desprecio.

«Inútil demandar la ciudadania, inútil reclamar el derecho de que se os bate en condiciones de personas y no en condición de objetos. De igual suerte que en época de la Roma imperial, se adquirió por el tratado de París el terruño y con terruño el siervo adscrito. Sois esclavos. Os rige un Presidente que se designa sin vuestro voto. Legisla para vosotros un Consejo que el Presidente nombra a su capricho. Ni siguiera intervenís con eficacia en la fijación de los impuestos, que se cubren con el sudor de vuestras frentes. Y esta verguenza, que no tolerarían los zulús ni los abisinios; que rechazarian las tribus del Arauco y de la Patagonia; esta ignominia de la servidumbre en plena civilización, gravita sobre vosotros y os marca con un sello de inferioridad, inmerecida si intentáis virilmente sacudirla; degradante si os resignáis dócilmente a soportarla.

«En Puerto Rico no influyen nada los puertorriqueños, aunque se apelliden Republicanos y obedezcan sumisos las órdenes oficiales. Se rodea al Directorio Republicano con las fútiles apariencias del poder, a fin de darle algo, siquiera sea tan poco, a cambio de sus devotes reverencias y de sus humildes actitudes; pero en cien y en mil ocasiones se demostró que sólo mandan los elementos extraños y que los elementos autóctonos se someten y guardan silencio por no confesar lo falso de su situación y lo débil de su ilusorio predominio.

«Para anularlos por completo se quitó a los Municipios su autonomia, se redujo a los Ayuntamientos haste trocarlos en juntas decorativas, se concentró en las oficinas de San Juan la potestad de intervenir en l os asuntos y de resolver los problemas municipales, de tal suerte que, siendo americanos los jefes de esas oficinas, al exclusivo criterio americano obedezca la administración, desde sus detalles más leves haste sus negocios más complicados y trascendentales. Es esto acapararlo todo, explotarlo todo e ir colocando a los indígenas en la desesperante alternative de abandoner a su patria o de representar en su patria, que les dieron Dios y la naturaleza, el simple paper de espectadores en el espectáculo de que dependen su bienestar y su vida.

«Yo afronté, en no lejana fecha, las auras responsabilidades de gobernar, según antes afrontara los peligros ciertos de resistir y combatir. Tengo la experiencia que se adquiere en largos años de intense actividad. Y no concibo la conducta de un Gobierno que, encarnando aquí los principios de la democracia más perfecta del mundo, viola eves principios, mancha a sabiendas la tradición nacional, ejerce una tiranía sin ejemplo y se confunde, por sus escándalos atroces, con los Zares de San Petersburgo y con los Sultanes de Stambul.

«En frente de un régimen personal, que coarta las iniciativas del pueblo en materia económica, impidiéndole resolver sus crisis por el empréstito y obligándole a duplicar sus cargas por el tributo; que malogra las iniciativas del pueblo en materia política aplastándole con la ley Foraker y arrebatándole haste el menor vestigio de self-government hay un camino, uno sólo: la unión de los puertorriqueños para la defense común, la unión acordada con rapidez, sostenida con lealtad, fecunda en beneficios inmediatos: la unión que ha de convencer a nuestros conquistadores de que merecemos el respeto que exigimos y de que no es justo retarder el instante en que Puerto Rico se constituya al amparo de una ley amplia, por cuyos conceptos el país recobre su capacidad gubernativa y administrative, su confianza en la virtualidad de las ideas y su fe en el porvenir que le aguarda, no por los favores ni por las gracias del Gobierno, sino por el fruto de sus energías, libremente desenvueltas bajo la bandera americana.

No hay aquí ciudadanía y necesitamos obtenerla; no hay riqueza y necesitamos restaurarla; no hay libertad y es presciso fundarla; no hay patria y urge, con urgencia indiscutible, que la formemos nosotros si no queremos seguir viviendo en el continuo sobresalto, en la indigna sumisión y en la abyecta inferioridad.

«La unión no es, no puede ser la obra de un cálculo egoísta. Es la eflorescencia de un sentimiento que brota del alma puertorriqueña. No ha de hacerse para ganar elecciones sin garantias, ni para disputar puestos en unos Municipios anodinos y en unas Cámaras estériles, sino para protester contra la constitucion raquitica de esas Cámaras y de esos Municipios, reformando fundamentalmente el sistema, laborando para substituir la ley Foraker por una nueva ley en que se reconozca y se define el derecho de la población criolla a manejarse por sí propia, sin tutelas que la humillen, sin obstáculos que la cohiban, sin extrañas imposiciones que la perturben; proclamando la autoridad de los Estados Unidos y afirmando la autonomia de la región, desembarazada y libre, dentro de la Federación inmutable y soberana.

«Puertorriqueños: acordaos de lo que debéis a la isla en que nacisteis; escuchad la voz de quien con conocimientos exactos de las cosas y sin interés alguno; no olvidéis que está a vuestro alcance la salvación de Puerto Rico, para vosotros y para vuestros hijos; pensad que la unión es ahora el orden y la paz y será más tarde la justicia y la abundancia; sea, antes que sectarios convencidos, patriotas abnegados; no corráis al abismo que se abre a vuestras plantas; desgarrad la venda que cubre vuestras pupilas y jurad, por la memoria de vuestros abuelos, que mientras os rija la Ley Foraker, y no tengáis la plena cindadania nacional o la plena autonomía insular, y seáis inferiores en el derecho estatuido, y se os considere buenos para soportar la esclavitud’ vosotros prescindiréis de las estrechas rivalidades polítical y os consagraréis, todos juntos, con inquebrantable energia, a la defense de vuestra dignidad y a la restauración de vuestra patria.

Durante los días 18 y 19 de febrero de 1904 se celebró asamblea general del Partido Federal, en el Hotel Olimpo, que estaba ubicado en lugar próximo al moderno edificio del Colegio de Abogados, en Santurce, bajo la presidencia de Santiago R. Palmer, con la asistencia de la junta directive en pleno y delegados del partido procedentes de toda la Isla.

Constituída la asamblea, Luis Muñoz Rivera, José de Diego y Santiago R. Palmer sometieron una resolución tendiente a disolver al Partido Federal y constituir en su luger una asociación patriótica con propósitos de no acudir a los comicios electorales. Decía así esta resolucción:

«Los que suscriben proponen a la asamblea la resolución siguiente:

1° Se disuelve el partido Federal Americano

2° Se constituye una agrupación de patriotas con el nombre de Unión de Puerto Rico.

3° Esta agrupación no acudirá a las ureas para renovar la actual Cámara de Representantes: 1° porque hechos repetidos y comprobados demuestran que no existe garantía alguna para el ejercicio del sufragio; 2° porque una abstención abstoluta es el solo medio de que en la isle no sufra la dignidad de los ciudadanos, ni se altere la tranquilidad de las familias, evitando sangrientas colisiones y restableciendo la paz moral tan hondamente perturbada; 39 porque la Cámara resulta, de modo evidentísimo, un organismo estéril é infecundo, a cause del régimen dentro del cual funciona.

4° La Unión de Puerto Rico no tendrá el carácter de partido combatiente, sino el de organización patriótica que en todos los instantes condense y resume el pensamiento y el sentimiento del país, sin ambiciones de poder, ni enconos que desvirtúen su actitud, ni intolerancias que impidan la difusión eficaz de sus ideas y el triunfo de sus principios.

5° Empleará, como elementos de acción, la propaganda en la prensa local y en la prensa nacional, en la tribune; y, sobre todo, en los centros políticos y of iciales de Puerto Rico y de los Estados Unidos.

6° Será urt núcleo alrededor del cual se agrupen los hombres de buena voluntad, provenientes de cualquier origen, procedentes de cualquier partido, que quieran acudir con sus esfuerzos a la defense del país.

7° Cuando la Unión de Puerto Rico realice por completo su programa, se disolverá, a fin de que, ya constituida la isla bajo un status definitivo, se formen las nuevas agrupaciones, que exija la marcha de los tiempos.- San Juan, a 18 de febrero de 1904. Luis Muñoz Rivera, Santiago R. Palmer y José de Diego.»

El presidente de la asannblea concedió tres turnos en pró y tres turnos en contra, para debatir esta proposición. Del acta de esta asamblea, levantada por su secretario Pedro de Elzaburu, extractamos lo siguiente:

«Levantóse el señor Muñoz Rivera para consumir el primer turno en pró y pronunció un discurso en el que, a grandes rasgos, hizo la (no se entiende) gobierno; hizo referencia a las pasadas elecciones, afirmando que no es posible esperar que se garantice el ejercicio del sufragio; declaró, que las luchas polítical no deben existir mientras Puerto Rico no se constituya como un pueblo con capacidad para regirse por si propio; probó que la unión es el único camino seguro para obtener la ciudadania americana y la autonomía insular; explicó las rezones que le inducer a creer en la inutilidad de la Cámara; insistió en que la Unwn de Puerto Rico al formarse, no ha de luchar en las ureas, porque de ese modo se fomentaria la discordia en vez de la concordia; añadió que la unión no se realize para agredir a nadie, sino para defender a todos; que no se coloca frente a las autoridades, sino frente al régimen; que no busca éxitos mezquinos, sino que realize grandes propósitos, y concluyó asegurando que de los Estados Unidos es preciso aguardar reivindicaciones que vendrán pronto y que tiene fé en los Estados Unidos porque alli no será eterna la política actual que tal vez cesará en breve plazo merced a la oposición del partido Demócrata que triunfará, según opinión del orador, en los comicios de Noviembre. El discurso del señor Muñoz, extenso y patriótico, fué aplaudido.

«Consume el señor de Diego el segundo turno en pró. Razonó elocuentemente la necesidad de que se unan los hijos de Puerto Rico; reclamó para los Federales la iniciativa de la Unión puertorriquena, que ya aconsejaban en 1899 y que ratificaron en diversas ocasiones; habló de la patria y de sus tristezas; se extendió en la exposición de las ideas que contendrá el programa de miles de patriotas que nacen a la vida. El orador en su elocuente discurso fué interrumpido por los aplausos.

«El señor Camuñas consume el primer turno en contra de la cláusula tercera, presentando argumentos en un extenso discurso para prober que el retrai mien to de la C á mara determinaba un abandono de la defense de los intereses del país, puesto que en la formación de las leyes estaba la defense de los intereses locales en lo económico, en lo administrativo, en lo civil, en lo judicial y haste en lo que afecta a las garantias individuales, dentro de un buen régimen de policia. Que no consideraba inútil la Cámara, aún dentro de la Ley Foraker, porque sin el concurso de ella no podrian hacerse leyes para Puerto Rico. Que había sido indudablemente el propósito del autor de nuestra ley constitucional, el crear un Consejo Ejecutivo con mayoria de continentales para que como cuerpo legislativo aplicase el espíritu de las leyes americapas; y crear una Cámara de puertorriqueños para que con el conocimiento profundo de nuestro país estudiaran la forma conveniente y provechosa, pero no perjudicial, al efecto de ir haciendo una prudente americanización en el país; pero que se había desnaturalizado la verdad era funcion de la Camara como organismo puertorriqueño. Adujo varias razones para probar la necesidad de actuar ei la vida pública del país desarrollando una acción fecunda y termino excitando a la asamblea a que considerara reflexivamente el problema que tenia delante.

«El señor Díaz Navarro consume el segundo turno en contra expresando en sintesis lo siguiente: en la proposición de que se trata figura en primer término la declaración de que se disuelva el partido Federal, a renglón seguido se dice que queda constituida una agrupa ción que se denominará Unión de Puerto Rico, e inmediatamente después se determinan los procedimientos que ha de emplear esa agrupación para llegar a la realización de sus ideales. Yo he de decir que acepto la disolución del Partido Federal y que soy sincero partidario de la unión de la familia puertorriqueña; pero me declaro en contra del modo como en la proposición que se discute trátase de realizer esa unión, reservándome el combatir más tarde los procedimientos que según la,referida proposición debe emplear la unión puertorriqueña una vez constituída. La proposición de los señores Muñoz, Palmer y de Diego se discute artículo por articulo, pero ha de votarse luego en totalidad y me parece que si aún no hemos votado la disolución del partido Federal, si estamos aún discutiendo como partido Federal, no nos es cable, sin invadir extrañas atribuciones, el discutir los procedimientos y el programa que ha de emplear y que ha de tener otro partido, otra colectividad, que aún no ha nacido, y cuyos hombres son.los únicos capacitados para proclamar los principios que ellos más tarde han de defender y los procedimientos que han de seguir. De modo que, como actuamos, tal parece que vamos tras el contrasentido de disolver el unido y compacto partido Federal para volver a unir inmediatamente esos mismos elementos Federales. Entiendo que debemos licenciar nuestras filas y licenciadas éstas, traer aqui los elementos que en ellas no figuraban y que aceptan y proclaman la unión, para discutir todos juntos la carta constitucional de esa agrupación a que queremos darle vida. De aqui que propongo a la asamblea lo siguiente: 1° Que se acuerde la disolución del Partido Federal; 2° Que acordada esa disolución, se invite por el señor Muñoz Rivera o por el señor Palmer a todos los elementos que proclaman la necesidad de que con la vida pública se una la familia puertorriqueña para que vengan aqui y todos reunidos en asamblea constituyente discutamos sobre la formación de esa nueva colectividad y sobre el programa o plataforma que ella deba adoptar.

«Los señores Palmer y de Diego replicaron manifestando que estimaban innecesario el llamamiento de los señores que anteriormente proclamaban la unión, porque en virtud de las conferencias.

«Replica el señor Di;az Navarro insístiendo en lá ñécesidad y conveniencia de invitarlos a la Asamblea.

«Consume el señor Larrinaga el tercer turno en contra, proponiendo que se suprima la cláusula segunda de la proposición y como consecuencia de esto sodas las demás. Apoya su enmienda en un discurso en el cual trata de convencer a la asamblea de que a la unión, si se quiere que sea sólida, debe irse sin apresuramientos; y de tal manera, que la obra resulte fuerte y robusta.

«Rectifican los señores de Diego, Diaz Navarro y Muñoz Rivera, y después de amplio debate en que toman parse, para algunas aclaraciones, varios señores, se acordó por la asamblea que la proposición fuese discutida cláusula por cláusula; y asi se hizo, quedando aprobada por una mayoria de noventa y dos votos contra once, la cláusula primera que dice: Se dzsuelve el Partido Federal».

Disuelto el partido Federal por votación de la asamblea según se ha indicado, José de Diego propuso que se levantara la sesión, pero conservando la asamblea su carácter y sus poderes de constituyente, para continuer la sesión al die siguiente. La proposición de José de Diego disponia también la invitación de los comités disueltos, e invitar a la vez a los otros elementos extraños al partido que venian favoreciendo el movimiento hacia la unión. Esta proposición fué aprobada por unanimidad. Una comisión presidida por Santiago R. Palmer, por acuerdo también de la asamblea, fué designada para invitar a Rosendo Matienzo Cintrón, Manuel Zerio Gandía y Rafael del Valle, prominentes figures del Partido Republicano Puertorriqueño que venian favoreciendo en tribunas públicas y en la prensa el movimiento unionista, para que acudieran a la asamblea.

Al die siguiente, l9 de febrero de 1904, se constituyó nuevamente la asamblea en el mismo lugar, con carácter de constituyente, también bajo la presidencia de Santiago R. Palmer. Hizo presencia en el acto Rosendo Matienzo Cintrón, por si y en representación de Manuel Zeno Gandia y Rafael del Valle, y fué ovacionado de manera entusiasta.

Entonces se sometió a la asamblea la segunda cláusula de la proposición de Muñoz Rivera, de Diego y Palmer, que decía: Se constitaye una agrupación de patriotas con el nombre de Unión de Puerto Rico. Esta cláusula fué aprobada por unanimidad y sin debates.

Luego se leyó la cláusula tercera de la aludida proposición de Muñoz Rivera, pe Diego y Palmer, que se refiere a que la Unión de Puerto Rico nottendrá el carácter de partido combatiente. Herminio Díaz Navarro propuso que se aplazare la discusión de esta cláusula y de las restantes, con el propósito de discutir antes los principios fundamentales de la nueva agrupacion. Esta proposicion de Diaz Navarro fue aprobada por unanimidad. Enseguida Luis Muñoz Rivera, José de Diego y Santiago R. Palmer sometieron a la asamblea una declaración de principios, que lee así:

«1. Los hombres que hemos constituído la Unión de Puerto Rico declaramos que nos hemos agrupado en una asociación de defensa.

«2. Declaramos también, que necesitamos y pedimos que el statues político de la isla, sea de una vez definido y de manera estable consa grado en tal forma, que los hombres de Puerto Rico sean almas libres e iguales y que, respecto a las sabias doctrinas del pueblo de los Estados Unidos, quede fundado en esta isla un gobierno que derive sus poderes del consentimiento de los gobernados.

«3. Declaramos que el pueblo puertorriqueño aspire unánimemente al self-government en su patria; al reconocimiento del pleno derecho que tiene a que se protejan los productos de la isle de Puerto Rico, buscando o abriendo mercados para ellos, mercados que ha perdido, o que se le reconozea la necesaria capacidad para buscar, abrir, y concertar de acuerdo con los Estados Unidos, dichos mercados.

«4. Declaramos que es nuestra voluntad consigner una resuelta oposición a toda clase de gobierno que no concede a los puertorriqueños una ciudadanía definida, así como la libre representación y dirección en los asuntos insulares; y admitimos una forma política que en su esencia responda a la necesidad de establecer en Puerto Rico el self-government o autonomía, en que el pueblo de Puerto Rico adquiera la plena eapacidad civil y política, para gobernarse por sí mismo.

«5. Deelaramos que entendemos faetible que la isl de Puerto Rico sea eonfederada a los Estados Unidos de la Amériea del Norte, acordando, que ella sea un Estado de la Unión Americana, medio por el cual pueda sernos reconoeido el self-government que necesitamos y pedimos; y declaramos también que la Isla de Puerto Rico puede ser declarada nación independiente bajo el protectorado de los Estados Unidos, medio por el cual también puede sernos reconocido el self-government que necesitamos y pedimos.

«6. Declaramos que teniendo convencimiento de que los problemas políticos y económicos de la Isla de Puerto Rico pueden afectar los intereses económicos y polítieos del pueblo de los Estados Unidos y pareciéndonos digno y justo que así eomo no queremos que nuestra voluntad sea deseonoeida y forzada, tampoco queremos nosotros desconocer y forzar la voluntad ajena, puesta nuestra eonfianza en Dios y en la buena fe y amistad del pueblo de los Estados Unidos, proponemos, solieitamos y eompelemos al Gobierno de los Estados Unidos para que en representaeión del pueblo de los Estados Unidos de la Amériea del Norte defiea de una vez el status del pueblo de la Isla de Puerto Rico reconociendonos en la forma que a su discernimiento confiamos, el derecho que tenemos y defenderemos el self-government que proponemos, solicitamos y pedimos.

«7. Declaramos también, que por solemne promesa nos comprometemos firmemente a defender, propagar y gestionar la justicia de estas finalidades y mantenernos estrechamente agrupados en la Unión de Puerto R¿co; así como también a interesar a nuestro favor y por medio de la más constante y persistente propaganda la opinión pública del pueblo de los Estados Unidos de la América del Norte. Y así también a no romper en ningun caso, en ninguna circunstancia, ni por causa alguna, este vínculo de unión hasta tanto que nuestro pleno derecho nos sea reconocido y la justicia que pedimos se nos haga. Esto declaramos y prometemos y subscribimos en San Juan, Puerto Rico, a 19 de febrero de 1904.

Concedidos dos turnos en pro y dos en contra para discutir esta declaración de principios, Díaz Navarro propuso que se adicionara a la base primera lo siguiente: de los derechos del pueblo de Puerto Rico. Con esta enmienda quedó aprobada por unanimidad esta base de dicha declaración.

Leída la base quinta, Manuel Camuñas consumió un turno en contra de la misma. Expresó entre otras cosas, que en los programas de los partidos era necesario reflejar la verdadera aspiración del país; que esa aspiración debía corresponder al progreso y bienestar del país, y que bajo tales conceptos la aspiración al Estado no era reflexión madura ni sería conveniente a sus intereses económicos. Que el sentimiento puertorriqueño era el self-government, y en ninguna forma se podría determiner de modo más dignificadora para Puerto Rico que bajo la condición de Estado de Estados Unidos; pero que había que considerar que si esa condición era hermosa y digna no resultaba troy, ni quizás dentro de muchos años, conveniente para el futuro económico del país; que esa condición. de Estado requería que las rentas de aduanas y las rentas internal vayan íntegras al Tesoro de los Estados Unidos y esto arrebataría al país la fuente de rentas más productive. Leyó la cláusula de la Constitución de los Estados Unidos en que preceptúa que las rentas internal de los Estados Unidos y Territorios hen de ser bajo un solo patrón para todos; leyó los tipos de tributos fijados al ron, al tabaco y otros artículos en los Estados Unidos, en comparación con el inferior tipo que devengaban aquí; leyó asímismb varios datos estadísticos de lo que habían producido en Puerto Rico las rentas interna, y derechos de aduana durante los años económicos de 1901 a 1902 y de 1902 a 1903, para probar que la extracción a afuera del país de gran parte de esa suma traería una catástrofe económica, y se extendió largamente en otras consideraciones para probar que la condición de Estado para Puerto Rico no convenía a este país ni a los Estados Unidos.

Herminio Díaz Navarro consumió el segundo turno en contra de dicha base quinta, y se expresó en los siguientes términos:

«Yo entiendo, en orden a la base que se discute, que la declaración de Estado de la Unión Americana, en lo que a derechos se refiere, es la suprema dignidad política, la más alta categoría a que en la esfera del derecho internacional puede aspirar un país como el nuestro, cuyas costumbres públicas le hacen, sin dude alguna, digno de tal rango; pero, siendo el rango así, paréceme que en el orden económico, hoy por hoy, no está Puerto Rico en condiciones de vivir en aquella esfera. Los números son muy elocuentes, y el señor Camuñas ha demostrado aquí con ellos la verdad irrefutable de lo que acabo de decir. El presupuesto pasivo de la Isla asciende troy a cerca de tres millones de dolares; ese presupuesto se enjuga en la actualidad con los derechos de aduanas, con el impuesto de rentas internal y con las contribuciones a la propiedad mueble e inmueble cuyos tres ramos son los únicos que figuran en nuestro presupuesto activo; las contribuciones impuestas a la propiedad mueble e inmueble solo producer de ochocientos a novecientos mil dollars, poco más o menos, y como la declaración de Estado trae consigo el que ingresen en el Tesoro Federal los derechos de aduanas y el impuesto de rentas internal, he aquí que Puerto Rico, una vez elevado a aquella supreme posición, tendría que enjugar la totalidad de su presupuesto propio y la suma que como Estado habría de afar al Tesoro de la Nación con sólo las contribuciones que se impusieran a los propietarios, única entrada con que entonces contaría. Habida cuenta de ello, dígaseme si los propietarios de Puerto Rico, que troy casi no pueden pager los ochocientos 0 novecientos mil dollars que deben satisfacer, podrían resistir una contribución que llegase a dos 0 tres millones de dollars. Parece, pues, que debemos nosotros no declarer en una forma vaga nuestras aspiraciones, sino en concretarlas, teniendo muy en cuenta lo que acabo de decir. Por ello yo me declaro partidario por ahora de un status, que dentro de la cualidad de Territorio no organizado en que nos hallamos y teniendo por base el self-government o sea la autonomía, nos dejara, estableciendo ese principio, en orden a la solución de nuestro problema económico, adquirir fuerzas, hacernos de medios con que poder en el mañana tener, con el debido decorO7 aquella otra supreme categoría. Se dice que en la Constitución americana no está previsto el cave, pero a eso contesto que parece no estarlo tampoco el en que troy nos encontramos; y sin embargo, nuestro estado presente es una realidad tangible dentro de aquella constitución que autoriza al Congreso de los Estados Unidos para legislar del modo que estime oportuno sobre los Territorios no organizados.

«En cuanto a la declaración de independencia de Puerto Rico» prosiguió Díaz Navarro _ «he de tener el valor de decir que no me asusta la palabra, sino el hecho; que no la quiero, que no la patrocino y no estoy conforme bajo concepto alguno prudente que figure en el programa de la nueva colectividad, ni aún esbozándose en la vaguedad que en él se esboza. No es solo mi convencimiento profundo de que os problemas de Puerto Rico hen de desenvolverse y resolverse en el seno de la nación americana, sí que también, porque estimo que en lo económico, esta isla no está en condiciones de sostenerse como nación independiente y porque juzgo que, en lo político, aquella declaración trae, por lo pronto, grandes suspicacias hacia nosotros, suspicacias que debemos evitar; y traería mañana grandes y profundas perturbaciones una vez realizada en la vida interna de este país.

«De tal modo» continuó Díaz Navarro «arráigase en mi espíritu ese convencimiento, que si mañana los Estados Unidos decretasen esa independencia de Puerto Rico, yo me desterraría voluntaiamente de mi país; y respetando hoy profundamente las ideas de todos, pero exigiendo a la vez ese mismo respeto a mis convicciones, ne veo en la precisión de declarar con dolor grande, que si se dejara onsignada en el programa la declaración que combato yo, no podría pertenecer a la colectividad que hoy se forma, y retirándome de su seno me iría a mi hogar a permanecer esperando en el porvenir, que nos haría comprender la razón que me asiste para sostener lo que sostengo, y os obligaría a tomar otras direcciones con las que pudiera yo volver a marchar al lado de vosotros.»

Marcelino Solá y Jorge Bird Arias, hablaron luego en favor de la aspiración al Estado, apoyándose en argumentos económicos, expresando principalmente los grandes beneficios económicos que recibiría en diversos órdenes Puerto Rico si fuera tal Estado.

Matienzo Cintrón intervino en el debate, diciendo que con el fin de aunar voluntades y estimando que en las bases tercera, cuarta y ún la sexta, el Estado y la Independencia con el protectorado de los Estados Unidos están consignados bajo la forma del self-government que en ella se pide, y propone que se elimine esta base quinta, por según él una declaración más y puede considerarse puramente eventual. La asamblea acordó eliminar dicha base quinta.

Luego se procedió a discutir la base sexta, que se aprobó por aclamación.

Mientras se debatía y se deliberaba sobre las referidas bases, José de Diego estaba ausente de la asamblea, ocupado en urgentes quehaceres profesionales. Regresó éste a la asamblea después de eliminarse la referida base quinta, al reanudarse la sesión en la tarde del mismo día. Prontamente José de Diego reprodujo la base quinta y pidió que se discutiera nuevamente la cuestión. Pronunció José de Diego un ardoroso y extenso discurso, expresando, entre otros pensamientos, los siguientes:

«Queremos la unión de los puertorriqueños en una colectividad patriótica, y esta unión no debe representar solamente una suma de personas, sino también una suma de ideales comprendido en el supremo concepto de la patria. ¿Existe en el país una grande y noble aspiración al ideal del Estado de la Unión Americana? Inscribamos este pensamiento en nuestro programa. ¿Existe otra noble y grande aspiración al ideal de la Independencia de Puerto Rico, bajo el protectorado de los Estados Unidos? Santifiquemos, en nuestro programa, el ideal, en sueño purísimo de la nacionalidad puertorriqueña. ¿Existe en el país otro ideal hacia una fórmula intermedia encarnada en el self-government, o amplia autonomía bajo el glorioso palio de la bandera americana? Escribamos también esto en nuestro programa, ¿Hay algún otro ideal? Proclamadlo, traedlo, infiltradlo en esta gloriosa, inmensa, inagotable comunión de todos los ideales, de todos los sueños, de sodas las almas, en la supreme unidad moral del pueblo de Puerto Rico. No se diga que en el concepto del self-government está incluso el de nacionalidad independiente. Hay naciones como Turquía, que no gozan del self-government; hay Estados, como todos los de la Unión Americana, que gozan del self-government y no constituyen nacionalidad. El self-government es una relación interna del derecho público; el concepto de nacionalidad, edemás de ser una relación interior de derecho político, es una relación externa de derecho de gentes. Declaramos y pedimos el self-government; no pedimos, sino declaramos, la nacionalidad puertorriqueña o Estado de Puerto Rico en la Confederación americana. Los Estados Unidos resolverán; pero en tanto resuelvan, nosotros tenemos el derecho a declarer y de pedir que se constituya el status definitivo de nuestro pueblo, encarnado en una cualquiera de las tendencies, en una cualquiera de las aspiraciones, confundidas sodas en el concepto del gobierno propio, unificadas y santificadas sodas en el concepto del gobierno propio, unificadas y santificadas en el inmortal espíritu de la patria puertorriqueña.»

José de Diego conmovió con su oratoria a la asamblea. Nadie se dispuso a hablar después sobre el asunto, en pro ni en contra. Sometida la cuestión a la asamblea, fué restituída en la declaración de principios la base quinta, por votación favorable de 70 delegados, contra 18 en contra, y 2 abstenidos.

Continuaron las deliberaciones de la asamblea, y finalmente quedó la declarac¿ón de principios aprobada en la siguiente forma:

«1. Los hombres que hemos constituído la Unión de Puerto Rico, declaramos: que nos hemos agrupado en una asociación para la defensa de los derechos del pueblo de Puerto Rico.

«2. Declaramos también, que necesitamos y pedimo’s que el status político de esta isle sea de una vez definido y de manera estable consagrado en tal forma que los hombres de Puerto Rico sean almas libres e iguales y que, con respecto a las sabias doctrinas del pueblo de los Estados Unidos, quede fundado en esta isle un gobierno, que derive sus poderes del cónsentimiento de los gobernados .

«3. Declaramos, que el pueblo puertorriqueño aspire unánimemente al self-government en su patria, al reconocimiento del pleno derecho que tiene a que, ó se protejan los productos de la isle de Puerto Rico buscando o abriendo mercados para ellos, mercados que ha perdido, o que se le reconozca la necesaria capacidad para buscar, abrir y concertar de acuerdo con los Estados Unidos eves mercados.

«4. Declaramos, nuestra inconformidad con toda solución de nuestro status en que faltándose a los preceptos de la Constitución de los Estados Unidos de la América del Norte no concede a los puertorriqueños una ciudadanía definida y admitimos una forma política en que su esencia responda a la necesidad de establecer en Puerto Rico el self-government o autonomía en que el pueblo de Puerto Rico adquiera la plena capacidad civil y política, para gobernarse por sí mismo.

«5. Declaramos que entendemos factible que la isle de Puerto Rico sea confederada a los Estados Unidos de la América del Norte, acordando que ella sea un Estado de la Unión americana, medio por el cual puede sernos reconocido el self-government que necesitamos y pedimos; y declaramos también que puede la isle de Puerto Rico ser declarada nación independiente, bajo el protectorado de los Estados Unidos, medio por el cual también puede sernos reconocidos el selfgovernment que necesitamos y pedimos.

«6. Declaramos que teniendo el convencimiento de que los problemas políticos y económicos de la isle de Puerto Rico pueden afectar los intereses económicos y políticos de los Estados Unidos y pareciéndonos digno y justo que así como no queremos que nuestra voluntad sea desconocida y forzada, tampoco queremos nosotros desconocer y forzar la voluntad ajena, puesta nuestra confianza en Dios y en la buena fe y amistad del pueblo de los Estados Unidos, proponemos, solicitamos y compelemos al Gobierno de los Estados Unidos para que en representación del pueblo de los Estados Unidos de América del Norte define de una vez el status del pueblo de la isle de Puerto Rico, reconociéndonos, en la forma que a su discernimiento confiamos,el derecho que tenemos y defendemos al self-government que proponemos, solicitamos y pedimos.

«7. Declaramos también que por solemne promesa nos comprometemos firmemente a defender, propagar y gestionar la justicia de estas finalidades y a mantenernos estrechamente agrupados en la Unión de Puerto Rico; así como también a interesar a nuestro favor y por medio de la más constante y persistente propaganda la opinión pública del pueblo de los Estados Unidos de la América del Norte. Y así también a no romper en ningún cave, en ninguna circunstancia’ ni por cause alguna, este vínculo de unión haste tanto que nuestro pleno derecho nos sea reconocido y la justicia que pedimos se nos haga. Esto declaramos y prometemos y suscribimos, en San Juan, Puerto Rico, a 19 de febrero de 1904.»

Se eligió la Junta Central del partido, que quedó compuesta por Jose de Diego, Rosendo Matienzo Cintrón, Carlos M. Soler, Juan Vías Ochoteco, Manuel Ledesma, y Jaime Annexy.

Antes de terminar la asamblea, y a proposición de Muñoz Rivera se designó una comisión del nuevo partido para visitar a Samuei Gompers, presidente de la American Federation of Labor, que a la sazón se encontraba de visita en Puerto Rico. La visita a Samuel Gompers se llevó a cabo en el Hotel Inglaterra (troy Palace), en San Juan. Estuvieron presentes Luis Muñoz Rivera, Matienzo Cintrón José de Diego, Santiago R. Palmer, Manuel Zeno Gandía y Rafael del Valle, por el partido Unionista, y los líderes obreros Samuel Gompers, Santiago Iglesias, Eugenio Sánchez López, Ramón Romero Rosa, Sandalio Sánchez y Rafael Alonso Torres. Se acordó que el movimiento obrero cooperaría con el naciente partido Unionista. En la candidatura Unionista para la Cámara en.las elecciones de 1904 figuraron representativos de la Federación Libre de los Trabajadores de Puerto Rico. Es interesante el dato de que el emblema del nuevo partido Unionista fué el mismo emblema de la American Federation of Labor, dos manos fuertemente enlazadas.

Al finalizar la asamblea, Luis Muñoz Rivera pronunció un cálido discurso, expresando que regresaba a Nuçva York con la satisfacción de quien ha cumplido un deber. Seguidamente terminó la asamblea, con estrepitosos aplausos y vivas a Luis Muñoz Rivera y al nuevo partido Un.ión de Puerto Rico.

En el año 1903, tras gestiones de los comisionados del partido José Gómez Brioso y Roberto H. Todd, el Partido Republicano Puertorriqueño se incorporó al Partido Republicano Nacional de Estados Unidos, sancionado ello en asamblea y convención respectivamente del partido insular y del partido nacional. El Partido Republicano Puertorriqueño se convertía en una rama territorial del Partido Republicano nacional norteamericano, y con derecno a designar delegados a las convenciones nacionales de aquel partido, con voz y voto para formular los programas de política nacional y en la nominación de sus candidatos para Presidente y Vicepresidente de Estados Unidos. Así se nacionalizaba con un partido principal de los Estados Unidos el Partido Republicano Puertorriqueño, de manera parecida como anteriormente el Partido Liberal insular, antecesor del Partido Federal, se nacionalizó bajo la soheranía española con el Partido Liberal español que acaudillaba Práxedes Mateo Sagasta. Anticipamos que esta incorporación al Partido Republicano Nacional se mantuvo ininterrumpidamente haste 1916, bajo la administración nacional Demócrata del Presidente Wilson, cuando una asamblea Republicana tomó un acuerdo desincorporando al partido. La incorporación se restituyó en 1919, ante las perspectives del triunfo Republicano en Estados Unidos para las elecciones de 1920, y ha continuado haste la fecha. Verernos más adelante, sin embargo, que las Administraciones elegidas en Estados Unidos por el Partido Republicano Nacional favorecieron políticamente muy poco al Partido Republicano insular. Fué inalterable política nacional en Puerto Rico, con pasajeras excepciones, tratar de gobernar localmente en cierta medida con el partido triunfante en Puerto Rico. Los gobernadores de Puerto Rico que nombraron los Presidentes Republicanos favorecieron en gran parse al partido Unionista, al triunfar éste decisivamente en varies elecciones insulares consecutivas. Se mantuvo, no obstante,la representación del Partido Republicano Puertorriqueño en el Consejo Ejecutivo de Puerto Rico mientras duró este Consejo bajo la Ley Orgánica Foraker. La incorporación al Partido Republicano Nacional del Partido Republicano Puertorriqueño alentó grandemente a este partido en sus aspiraciones e ideales tendientes a identificar a la Isla con la nación hacia el anhelo culminante de la admisión de Puerto Rico como un nuevo Estado de la Unión norteamericana.

Lo más saliente de la declaración de principios del naciente partido Unión de Puerto Rico, o Partido Unionista como también se denominó, era la cláusula quinta de su declaración de principios, la llamada base quinta que, entre otras soluciones, propugnaba la declaración de independencia para Puerto Rico. Por primera vez en toda la historia de Puerio Rico, en un partido de mesa se expresaba esa aspiración política. La nueva agrupación política abrazaba a la vez, sin embargo, una orientación posibilista, abarcando varias soluciones para afrontar el problema político de Puerto Rico.

La reaccion de los Republicano fue hostil al nuevo partido, reafirmándose éstos en sus aspiraciones de asimilación de Puerto Rico con la nación norteamericana, orientados hacia la única e invariablemente de la Estadidad. En el propio seno del nuevo partido Unionista, hubo expresiones de disgusto por la inclusión de la aspiración de independencia. En la misma asamblea fundadora del partido, quince votos de delegados se contaron contra tal fórmula. Luego oiremos estas voces a través de las luchas del Partido Unionista, originando discrepancies que sacudían la unidad del partido. En las esferas del Gobierno, produjo inquietud y disgusto la declaración independentista. La prensa norteamericana destacó con comentarios diversos, en numerosos periódicos, tal declaración.

En el periódico La Democracia, de fecha febrero 22,1904, Luis Muñoz Rivera, líder del nuevo partido, se apresuró a explicar que la aspiración inmediata y el credo del partido era la autonomía colonial o self-government, que ello implicaba el gobierno del país por el país. Aclaró que, en cuanto a la independencia, sobre esto $olamente se había declarado que era factible. En artículo publicado en The Puerto Rico Herald, de fecha marzo 12, 1904, Muñoz Rivera también expresaba:

Nosotros afirmamos el derecho con que Puerto Rico aspire a reivindicar su propia personalidad. Hoy establece un dilema: o Estado o la Independencia. Mañana, si se le sometiese a nuevas injusticias, si llegáramos a la convicción de que los Estados Unidos no son capaces de responder a su historia y a sus viejas tradiciones, si se perpetuase la servidumbre que nos deshonra y nos averguenza, si faltaran las últimas esperanzas y resultaran fallidos los últimos cálculos, que se fundan en el carácter de la democracia americana, nosotros borrariamos la primera cláusula del dilema y mantendríamos la independencia, con o sin protectorado, como la sola y única aspiración de nuestras almas altivas y viriles.

Cuando el acuerdo de la asamblea circuló en San Juan, el Gobernador se sintió inquieto, y manifestó su disgusto. Es claro. El y su antecesor Mr. Allen, son los responsables de que la nación americana pierda las simpatías de los puertorriqueños. En 1901, ni un hijo del país exceptuándonos nosotros miraba con desconfianza a los Estados Unidos. Hoy, no ya los disueltos Federales, sí que también los Republicanos que no reciben beneficios directos y tangibles, se sienten heridos en sus sentimientos patrióticos, comprenden que se les engaña y se les desprecia, y no son, niimucho menos, tan idólatras como antes, de las cosas que le llegan del Norte.»

Ante el entusiasmo regionalista que produjo en muchos puertorriqueños la aspiración de independencia en la declaración de principios del partido Unionista, los Republicanos, algo resentidos ya contra el trato del régimen norteamericano en la Isla, y aunque reafirmando su credo y devoción por los i de al es preconizados en l a plataforma de su partido, no ocultaron su íntimo disgusto contra el sistema de gobierno establecido por la Ley Orgánica Foraker. En este sentido se expresaron numerosos artículos de los periodistas de combate del Partido Republicano, entre estos Barbosa, Rossy, Gómez Brioso’ Degetau y otros. El Partido Republicano comenzó a demander la descentralización insular y un mayor grado de gobierno propio para Puerto Rico.

Para las elecciones de 1904, la ley electoral había sido modificada. Los partidos que hubieran depositado en las urnas un número de votos igual al cinco por ciento del total de votos en las precedentes elecciones, podrían nominar candidatos por convención para todos los cargos electivos, y tendrían representación en las juntas electorales locales y en los colegios de votación. El Consejo Ejecutivo dirigiría la supervisión, y nombraría un superintendente general de elecciones. La división de distritos electorales sería la misma que la provista para las elecciones de 1900 y 1902. También podrían nominarse candidatos por petición de quinientos electores, mediante sus firmas y juramentos, con iguales garantías en las juntas electorales y en los colegios de votación. Se estableció el sufragio universal para varones, o sea estaban capacitados para voter todos los varones mayores de 21 años de edad, aunque no supieran leer ni escribir, ni fueran propietarios o contribuyentes. Se disponía en la ley electoral, sin embargo, que a partir de julio de 1906 no se añadiría en las listas de votantes a persona alguna que no supiera leer y escribir.

Según esta ley electoral, resultaba con derecho nato a nominar candidatos por convención, con las demás prerrogativas, solamente el Partido Republicano, ya que después de las precedentes elecciones de 1902 se había disuelto por propia determinación el Partido Federal. El nuevo partido Unión de Puerto Rico nominó candidatos por petición para el cargo de Comisionado a Estados Unidos y para los cargos de delegados a la Cámara. También nominó igualmente por petición, candidatos p,ara los cargos municipales, a votarse también para las elecciones de 1’904, con excepción de tres, en todos los municipios. Además, nominaron candidatos municipales por petición partidos locales llamados Republicano Regional, Demócrata, Obrero, y Republicano Puro.

El 4 de julio de 1904, el Gobernador Hunt, fogosamente atacado en Puerto Rico y en Estados Unidos por los Federales y Unionistas, fué substituído por Beekman Winthrop, quien vino a la Isla con instrucciones de Wáshington para aplacar las protestas contra la administración norteamericana en Puerto Rico. Desde que Winthrop llegó a la Isla, tanto él como el rruevo Secretario de Puerto Rico, Regis H. Post, no ocultaron sus simpatías por el partido Unionista. Durante paradas o manifestaciones políticas en la campaña electoral de 1904, tanto el Gobernador Winthrop como el Secretario Post solían exhibirse al público vistiendo traje blanco y corbatas rojas, los colores oficiales de la bandera Unionista, que producía los naturales regocijos y mortificaciones a uno y otro sector político.

Las elecciones de 1904, se verificaron en noviembre 8. Los electores inscritos para votar en estas elecciones llegaron a la cifra de 225,262. Se emitieron por todos los partidos 144,240 votos. Como resultado de estas elecciones, el Partido Unionista obtuvo 89,713 votos; y el Partido Republicano obtuvo 54,092 votos. La mayoría del Partido Unionista sobre el Partido Republicano fue, pues, 35,621 votos. El Partido Unionista triunfó en cinco distritos, o sea San Juan, Arecibo, Mayagüez, Guayama y Humacao. El partido Republicano triunfó en los distritos de Aguadilla y Ponce. El partido Unionista eligió el Comisionado a los Estados Unidos, Tulio Larrínaga; el partido Unionista eligió 25 Delegados a la Cámara, y el partido Republicano eligió 10 Delegados a la Cámara. Los Unionistas triunfaron en 28 municipios; y los Republicanos trinnfaron en 18 municipios.

En estas elecciones, el Partido Republicano Regional, disidencia Republicana local, obtuvo 109 votos; el Partido Demócrata, disidencia Unionista local, obtuvo 111 votos; y el Partido Republicano Puro, otra disidencia Republicana local, obtuvo 177 votos.

Para estas elecciones el Partido Unionista, en entendido con la Federación Libre de los Trabajadores y el Partido Obrero Socialista, incluyó en su ticket electoral a candidatos obreros, saliendo así electos Fernando González, Julio Medina González, Luis Montalvo Guenard, Isidoro Ramos, Ramón Romero Rosa y Francisco E. Virella.

Los Delegados a la Cámara electos fueron Mariano Abril (Unionista), Clotilde Apqnte (Republicano), Rafael Arrillaga García (Unionista), Tomás Bernardini de la Huerta (Unionista), Pedro Juan Besosa (Republicano), Manuel Camuñas (Unionista), Tomás Carrión Maduro (Republicano), Francisco Coira (Unionista), José Coll Cuchí (Republicano), Rafael M. Delgado (Republicano), José de Diego (Unionista), Manuel V. Domenech (Republicano), Francisco Feliú (Republicano).

Carlos Franco Soto (Republicano), Ramón Gandía Córdova (Unionista), Octavio García Salgado (Unionista), Alejandro Giol Texidor (Unionista), Fernando González (Obrero), Matias González García (Unionistal, Rosendo Matienzo Cintrón (Unionista), Julio Medina González (Obrero), Ramón Méndez Cardona (Unionista), Aurelio Méndez Serrano (Republicano), Luis Montalvo Guenard (Obrero), Santiago R. Palmer (Unionista), Arturo Quintero (Unionista), Isidoro Ramos (Obrero), Ramón Romero Rosa (Obrero), Félix Santoni (Unionista), Carlos M. Soler (Unionista), Rafael del Valle (Unionista), Juan Vías Ochoteco (Unionista), Federico Virella (Obrero), Valeriano Virella (Unionista), y Romualdo Zavala (Republicano). Rosendo Matienzo Cintrón, fué designado luego Speaker de la Cámara.

Poco tiempo después de las elecciones, como miembros puertorriqueños del Consejo Ejecutivo fueron substituídos José Gómez Brioso y José de Guzmán Benítez, Republicanos, por Rafael del Valle y Herminio Díaz Navarro, Unionistas. José C. Barbosa y Luis Sánchez Morales, Republicanos, continuaron en el Consejo Ejecutivo haste la implantación de la nueva Acta Orgánica Jones en 1917.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO SEIS

LA LUCHA CONTRA EL REGIMEN
CONFLICTOS ENTRE LA CAMARA DE DELEGADOS Y EL CONSEJO EJECUTIVO
EL PARTIDO DE LA INDEPENDENCIA
LOS COPOS UNIONISTAS DE 1906, 1908, 1910 Y 1912.

El triunfo del partido Unionista en las elecciones generales de 1904, dió a este partido el control por amplio margen de la mayoría de la Cámara. No significaba esto, naturalmente, el control de la rama administrative del Gobierno, bajo el sistema colonial centralizador de la Ley Orgánica Foraker, que quedaba invariado con el supremo jefe ejecutivo y los jefes de los departamentos administrativos, lo mismo que la mayoría de la Cámara o Consejo Ejecutivo’ en manos de norteamericanos. Sin embargo, se suavizaron de momento las relaciones del partido Unionista con el Gobierno. Los Republicanos, aunque firmes e inalterables en su rumbo político y en sus aspiraciones de status para el porvenir dentro de la confederación norteamericana, exponían a menudo en su prensa el malestar contra el régimen Foraker. Los Unionistas, no complacidos con el trato que esperaban del Gobierno, continuaron con más vigor su oposición al régimen. Prácticamente, la necesidad de llevar a cabo elecciones generales en la Isla todos los años alternados, por disposición de la Ley Orgánica, contribuía grandemente a mantener encendido el espiritu de lucha partidista.

El Partido Unionista, en su programa y acción, no propulsaba ante las autoridades de Wáshington la demanda específica de independencia. Pero la mención de la independencia ante el país como solución factible ev’entual, acompañado ello del efecto de la oratoria electoral de José de Diego, Matienzo Cintrón y otros que apelaban al sentimiento independentista, contribuyó grandemente a aumentar la tensión que comenzaba a tomar caracteres de antiamericanismo. La opinion del pais tendia a dividirser en dos bandos irreconciliables, de pro-americanos y anti-americanos.

En 1905 el Gobernador Winthrop informaba oficialmente a Wáshington, entre otras cosas, lo siguiente:

«Una importantísima cuestión para el pueblo de Puerto Rico, debido a las relaciones existentes, es si los ciudadanos de Puerto Rico son ciudadanos americanos. Algunos casos de prueba han sido llevados a los tribunales, pero la cuestión no ha quedado resuelta. La constante negativa de los derechos de la ciudadanía americana, y el pensamiento de que después de haber bienvenido con entusiasmo la soberanía americana ellos hen quedado en un status indefinido y sin las prerrogativas y honor a la ciudadanía americana, ha tenido un efecto desgraciado en este pueblo. La incertidumbre de su status ha creado muy naturalmente un espíritu de inquietud y descontento, que debe contrarrestarse en beneficio de la administración americana en general en la isle. Bajo el régimen español, los puertorriqueños fueron reconocidos como ciudadanos españoles, y es natural que a ellos les sea difícil comprender por qué se les niega la ciudadanía de la nación soberana que se rige bajo una más liberal forma de gobierno como la que rige en los Estados Unidos. La concesión de la cindadanía por el Congreso, mejoraría grandemente el sentimiento de lealtad de los puertorriqueños hacia los Estados Unidos, e infiltraría en ellos sanos sentimientos de patriotismo al ser ciudadanos de la nación, y no meramente ciudadanos de una dependencia de los Estados Unidos. Recomendamos vigorosamente la acción favorable del Congreso, que sería acogida con gran entusiasmo.»

En 1906, el Presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, hizo una visita a Puerto Rico, y a su regreso, en mensaje dirigido al Congreso en diciembre 11, 1906, decía:

«Hay un asunto sobre el cual yo deseo llamar la atención especial, y ello es lo deseable que es conferirle la ciudadanía americana completa al pueblo de Puerto Rico. Espero con sumo interés que esto se haga. No puedo ver qué daño ello ocasionaría, y me parece que es una cuestión de derecho y de justicia hacia el pueblo de Puerto Rico. Los puertorriqueñOs son leales, están satisfechos bajo nuestra bandera, y están progresando rápidamente por el camino de la libertad ordenada. Seguramente nosotros demostraríamos nuestra estimación a ellos sería nuestro orgullo por lo que hemos he¿ho, y sería un placer el extenderles el reconocimiento por lo que ellos hen hecho, concediéndoles la complete ciudadanía americana.

Estas son las dos primeras recomendaciones que funcionarios norteamericanos de alta autoridad hicieron para mejorar la condición política de l os puertorriqueños . Los inform es de los anteriores gobernadores norteamericanos, y más aún las declaraciones oficiales del Presidente McKinley y especialmente del Secretario de la Guerra Elihu Root, fueron siempre en lenguaje de fondo deprimente para las ansias de justicia política de los puertorriqueños, aunque con frecuencia el lenguaje venía untado con palabras corteges y patern al es . El mismo Presidente Theodore Roosevelt, en el indicado mensaje al Congreso, declare que funciona bien y no debe modificarse el aparato de gobierno creado por la Ley Orgánica Foraker.

El verdadero sentimiento íntimo de los partidos Republicano y Unionista contra el régimen Foraker era tal, que en el ayuntamiento Republicano de San Juan, en 1905, el Alcalde Roberto H. Todd tomó la iniciativa, que fué acogida entusiastamente por el Consejo Municipal, para reunir a los funcionarios municipales de toda la Isla en convención, para tratar diversos asuntos de interés común, incluyendo la situación política de la Isla. Acudieron a la asamblea convocada delegados de casi todos los ayuntamientos. Con fecha 25 de julio de 1905, esa asamblea elevó un memorial al Congreso de los Estados Unidos, suscrito por delegados de cincuenta y dos ayuntamientos, Republicanos y Unionistas. Ese documento señala cómo los puertorriqueños ha n sido defraudados en sus esperanzas de gobierno propio y libertad, denuncia el sistema de gobierno implantado que no da debida representación a los puertorriqueños para regir sus destinos, se querella de cómo la voluntad de los puertorriqueños expresada a través de la Cámara de Delegados se estrella ante el Consejo Ejecutivo controlado en su mayoría invariable por norteamericanos, que a la vez constituyen las jefaturas de los departamentos ejecutivos que con el Gobernador son los dueños de la administración del país. Protesta de que los altos funcionarios importados, que generalmente desconocen el lenguaje, las costumbres y las necesidades del país, al día siguiente por sus cargos en el Consejo Ejecutivo se convierten en legisladores para decidir con sus votos sobre asuntos que atañen a los altos intereses del país. Aclara el documento que si en otras ocasiones hubo protestas separadas ep distintas épocas de Republicanos o de Federales, ahora es una protesta conjunta de ambos partidos y de todo el país, que reclama mejor trato y justicia. Se demanda que se enmiende enseguida la Ley Orgánica, para que desaparezca el Consejo Ejecutivo con los miembros de nombramiento presidencial con funciones legislativas y ejecutivas, y pide que se cree un Senado Insular electo por el pueblo, para legislar como la Cámara Baja, con facultad para aprobar o desaprobar los nombramientos de jefes de departamentos que haga el Gobernador. La actitud y acuerdos de esta asamblea de ayuntamientos, despertó gran interés en la Isla. La protesta llegó haste el Comité de Asuntos Insulares de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, y hubo audiencias públicas. Comisionados de ambos partidos, unidos al Comisionado Residente Tulio Larrínaga, sostuvieron la protesta exponiendo la situación de gobierno en Puerto Rico. Las demandas y actitud de los ayuntamientos causó gran revuelo en Puerto Rico y en Wáshington.

El sentimiento de protesta contra el régimen, que iba prendiendo en todo el país, alentaba naturalmente a los Unionistas, que en la prensa y en los discursos de propaganda y de exhortación políticas daban énfasis al regionalismo. Los oradores Unionistas fácilmente embriagaban a las multitudes con sentimientos independentistas. El párrafo independentista daba tónico a la campaña electoral, aunque el Parti do U nionista no plante aba de manda categórica de independencia ante las altas autoridades de Wáshington, y limitaba sus gestiones oficiales a solicitar reformas al régimen.

Los Republicanos continuaban predicando la americanización, explicando que la Ley Órgánica transitoria o malos gobernantes americanos accidentales no representaban las instituciones y tradiciones liberales de Es tados U ni dos, e insistían contenacidad inalterable por la Estadidad, que era su estrella polar. Tenían en Barbosa un líder tesonero, de encendida fé inapagable, que jamás sucumbía ante la adversidad o la derrota.

En marzo de 1906, se aprobó una nueva ley para inscripciones y elecciones. Se hizo una nueva inscripción de electores en toda la Isla. Esta ley mantuvo el derecho a voter, lo mismo que la anterior inmediata, a todos los varones mayores de 21 años de edad, sin requisitos de ser propietarios o contribuyentes, o de saber leer y escribir. Las juntas electorales y colegios de votación estarían compuestos de representantes de los partidos que en las precedentes elecciones hubieran obtenido el veinte por ciento o más de los votos emitidos por todos los partidos, y así tendrían representación.por igual los partidos Republicano y Unionista solamente. Se mantenía el derecho de inscribir candidatos de otros partidos por petición. El Consejo Ejecutivo continuaría encargado de organizer la maquinaria electoral, de designer al superintendente general de elecciones, y de practicer los escrutinios generales finales.

El 6 de noviembre de 1906, se celebraron las elecciones generales, para elegir Comisionado Residente a Estados Unidos, Delegados a la Cámara, alcaldes, concejales municipales, y juntas locales escolares. E1 total de los electores que figuraban en las listas de votantes en toda la isle era 187,193. Votaron 157,868 electores. El partido Unionista obtuvo 98,406 votos; y el partido Republicano obtuvo 53,932 votos. E1 Partido Unionista, pues, tuvo una mayoría general de 44,474 votos sobre el partido Republicano. E1 partido Unionista reeligió a su candidatopara Comisionado Residente a los Estados Unidos, Tulio Larrínaga. Triunfó el partido Unionista en todos los siete distritos electorales, obteniendo así un copo de distritos. El Partido Unionista triunfó en 43 municipios, y los Republicanos triunfaron en 12 municipios. De conformidad con la Ley Orgánica Foraker, que disponía la elección le cinco Delegados por cada distrito, resultó que el partido Unionista eligió los treinta y cinco miembros de la Cámara de Delegados, obteaiendo así una cámara homógenea Unionista, que luego eligió como Speaker a Francisco de Paula Acuña, quien desempeñó el cargo haste narzo 6, 1907, cuando renunció para ocupar un cargo de miembro del Consejo Ejecutivo en substitución de Andrés Crosas. A Francisco de Daula Acuña le sustituyó, como Speaker de la Cámara de Delegados, Fosé de Diego, elegido en marzo 7, 1907, quien continuó en el cargo hasta su muerte en 1918.

Los Delegados a la Cámara electos, fueron: Rafael Arrillaga García, Julio Audinot, Antonio R. Barceló, José Barreras, Carlos Blondet, Vicente Borges, Camilo Buill Lluveras, Pedro F. Colberg, Elías Concepción, Ramón H. Delgado, Carlos Díaz Brink, José de Diego, José de Elzaburu, Francisco de Paula Acuña, Eduardo Giorgetti, diguel Guerra, José R. Larrauri, Antonio Lluveras, Rosendo Matienzo Cintrón, Ramón Méndez Cardona, Luis Muñoz Rivera, Ramón Romero Rosas, Práxedes Santiago, Félix Santoni, Marcelino Solá, Carlos M. Soler, José de Jesús Tizol, José G. Torres, Vicente Trelles Oliva, José Usera, Juan F. Vías Ochoteco, Vicente Viñas Martínez, Federico E. Virella, Santiago Vivaldi, y Manuel Zeno Gandía.

En estas elecciones, como en las anteriores de 1902 y 1904, no cudió a los comicios generales el Partido Obrero Socialista. Los dirientes de este partido, daban entonces toda su atención a la organiación y lucha obrera de la Federación Libre de los Trabajadores de ‘uerto Rico. Entendí an que la división de l os trabaj adores en opuestos artidos políticos, deibilitaba y retrasaba su necesaria unidad en la ausa común por las vindicaciones sociales y económicas. Carecía también éste partido de organización política electoral. Sin embargo, iguró én estas elecciones de 1906, el partido Federación Libre, que obtuvo un computo general de 1,345 votos dispersos en l os municlpios de San Juan, Vega Alta, Arecibo, Mayagüez, -Ponce y Juncos. Figuró también el partido Izquierda Unionista, disidencia del partido Unionista, en Utuado, que obtuvo 1,145 votos; el partido Republicano Puro, disidencia del partido Republicano, en Yauco, que obtuvo 872 votos; el Republicano Lajeño, disidencia del Partido Republicano, en Lajas, que obtuvo 7 votos; y el Partido Unionista Puro, disidencia del partido Unionista, en Río Grande, que obtuvo 963, votos. En Yauco resultaron electos los concejales nominados por el partido Republicano, mientras que el alcalde electo fué un candidato nominado-por una coalición de Unionistas y Republicanos Puros.3

Pocos días después de inaugurada, a principios de 1907, la nueva Cámara de Delegados elevó un mensaje al Presidente Theodore Roosevelt, protestando contra el régi men Foraker y de man dando reformas liberales. Entre otras cosas, decía este mensaje:

«El Consejo, es decir, la Cámara Alta, es a la par legislativa y ejecutiva. Y basta que los seis americanos que en ella figuran se opongan a un bill votado por los treinta y cinco representantes que autorizan este mensaje, y aún por los cinco puertorriqueños del Consejo mismo, para que el bill no llegue a convertirse en ley, quedando un millón de habitantes, en sus asuntos domésticos, sometidos al criterio de seis hombres que, amando mucho a Puerto Rieo, no le amarán desde luego tanto como los hijos de Puerto Rico, que aquí nacieron, que aquí trabajan, que aquí forman sus hogares y sus familias y que aquí descansarán en el eterno reposo de la tumba.»

En octubre 28 de 1907, el Gobernador Post informa a Wáshington que el pueblo de Puerto Rico ha captado con notable rapidez los métodos y el significado del sistema americano de gobierno, y que la labor legislative de los últimos siete años ha sido excelente. Recomienda la concesión de la ciudadanía americana a los puertorriqueños, añadiendo lo siguiente: «Puede ser verdad que muchos puertorriqueños no están plenamente preparados para la ciudadanía, y quizás algunos de los más ignorantes no sabrán lo que es o no tienen interés de obtenerla, pero los educados e inteligentes, yo creo, tienen perfecto derecho a la plena ciudadanía de los Estados Unidos.»32

El partido Republicano siempre apoyó y demandó la ciudadanía. americana para los puertorriqueños, como paso básico para la americanización del país y promesa implícita de future Estadidad. Entendía el partido Republicano que la concesión de la ciudadanía norteamericana incorporaba ipso facto a Puerto Rico como Territorio de los Estados Unidos, extendiendo a la vez a los puertorriqueños todas las interrogativas de la Constitución de Estados Unidos, y que le abrirían rancas las puertas de la Estadidad, según la tradición de los Territorios de Estados Unidos en sierra firme. En la declaración americanista de los Federales, éstos igualmente apoyaron y demandaron la

·oncesión de la ciudadanía americana. Los Unionistas, con los nuevos rumbos y el creciente sentimiento independentista, no eran tan entu,iastas por la ciudadanía norteamericana para los puertorriqueños, prefiriendo muchos de ellos, encabezados por José de Diego, la denominación de ciudadanos de Puerto Rico, definida en la Ley Orgánica Foraker José de Diego, al preferir la cíudadanía de Puerto Rico, se apoyaba en interpretaciones jurídicas suyas, en el sentido de que la cindadanía de Puerto Rico implicaba la determinación de no anexar a Puerto Rico y el reconocimiento de la soberanía puertorriqueña.

Con la Cámara de Delegados homógenea, cuyas medidas con frecuencia se estrellaban derrotadas o archivadas sin debate en el Consejo Ejecutivo, el Partido Unionista resintió más las restricciones de la Ley Orgánica Foraker, y redobló su oposición a la misma, en Puerto Rico y en Wáshington. El Comisionado Residente, Tulio Larrínaga, no despreciaba oportunidad para tracer resaltar en Wáshington la índole antidemocrática de la Ley Orgánica, que calificó ante un comité del Congreso como «una loza de promo con que se cubrió el sepulcro en que yacen enterrados los derechos y libertades de un millón de hombres libres.»

Para las elecciones que se verificaron en noviembre de 1908 rigió la misma ley electoral de las elecciones de 1906, aunque manteniendo la inscripción permanente de electores, de manera que quedaron en las listas de votantes los electores inscritos en 1906, añadiéndose solamente los nuevos electores. En estas elecciones se eligiría el Comisionado Residente y los Delegados a la Cámara, y alcaldes, consejos municipales, juntas escolares, y jueces municipales, con los demás funcionarios judiciales locales.

El número de electores inscritos para las elecciones de 1908, fué 206,055. Votaron 158,134 electores. El partido Unionista obtuvo 101,033 votos; y el partido Republicano obtuvo 54,962 votos. La mayoría general de los Unlonistas sobre los Republicanos fué, pues, 46,071 votos. Los Unionistas repitieron el copo en los siete distritos electorales. Reeligieron al Comisionado Residente Tulio Larrínaga, y eligieron otra vez una Cámara de Delegados homogénea Unionista. Los Delegados a la Cámara electos fueron Ramón Aboy Benítez, Enrique Acosta Márquez, Eduardo Acuña Aybar, José F. Aponte, Rafael Arrillaga Urrutia, Eugenio Benítez Castaño, Celso Caballero, Nemesio Canales, Francisco Coira, José Coll Cuchí, Antonio de Aldrey, José de Diego, José de Elzaburu, Ramón H. Delgado, Herminio Díaz Navarro, Celestino Domínguez Gómez, Juan García Ducós, Eduardo Giorgetti, Ernesto López Díaz. Luis Lloréns Torres, José F. Lluveras, Ricardo Martínez, Rosendo Matienzo Cintrón, Carmelo Mercader, Luis Muñoz Rivera, Santiago Oppenheimer, Lino Rosario Rosado, Félix Santoni, Juan Mauricio Solá, Carlos María Soler, José de Jesús Tizol, Vicente Trelles, Valeriano Virella Uribe, y José A. Vivoni.

En estas elecciones de 1908, el partido Federación Libre obtuvo 1,327 votos en toda la Isla, distribuídos en casi todas las municipalidades. También figuró el partido local Izquierda Unionista, de Utuado, que obtuvo 898 votos; el partido local Liberal Autonomista, que obtuvo 32 votos, dispersos en distintas municipalidades del distrito de Guayama; y el partido local Republicano Puro, de Yauco, que obtuvo 4 votos.

Inaugurada la Cámara homogénea Unionista en enero de 1909, se recrudeció la oposición contra el sistema de la Ley Foraker. Reunidos en sesión conjunta la Junta Central del partido Unionista y los Delegados a la Cámara, en 12 de enero de 1909, a proposición de Luis Muñoz Rivera, Cayetano Coll Cuchí, José Coll Cuchí, Nemesio Canales, Hermino Díaz Navarro y Ernesto López Díaz, se adoptó el siguiente acuerdo:

«Por cuanto, los centros ejecutivos de la Isla rehusan el concurso de la opinión insular, gobiernan y administran a su arbitrio y pretender convertir en una triste farsa la representación legislativa electa por los ciudadanos.

La Junta Central, de acuerdo con los representantes del pueblo, declare:

1. «Que es a toda costa necesario actuar enérgicamente contra la subsistencia del bill Foraker, que destruye la personalidad de Puerto Rico, y contra la forma en que están aplicandola los centros ejecutivos.

2. «Que no procede, sin embargo, realizer ningún acto de oposición sistemática, y sólo habrá de entenderse que la Cámara adopta una situación de irrevocable independencia.

3. Que la Cámara de Delegados debe votar y sostener leyes de carácter económico para la vida entera del país, entrar en la crítica severe de la administración en sus distintas dependencies y utilizar los medios políticos de que disponga con el fin de que aquellas leyes sean aprobadas y esta administraeión corregida de manera eficaz .

«Siguiendo esta norma de conducta la Junta Central y la Cámara llegarán, siempre que las circunstancias lo exijan, a todos los posibles sacrificios.

El ambiente en la Cámara y fuera de la Cámara, en el sector Unionista, estaba caldeadísimo. Ardorosos y patrióticos discursos, en los cuales se acentuaba la note de airada.denuncia contra el trato norteamericano a Puerto Rico, resonaban en la Cámara de Delegados, donde ocupaban escaños oradores como Muñoz Rivera, José de Diego, Matienzo Cintrón, Gayetano y José Coll Cuchí, Antonio R. Barceló, Luis Lloréns Torres, Nemesio Canales, Eugenio Benítez Castaño, Herminio Díaz Navarro, Miguel Guerra-Mondragón, y otros. Frecuentes peticiones y mociones en la Cámara de Delegados interpelaban y hostilizaban a los jefes de departamentos, y se llegó haste a pedir la destitución del juez norteamericano de la Corte Federal. La prensa Unionista recogía el clamor de protesta e inflamaba en el país el sentimiento de oposición abierta al régimen.

Llamados a La Fortaleza los líderes Unionistas por el Gobernador Post, aquellos plantearon los motivos de su actitud de oposición. El Gobernador Post entregó a los líderes Unionistas la siguiente carta:

«A la Junta Central, Partido Unionista de Puerto Rico.

«Señores: Tengo el honor de someter a la consideración de Uds. la siguiente corta relación de. los principios que creo deben regir entre el Gobierno y los partidos políticos de la isla, con respecto a los nombramientos para cubrir vacantes en los empleos municipales.

«Toda comunidad se compone de un número de individuos, cada uno con diversas condiciones de vida y carácter y con diferentes opiniones, pero todos obligados a obedecer las leyes de la comunidad, teniendo a l a vez cad a uno de el l o s derechos individual es y de pro pi ed a d que la comunidad está obligada a respetar. Las relaciones de la comunidad con el individuo están definidas y regidas por las leyes del país.

«En le que toca a la elección y nombramiento de funcionarios municipales, la ley es clara y explícita. En el primer caso, el pueblo elige ciertos funcionarios municipal es . La ley concede al pueblo el derecho de elegir sus propios representantes, poniendo así sobre el mismo pueblo la responsabilidad de la elección que haga, y según eves funcionarios cumplan bien o mal su cometido, el pueblo que los eligió prosperará o suftirá, sin que pueda culpar a nadie más que a sí mismo.

«Pero la ley dispone, además, que si ocurriere alguna vacante en algunos de eves cargos, el Gobernador la cubrirá, y la única limitaeión que establece, es la de que el nombramiento ha de recaer en una persona afiliada al partio que eligio a un funcionario cuya vacante haya de proveerse. En otras palabras, la responsabilidad de eligir a un funcionario, clara y distintamente cae sobre el Gobernador, puesto que según sea la conducta de aquél, buena o male, así prosperarán o sufrirán los miembros de la comunidad, y de ello sólo el Gobernador será responsable.

«Ahora bien, al haeer nombramientos para cubrir vacantes en cargos municipales, se ha seguido invariablemente, en la oficina del Gobernador, la manera de consultar al partido de cuyas files ha de escogerse el funcionario, y siempre se ha dado la mayor consideración a las recomendaciones del partido, porque es ésta una forma sencilla de conocer la opinión de la mayoría de la comunidad, y, por lo regular, se acepta sin vacilación o dude, la recomendación del partido. Pero nunca ningún Gobernador eludirá, por el acto de aceptar esta recomendación, la responsabilidad del nombramiento, ni podrá justificar éste con dicha recomendación, en el cave de que resultare malo.

«Hasta ahora se ha seguido la costumbre de que los partidos presenten ternas de candidatos aceptables para el que las envía, y que reunan las condiciones necesarias para cubrir la vacante, en el orden de preferencia que se da a eves candidatos y por dicho partido. Si hubiésemos de asumir la teoría de que sólo el primer nombre de la terna ha de ser tomado en consideración, y de que los otros dos son simplemente figuras de corativas , significaríamos con ello que el nombramiento se haría por el partido, no obstante de tener el Gobernador, según la ley, la absoluta responsabilidad del nombramiento, y aunque estuviere de ese modo privado por completo de toda libertad de acción ó de elección en el asunto.

«La conveniencia de que se haga un nombramiento no depende enteramente del carácter del candidato. Con frecuencia un hombre tiene una honorabilidad perfecta, y, sin embargo, no reune las condiciones necesarias para ser un buen funcionario administrativo, o pueden existir circunstancias que hagan inconveniente su nombramiento, y, como la ley pone la facultad de hacerlo en manos del Gobernador, tiene éste que considerar el asunto bajo sus aspectos, y estar en libertad de consultar a sodas las personas que crea conveniente, para llegar a una resolución definitiva. Su juramento le impone el deber de nombrar a la persona que, en su opinión, reuna las mejores condiciones, y esta obligación es superior a cualquier otra.

«El Gobernador, al tracer nombramientos, ha seguido la norma de consultar con el pueblo y respetar sus deseos, pero no puede evadir la responsabilidad que le imponen la ley del país y el juramento de su cargo, y, por consiguiente, ha de negarse a renunciar su facultad de tracer nombramientos en cualquier organismo, o agrupación de personas, por influyente que sea ese organismo en la comunidad interesada. «Estoy dispuesto ahora, como lo he estado siempre, a consultar sobre esta clase de nombramientos con los representantes del partido que esté en mayoría en la comunidad interesada, pero ha habido casos, y ocurrirán nuevamente, en que la opinión del partido se ha inspirado más en la conveniencia del mismo que en el bienestar general de la comunidad. Es muy natural que la junta directive de un partido, a la cual se ha confiado el éxito de dicho partido, bate de conseguir ventajas para él, pero es igualmente cierto que el Gobernador, a quien se ha confiado el bienestar de la comunidad y de cada uno de los individuos que la componen, debe atender en primer término, al bien general, sin inclinación alguna en favor de cualquier partido o agrupación popular.

«Muy respetuosamente,

«Regis H. Post

«Gobernador de Puerto Rico.»

La prensa Unionista, especialmente La Democracia, replicaron al Gobernador Post, enumerando ocasiones en que el Gobernador había hecho caso omiso de recomendaciones Unionistas para nombramientos en el Gobierno; protestando contra la conducta general de los jefes de departamentos en detrimento de los intereses del país; y especialmente condenando que, después de los copos Unionistas, el partido Republicano continuara con representación en el Consejo Ejecutivo.

Esta sesión de la Cámara de Delegados fué muy movida. Hubo desacuerdos diversos entre la Cámara de Delegados y el Consejo Ejecutivo en cuanto a proyectos aprobados por la Cámara. Antes de finalizar la sesión legislativa, la Cámara de Delegados aprobó el siguiente memorial al Congreso y al Presidente de Estados Unidos:

«La Cámara de Delegados de Puerto Rico, a nombre del pueblo de Puerto Rico’ expone sus quejas y sus deseos al pueblo de los Estados Unidos.

«Nuestro pueblo no está conforme con la injusta Ley Orgánica vigente y os pide que la deroguéis o, por lo menos, la enmendéis en forma tal que la Asamblea Legislativa sea electa por el pueblo y el gabinete ejecutivo por el Gobernador, con el consentimiento del Senado Insular.

«Queremos nuestra libertad de igual manera que quiso y conquistó la suya el pueblo americano. Y ese gran pueblo, si responde a su historia, no puede mantenerse bajo una tiranía.

«Confiamos, pues, en que vuestra justicia no se desmentirá. Y demandamos la pIenitud de nuestro derecho.»36

Aprobado el memorial arriba inserto, la Cámara levantó la sesión sine die, sin aprobar diversas medidas legislativas importantes pendientes, y sin aprobar el presupuesto anual de gastos del Gobierno. Esto creó una crisis, porque la Ley Orgánica Foraker entonces no contenía disposición alguna para esta contingencia, y así quedaba el Gobierno sin fondos asignados para pager sus gastos del año fiscal siguiente. Terminada la sesión de las Cámaras, el Gobernador Post convocó enseguida para el día 12 de mayo, 1909, a sesión extraordinaria.

Mientras tanto, la dirección del partido Unionista convocó para una asamblea extraordinaria del partido para el día 10 de marzo. Acudieron delegados de toda la Isla. Al iniciarse los trabajos de esta asamblea’ presentaron sus renuncias como miembros de la Junta Central del partido Luis Muñoz Rivera, José de Diego, Carlos M. Soler, Eduardo Giorgetti y Ramón H. Delgado. La asamblea rechazó dichas renuncias, solidarizándose eon los dimisionarios y con los Delegados a la Cámara. La asamblea aprobó una resolución presentada por Muñoz Rivera, que decía así:

«La Unión de Puerto Rico seguirá combatiendo por la modificación radical del Acta Orgánica, o sea Ley Foraker, y empleará en la Isla y fuera de la Isla los más enérgicos recursos para la más inmediata conquista de su gobierno propio.

«La Unión de Puerto Rico, en sus relaciones con los poderes locales,mantendrá con energía su actitud de absolute independencia, respondiendo a la conducta del Gobierno con otra conducta igual: a la benevolencia con la benevolencia; a la hostilidad con la hostilidad: al ataque violento con el ataque violento.

«En tal camino la Unión de Puerto Rico, llegará en cave de que las circunstancias lo exijan, a cualquier resolución, por grave que resulte, dentro del orden y la paz.»

También aprobó la asamblea otra proposición suscrita por José de Diego, que decía así:

«La Asamblea declare que la Unión de Puerto Rico debe seguir una política de templanza, en sus relaciones con la Administración Insular, procurando una juste armonía con el Poder Ejecutivo’ sin que esto excluya una actitud de supreme resistencia, en los caves que así lo demander la dignidad y las conveniencias del país.»38

Fué aprobada también por la asamblea una moción suscrita por Antonio R. Barceló y otros, que decía así:

«La Asamblea resuelve ratificar en sodas sus parses las declaraciones hechas por la Junta Central y la Cámara, en sesión conjunta el día 12 de enero último. Tales declaraciones responder correcta y perfectamente a las necesidades y a las actitudes de la Unión de Puerto Rico en las circunstancias que las inspiraron. La Asamblea, pues, da un voto de confianza a la Junta Central por sus patrióticas y enérgicas iniciativas, y a la Cámara por sus firmes y eficaces trabajos en honor y en servicio del país y del partido.»

Acudieron los Delegados a la sesión extraordinaria de las Cámaras convocada por el Gobernador Post. No lograron ponerse de acuerdo la Cámara y el Consejo Ejecutivo,en varios proyectos importantes, y terminó la sesión en un ambiente de pugna y acritud entre ambas Cámaras. La Cámara de Delegados insistió en no aprobar el proyecto de presupuesto anual de gastos del Gobierno. Al terminarse oficialmente las sesiones, la Cámara de Delegados se reunió enseguida en sesión secrete, y acordó elevar a Wáshington la protesta. Se designó una comisión para tal fin, que quedó integrada por Luis Muñoz Rivera, Cayetano Coll Cuchí y Eugenio Benítez Castaño.

Varios días después partió para Wáshington la comisión compuesta de Muñoz Rivera, Coll Cuchí, y Benítez Castaño. Otra comisión de norteamericanos fué designada por el Consejo Ejecutivo, para contrarrestar a la comisión de la Cámara. Ambas comisiones expresaron sus puntos de vista ante las autoridades ejecutivas de Washington, donde no tuvieron acogida liberal las demandas de la cause de la Cámara. La prensa norteamericana dió gran publicidad a la protesta de Puerto Rico. Los comisionados puertorriqueños comparecieron ante Comités del Congreso, expusieron la situación de Puerto Rico, combatieron el régimen antidemocrático creado en Puerto Rico por la Ley Foraker.

Después de cerca de dos meses en Washington, regresaron al país los comisionados Muñoz Rivera y Coll Cuchí. Benítez Castaño, por enfermedad, había anticipado su regreso. A su llegada, publicaron el siguiente informe:

«A bordo del Coamo, mayo 5,1909.

«La Comisión embarcando trace cincuenta días en condiciones muy difíciles, quiso informer e informó, no ya sólo a los electores Unionistas, sino también al pueblo entero de Puerto Rico, semana por semana, con absolute franqueza, sobre el curve de sus trabajos, sin omitir ninguna circunstancia importante.

«El público, que leyó sus notes hebdomadarias, conoce sus esfuerzos y de igual modo los esfuerzos de sus enemigos. Ante la ruptura entre los dos cuerpos legislativos, que no quiso impedir el Consejo y que no pudo impedir la Cámara, ésta necesitó defenderse y destacó tres representantes suyos para que explicaran en Wáshington los orígenes del choque y declinaron las responsabilidades del conflicto.

«No iban aquellos tres ciudadanos a la conquista de una victoria; iban al cumplimiento de un deber. Reunido el Congreso en sesión especial para la discusión de tarifas aduaneras, a nadie se ocultaba la imposibilidad de que se consagrase a la discusión del Acta Foraker. No existía, pues, ni la más remote esperanza de un éxito inmediato en lo que se refiere a nuestro problema fundamental; a nuestra ley constitucional.

«Todo el mundo sentía, sin embargo, que este problema sencillo y esta ley absurda eran el único gérmen de la discordia en la Asamblea Legislativa, entre los delegados del pueblo y los delegados del Gobierno. Imponíase la urgencia de asestar duros golpes a nuestro régimen político; tanto más, cuanto el Consejo, celoso de su poder y ganoso de aumentarlo, llevaba su intransigencia haste los lindes del agravio y pretendía concentrar en sí propio una autoridad risible en el propósito, si no fuese, en el hecho, tiránica y depresiva.

«La Comisión tenía que esgrimir sus armas contra los malos americanos que desde el Consejo Ejecutivo deshonran a los Estados Unidos, y contra el sistema que se declaró temporal, en abril de 1900 y que, con perfecta justicia, temporal es en abril de 1909, temporal generador de mayores desdichas que los temporales de San Narciso, San Felipe y San Ciriaco en otras épocas de triste remembranza.

«Así las esgrimió, al informer de palabra y por escrito ante el Secretario Ballinger, ante el Presidente Taft y ante los miembros del Senado y de la Casa Baja en el Capitolio. De los malos americanos puede decir y dice que están caídos en la conciencia de sus jefes y de sus compatriotas, y que si no bajan ya de los puestos que su incapacidad usurpa, es por la simple razón del prurito administrativo, que manda en la América del Norte sostener a un burócrata, aunque su inepcia y su testarudez se comprueben, en tanto que sus impugnadores le hostilizan. Los tres individuos del Consejo que bajo su firma ofendieron a la Cámara de Puerto Rico, son incompatibles con el honor puertorriqueño, y vivirán aquí, en este año 1909, sus últimos meses de sueldo pingüe y de case gratuita a costa del país a quien insultan.

«En lo que al Acta Foraker toca, la Comisión puede anunciar y anuncia que está herida de muerte, no por la firme conducta de la Comisión, sino por la viril conducta de la Cámara, que puso lm límite al estancamiento de nuestra vida y lanzó al espacio las corrientes de nuestra indignación patriótica. Puestos en el caso de decidirse por la expansión o por la opresión, los Estados Unidos no vacilarán en la respuesta que deben a la historia de su democracia, a los principios de su república. Y si los buenos hijos de la isla, resistiendo con energía, demuestra a que el Acta Foraker no es un útil instrumento para el gobierno liberal, ese instrumento se romperá en pedazos y otro vendrá a sustituirle que no constituya una vergueza para los americanos, ni para los puertorriqueños un dolor y un vilipendio.

«La Comisión juzgó y juzga que su obra consistía en establecer la protesta de Puerto Rico contra un régimen que crea tributos sin representación de los contribuyentes y gobierno sin consentimiento de los habitantes. La estableció y.consiguio que resonara desde Nueva York a California, desde Illinois a New Mexico, en millares de periódicos leídos por millones de americanos y extranjeros.

«Teniendo fe en el triunfo de las ideas por la publicidad, confía en la eficacia de su empeño propagandista. Y de tal manera ha menester Puerto Rico que se le aluda y se le nombre en su misma metrópoli, que aún los ataques sufridos por la Comisión y por la Cámara aprovecharán a la cause del país y contribuirán a que se disipen las sombras que nos envuelven y las miasmas que nos asfixian.

«No iban los comisionados a impedir que se autorice un presupuesto. Sobre ser el presupuesto una necesidad imperiosa, tampoco se considera cuestión de vida o muerte que pase con éstas o aquellas modificaciones, con éstas o aquellas economías; la cuestión de vida o muerte es la que afecta a nuestro derecho y a nuestro decoro; es a saber: si se nos trata como a siervos adscritos al terruño y con el terruño vendidos y traspasados al conquistador, o si se nos trata como a hombres libres en una sierra libre, bajo la soberanía de un Estado que no acepta los métodos de San Petersburgo y Constantinopla para oprimir a los débiles y explotarlos a mansalva.

«Obtuvo la gestión insular en Wáshington resultados superiores a sus esperanzas. Y en lucha con obstáculos formidables, logró hacerse oir siempre con respeto y en muchas ocasiones con no disfrazada simpatía. En los centros más altos de la administración mantuvo Puerto Rico su dignidad, definió resueltamente su actitud y probó que, si le altan fuerzas para apoyar su demanda, no hen de faltarle nunca ni inteligencia para plantearla, ni independencia para ocupar el sitio que te corresponde.

«Los Comisionados regresan satisfechos. Cualquier medida del Congreso ya sea la de declarer vigentes en el año próximo los presupuestos del actual, ya la de enmendar el Acta Foraker declaando que los presupuestos regirán mientras no apruebe otros la Asamblea Legislativa resultará preferible a la sumisión y al siencio en que una sociedad admite y sanciona su injusta servidumbre. Y, de sodas maneras, si nuestra sociedad pugna por romper sus ligaluras, el Congreso no persistirá en estrecharlas y remacharlas, porque llo equivaldría a la abdicación o a la violación de los históricos principios de la Unión Americana.

«Nosotros entendemos que el paso de ahora no es el último, sino el primero de una serie de avances hacia la libertad. Solo retrocedienlo perderíamos la batalla. Y retroceder es imposible; la Cámara quemó sus naves el 16 de marzo y no cabe que el país vuelva los ojos hacia atrás, sino que vaya adelante, cueste lo que cueste.

Nuestra labor no ha de confundirse con los calculos egoistas de un interes partidiario. Es mas grande y mas noble. Es una labor generosa, que se inspire en un noble patriotismo y tiende a ensanchar el campo de acción, el mezquino campo en que se agita nuestra pobre existencia de colonia esclava.

«El pueblo nos juzgará.

La Junta Central Unionista, en sesión conjunta con los Delegados a la Cámara, aprobaron la siguiente resolución presentada por José de Diego:

«La Junta Central de la Unión de Puerto Rico y los Delegados a la Cámara, unánimemente acuerdan rendir un voto de solidaridad y gratitud a sus compañeros Luis Muñoz Rivera, Cayetano Coll Cuchí y Eugenio Benítez Castaño, al enaltecer sus meritísimos trabajos ante el pueblo y el Gobierno de los Estados Unidos en el desempeño de la comisión que se les confiara, despu~és de haber estallado el conflicto entre la Cámara de Delegados y el Consejo Ejecutivo.»

En mayo 10,1909, el Presidente de los Estados Unidos, William H. Taft, con respecto a la situación de Puerto Rico, dirigió el siguiente mensaje al Congreso:

«Ha surgido una necesidad urgente en Puerto Rico que me oblige a llamar la atención del Congreso hacia los asuntos de esta Isla, recomendando acción legislativa en la presente sesión extraordinaria, tendente a enmendar la ley por que ella se gobierna.

«La Asamblea Legislativa de Puerto Rico clausuró su sesión corriente en marzo 11 próximo pasado, sin aprobar los acostumbrados bills de presupuestos. Inmediatamente, el Gobernador convocó a la Asamblea a sesión extraordinaria; pero, después de tres días de discusión, dió fin otra vez a sus trabajos sin aprobar los necesarios créditos.

Esa actitud deja al gobierno de la Isla sin medios para su sostenimiento después de junio 30 venidero, y la situación que, como secuela, se presenta es de gravedad inusitada.

«El actual Gobierno de Puerto Rico fué instituído de acuerdo con la ley conocida con el nombre de Acta Foraker, aprobada en abril 12 de 1900, y puesta en vigor en mayo 1 de 1900. En sus estipulaciones el jefe ejecutivo es un Gobernador nombrado por el Presidente y con firmado por el Senado. Un Secretario, un Attorney General, un Tesorero, un Auditor, un Comisionado del Interior y uno de Instrucción Pública, juntos con cinco miembros más, nombrados por el Presidente, constituyen el Consejo Ejecutivo y éste debe comprender en su orga

nización no me nos ie cineo naturales del país. El poder legislativo se le adjudica a la Asamblea Legislativa, integrada por dos ramas coordinadas. La primera de éstas, en orden de prelación, es el indicado

Consejo Ejecutivo, y la segunda la Cámara de Delegados, cuerpo popular y de representación, cuyo personal lo eligen los electores capacitados de los siete distritos en que está dividida la Isla.

«El articulado explicando la forma en que deberán subvenirse los gastos del Gobierno deja algunas dudes en el sentido de si este ejerciciocorresponde exclusivamente al Consejo Ejecutivo; pero en la práctica la Asamblea Legislativa, de consuno, señala las asignaciones para todos aquellos desembolsos no indicados por el Consejo, y ya es demasiado tarde para darle otra interpretación al mencionado estatuto.

«Desde la instauración de la presente Asamblea la Cámara de Delegados viene, sin interrupción, reteniendo haste el último ntinuto los bills de créditos, y ha de emplear esa fuerza como medio de imponer el consentimiento del Consejo Ejecutivo en la legislación que desea la Cámara.

«En la sesión corriente de la última Asamblea Legislativa, la Cámara de Delegados aprobó un bill dividiendo la isle en varios condados con sus administraciones correspondientes; un bill para la fundación de escuelas de artes y oficios; un bill para la fundación de un banco agrícola; un bill ordenando que las vacantes ocurridas en los puestos de alcaldes y concejales se cubran por votación de los ayuntamientos, en vez de ser ocupadas por nombramiento del Gobernador, y un bill otorgando en gran parse a los mayores contribuyentes de cada distrito municipal la elección de los tasadores de la propiedad.

«El Consejo Ejecutivo se negó a convenir en eves proyectos de fey; se opuso al del banco agrícola, por razón de que los ingresos del erario no permitían efectuar los gastos, y también al de la escuela de artes y oficios porque violaba de lleno el Acta Foraker. Se negó al cambio propuesto en la ley relacionda con la tasación de la propiedad, basándose en que el proyecto, por lo que se relacionaba con la justipreciación de la propiedad, adjudicaba demasiado poder de imposición de contribuciones en aquellos que tenían más propiedades tributables. El 11 de mayor interés era el que se proponía afar carácter electivo a los jueces municipales de veintiseis pueblos. Leyes aprobadas ya de antemano autorizaban la elección de igual número de jueces municipales. Este bill tenía por norte el aumento a sesenta y seis de los veintiseis jueces ya acordados, a la par que la desaparición de los jueces de paz Objetó el Consejo Ejecutivo al cambio, fundándose en que la elección de jueces municipales, al mismo tiempo de haber afectado ya la administración eficaz e imparcial de la justicia, había también resultado en la elección de jueces de un solo credo político, subordinados a la voluntad del Comité del Partido Unionista dominante. La actitud del Consejo Ejecutivo resistiéndose a suscribir esos bills, trajo como resultado el que la Cámara de Delegados se negase a aprobar los necesarios créditos.

«Los hechos enumerados demuestran la disposición de los miembros de la Cámara de Delegados en el sentido de subvertir el Gobierno con la mire de conseguir la aprobación de cierto cuerpo de leyes. La cuestión de 8i los propuestos bills deberían pasar a ser leyes fué dejada en la Ley Orgánica a la acción conjunta del Consejo Ejecutivo y Cámara de Delegados, que constituyen la Asamblea Legislativa. La Cámara de Delegados se empeña en la consecución de esas leyes, sin respetar la oposición del Consejo Ejecutivo, a lo que es más, disponiéndose a destruir el Gobierno. Este espíritu, que ha venido desarrollándose de año en año en Puerto Rico, demuestra que a la Cámara de Delegados se le ha concedido demasiado poder, y que sus miembros no hen sabido colocarse a la altura de su responsabilidad jurada para el sostenimiento del Gobierno, justificando al Congreso en la negativa de seguirles otorgando poder absoluto para rehusar los créditos que la vida de aquél necesita.

«Ante esas rezones, recomiendo una enmienda a la Ley Foraker previendo que, en aquellos casos en que la Asamblea Legislativa clausure sus sesiones sin aprobar los créditos necesarios para el sostenimiento del Gobierno, se asignen de las rentas corrientes sumas iguales a las determinadas en años anteriores para funciones respectivas, autorizadas por libramientos expedidos por el Auditor contra el tesorero y refrendados por el Gobernador de la Isla. Estatuto por el estilo rige en las Filipinas y el Hawaii respecto de sus legislatures, y ha evitado en eves dos países el abuso del poder de créditos.

«La Cámara de Delegados envió a Washington un comité de tres personas y el Consejo Ejecutivo estuvo representado por el Secretario y un comité compuesto del Attorney General y el Auditor de la [slat Puse ambas comisiones al cuidado del Secretario del Interior, y el informe de éste, con una carta del Gobernador Post y las exposiciones escritas de aquéllas acompañan este mensaje.

Celebré una entrevista personal con la comisión que represenLaba a la Cámara de Delegados, y le sugerí a sus miembros que si ese cuerpo aprobaba el bill del presupuesto, sin insistir en la aceptación por parte del Consejo Ejecutivo de los otros bills enviaría a Puerto Rico un representante del Gobierno para hacer una investigación e informer en lo tocante a la legislación propuesta. Su repuesta, que prueba no desear colocarse ellos en actitud conciliadora, la expresaron en esta forma.

«Tomando en qonsideración el estado de cosas reinante en la Isla y el gran disgusto causado en ella por la intolerante disposición del Consejo Ejecutivo, y teniendo, además, en cuenta la absolute resistencia de la Cámara a realizar acto alguno contra su propia dignidad y la dignidad del país, si a la Asamblea Legislativa de Puerto Rico se le convoca a sesión extraordinaria exclusivamente para aprobar el bill del presupuesto, opinan estos Comisionados que, a menos que el Consejo se disponga a aceptar las enmiendas de la Cámara, no se llegará a ningún acuerdo. Pero si en la orden citando a sesión extraordinaria se mencionan las reformas judiciales y municipales, y si el Consejo conviene en la supresión de los actuales jueces de paz para substituirlos con jueces municipales en todos los municipios, como también afar autoridad a los ayuntamientos para llenar las vacantes que ocurran en las alcaldías y juzgados, tal como se determinan en los denominados bills municipales aprobados por la Cámara en su última sesión, entonces creen los Comisionados que se aceptarán sin dilación los bills de créditos en la forma en que fueron presentados en el Consejo Ejecutivo.

«Puerto Rico ha sido la hija favorite de los Estados Unidos. La soberanía de la Isla fué traspasada en 1898 a los Estados Unidos con el pleno cons enti mien to de sub habi tantes todos .

«De acuerdo con la fey, sodas las contribuciones internal y de aduanas se entregan al tesorero de Puerto Rico para el sostenimiento del Gobierno Insular y del otro lado los Estados Unidos pagan de su propio tesoro los gastos exigidos por el ejército local, que entraña el conjunto del Regimiento de Puerto Rico, los guarda-costas, el servicio de faros, la demarcación de costas, mejoras de puertos, mantenimiento del hospital de marina, déficit del servicio postal, oficina meteorológiea y el sostenimiento de las estaciones agrónomas.

«Inmediatamente después de efectuarse el cambio de soberanía un ciclón destruyó gran parse de las fincas de café en Puerto Rico, y con ese motivo se invirtieron $200,000 del tesoro de los Estados Unidos con el objeto de comprarles alimentos a las víctimas del fenómeno. Velan por el orden público en la Isla 700 policías y reina la tranquilidad más completa.

«Antes de la ocupación americana el 87 por ciento de los puertorriqueños eran analfabetos, y no había en esa Isla de un millón de habitantes un solo edificio construído para dedicarlo a instrucción pública, alcanzando el número de educandos en las 551 escuelas existentes en aquel entonces a solo 21,000. Se encuentran troy allí 160 edificios destinados a ese propósito, y el número de alumnos asistentes a los 2,400 planteles de enseñanza llega a 87,000. El año anterior al cambio de soberanía se gastaron en instrucción pública $35,000 oro, y bajo el actual gobierno se invierten con ese fin un millón de dolares anuales.

«Cuando los americanos tomaron posesión de Puerto Rico existían 172 millas de carreteras afirmadas. A partir de aquella evolución se hen construído 452 millas más, principalmente en las montañas, formando troy un total de 624 millas de carreteras admirablenente construídas y afirmadas, y tan buenas como cualquiera en el mundo.

«Durante el curso de la administración de esa Isla los jefes sanitarios de los Estados Unidos descubrieron un padecimiento en forma de anemia tropical que tenía carácter epidémico que la originaba un microbio denominado parásito heck. Debilitaba de tal modo la energía de los enfermos, que con tanta frecuencia producía la postración y la muerte, que se hizo necesario buscar el remedio poniendo en actividadamplio esfuerzo del Gobierno. Me place declarer que 250,000 naturales del país, o sea la cuarta parse del total de la población, hen sido medicinados pagando el Gobierno los gastos, llegándose al resultado de reducir la extensión y severidad de la dolencia, dominándola al cabo. Todos los habitantes de la Isla hen sido vacunados eficazmente, y la viruela ha desaparecido.

Existe completo libre cambio entre Puerto Rico y los Estados Unidos, y fueron devueltos al tesoro insular en un total de cerca de $3,000,000 todos los derechos aduaneros impuestos en los Estados Unidos a productos puertorriqueños a raíz de la fecha de la evacuación española. Las pérdidas que la libre admisión de productos puertorriqueños origina a las rentas públicas de los Estados Unidos alcanza a $15,000,000. La riqueza de esta Isla depende directamente del cultivo en su suelo de la caña, tabaco, café y frutas, para los cuales son único mercado los Estados Unidos de América.

«Sin nuestra protectora munificencia, Puerto Rico estaría tan decaído como se encuentran algunas de sus vecinas isles de las Antillas. Antes de la ocupación americana en el balance comercial resultaba una diferencia contra la Isla de más de $12,500,00, y troy presenta un exceso en s~ favor de $2,500,000. El total de las exportaciones e importaciones ha aumentado de $22,000,000, su totalidad antes de la invasión americana, a $56,000,000 en los días actuales. En la fecha del traspaso de la soberanía, el valor estimado de sodas las sierras agrícolas era alrededor de $30,000,000; troy el valor justipreciado de sodas ellas se remonta a $100,000,000. Los gastos de Gobierno antes de la ocupación americana sumaban $2,969,000 y los ingresos no pasaban de $3,644,000; en el año 1906 los ingresos alcanzaron a $4,250,000, y los egresos a $4,084,000. De los funcionarios civiles en el gobierno central 343 son americanos y 2,548 naturales de la Isla. Jamás hubo una época en la historia d~e la Isla en que fuese más alto el promedio de la prosperidad de los puertorriqueños; en que sus oportunidades para levantarse hayan sido mayores, y en que estuviesen más seguras su libertad de pensamiento y acción.

Los representantes de la Cámara de Delegados declaran con insistencia en sus peticiones al Congreso y al público que, desde el punto de vista de un pueblo libre’el puertorriqueño se ve ahora sometido bajo la soberanía americana a la opresión política y a un gobierno menos liberal que lo fué el español. Para demostrarlo aluden a la ley contenida en el decreto real de 1897, promulgado en noviembre de ese año. El decreto contenía el gobierno de Puerto Rico y Cuba y, sin dude alguna, con él se daba un gran paso en el oamino de la concesión de cierto género de autonomía al pueblo de ambas isles. A los pocos meses de su promulgación surgió la guerra, y es imposible decir cual hubiera sido su resultado en la práctica. Era un arreglo a guise de ensayo, revocable a voluntad de la Corona, otorgando en su articulado autoridad al Gobernador General para dejar sin vigor sodas las leyes aprobadas por las Legislaturas de las Islas haste que fueran aprobadas o desaprobadas en la nación, como también suspender discrecionalmente sodas las garantías constitucionales de la vida, la libertad y la propiedad, que se supone son la base de la libertad civil, y de las instituciones libres. La Legislatura insular no tenía poder para confeccionar nuevas leyes o adicionar las existentes por las cuales se regían los derechos de propiedad o la vida y la libertad del pueblo. La jurisdicción para aprobar esas leyes quedaba a cargo de las Cortes nacionales, y comprendía el conjunto de leyes modificadas porque se guiaba la herencia, distribución y traspase de la propiedad y los contratos, gravámenes, derechos sobre bienes raíces’ leyes notariales leyes fluviales y de mines, código penal, civil, criminal y administrativo, leyes orgánicas de ayuntamientos, ley electoral, código de comercio, etc., etc.

«En contraste con todo eso, al amparo de la actual forma de Gobierno la Legislatura de la Isla posee en la práctica sodas las prerrogativas de una comunidad americana y las garantías constitucionales para todos sus habitantes, y en vez de ester a merced de suspensión por voluntad del Ejecutivo, están garantizados absolutamente por una ley del Congreso. El gran cuerpo de leyes sustantivas vigente troy en la Isla, el código político, civil y criminal, los códigos de procedimiento civil.y criminal’ las leyes de rentas, municipal, electoral, de franquicias, instrucción pública, policía, obras públicas y otras de esas índole, hen sido confeccionadas por el pueblo de esa Isla, ya que, a menos que no reciban la sanción de la Cámara Baja de su Legislatura, no podrán mcluirse mnguna de ellas en la colección de [eyes. Ni en un solo cave intervino el Congreso de los Estados Unidos para anular o depurar leyes aprobadas por la Asamblea Legislativa. Es ésta la primera vez en la historia de Puerto Rico que la Isla vive bajo la protección de leyes confeccionadas por su propia Legislatura.

Resulta, pues; ocioso comparer el poder político de los puertorriqeños bajo la influencia del decreto real de 1897 cuando su capacidad para ejercerlo en beneficio propio no se probó nunca en reaidad con el que disfrutan ahora rigiendo la Ley Foraker. La uestión que se nos presenta delante es la de si el comportamiento lesde la adopción de la Ley Foraker no demuestra la necesidad de retirarles el absoluto poder otorgádoles por ella a la Asamblea Legislativa para votar créditos, teniendo en cuenta que la Cámara de Delerados, como rama coordinada de esa Asamblea, se manifiesta propiia y ansiosa de emplear ese poder absoluto, no en el sentido de apoyar y mantener el Gobierno, sino con la tendencia de imposibilitarlo totalmente. Si los puertorriqueños desean un cambio en la Ley Foraker, es este asunto de la incumbencia del Congreso, subordinado, por supuesto, al efecto que una alteración de ese género haga en el progreso político verdadero de la Isla. Un cambio de esa naturaleza solo se ~onsigue en forma ordenada, y no se presenta a la atención del Congreso paralizando el brazo del Gobierno existente. No abrigo dude de que los términos de la ley fundamental vigente son susceptibles de modificacion; sobre todo en lo que se refiere al deslindamiento de algunos de sus estatutos aludiendo a las respectivas atribuciones del Consejo Ejecutivo y la Cámara Baja, y sugiero al Congreso la conveniencia de someter al juicio de los comités correspondientes el asunto de la revisión. Pero no deberá afrontarse labor alguna de ese alcance haste que, por enmienda especial de la Ley Foraker, se prive de la autoridad absolute en la disposición de los créditos a aquellos que se hen revel ado demasiado irresponsables para su disfrute .

«En el anhelo de ciertos de sus leaders por la consecución de poder político, los puertoriqueños hen olvidado la generosidad de los Estados Unidos en sus relaciones con ellos. Esto no debe ser motivo de sorpresa, como tampoco al tratar con un pueblo entero deberá servir de pie para la acusación de ingratitud. Al afrontar nosotros, con el consentimiento del pueblo de Puerto Rico, la tutela y el encauzamiento de sus destinos, debemos tener en cuenta que no era de esperarse que un pueblo al cual se le habían facilitado tan pocas oportunidades para educarse, pudiera, con seguridad, ejercer el pleno dominio del gobierno propio, y la presente contingencia es solo indicación de que hemos procedido con demasiada rapidez en la concesión a los puertorriqueños, para su propia conveniencia, de poder político.

«El cambio recomendado acaso no convenza inmediatamente a los que ejercen el dominio en la Cámara de Delegados de la equivocación cometida lanzándose al extremo a que hen acudido con mires políticas; pero a la large resultará en el ejercicio más cuidadoso, y consciente de su responsabilidad del poder disfrutado.

«No se ha exteriorizado en este cave la más ligera prueba de que el Gobernador o miembro del Consejo Ejecutivo se dispusieran a usurpar atribuciones, o a negar su aprobación a leyes que tuviesen por norte la defense de los intereses de la Isla, o de falta de simpatía con las mejores aspiraciones del pueblo puertorriqueño.»42

Atendiendo el mensaje del Presidente Taft, el Congreso aprobó, en julio de 1909, una Resolución Conjunta enmendando la Ley Orgánica, proveyendo que las asignaciones del año fiscal precedente regirán para el año siguiente en caso de que la Legislatura Insular no aprobare el presupuesto en cualquier año.

Así terminó la crisis creada por el rompimiento de la Cámara de Delegados con el Consejo Ejecutivo. Fué una medida de fuerza, impuesta por el poder del Congreso, pero los resultados del conflicto fueron a la large beneficiosos para Puerto Rico. Por primera vez, Puerto Rico era el único tema de un mensaje of icial del Presidente al Congreso. La atención en la prensa norteamericana y haste extranjera que atrajo el conflicto, y el planteamiento ante comités del Congreso de Washington de la situación de gobierno prevaleciente en Puerto Rico, dió luger a que se comenzara a pensar en modificar la ley fundamental del país en términos más liberales y justos.

A pesar de las discrepancias fundamental es en las tendencias y propagandas de Unionistas y Republicaños con respecto al status político final de Puerto Rico, tomaba ímpetu el movimiento para gestionar reformas a la Ley Orgánica o una nueva ley orgánica que asegurara mayor grado de gobierno propio insular. En este terreno los líderes y partidos tendían a ponerse de acuerdo, pues el país entero ya repudiaba la centralización administrative en manos de norteamericanos. La pugna electoral resultaba gesto casi inútil, pues el triunfo en las ureas decidía prácticamente nada o poco, salvo el exiguo poder local en el régimen de los municipios con facultades restringidas e intervenidos por el gobierno central.

En diciembre de 1909, una logia masónica de Ponce, acogiendo un acuerdo adoptado por otra logia masónica de Bayamón después de oir un discurso fraternal y patriótico pronunciado por José C. Barbosa ante ella, tomó la iniciativa de reunir a los dos grandes líderes de la época, Muñoz Rivera y Barbosa, para aunar voluntades y sentimientos en pro de los altos intereses del país, declarando «que las luchas de los puertorriqueños entre sí y el malestar moral que tiene el país nacen de las diferencias profuñdísimas que median, como un abismo, entre dos notables puertorriqueños.»

La iniciativa de la logia de Bayamón culminó en una magna asamblea masonica verificada en San Juan, a la cual concurrieron los líderes Barbosa y Muñoz Rivera, donde ambos patricios se confundieron en fraterno abrazo. Muñoz Rivera y Barbosa se comprometieron a laborer conjuntamente por reformas a la Ley Orgánica, incluyendo un senado electivo y la ciudadanía americana para los puertorriqueños. Los supremos organismos directivos de los partidos Republicano y Unionista sancionaron el acuerdo para laborer conjuntamente ambas colectividades. Adhesiones entusiastas de toda la Isla, de Republicanos y Unionistas, se publicaron profusamente en numerosas ediciones de La Democracia y El Tiempo, y todo daba indicios de una saludable tregua patriótica y de un empeño común y armónico para la gestión de las reformas que ansiaba el país.

El armisticio partidista no duró mucho. Posteriormente una comisión Unionista fué a Washington, compuesta por Luis Muñoz Rivera y Cayetano Coll Cuchí. La oposición de éstos a la ciudadanía americana para los puertorriqueños, por lo que según se interpretaba entonces ello significaba la definitive incorporación de Puerto Rico a Estados Unidos, fué el motivo de discordia. La aspiración independentista del partido Unionista, aunque no era demanda categórica del programa ni actitud del partido ante las autoridades norteamericanas, era tema de arengas y exhortaciones partidistas electorales que excitaban a las multitudes Unionistas. Esto era contrario a la

propaganda de americanización y demanda categórica de future Estadidad, que daban tono a la campaña polítlca del partido Republicano.

En 1910 se presentó en el Congreso el bill Olmsted. Este proyecto fué presentado en marzo 15, por Marlin E. Olmsted (Republicano de Pennsylvania), miembro de la Cámara de Representantes. Este bill proveía una nueva ley orgánica para Puerto Rico. Las disposiciones sustanciales del proyecto Olmsted eran las siguientes: mantenía el arreglo fiscal económico entre los Estados Unidos y Puerto Rico ya en vigor en la Ley Foraker, o sea comercio libre, cabotaje y reversión al tesoro de la Isla de las contribuciones de aduanas; declaración de derechos individuales (bill of rights); rama ejecutiva con un gobernador y seis jefes de departamentos nombrados por el Presidente de los Estados Unidos; la rama legislative, compuesta de dos cámaras, un senado de trece miembros, ocho de los cuales serían nombrados por el Presidente y cinco miembros electivos, y una Cámara Baja elective; los senadores y representantes tendrían que ser contribuyentes al tesoro público; el gobernador tendría derecho al veto suspensivo, y el Congreso el derecho de anular toda legislación puertorriqueña; la poesion de bienes por corporaciones se aumentaban a tres mil acres; después de las elecciones generales de 1910, solamente podrian voter los que supieran leer y escribir o fueran propietarios o contribuyentes; en cuanto a cindadanía americana, la misma no se concedía colectivamente, sino que se daba derecho a obtenerla a aquellos puertorriqueños que la solicitaran mediante cierto trámite judicial.

Este bill Olmsted no creó entusiasmo alguno en Puerto Rico. La ciudadanía americana se concedía en una forma similar a como siempre se ha concedido a cualquier extranjero en los Estados Unidos. El proyecto en general acusa la mentalidad retrógada que entonces todavía prevalecía en el Congreso. El proyecto pasó en la Cámara Baja, con enmiendas, pero no pasó en el Senado. Ei mismo fué, sin embargo, señal de la preocupación del Congreso por Puerto Rico.

En noviembre de 1910 se celebraron en Puerto Rico las elecciones generales, bajo la misma ley electoral de las precedentes elecciones, para elegir Comisionado Residente, Delegados a la Cámara y funcionarios municipales. Había 221,816 electores inscritos para toda la Isla. Votaron 163,568 electores. El Partido Unionista obtuvo 100,634 votos; y el Partido Republicano obtuvo 58,572 votos; o sea’ una mayoría de los Unionistas.sobre los Republicanos, de 42,062 votos. Los Unionistas triunfaron en 51 municipalidades, y los Republicanos en 16. Los Unionistas volvieron a copar los siete distritos electorales; eligieron los 35 Delegados a la Cámara; y eligieron por primera vez Comisionado Residente a Luis Muñoz Rivera. Los Delegados a la Cámara electos, fueron Francisco L. Amadeo, Antonio R. Barceló, Eugenio Benítez Castaño, Carlos Benítez Santana, Celedonio Carbonell, Eduardo Cautiño Insúa, Francisco Cervoni Gely, Cayetano Coll Cuchí, Francisco Coira, Rafael Cuevas Zequeira, José de Diego, José de Elzaburu, Herminio Díaz Navarro, Juan García Ducós, Eduardo Giorgetti, Antonio C. González, Miguel Guerra-Mondragón, José Lacot, José R. Larrauri, Antonio López del Valle, José F. Lluveras, Alexander Marvin, Domingo Massari, Gustavo Muñoz Díaz, Francisco Roig Cardona, Julio Rivera, José Ruiz Soler, Nicolás Santini’ Félix Santoni;Carlos Maria Soler, Antonio Suliveres, José G. Torres, Vicente Trelles y Vicente Usera.

Votaron también en estas elecciones de 1910 varios partidos locales: el Partido Socialista, en San Juan, que obtuvo 67 votos; el Partido Republicano Puro, de Bayamón, disidencia del Partido Republicano, que obtuvo 920 votos; Partido Demócrata, en Arecibo, disidencia del Partido Unionista, que obtuvo 157 votos; el Partido Obrero, en Arecibo, que obtovo 872 votos; el Partido Yaucano, coalición de Republicanos y Unionistas para elegir alcalde, que obtuvo 3,108 votos, y que triunfó sobre los candidatos oficiales de los principales partidos; Partido Izquierda Unionista, disidencia del Partido Unionista en Gurabo, que obtuvo 588 votos; y Lopiztas de la Unión, disidencia del Partido Unionista, que obtuvo 3,352 votos dispersos en 29 municipios de la Isla, pero que votaron por el Comisionado Residente Luis Muñoz Rivera.

La inquietud y malestar prevalecientes en la época en contra del régirnen Foraker, y la creciente impaciencia de algunos elementos dentro del Partido Unionista para que se impulsara la demanda de independencia, tovo expresión en un manifiestc’ lanzado al pueblo de Puerto Ricg, en febrero 8, 1912, por Rosendo Matienzo Cintrón, Manuel Zeno Gandía, Luis Lloréns Torres7 Matías González García, Pedro Sierra (Luis Dalta), Ramón Gandía Córdova. Rafael Sánchez Montalvo, Eugenio Benítez Castaño, Carlos Zeno, Santiago Oppenheimer, y Pedro Franceschi. Este manifiesto decía así:

«Los que suscriben consideran que ha llegado el momento en que el Congreso de los Estados Unidos de la América del Norte define, dentro del derecho de gentes, la condición política de los hombres nacidos en Puerto Rico y de la entidad social civilizada que ellos constituyen.

«Y consideran también, que sólo dos soluciones son decorosas y posibles dentro de la devoción a sus principios del pueblo de los Estados Unidos y dentro de la devoción a sus libertades del pueblo de Puerto Ricg: el reconocimiento de que Puerto Rico, después de un gobierno territorial transitorio, será un Estado soberano de los Estados Unidos de la América del Norte, o el reconocimiento de que Puerto Rico es una nación independiente que, empezará a gobernarse en un cercano futuro.

«Y consideran también, que cuando el Congreso de los Estados Unidos, abrogándose nuestra representación7 legisló la carte constitucional de Puerto Rico denominada Ley Foraker, creó una entidad política y social que llamó Pueblo de Puerto Rico, distinguiéndolo deliberadamente del pueblo de los Estados Unidos y de todo otrg pueblo, teniéndolo por distinto y dándole las características fundamentales de una nación, si bien nos desconoció el derecho de soberanía sobre ella, reservándosela para él.

«Y consideran asímismo, que de un detenido y prudente examen de este problema resulta evidente que, no conviene a los intereses del pueblo de los Estados Unidos y no conviene a los intereses c e pue ~ o de Puerto Rico una alianza dentro de una misma nacionalidad para establecer en la Isla de Puerto Rico un Estado soberano de los Estados Unidos de la América del Norte, así como que las sabias razones que tuvo el Congreso de los Estados Unidos para reconocer al Pueblo de Puerto Rico distinto, expresamente distinto del pueblo de los Estados Unidos, subsisten todavía y subsistirán siempre.

«Y consideran además, que no es justo que el Congreso de los Estados Unidos retenga por tiefnpo indefinido la soberanía de un pueblo orgulloso de su culture, amante de sus libertades, dueño ante Dios yla razón de un país pródigo de riquezas, así como dotado de sodas las energías necesarias para regir sus propios destinos; ni tampoco es justo mantener a ese pueblo en servidumbre, después de haber aceptado por virtud de un Tratado el deber de definir sus derechos, que no de desconocerlos.

«Por lo tanto, hemos convenido asociarnos para defender el derecho de nuestra patria a ser constituida como nación independiente, para consultar por medio de un acto plebiscitario cuál sea la voluntad del pueblo de Puerto Rico acordando también proponer al Congreso de los Estados Unidos que aplace toda legislación referente al status de nuestra patria, haste tanto le participemos cual es la voluntad de nuestro pueblo.

«Acordamos también declarer fundado el Partido de la Independencia de la Isla de Puerto Rico, constituir una Junta para defender y propagar aquellos fines; oponernos a que nadie solicite del congreso a nombre del pueblo de Puerto Rico soluciones a su status sin previa consulta de su voluntad, protestando de quien lo intense o lo realice; y también invitar a todos los habitantes de la isia a que constituyan juntas de propaganda y defensa de estos altos y decorosos deberes.»

A los suscribientes de este manifiesto, se unieron enseguida Rafael López Landrón7 Juan López de Goenaga, Enrique Rincón Plumey, Armando Morales, Manuel Valdés y Jesús García (Tatita). Fué incorporado este nuevo partido con el nombre de Partido de la Independencia de Puerto Rico, disponiendo en una de sus cláusulas que funcionaría como partido político militante por medio de la propaganda ordenada y pacífica con arreglo y entera

sujeción a las leyes vigentes, bajo las garantías constitucionales, tomando una participación directa en las luchas políticas y en las elecciones públicas de todas clases.

Este Partido de la Independencia, designó presidente a Eugenio Benítez Castaño; vicepresidente, a Ramón Gandía Córdova; secretario, a Rafael López Landrón; tesorero, a Juan López de Goenaga; y vocales a los demás incorporadores.

Este Partdio de la Independencia publico su programa, precedido de las siguientes declaraciones:

La sensacion general de conciencia de nuestro pueblo es el cansancio de la esperanza en ideales vagos y difusos. Los partidos politicos no han cuidado hasta ahora de definir de una manera cklara y precisa sus convicciones de sana doctrina politica, y menos aun sus procedimientos. Jamas, antes de ahora, han cuidado de establecer sus compromisos con la opinion en terminos bien categoricos e inequivocos. Sus orientaciones han sido siempre vaporosas promesas, que en la vida practica de la lucha por los intereses generales del pais han permitido a sus hombres degraudar las esperanzas mas legitima del pueblo, haciendo caer en el mayor descredito a los mas esforzados paladines de la libertad.

Para rectificar las graves deficiencias de esta inveterada costumbre, el Partido de la Independencia de Puerto Rico despelga a los vientos de la publicidad su programa inspirado en un gran espiritud de publica serenidad. Sus orientaciones, como se vera por el contenido de la doctrina, son uniformes, y no dejan lugar a los temores de la falacia. Entre las sucesivas soliciones que presenta para conjurar las tristes perspectivas del porvenir y preparar un futuro lisonjero para todo el pueblo de Puerto Rico, ha meditado serena y tranquilamente, hasta formazr criterio propio acerca de todas las grandes cuestiones de publico interes, y aporta hoy sus kleales propositos y sus decididos y tenaces esfuerzos, no solo en lo que refiere a los problemas de inmediata utilidad, sino a cuantos atañen el porvenir mas o menos proximo o remoto de nuestros comunes destinos.

A todos los hombres de buena voluntad, a todos cuantos se interesen por el bienestar y por la prosperidad de todos os habitantes de nuestra bella Isla, a cuantos se consideren obligados hacer predominar el interes colectivo de los puertorriqueños, incumbe ahora estudiar esas soluciones de tan grande sinceridad, de tan segura justicia, de interes tan soberano, adoptarlas como plan uniforme de conducta, seguirlas, propagarlas, difundirlas hasta en los ultimos confine de nuestras montañas y de nuestras costas, e iniciar las soluciones economicas redentoras, y con ellas la etapa de la inmediata independencia economica de Puerto Rico, que nos conducira derechamente y sin vacilkaciones al glorioso desenlace de ka verdadera libertad politica, cuya mas genuina y alta expresion esta en la soberania del pueblo puertorriqueño, tan ivencibemente amado en el fondo de nuestros corazones.

El naciente Partido de la Independencia dirigio un memorial al Congreso, demandando la definicion del status politico de Puerto Rico, expresando «que no es justo que el Congreso de los Estados Unidos retenga en su poder por tiempo indefinido la soberania de un pueblo orgulloso de su cultura, amante de sus libertades, dueño ante Dios y la razon humana de un pais prodigo de riquezas, asi como dotado de todas las energias necesarias para regir sus propios destinos.

En su programa, este Partido de la Independencia reconocia que las dos formulas justas de libertad para Puerto Rico eran la Estadidad y la Independencia, y reclamaba del Congreso que no actuara sobre el problema hasta que el pueblo de Puerto Rico hubiera expresado su preferencia mediante un plebiscito. Aprobo ademas un hermoso programa de reformas administrativas, economicas y sociales.

Este Partido de la Independencia no creo gran contingente de proselitos, ni levanto en la Isla el entusiasmo que esperaban sus fundadores. En las siguientes elecciones, como se vera mas adelante, solamente logro inscribir candidatos locales en dos municipios, candidatos que revibieron un numero insignificante de votos, y prontamente ceso en sus actividades y desaparecio como tal partido.

El pensamiento de jefe maximo del Partido Unionista, Luis Muñoz Rivera en esa epoca, fue concretado en una carta dirigida por este desde Washington a su fraterno amigo Epifanio Fernandez Vanga. Fernandez Vanga no figuraba como dirigente politico en comites ni aspirantes a cargos de representacion publica, pero era un edeologo, orientador politico Unionista de vigoros pensamiento y brillante pluma, cuyos frecuentes articulos patrioticos en la prensa eran muy leidos y comentados. Decia Muñoz Rivera en esa carta, de fecha 2 de agosto de 19912.

Entre mi desideratum, que es la independencia, y mi modus operandi, que es la autonomia, encuentra su espiritu de analisis contradcciones serias. En realidad parecen existir, aunque no existen. La independencia es un ideal puramente abstracto. No puede realizarse. No se realizara nunca. Lo consignamos, lo mantenemos porque hay cosas superiores al calculo, no sumisas al calculo. Y una de ellas, la mas alta, el honor, individual o colectivo. Tal vez llegue yo a abroquelarme en el y a convertirle en mi unica bandera de combate; sera cuando reste ninguna posbilidad de que se nos de lo nuestro. Y sera tambien la ultima protesta, tan inutil como nuestra labor policita; pero sin duda mas noble y mas bella.

Si antes o despues que se adopte esa actitud, se establece el gobierno propio, sin limites, me sentire amricano y actuare como un americano. Y pienso que mis compatriotas sentiran y actuaran del mismo modo, porque la patria estar salvada por la libertad y engrandecida por la solaridad con el pueblo mas libre y mas grande de la tierra. Naci en Puerto Rico; quiero a Puerto Rico; pequeña pobre la madre; orgulloso el hijo de deberle la vida. Si America trata a mi pais como cualquiera de los paises que foman su cofederacion de Estados autonomos, yo, puertorriqueño es compatible con la soberania de America, y, sin dejar de ser ciudadano de una repubic en que mi pueblo quepa con su alma latina, ni inferiores a la civilizacion ni al alma anglo-sajona.

He ahi, amigo mio, los sentimientos y las razones que me inclinan a aconsejar a la Union que en su ptrograma levane el ideal de la independencia y que, al propio tiempo, anticipe el anuncio de un americanismo vigoroso, para el dia, se ese dia llega, en que cese la usurpacion tiranica de que somos victimas, y se realice la compenetracin profunda de las dos razas, de las dos civilizaciones, teniendo por base la sola base que sin mengua nos seria doble admitir: la igualdad. Desde que ondearon en San Juan los colores de America, empece a decir eso. Lo repeti durante caztorce años, en cien circunstancias distintas. Continuo repitiendolo y lo repetire con la firmeza de una conviccion indestructible: americano, igual a los otros americanos,siempre; americano, subalterno de los otros americanos, jamas. Por Puerto Rico deseo ser americano; por Puerto Rico sere antiamericano al convencerme de que America es irrevocablemente injusta y opresora.

Las elecciones de noviembre de 1912 se llevaron a cabo bajo las disposiciones de la ley electoral que rigio para las precedentes elecciones. Se habia aprobao, sin embargo, en 14 de marzo de 1912 , una ley proveyendo por primera vez representacion de las minorias. Esta ley disponia que cada elector votar cinco candidatos en cada distrito; de manera que, pudiendo cada elector votar cinco candidatos en cada distrito, siempre resultaria por lo menos electo un Delegado de partido de minoria en cada uno de los siete distritos electorales.

Para estas elecciones de noviembre de 1912, se eligirian Comisionados Residente, Delegados a la Camara, y funcionarios judiciales locales. Figuraban 204,472 electores inscritos. Votaron 149,645 electores. El PartidoRepublicano obtuvo 58,225 votos. La mayoria de Unionistas sobre Republicanos fue, pues, 33195 votos. El Partido Unionista, por cuarta vez consecutiva, copo en los siete distritos electorales. De acuerdo con la ley de representacion de minorias, resultaron electos como Delegados a la Camara, 28 Unionistas y 7 Republicanos.

Los Delegados a la Cámara electos de filiación Unionista fueron, Ramon Aboy Benitez, Francisco Alvarado, Rafael Arrillaga Garcia, Antonio R. Barcelo, Joaquin Barnes Gonzalez, Eduardo Cautiño, Francisco Coira, Pedro F. Colberg, Rafael Cuevas Zequeira, Jose de Diego, Carlos A. del Rosario, Herminio Díaz Navarro, Benigno Fernandez Garcia, Juan Garcia Ducos, Eduardo Giorgetti, Victor Lluveras, Manuel A. Martinez Dávila, Andres Mendez Lciaga, Santiago Palmer, Rafael Pujals Carlo, Jose Rojas Cortes, Antonio Suliveres, Hermógenes P. Vargas, Luis Vélez, y Luis Yordán Dávila.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO SIETE

LAS REGLAS DE MIRAMAR
EL PARTIDO UNIONISTA PROPONE ALIANZA AL PARTIDO REPUBLICANO
LAS ELECCIONES DE 1914.

1

El 6 de noviembre de 1909, el Gobernador Regis H. Post fué sustituído por George R. Colton, quien gobernó hasta el 6 de noviembre de 1913. El Gobernador Colton era hombre inteligente, afable y caballeroso, de ideas liberales, y acogió con trato cordial a los líderes de todos los partidos.

En su informe anual de 1912 al Presidente de los Estados Unidos, el Gobernador Colton hacía constar su satisfacción por la competente cooperación de los puertorriqueños en su gobierno y por el progreso alcanzado por la Isla, y especialmente en el desarrollo de las industrias y los negocios; y recomendaba con urgencia la concesión de la ciudadanía americana a los puertorriqueños, para fomentar el buen entendimiento y la confianza entre los Estados Unidos y Puerto Rico.

En su informe anual de 1913 al Presidente de los Estados Unidos, recomendaba el Gobernador Colton la revisión de la Ley Orgánica para hacer más eficaz y adecuada la organización gubernamental, y elogiaba el carácter, la inteligencia y el patriotismo del liderato politico puertorriqueño.

El Gobernador Colton trabó amistad personal, caballerosa y cordial, con los líderes de todos los partidos, y siempre estuvo dispuesto para cooperar con los puertorriqueños en sus demandas para mejorar o sustituir la Ley Orgánica Foraker concediéndoles un mayor grado de gobierno propio.

Al cerrarse la sesion extraordinaria de la Legistatura en agosto 19, 1913, Antonio R. Barcelo, presidente del Partido Unionista, ofreció un banquete a los miembros de la Cámara de Delegados y al Gobernador. El Gobernador Colton, en discurso pronunciado en este acto, se expresó, en parte, en la forma siguiente:

«La Ley Orgánica que rige las actividades políticas de La Isla es desde hace largo tiempo inadecuada para la realización de sus fines, y debe ser objeto de enmiendas generales que respondan a las acuales condiciones, hijas del notable progreso efectuado desde que comenzó a regir dicha ley, en 1900. A mi juicio, debe concederse a Puerto Rico una Asamblea Legislativa, totalmente electiva, compuesta de dos Cámaras, un Senado y una Cámara de Representantes -constando la primera de once miembros y la segunda de treinta y tres. Cada Representante debe ser elegido por un distrito separado en el cual reside o posea bienes, y cada Senador debe ser elegido por un distrito senatorial formado por tres distritos de Representantes. Las funciones ejecutivas que ahora desempeña el Consejo Ejecutivo deben ser traspasadas a una cómisión de servicio público, constituída por los jefes de departamento y cierto número de miembros electivos, lo cual dejaría a la Asamblea Legislativa, como ocurre en otros Estados y Territorios de la Unión, libre de otros deberes que no sean los legislativos. En relación con las enmiéndas referentes a la organización de la Asamblea Legislativa, creo que debe disponerse que los jefes de departamento tengan asiento en la Alta Cámara, lo cual les permitirá explicar las medidas que sean de interés para los distintos ramos del servicio público, y hablar sobre cualquier asunto pendiente ante la Asamblea Legislativa; pero, de acuerdo con el principio de la division de las funciones legislativas y ejecutivas, no deben ejercer otra influencia en la resolución de los asuntos legislativos. Son de desear otras enmiendas de menor importancia en dicha ley, pero no os deterdré haciendo ahora el estudio de ellas, aunque espero que podré prestar al pueblo de Puerto Rico algún otro servicio en lo referente a la revisión de la mencionada ley, cuando el Congreso se ocupe del asunto, como no dudo lo hará en la próxima legislatura ordinaria. »

2

En el pleamar de sus copos electorales, el Partido Unionista estaba sacudido interiormente por dos tendencias, una moderada y otra radical. El programa adoptado en el Hotel Olimpo en 1904 al fundarse el partido, daba lugar a la formación de grupos: uno que llamaríamos el radical, que daba énfasis a la aspiración independentista; y otro que llamaríamos el moderado, que tendía al logro inmediato del self government mediante reformas con enmiendas a la Ley Organica o una nueva ley orgánica. José de Diego acaudillaba el grupo radical, alentando en toda ocasión con su impresionante oratoria la aspiración independentista. Juan B. Huyke, Martín Travieso y otros eran portavoces del ala moderada, propulsaban la americanización, y aspiraban a reformas autonómicas bajo la soberanía de los Estados Unidos, con mires a la eventual Estadidad. Luis Muñoz Rivera, líder máximo del partido , con visión práctica de las realidades , especialmente palpadas por él en sus relaciones como Comisionado Residente con la Administración y el Congreso de Wáshington, hacía esfuerzos para mantener la unidad del partido, daba énfasis a las reformas como etapa inmediata, aunque alentaba la independencia como sentimiento natural y recurso supremo. Ante las autoridades de Wáshington, Muñoz Rivera no urgió formalmente la independencia, aunque nunca la repudió, y expresó repetidas veces que era anhelo final de los puertorriqueños. También, en varias ocasiones, expresó que aceptaba, si le fuera ofrecida enseguida, la Estadidad, como fórmula digna y que llenaba a cabalidad las aspiraciones de gobierno propio.

En las famosas conferencias de Mohonk Lake, Nueva York, en 1911, Luis Muñoz Rivera, ya Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington, se expresó en la forma siguiente:

«Nuestro problema tiene tres soluciones: la proclamación de Estado, que confundiría a nosotros con ustedes en la vida nacional; la concesión de gobierno propio (home rule), que uniría a nosotros con ustedes con un lazo sentimental de gratitud, y que sería el verdadero nexo para el intercambio de productos comerciales; y la concesión de la independencia, por ley del Congreso, que nos haría únicos dueños de nuestro destino. De estas tres soluciones, nosotros preferiríamos la primera; proponemos la segunda, y nos reservamos la tercera como el último refugio de nuestro derecho y nuestro honor. Y si esto no es comprendido por el pueblo americano, permitidme que os conjure para recordarles las sublimes palabras de Patrick Henry, con los cuales yo cierro mi discurso: Yo no sé qué curso otros han de seguir, pero en cuanto a mi, dadme la libertad o dadme la muerte.»

José de Diego, en las mismas conferencias de Mohonk Lake, Nueva York, en 1913, decía:

«Pensar en una fórmula ambigua, intermedia, de un gobierno propio para Puerto Rico bajo la soberanía de los Estados Unidos, sin finalidad de Estado, organizando un régimen como el de Canadá o Australia, seria pretender introducir en la Constitución americana un elemento exótico, contrario a su espíritu. Así, pues, quedan dos soluciones: Puerto Rico, Estado de la Unión; Puerto Rico, Estado independiente. El ingreso de nuestra Isla en vuestra hermandad de Estados, hablemos franca y lealmente, es imposible; ni vosotros ni nosotros lo deseamos, ni lo creemos. Cerrado el camino hacia vuestra Federación, queda único y exclusivamente, como decisión del problema, el reconocimiento explícito de la República de Puerto Rico, bajo el protectorado de los Estados Unidos.»

El Partido Republicano se mantenía firme en sus normas de americanización y tras la meta fija de la Estadidad, bajo el liderato inflexible de Barbosa. Pedía la incorporación de Puerto Rico como Territorio, como paso transitorio hacia la Estadidad. Combatiendo las demandas de meras reformas autonómicas, decía Barbosa, que atoda ampliación que se decrete para el gobierno de Puerto Rico vendrá fija y necesariamente como modificación de un gobierno territorial, que tienda a su organización definitiva, dentro de los preceptos de la Constitución. Esas ampliaciones están dentro de nuestro programa, dentro de la doctrina, dentro de las tendencias del Partido Republicano, sin que haya nada, absolutamente nada, que justifique el cambio fundamental, en la doctrina y las tendencias que tratan de imprimir los autonomistas nuevos en la orientación fija del Partido Republicano. Si ellos creen que estamos ya gobernados por un sistema colonial. ¿para qué solicitar que se haga permanente lo que a todas luces es malo, insufrible y mortificante? Para realizar las pretensiones de los autonomistas a fin de que los puertorriqueños estén gobernados por los puertorriqueños, si ello ha de ser una verdad, no hay más que dos caminos: uno, el Estado, otro, la República independiente. Los Republicanos buscan y ansían la primera solución, preferentemente a la segunda.»

3

En 1912 el ex-Presidente Theodore Roosevelt, al ser derrotado en la Convención Nacional Republicana por Howard H. Taft como candidato a Presidente de los Estados Unidos para las elecciones generales de este año, dividió al Partido Republicano Nacional, fundando el Partido Progresista. Este Partido Progresista postuló a Theodore Roosevelt para candidato a Presidente, frente a Taft, nominado por el partido Republicano Nacional, y frente también al candidato nominado por el partido Demócrata Nacional Woodrow Wilson. Como consecuencia de esta división del Partido Republicano Nacional, resultó electo Woodrow Wilson. Por primera vez, en los últimos diez y seis años, desde que Grover Cleveland dejó la presidencia, advenia al poder el Partido Demócrata en los Estados Unidos. Esto creó grandes esperanzas en el liderato del Partido Unionista, cuyos lideres no habian ocultado sus simpatías por el Partido Democrata Nacional, desde la nominación presidencial de William J. Bryan en 1900. El Partido ___________ grandes ilusiones Presidente Woodrow Wilson.

El Gobernador Colton, Republicano, fué sustituío el 6 de noviembre de l913, por Arthur Yager, Demócrata, condiscípulo universitario de Woodrow Wilson.

En noviembre 22 de l913 celebró, en San Juan, asamblea extraordinaria el Partido Unionista. Para aclarar los derroteros del partido ante la nueva situación en la metrópoli, y ante la perturbación interior dentro del mismo Partido Unionista por la triple plataforma política de su programa, que postulaba a la vez la Estadidad, el gobierno propio (home rule), y la independencia. En esta asamblea se echó por la borda la fórmula de Estadida, y se acordó un nuevo programa político, que lee así:

<<1. El pueblo de Puerto Rico se encuentra sometido a un régimen de gobierno decretado por el Congreso de Estados Unidos, a consecuencia de un tratado internacional y por laq fuerza de una ley, donde el pueblo de Puerto Rico fué injustamente privado de toda intervención, en cuestiones que atañen a su vida, a su dignidad y a su libertad. Tal régimen, que impone al pueblo de Puerto Rico legisladores nombrados por el Presidente de los Estados Unidos, y en manos de personas extrañas al país todos los Estados Unidos, y en manos de personas extrañas al país todos los departamentos ejecutivos, que excluye a los insulares del manejo de los fondos públicos y que atribuye a los dominadores un poder omnímodo en todas las ramas de la ádministración y el honor del pueblo puertorriqueño. La Unión de Puerto Rico consigna su más alta y vigorosa protesta contra el sistema imperante, y enérgicamente demanda remedio y justicia al pueblo de los Estados Unidos, para emanciparnos de una oligarquía que en su nombre se ejerce y que su espíritu rechaza.

<<2. Declaramos que el ideal supremo de la Unión, como el de todas las colectividades fuertes y como el de todos hombres dignos, a través del mundo, es la fundación de una patria libre, dueña en absoouto de su propia soberanía para el presente y para el futuro. Dentro de esta finalidad, la Unión de Puerto Rico proclama la constitución de Puerto Rico como una República por completo independiente, o con el protectorado y la amistad de ola República angloamericana.

<<3. Reafirmado ese ideal con profunda energía, consideramos que, en tanto las circunstancias permitan al país alcanzar el desiderátum de su propia y completa soberanía, la Unión faltaría a sus más altos deberes patrióticos, si consagrándose exclusivamente a la defensa de aquélla, descuidara o abandonara la lucha por otras soluciones transitorias que reconozcan a la Isla un sistema de gobierno autónomo, con plena potestad para regir sus relaciones jurídicas de orden interior, mediante una concurrente intervención del Gobierno de los Estados Unidos.>>

Para poner freno a la efervescencia independentista alentada por la insistente prédica de José de Diego, y por entender Muñoz Rivera que tal prédica podía entorpecer de momento el logro inmediato del gobierno propio propugnado en el mismo programa Unionista, se hacía necesario deslindar con claridad los campos. El Partido Unionista a la sazón estaba prácticamente dividido entre Muñocistas moderados y Dieguistas radicales.

El 5 de septiembre de l914, el partido Unionista celebró asamblea general ordianria, en San Juan. La asamblea se llevó a cabo en medio de gran tensión, hubo debates acalorados, y cruzaron sus espadas intelectuales en abierta discrepancia Muñoz Rivera y José de Diego. La asamblea adoptó las siguientes reglas, conocidas como las Reglas de Miramar.

<<1. Queda en pie, sin modificación alguna, el programaq de la Unión de Puerto Rico que aprobó una Asamblea extraordinaria el 22 de noviembre de l913.

<<2. Quedan en pie, enérgicamente afirmadas y ratificadas, las reglas de conducta que aprobó la Junta Central, cuyo texto es como sigue:

<<Primero. Ratificar todos los principios que se consignan en el programa de la Unión aprobados en San Juan el 22 de noviembre de l913.

<<Segundo. Protestar de que los poderes legislativo y ejecutivo de la República Norteamericana, olvidando las declaraciones de sus plataformas y violando las doctrinas democráticas en que se funda su propia existencia, impidan las constitución inmediata de Puerto Rico en nacionalidad idependiente.

<<Tercero. Dirigir, de una manera enérgica, la actividad de la Unión, de sus líderes, de su prensa y de sus masas, a la demanda de una forma de gobierno francamente autonómica, consagrando todas las fuerzas de la colectividad a obtener ese régimen, hasta que quede por ley estabecido.

<<Cuarta. Afirmar que el trabajo de la Unión debe dividirse en tres períodos: (1) Acción en pro de la plena autonomía insular; (2) Desensolvimiento de la autonomía hasta que se demuestre, a juicio de la mayoría de los puertorriqueños, la capacidad que el pueblo de la Isla posee para gobernarse por sí mismo; y (3) Reclamación definitiva de la independencia de Puerto Rico.

<<El primer período ha empezado ya; el segundo ha de empezar cuando el Congreso apruebe una constitución autonómica; el principio del tercero será fijado por la Asamblea ordinaria o extraordinaria del partido a la que corresponda cumplir ese deber y recibir ese honor.

«Quinto. Las dos resoluciones que preceden no excluyen la necesidad ni la obligación, para la prensa y los líderes unionistas, de defender el pensamiento de la independencia, en el caso de que alguien, en la isla en Estados Unidos, la ataque o pretenda desvirtuarlo, o eliminarlo. Al hacer esa defensa no se emitirá ninguna manifestación ni se realizará ningún acto que resulte en pugna con la política del partido, tal y como se define en las cláusulas tercera y cuarta de la présente resolución.

«3. Las reglas anteriores serán obligatorias para todas las personalidades y entidades que constituyen la Unión de Puerto Rico, mientras otra asamblea general no las derogue o modifique.»

Promovida por José de Diego, esta asamblea de 1914 aprobó también la siguiente declaración:

«Que, al aprobarse la resolución votada a la última hora de la sesión de esta tarde, no hubo el propósito de eliminar ni desvirtuar en modo alguno, el ideal de la independencia de Puerto Rico, sino por el contrario ratificarlo y establecer el plan necesario y oportuno para su posible realización.>>

El Partido Republicano, manteniéndose invariable en su plataforma pro-americanización, y en el derrotero de la Estadidad, en asambleas generales celebradas en 1910 en Guayama y en 1913 en Aguadilla, ya había demandado la reforma de la Ley Orgánica, propugnando la separación de los poderes ejecutivo y legislativo, y pidiendo un senado de elección popular. En la asamblea general celebrada en Humacao, en 1914, el Partido Republicano adoptó la plataforma politica siguiente:

«Solicitamos que se organice un gobierno territorial en Puerto Rico, implantando los genuinos principios constitucionales americanos y satisfaciendo las justas aspiraciones de los puertorriqueños. En tal sentido pedimos: (1) la separación de funciones entre el poder ejecutivo y legislativo, organizándose éste con un Senado de elección popular, como se elige ahora la Cámara de Delegados; (2) que se reconozca y practique la doctrina del Home Rule, para que los puertorriqueños y americanos que hayan residido por lo menos dos años en el país, sean los únicos que legalmente puedan desempeñar cargos públicos; (3) que el Gobernador nombre a todos los jefes de Departanentos del Gobierno Insular, con el consentimiento y aprobación del Senado Insular; (4) que en igual forma nombre los jueces y fiscales de as Cortes de Distritos, los jueces y fiscales de la Corte Suprema, y los demás empleados que la ley designe; (5) que el presupuesto general de la Isla se origine en la Cámara de Delegados, (6) que se divida la Isla en distritos senatoriales para que cada uno elija dos senadores, y también en distritos unipersonales, para que cada uno eiija un delegado a la Cámara, eligiendo también, por voto acumulativo, varios senadores y delegados sin que cada eléctor pueda votar más que por cada uno de ellos.»

4

En la asamblea general del Partido Unionista celebrada en San Juan durante los días 5 y 6 de septiembre de 1914, se aprobó por unanimidad una resolución proponiendo una alianza con el Partido Republicano Esta resolución fué presentada por Luis Muñoz Rivera, José de Diego, Antonio R. Barceló, Eduardo Giorgetti, Herminio Díaz Navarro, Cayetano Coll y Toste, Adriano González y Miguel Bustelo. Esta resolución fué explicada y sostenida ante la asamblea en un discurso de José de Diego, y la misma fué aprobada por unanimidad. Decía así esta resolución:

«Primero. La Asamblea, en nombre de la Unión de Puerto Rico decreta la formación de un Comité especial compuesto de tres miembros, que serán designados por la misma Asamblea y actuará con el nombre de Comité de Invitación Patriótica.

«Segundo. Dicho Comité quedará investido de la plena personalidad de la Unión de Puerto Rtco, dentro de las siguientes facultades:

«A. Invitar cordialmente al Comité Territorial del Partido Republicano y a cualesquiera otras. Juntas Directivas de las agrupaciones políticas existentes en el pais, para entrar en inteligencias respecto de la composición de un organismo constituyente de una alianza patriótica, donde estén representados todos los elementos puertorriqueños, que sostienen en la vida pública el derecho de nuestro país a un régimen de gobierno democrático.

«B. La alianza deberá verificarse, de tal manera que no afecte en sus finalidades a los principios consignados en los Programas de los partidos que a ella concurran, adoptando aquellas soluciones comunes a todos, que permitan el desarrollo de una acción enérgica, solidaria, perseverante, en la urgente consecución de un sistema de gobierno popular, en que se confíe a los puertorriqueños la administración de sus propios asuntos, en todos los órdenes de la vida local.

«C. En la amplitud de este concepto, el Comité podrá proponer y aceptar, entre los fines de la alianza, la constitución de dos Cámaras electivas, la designación de puertorriqueños para el cargo de Gobernador y para los altos Departamentos ejecutivos, así como para los distintos ramos de la administración insular, mediante la aprobación de nuestra Cámara Alta, con excepción de los cargos de Gobernador

y de Jueces del Tribunal Supremo, en que se podrá admitir la intervención del Gobierno de los Estados Unidos, en tanto no sea posible traer a nuestro propio Gobierno la jurisdicción para disponer tales nombramientos; la ordenación y reducción del presupuesto insular, sin menoscabo de los servicios necesarios; el progreso de la Instrucción Pública; la protección a la agricultura, la industria y el comercio del país; el bienestar de las clases obreras; la autonomía de los Municipios y su potestad de asociación: y, además de las especificadas, todas aquellas políticas, sociales y económicas que fortalezcan la personalidad, la libertad y los intereses de nuestro país. El organismo director de la alianza formulará un programa especifico, fijando todas las tendencias comprendidas en las bases del concierto. Para el triunfo de estos propósitos, la alianza empleará todos sus recursos y energías, ante los Poderes federales, por la representación de nuestro Comisionado Residente y de las Comisiones especiales que requieran las circunstancias en el curso de la política americana, por el esfuerzo persistente de nuestra Legislatura, de nuestros Concejos municipales y Juntas Escolares, en el libro, en la prensa y en la tribuna, con todos los legítimos medios de pensamiento y acción que el destino ponga en nuestras manos, para la defensa de nuestra isla.

«D. Las mencionadas soluciones habrán de determinarse en armonia con los Programas de los partidos constituyentes de la alianza, dentro del más elevado sentimiento de confraternidad. Un solo punto de incompatibilidad, en cuanto a la demanda de un régimen transitorio evolutivo, puede ofrecerse en los términos de la alianza, entre el Programa de la Unión de Puerto Rico y el del Partido Republicano, sosteniendo la Unión, la subsistencia del desarrollo de la ciudadanía de Puerto Rico y los Republicanos la concesión colectiva de la ciudadanía americana a los puertorriqueños. En el fondo, este punto se refiere al Status definitivo y no debe ser objeto de controversias en la alianza, quedando en completa libertad cada Partido para mantener sus respectivas soluciones acerca de la ciudadanía y practicar, independientemente de la alianza, cuantas gestiones tenga por necesarias o convenientes, dentro del círculo de cada colectividad. Pero, aún la Unión de Puerto Rico está dispuesta y el Comité autorizado para aceptar el otorgamiento a cualquier puertorriqueño de la opción a la ciudadanía de los Estados Unidos, mediante una sencilla declaración ante cualquier funcionario público de la Isla, sin que en ningún caso la diferencia de ciudadanía individual determine preferencia ninguna en el régimen del Gobierno insular, ni en los derechos civiles y políticos dentro de la Isla. Parece ser ésta la fórmula apoyada por la administración federal, en el Bill propuesto por el Senador Shafroth al Congreso y, aún cuando la Unión de Puerto Rico prefiere el sostenimiento exclusivo de la ciudadanía puertorriqueña, accede a la concesión expresada, en aras de la solidaridad patriótica y en cuanto dicha concesión no rompe el Programa unionista, ni prejuzga delinitivamente el destino de nuestro pueblo.

«E. La alianza podrá extenderse a un concierto electoral, después de celebrados los comicios del próximo noviembre y de ellos resultante el influjo de cada Partido en la conciencia pública. Señalados así, el cómputo electoral de cada Partido, su predominancia en las instituciones municipales y en la Cámara Legislativa, y nuestra representación en Washington, los dos Partidos que hayan obtenido el mayor número de votos quedarán solemnemente comprometidos a presentar y votar, en las elecciones de 1916 y 1918; las candidaturas que proponga el Partido triunfante, en el corriente año, en cada Municipio, y en la designación del Comisionado Residente, así como la representación proporcional de cada distrito en la Cámara de Delegados. En el caso de que alguno de l os dos principales Partidos no obtuviera el triunfo en ninguno de los Distritos electorales para la Cámara, el Partido victorioso se comprometeria a presentar y votar, en las subsiguientes elecciones, a lo menos doce Delegados libremente designados por el Partido que le siga en votos, en el escrutinio electoral de 1914.

«F. La Unión de Puerto Rico considera que, dentro de los términos de la alianza, debe concederse representación a las minorías en los Concejos Municipales y Juntas Escolares, y el Comité queda autorizado pare llegar a un acuerdo en este sentido.

«G. Si llegara el venturoso caso de realizarse la alianza, como debe esperarse del patriotismo de los Partidos y de todos los puertorriqueños, sería dirigida por una Junta o Comisión en que los Partidos tuviesen una igual representación, sin que por ningún medio directo o indirecto pueda ocurrir el predominio de uno de los Partidos en la Comisión o Junta directiva de la alianza, ni tomarse acuerdo alguno sin el consentimiento de los dos Partidos que hayan logrado el mayor número de votos en las elecciones de 1914; y todas las colectividades aliadas iniciarán inmediatamente y proseguirán sin desmayo, en la Isla y en los Estados Unidos, la intensa labor requerida por la angustia de la situación política del país, empleando para ello todos los recursos legales y verificando todos los sacrificios necesarios al reconocimiento de los fines defendidos por la alianza.

«H. La alianza estará vigente haste el 30 de junio de 1919 y podrá prorrogarse por todo el tiempo que autoricen, de mutuo acuerdo, los Partidos aliados.

«I. Entretanto, cada Partido continuará actuando en la vida pública, con personalidad independiente, para todas las finalidades de la alianza y también para sostener las doctrinas de sus respectivos Programas. Con ello, será uno de los principios de la alianza que las gestiones de cada Partido, dentro y fuera de la Isla, hayan de verificarse en el campo de una propaganda serene y dogmática, apartada de personalismos y de cuanto pueda promover el odio o el descrédito entre los puertorriqueños.

«. La alianza podrá acordar que las elecciones de 1916 o cualesquiera otras posteriores comprendan un plebiscito en que el país determine su voluntad para su constitución como pueblo independiente, o para su ingreso en la unidad federal de los Estados Unidos, por una mayoría que alcance, a los menos, a las dos terceras partes del cómputo general de las elecciones. Si el plebiscito fuese acordado, podría organizarse por un estatuto de nuestra Legislatura y el resultado del plebiscito someterse a la consideración de la Cámara triunfante en las mismas elecciones, para la oportuna solicitud al Presidente, al Congreso y al Pueblo de los Estados Unidos. La Junta Central de la Union de Puerto Rico queda investida de todo el poder de nuestra colectividad, para aprobar las bases que el Comité de Invitación Patriótica pueda convenir con los otros Partidos, para la constitución de la alianza.

«Tercero. La Unión de Puerto Rico hace un llamamiento sincerísimo de amor y confraternidad al Partido Republicano, a las demás colectividades políticas del país y a todos los puertorriqueños, para contribuir unánimemente y con incansable esfuerzo al honor y al bien y a la libertad de la Patria.»

Para dar cumplimiento a la resolución arriba transcrita, la comisión designada para ello por la asamblea, compuesta por Luis Muñoz Rivera, José de Diego y Antonio R. Barceló, dirigió el 10 de septiembre de 1914 la siguiente carta al presidente del Partido Republicano, Manuel F. Rossy:

«Compatriota y amigo muy estimado:

«Tenemos una altísima satisfacción en remitirle con esta carte tres ejemplares impresos de la Resolución unánimemente aprobada en la última Asamblea General de la Unión de Puerto Rico, celebrada durante los días 5 y 6 del mes en curso.

«Por un acuerdo posterior, fuimos designados como miembros del Comité dispuesto en el párrafo Prtmero de dicha Resolución, y cumplimos ahora el grato deber de dirigir a Ud., en su carácter de Presidente del Partido Republicano, una cordial invitación, pare tratar ampliamente de los términos de la inteligencia expresada en los acuerdos de la samblea Unionista.

«Con objeto de que disponga Ud. del tiempo necesario, para conferenciar con sus amigos políticos, y teniendo nosotros que ausentarnos por algunos días de esta Ciudad, nos permitimos indicarle que podríamos celebrar nuestra primera reunión con los Comisionados del Partido Republicano, cualquier día después del 16 del mes corriente, en el caso de que acepten Uds., como esperamos, nuestra invitación, para tratar de un asunto de tanta trascendencia pare el bienestar de nuestro país.

«Aún cuando, dentro de la Resolución de nuestra Asamblea, hemos de extender nuestra invitación a las demás agrupaciones políticas existentes en la Isla, nos ha parecido conveniente acudir en primer término al Partido Republicano, por la importancia de su significación en el cuerpo electoral.

«Confiamos en el patriotismo de Ud. y de los elementos que Ud. preside, y sentimos un gran placer, al dirigirles, con esta invitación, nuestro saludo fraternal.

Atentamente,

José de Diego

Luis Muñoz Rivera

Antonio R. Barceló.»

El Partido Republicano, alentado en parte por el malestar en las files Unionistas y por la reacción favorable a los Republicanos que se manifestaba en toda la Isla, según se verá por el resultado de las elecciones de 1914, hizo caso omiso de dicha invitación del Partido Unionista. La carta no fué contestada. La prensa Republicana comentó adversamente la invitaclón. Barbosa, en un artículo suyo publicado luego en «El Tiempo,» expresó que los Republicanos y los Unionistas jamás se unirían, y dijo que «el encuentro tendrá lugar oportunamente, en su momento sin que lo pidan los Unionistas, sin que lo pidan los Republicanos. Vendrá ese momento, cuando los adversarios nuestres dejen de bailar en la cuerda floja, cuando se convenzan de que es tiempo de rasgar el velo que cubre los convencionalismos, de dar paso a la verdad, y de no obstaculizarse los unos a los otros dentro de su colectividad.» Añadía Barbosa: «Los partidos multicolores, los que son y no son, los que quieren y no quieren, son partidos desacreditados, inútiles, buenos sólo pare acaparar credenciales y redondear posiciones, pero no para influir en el proceso de la educación y moral públicas, de la fijación de los ideales, de la energía para defenderlos. Alguna vez han de convencerse de esto los adversarios, los Unionistas, y decidirse a cortar por lo sano, poniendo a un lado los separatistas, y dejando al otro a los conservadores ávidos de no comprometer la suerte de la patria por caminos descabellados.»

5

En noviembre 3 de 1914, se llevaron a cabo las elecciones generales, de acuerdo con las disposiciones sobre sufragio y demás particulares que rigieron para las elecciones de 1912. La cifra de electores inscritos que figuraba en las listas de votantes, era de 273,116. Votaron en toda la Isla 204,233 electores. El Partido Unionista obtuvo 107,619 votos; y el Partido Republicano obtuvo 82,574 votos; de manera que la mayoría general de Unionistas sobre los Republicanos fué 25,045 votos. La mayoría general Unionista obtenida en las precedentes elecciones de 1912, fué reducida en más de ocho mil votos. En estas elecciones de 1914, no hubo copo Unionista. El Partido Republicano triunfó en tres de los siete distritos electorales. Los Unionistas ganaron los distritos de San Juan, Arecibo, Guayama y Humacao; y los Republicanos ganaron los distritos de Aguadilla, Mayagüez y Ponce. Los Unionistas eligieron 19 Delegados a la Cámara, y los Republicanos eligieron 16 Delegados a la Cámara. El candidato Unionista a Comisionado Residente a Washington, Luis Muñoz Rivera, fué reelecto. Los Unionistas triunfaron en 36 municipios; y los Republicanos en 24 municipios.

Los Delegados a la Cámara electos por el Partido Unionista fueron Manuel Benítez Flores, Miguel A. Bustelo, Eduardo Cautiño Insúa, Francisco Coira, Cayetano Coll y Cuchí, José de Diego, Herminio Díaz Navarro, Benigno Fernández Garcia, Leopoldo Figueroa, Eduardo Giorgetti, Juan B. Huyke, Fernando P. Ledesma, Ernesto López Díaz, Santiago R. Palmer, Agustín Pérez Pierret, Fulgencio Piñero Jr., Rafael Rivera Zayas, Leopoldo Santiago Carmona, y Hermógenes P. Vargas.

Los Delegados a la Cámara electos por el Partido Republicano fueron Arturo Aponte Riera, José Benet, Julio Aybar (Socialista, pero nominado y electo en el ticket del Partido Republicano), Eduardo Capó Cintrón, Julio P. Castro, Benito Cumpiano, José Víctor Figueroa, Benito Forés, Enrique González Mena, Rafael Martínez Nadal, Francisco Parra Capó, Francisco P. Quiñones, Guillermo Riefkohl, Manuel F. Rossy, José Tous Soto, y Lucas P. Valdivieso.

En estas elecciones de 1914, el partido Obrero Insular obtuvo 2,110 votos en.el distrito de San Juan; 2,871 votos en la ciudad de Arecibo, donde triunfó sobre los demás partidos, eligiendo sus candidatos municipales, y obtuvo 3,013 votos en todo el distrito de Arecibo; 77 votos en el distrito de Aguadilla; 818 votos en el distrito de Guayama; y 9,650 votos en el distrito de Humacao.

También, en estas elecciones de 1914, el partido local Cuetista, de Utuado,disidencia del Partido Unionista, obtuvo 3,155 votos para su candidato a alcalde, quien derrotó a los candidatos de los demás partidos. El partido local Izquierda Unionista, de Gurabo, disidencia del Partido Unionista, obtuvo 1,183 votos en Gurabo y 11 votos en Juncos. El partido local Unionista del Roble, de Río Piedras, disidencia del Partido Unionista, obtuvo 238 votos. Votaron otros partidos locales, que obtuvieron un número insignificante de votos.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO OCHO

RESURGE EL PARTIDO SOCIALISTA.

LA LEY ORGANICA JONES.

LAS ELECCIONES DE 1917.

1

Como hemos relatado, la intemperante situación que reinaba antes de las elecciones de 1900 decidieron al Partido Federal a abstenerse de ir a las urnas, por creer que no existían garantías, y así se celebraron aquellas elecciones con el retraimiento de los Federales . El Partido Obrero Socialista tampoco acudió a las urnas de 1900, por las razones que hemos expresado.

Después de la destrucción de los talleres del Diario de Puerto Rico y el asalto a la residencia de Muñoz Rivera, como hemos relatado, Munoz Rivera optó por acogerse al.exilio, trasladándose a Nueva York La situación se hacía más difícil a Santiago Iglesias, cuyos seguidores eran obreros e infelices. Iglesias y sus compañeros de luchas obreras eran objeto de persecución constante. Los actos obreros eran intervenidos por autoridades policíacas, y eran perturbados por agentes políticos. Iglesias y demás líderes obreros eran víctimas de frecuentes arrestos y procesos arbitrarios, por supuestos delitos de opinión. En la epoca resultaba Santiago Iglesias un <<anarquista» peligroso, como le llamaban sus perseguidores. De las altas autoridades gubernamentales no tuvo en aquella época el movimiento obrero ni el Partido Obrero Socialista protección alguna ni garantías electorales. Persistente en la prédica de sus ideas, también se hizo intolerable a Iglesias su permanencia en Puerto Rico. Se trasladó en 1900 a Nueva York, y durante algún tiempo trabajó de su oficio en talleres de ebanistería en Nueva York.

«El día 25 de septiembre de 1900>> narra Santiago Iglesias en su libro Luchas Emancipadoras_ «decidí salir de San Juan hacia Nueva York. Lo hice sigilosamente, y sin más conocimiento que las dos personas que me habían aportado los medios. Me fuí con la esperanza de hallar protección y solidaridad entre los trabajadores organizados de América, para crear un movimiento obrero más eficiente en Puerto Rico, y terminar con el maltrato de que eran víctimas los obreros de la Federación Libre.

«En la tercera cámara del vapor Philadelphia partimos para Nueva York; ciertamente no estaba seguro si volvería a retornar al país. Mi salud estaba muy quebrantada; los primeros años de mi agitación en Puerto Rico habían sido terribles; grandes privaciones materiales y sufrimientos morales me habían proporcionado, solamente, la alegría de haber realizado una labor de libertad y justicia social, contra las iniquidades humanas; era lo único que satisfacía mi conciencia y confortaba mi espíritu.»

En Nueva York y en ocasión de la convención anual de la American Federation of Labor, Santiago Iglesias, desde su residencia en Brooklyn, dirigió en diciembre 6 de 1900 una comunicación a dicha convención.

«Como representante, y por mandato especial de la Federación Libre de los Trabajadores de Puerto Rico (43 Cruz St.) San Juan, P. R.» decía Iglesias «envío a ustedes el más cariñoso y fraternal saludo de congratulación, con la expresión de nuestros deseos sinceros de que vuestras deliberaciones resulten eficaces para mejorar esencialmente las condiciones de todos los productores y proletarios en los Estados Unidos y sus territorios.

«La Federación Libre de los Trabajadores de Puerto Rico no puede ester representada en vuestra Convención, porque ella no está afiliada todavía a la American Federation of Labor, pero no obstante, permitidme someter a ustedes una ferviente súplica en nombre de los infortunados trabajadores organizados de Puerto Rico, esperando que adoptar alguna resolución en favor de los hermanos de aquella Isla.

«Deseamos que ustedes nos concedan estos tres favores:

«1ro. Recomendar y poner vuestra influencia de una manera decisiva ante las autoridades nacionales, a fin de que los trabajadores de Puerto Rico obtengan libertad de reunirse, libertad de prensa y libertad de palabra. Las leyes aprobadas por el Congreso de Washington, han creado un representante de Puerto Rico ante el Congreso Nacional, como delegado residente que tiene la facultad de conferenciar con el Presidente y otras autoridades nacionales, hablar, pero no tiene voto. ¿No sería más justo, que los derechos nacionales cubrieran de igual manera a los ciudadanos de aquella Isla, de suerte que las leyes de la Nación Americana que son aplicadas a vuestro pueblo lo fueran también a Puerto Rico, en vez de como ocurre al presente, que prevalecen todavía las leyes del viejo régimen español? El pueblo de Puerto Rico debiera de conseguir dos representantes en el Congreso con voz y voto.

«2do. Recomendar a las organizaciones de carpinteros, albañiles, pintores y tabaqueros de los Estados Unidos, que tradazcan e impriman en español sus constituciones, así como las circulares y folletos, con el propósito de organizr y unir a los trabajadores de Puerto Rico, a fin de que se familiaricen con los métodos americanos, y se ilustren de los beneficios que puedan obtener afiliándose a las organizaciones de la American Federation of Labor.

«3ro. Recomendar a las organizaciones más arriba mencionadas, el nombramiento de una comisión conjunta que visite a Puerto Rico con el propósito de investigar la condición del obrero en aquella Isla, y también para organizar más de 15,000 obreros competentes, quienes se sentirán satisfechos, estoy seguro, de unirse a la American Federation of Labor.

«Si ustedes bondadosamente aprueban estas tres recomendaciones demostrarán la eficacia de vuestros sentimientos de solidaridad hacia los trabajadores de Puerto Rico, que están ahora sufriendo inmensamente debido a la brutal opresión que allí existe, evitando que sigan siendo apaleados y encerrados en las prisiones sin causa alguna, y sin que encuentren medios de defenderse contra sus opresores.

«Yo ruego a ustedes extiendan vuestros brazos fraternales a los compañeros de la infortunada Isla de Puerto Rico. Ellos desean estar garantizados por instituciones de la democracia americana, y solamente piden justicia e igual tratamiento, y desean tomar parte con ustedes en vuestros éxitos, así como también en vuestras derrotas, en la gran lucha que mantenéis por el mejoramiento de las condiciones sociales y económicas de los proletarios de la nación y el mundo. Fraternalmente vuestro, Santiago Iglesias, Delegado de la Federación Libre de Puerto Rico.»

La convención de la American Federation of Labor dió fraternal acogida a la apelación de Santiago Iglesias, y éste se puso en activo contacto con las organizaciones obreras, y renovó sus puntos de vista en cuanto a sus actividades futuras. Regresó a Puerto Rico, respondiendo al insistente clamor de los obreros de Puerto Rico, y dió nuevo impulso a la Federación Libre de los Trabajadores, que se afilió entonces a la Federación Americana del Trabajo. Samuel Gompers, presidentesidente de la Federaeión Amerieana del Trabajo, designó a Iglesias eomo su Organizador en Puerto Rieo. La Federación Libre de los Trabajadores, dirigida por Santiago Iglesias, se convirtió en rama puertorriqueña de la American Federation of Labor.

Siguiendo las tácticas de la American Federation of Labor, el movimiento obrero de Puerto Rico descartó de momento toda actividad política partidista. Los obreros organizados, por algún tiempo, votaban unos por los Federales y otros por los Republicanos. La mayor parte, incluyendo a Iglesias mismo durante el predominio de los Republicanos de 1900 a 1904, victimas comunes de persecuciones, se inclinaban a los Federales. En la candidatura Federal para las elecciones de 1900, Santiago Iglesias había sido incluído como candidato a la Cámara de Delegados por el distrito de Guayama. Antes, estando en el poder los Liberales presididos por Muñoz Rivera, bajo el régimen autonómico bajo España, los Liberales imputaban consorcio entre Iglesias y Barbosa, no habiendo tal consorcio sino intereses comunes en la oposición. Luego, sin haber tampoco entendido alguno, los Republicanos imputaban consorcio entre Muñoz Rivera y Santiago Iglesias, ya que resultaban ambos en oposición vibrante contra la situción prevaleciente. Contra unos hoy, o contra los otros mañana, desde los comienzos de su actuación libertaria en Puerto Rico, Santiago Iglesias estuvo al lado de los de abajo, los de la oposición y la protesta, en su empecinada tarea en defensa de los trabajadores y de los derechos civiles y humanos de todos los puertorriqueños.

Tribunales puertorriqueños de primera instancia, de aquella época, en 1901, declararon fuera de ley y disuelta la Federación Libre de los Trabajadores de Puerto Rico, por el delito de fomentar la asociación y acción de los obreros para demandar mejores salarios y jornales. Santiago Iglesias, en la misma sentencia, fué condenado a tres años, cuatro meses y ocho días de prisión, como instigador y presidente de la institución obrera. La prensa obrera y liberal de Estados Unidos se conmovió contra tal sentencia, y ella sorprendió a autoridades del Gobierno de los Estados Unidos. El Tribunal Supremo de Puerto Rico, naturalmente, revocó tan estúpida sentencia. Pero ella refleja el clima de la época, y la lucha difícil de un partido obrero que entonces pretendiera disputar el poder político.

El movimiento obrero de Puerto Rico, al incorporarse a la American Federation of Labor, abandonó por algunos años la actividad de carácter político partidista, y el Partido Obrero Socialista, fundado en 1899 como hemos relatado, desistió de la organización y campaña políticas y no participó en las elecciones.

La campaña de organización, lucha y agitación obrera continuó activísima y creciente, bajo el liderato máximo de Santiago Iglesias, y avanzó gradualmente en la conciencia obrera y popular.

Mediante declaraciones y apelaciones periodísticas, tanto el Partido Federal como el Republicano, como luego el Unionista, trataban de atraer a sus files a los obreros organizados, aunque siempre combatían a sus líderes porque éstos trataban de enagenar el contingente obrero de las fuerzas políticas de aquellos partidos. Los programas de esos partidos contenían promesas de mejoramiento obrero y social.

La American Federation of Labor modificó luego sus tácticas en Estados Unidos, creando allá de su seno un comité permanente de acción política , para propulsar candidatos amigos de las aspiraciones obreras. Comprendieron la situación política de Puerto Rico, donde la disciplina de partido siempre fué más estricta que en Estados Unidos para fijar las normas de acción de los legisladores electos, y prácticamente dejaron mano libre al movimiento obrero afiliado a la American Federation of Labor para buscar los propios remedios locales para lograr legislación que mejorara las condiciones de trabajo y de vida de los obreros. Explica ello los brotes de actividad política que hemos relatado, que llevó al ticket electoral a la Federación Libre como partido político en 1906 y 1908 en algunas localidades, la votación de los Socialistas en San Juan y Arecibo en 1910, la votación del Partido Obrero en Arecibo en 1910, la votación trinnfante del Partido Obrero en Arecibo en 1912, y las actividades y votación del Partido Obrero Socialista en varias municipalidades en 1914.

La agitación obrera en toda la Isla para esa época era activa y constante, en las tribunas y prensa obrera y en los talleres, fábricas y campos. Se levantaron numerosas y resonantes huelgas industriales y agrícolas, especialmente de tabaqueros y de campesinos trabajadores en las centrales azucareras y plantaeiones de caña. Santiago Iglesias y sus compañeros luchadores y líderes, entre los que se distinguieron Eugenio Sánchez López, Prudencio Rivera Martínez, Ramón Barrios, Epifanio Fiz Jiménez, Lino Padrón Rivera, Bolívar Ochart, Rafael Alonso Torres, Ramón Carreras, Emilio Fariza, Eduardo Conde, Julio Aybar, Manuel F. Rojas, Santiago Carreras, Nicomedes Rivera, José Ferrer, Juan Vilar, Juan Bautista Delgado, Esteban Padilla, Cirilo Avilés, Juan Guerra, José Padró Quiles, Franeisco Paz Granela, Florencio Cabello, y un sinnúmero de otros líderes locales, lograron crear un movimiento obrero y socialista militante y activo. Lucharon heróicamente con la abierta hostilidad de los partidos burgueses, en un clima de ignorancia e incomprensión, y sin adecuadas garantías ni protecciones gubernamentales. Infinidad de persecuciones, encarcelamientos y procesos arbitrarios, y tragedias personales, eran el gaje natural de tales actividades obreras. Colton fué el primer gobernador que acogió con tolerancia las actividades y esfuerzos de Santiago Iglesias y de las organizaciones obreras para rebelar al proletariado y vindicar sus derechos civiles y humanos. Este gobernador hizo amistad personal con Santiago Iglesias, y tenía comprensión humana para las vindicaciones obreras. El Gobernador Yager, desde que arribó al país en 1913, mostró manifiesto prejuicio y hostilidad contra el movimiento obrero y las aspiraciones socialistas. En períodos de actividades huelgarias desplegaba innecesariamente las fuerzas policíacas para amedrentar y para entorpecer los actos obreros. En algunas ocasiones suspendió y prohibió mítines y paradas, por decreto de La Fortaleza, y llegó hasta a prohibir el uso de banderas americanas y las banderas rojas que usaban obreros y socialistas en sus mítines y parades.

Frustradas las esperanzas de las promesas que los otros partidos hacían para mejorar las condiciones económicas y sociales de los trabajadores, éstos se decidieron a darle nueva vida a su propio partido.

Al terminar un congreso obrero celebrado en Cayey en 1915, se acordó allí mismo crear nuevamente el partido de los trabajadores, que se concibió originalmente como el brazo político del movimiento obrero organizado de la Federación Libre de los Trabajadores, afiliada a la American Federation of Labor. Los miembros del partido debían -previamente ostentar carta de afiliación en gremios obreros de la Federación Libre. En asamblea, presidida por Santiago Iglesias, con delegados de casi todas las ciudades y pueblos de Puerto Rico, quedó allí fundado el Partido Socialista, que procedió a organizar rápidamente sus secciones locales a través de la Isla.

El programa del Partido Socialista era similar al del Partido Socialista Obrero fundado en 1899, bajo el liderato máximo de Santiago Iglesias. Se afilió al Partido Socialista Nacional de Estados Unidos, afiliación que luego se fué haciendo académica, hasta que prácticamente terminó del 1920 al 1924. Fué, ciertamente, un partido puertorriqueño, para afrontar las necesidades de Puerto Rico, dentro de las circunstancias puertorriqueñas de lugar y de tiempo.

El Partido Socialista demandaba mejoras económicas y sociales dentro de las normas de la American Federation of Labor. Demandaba los derechos de huelga y piquetes; más altos salarios; ocho horas de jornada de trabajo; pedía la contratación colectiva entre patronos y obreros; vacaciones con page a los obreros; pensiones a la vejez y a las viudas; mejora en las viviendas y establecimiento de barriadas obreras; extensión e intensificación de la instrucción pública; mejoras sanitarias y de salud pública; rehabilitación y compensaciones a obreros lesionados en accidentes del trabajo; fomento de cooperativas; insularización de esenciales servicios públicos; combatía los monopolios y la «explotación» de las corporaciones y empresas industriales y agrícolas; exigía que se pusiera en vigor la disposición federal sobre tenencia de sierras por corporaciones en exceso de quinientos acres; favorecía un sistema de tributación rigurosa e equitativa; y reforma de la sociedad para establecer la llamada democracia social. Daba énfasis a la protección de los derechos individuales. Denunciaba las aspiraciones de status político de Estado o Independencia, como mentiras convencionales que dividían a los trabajadores y que distraían al pueblo de urgentes necesidades económicas y sociales. En la prédica , Santiago Iglesias y la prensa y demás oradores y agitadores socialistas, defendían la americanización y la vinculación permanente de Puerto Rico a Estados Unidos, como suprema garantía para la protección de los derechos individuales y de las esperanzas de democracia y civilización en Puerto Rico.

En carta de junio 28 de 1915, Luis Muñoz Rivera le decía lo siguiente a Antonio R. Barceló:

«En la cuestión de los obreros pienso mucho. El peligro es inmediato. En las elecciones de 1916, es posible que no llevemos la mayoría a la Cámara y es posible también que nos derroten el Resident Comissioner. La culpa corresponderá a los propietarios que abusan de sus trabajadores y a la Unión que no interviene a tiempo, sinceramente y con energía. El capital lo quiere todo y lo quite todo al trabajo. Nosotros somos sus cómplices por nuestro silencio inexcusable. Debiéramos adoptar medidas que pongan a salvo la responsabilidad Unionista. Si no las adoptamos, lo lamentaré. En más de una ocasión las he indicado inútilmente.»

3

En 1914, Martín Travieso (Unionista) y Manuel V. Domenech (Republicano) fueron nombrados, respectivamente, Secretario de Puerto Rico y Comisionado del Interior. Por primera vez bajo la Ley Foraker, dos puertorriqueños eran designados jefes de departamentos ejecutivos; y por primera vez el Consejo Ejecutivo tenía mayoría de puertorriqueños.

En su primer mensaje anual al Congreso, en diciembre 2, 1913, el Presidente Wilson llamó especialmente la atención hacia Puerto Rico y otras dependencias norteamericanas. «Esos territorios una vez considerados como posesiones»__decía Woodrow Wilson __«no deben por más tiempo ser explotados con egoísmo. Debemos administrarlos para el pueblo que vive en ellos y con el mismo sentido de responsabilidad que a nuestro propio pueblo en nuestros asuntos domésticos. No hay duda de que podremos con suficiente éxito vincular a Puerto Rico con nosotros por nexos de justicia, de comunes intereses y afectos. Podemos cumplir nuestro deber de hacer generosa justicia a Puerto Rico, otorgándole los plenos derechos, y prerrogativas de nuestra ciudadanía.»

En diciembre 7, 1915, ya desencadenada entre las potencies europeas la Primera Guerra Mundial, y enfocando el problema de la defensa nacional, el Presidente Wilson, en mensaje al Congreso decía:

«Hay otro asunto que creo está muy intimamente relacionado con la cuestión de la seguridad nacional y los preparativos para la defensa. Esto es nuestra política hacia las Filipinas y el pueblo de Puerto Rico. Nuestro trato y nuestra actitud hacia ellos son claramente de primera importancia en el cumplimiento de nuestros deberes con el mundo >’ Agregó que debía hacerse justicia al pueblo de Puerto Rico. Recomendó la aprobación por el Congreso de medidas que concedieran un mayor grado de gobierno propio a Puerto Rico, y apuntó que pocas medidas serían más beneficiosas para ayudar a que se viera con claridad las normas de Estados Unidos en sus empeños por la paz y la buena voluntad y por la libertad económica y política de los pueblos.

4

En octubre 24 de 1915 se reunió el partido Unionista en asamblea

extraordinaria, en Miramar, Santurce, y esencialmente resolvió mantener los acuerdos y reglas de la asamblea de noviembre de 1914.

5

Las aspiraciones políticas inmediatas de los Unionistas, aparecen sintetizadas en carta que en 1915 dirigió Muñoz Rivera desde Washington al director de La Democracia, que en parte decía así:

«Si logro que se concedan las dos cámaras totalmente electivas, con sesiones cada año en la rama alta y cada dos años en la Cámara baja; si incluyen cuatro miembros del gabinete, que designe el gobernador con la venia del senado insular, y si por último, se obtienen dos miembros electivos de la Comisión de Servicio Público, tendremos una carte constitucional bastante amplia pare seguir luchando.»

En noviembre 25, 1915, el Comisionado Residente Muñoz Rivera dirigía un mensaje al Presidente Wilson, expresado en los siguientes términos:

«Upon return from my country I learned that you are now working on your message to Congress. Permit me to request your weighty recommendation in favor of Porto Rico. The Portorricans earnestly hope that a new Organic Act, granting them a more liberal form of government, will be passed as soon as possible at the coming session of Congress. The Foraker Act, a temporary measure, has been in force for fifteen years and it fails to meet the natural aspirations of the Islanders. You are thoroughly familiar with this matter and in previous messages you have recommended a satisfactory settlement of this problem.

«The urgency of this step in now more apparent than ever, because a very important political development transpired on October 24th, 1915, when an Unionist Convention at San Juan, resolved to postpone all action looking towards Insular independence and to devote the present activities of the parte solely to the self government propaganda. Such a resolution cannot fail to create a better understanding between the natives and the Americans residing there. In my judgement it depends much upon you and your powerful influence to give that movement a successsful development. I fear that unless a desirable change is accomplished by the present democratic administration, our initial ef,forts towards a betterment of the political relations of a national character with the Island will prove a complete failure.»

En enero 20, 1916, se presentó en la Cámara Baja del Congreso de Estados Unidos el proyecto original del Representante William Jones (Demócrata de Virginia), para proveer una nueva ley orgánica pare Puerto Rico. El proyecto en sus aspectos esenciales separaba los poderes ejecutivo y legislativo, proveía el senado electivo, y concedía la ciudadanía norteamericana colectivamente a los puertorriqueños.

La ciudadanía americana resultaba tópico controversial. Aunque anteriormente la solicitaba el Partido Federal y luego el Partido Unionista, la cindadanía americana quedó eliminada del programa Unionista desde 1913, al quedar fuera la fórmula de Estadidad. En 1912, decía Muñoz Rivera: «La Unión pide la ciudadanía. ¿Por qué? Porque nada pierce con pedir algo que no hará daño y que vestirá bien. La Unión, ansiando que la patria se redima, acepta el título, ciñe la túnica; pero la túnica y el título exigen que se unan al derecho de intervenir, de influir, de administrar; el gobierno propio. Si la ponen a elegir entre el gobierno propio y la ciudadania americana, su elección quedará hecha en el acto: gobierno propio sin ciudadanía, antes que ciudadania sin gobierno propio.» <<La ciudadanía no me importa un bledo», le decía Muñoz Rivera en carta dirigida a su correligionario y amigo Pedro Elzaburu el 22 de abril de 1910.

Eliminada la fórmula Estadidad del programa Unionista, y afirmada la demanda de gobierno propio, como primer etapa, con la Independencia como solución final, el Partido Unionista prefería que se mantuviera la cindadania de Puerto Rico definida en el Acta Foraker, prefiriendo oponerse a la concesión colectiva de la ciudadanía americana. El criterio sustentado entonces por los juristas Unionistas era que la extensión de la ciudadanía americana incorporaba definitivamente a Puerto Rico como territorio norteamericano y cerraba las puertas a la Independencia. José de Diego era el verbo que difundía este criterio en su fervor independentista. Herminio Díaz Navarro, en conferencia dictada en el Ateneo en septiembre de 1916, pendiente ante el Congreso el bill Jones, declaró: «Si se nos concede la ciudadanía americana, yo afirmo que caemos en la clasificación de Territorio organizado, que nos tendremos que regir por la constitución americana y que se nos cierran las puertas a toda aspiración que no sea la del Estado.»

En discurso ante la Cámara de Representantes de Wáshington, donde se estaba discutiendo el bill Jones, Muñoz Rivera, Comisionado Residente, expresándose contra la ciudadanía americana, meses antes de fallecer, dijo lo siguiente:

«Este bill concede la ciudadanía americana a todos mis compatriotas en su página 5; en su página 6 autoriza a los que no acepten la ciudadanía americana para declararlo ante una corte de justicia y permanecer adictos a su ciudadanía puertorriqueña, y en su página 28 manda que ninguna persona se registre como elector en Puerto Rico si no es un ciudadano de los Estados Unidos. Se permite generosamente a mis compatriotas ser ciudadanos de la única patria que poseen; pero se les elimina del concierto político; se les proscribe de las funciones políticas y, de un solo golpe de plume se les convierte en parias, y se establece en América, en el suelo de América, protegida por la doctrine de Monroe, una división de caste idéntica a la de los brahmanes y los sudras de la India. La plataforma democrática de Kansas City declaró trace catorce años, que «una nación no puede ser largo tiempo mitad imperio y mitad república, y que el imperialismo en el exterior conducirá rápida e inevitablemente al despotismo en el interior.» Esas no son frases puertorriqueñas, reflejadoras de la impresionabilidad latina, son frases americanas, reflejadoras del espíritu anglo-sajón, calmoso en sus actitudes y celoso, muy celoso de sus derechos.

«Nosotros profesamos una profundísima consideración a vuestras ideas nacionales; profesadla vosotros también a nuestras ideas regionales. Como representante de Puerto Rico yo os propongo que convoquéis al pueblo de la Isla a manifestarse en amplio plebiscito sobre la cuestión de su cindadanía y que dejéis al pueblo de Puerto Rico resolver, por sus votos, si quiere la ciudadanía de los Estados Unidos o si prefiere su propia y natural ciudadanía. Sería extraño que habiéndose negado a concederla mientras la pidió la mayoría del pueblo;os decidáis a imponerla ahora que la mayoría del pueblo la rehusa.»

El Partido Republicano y el Partido Socialista fueron siempre campeones de la ciudadanía americana para los puertorriqueños. Las comisiones de Republicanos y Socialistas que acudieron al Congreso para propulsar el bill Jones, apoyaban el proyecto primordialmente y con énfasis por la disposición extendiendo la ciudadanía colectiva a los puertorriqueños. Los Republicanos, en el pensamiento prevaleciente de la época, demandaban la ciudadanía americana, pensando que la ciudadanía, en el proceso de la ansiada americanización, era ya el puente del Territorio incorporado, que conducía inevitablemente al desiderátum supremo de la Estadidad. Los Socialistas, dirigidos por el pensamiento de Santiago Iglesias, demandaban también la ciudadanía americana, como índice de vinculación permanente de Puerto Rico a Estados Unidos, y garantía de protección de los derechos individuales y de establecimiento de las instituciones democráticas norteamericanas en Puerto Rico.

El bill Jones original contenía disposiciones que fueron combatidas, como la que restringía el sufragio a las personas que supieran leer y escribir o fueran contribuyentes, y la que proveía iguales requisitos para ser elegible a Representante o Senador. Todos los partidos de Puerto Rico objetaron estas cláusulas.

Combatiendo el aspecto del sufragio en el proyecto Jones, el Comisionado Residente Muñoz Rivera, expresó lo siguiente en el floor de la Cámara Baja de Washington:

«Existen ahora 250,000 electores registrados. El setenta por ciento de la población electoral es iliterata. Quedarán, pues, 75,000 electores registrados. Añadiendo 10,000 contribuyentes iliteratos, el total sería de 85,000 ciudadanos dentro, y de 165,000 fuera del registro. No alcanzo a emenda

r por más que trato de emendar, como a esos 165,000 puertorriqueños se les considera incapaces de participar en la designación de sus representantes en la Legislatura y en los municipios, mientras que, de otra parte, se les juzga perfectamente capaces de poseer con decoro la ciudadanía americana. Es una contradicción que no logro explicarme, a menos que se mantenga el principio de que aquellos que sufren el infortunio no por sus faltas de vivir en las tinieblas de la ignorancia no son dignos del honor de ser ciudadanos americanos. »

El aspecto del sufragio fué de lo más controversial del proyecto. Santiago Iglesias combatió vehementemente esa cláusula ante comités del Congreso, y movilizó a Samuel Gompers y sus compañeros de la American Federation of Labor para combatirla. El Representante Meyer London (Socialista de Nueva York), pronunció en el floor de la Cámara Baja un vigoroso discurso contra la medida restrictiva. No se logró eliminarla, y el bill pasó en la Cámara Baja manteniendo la disposición restrictiva del sufragio.

La American Federation of Labor, impulsada por Santiago Iglesias, se movilizó en el Senado, donde el Senador Robert Broussard (Demócrata de Luisiana) logró eliminar la cláusula restrictiva del sufragio, quedando como únicos requisitos constitucionales para votar la ciudadania americana y la mayoria de edad.

El bill Jones, con enmiendas, fué aprobado en la Cámara Baja en 1916, pero no pudo llegar a tiempo para su consideración al Senado, al clausurarse las sesiones ordinaries del Congreso de ese año. Mientras tanto, por recomendación del Presidente Wilson, el Congreso aprobó un rider montado en el presupuesto del Departamento de la Guerra, suspendiendo las elecciones generales que de acuerdo con la Ley Foraker y la ley electoral insular debian celebrarse en Puerto Rico en noviembre de 1916.

6

Luis Muñoz Rivera regresó, enfermo, a Puerto Rico en septiembre de 1916, y falleció en Santurce, el 15 de noviembre del mismo año. La muerte de Muñoz Rivera ocasionó una emocionada explosión de duelo en toda la Isla, participando todo el pueblo y todos los partidos y organizaciones gubernamentales, civicas y sociales del pais. Sus funerales tuvieron carácter de apoteosis. El cadáver insepulto recorrió lentamente por diversas ciudades y pueblos, de Norte a Sur, cruzando montañas y valles, por caminos a trechos materialmente alfombrados de flores, seguido por afligidas muchedumbres en caravana doliente. En Barranquitas, pueblo natal del prócer, fué enterrado. Toda la prensa, sin distinción de partidos o matices politicos, lamentó la muerte y loó su grandeza y patriotismo. Escritores y poetas, invocando en su semejanza a héroes de la mitología, la leyenda y la historia, elogiaron al gran periodista, poeta, orador, luchador, caudillo y patriota. El jefe Republicano José C. Barbosa, al presenter una resolución de duelo ante el Consejo Ejectuivo, se expresó, en parse, en la forma siguiente:

«Diez años estuvimos laborando juntos, luchando sin descanso hasta que surgieron las diferencias de criterio, en procedimiento, que nos llevaron a ocupar opuestos campos. Ni él abandonó sus principios ni yo los mios. La finalidad que perseguiamos era la misma; discrepancia sólo en los procedimientos; pero teniendo siempre como objetivo el bienestar, felicidad, progreso y libertad de la patria puertorriqueña; y, ayer con España y hoy con los Estados Unidos, por distintos medios hemos luchado por llegar a aquella finalidad.

«Veinte años hace que Muñoz y yo, nos encontramos frente a frente, luchando sin tregua, sin reposo, con el mismo entusiasmo, con la misma constancia, con la misma fé, y sin ceder una línea; y cuando más cerca nos encontrábamos de poder llegar a la cima de nuestros anhelos, y de confundirnos y estrecharnos por la obtención de la finalidad por ambos perseguida, acontece la muerte de Muñoz, y es su muerte un gran golpe a la felicidad de la patria que pierce en él a su más ilustre luchador.

«Más de una vez, Muñoz y yo, dábamos tregua a nuestras luchas para estrecharnos las manos, y sonreíamos recordando los sueños y alegrías de nuestra juventud, y nos hacíamos mutuamente justicia.

<<Mi ilustre adversario Luis Muñoz Rivera ha caído herido por la muerte, y todo el país unido ante esa enorme desgracia, sólo tiene un corazón para sentir muy hondamente tan terrible golpe, y lágrimas que derramar ante el cadáver de tan ilustre patricio.

«¡Hermoso ejemplo ofrece el pueblo! ¡Unionistas y Republicanos, soltando las armas de combate, se confunden en un solo pensamiento; se unen estrechamente en la desgracia, y como una sola alma y una sola voluntad rinden homenaje de respeto, consideración y cariño al patriota que sucumbe!

«Si todo el pueblo americano pudiera ver el acto de solidaridad que se realize en nuestro pueblo en estos momentos, estamos seguros de que no dudaría ni un solo instante, en concedernos todos los derechos de que goza un ciudadano americano; porque con nuestra conducta estamos demostrando que sabemos honrar y venerar la memoria de un ciudadano libre; y bien merece ser libre, próspero,feliz, un pueblo que sabe rendir tributo a las virtudes cívicas y al patriotismo de un conciudadano.

«Hoy, ante la desgracia que nos entristece; Unionistas y Republicanos estamos unidos como un solo hombre pare llorar y pare sentir. Continuemos unidos pare resolver el problema político planteado por Muñoz allá en Washington. Terminemos su obra.»

Al día siguiente de. Ia muerte de Muñoz Rivera, se reunió, en la residencia de Eduardo Giorgetti, en Santurce, la Junta Central del Partido Unionista, estando presentes el presidente del partido Antonio R. Barceló, Francisco de Paula Acuña, Eduardo Giorgetti, Cayetano Coll y Toste, José de Jesús Tizol, Eugenio Astol, Víctor Gutiérrez Ortiz, Julio D. Guzmán, Ramón Valdés, Felipe Sánchez Osorio, Manuel Benítez Flores, Nicolás Santini, Juan B. Huyke, Pablo Morales Cabrera, Ernçsto López Díaz, José E. Benedicto, Rafael Diez de Andino, Isaac González Martínez, Adriano,González Martínez, Nemesio Canales, Francisco M. Susoni, José Ruiz Soler, Francisco L. Amadeo y Carmelo Martínez Acosta. También asistieron Cayetano Coll Cuchí, Evangelio Auffant, Luis Hernáiz, José J. Benítez, Herminio Díaz Navarro, Luis Yordán Dávila, Rafael Rivera Zayas, Luis Lloréns Torres, Francisco Cervoni Gery, Leopoldo Santiago Carmona, Mariano Abril, Manuel Camuñas, Pedro de Elzaburu, Celestino Iriarte, José Muñoz Rivera, y Félix Córdova Dávila. Antonio R. Barceló dió cuenta solemnemente a la reunión de lo que se llamó el testamento político de Muñoz Rivera, expresado por éste a Barceló días antes de su muerte. Las declaraciones testamentarias de Muñoz Rivera, según fueron expresadas, en lo pertinente a politica, eran las siguientes:

<<De política, poco tengo que decirles. Ya lo he dicho todo en mis discursos, en mis cartas, en todo lo que ustedes conocen de mí, hablado o escrito.

«El camino está firmemente trazado. El porvenir de Puerto Rico consiste en afianzar, en consolidar su política dentro de una sincere amistad y de una franca coinpenetración con el pueblo de los Estados Unidos.

«Aunque la finalidad del problema es la independencia de nuestra patria, debemos tener una confianza y una fé absoluta en el gran pueblo, bajo cuya influencia y bajo coya protección ha de decidirse nuestra suerte.

«Grandes son las cuestiones que se agitan en la vida política de Puerto Rico y muchos los enemigos que nos rodean creando dificultades a nuestros esfuerzos. Necesitamos la ayuda de los Estados Unidos pare resolverlos, pare escudarnos detrás de su fuerza, y ampararnos en sus grandes instituciones.

«El programa de Miramar nos puso en ese camino, y de él no debemos desviarnos, y allá, en Washington, el bill Jones es la primera base de nuestra evolución. No es el bill todo lo que hubiéramos querido, pero si al implantarlo demuestra su capacidad nuestro pueblo seguramente una serie de reformas más liberales habrán de sucederse.

«Todos los jefes de departamento elegidos en Puerto Rico. El gobernador elegido por el pueblo. Casi, la independencia, o un estado de libertad tal que nada podría envidiar, no ya a las colonias inglesas, sino a cualquier Estado de la Unión.

«Y así marchar, dejando que el pueblo de Puerto Rico decide su suerte de acuerdo con las circunstancias que le determine el porvenir.

«Nada más, y eso es bastante, si llegan a comprendetlo bien los puertorriqueños y a compenetrarse de que ésta es la única via posible para su libertad y para su felicidad.»

Hablaron Barceló, Giorgetti, Lloréns Torres, Susoni, Valdés, Coll Cuchi, Córdova

Dávila, De Paula Acuña, Camuñas, Diaz Navarro, y Martínez Acosta. Finalmente, todos en la reunión, de pie y emocionadamente juraron mantener y proseguir la política enunciada por Muñoz Rivera en su referido testamento.

7

Reunido el Congreso en su sesión ordinaria de 1917, el Presidente Wilson recomendó eficasmente la aprobación del bill Jones. Fué aprobado por el Senado Federal, después de introducírsele enmiendas, incluyendo la del sufragio, eliminando las restricciones del proyecto aprobadas por la Cámara Baja. El proyecto se convirtió en ley el 2 de marzo de 1917.

La nueva Ley Orgánica Jones, en síntesis, en lo esencial, mantiene las disposiciones económico-fiscales de la Ley Foraker, en cuanto al comercio libre, el cabotaje, y la reversión al tesoro de Puerto Rico de los tributos de aduanas. Contiene disposiciones garantizando los derechos individuales (bill of rights). Se separan los tres poderes gubernamentales. La rama ejecutiva queda compuesta por el Gobernador como jefe supremo ejecutivo, nombrado por el Presidente de los Estados Unidos. Se crean los departamentos ejecutivos de Justicia, cuyo jefe será nombrado por el Presidente con el consentimiento del Senado Federal; de Tesoreria, cuyo jefe será nombrado por el Gobernador con el consentimiento del Senado Insular; de lo Interior, cuyo jefe será nombrado por el Gobernador con el consentimiento del Senado Insular; de Instrucción, cuyo jefe será nombrado por el Presidente con el consentimiento del Senado Federal; de Agricultura y Trabajo, cuyo jefe será nombrado por el Gobernador con el consentimiento del Senado Insular; y de Salud, cuyo jefe será nombrado por el Gobernador con el consentimiento del Senado Insular; del Secretario Ejecutivo, que será nombrado por el Gobernador con el consentimiento del Senado Insular; y del Auditor, que será nombrado por el Presidense de Ios Estados Unidos con el consentimiento del Senado Federal. La rama legislativa, estará compuesta por la Cámara de Representantes, integrada por 39 miembros electos por el pueblo, y por el Senado Insular, integrado por 19 miembros electos por el pueblo. Tendrá plenos poderes legislativos en asuntos locales de Puerto Rico.

Se reserva la metrópoli los poderes en materia de defensa, aduanas, inmigración, correos, alumbrado maritimo y otros asuntos de soberanía nacional y de naturaleza federal. El Gobernador tendrá derecho a veto suspensivo sobre proyectos de ley aprobados, con derecho a decidir finalmente el Presidente. El Congreso se reserva el derecho a legislar para Puerto Rico en todos los asuntos, y se reserva también expresamente el derecho a anular la legislación de las Cámaras Puertorriqueñas. La rama judicial queda organizada en forma igual que bajo la ley Foráker.

La Ley Orgánica Jones fué acogida por los principales partidos con aplauso, como un gran paso de avance hacia el gobierno propio.

El Partido Unionista aceptó la ciudadanía americana extendida colectivamente a los puertoriqueños, con la cual venía condicionada la reformat La concesión de la ciudadania americana fué motivo de especial regocijo de los Republicanos y Socialistas, que la habian propulsado y demandado siempre. Los Republicanos expresaron regocijo especial, porque entendian que ello incorporaba definitivamente a Puerto Rico a los Estados Unidos, como ellos y eminentes juristas Unionistas lo habían interpretado. Sobre la ciudadania, Barbosa se expresó asi:

<<AI fin hemos vencido los Republicanos. Una parte de nuestra plataforma, programa o credo politico está cumplida. La ciudadania americana, ciudadania colectiva que se reconoce y define en la nueva constitución de Puerto Rico, y cobija a todos los habitantes de Puerto Rico nacidos en Puerto Rico, es la parte esencial de la petición politica del Partido Republicano, la más combatida siempre por nuestros adversarios, los que no comulgaban con nosotros en esta finalidad de nuestra posición en el concierto de pueblos amparados por la bandera americana.

«Hemos logrado ampliamente lo que ambicionábamos desde que se fundó el gran Partido Republicano. Hemos conseguido la base inconmovible en que ha de descansar el futuro de nuestro pueblo, unido, ligado, compenetrado por siempre al gran pueblo de la América del Norte.

«Nos sentimos satisfechos. Estamos contentos. Hoy demos por bien pasados los días amargos de la historia política nuestra, cuando hemos luchado bravamente con todos los elementos desencadenados contra nosotros, incluyendo a los elementos de la administración federal muchas veces, y en contra de la indiferencia cuando no el temor de los hombres politicos de la administración en Washington.

«Nuestra fe, la clarividencia del futuro, la seguridad firmísima que abrigamos siempre en la victoria nos mantuvo fuertes, y nos prestó alientos para no desmayar ni un solo instante en la demanda.

«Para todos los puertorriqueños, para los Republicanos especialmente, es hoy dia de gala; dia de fiesta; dia de contento y de hartura de satisfacciones. Hemos vencido. Tenemos en nuestras manos para todos los paisanos el instrumento que nos ha de abrir el paso a todas las libertades , que es al propio tiempo el paso para todas las responsabilidades, a todas las venturas bien cimentadas para la patria.

«La ley Jones-Shafroth, que es constitución de Puerto Rico como un territorio organizado de los Estados Unidos de América, es ley que nos llevará de la, mano, fácilmente sin grandes obstáculos, sin mayores tropiezos, a la incorporación como un Estado de la Unión, definiendo asi la absoluta y completa personalidad del pais en el compuesto político-social de la América del Norte.»

Las restricciones coloniales de la Ley Jones, sin embargo, eran notorias. No contenía promesa alguna para el futuro político de Puerto Rico. La prédica universal del Presidente Woodrow Wilson sobre libre-determinación de los pueblos, voceada urbi et orbi en sus famosos Catorce Puntos, no tomaba cuerpo de realidad en Puerto Rico. El respeto a la soberania y a la libre-determinación de los pueblos, todavia eran palabras teóricas, de platónicas aspiraciones para el porvenir. Puerto Rico seguiria siendo colonia galopante, poseída por Estados Unidos. Pronto , naturalmente , resurgiria el malestar y comenzaría la lucha contra la Ley Orgánica Jones.

8

En vigor la nueva Ley Orgánica Jones, el Partido Unionista celebró asamblea general en San Juan, el 6 de mayo de 1917, bajo la presidencia de Antonio R Barceló. Aprobó la declaración de principios, que sigue:

«1. Que cerebra como un triunfo legitimo de su labor y de su abnegación la nueva Carta Constitucional otorgada a Puerto Rico por el Congreso de los Estados Unidos de América, el die 2 de marzo de 1917, en virtud de la cual los puertorriqueños disfrutan de una gran parse de gobierno propio, al que consagraron varios años de lucha, de dolor y de angustia sus hombres y sus organismos en una constante acción y en una enérgica demanda.

«2. Que acoge y recibe como un alto honor para la dignidad política del pais, la ciudadania americana que resuelve la situación de Puerto Rico dentro del derecho nacional e internacional, sin perjuicio de la determinación definitiva de nuestro status.

«3. Que reafirma su propósito de continuer en la lucha por el establecimiento de un completo régimen democrático que dé a nuestro pueblo la facultad de legislar, sin restricciones, sobre todas las materias que afecten a su vida y a su derecho, y de elegir todos los funcionarios de la administración pública.

«4. Que cualquiera que fuere en lo futuro la solución del status definitivo de Puerto Rico, la Unión afirma su confianza y su fe en los altos principios que sustentan la gran democracia americana, a cuyo amparo y bajo cuya protección desea realizar sus nobles y justas aspiraciones.

«5. Que, r,atificando en sodas sus parses los principios fundamentales que sirvieron de base al programa del año 1913, la Unión de Puerto Rico mantiene, en toda su integridad, los acuerdos adoptados en la Asamblea de Miramar en el año 1915, con la orientación y las reglas de procedimiento alli acordadas.

<<6. Que la Unión de Puerto Rico, establecido el nuevo régimen y en completo vigor los acuerdos de la Asamblea de Miramar, se encuentran ahora en el pleno desenvolvimiento de su programa y en el segundo período de su patriótica actuación, resuelta a demostrar la indiscutible capacidad del pueblo de Puerto Rico para regir sus propios destinos.

«Problema Social

«La Unión de Puerto Rico, atenta siempre al bienestar de las clases desheredadas y defensora enérgica de sus derechos, ha tenido la gloria de ser la primera agrupación politica insular en iniciar la más reparadora legislación obrera que se ha puesto en vigor en nuestro pais para que pueda disfrutar de mejor salario, tener hogar propio, alimentarse con suficiencia, vestir y calzar con decoro, y reducir el limite de su trabajo a ocho horas, estableciendo a la vez sobre esa base un mínimum de salario hasta poder mejorar la triste condición en que vive y darle todas las satisfacciones fisicas y morales de la vida. Mejoraremos las leyes actuales que establecen indemnizaciones por accidentes del trabajo; daremos premios a la perseverancia y a la inteligencia en los oficios manuales; pensionaremos a los inválidos del trabajo; estableceremos sociedades cooperativas, reglamentaremos más ampliamente el trabajo de los niños, y haremos, en fin, sin vanes fórmulas, con actos tangibles, todo cuanto sea necesario para hacer cada día más estrecha la hermandad social que oblige a los líderes del pueblo a sentirlos dolores del pueblo y a remediarlos hasta donde alcance el poder de que están investidos, rindiendo asi fervoroso culto a la nueva era del mundo en el sentimiento de la fraternidad humana.»

El Partido Republicano, reunido en asamblea general en San Juan, el 14 de mayo de 1917, presidida por José Tous Soto, aprobó el siguiente programa:

«Problema Político Exterior

<<1. El Partido Republicano Puertorriqueño declare ante el pais que la nueva Ley Orgánica decretada por el Congreso complete la primera etapa de nuestra evolución politica y realize la primera parte del programa del Partido, en cuanto define el status de los puertorriqueños colectivamente, como ciudadanos de los Estados Unidos, separa las funciones ejecutivas, y establece un Senado electivo.

«2. El Partido Republicano Puertorriqueño endosa, por tanto, el bill Jones y aprueba la actuación de sus representantes en la Cámara popular en relación con la nueva carta orgánica. Aspiramos, sin embargo, a la reforma de nuestra constitución Territorial en los siguientes particulares: (a) substitución del veto meramente suspensivo por el voto de las dos terceras partes de ambas Cámaras; (b) restricción de las facultades del Comisionado de Educación; (c) apelación de las decisiones del Auditor ante las cortes; (d) comisión de servicio público totalmente electiva; (e) elección de todos los jefes de departamentos por el Gobernador, con el consejo y consentimiento del Senado Insular; (f) elección del Gobernador por sufragio directo del pueblo, o por elección de ambas Cámaras en sesión conjunta.

«3. Ratificamos, como aspiración supreme del Partido, la Estadidad pare Puerto Rico; y solicitamós del Congreso de los Estados Unidos que consigne la promesa de admitir a Puerto Rico como un Estado , tan pronto el tan to por ciento de analfabetis mo se reduzca a un veintinueve por ciento (29%) de nuestra población, y el desarrollo de nuestras fuentes de riqueza nos permita prescindir de los ingresos de Aduanas y Rentas Internas, para sufragar los gastos públicos; debiendo someterse al referéndum del pueblo de Puerto Rico, si desea o no ingresar como un estado de la Unión.

«4. Mientras llegue este momento, demandamos del Congreso una declaración explicita o inmediata de que Puerto Rico es un Territorio incorporado de los Estados Unidos, y la organización consiguiente de nuestra Corte Suprema y Cortes de Distrito como Cortes territoriales, suprimiéndose la Corte de Distrito de los Estados Unidos pare Puerto Rico, cuya jurisdicción se transferirá a las Cortes locales.

«5. Solicitamos del Congreso que, al tracer tal declaración, disponga la concesión a Puerto Rico del producto liquido de sus rentas internal y de aduanas durante un período de veinte años; a no ser que fuere admitido antes de este tiempo como un Estado. Asímismo que autorice, durante igual periodo, el comercio entre el territorio continental de los Estados Unidos y Puerto Rico en barcos de cualquier bandera.

«6. El Partido Republicano declare que la idea de instaurar un sistema colonial en Puerto Rico es tan odiosa a los puertorriqueños, como fué pare los ciudadanos de los trece estados primitivos el sistema de tasación sin representación. En tal sentido protestamos de la denominación de nuestras nuevas posesiones frecuentemente aplicado a Puerto Rico y Filipinas en la Metrópoli, por envolver un concepto aún más deprimente pare la nación poseedora, atendida su historia, que pare el pueblo poseido. Protestamos de cualquier plan colonial, y declaramos que si el pueblo de los Estados Unidos no desea admitirnos en la familia de Estados, no tiene abierta otra solución que concedernos la indep~ndencia, por el mismo fundaqiento que a Cuba, con igual protección,i,bajo idénticas limitaciones.

«Carácter Regional del Partido

«7. Aspiramos a mantener relaciones cordiales con todos los Partidos de la Metrópoli, gestionando de sus asambleas y organismos directores la consecución de nuestros ideal es, pero sin contraer alianzas con ninguno de ellos, preservando el carácter exclusivamente regional de nuestra colectividad, que implica el calificativo de puertorriqueño que ostenta el Partido Republicano local.»

El Partido Socialista se reunió en convención general, bajo la presidencia de Santiago Iglesias, en San Juan, durante los dias 21 y 22 de junio de 1917 , y sustancialmente ratificó su programa acordado en la relatada convención de Cayey de 1915, aplaudiendo a la vez la concesión colectiva de la ciudadania norteamericana a los puertorriqueños y el paso de avance en el camino de gobierno propio que significaba la nueva Ley Orgánica.

9

Por disposición de la nueva Ley Orgánica, elecciones generales se celebrarían en Puerto Rico el 16 de julio de 1917, en noviembre de 1920, y sucesivamente cada cuatro años. En las elecciones de 1917 se eligiria Comisionado Residente a Estados Unidos, y miembros de la Cámara de Representantes y del Senado Insular, y dos comisionados electivos de la Comisión de Servicio Público. También, a tenor de lo provisto en la Ley Orgánica Jones y una ley de la Legislatura Insular, los electores de Puerto Rico optarian por la aceptación o rechazo de una disposición sobre importación, manufactura, transportación y yenta de bebidas alcohólicas intoxicantes. Los electores sancionarian o no su prohibición. La Legislatura Insular, pare ello, asignó a los prohibicionistas la insignia de un coco, y a los antiprohibicionistas la insignia de una botella.

Las elecciones se verificaron el 16 de julio de 1917, bajo las disposiciones sobre sufragio y demás particulares que rigieron pare las elecciones de 1914. Hubo una nueva división de distritos, autorizada por la nueva Ley Orgánica y hecha por el Consejo Ejecutivo. Figuraban 244,530 electores inscritos en las listas de votantes. Votaron 175,006 electores. El Partido Unionista obtuvo 90,155 votos, y el Partido Republicano obtuvo 60,319 votos. El Partido Socialista, inscrito por petición y con candidatos generales en toda la Isla, obtuvo 24,468 votos.

El Partido Unionista, pues, obtuvo una mayoria de 29,836 votos sobre el Partido Republicano, y una mayoría general de solamente 4,787 votos sobre Ios votos combinados de Republicanos y Socialistas El Partido Unionista triunfó en cinco distritos senatoriales, los de San Juan, Arecibo, Aguadilla, Guayama y Humacao. El Partido Republicano triunfó en dos distritos senatoriales, los de M yagüez y Ponce. Los Unionistas eligieron su candidato a Comisionado Residente en Estados Unidos, Félix Córdova Dávila; y eligieron a los dos comisionados electivos de la Comisión de Servicio Público, José G. Torres y Leopoldo Santiago Carmona. Los Unionistas eligieron 13 senadores; los Republicanos eligieron 5 Senadores; y los Socialistas eligieron 1 Senador.

Por los escrutinios locales y generales se certificó electo Senador at large a Santiago Veve Calzada (Republicano), en vez de Santiago Iglesias, candidato Socialista. Impugnado Veve Calzada ante el Consejo Ejecutivo, que era entonces el organismo supremo electoral, fué rechazada la impugnación. Santiago Iglesias acudió al Senado, donde impugnó el acta de Veve Calzada. El Senado abrió los paquetes electorales, y resultó, en el recuento y adjudicación de papeletas, que Santiago Iglesias tenia una mayoria de votos sobre Santiago Veve Calzada. El Senado proclamó electo Senador at large a Santiago Iglesias.

Los Unionistas eligieron 24 Representantes a la Cámara; los Republicanos eligieron 14 Representantes a la Cámara; y los Socialistas eligieron un Representante a la Cámara.

Los Senadores electos fueron Mariano Abril (Unionista), José Celso Barbosa (Republicano), Antonio R. Barceló (Unionista), José Benítez Diaz (Unionista), Juan Cortada (Republicano), Leopoldo Feliú (Republicano), Juan Garcia Ducós (Unionista), Eduardo Giorgetti (Unionista), Santiago Iglesias Pantín (Socialista), Frank Martinez (Unionista), José Rovira (Unionista), Félix Santoni (Unionista), Francisco Sein (Unionista), Francisco M. Susoni, padre (Unionista), Juan Angel Tió (Republicano), José de Jesús Tizol (Unionista), José Tous Soto (Republicano), Martin Travieso (Unionista), Ramón Valdés Cobián (Unionista).

Los Representantes a la Cámara electos fueron Ricardo Agrait Aldea (Unionista), José H. Aldrey (Socialista), Rafael Arrillaga Urrutia (Unionista), Natalio Bayonet Diaz (Unionista), Cayetano Coll Cuchi (Unionista), Jacobo Córdova Dávila (Republicano), Antonio Costa Semidey (Republicano), José de Diego (Unionista), Benigno Fernández Garcia (Unionista), José Victor Figueroa (Republicano), Julián Gandia Córdova (Unionista), Miguel Guerra-Mondragón (Unionista), Manuel M. Ginorio (Republicano), Enrique González Mena (Republicano), Luis Hernáiz (Unionista), Juan B. Huyke (Unionista), Alfonso Lastra CháChárriez (U`nionista), Enrique López Del~ado (Republicano), Miguel Martorell (pnionista), Julio Montalvo Morales (Republicano), Pablo Morales Cabrera (Unionista), Tomás ()livari Santoni (Republicano), Ernesto Pagán Rosell (Unionista), José Penedo Benitez (Unionista), José L. Pesquera (Republicano), Antonio Piñero Rodriguez (Unionista), Fulgencio Piñero Jr. (Unionista), Luis Porrata Doria (Unionista), Miguel Rodriguez Cancio (Unionista), Antonio Rodriguez (Unionista), Jorge Romaní (Unionista), Manuel F. Rossy (Republicano), Luis Pio Sánchez (Unionista), Manuel Texidor (Republicano), Carlos Toro Labarthe (Republicano), José Tulla Torres (Unionista), Alfonso Valdés (Republicano), Lucas P. Valdivieso (Republicano), y Jorge O. Verges (Unionista).

Reunidas las Cámaras electas, Antonio R. Barceló fué designado presidente del Senado Insular; y José de Diego fué designado Speaker de la Cámara de Representantes.

10

En el asunto de la Prohibición de bebidas alcohólicas no se dividieron o alinearon los partidos Unionista ni Republicano. Sus afiliados quedaron libres para votar según su deseo individual. La industria licorera organizó la campaña anti-Prohibicionista, que era dirigida en la región Norte de la Isla por Cayetano Coll Cuchi (Unionista); y en la región Sur de la Isla dirigió Rafael Martinez Nadal (Republicano) la campaña anti-Prohibicionista. El Partido Socialista se pronunció oficialmente a favor de la Prohibición. La defense a favor de la Prohibición repetia los usuales sermones y prédicas de las ligas de temperancia, e insistia en rezones de moral y salud. Los anti-Prohibicionistas basaban sus principales argumentos en la defense del libre albedrio, y en razones económicas como fomento de la industria licorera y en la fuente de ingresos que ella proporcionaba al tesoro insular. El resultado de la votación fué a favor de la Prohibición. Votaron 102,423 electores por el Coco, y 64,227 electores por la Botella.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO NUEVE

COMIENZA EL REGIMEN BAJO LA NUEVA LEY ORGANICA.

LOS UNIONISTAS REDEFINEN SU PROGRAMA POLITICO.

LOS REPUBLICANOS PROPONEN ENTENDIDO ELECTORAL A LOS SOCIALISTAS.

LAS ELECCIONES DE 1920.

1

El resultado de las elecciones de julio de 1917, las primeras después de implantarse la Ley Orgánica Jones, dieron gran aliento a los Unionistas . Dominaban al Senado Insular con una mayoría de trece Senadores. contra cinco Republicanos y un Socialista, lo que le daba a aquellos el control sobre los nombramientos del Gobernador a ser sometidos al Senado. Por primera vez desde que se organizó el gobierno civil en 1900, tuvo el Partido Unionista mayoría en la Cámara Alta, que anteriormente era el Consejo Ejecutivo, para decidir sobre los nombramientos ejecutivos. El Gobernador Yager era complaciente a las demandas Unionistas, y era manifiestamente hostil a Repubiicanos y Socialistas, y haste era consultado por el Partido Unionista para asumir sus actitudes de partido.

El Partido Republicano eligió en 1917 solamente cinco Senadores, pero eligió una minoría fuerte en la Cámara de Representantes, compuesta de catorce miembros, dirigidos por Manuel F. Rossy. Las minorías del Patido Republicano en ambas Cámaras eran muy combativas. En el Senado estaban, entre otros, Barbosa, Tous Soto y Leopoldo Feliú. Los Unionistas tenían en el Senado, entre otros, a Barceló Tizol (José de Jesús), Travieso, Dr. Susoni; y tenían en la Cámara, entre otros, a De Diego, Cayetano Coll Cuchí, Huyke, Alfonso Lastra, Miguel Guerra y Benigno Fernández García. Las Cámaras eran frecuentemente la arena de resonantes debates políticos, de expectación en toda la Isla. En aquella época, y hasta tiempos recientes, un numeroso público, de todos los partidos, acudía diariamente a las galerias interesado vivamente en los debates parlamentarios, y la información parlamentaria era tópico diario de grandes titulares en primera plane de los periódicos.

Félix Córdova Dávila, nuevo Comisionado Residente en Washington, desde el primer momento mantuvo vivo el clamor de su partido por los derechos del país, y planteó ante el Congreso la definición del status político de la Isla.

Los Republicanos estuvieron firmes en su derrotero invariable, alentados por la extensión de la ciudadanía norteamericana a los puertorriqueños, que interpretaban como indicio de unión definitiva y permanente de Puerto Rico a Estados Unidos, con mires de Estadidad futura.

La elección de Santiago Iglesias constituyó un nuevo factor parlamentario. Este combatía políticamente a Unionistas y Republicanos manteniendo que el pais demandaba afrontar los graves problemas económicos y sociales. Consideraba Iglesias, como hemos expresado, que las predicadas soluciones finales del status eran meres mentiras convencionales. Para Iglesias y el partido Socialista, el status político por sí solo no aseguraba progreso en las reformas sociales que primordialmente urgían. Propuso legislación, dentro de su credo, mediante diversos proyectos, entre ellos una Resolución Conjunta que planteaba la aguda crisis del pueblo, el mal del latifundio, las necesidades de instrucción pública, las condiciones sanitarias y de hogares, y en fin, la pobreza y miseria del país, y proponía en tal resolución una amplia investigación de la situación para afrontar los problemas e informar al Congreso.

A pesar del candado de las Reglas de Miramar y la política juramentada del liderato Unionista ante el cadáver yacente de Muñoz Rivera, en los debates políticos en las Cámaras y en los editoriales de la prensa, los Unionistas enfatizaban la note independentista. En la campaña electoral de 1917 los principales oradores Unionistas se exaltaban en fervor separatista. No se tomaban acuerdos formales en las Cámaras en demanda de la independencia, por mora las normas fijadas por las asambleas del partido, pero en discursos parlamentarios y de campaña polítida resonaban el latiguillo y la exhortación independentistas.

En el seno del Partido Unionista, sin embargo, se alineaban las dos fuerzas opuestas, el ala radical dirigida por José de Diego, Cayetano Coll Cuchí, Leopoldo Figueroa, José S. Alegría, Dr. Francisco M. Susoni y otros, que propugnaban la independencia como aspiración, contra el a la dirigida por Huyke, Travieso y otros, que forcejeaban principalmente por la autonomía inmediata y fomentaban el pro-americanismo.

En 1919 la mayoría Unionista en las Cámaras aprobaron una resolución planteando al Congreso la cuestión de status político de Puerto Rico, aunque no demandando específicamente la independencia. Se solicitaba la autorización de un plebiscito para que el pueblo escogiera su solución preferida. Los Republicanos se opusieron a esta resolución, siguiendo la norma rectora de Barbosa, en el sentido de que la ciudadanía norteamericana había fijado ya la orientación para el futuro, y que el país debía seguir el proceso tradicional preparatorio hacia la Estadidad.

La Estadidad era combatida por los Unionistas, como solución irrealizable y contraria a los origenes de raza, a la lengua, a las tradiciones y costumbres del pueblo puertorriqueño. Sin embargo, de vez en cuando, líderes Unionistas, como lo declaró varias veces Muñoz Rivera en Puerto Rico y en Washington, expresaban el alto concepto que les merecia la Estadidad. El Comisionado Residente Córdova Dávila, llegó a decir en el Congreso: «Si viéramos nuestra estrella formando parse de la constélación americana con la misma dignidad y grandeza de los 48 Estados americanos, yo me consideraría orgulloso al considerar mi Isla un Estado de la Unión.»

En abril de 1919 visitó a la Isla una comisión del Congreso de los Estados Unidos. Entre otros Congresistas vinieron el Speaker Joseph Cannon, y el presidente del Comité de Asuntos Insulares Horace M. Towner. La visita fué motivo de diversos homenajes a los visitantes y de florida oratoria política. El Speaker Cannon expresó francamente, en un discurso pronunciado en San Juan, que la política de Estados Unidos tendía a organizar en el futuro a Puerto Rico como un Estado de la Unión.

Durante esa visita la nota culminante de los discursos de Unionistas era la aspiración independentista, expresada repetidamente por Barceló, Cayetano y José Coll Cuchi, Miguel Guerra, Córdova Dávila, Dr. Leopoldo Figueroa, José S. Alegria, Hernández López y otros, que tuvieron ocasión de dirigirse a los Congresistas. Los Republicanos insistían en la aspiración invariable de Estadidad futura. José A. Poventud, de Ponce, ideólogo Republicano, mente cultivadísima e inteligencia vigorosa, impresionó con la exposición enérgica y elocuente ante los Congresistas, en la demanda de Estadidad.

Mientras tanto, crecía cierto malestar en las files Unionistas, por el choque constante de autonomistas e independentistas. Se enfocó la norma politica hacia la demanda inmediata de autonomia complete, lo que tendía a mantener la unidad del partido.

En la demanda de autonomía, coincidían todos los partidos, el Unionista, el Republicano y el Socialista. Barbosa, portavoz supremo de los Republicanos, había expresado ya que aspiraba al Estado, pero que no toleraría que Puerto Rico fuera colonia perpetua de Estados Unidos. Santiago Iglesias, portavoz supremo del pensamiento de los Socialistas, en entrevista publicada en El Mundo, se expresó claramente en favor de una amplia fórmula autonómica para Puerto Rico, similar a la de Canada y Australia en aquella época, con derecho Puerto Rico para decretar aranceles y hacer tratados de comercio con todas las naciones que quisiera.

En otros aspectos la campaña de Iglesias era constante y vigorosa contra Unionistas y Republicanos. Distinto a los otros partidos, que limitaban sus campañas electorales a los meses anteriores a las elecciones, las actividades obreras y socialistas de Iglesias y sus compañeros de lucha eran constantes durante todo el tiempo, empeñados en su prédica de justicia social en ardidas propagandar y huelgas en campos, fábricas y talleres. Era rude la campaña contra el Gobernador Yager, cuya hostilidad contra los Socialistas era manifiesta y creciente. Los Unionistas defendían a cape y espada al Gobernador Yager, y se manifestaban en solidaridad con la resistencia agresiva de capitalistas y patronos. Por ende, se hacía más crude la controversia entre Socialistas y Unionistas. La hostilidad común del Gobernador Yager hacia Republicanos y Socialistas, comenzaba a crear ambiente de acercamiento entre Republicanos y Socialistas.

2

En enero 26 de 1918, se reunió en asamblea el Partido Unionista, en San Juan, presidida por Antonio R. Barceló. Por ponencia de Huyke, Córdova Dávila y Cayetano Coll Cuchí, esta asamblea adoptó la siguiente resolución:

«La Unión de Puerto Rico, reunida en Asamblea soberana el día veinte y seis de enero de mil novecientos diez y ocho, declare:

«1. Que reafirma su fe en los principios que siempre la animaron y en el espíritu de rectitud y justicia del pueblo Americano, a cuyo amparo y bajo cuyt. protección espera y quiere que se resuelvan los problemas que afectan a la vida y a la libertad de Puerto Rico.

«2. Que los empeños de la Unión de Puerto Rico en esta etapa de su evolución se concretan a la aplicación de la actual Ley Orgánica, y a liberalizarla

ampliándola hasta obtener para Puerto Rico un completo régimen de gobierno que emane de la voluntad del pueblo.

«3. Que en los campos de Flandes y la Champaña y en los ventisqueros de los Alpes, donde tantas veces corrió la sangre humana durante veinte siglos para defender la libertad contra la tiranía, se debate en monstruosa contienda el derecho de los pueblos débiles a llenar la misión que Dios les ha señalado en el tiempo y en la historia.

«Que la intervención armada del pueblo americano en la horrenda lucha ha extendido el problema a todos los rincones de la Tierra, dejando de ser europeo para convertirse en mundial, por cuya razón, de una lógica inexorable, también será mundial su solución.

«Que los Estados Unidos de América, según frase gloriosa de su gran Presidente, toman las armas, sin ir en busca de fines egoístas, sin deseos de conquista y de dominio , sin buscar indemnizaciones ni compensaciones para los sacrificios que se impondrán libre y generosamente, siendo los campeones del derecho de la Humanidad. Y con estas palabras por enseña, marcharán, junto a los nobles hijos del Norte, los hijos nobles de nuestra tierra, en una hermandad sublime de voluntad y de propósitos. Y que si la sangre americana va a correr a raudales en defensa de los derechos de Bélgica, Servia, Montenegro, Rumanía y demás pueblos débiles de Europa, si con las lágrimas de las madres americanas va a establecerse el derecho de que las colonias semi-salvajes del Africa y los viejos arcaicos imperios y reinos asiáticos tengan que ser oídos al disponerse de sus vidas y de sus libertades, las cuales deberán establecerse sólidamente al amparo del principio sagrado de que no hay gobierno legitimo sin el consentimiento de los gobernados; y si también correrá con esos fines la sangre de nuestros jóvenes y las lágrimas de nuestras madres, podemos afirmar que América, la libre y justa América, la que se proclama campeón de los derechos humanos, América, la patria de Washington, que la formó, de Lincoln que la consolidó, y de Wilson que la levantó a la altura moral de Salvadora de la Libertad y de la Democracia del mundo, al afar esa libertad y esa democracia a pueblos que viven bajo otros cielos, cuyas playas bañan otros mares, las concederá a nuestro pueblo puertorriqueño, parse, como ella, del continente donde trace cuatrocientos años se refugió herida la libertad inglesa, y que troy devuelven a sus abuelos los soldados del General Pershing y los marinos del Almirante Sims.

«Y en tal virtud, la Unión solemnemente afirma su más absoluta confianza en el pueblo americano, como fuente de las libertades puertorriqueñas, y se obliga a dar vida y hacienda por el triunfo de su bandera gloriosa, símbolo de la libertad del mundo.

«4. Que antes y por encima de los propósitos aquí consignados, están la Democracia y la Libertad del mundo y la vida y la seguridad de América, y si las demandas de nuestro partido en estos momentos pueden tender de algún modo a distraer la atención de los poderes nacionales, embargado por tan suprema tarea, se aplacen dichas demandas hasta tanto la Nación, con el triunfo de sus gloriosas armas, asegure para el Mundo la Paz, la Democracia y la Libertad.»

En todos los partidos ya prevalecía el ambiente contra la Ley Orgánica Jones, y era común la demanda de liberalizer el régimen en forma más autonómica, tendiente principalmente a obtener el derecho a elegir al gobernador por el voto de los puertorriqueños.

El Partido Republicano, bajo la presidencia de José Tous Soto, se encaminaba a obtener las reformas autonómicas con el gobernador electivo. En asamblea celebrada en Ponce, en 25 de julio de 1919, los Republicanos designaron un representante del partido residente en Washington, como portavoz oficial del Partido Republicano ante las autoridades federales. Se nombró al continental Lee Nixon.

El 11 de septiembre de 1920, próximas las elecciones de este año, el Partido Unionista, en asamblea verificada en San Juan, donde hubo acalorados debates entre Cayetano Coll Cuchí y Huyke, el primero apoyando aspiraciones independentistas, y el segundo sosteniendo aspiraciones inmediatas autonómicas, adoptó la siguiente declaración:

«La Unión de Puerto Rico, reunida en Asamblea Soberana el once de septiembre del año mil novecientos veinte, declare:

<<Problema politico

«Primero. Que reafirmando su fe en los principios que fueron siempre la base de su aspiración suprema y en el espíritu de rectitud y de justicia del pueblo de los Estados Unidos, bajo cuya protección espera y quiere que se resuelvan los problemas que afectan a la vida y a la libertad de Puerto Rico, ratifica la declaración de principios contenida en el programa de 1913, tal y como fué confirmada en la Asamblea de 1915.

«Segundo. Que sus empeños en el presente se concretan a liberalizar en su aplicación y en su desenvolvimiento las disposiciones del Acta Orgánica en vigor y a obtener la aplicación de la misma hasta llegar a la promulgación de un régimen completo de gobierno propio, que emane de la soberanía popular, con la facultad de elegir o nombrar todos sus funcionarios y resolver, por medio de sus Cámaras Legislativas, todas las cuestiones relacionadas con la vida interna del país.»

1

El Partido Republicano, en asamblea celebrada en San Juan durante los días 4 y 5 de abril de 1920, ratificó su programa de 1917, manteniendo su dogma de Estadidad y favoreciendo de momento el gobierno propio con el gobernador electivo. En esta asamblea el Partido Republicano, poniéndose a tono con demandas del Partido Socialista, entre otros tópicos sociales, inyectó en su programa lo siguiente:

«El salario vital, la jornada de cuarenticuatro horas semanales, la participación del obrero en los beneficios, la resolución amigable de las controversias industriales, la obligación del patrono de suministrar viviendas higiénicas a sus obreros, la protección de la vida y salud de éstos en las industrias, la extensión del seguro compulsorio a los casos de imposibilidad de trabajar por vejez, enfermedad o paro, las pensiones de madres viudas, la efectiva regulación del trabajo de mujeres y niños tomando de modelo la legislación más avanzada de Estados Unidos, la educación vocacional de los hijos de los obreros, y cuantas medidas sean necesarias para garantizar al trabajo en sus justas demandas y aspiraciones, serán objeto de atención especial de nuestros legisladores.>>

En esta asamblea se eligió presidente del partido a José Tous Soto, y se eligió vicepresidente a Leopoldo Feliú. Barbosa, Rossy y Santiago Veve Calzada fueron designados consejeros del partido. El máximo líder, sin embargo, sin presidencia que nunca quiso ostentar, era el Dr. José C. Barbosa.

4

El primero de mayo de 1919, el partido Socialista celebró convención general en el Teatro Municipal, de San Juan, bajo la presidencia de Santiago Iglesias. Esta asamblea Socialista fué precedida de infinidad de ardorosas huelgas obreras en diversas regiones de la Isla, especialmente de trabajadores en las plantaciones de caña y centrales azucareras, que tuvieron como secuela la acrecentada hostilidad hacia el Partido Socialista de parte de capitalistas y patronos, algunos de ellos prominentes personalidades del Partido Unionista, que siempre reclutaron con éxito el apoyo gubernamental a favor de los patronos. El Gobernador Yager, siempre estuvo dispuesto a movilizar las fuerzas policíacas pare perturbar y coaccionar los actos obreros. El Gobernador Yager cooperó con el liderato Unionista para cargos que éste formulaba contra Santiago Iglesias como elemento «radical subversivo.» Estos cargos se mantenían en la prensa Unionista y en declaraciones y discursos en Puerto Rico de los directores Unionistas, y hasta se llevaro ante el mismo Samuel Compers como presidente de la American Federation of Labor, y ante las autoridades gubernamentales de Wáshington. Se aprovechaban los detractores de Santiago Iglesias del histerismo anti-socialista que prevaleció en Estados Unidos después de la Revolución Rusa de 1917, y durante las persecuciones que la misma Administración Federal en la época seguía allá contra los comunistas y los famosos industrial world workers, que culminaron en los procesos contra Eugenio Víctor Debbs, presidente del Partido Socialista de los Estados Unidos, contra Mooney, y contra Sacco y Vanzetti. El mismo Comisionado Residente Córdova Dávila, por instrucciones de su partido, presentó cargos a Iglesias como Organizador en Puerto Rico de la American Federation of Labor. Cargos similares, en otra época, hicieron los Republicanos contra Santiago Iglesias en 1901 y 1902. El Partido Socialista de Puerto Rico siempre fué producto de la situación puertorriqueña, y sus demandas giraron en este marco, dentro de las circunstancias de tiempo y lugar. Los nexos del liderato Socialista con la American Federation of Labor, y su inconfundible actitud en pro del régimen norteamericano en Puerto Rico y las instituciones democráticas de los Estados Unidos, desvirtuaban tales denuncias contra el Partido Socialista y.sus hombres.

En esta asamblea de mayo de 1919, el Partido Socialista ratificó esencialmente su tradicional credo de aspiraciones económicas y sociales. El delegado Manuel F. Rojas, secretario general del partido y uno de los más sinceros y caracterizados líderes y fundadores, presentó una resolución para abogar y defender la declaración de independencia de Puerto Rico, cómo una república industrial y democrática. Otro delegado, Alfonso Torres, líder destacado del partido y que luego fué secretario general del mismo, presentó también otra resolución, para que el Partido Socialista incorporase en su programa la independencia política de Puerto Rico. Ambas resoluciones pro independencia fueron derrotadas por amplio margen. No tenían acogida aprobatoria en reuniones socialistas ideas que favorecían el separatismo, y en adelante el Partido Socialista definiría con precisión su aspiración a la vinculación permanente de Puerto Rico con los Estados Unidos.

Se resolvió como aspiración ideal, que el Partido Socialista afirma que «el status político de Puerto Rico estará perfectamente en orden cuando por legislación aprobada en el país se establezea la democracia social del trabajo; y que denuncia, como gran mentira política convencional, la afirmación que mantienen los partidos capitalistas insulares asegurando al pueblo la suprema libertad del país en el futuro lejano»; y se declaró que ael Partido Socialista afirma que la libertad del pueblo de Puerto Rico, su felicidad y bienestar inmediato dependen ahora de sus propias fuerzas productoras organizadas, las que, unidas y compactas bajo la bandera del ideal Socialista, se dispongan a destruir el poder visible e invisible de la plutocracia que a todos nos agobia y esclaviza, estableciendo la democracia social que libre a nuestro pueblo del gran crimen económico reinante.» Se declaró también que «el Partido Socialista invite a todos los núcleos de lucha y de combate en el campo económico, hacia el indispensable bienestar, para fijar nuestra unidad de principios y de doctrina y para la cohesión de voluntades que de conformidad e íntima inteligencia en las máximas y los procedimientos coaliguen las fuerzas activas de la vida social, haciéndolas vigürosas, avasalladoras y compactas». Abogó por la restitución de la sierra a los puertorriqueños» y contra el absentismo.

5

Mientras tanto, asediado el Partido Socialista por la actitud poco amistosa del Gobierno, y hostigado por la guerra sin cuartel que le hacía el Partido Unionista unido a gobernantes y capitalistas, líderes Socialistas comenzaron a pensar que la inmediata conquista parcial del poder público por el Partido Socialista podía aliviar la situación y labrar una posición de mayor fuerza para la lucha, sin menoscabo de las aspiraciones ideales del porvenir.

La fuerza como núcleo de opinión que demostró el Partido Socialista por el resultado de las elecciones de 1917; unido ello a las comunes hostilidades y beligerancia contra los Socialistas y Republicanos de parte del Gobernador Yager y del Partido Unionista; y también unido a todo ello especialmente la común orientación y prédica pro americanista de Republicanos y Socialistas, iban creando gradualmente un ambiente propicio de acercamiento politico entre Socialistas y Republicanos, especialmente en aquellos distritos y pueblos donde coligándose las fuerzas Republicanas y Socialistas podrían determinar la victoria electoral contra el común adversario Unionista.

El liderato y especial mente las mesas Republican as favorecían abiertamente el acercamiento electoral de Republicanos y Socialistas. José Tous Soto, presidente del Partido Republicano, a pesar de sus compromisos profesionales con capitalistas y corporaciones, no ocultaba sus simpatías hacia el acercamiento, que él entonces justificaba como la formación de un bloque pro americano en la cuestión básica del régimen y el futuro de Puerto Rico dentro de la Unión Americana, frente a la propaganda separatista creciente del Partido Unionista.

Sin embargo, Santiago Iglesias, en entrevista publicada el 2 de agosto de 1919, se pronunció sin ambages contra el Partido Republicano y contra el Partido Unionista, confiado en la victoria eventual del Partido Socialista contra todos sus adversarios. Repitió que las alardeadas soluciones de Estadidad e Independencia resultaban mentiras convencionales. Expresó favorecer, no obstante, una amplia fórmula autonómica para Puerto Rico, mediante la cual el pueblo pudiera interiormente adopter las medidas urgentes para su bienestar.

El 6 de octubre de 1920 celebró convención pre-electoral el Partido Socialista, en el Teatro Municipal, de San Juan. En la apertura del acto, Santiago Iglesias hizo un discurso doctrinal, que versó sobre los dolores y afanes de la humanidad y sobre la revolución de los pueblos. Combatió fuertemente al Partido Unionista, y especialmente denunció las prácticas que él explicó eran viciosas y parciales que se venían haciendo en las oficinas del Secretario Ejecutivo, Ramón Siaca Pacheco (Unionista), para anular o entorpecer la inscripción de las candidaturas Socialistas. Según la denuncia de Iglesias, el Secretario Ejecutivo pasaba juicio ilegal y arbitrario sobre la capacidad y condición de los electores que por petición solicitaban la inscripción de los candidatos del Partido Socialista. El acercamiento electoral entre Republicanos y Socialistas estaba en el ambiente. Los Unionistas, con temor de que una coalición de Republicanos y Socialistas pudiera derribarles del poder, vigilaban con acentuada tensión el asunto. Decían entonces los Unionistas que era un crimen o traición a los intereses del pueblo, el unirse los Socialistas a los reaccionarios Republicanos. Luego veremos que pronto, antes de que lo hicieran los Socialistas, los Unionistas se unieron a los Republicanos, en siete largos años de amor en la Alianza Puertorriqueña.

En esta convención Socialista de octubre de 1920, los Republicanos destacaron una comisión cerca de los Socialistas, compuesta de Domingo Sepúlveda (que fué eandidato Republicano en 1920 para Comisionado Residente), Enrique González Mena y Leopoldo Tormes, para alentar el pacto electoral entre Republicanos y Socialistas. Prudencio Rivera Martínez propuso que se suspendieran ciertos artículos de la constitución del Partido Socialista, para facilitar entendidos electorales con el Partido Republicano La proposición de Rivera Martínez fué largamente discutida. Entre otros oradores, Epifanio Fiz y Lino Padrón Rivera se destacaron con discursos elocuentes en la defensa de la proposición. Ramón Barrios, gran orador y líder aguerrido, combatió en párrafos acervos e impresionantes la unión de Socialistas con partidos burgueses. El delegado Luis Muñoz Marín, imbuído en ideas socialistas radicales, se opuso con firme vigor al posible entendidos expresándose contra Republicanos y contra Unionistas, mantenido la doctrina integral de la lucha de clases. Después de la convención, Muñoz Marín expresó que el capitalismo era un cuervo, del cual el Partido Unionista era el ala derecha y el Partido Republicano era el ala izquierda.

Durante el debate, Santiago Iglesias no echó en la balanza el peso de su influencia y prestigio, manteniéndose prácticamente en actitud observadora. Expresó Santiago Iglesias, sin embargo, que el entendido con los Republicanos no debía hacerse si un solo delegado Socialista se oponía al mismo. La convención resolvió conferir plenas facultades al Comité Ejecutivo del partido para deliberar y resolver en definitive el asunto.

Reunido luego el Comité Ejecutivo del partido, resolvió que el Partido Socialista no haría pactos electorales con ningún partido. Acordó también, sin embargo, que dejaba en libertad a las Secciones del partido para adoptar aquellos arreglos locales que a su juicio fueran necesarios y convenientes para la lucha y defensa del partido.

6

El 25 de junio de 1919 se aprobó una nueva ley electoral y de inscripciones, la que con posteriores enmiendas sustanciales, es la que rige hasta la fecha. Se quitó al Consejo Ejecutivo la dirección de las elecciones. Se creó la Junta Insular de Elecciones, con un presidente y superintendente general, para preparar la maquinaria electoral y supervisar las elecciones y practicar los escrutinios generales, e informar el resultado final al Gobernador para la expedición de los certificados de elección. Esta ley dió representación solamente a los partidos definidos como principales, o seen los dos que hubieren obtenido el mayor número de votos en las precedentes elecciones. Estos eran el Unionista y el Republicano. Estos dos partidos tendrían igual representación en las juntas electorales y en los colegios de votación. El Partido Socialista quedaba sin representación en la Junta Insular de Elecciones, en las juntas locales y en los colegios de votación. El Partido Socialista tendría que inscribir sus candidatos por petición, sin representación en las juntas electorales ni en las mesas de votación. El Partido Socialista, por ley, quedaba, pues, sin garantías en el proceso de la votación ni en los escrutinios locales preliminares, y tampoco en los escrutinios finales de la Junta Insular de Elecciones La ley cancelaba sodas las inscripciones de electores, y disponía una nueva inscripción general, que luego sería permanente. Para el voto no habría restricción de saber leer y escribir ni de ser propietario o contribuyente, pero el suiragio estaba limitado a los varones mayores de edad y cindadahos americanos, no pudiendo votar las mujeres, los militares, los convictos de felonies ni los mendigos o personas asiladas en instituciones de beneficencia pública. El voto de los electores capacitados sería obligatorio, bajo sanción penal y pérdida del derecho electoral por ocho años. Los candidatos no podían figurer en candidaturas de más de un partido, prohibiéndose así las alianzas y coaliciones. Dentro de las disposiciones de la ley electoral, se forzaba al Partido Socialista a buscar protecciones en las juntas electorales y en los colegios de votación. Por ello, en varios precintos los Socialistas, principalmente para proteger los votos generales del partido, hicieron entendidos locales con los Republicanos.

7

El día 2 de noviembre de 1920, se celebraron las elecciones generales. Figuraban 268,643 electores en las listas de votantes. Votaron 249,431 electores. El Partido Unionista obtuvo 126,446 votos en toda la Isla. El Partido Republicano obtuvo 63,845 votos. El Partido Socialista obtuvo 59,140 votos, doblando con exceso este partido los votos obtenidos en las elecciones de 1917. El Partido Unionista, pues, tuvo mayoría de 62,601 votos sobre el Partido Republicano, y mayoría de 67,306 votos sobre los Socialistas. Sumados los votos de Republicanos y Socialistas, la mayoría Unionista fué solamente 3,461 votos.

El Partido Unionista reeligió a su candidato a Comisionado Residente, Félix Córdova Dávila; y eligió a sus dos candidatos a Comisionados de Servicio Público, Leopoldo Figueroa y Guillermo Cabrera. El Partido Unionista triunfó en seis distritos senatoriales; y el Partido Republicano en un distrito senatorial. Los Unionistas ganaron los distritos de San Juan, Arecibo, Aguadilla, Mayagüez, Guayama y Humacao. Los Republicanos ganaron el distrito senatorial de Ponce. El Partido Unionista eligió 15 Senadores; el Partido Republicano eligió 3 Senadores; y el Partido Socialista eligió un Senador. El Partido Unionista eligió 27 Representantes a la Cámara; el Partido Republicano eligió 9 Representantes a la Cámara; y el Partido Socialista eligió 3 Representantes a la Cámara. Del resultado electoral de 1920, aparece que el Partido Socialista obtuvo más votos que el Partido Republicano en los distritos senatoriales de Arecibo, Guayama y Humacao; y el Partido Republicano obtuvo más votos que el Partido Socialista en los distritos senatoriales de San Juan, Aguadilla, Mayagüez y Ponce. Los votos sumados de Republicanos y Socialistas hubieran triunfado sobre los Unionistas en tres distritos senatoriales. En estas elecciones de 1920, los Unionistas, por primera vez, triunfaron en el municipio de San Juan, perdiendo así por primera vez los Republicanos a su denominado Puerto Arturo. El Partido Unionista triunfó en 49 municipios; el Partido Republicano triunfó en 16 municipios; y él,Partido Socialista triunfó en 8 municipios.

Para estas elecciones de 1920 un partido local denominado Popnlar, de Ponce, también llamado El Ligao, coalición de Socialistas y Republicanos, obtuvo 7,024 votos, triunfando en la elección de sus candidatos a alcalde y a la asamblea municipal de Ponce, y eligiendo a los dos Representantes a la Cámara de los dos precintos de Ponce; el partido local Estrella Roja de Carolina, disidencia Socialista, de Carolina, obtuvo 12 votos; el partido local Progresista, disidencia Unionista, en Camuy obtuvo 1,195 votos, en Hatillo obtuvo 758 votos, y en Quebradillas obtuvo 614 votos; el partido local Vanguardia Muñoz Riviera, disidencia Unionista, de San Sebastián, obtuvo 1,746 votos; y el partido local Independentista Mayaguezano, disidencia Unionista, en Mayagüez, obtuvo 9 votos.

Los senadores electos fueron Mariano Abril (Unionista), José C. Barbosa (Republicano), Antonio R. Barceló (Unionista), José J. Benítez (Unionista), José Castillo (Unionista), Rafael Cuevas Zequeira (Unionista), Felipe A. García (Unionista), Juan García Ducós (Unionista), Juan Hernández López (Unionista), Santiago Iglesias (Socialista), Celestino Iriarte (Unionista), Octavio Jordán (U,nionista), Manuel A. Martínez Dávila (Unionista), Rafael Martínez Nadal (Republicano), Herminio Miranda (Unionista), Alfredo Ramírez de Arellano (Unionista), Francisco M. Susoni, padre (Unionista), José Tous Soto (Republicano), y Francisco M. Zeno (Unionista). Antonio R. Barceló fué luego reelecto presidente del Senado.

Los Representantes a la Cámara electos fueron Francisco Acevedo (Unionista), Rafael Alonso Torres (Socialista), José Alum Pérez (Unionista), Rafael Arjona Siaca (Republicano), Carlos F. Bahr (Unionista), Pedro Baigés Gómez (Unionista), Enrique Bird López (Unionista), Rafael A. Cancel Rodríguez (Republicano), Antonio Capella (Unionista), José Cobián Rivera (Unionista), Cayetano Coll Cuchí (Unionista), Agustín Díaz Smaine (Unionista), Adolfo Dones Padró (Republicano), José Víctor Figueroa (Republicano), Epifanio Fiz Jiménez (Socialista), Ramón Fortuño Sellés (Unionista), Herminio García Rodríguez (Republicano), Francisco Gil Rivera (Unionista), Enrique González Mena (Republicano), Francisco Grevi Bellagamba (Socialista), Miguel Guerra-Mondragón (Unionista), Jesús Hernández Ortíz (Unionista), Alfonso Lastra Chárriez (Unionista), Agustín López Cases (Unionista), Walter Mck Jones (Unionista), Manuel Pavía Fernández (Unionista), José Pérez Cruz (Unionista), Juan Planellas (Unionista), Pablo Pillot García (Socialista), Jorge Romaní (Unionista), Miguel Saavedra (Unionista), José Sabater García (Unionista), Félix Santoni (Uniopista), Fernando Suria Chavez, (Unionista), José de Jesús Tizol (Unionista). Leopoldo Tormes García (Republicano), José Tulla Torres (Unionista), Manuel Velilla (Unionista), y Joaquín D. Yordán Rodríguez (Republicano). Cayetano Coll Cuchí fué electo Speaker de la Cámara.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO DIEZ

CRISIS UNIONISTA.
EL PROYECTO CAMPBELL.
SE FUNDA EL PARTIDO NACIONALISTA.
LA ALIANZA PUERTORRIQUEÑA.
LA COALICION REPUBLICANO-SOCIALISTA.
LAS ELECCIONES DE 1924.

En las elecciones de noviembre de 1920, triunfó en Estados Unidos el Partido Republicano, eligiendo al Presidente Warren G. Harding, para suceder al Demócrata Woodrow Wilson. El cambio de administración en la metrópoli naturalmente producía impacto en los partidos insulares. El golpe rudo recibido por los Republicanos de Puerto Rico en las elecciones de 1920, al perder seis distritos senatoriales y el municipio de San Juan, fue aliviado en parte con la victoria de sus correligionarios del Partido Republicano Nacional, que ofrecía la perspectiva de una nueva administración nacional que por lo menos cambiaría al Gobernador Yager, por un Republicano.

La campaña electoral de 1920 en Puerto Rico se llevó a cabo en medio de una intensa excitación independentista, que era el tono mayor de los oradores Unionistas. Pasadas las elecciones, el presidente Barceló del Partido Unionista, hizo un viaje a Estados Unidos, con el propósito de tantear el ambiente en el cambio político habido en Wáshington. Al despedirse de sus correligionarios en San Juan, en un banquete ofrecido por Víctor Gutiérrez Ortíz a los candidatos Unionistas triunfantes en San Juan, Barceló hizo declaraciones fervorosas expresando, entre otras cosas: «Déjadme ir a Wáshington a pedir la Independencia.» En La Prensa, de Nueva York, sin embargo, Barceló hizo hábiles declaraciones pro americanas, expresando a la vez que las aspiraciones Unionistas inmediatas eran obtener el derecho para el país a elegir su gobernador 75 Días después, Barceló expresó públicamente en Nueva York que los Unionistas aceptaron con orgullo la ciudadanía norteamericana, y que Puerto Rico desearía el Estado o la Independencia como soluciones finales. Las declaraciones del máximo líder Unionista eran sintomáticas de la incertidumbre prevaleciente en las filas Unionistas.

En Puerto Rico se desarrollaba una agitación en el Partido Unionista que señalaba pugna interior entre independentistas y autonomistas, estos últimos visiblemente encabezados por Juan B. Huyke, quien mantenía una constante e infatigable campaña periodística en San Juan sosteniendo que el Partido Unionista debía mantener únicamente lo dispuesto en la última asamblea del partido en cuanto a la etapa de gobierno propio bajo la bandera de Estados Unidos. Defendía Huyke tesoneramente la unión permanente de Puerto Rico con Estados Unidos. Huyke había sido despojado de sus cargos en la dirección del Partido Unionista y en la presidencia de la Cámara de Representantes, pero tenía simpatizadores y seguidores en el seno del Partido Unionista. En la vicepresidencia del Partido Unionista había sido sucedido por Eduardo Giorgetti, y en la presidencia de la Cámara por Cayetano Coll Cuchí. Este último, en sus frecuentes discursos y artículos periodísticos, puede decirse que recogió la bandera de José de Diego, muerto en 1918, como campeón brillante de la solución separatista. La Democracia, órgano del Partido Unionista, bajo la dirección del notable periodista José Coll Vidal, refutaba a diario a Huyke, y defendía el programa vigente del Partido Unionista; en la gestión transitoria de gobierno propio y en su ulterior aspiración independentista.

Para mantener vivo el clamor independentista, se fundaron por Unionistas militantes dos asociaciones. Una de éstas fue la llamada Asociación Independentista, presidida por José S. Alegría, en la cual se destacaba éste. Leopoldo Figueroa y Eugenio Font Suárez. La otra fue la llamada Asociación Nacionalista, presidida por José Coll Cuchí. José S. Alegría hizo constar al país que no era partidario de escindir el Partido Unionista creando un partido independentista, pero con sus compañeros combatía en tribuna y prensa a los americanistas autonomistas dentro del partido Unionista. Actitud similar asumió al principio José Coll Cuchí, hasta que, como relatamos más adelante, esta Asociación Nacionalista se convirtió en el Partido Nacionalista de Puerto Rico.

2

Al reunirse las Cámaras insulares en la sesión ordinaria de 1921, la mayoría Unionista aprobó dirigir un mensaje al Congreso, a través de Horace M. Towner, entonces presidente del Comité de Asuntos Insulares de la Cámara Baja. Este mensaje expresaba «los sentimientos de adhesión y respeto de los Representantes del pueblo de Puerto Rico a los Representantes de la soberanía nacional, esperando la justicia digna de ellos y de nosotros en la concesión de nuestras aspiraciones inmediatas en la ampliación y desenvolvimiento de nuestro actual régimen de gobierno de acuerdo con los principios de la democracia.» Los mensajes iban firmados por Barceló y por Cayetano Coll Cuchí, presidente del Senado y de la Cámara, respectivamente.

La verdadera preocupación inmediata de los Unionistas era el gobernador próximo a nombrarse por la nueva Administración de Wáshington. Los Republicanos pedían un hombre fuerte (strong man). Los Unionistas anhelaban el nombramiento de un puertorriqueño recomendado por ellos. También pidieron que Yager permaneciera en la gobernación, lo que tuvo la oposición vigorosa de Republicanos y Socialistas.

Towner contestó a los líderes Unionistas una carta amistosa, espresando entre otras cosas que, en cuanto a los norteamericanos, Puerto Rico era «hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne.» Pero Towner aconsejaba diciendo: «Yo sinceramente espero que el partido dominante en la Isla hará clara su política de tal suerte que no se pueda proclamar que la política y el propósito de ese partido insiste en la separación de Estados Unidos.» Barceló y Cayetano Coll Cuchí respondieron a Towner que el Partido Unionista aspira a reformas inmediatas y a la independencia como solución final. Towner volvió a escribir a los líderes Unionistas, manifestándose contra la Estadidad y contra la Independencia, y favoreciendo reformas. Towner, empero, sugirió la idea en Washington, sin resultado, de enmendar la Constitución de Estados Unidos en cuanto a la admisión de territorios a nuevos Estados de manera que el Congreso limitara el número de Representantes y Senadores de los nuevos Estados.

3

El 29 de julio de 1921, llegó a Puerto Rico, acompañado del Comisionado Residente Félix Córdova Dávila, para tomar posesión de su cargo, el nuevo gobernador nombrado por el Presidente, E. Montgomery Reily, quién resultó piedra de escándalo en las aguas de la política insular.

En su discurso inaugural, el Gobernador E. Mont. Reily, conocido luego localmente como Moncho Reyes por mote puesto por Santiago Iglesias, se manifestó militante y combativo. Entre otras cosas, dijo: «Nuestro sin igual Presidente, el Presidente de todos los pueblos a quienes gobierna, y nuestro gran Secretario de la Guerra, John W. Weeks, están tan altamente interesados en el pueblo puertorriqueño como el de cualquier Estado de la Unión continental. Ellos se sentirían profundamente angustiados al ver sentimiento alguno o aspiración alguna creciente cuya tendencia fuera algún pensamiento o idea de independencia. Ha llegado hasta mí que la agitación de independencia procede, en gran parse, de extranjeros. Si eso es lo cierto, deseo que sepan claramente que no hay sitio en Puerto Rico para ningún extranjero que no esté dispuesto a sostener y a apoyar a nuestro gobierno establecido. Tampoco hay simpatía alguna o esperanza posible en los Estados Unidos para la independencia de Puerto Rico, procedente de ningún individuo o de ningún partido político. No permitáis que ningún hombre o periódico os engañe. Las últimas dos grandes convenciones nacionales celebradas en Estados Unidos, la Demócrata y la Republicana, unánimemente se declararon en contra de la independencia de Puerto Rico. Tampoco, amigos míos, hay sitio alguno en esta isla para bandera alguna que no sea la de las franjas y estrellas, y jamás lo habrá. Mientras Old Glory flote en los Estados Unidos, continuará flotando sobre Puerto Rico». También dijo: «Al mismo tiempo siento un completo desprecio por cualquier líder o agitador socialista cúyo único mérito es la de promover contiendas y discordias entre sus camaradas de trabajo. El mundo del trabajo estaría mejor sin sus consejos o liderato. He observado que usualmente el agitador obrero ni trabaja ni hila. La distancia entre el capital y el trabajo, no es un gran golfo sobre el cual existe un puente colgante; es solamente un paso, y los trabajadores de aquí cruzarán y se harán capitalistas, y los capitalistas cruzarán y se harán obreros.»

El discurso del Gobernador Reily produjo efecto conmovedor en todo el país. Los Republicanos estaban regocijados por la política enunciada. En el liderato y filas Unionistas sorprendió como una bomba. Mortificó también a los Socialistas, por las implicaciones del párrafo alusivo a los líderes obreros. Santiago Iglesias, sereno y cauteloso, se tomó el purgante, y aconsejó prudencia y aguardar explicaciones deI Gobernador.

Barceló se fue a Fajardo, y desde allá, el 31 de julio de 1921, dirigió a José Coll Vidal, director de La Democracia, el siguiente telegrama:

<<He estado toda la noche en horrible crisis de insomnio pensando en nuestra difícil situación. A solas medité mucho sobre mi primer impulso al oir las fatales y amenazantes declaraciones del Gobernador, las que he vuelto a leer y considerar en el camino hasta Fajardo, donde me encuentro desde esta mañana. No he dejado de considerar el consejo conciliador de mis buenos amigos, que casi estuve a punto de seguir; pero mi espíritu a solas, consultándose a sí mismo, no llega, no puede llegar, no puede encontrar, como otras veces, solución decorosa alguna. El único camino que como Partido nos traza el mensaje del Gobernador es el sometimiento a una política colonial tipo alemán, destructora de nuestra personalidad y vejatoria para nuestra dignidad.

«Yo tengo pleno convencimiento de que ante esto, si Muñoz viviera, declararía él fracasada su sabia y patriótica política de Miramar, que tanto hemos defendido con la esperanza de que algún die pudieran o supieran entendernos, y enarbolaría la bandera de nuestra independencia absoluta e inmediata, sea o no posible tal solución, como el único medio de rendir en la historia la jornada dolorosa de un pueblo que sabe que tiene que morir, pero que quiere hacerlo con el honor de su raza y la lealtad de su fé.

«Como sé que esta actitud mía puede obstaculizar en su camino a los que aún creen que hay soluciones posibles y compatibles con nuestra dignidad, en este calvario político, ruégole que dé cuenta con este telegrama a la Junta Central, presentándole a la vez mi renuncia como Presidente de la misma para que pueda actuar con entera libertad.

La Junta Central del Partido Unionista se reunió febrilmente el 3 de agosto, dos días después, en San Juan, ante gran efervescencia pública. Unionistas imputaban complicidad al Comisionado Residente Córdova Dávila en las declaraciones del Gobernador. Córdova Dávila expresó desconocer de antemano el texto del discurso. Una multitud Unionista, al terminar su sesión la Junta Central, imprecó a Córdova Dávila. Ante salves de Viva la Independencia, Córdova Dávila gritó: Viva Puerto Rico Americano.»

El dia 3 de agosto de 1921, se reunió la Junta Central en pleno del Partido Unionista, con asistencia de todos los Senadores y Representantes Unionistas en las Cámaras. Discutida la situación creada por el discurso dql Gobernador Reily y el citado telegrama del jefe del partido, en esta reunión se aprobó unánimemente la siguiente declaración:

«La Junta Central de la Unión de Puerto Rico, en pleno, y los Senadores y Representantes que componen la mayoría del parlamento insular, reunidos en sesión conjunta.

«Declaran

«Primero. Que han examinado y discutido ampliamente y detenidamente, las causas que motivaron la actitud de protesta asumida por el jefe de la Unión, señor Antonio R. Barceló, y secundada por nuestro Partido en toda la Isla.

«Segundo. Que tal actitud de protesta expresa la justa indignación de un pueblo herido en sus más caros sentimientos y ella debe tener y tiene nuestra más franca y decidida adhesión y solidaridad.

«Tercero. Que aunque la política única a seguir por nuestro partido es la acordada por la última Asamblea de Miramar, es también parte esencial e implícita de ese programa, la defensa de la dignidad de nuestro pueblo, encarnada en el Supremo Ideal que guarda en su alma parte un instante supremo, según fue la sublime frase del inmortal Maestro.

«Cuarto. Que es un momento supremo aquel en que, como en el caso presente, un Gobernador impuesto a la voluntad de nuestro pueblo, se permite ultrajar sus sentimientos y herir su dignidad con el lenguaje y el gesto de un dominador, impropios en los que sostengan las instituciones democráticas de la libre América.

«Quinto. Que cumplido el deber de la protesta, La Unión de Puerto Rico debe sostener el carácter y la autoridad gubernativas que ostenta con la legítima representación que el pueblo le confirió en virtud del Acta del Congreso de los Estados Unidos de 2 de marzo de 1917, e intervenir, con los demás organismos del poder ejecutivo, en la obra de la administración, para el progreso, paz y bienestar de la Isla, y continuar, de acuerdo con nuestro programa, en el empeño de obtener cuanto antes, el completo gobierno propio, como el único medio de evitar que sean posibles en el futuro nombramientos de funcionarios ejecutivos contra la voluntad del país, y establecer la necesaria compenetración entre nuestro pueblo y el pueblo de los Estados Unidos de América.

«Sexto. Que para el desenvolvimiento de esa política son necesaios la experiencia, el tacto, la habilidad y el probado patriotismo del Sr. Barceló; y no sólo porque sus méritos en el pasado y en el presente le abonan sino porque el porvenir tiene en él su más firme garantía, y no debe ser considerada la renuncia que tiene presentada de su cargo y debe ser llamado ante nosotros para exigirle que continúe imponiéndose el sacrificio que su patria y su partido le imponen.

«Séptimo. Que no es necesario en las actuales circunstancias la celebración de una asamblea del partido.»

Los concurrentes a esta sesión, y que por unanimidad la aprobaron y firmaron fueron Juan Hernández López, Cayetano Coll Cuchí, Mariano Abril, Félix Santoni, Manuel Martínez Dávila, Genaro Cautiño, Dr. Leopoldo Figueroa, Miguel Guerra-Mondragón, José S. Alegría, R. Cuevas Zequeira, Celestino Iriarte, Alfonso Lastra Chárriez, José Manuel Pérez, Américo Oms Sulsona, José Pérez Cruz, Manuel Benítez Flores, Francisco M. Zeno, José Coll Vidal, Luis Muñoz Morales, Arsenio Martínez, Manuel Rivera Ferrer, José Alum Felipe A. García, Herminio Miranda, Dr. Octavio Jordán, Vicente Usera, José R. Robert, Miguel Saavedra, Dr. Manuel Pavía Fernández Arturo Morales Prado, Manuel Velilla, Felipe Sánchez Osorio, Enrique Bird, Fernando Suria Chávez, Francisco Acevedo, Juan Planellas, A López Cases, Jesús Hernández Ortiz, Pedro Baigés Gómez, Ramón Fortuño Sellés, Fructuoso Sánchez Castaño, Francisco Gil Rivera Agustín Díaz, Arturo Gallardo, Agustín Fernández, José Cobián Rivera y Antonio Capella.

En esa reunión de agosto 3, también se aprobó una resolución otorgando un unánime voto de gracias a José Coll Vidal «por la forma gallarda en que ha sabido defender los intereses del partido y del país.»

Destituído fulminantemente José Coll Cuchí como presidente de la Comisión de Indemnizaciones a Obreros, sin acusación de cargos en el desempeño de sus funciones, Barceló envió terna Unionista al Gobernador Reily para cubrir la vacante. El Gobernador rechazó con violencia verbal las recomendaciones de Barceló, insistiendo aquél que no consideraría recomendaciones de Unionistas mientras no desistieran de sus aspiraciones independentistas. Barceló replicó con energía al Gobernador, invocando los derechos del país.

Se convocó asamblea extraordinaria del Partido Unionista, que se celebró en Barranquitas, el 21 de agosto de 1921. Esta asamblea en su primera sesión estuvo presidida por Juan Hernández López. Luego lapresidió Manuel Benítez Flores. Después de considerar ampliamente el informe de Barceló y las renuncias presentadas ante la asamblea por el presidente del partido y por los miembros de la Junta Central, se acordó rechazar las renuncias, y se aprobó una resolución declarando <<(1) ratificar en todas sus partes el acuerdo de la Junta Central en pleno y Representantes y Senadores Unionistas aprobado en la reunión del 3 de agosto, (2) ratificar la expresión de nuestra lealtad a los Estados Unidos de América y a su bandera, demostrando una vez más, a pesar de lo que en contrario se proponía y se afirma por los enemigos de este pueblo, que hemos sabido y sabemos siempre rendir a la vez culto y amor a nuestra patria y a la gran nación que garantiza su libertad y su derecho, (3) que hace suya en todas sus partes la carta dirigida por el Presidente del Senado y Jefe del Partido, Sr. Antonio R. Barceló, al Gobernador E. Mont. Reily, la cual con la carta del Gobernador al Sr. Barceló y la de éste que dió motivo a la primera, debe insertarse en el acta de la Asamblea, como el verdadero sentir de la misma, y como la más firme, altiva y justa protesta, (4) dar cuenta al Presidente y al Congreso de los Estados Unidos con estos acuerdos, por conducto de nuestro Comisionado Residente en Washington, Señor Félix Córdova Dávila, (5) ratificar las más completa adhesión y solidaridad a la Junta Central y a su Presidente, Sr. Barceló, dejando en sus manos determinar cualquier otro procedimiento que, de acuerdo con la presente situación, aconsejen las circunstancias, así como la designación, si lo creen necesario, de una comisión del Partido que vaya a Washington a exponer el presente estado de cosas, y a recabar la justicia que demanda el honor del país, y (6) trasladarse en pleno la Asamblea a la tumba en que descansa nuestro inolvidable Maestro, Luis Muñoz Rivera, e invocar allí su glorioso recuerdo, para que dé a nuestros espíritus toda la fuerza y abnegación que tuvo el suyo en la tremenda lucha que se impuso por la dignidad y la libertad de su patria. »

A esta asamblea de Barranquitas no asistió Eduardo Giorgetti, vice-presidente del partido, ni Huyke, Travieso, Leopoldo Santiago Carmona, Nicolás Santini, ni otros líderes de señaladas tendencies autonómicas. Giorgetti mantuvo irrevocable su renuncia de vicepresidente del partido, y luego en su lugar fue designado José G. Torres.

A principios de septiembre, partió Barceló para Estados Unidos. Ocupó la presidencia interina del Partido Unionista José G. Torres. Hubo conversaciones amistosas y conciliadoras entre José G. Torres y el Gobernador Reily, que finalmente no tuvieron resultado práctico, por la intransigente actitud del Gobernador en sus ideas.

El gobernador Reily asistió a un gran acto organizado por gremios obreros, presidido por Santiago Iglesias, para conmemorar el Día del Trabajo, en septiembre 4, 1921. Reily pronunció un discurso en su usual tono americanista, elogió el liderato de Santiago Iglesias, y expresó simpatías hacia los obreros y sus aspiraciones. Entre otros oradores, tomaron parte también Juan B. Huyke y Martín Travieso. En un párrafo de su discurso, Travieso declaró: «Nos hemos acostado pensando en el Estado, nos desvelamos pensando en la Independencia, y amanecemos pensando en la Autonomía; nos pasamos jugando como los japoneses, con tres bolas, la Independencia, el Estado y la Autonomía, mientras el problema fundamental lo dejamos de la mano.»

Mientras tanto, la campaña Unionista proseguía a todo vapor contra el Gobernador Reily, que convertía sus palabras en hechos destituyendo funcionarios Unionistas, que él consideraba eran Independentistas, y mantenía inalterable la actitud enunciada en su discurso inaugural. Epifanio Fernández Vanga, Cayetano Coll Cuchí y José Coll Vidal señaladamente en la prensa escribían con constancia y vigor contra el Gobernador Reily.

Moderados dentro del Partido Unionista se movilizaron favoreciendo la conciliación con el Gobernador Reily, para que éste se detuviera en el desplazamiento de Unionistas de cargos en el Gobierno. Urgieron estos moderados que el partido limitara su actuación a los objetivos de la etapa hacia el gobierno propio o autonomía. El sentimiento independentista se mantenía exaltado en un grupo dentro del partido, el más numeroso y vociferante. Se pensó ya en crear un partido independentista. José Coll Cuchí y otros, como se relatará más adelante, se decidieron activamente hacia la formación de un partido independentista, y comenzaron la propaganda pública hacia ese fin.

4

El 21 de septiembre de 1921, fallece en la Clínica Miramar, en Santurce, el Dr. José C. Barbosa. A pesar de la crisis política que atravesaba el país y el recrudecimiento de pasiones y ataques entre Unionistas y Republicanos, la prensa Unionista, lo mismo que toda la prensa de todas las ideas y matices, tocaron a la funerala. En galas de luto, hicieron justo reconocimiento al jefe Republicano fallecido. Todos los partidos, la rama ejecutiva del Gobierno, las Cámaras legislativas, la judicatura, las asociaciones profesionales, las organizaciones obreras, logias masónicas, y entidades sociales y civicas de toda clase, e innumerables escritores y poetas que le ensalzaron y cantaron, y las mesas del pueblo acongojadas, se unieron en expresión del inmenso dolor de Puerto Rico al desaparecer Barbosa. Su talento, su vida privada ejemplar y benémerita, la reciedumbre e integridad de su carácter, sus relevantes servicios públicos y su patriotismo, su visión política y su trayectoria firme, recta e invariable de su actuación pública, su infatigable y encendido apostolado por la Estadidad, fueron temas de emocionado elogio y glorificación. Dos días después de su muerte, luego de recibir el postrer homenaje del Senado Insular y de millares de puertorriqueños, expuesto su cadáver en capilla ardiente en el hemiciclo del Senado, y tras elocuente y adolorida oración fúnebre de su fraterno compañero Santiago Veve Calzada, fue inhumado el Dr. Barbosa en el viejo cementerio de San Juan.

5

El Gobernador Reily recorrió el país, deteniéndose en gran número de poblaciones, apelando directamente al pueblo mediante discursos en todas partes, sosteniendo las ideas americanistas y anti-independentistas de su mensaje inaugural, creando todo ello gran excitación pública, alentando el pensamiento político de los Republicanos, y caldeando a la vez la oposición al Gobernador que dirigía el Partido Unionista.

En septiembre de 1921, Juan B. Huyke fue nombrado Comisionado de Instrucción de Puerto Rico, nominación que fue rápidamente confirmada por el Senado Federal. Huyke era el primer puertorriqueño designado para ese cargo. El nombramiento disgustó al poderoso sector Unionista que combatía al Gobernador Reily y las ideas americanistas y autonómicas de Huyke, pero fue aplaudido geperalmente por el Partido Republicano y demás entidades y grupos en simpatía con el distinguido educador puertorriqueño y combatiente político.

En octubre regresó Barceló de su viaje a Estados Unidos, y le fue tributado entusiasta recibimiento por su partido y por enorme multitud de millares de sus correligionarios que acudieron a dar la bienvenida al jefe Unionista.

6

En enero de 1922, tras gestiones de Barceló y Miguel Guerra Mondragón, el Congresista Philip Campell (Republicano de Kansas), presentó en la Cámara Baja un proyecto para establecer una nueva ley orgánica para Puerto Rico. El proyecto fue reproducido y presentado en el Senado Federal por el Senador William King (Demócrata de Utah). Sustancialmente, el proyecto Campbell en su texto designaba a Puerto Rico como un Estado Libre Asociado; disponía la elección popular de las dos Cámaras legislativas, las cuales al constituirse elegirían al gobernador de Puerto Rico; y se creaba un Comisionado en Puerto Rico de Estados Unidos, con facultades para supervisar y suspender medidas legislativas que afectaran los derechos de la soberanía norteamericana en la Isla. En cuanto a las relaciones fiscales- económicas de Puerto Rico y Estados Unidos, y demás aspectos del régimen insular, la estructura de gobierno quedaba prácticamente igual que bajo la Ley Orgánica Jones. Este proyecto fue acogido con vivo entusiasmo por el Partido Unionista, como un gran paso de avance en cuanto a los derechos del país, al facultar también a los puertorriqueños para designer al jefe de la rama ejecutiva del gobierno insular. A los Unionistas les sonaba muy bien, y les complacía además el nombre de Estado Libre Asociado. Tal designación estaba en boga entonces, con la creación del llamado Estado Libre de Irlanda y el llamado Estado Libre del Congo, aunque tenían distintas implicaciones en los derechos y la libertad de Irlanda y de la colonia africana del Congo belga.

A los Republicanos no les hizo gracia el proyecto Campbell. El presidente del Partido Republicano, José Tous Soto, y la prensa y liderato Republicanos combatieron el proyecto, especialmente porque el mismo no definía una norma conducente al Estado clásico de la Unión Norteamericana, y contra el aspecto que creaba un Comisionado de Estados Unidos en Puerto Rico con poderes interventores en la legislación y el gobierno de la Isla. A los Unionistas, el proyecto Campbell dentro de la crisis política del momento, les proporcionaba una salida airosa para justificar el cambio de programa y acallar con sordina la demanda de independencia, y ponerse a tono con las aparentes tendencias de la política de la Administración norteamericana hacia Puerto Rico.

7

Bajo el entusiasmo creado por el bill Campbell, el Partido Unionista se reunió en asamblea general, en San Juan, el 11 de febrero de 1922, presidida por Barceló. Esta asamblea acordó que en adelante la aspiración de programa del Partido Unionista sería constituir a Puerto Rico en un Estado Libre Asociado. El texto completo de la declaración de principios aprobada, es el siguiente:

«Que habiendo sido siempre el ideal supremo de la Unión como el de todos los pueblos dignos a través de la Historia, la fundación de una Patria Libre, dueña de sus destinos para el presente y para el futuro;

<<Y siendo altamente deseable, para el mejor aseguramiento de los Estados Unidos de América, una noble asociación de carácter permanente e indestructible, las ventajas y conveniencia de la cual pueden deducirse por la que se han derivado para ambos pueblos de su mera convivencia durante 23 años; y la cual Asociación haría sentir sus efectos saludables más allá de los límites territoriales de Puerto Rico y de los Estados Unidos, porque más allá de esos límites la dicha asociación avivaría muchas esperanzas y desvanecería muchos temores:

Resuelvese por la Unión de Puerto Rico, reunida en Asamblea Soberana: que la creación en Puerto Rico de un Estado, Pueblo o Comunidad, que sea libre y que sea Asociado a los Estados Unidos de América, es el desiderátum de las aspiraciones de los puertorriqueños, y resolverá de una manera honrosa, satisfactoria y definitiva el problema pendiente aún de solución relaciones entre ambos pueblos;

«En tal virtud: la Asamblea declare que la creación del Estado Libre Asociado de Puerto Rico es desde hoy el Programa de la Unión de Puerto Rico; y que a la conversión de ese programa en realidad viva consagrará desde hoy sus redoblados esfuerzos el glorioso partido que fundaron en hora solemne próceres inmortales de nuestra Patria, y sigue siendo el llamado a crear en ella una obra, como ellos, inmortal.»

Se reeligió a Antonio R. Barceló y a José G. Torres, como presidente y Vice-presidente, respectivamente, del Partido Unionista.

8

Al quedar descartado el viejo programa de 1913 y 1915 del Partido Unionista, sustituyéndose en la asamblea de febrero de 1922 por la aspiración de Estado Libre Asociado, el elemento radical independentista del Partido Unionista quedó insatisfecho y disgustado, y se hizo aguda y active la inquietud independentista. Sin embargo, ni la Asociación Independentista ni la Asociación Nacionalista, creadas por elementos dentro del Partido Unionista, hicieron firme oposición en el seno de la asamblea Unionista de febrero de 1922, ni adoptaron acuerdos o tomaron pasos inmediatos para escindir el partido Unionista o formar un nuevo partido. Aguardaron algún tiempo, hasta que quedó evidente que no había probabilidades de que el Congreso aprobare el bill Campbell.

9

En abril de 1922, se celebró en Ponce una asamblea de la Asociación Nacionalista, donde se adoptó el acuerdo de organizar el Partido Nacionalista. Para arreglar los preparativos para la asamblea constituyente del Partido Nacionalista; se designó una comisión compuesta de José Coll Cuchí, José S. Alegría, Eugenio Font Suárez, Dr. Manuel Guzmán Rodríguez, Fernando Torregrosa, Julio Medina González, y Dr. Guillermo Salazar.

Mientras tanto, se celebraron numerosos mítines y otros actos de carácter nacionalista en diversas localidades de la Isla, que atraían gran interes y expectación pública. Tomaban parte activa en asambleas locales y mítines principalmente José Coll Cuchí, José S. Alegría, Angel Manuel Villamil, Julio Medina González, Fernando Torregrosa, Luis Antonio Miranda y otros. Juventudes nacionalistas se formaban en varies poblaciones de la Isla, que desarrollaban actividades en propaganda por su ideal y laboraban en la tribuna y en la prensa, y celebraban festivales y certámenes literarios. Entre estos jóvenes se distinguieron Samuel R. Quiñones, Vicente Géigel Polanco, José A. Balseiro, Fernando Sierra Berdecía, Guillermo Silva, José Paniagua Serracante, Emilio R. Delgado, F. Prieto-Azúar, Carlos Román Benítez, Antonio Paniagua, Angel Vando de León y otros.

La asamblea constituyente del Partido Nacionalista se verificó en el Teatro Nuevo, en Río Piedras, el 17 de septiembre de 1922. Presidió José Coll Cuchí, y también ocuparon escaños en la mesa presidencial José S. Alegría, Eugenio Font Suárez, Julio César González, Dr. Guillermo Salazar y Dr. Manuel Guzmán Rodríguez. En esta asamblea se plantearon dos proposiciones como declaración de principios del nuevo partido. Una fue propuesta por José S. Alegría, con el propósito de atraer al mayor número de Unionistas y para que el Partido Unionista no tuviera fuerza moral para objetarla, que era la misma que anteriormente tenía el partido Unionista, conteniendo la famosa Base Quinta, con la Independencia como solución suprema. Otra proposición fue ofrecida por José Coll Cuchí, que resultó la aprobada por la asamblea, como la declaración de principios del Partido Nacionalista, que decía así:

«El Partido Nacionalista aspira a constituir a Puerto Rico en una República libre, soberana e independiente, de acuerdo con el principio de las nacionalidades. Acudirá a los comicios con el propósito de regir los intereses del pueblo de Puerto Rico, y para hacer realizable nuestra suprema aspiración.

<<Declaramos que el Partido Nacionalista de Puerto Rico existe para asegurar un gobierno responsable y ejecutar la voluntad del pueblo.»

En esta asamblea se adoptaron diversos acuerdos concernientes a la fundación del nuevo partido, para notificarlos a las altas autoridades del Gobierno Insular y del Gobierno de Wáshington. También se aprobó una resolución presentada por Angel Manuel Villamil, que díce:

<<Por cuanto, todas las repúblicas iberoamericanas están unidas a nosotros por lazos indestructibles de sangre y lengua:

<<Por cuanto, desde la gestación de todas esas repúblicas fue el ideal supremo el establecimiento de una patria libre;

<<Por cuanto, la comunidad de origen e historia es un nexo que nos hace compartir la gloria de los triunfos y el dolor de los abatimientos;

<<Por tanto, Resuélvase por esta Asamblea: Que se comunique a todas las repúblicas ibero-americanas que en esta fecha se ha constituído en Puerto Rico un partido denominado Nacionalista Puertorriqueño, cuya-esencial finalidades laborar por el establecimiento de la República de Puerto Rico.»

Se eligieron los miembros del organismo director supremo del partido, llamado Consejo Supremo, que quedó integrado por José Coll Cuchí, presidente; José S. Alegría, vice-presidente; Federico Acosta Velarde, secretario; Dr. Rafael Bernabe, tesorero; y vocales, M. Marcos Morales, Antonio Vélez Alvarado, J. P. Berríos, Antonio Ayuso Valdivieso, Angel Manuel Villamil, P. Rivera Collazo, Ramón Mayoral, A. López Fauct, L.R. García, Dr. L. Villalón, M. Vélez Ramírez, Laureano Pagán, J. Hernández y José M. Guevara.

Constituído el Partido Nacionalista, se dirigió en manifiesto al país y se emprendió enseguida la tarea de organizer juntas locales en toda la Isla, y llevó a cabo infinidad de actos de propaganda y de protesta patriótica.

10

Frustradas varias tentativas y gestiones para armonizar con el Gobernador Reily, debido a la actitud intransigente asumida en Wáshington por el Comisionado Residente Córdova Dávila contrario a toda conciliación del Partido Unionista con Reily, se recrudeció la campaña Unionista contra Reily en Estados Unidos. Se presentaron ante el Congreso proyectos para investigar a la administración de Reily en Puerto Rico, y se anunció la presentación de cargos de impeachment ante la Cámara Baja del Congreso.

En diciembre de 1922, Reily hizo un viaje a Estados Unidos. También salió para Estados Unidos, para combatir la administración de Reily, una comisión Unionista compuesta por Barceló, Rafael Cuevas Zequeira, José de J. Tizol, Walter Mck Jones, Alfonso Lastra Chárriez y Córdova Dávila, a la que también luego se unió Martín Travieso. A principios de enero regresó Barceló al país, y fue recibido cálidamente por millares de compatriotas y correligionarios que acudieron entusiastas a darle la bienvenida. En febrero 8 de 1922, regresó Reily de Estados Unidos, enfermo, donde sufriera un accidente automovilístico que le fracturó varias costillas. A su regreso, por su estado de salud, no reanudó sus funciones activas de Gobernador, quedando en el desempeño del cargo el Comisionado de Instrucción Juan B. Huyke, quien había sido designado Gobernador interino.

Abierta la sesión ordinaria de las Cámaras legislativas en febrero de 1923, se aceptó la renuncia presentada de su cargo de Speaker de la Cámara Cayetano Coll Cuchí, luego de ventilarse en la prensa discrepancias surgidas entre éste y el presidente del Partido Unionista con respecto a opuestos criterios sobre tácticas de partido en cuanto al Gobernador Reily. Miguel Guerra-Mondragón fue electo nuevo Speaker de la Cámara. Luego las mayorías de las Cámaras forzaron la aprobación de resoluciones en ambas Cámaras suspendiendo las sesiones legislativas hasta marzo, en expectativa de la determinación de la Administración Federal con respecto al Gobernador Reily.

11

El 28 de febrero de 1923, Horace M. Towner (Republicano de Iowa), a la sazón presidente del Comité de Asuntos Insulares de la Cámara Baja del Congreso, fue nombrado gobernador de Puerto Rico, para suceder a Reily. Huelga relatar la entusiasta acogida de este nombramiento por el Partido Unionista, que en verdad era la culminación victoriosa de su campaña contra el Gobernador Reily. Es cierto también que todo el país estaba ya prácticamente cansado de Reily, por la incertidumbre política e inestabilidad administrativa que creaban sus actuaciones a menudo inconsultas y arbitrarias, y sin normas fijas. Los Republicanos y Socialistas elogiaron la personalidad de Towner, y acogieron sin temores pero con reserva manifiesta el nombramiento del nuevo gobernador. El gobernador Towner se inauguró y tomó posesión del cargo el 6 de abril de 1923. El discurso inaugural de Towner, concebido en términos moderados y de amistad y espíritu de servicio hacia el pueblo de Puerto Rico, contenía párrafos de gran interés público en cuánto al status político de Puerto Rico.

«Yo creo que, prácticamente, todos cuantos han considerado el asunto» decía el Gobernador Towner en su discurso inaugural, «convienen en que Puerto Rico, ahora, no abriga otro anhelo que el de continuar siendo una parte de los Estados Unidos, tan ligado y seguro bajo su bandera como lo están Massachusetts o California. Para el pueblo de Puerto Rico, el progreso y la prosperidad de la Unión es la certidumbre de responsabilidad y de progreso, y la prosperidad de la Unión será vuestra prosperidad.»

«Esto no quiere decir» continuaba Towner «que los puertorriqueños se vean compelidos a abandonar sus ideales, su personalidad o sus características raciales. Esto no quiere decir que los puertorriqueños deben perder su amor o renunciar al orgullo que sienten en su bellísimo hogar isleño. Lejos de eso, los puertorriqueños poseen demasiadas cualidades características que son amables y valiosas para mantener sus efectos y conservar la admiración y la estimación de,sus conciudadanos de las otras parses de la República. Cada Estado tiene sus propias cualidades que hacen a sus hijos sentirse orgullosos de la ciudadanía de sus Estados. Esto no denigra, por el contrario, acrecienta su satisfacción y su orgullo de ser ciudadanos de la mejor, la más libre y más grande nación del mundo. Esa ciudadanía dual es vuestra como lo es de ellos, y yo estoy seguro que no hay un ciudadano en Puerto Rico que no está tan orgulloso de la ciudadanía de vuestra gran República como cualquier otra parte de la Unión.»

El fondo del lenguaje americanista de Towner resultaba similar al de Reily, aunque Towner modulaba sus palabras con mayor suavidad y diplomacia. No hubo brote independentista contra el americanismo de Towner. Después de la sacudida producida por Reily, que dió lugar a que el Partido Unionista prácticamente echara por la borda la plataforma independentista , lo que realmente esperaba el Partido Unionista era el reajuste administrativo mediante nombramientos bajo el nuevo gobernador que fueran gratos al partido de la mayoría. Los Republicanos aplaudieron la actitud de Towner, y aguardaron con reserva sus actuaciones gubernamentales. Los Socialistas, igualmente, mantuvieron la misma reserva.

En su primer mensaje a las Cámaras, el Gobernador Towner fue más preciso en cuanto al futuro status de Puerto Rico. Indicó claramente la posibilidad de la concesión eventual de la Estadidad a Puerto Rico, y se pronunció contra la aspiración a la Independencia. Favoreció reformas inmediatas para liberalizar el régimen. Con respecto a la reformas autonómicas, los tres partidos las favorecían, y la actitud general era pedir inmediatamente tales reformas, especialmente concebidas en el gobernador electivo, en lo que pronto se unirían los tres partidos en común demanda.

Mientras, el Gobernador Towner, en su política gubernativa, procedió al reajuste mediante nombramientos en el gabinete y otros enteramente favorables al partido de la mayoría. Positivamente Towner comenzó abiertamente a gobernar con el Partido Unionista. La actitud de los partidos Republicano y Socialista se pronunció pronto contra el Gobernador Towner, quien, mientras en palabras favorecía la tendencia americanista y alentaba la solución final de Estadidad, de hecho entregaba plenamente el poder al Partido Unionista.

12

Con miras a las elecciones generales de 1924, el Partido Unionista no se sentía seguro de un triunfo electoral, por la escisión independentista provocada por su cambio de programa descartando la independencia, y por la fuerza que tomaba el Partido Socialista, cuyos votos sumados a los Republicanos podían cambiar el panorama político. Hubo en la prensa cierto coqueteo Unionista para unirse a los Republicanos, pero sin éxito. Como por ley natural de gravitación, se aproximaban Republicanos y Socialistas, y cundía en el ambiente un pacto electoral entre estos partidos para hacer frente en las urnas al Partido Unionista. En enero de 1923, una comisión conjunta de Republicanos y Socialistas, compuesta de Santiago Iglesias, Roberto H. Todd y Bolívar Pagán, fue a Wáshington, para gestionar primordialmente una enmienda a la ley electoral de Puerto Rico, que permitiera coaliciones. La ley electoral, aprobada a propósito por las mayorías Unionistas en las Cámaras de 1919, impedía expresamente las coaliciones electorales, al prohibir que los candidatos figuraran simultáneamente en las candidaturas de dos partidos. Dicha comisión Republicano-Socialista encontró ambiente favorable en el Congreso, especialmente en los Senadores Republicanos William Borah (de Idaho) y Hiram Johnson (de California). Este último precisamente, bajo la ley electoral de California, había figurado al mismo tiempo en las candidaturas Republicana y Demócrata. Disposición igual al mismo fin regía en el Estado de Nueva York. Se redactó el proyecto correspondiente para Puerto Rico, pero por requerir premura y el endoso de la Administración en medidas con respecto a los Territorios, no se convirtió en ley.

El 16 de junio de 1923, el Partido Republicano se reunió en asamblea general, en el Teatro Olimpo, de Santurce, bajo la presidencia de José Tous Soto. Prevalecía un ambiente hostil al Gobernador Towner, quien fue calificado como déspota por diversos oradores. El liderato Republicano favorecía la unión electoral con los Socialistas, por la común hostilidad contra ambos partidos de parte del Gobierno, y por las comunes e invariables aspiraciones americanistas de ambas colectividades. El nombramiento de Ramón Siaca Pacheco , señalado líder Unionista, para desempeñar el cargo de Superintendente General de Elecciones, había sido agriamente combatido por Republicanos y Socialistas, y fue objeto de especial condenación en esta asamblea. Como se leerá más adelante, el Partido Republicano hizo parte de su programa señaladas demandas obreras y socialistas.

En esta asamblea general de 16 de junio de 1923, el Partido Republicano aprobó el siguiente programa:

«Status Definitivo: Estadidad

«1. Que sus constituyentes, ciudadanos de los Estados Unidos de América, rechazan en nombre de éstos, en nombre de los gloriosos inmortales fundadores de la Nación, toda clase de gobierno ejercitado por ésta, que implique la creación de un sistema colonial que considera incompatible con la legítima aspiración de soberanía que alienta a nuestro pueblo.

«2. Que la suprgma aspiración del Partido Republicano es alcanzarla completa soberanía del país dentro de la Unión Americana como uno más de los Estados Soberanos que la integran, y a una labor intensa en esa dirección consagrará el Partido Republicano todos sus esfuerzos.

«Régimen Inmediato.

«3. Que el Partido Republicano Puertorriqueño, como una medida inicial a la consecución de la Estadidad, recabará del Congreso de los Estados Unidos que se haga extensiva a Puerto Rico la Constitución de los Estados Unidos, la liberalización inmediata del régimen vigente y el otorgamiento de mayores poderes y facultades a nuestro pueblo, y especialmente el poder de elegir por el voto popular a la persona que como Gobernador, haya de regir los destinos de la Isla, de manera que nos preparemos para el Estado por medio de un régimen de gobierno propio dentro del cual podamos evolucionar hacia aquella finalidad, sin sacrificios innecesarios de nuestras características regionales.

«4. Que en tanto el Congreso de los Estados Unidos concede a Puerto Rico el derecho de elegir su propio gobernador, el Partido Republicano solicitará del Presidente de los Estados Unidos que el gobernador designado por él sea un ciudadano americano residente bona fide de Puerto Rico.

«5. Solicitar, también, que se transfieran los asuntos de Puerto Rico de la Secretaría de la Guerra al Departamento del Interior.»

13

El 24 de julio de 1923, el gobernador Towner sancionó con su firma una Resolución Conjunta de la Legislatura Insular, votada favorablemente por los legisladores de todos los partidos, cuya parte expositiva, entre otras cláusulas, decía lo siguiente:

«Es llegado el momento de que una voz unánime se levante en Puerto Rico para solicitar del Congreso de los Estados Unidos de América una declaración de sus propósitos acerca del régimen definitivo de nuestra Isla. Y añadía: «Es oportuno que, reunida en sesión la Legislatura de Puerto Rico, integrada por los representantes de las distintas opiniones en que la Isla se divide, sea ella la que formule tal petición, y establezca, por medio de una Comisión de su seno, ante el Presidente de la Nación, todas las demandas que la presente situación requiere, tanto en el orden político como en el económico y el social.»

Esta Resolución Conjunta creó la comisión de legisladores Unionistas, Republicanos y Socialistas para trasladarse a Washington, para recabar específicamente:

«(a) Que se declare, tanto por el Congreso como por el Presidente de los Estádos Unidos de América, cuál es el propósito de dichos Poderes con respecto al status definitivo de la Isla de Puerto Rico;

«(b) Que se otorgue a la Legislatura de Puerto Rico la facultad de legislar sin restricciones sobre todos sus asuntos locales,

«(c) Que el pueblo de la Isla elija, por el voto de sus electores capacitados, su Gobernador;

«(d) Que todos los nombramientos que actualmente son hechos por el Presidente de los Estados Unidos con la aprobación del Senado federal, sean en lo sucesivo hechos por el Gobernador de Puerto Rico, con el consejo y consentimiento del Senado Insular;

«(e) Que se otorgue a la Isla la facultad de legislar sobre sus problemas económicos, regulando la adquisición de tierras, imponiendo arbitrios locales o de rentas internas para ser recaudados en benefio del Tesoro de la Isla, y en general sobre todas las medidas que reclamen los intereses y necesidades de Puerto Rico y que no estén en conflicto con aquellas otras, en este mismo orden, de carácter nacioral; y,

«(f) Que todas aquellas medidas de carácter nacional que tiendan beneficiar la educación, la agricultura y demás fuentes del saber o le la riqueza de la Isla, sean extendidas a Puerto Rico en la misma proporción en que son extendidas a todos los Estados de la Unión imericana.»

14

El 29 de agosto de 1923 se reunió en convención general el Partido Socialista, en el Teatro Broadway, de Ponce, bajo la presidencia de Santiago Iglesias.

El delegado Félix Rivera, de Carolina, presentó una extensa resolución, para que el Partido Socialista hiciera declaración sobre status político, definiéndose por la Independencia. Esta resolución fue arrolladoramente derrotada. Se aprobó, empero, una declaración de principios políticos, expresada en los siguientes términos: a El Partido Socialista declare que la continua influencia del pueblo de Estados Unidos de América en el destino del pueblo de Puerto Rico, ha sido y es progresista y civilizadora, y que la extensión de la Constitución Federal de Estados Unidos a Puerto Rico representará una positiva garantía de libertades públicas para las muchedumbres del trabajo, y en tal sentido el Partido Socialista favorece la unión y solidaridad permanente e indivisible del pueblo puertorriqueño con el pueblo norteamericano.»

Se aprobaran en esta convención Socialista declaraciones contra actuaciones del Gobernador Towner, especialmente la designación de un Unionista militante para el cargo de Superintendente General de Elecciones, y se denunció la situación social y económica de Puerto Rico, la pobreza y miseria de las masas trabajadoras, y las fuerzas reaccionarias beneficiarias de latifundios, monopolios y privilegios «que oprimen al pueblo de Puerto Rico.»

Entre otras resoluciones, se consideró una sobre pactos o coaliciones con otros partidos, que fue objeto de prolongados debates, y quedó finalmente aprobada con el voto de 128 a favor y 7 en contra. Esta resolución disponía lo siguiente:

«1. Otorgar plenas facultades al Comité Ejecutivo Territorial del Partido Socialista de Puerto Rico que ha de elegir esta convención, para entablar conversaciones, cambios de impresiones y opiniones con cualquier fuerza política electoral, representada por un partido político organizado, sobre planes, prácticas o tácticas de lucha electoral para las próximas elecciones generales.

«2. El Comité Ejecutivo Territorial del Partido Socialista queda facultado para establecer entendidos, pactos o coaliciones, para fines puramente electorales, con cualquier otra fuerza o partido político del país, siempre que el entendido, pacto o coalición que se acuerde no menoscabe ni adultere el espíritu y el propósito puramente proletario y económico del Partido Socialista de Puerto Rico.

«3. Que el acuerdo negativo o afirmativo que adopte el Comité Ejecutivo Territorial sobre este asunto de entendidos, pactos o coaliciones, no entrará en vigor hasta que lo apruebe o rechace la voluntad del Partido Socialista, mediante votación por referéndum del partido expresado en asambleas de las secciones locales del mismo, o mediante una convención general extraordinaria convocada al efecto.»

Esta convención del Partido Socialista, también aprobó una resolución para demandar reformas liberalizadoras de la Ley Orgánica, incluyendo el gobernador electivo y judicatura electiva

El 19 de septiembre de 1923, el Comité Ejecutivo Territorial del Partido Socialista, acordó iniciar las conversaciones de pactos con otros partidos, y designó una comisión de su seno para ello, compuesta por el presidente Santiago Iglesias, el secretario Alfonso Torres, y los vicepresidentes Prudencio Rivera Martínez, Blas Oliveras y Bolívar Pagán.

El 18 de noviembre de 1923, se reunió el Comité Territorial del Partido Republicano, y designó una comisión para tratar sobre entendido electoral con el Partido Socialista para las elecciones generales de 1924. La comisión Republicana designada estaba compuesta del presidente del partido José Tous Soto, el secretario general Fernando J. Géigel, el vicepresidente Rafael Martínez Nadal, y el Republican National Committeeman Roberto H. Todd. José Tous Soto redactó las bases del Partido Republicano proponiendo el entendido. En las bases del entendido, según la propuesta de pacto por escrito y firmada por José Tous Soto y dirigida a Santiago Iglesias, se proponía que los candidatos de ambos partidos figurarían en una candidatura común con un nombre de partido común para ambas colectividades. Era indispensable que así figuraran los candidatos de estos partidos, para recibir los votos acumulados de los electores de ambos partidos, por la razón de que la entonces vigente ley electoral, como hemos anteriormente relatado, prohibía expresamente que un mismo candidato figurara en candidaturas o tickets de dos partidos. Otras bases de la proposición Republicana de pacto, disponía la distribución de candidatos Republicanos y Socialistas para el Senado Insular y la Cámara de Representantes y en los municipios. Ambos partidos propulsarían las inmediatas reformas al régimen, y especialmente las enmiendas adecuadas a la Ley Orgánica Jones para que los electores de Puerto Rico eligieran por voto popular al gobernador. Declararían también el propósito de mantener la unión permamente de Puerto Rico con Estados Unidos, hacia la meta de la Estadidad. Se comprometerían ambos partidos, además, a promover legislación de contenido obrero y social para satisfacer demandas esenciales del Partido Socialista.

15

Las comisiones Republicana y Socialista sobre entendidos electorales celebraron varias sesiones, y progresaba la idea de concertar la coalición de ambos partidos. El liderato Republicano, al igual que el Socialista, a menudo publicaron en esa época declaraciones favorables y tendientes a tal entendido, con el manifiesto objeto de derrotar al Partido Unionista e iniciar una nueva era de gobierno con otros hombres de mayoría, para reorganizar el gobierno insular, establecer mejoras sociales y económicas alentadas por el movimiento obrero y por el Partido Socialista, y estabilizar las normas políticas con rutas fijas hacia el porvenir del país. El ambiente favorable que prevalecía sobre el entendido electoral Republicano-Socialista, creaba naturalmente una guerra fría en el liderato y filas Unionistas. La escisión independentista creada en el seno del Partido Unionista con motivo de este partido haber descartado la fórmula independentista, que había estado siempre incluída en el programa Unionista desde que se fundó el partido en 1904, preocupaba mucho al liderato Unionista, y temían que la suma de los votos acumulados de Republicanos y Socialistas cambiarían el panorama electoral con una posible derrota del Partido Unionista. Para esta época, ya los Republicanos, en la mente Unionista, no eran los «reaccionarios» y «americanizantes» que debían combatirse sin tregua ni cuartel. Para impedir el pacto de Republicanos y Socialistas, líderes y periodistas Unionistas publicaban ahora declaraciones tanteando y facilitando entendidos «patrióticos» de Unionistas y Republicanos. También hubo coloquios y tanteos de Unionistas hacia Socialistas, que ya no eran a su juicio tan radicales ni «subversivos.>> Ia aspiración común de los tres partidos a favor de medidas liberalizadoras del régimen, resultaba un puente propicio para acercamientos políticos.

16

El 17 de diciembre de 1923, el Comisionado Residente Córdova Dávila presentó en la Cámara de Representantes de Wáshington un proyecto para enmendar la Ley Orgánica, disponiendo sustancialmente la elección popular del gobernador de Puerto Rico. Para esta época el Comisionado Residente Unionista hablaba también en la prensa a favor de la Estadidad, dando expresión a la idea, concebida por el jurista Luis Muñoz Morales, de que Puerto Rico pudiera ser un llamado Estado no incorporado bajo la bandera de las franjas y estrellas flotando persécula saeculorum sobre la Isla.

17

Días antes de partir para Wáshington la comisión legislativa tripartita, hubo una reunión política en la residencia de Santiago Iglesias, en Santurce. A esta reunión asistieron, del lado Republicano, el presidente del partido José Tous Soto, el vicepresidente Rafael Martínez Nadal, el secretario general Fernando J. Géigel, y el National Republican Committeeman Roberto H. Todd. Del lado Socialista, asistieron el presidente del partido Santiago Iglesias, el vicepresidente Bolívar Pagán, el secretario general Alfonso Torres, y Rafael Alonso Torres. Se acordó que una comisión de estos dos partidos redactara un manifiesto al país, para ser sometido a las asambleas de ambos partidos, concertando el pacto electoral entre el Partido Republicano y el Partido Socialista para las elecciones de 1924. A moción de Tous Soto, se encomendó a Martínez Nadal y a Bolívar Pagán para redactar conjuntamente tal manifiesto.

18

El 8 de enero de 1924, salió de Puerto Rico hacia Wáshington la comisión legislativa, para gestionar reformas, incluyendo el gobernador electivo. El Gobernador Towner acompañaba a la comision conjunta de miembros de los tres partidos representados en la Legislatura Insular, el Unionista, el Republicano y el Socialista. La comisión designada estaba compuesta por el Gobernador Towner, Barceló, Tous Soto, Santiago Iglesias, Miguel Guerra-Mondragón, Juan Hernández López, Alfonso Lastra Chárriez, Octavio Jordán, Enrique González Mena, Juan B. García Méndez, Rafael Alonso Torres, Walter Mck Jones y Enrique Bird.

En febrero 3, 1924, el Comisionado Residente Córdova Dávila presentó otro proyecto, concediendo el gobernador electivo a los puertorriqueños para 1928. El gobernador electo por el pueblo puertorriqueño nombraría al gabinete o jefes de departamentos insulares, incluyendo al jefe del Departamento del Trabajo que se creaba en el bill, sujetos todos a la confirmación del Senado Insular. El presidente de Estados Unidos continuaría nombrando al Auditor Insular y a los jueces del Tribunal Supremo. Referido el proyecto al Comité de Asuntos Insulares de la Cámara Baja de Wáshington, se celebraron varios vistas públicas. Entre otros, comparecieron a propulsar la medida Towner, Barceló, Guerra-Mondragón, Lastra Chárriez, Tous Soto, Iglesias, Juan B. García Méndez, Rafael Alonso, González Mena, Octavio Jordán y Enrique Bird. Todos favorecían el proyecto, aunque los miembros de los distintos partidos expresaron los anhelos finales de sus respectivos partidos, según los programas de cada uno. El presidente Barceló del Partido Unionista, en su testimonio ante el Comité de Territorios y Posesiones Insulares del Senado Federal, recalcó que el sentimiento prevaleciente en Puerto Rico era de que nunca la Isla se separaría de los Estados Unidos. Igualmente se expresó Guerra-Mondragón. Las vistas ante comités del Congreso fueron prolongadas, y se planteó toda la situación de Puerto Rico, su historia, desarrollo político, cultura, industrias, agricultura, comercio, finanzas, obras públicas, escuelas, salud pública, condiciones obreras y sociales, y las aspiraciones políticas de todos los partidos. Los miembros de los comités congresionales fueron muy inquisitivos ante las deposiciones del Gobernador Towner y de los comisionados puertorriqueños. Al principio, la actitud de la Administración Federal no dió acogida favorable a la medida. El General McIntyre, jefe del Negociado de Asuntos Insulares del Departamento de la Guerra, depuso en forma amigable, aunque vaga e imprecisa. El secretario de la Guerra, John W. Weeks, en testimonio ante el comité del Senado, expresó francamente su oposición al proyecto, argumentando que era prematuro. Una visita del Gobernador Tovvler y de la comisión puertorriqueña al Presidente Coolidge, solamente logró del Presidente expresiones banales de cortesía social. Luego el proyecto fue enmendado en comité con ciertas restricciones, entre ellas una disponiendo que el Presidente se reservaba el derecho de destituir al gobernador que eligiera el pueblo de Puerto Rico, y para que la medida entrara en vigor en 1932. En esa forma enmendada, el proyecto finalmente tuvo el visto bueno de la Administración Federal, pero no fue finalmente aprobado por el Congreso.

19

El 6 de marzo de 1924, regresó Barceló a Puerto Rico con Tous Soto y demás comisionados puertorriqueños, con excepción de Iglesias y Guerra-Mondragón, que permanecieron algunos días adicionales en Wáshington.

A bordo del vapor Puerto Rico, que conducía de regreso a los comisionados puertorriqueños, Barceló y Tous Soto prepararon un manifiesto que, como se leerá, produjo enorme conmoción política al dársele publicidad en la Isla. Concertaron Barceló y Tous Soto la idea de la alianza política y electoral de los partidos Unionista y Republicano. El manifiesto cayó como bólido, fue una sorpresa para todo el país. Decía así:

«Al retornar a la Isla, después de cumplida la misión que nos encomendara la Legislatura, es nuestro deber y también nuestro deseo comunicar al país las impresiones que hemos recogido y las fundadas esperanzas que abrigamos para el futuro de nuestro pueblo.

«El Presidente de los Estados Unidos, el Secretario de la Guerra, los altos funcionarios del Negociado de Asuntos Insulares, los Senacores y Representantes que se sientan en los comités encargados en ambas Cámaras nacionales de los asuntos de Puerto Rico, y todos los hombres dirigentes de la opinión pública en Estados Unidos, están favorablemente impresionados a favor de Puerto Rico y dispuestos a poner en manos de los puertorriqueños el control y la responsabilidad de sus propios intereses y de su propio gobierno. Nuestras peticiones han sido bien acogidas, se nos ha oído atentamente y se nos han dicho que son justas y merecidas. Los comités del Senado y de la Cámara tienen bajo consideración los proyectos enmendando la Carta Orgánica, y en breve rendirán sus dictámenes. Todo nos induce a pensar que éstos han de ser favorables a las aspiraciones del país, y por tanto que en las elecciones de 1928 los ciudadanos de Puerto Rico elegirán por sufragio del pueblo el Supremo Ejecutivo de la Isla, y todos los jefes de departamentos serán seleccionados por el Gobernador, con el consentimiento del Senado Insular. La importancia de este avance y su inmensa trascendencia no pueden pasar inadvertidos para ninguno de nuestros compatriotas.

«A la solución inmediata de nuestro problema político, hemos dedicado todos nuestros esfuerzos, dejando a un lado, de momento, otras reformas necesarias en nuestra Carta Orgánica, que son de menos urgencia que la enunciada.

«Hemos gestionado también, y tenemos confianza en el éxito de nuestras gestiones, la extensión a Puerto Rico de varias leyes federales, tales como educación vocacional, la de caminos, créditos agrícolas, la de maternidad y otras. También hemos laborado por la construcción y mejoramiento de edificios para aduanas en varias localidades; por el dragado del puerto de Ponce; fijación de sueldos razonables y adecuados a la importancia de las funciones que desempeñan los jueces de la Corte Suprema y jefes de los departamentos; celebración de sesiones de la Corte de Circuito de Apelaciones en Puerto Rico, y otras.

«La cuestión del status final no preocupa por ahora, a los hombres de estado de la Nación. Puerto Rico es un territorio ya organizado, pero no incorporado, aunque asociado permanentemente a los Estados Unidos por los vínculos indisolubles de la ciudadanía, de acuerdo con una política que tiende a facilitar el completo desarrollo de su vida en todos los órdenes, bajo la influencia de las altas y democráticas instituciones que han hecho libre y grande al pueblo de Norte América.

«Esto es en síntesis lo que hemos deducido de las palabras y de las actuaciones de los leaders de la opinión pública americana. La cuestión del status, por ahora, es considerada, pues, por estos leaders, más como una cuestión académica, que como un problema de orden práctico.

«Formemos en el Mar Caribe una comunidad democrática, libre y próspera, pacífica y progresista, que rinda culto a los grandes ideales de fraternidad y justicia, nutrida en la cuna con la savia generosa de la nación descubridora, educada en la escuela democrática de la nación libertadora, formada al calor de sus propias iniciativas, forjada en el yunque del sacrificio y del propio esfuerzo y redimida por el trabajo y el estudio. Esforcémonos por afar a nuestro pueblo los instrumentos que le son indispensables para cumplir su misión providencial en América; el cultivo y la conservación del idioma histórico, la adquisición y difusión del lenguaje que es indispensable para nuestras relaciones con Estados Unidos. Hablemos a las dos Americas en su propia lengua, y ofrezcamos a ellas nuestro suelo, como la arena en que las dos razas y las dos civilizaciones que pueblan el mundo de Colón puedan encontrarse fraternalmente, llevando en las manos las palmas y los olivos de paz del progreso.

«Ante esta perspectiva palidecen nuestras luchas políticas, y los issues de los partidos se esfuman y confunden cual se confunden en la línea indecisa del horizonte la azul inmensidad del Cielo y el infinito azul del mar.

<<Nuestras luchas partidarias pudden poner en peligro la conquista de las libertades que todos anhelamos. Por el bien de nuestro país, en aras de su felicidad el patriotismo nos demanda que abramos un paréntesis en nuestras contiendas, que proclamemos una tregua de Dios, hasta que la cruzada que hemos emprendido a nombre de Puerto Rico culmine en una victoria que será de todos, porque no pertenecerá a ningún partido, sino a todo el país puertorriqueño.

«Sentado esto. ¿Qué puede separar entonces a la familia puertorriqueña en el ideal de alcanzar su plena libertad y su absoluto bienestar? Prejuicios, pasiones intereses, palabras…

«Los dos partidos históricos de Puerto Rico, después de grandes y dolorosas divergencias, han encontrado, al fin, un punto de contacto, una idea común para unir sus aspiraciones, el pleno self governnent para Puerto Rico que consagra nuestra propia soberanía dentro de la soberanía de los Estados Unidos.

«Para las soluciones más o menos lejanas del porvenir, a los hombres dirigentes del presente solo nos corresponde preparar a nuestro pueblo, dentro del ejercicio de su propio gobierno para las responsabilidades con que pueda confrontarse mañana. Nuestros descendientes y los descendientes de los hombres que dirigen los destinos de la gran nación americana, son los llamados a resolver el problema que pueda ser planteado en el futuro, de acuerdo con las condiciones que el momento y los intereses de ambos pueblos requieran. Nuestra misión estará cumplida echando los cimientos del edificio que ellos, los que han de continuar nuestra obra, han de terminar.

«La Constitución

«La mayor parte de los preceptos constitucionales rigen en Puerto Rico de acuerdo con la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos en el caso de Balzac, con excepción de los que garantizan los jurados de acusación y de juicio.

«Todas y cada una de las limitaciones que tiene el Congreso impuestas por la Constitución al legislar para los Estados Unidos las tiene también para Puerto Rico. Todas y cada una de las garantías constitucionales protectoras y garantizadoras de la libertad, de la igualdad ante la ley, de la justicia, de la propiedad, rigen en Puerto Rico; y en cuanto a las garantías del jurado el Congreso ha dejado en libertad al pueblo de Puerto Rico de establecerlas si lo tiene a bien, y han sido en efecto establecidas por la legislatura, al decretar el juicio por jurado para delitos graves desde el 1900, y el jurado de acusación o gran jurado en el año 1918; no existiendo inconveniente alguno para que es las garantías se extiendan a los delitos menos graves y a los casos civiles.

«Nada ganaríamos, pues, con que la Constitución fuese extendida expresamente a nuestra Isla por un acto del Congreso, y en cambio estaríamos expuestos en cualquier momento, o inmediatamente, a que la mayor parte de nuestros ingresos pasaran al Tesoro Federal, por un valor aproximado de diez millones de dólares. Nos quedaría solamente la contribución directa sobre la propiedad, que se dedica totalmente ahora a los gastos municipales, después de deducido el costo de recaudación. ¿Cómo sostendríamos nuestra vida municipal si quitamos estos recursos a los municipios? ¿Y aún si pudiéramos privarles de estos recursos, cómo podríamos con tres millones de dólares que importa la contribución directa, atender a la educación pública que significa una erogación de cinco millones de dólares aproximadamente cada año, al sostenimiento de nuestras carreteras que cuesta anualmente alrededor de un millón quinientos mil dólares, a la sanidad en que se invierten aproximadamente un millón seiscientos mil dólares y a todos los otros gastos indispensables del Gobierno para garantizar la seguridad y el bienestar del pueblo? El solo efecto de la extensión expresa de la Constitución federal a Puerto Rico sería la incorporación del territorio no incorporado de Puerto Rico a la Unión, sin darnos un solo átomo más de libertad, sin obtener más derechos, sin alterar en un ápice nuestra vida pública, pero convirtiéndonos en cambio en una carga nacional, en un pueblo desprovisto de medios económicos para su desenvolvimiento y progreso.

«No existe, pues, ahora, una cuestión fundamental que justifique la separación de la familia puertorriqueña en opuestos bandos.

«La fórmula para una tregua en nuestras luchas, que prepare nuestras mentes para afrontar sin prejuicios ni dificultades el problema del porvenir, pudiera ser ésta, que desde luego no vacilamos en recomendar:

«Consagración del gobierno propio (self-government) para alcanzar plena soberanía de Puerto Rico dentro de la soberanía de los Estados Unidos.

<<Descartado así el issue del status, de nuestra arena política, podríamos dedicar nuestros esfuerzos, iniciativas y actividades al estudio y solución de los problemas sociales y económicos, y en esta magna empresa movilizar todas las fuerzas morales e intelectuales del país sin distingos de bandería, para hacer frente a cuestiones tan importantes como las siguientes:

«El problema agrario, que debe resolverse a base de una conciliación generosa que evite los latifundios y haga posible el resurgimiento de la pequeña propiedad destinada a los llamados cultivos menores, que son grandes, sin embargo, desde el punto de vista del abaratamiento de las subsistencias .

«El problema de la escuela, especialmente en los campos, para niños y adultos, con ventajas iguales que en las urbes. Escuela elemental y de agricultura científica-práctica, escuela gramatical y de oficios manuales, con la casa del maestro y la granja anexas.

«El problema de las comunicaciones rurales, que dén salida a los productos de la montaña y abran regiones nuevas al cultivo intensivo y a la producción y circulación de las riquezas del suelo.

<<EI problema de las subsistencias y de la protección del café, que nos llevará tal vez a solicitar del Congreso la concesión a la legislatura del poder para aumentar o reducir el arancel de aduana sobre artículos extranjeros de primera necesidad, poniendo así a nuestro alcance el medio de abrir mercado para el grano puertorriqueño, mediante concesiones aduaneras a los productos de primera necesidad de las naciones favorecidas que Puerto Rico necesita para la alimentación de su población pobre.

«El problema de la finanzas públicas, que requerirá una revisión completa del sistema contributivo de la Isla, con el fin de que ingresen en nuestro Tesoro amplios recursos sin gravar innecesariamente el capital, y favoreciendo en lo posible a las pequeñas industrias, facilitando los medios de dar impulso a las obras públicas, mejorando las condiciones de la vida del pueblo, construyendo casos, escuelas, llevando el progreso a las zones rurales, exterminando el analfabetismo, creando la pequeña propiedad, fomentando la agricultura y las industrias del suelo, desenvolviendo los recursos naturales de la isla, engendrando fuerza eléctrica en las regiones más apartadas, estableciendo el regadío de las zonas áridas, investigando las riquezas minerales y formando el piano geodésico y catastral de la isla.

«El problema de los transportes marítimos, abaratando los fletes y los pasajes, especialmente para los trabajadores. Y a este fin gestionar de la Junta de Navegación Federal (Shipping Board) que destine cierto número de buques a este servicio, así como a las expediciones veraniegas de maestros. Las expediciones de obreros al continente deberán ser organizadas y dirigidas por el nuevo Departamento del Trabajo que se crea en el proyecto enmendatorio de nuestra Ley Orgánica.

«El problema bancario, que requiere la vigencia en Puerto Rico del sistema de bancos de la Reserva Federal.

«El problema de la circulación monetaria, que reclama medidas tendentes a facilitar dinero al pequeño industrial a plazos cómodos y módico interés y a limitar en cuanto sea posible el interés de los préstamos para facilitar la creación y fomento de nuevas industrias.

«El problema electoral, al que debe hacerse frente concediendo el derecho del sufragio, sin distinción de sexos, solamente a los alfabetos, y a aquellos electores que hayan votado en elecciones anteriores y que por su edad no están en condiciones de aprender a leer y a escribir. Con el fin de que haya equidad en esta medicla, deberán difundirse las escuelas de adultos en los campos y estimular la iniciativa que a juicio del departamento de educación esté en condiciones de desempeñar esta misión, retribuyendo los servicios así prestados con una compensación proporcional al número de personas que estos maestros de emergencia rediman del analfabetismo.

«Hemos mencionado solamente en este manifiesto los partidos históricos, porque el Partido Socialista surgió a la vida pública, a juzgar por las declaraciones de sus propios leaders, con solo el nombre de socialista, pero siendo de hecho una modalidad del trabajo organizado, una faz de las actividades de la Ameriean Federation of Labor en el campo de las luchas partidaristas, habiendo nutrido sus falanges con elementos reclutados en las files de los partidos históricos. Traducidas en leyes gran parte de las aspiraciones legítimas del trabajo y dispuestos los partidos históricos a continuar la fecunda labor de elevar, dignificar, y reconocer las prerrogativas y demandas del obrero, la Federación Americana del Trabajo en Puerto Rico debe escoger entre retornar al puesto neutral y de balance que ocupa la American Federation of Labor en el continente, cooperar a este movimiento patriótico, o definirse claramente como un partido de clases con tendencies radicales. La cooperación, el consejo, la intervención discrete, el apoyo y las iniciativas de la American Federation of Labor así como de las demás organizaciones del trabajo, son necesarias, y las aceptamos a priori para la solución rápida, eficaz y sabia de todos los problemas económicos-sociales de la isla.

«De acuerdo con lo expuesto, si la reforma de la Ley Orgánica se realiza, se impone la patriótica cooperación de todos para que tengamos éxito al implantarla. Si sucede lo que no esperamos, que el Congreso no actúe en la presente sesión convirtiendo en ley el bill de Puerto Rico, también se impone con todo imperio la cohesión de todos los puertorriqueños, la unidad de mires y de acción para insistir en nuestras demandas y hacer que nuestras aspiraciones cristalicen en un acta del Congreso. En cualquier caso, la suspensión de hostilidades entre los partidos políticos es una necesidad del presente momento histórico

«¿Cual será el procedimiento a seguir? ¿Deberán disolverse los actuales partidos? ¿Deberán conservar sus nombres y personalidad, concertando, sin embargo, una alianza? Y en este último caso, ¿cómo se han de designer los candidatos? ¿Cómo se han de llevar a la papeleta electoral? Preguntas son éstas que deberán ser contestadas por los propios partidos políticos en sus asambleas soberanas. Nosotros lanzamos la simiente de concordia y fraternidad. Cumplimos un deber patriótico, inspirándonos tan solo en el bien de nuestra sierra, sin mires egoístas ulteriores. Si la opinión pública de la Isla nos comprende y nos sigue, la cuestión de procedimiento es accidental y de fácil arreglo. Nuestra norma debe ser: Los mejores hombres para los cargos públicos, y nuestro lema: Todo por Puerto Rico.

«Nos dirigimos a todo el país; lo hacemos no como jefes de partidos, no como leaders políticos, sino como delegados de Puerto Rico ante los poderes nacionales que han podido apreciar de cerca cuál es el estado de la opinión en el continente respecto a nuestros problemas. Con perfecto conocimiento de nuestras responsabilidades ante el país y ante la historia, y anteponiendo a los intereses transitorios de partido los grandes y permanentes intereses de la sierra en que nacimos, señalamos un rumbo o mostramos un camino.

«Sin reserves de ningún género, en el amor hacia todos y con la fe de nuestra convicción, cumplimos sencillamente nuestro deber, y nos sometemos tranquilos, firmes y resueltos, al fallo de la opinión pública puertorriqueña.

¡«Qué Dios ilumine la conciencia colectiva de Puerto Rico!

«¡Y que El guíe los destinos de nuestra patria!

«A bordo del vapor Puerto Rico, el día 2 de marzo de 1924.

José Tous Soto

Antonio R. Barceló»

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El manifiesto de Barceló y Tous Soto produjo profunda sensación política en el país. No parecía necesaria la alianza de Republicanos y Unionistas para gestionar medidas de gobierno propio, porque para ello estaban de acuerdo y habían actuado al unísono todos los tres partidos principales. Las sonoras declaraciones del manifiesto Barceló Tous Soto en cuanto a medidas legislativas locales mencionadas en el mismo, no llamaron la atención. El tópico general fue la maniobra política que unía a los partidos Unionista y Republicano para fines electorales y de gobierno. La sorpresa fue general. El Representante Rafael Alonso Torres, miembro socialista de la comisión legislative, quien regresó en el mismo barco, ignoraba completamente el documento. La exoitación en el campo Unionista fue aplacada en gran parse, por la estrategia de Barceló, quien prontamente se movilizó convenciendo a los organismos de su partido y celebrando asambleas del liderato Unionista en todos los distritos senatoriales. Cambiado el programa Unionista, y descartado el ideal independentista desde la asamblea general de 1922, fue fácil convencer al liderato y huestes Unionistas de que el movimiento aliancista con los Republicanos por lo menos destruía o quebrantaba la coalición ya prácticamente concertada entre los Republicanos y los Socialistas, y así podía el Partido Unionista retener o prolonger el poder público, aunque parcialmente, y se aliviaba la pesadilla de una lucha electoral en 1924 frente al bloque compacto del Partido Republicano unido al Partido Socialista. Además, no era la primera vez, como se ha relatado anteriormente, que el Partido Unionista proponía entendidos políticos al Partido Republicano. Barceló, con más facilidad y liderato que Tous Soto, dominó la situación en su partido.

Desde Ponce, donde entonces militaba en el Partido Unionista, Pedro Albizu Campos, en una primera impresión sobre el manifiesto aliancista, expresó: «Es motivo de satisfacción para el país la proposición de llegar a un entendido definitivo sobre la base política sobre la cual se dice girar la política del país. Si es ésta el gobierno propio, como se dice en el manifiesto, con seguridad tendrá acogida entre todos los elementos liberales del país.» Hubo, sin embargo, vigorosas protestas dentro del Partido Unionista, por la tradición de ideas y pasiones entre ambos grupos políticos, que provenía desde la asamblea autonomista de 1897, donde por primera vez quedaron formados los núcleos que se antagonizaron constantemente desde aquella época, lucha de Liberales contra Autonomistas Puros u Ortodoxos, de Federales contra Republicanos, y de Unionistas contra Republicanos. En realidad, el sentimiento partidista entre Republicanos y Unionistas, desde la rupture de los autonomistas en 1897, creó dos facciones que se combatieron siempre sin cuartel ni tregua, lo que creó cierta mística partidista que dividía por tradición a las familias puertorriqueñas, unas Unionistas y otras Republicanas. Contra esa tradición y esa mística partidista, fue audaz e intrépido el golpe que Barceló y Tous Soto inesperadamente asestaban al país. Pero en la lucha por el poder, que ha animado siempre en todas partes a los partidos políticos, Barceló y Tous Soto jugaban sus cartas)(Para Tous Soto, que había perdido la fe en el ideal del Dr. Barbosa, la alternativa era más facil. Tous Soto era un abogado aprovechado, representante de intereses corporacionistas, un polítician hábil a quien, ante la alternativa de compartir el poder con los Socialistas, la maniobra le era más cómoda aliándose a los Unionistas, que en aquella época daban tono mayor en la controversia a su manifiesta animadversión contra el avance de las fuerzas socialistas.

Pero la mesa Republicana reaccionó contra la Alianza de manera distinta a los Unionistas.

Contra un movimiento político que descartaba el ideal de Estadidad, que hablaba de una «soberanía dentro de la soberanía,» que no parecía came ni pescado, se levantaba el apostolado y el ensueño del Dr. Barbosa, creador del Partido Republicano, quien nunca claudicó de sus ideales, a pesar de la incomprensión y hasta trato injusto de gobernantes norteamericanos. En vida el Dr. Barbosa, el Partido Republicano rechazó entendidos electorales ofrecidos en repetidas ocasiones por el Partido Unionista. La mesa Republicana en sus mayorías, especialmente en la capital, reaccionó con coraje contra la Alianza. Prudencio Rivera Martínez, Rafael Alonso Torres, Blas Oliveras y Bolívar Pagán hicieron declaraciones encendidas contra la maniobra aliancista. Santiago Iglesias, a su regreso a Puerto Rico a la semana siguiente de lanzarse al pueblo el manifiesto, fulminó contra la Alianza, publicó documentos suscritos poco tiempo antes por Tous Soto concertando la coalición de Republicanos y Socialistas. Anunció que, frente al movimiento envolvente que él consideró reaccionario contra el país, el Partido Socialista, forzado a la lucha, favorecería la coalición con los Republicanos opuestos a la Alianza, aunque fuera uno solo. Toda la Vieja Guardia del Partido Republicano, con excepción, fiel al ideal barbosista, se pronunció contra la Alianza. Rafael Martínez Nadal, Roberto H. Todd, Manuel F. Rossy, José Gómez Brioso, Fernando J. Géigel, Pedro Juan Barbosa y otros líderes, acaudillaron la protesta ante el pueblo.

El 13 de abril de 1924, reunido en San Juan el Comité Ejecutivo del Partido Socialista , acordó di rigirse , co mo se dirigió, al Comité Territorial del Partido Republicano inquiriendo si éste último partido sostenía la proposición de pacto sometida anteriormente por Tous Soto a los Socialistas. El 16 de abril de 1924 se reunió en Cayey el Comité Territorial Republicano, y acordó convocar a asamblea del partido para someter la cuestión de pacto con uno u otro partido. Acordó también someter una proposición de Luis Sánchez Morales que disponía un entendido de los tres partidos a base de la idea de la «soberanía dentro de la soberanía» y ciertas reformas sociales. Se sabía de antemano que el poderoso grupo Republicano opuesto a la alianza con los Unionistas no favorecía tal pacto tripartite, y que lo que estaba en el ambiente y en realidad decidiría la asamblea Republicana era pactar con los Unionistas o con los Socialistas.

El 21 de abril de 1924, se reunió en el Club Deportivo, de Ponce, una comisión Unionista con un a comisión Republicana. La comisión Unionista estaba compuesta por Barceló, Miguel Guerra-Mondragón, Arsenio Martínez, Nicolás Santini, Alfonso Lastra Chárriez, Jesús Benítez Castaño y Arturo González Prado. La Comisión Republicana estaba compuesta por Tous Soto, Dr. Pedro Perea, Oscar Nevares, Guillermo Godreau, José Aponte, Jaime Sifre Tarafa, Luis Sánchez Morales y Juan B. Soto. Acordaron concertar la alianza electoral de Republicanos y Unionistas, y llevar el asunto a la consideración de las asambleas de estos partidos.

El 14 de mayo de 1924, la mencionada comisión Socialista sobre entendidos electorales con otros partidos se reunió con una comisión de Republicanos opuestos a la Alianza. Esta comisión Republicana estaba compuesta por Rafael Martínez Nadal, Roberto H. Todd, Fernando J. Géigel y Joaquín A. Becerril. Se convino hacer el pacto a base del programa de ambos partidos y la demanda de extensión a Puerto Rico de la Constitución de Estados Unidos, y distribución de los cargos electivos y administrativos equitativadiente entre ambos partidos.

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El 4 de mayo de 1924, se reunieron simultáneamente la asamblea general Republicana, en Mayagüez, y la asamblea general Unionista, en San Germán. La comisión pro-alianza de Republicanos y Unionistas, citada para deliberar en la Central Eureka, se reunió en la residencia de Juan Angel Tió en San Germán.

En la asamblea Unionista de San Germán, por voluntad unánime, presidió Antonio R. Barceló. Todos los delegados Unionistas no eran partidarios de la alianza con los Republicanos. Hubo prolongados debates. Epifanio Fernández Vanga, Leopoldo Figueroa y José Coll Vidal presentaron una moción que prácticamente obstruía los propósitos de la alianza, y en efecto en la discusión de tal moción hicieron uso de la palabra contra la formación de la Alianza según se proponía por Barceló los delegados Leopoldo Figueroa, José Coll Vidal y Manuel Benítez Flores. Finalmente, triunfó arrolladoramente la proposición de Barceló para tracer la alianza con el Partido Republicano.

En la asamblea Republicana en Mayagüez, hubo gran excitación y controversia desde que se inició el acto, para elegir la mesa presidencial Después de animados incidentes, por mayoría de 25 votos fue electo Tous Soto presidente de la asamblea. En acalorados debates se pronunciaron los dos bandos en que se dividían los delegados, uno a favor de la alianza con los Unionistas, y otro a favor de la coalición con los Socialistas. El vicepresidente del partido Rafael Martínez Nadal, Roberto H. Todd, Pedro Juan Barbosa, Fernando Géigel, Manuel F. Rossy, José Gómez Brioso y otros, combatieron con calor y energía el erltendido con los Unionistas. Sobre esta asamblea, Martínez Nadal luego se expresó en la forma siguiente:

«Se celebró en Mayagüez la Asamblea del Partido Republicano Puertorriqueño, el 4 de mayo de 1924, con el objeto de sancionar el acto del señor Tous Soto con el señor Barceló y crear política y jurídicamente la Alianza Puertorriqueña. Fue una asamblea borrascosa en la cual Tous Soto, ayudado por el Gobierno de Towner, por el Partido Unionista entonces en el poder, y por sus Jefes de Departamentos, apeló a los medios más reprobables y corruptos para sofocar la rebeldía de los Republicanos que fervorosamente defendían sus ideales políticos. Desde el soborno a la coacción, no se economizó nada por el señor Tous Soto para el logro de sus propósitos. La ciudad de Mayagüez, en un perímetro que abarcaba todas las calles que rodeaban por los cuatro costados el Auditórium de los Padres Redentoristas, fue tomada por la Policía militarmente. No se permitía por el Capitán Berreteaga y los jefes y guardias a sus órdenes, la formación de grupos de más de dos personas por los alrededores del Auditórium. Cualquierciudadano de cualquier país libre que hubiese transitado por aquellas calles durante los días de la asamblea hubiera creído que estábamos en pleno estado de guerra y no en un pueblo regido por las democráticas instituciones de los Estados Unidos de América.

«Las entradas del público a la asamblea fueron controladas por el señor Tous Soto y se despachaban por el Lcdo. Manuel Marín en su farmacia en la Calle de la Salud, entregándose solamente a los que fueran partidarios de las maniobras de Tous Soto. Fue muy difícil obtener algunos boletos para los amigos nuestros que, por no ser delegados, necesitaban un paso para entrar en el salón de las deliberaciones. Hecho insólito nunca visto en las asambleas del Partido Republicano Puertorriqueño, que siempre las celebró públicamente, a plena luz, permitiendo acceso a todo el mundo, sin privilegios de clase alguna.

«Muchos delegados en aquel río revuelto pescaron puestecitos del Gobierno para sí o sus familiares; otros obtuvieron traslados de jefes de Policía, cabos o guardias; a otros se les ofreció carreteras y obras en sus distritos; a otros se les amenazó con ejecutarles hipotecas de sus pequeñas fincas o de sus hogares, y alguno hubo que se vendió por un carguito y una máquina de escribir. Y así en esta forma tan pulcra, tan limpta y tan demócratica y patriótica, consiguló Tous Soto ahogar en una asamblea la santa rebeldía de los republicanos ortodoxos.

Después de cálidos debates y borrascosos incidentes, que se prolongaron hasta las horas de la madrugada del día siguiente, se acordó en la asamblea de Mayagüez llevar a cabo la alianza del Partido Republicano y el Partido Unionista, en una votación final de 130 contra 55.

«Fuimos derrotados,» dijo luego Martínez Nadal «y en aquel instante solemne me levanté del asiento que ocupaba en el proscenio y sin pronunciar palabra alguna bajé al pasillo y tomé la salida de la asamblea. Como por un resorte se levantaron más de ochenta delegados, que me siguieron lanzando al aire gritos de protesta contra la ignominia que acababa de consumarse. Alguien gritó A la Logia Wáshington, y hacia allá nos encaminamos don Manuel F. Rossy, el doctor Gómez Brioso, don Roberto H. Todd, don Ramón Córdova, los Barbosas y otros, en total cincuenta y cinco delegados, los que una vez reunidos discutimos sobre la acción que debería tomarse en aquellos momentos gravísimos y solemnes en defensa de nuestros ideales políticos, culminando nuestras breves deliberaciones en la decisión de constituir un nuevo partido político a base de la plataforma del Partido Republicano Puertorriqueño y con el nombre del Partido Republicano Puro. Jamás he vivido sesenta minutos de más emoción que los que viví en aquel doloroso amanecer bajo los tintes sombríos de la cárdena alborada. Los rostros de los hombres jóvenes y los hombres viejos allí reunidos estaban contraídos por el dolor y el coraje. Hubo instantes en que los bigotes encanecidos de aquellos gloriosos veteranos ví como brillaban a los reflejos de la luz, el temblor de una lágrima. Se inició inmediatamente una colecta para atender a los primeros gastos de la formación del nuevo partido, y al efecto puse un sombrero sobre la mesa a cuyo alrededor estábamos, y generosamente los delegados allí presentes empezaron a vaciar sus bolsillos en el fondo de la copa del sombrero.»

Allí, en la Logia Wáshington, de Mayagüez, se acordó constituir el Partido Republicano Puro, y se eligió la dirección provisional en la forma siguiente: Rafael Martínez Nadal, presidente; Consejeros, Manuel F. Rossy, José Gómez Brioso, José Dávila y Ramón Tossas; vocales, por San Juan, Roberto H. Todd y Fernando J. Géigel; por Arecibo, Ramón Córdova y Artemio P. Rodríguez; por Mayagüez, Juan Roig y Etienne Totti; por Ponce, Felipe Colón y Miguel Manescau; por Guayama, Pedro Pérez Fontánez y Miguel Truyoll; y por Humacao, Dr. Enrique Matta y Jorge González.

De regreso a San Juan, a su paso por Yauco y Ponce, dejó Martínez Nadal constituídos los comités locales de esas ciudades del Partido Republicano Puro. En San Juan, las multitudes Republicanas se expresaron entusiastas a la formación del Partido Republicano Puro, y el 7 de mayo de 1924 quedó constituido en el Teatro Municipal, de San Juan, el comité local de San Juan. Se organizaron rápidamente comités locales en casi toda la Isla. Luego, en julio siguiente se celebró la asamblea constituyente, en San Juan, y así quedó formado el Partido Republicano Puro, bajo la presidencia de Rafael Martínez Nadal. Este nuevo partido comenzó enseguida su propaganda y los trabajos de inscripción del mismo en toda la Isla, mediante candidatures por petición según los requerimientos de la ley electoral, pues el Partido Republicano Puertorriqueño retenía los derechos, representación electoral e insignias. En esta labor desplegó actividades extraordinarias Fernando J. Géigel, secretario general del partido, quien luego fue nominado candidato de la Coali ión para Comisionado Residente a Wáshington.

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Concertada la Alianza Puertorriqueña en las asambleas de Mayagüez y San Germán, se eligió un Directorio compuesto de miembros de ambos partidos, que quedó integrado en la forma siguiente: por el Partido Unionista, Antonio R. Barceló, Jesús Benitez Castaño, Alfonso Lastra Chárriez, Arsenio Martínez, Miguel Guerra-Mondragón, Nicolás Santini y Arturo Gonzalez Prado; y por el Partido Republicano Puertorriqueño, José Tous Soto, Luis Sánchez Morales, Juan B. Soto, José Aponte, Guillermo Godreau, Manuel Marín y Jaime Sifre Tarafa.

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Después de las asambleas que concertaron la Alianza, la protesta de Unionistas contra la Alianza tomó algún auge en movimiento dirigido por Manuel Benitez Flores, antiguo Federal, miembro de la Junta Central del Partido Unionista y uno de los fundadores y oradores prominentes de este partido. El movimiento tomó fuerza en diversos puntos de la Isla. El 31 de agosto de 1924, con asistencia de delegados de numerosas municipalidades, en asamblea general celebrada en el Teatro Municipal, de San Juan, quedó constituido un nuevo partido de Unionistas contra la Alianza, denominado Federal, recordando al histórico Partido Federal que al disolverse en 1904 formó el núcleo principal del naciente Partido Unionista. La Junta Directiva fue electa, en la forma siguiente: Manuel Benítez Flores, presidente; Dr. Alejandro Ruiz Soler, vicepresidente; José Cobián Rivera, secretario; Manuel Velilla, tesorero; y vocales E. Diaz Arana, Cándido A Martinez, R Cardé y Luis Vizcarrondo Coronado. La asamblea adoptó la siguiente resolución, redactada y presentada por Benitez Flores:

«Por cuanto, la Alianza de los Partidos Unionista y Republicano dentro de las formas, prácticas y procedimientos en que tal Alianza se ha llevado a efecto, contrariando la voluntad popular, negando la autoridad y la misión supreme de la Untón de Puerto Rico, fundada en dies gloriosos para gloriosas finalidades libertarias, no está en consonancia con nuestro Derecho, con nuestro decoro personal ni con nuestra dignidad como pueblo civilizado, toda vez que dicha Alianza, transtornando el orden natural de las cosas, sin solucionar los problemas planteados por los partidos históricos, y perturbando la conciencia pública, declare fracasado el programa de la Union de Puerto Rico, y con su programa también declare fracasada la magna labor de sus ilustres lideres muertos y la obra realizada durante veinte años de dolor y sacrificios por el pueblo Unionista.

<<Por cuanto, la referida Alianza carece por completo de ideales, y su única finalidad no parece ser otra que la de dividirse de por mitad con el Partido Republicano Puertorriqueño, las conquistas y los laureles logrados tras largos años de privaciones y esfuerzos de todos sus hombres.

«Por tanto, entendemos que es nuestro deber rechazar dicha Alianza y en estos instantes supremos de angustiosa dude, fortalecer nuestro espiritu dirigiéndonos firmes y resúeltos a una acción franca y decidida hacia lo que entendemos nuestro supremo deber y el mandato doloroso y severo, pero leaf y puro de nuestros corazones de hombres libres, oyendo atentos y respetuosos el grito de nuestra conciencias y el mandato augusto y sabio de nuestros apóstoles muertos, ante la crisis amarga del momento histórico, en un gesto de patriótica altivez, debemos salvar ante la Historia nuestro nombre y el de nuestros hijos.

« Y por tanto, Resolvemos declarer y declaramos: Primero: Que aunque no somos rebeldes, puesto que reconocemos el valor de la disciplina y su necesidad, pero sabiendo como sabemos que toda disciplina tiene su límite donde empieza el servilismo, no debemos aprestarnos y no nos aprestamos a secundar el movimiento de la referida alianza contraria a toda finalidad Unionista, y a todas luces improcedente y anti-patriótica.

«Segundo: Que en tales condiciones, los Unionistas aquí presentes, por su propio impulso y por las representaciones ostentadas por sus delegados de la Isla, entendiendo que es contrario a toda buena norma de moralidad política, retraerse o abstenerse de votar en las elecciones, no sintiéndonos inclinados a votar candidatos Republicanos, y no queriendo perder temporalmente nuestro derecho al sufragio, resolvemos formar un bloque puro, intenso y decisivo, dispuesto a defender y a sostener nuestros propios candidatos y aquellos otros que sean Unionistas aunque figuren en cualquier ticket.

«Tercero: Que para dar cumplimientota este acuerdo, debemos prepararnos y organizarnos como partido político e inscribir nuestros propios candidatos cuando dentro de las candidaturas de los demás partidos inscritos no aparecieren candidatos Unionistas.

«Cuarto: Que para mantener nuestra solidaria cohesión y sostener nuestros propios acuerdos, tenemos necesidad de organizarnos como partido político, en cumplimiento solamente a las exigencies regales, ya que no hemos dejado de ser Unionistas aunque tengamos que adoptar cualquier otro nombre y divisa que los de la Unión, que la ley prohibe, y se autoriza a la Junta Directiva de esta nueva colectividad Unionista, para que ella elija el nombre y seleccione la insignia que fuera menester, y esta Asamblea hace suya ese nombre y esa divisa así seleccionados.

<<Quinto: Que siendo hombres de ideas y necesitando como necesitamos a los fines de nuestra propaganda electoral del momento y de nuestra labor política de ahora y de luego dar expresión a nuestros sentimientos e ideales, estando como están estos firmes y vivos en la conciencia de todos, no creemos tener necesidad de inventar nada nuevo, ya que nuestro programa y nuestra historia política es el mismo programa y la misma historia del glorioso partido Unión de Puerto Rico, que fue el mismo con que Muñoz y De Diego obtuvieron triunfos singulares en pasadas campañas, conquistando en Puerto Rico Rico mayorias y copos extraordinarios en las ureas y ante el Congreso de los Estados Unidos y la reforma del Acta Foraker, siendo como fueron ellos los padres y los inspiradores de nuestra política y de nuestros ideales, y no habiéndose cumplido su programa, que es el programa de la Unión, reconociendo como reconocemos ahora el grave error cometido al desviar la conciencia Unionista hacia finalidades improbables e inalcanzables soluciones en nuestros derechos libertarios, y no existiendo razón alguna de orden político que autorice a variar nuestra conducta, ya que palpamos ahora la misma situación de entonces, debemos replegarnos y abroquelarnos en Miramar, volviendo la vista y el corazón hacia aquellos grandes patricios para que nos iluminen y nos fortalezcan; y restableciendo así sus principios, acordamos:

«(a) Reproducir ahora las solemnes declaraciones de la Unión de Puerto Rico en asambleas soberanas, o sea: Los Unionistas reafirman su fé en los principios que fueron siempre la base de su aspiración supreme y en el espiritu de rectitud y de justicia del Pueblo de los Estados Unidos, bajo cuya protección espera y quiere que se resuelvan los problemas que afectan a la vida y a la libertad de Puerto Rico, ratifica la declaración de principios contenida en el programa de 1913, tal y como fue confirmada en la Asamblea de 1915.

«(b) Reproducir y asímismo reafirmar ahora, que sus empeños en el presente se concretan a liberalizer en su aplicación y en su desenvolvimiento las disposiciones del Acta Orgánica en vigor y a obtener la ampliación de la misma hasta llegar a la promulgación de su régimen completo de gobierno propio, que emane de la soberanía popular, con la facultad de elegir o nombrar todos sus funcionarios y resolver, por medio de sus Cámaras Legislativas, todas las cuestiones relacionadas con la vida interna del país ó sea, sostenemos en alto la Bandera gloriosa de La Unión de Puerto Rico, y con ella y en ella el programa y la plataforma de Miramar, sintetizada en estas sublimes palabras del Maestro:

«La Autonomía regional en el presente. La soberanía nacional en el futuro.»

Organizado este segundo Partido Federal, comenzó enseguida sus actividades de propaganda, mediante mítines y artículos de prensa, e inició su labor de inscribir candidaturas por petición para las elecciones generales de 1924.

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Concertada la Alianza de los partidos Unionista y Republicano Puertorriqueño, el Gobernador Towner, animador de la alianza, convocó a la Legislatura a sesión extraordinaria, para enmendar convenientemente a la Alianza la ley electoral. Esta ley quedó enmendada en varios aspectos. Se elimino de la ley electoral la prohibición de que candidatos comunes del Partido Republicano Puertorriqueño y del Partido Unionista pudieran repetirse en los tickets de ambos partidos y así recibir los votos sumados de tales partidos. Lo que era antes impropio y malo para los Unionistas, ahora resultaba bueno y conveniente a la Alianza. Se prohibió que un nuevo partido usara en todo o en parte el nombre o insignias de un partido que previamente hubiera acudido a las unas electorales y hubiese obtenido los derechos de partido principal. Se proveyó que podrían votar los electores de nueva inscripción en 1924, sujeto a la condiciones para ser elector provistas por la anterior ley electoral. Los jueces municipales podían dictar sentencias para exclusión de votantes de las listas electorales, si la inscripción era impugnada. Estos jueces en toda la isla, con alguna rara excepción, resultaban ser de afiliación Aliancista. La representación política en la Junta Insular de Elecciones, en las juntas locales de elecciones, y en las mesas de votación, con voz y voto, correspondían únicamente a los partidos principales definidos en la ley, que resultaban ser el Partido Unionista y el Partido Republicano Puertorriqueño y así estos (los partidos aliados monopolizaron la representación electoral efectiva en los colegios, el uso del nombre o parte del nombre, lo mismo que las insignias, de los partidos principales, de manera que la disidencia de los Republicanos Puros no pudiera usar el nombre ni las insignias de su viejo partido Republicano. Se creó el cargo de observador en las juntas electorales y en las mesas de votación, para los partidos llamados legalmente organizados, que eran aquellos que hubieran depositado el veinte por ciento o más de los votos emitidos en las elecciones inmediatamente precedentes. Resultaba así con esta representación de observador, sin voto, solamente el Partido Socialista. Los representantes con voto en las juntas electorales y colegios de votación decidían las cuestiones, ante el observador mudo en la votación de las controversias suscitadas. De manera que en las elecciones de 1924, la Alianza se enfrentaba a sus adversarios con el virtual monopolio de la representación electoral, quedando las demás partidos sin voto en la juntas y colegios electorales. Por ello, un prominente líder Aliancista, en el calor de la campaña electoral, públicamente expresó en la prensa sin ambages que la Alianza ganaría las elecciones con las masas o con las mesas.

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Hecha la Alianza Puertorriqueña o coalición electoral de los partidos Unión de Puerto Rico y Republicano Puertorriqueño, los partidos Socialista y Constitucional Histórico (Republicano Puro) se reunieron en asambleas respectivas. Sin dificultad, salvo opiniones aisladas en el sector Socialista , se vi eron forzados por las circunstanci as a concertar, como concertaron, un pacto libre electoral entre estos dos partidos, que formaron la llamada Coalición. En la Coalición estos partidos/mantenían su personalidad y organización propias irtdependientes. El entendido se hizo a base de un programa común minimo de reformas administrativas y económico sociales, con el nexo común de la idea de unión permanente de Puerto Rico a Estados Unidos, manteniendo los Republicanos Puros su organización, especialmente su ideal de Estadidad, a la cual dieron éstos acentuado énfasis en la campaña electoral debido a la defección de Tous Soto. Las nominaciones para cargos electivos se distribuyeron a base de proporción casi igual entre ambos partidos. De la misma manera se adjudicarían los departamentos ejecutivos.

La campaña electoral de 1924 fue muy excitada y reñida. De acuerdo con la prohibición en la ley electoral enmendada, los Republicanos Puros no pudieron inscribir su nombre de partido en las papeletas electorales. Estos adoptaron el nombre de Partido Constitucional Histórico. En las papeletas de votación figuraron separadamente el Partido Unionista y el Partido Republicano Puertorriqueño, con candidatos comunes. Tambien figuraba el Partido Socialista y el Partido Constitucional Histórico, con candidatos comunes, el Partido Nacionalista, y otros partidos menores, locales, que se mencionan más adelante.

El total de electores inscritos para estas elecciones de 1924, subió a 326,093, cifra alta sin precedentes, que dió luger a fuertes acusaciones, contra la Alianza y el Gobierno, de inscripciones repetidas y de fraudes. En las elecciones generales verificadas el 4 de noviembre votaron 253,520 electores. El Partido Unionista obtuvo 132,755 votos, y el Partido Republicano obtuvo 30,286 votos, haciendo un total combinado de estos partidos en la Alianza de 163,041 votos. El Partido Socialista obtuvo 56,103 votos, y el Partido Constitucional Histórico obtuvo 34,576 votos. Como se ve, la disidencia Republicana Pura antiAliancista, acaudillada por Martínez Nadal, obtuvo mayoría de votos sobre el Partido Republicano Puertorriqueño presidido por Tous Soto. El Partido Socialista alcanzó el segundo puesto en la Isla, por los votos emitidos, lo que le convirtió por primera vez en partido principal, según la nomenclatura de la ley electoral.

La Alianza eligió al Comisionado Residente, Félix Córdova Dávila, y triunfó en los siete distritos senatoriales, y en 33 distritos representativos. Eligió la Alianza 17 Senadores y 32 Representantes. La Alianza eligió a los Comisionados electivos de Servicio Público, Leopoldo Figueroa y Jaime Sifre Tarafa. La Coalición eligió dos Senadores at large, Santiago Iglesias y Rafael Martínez Nadal; y eligió tres Representantes, Rafael Alonso Torres, at large, y Adolfo Dones Padró y Epifanio Fiz Jiménez.

Los Senadores electos en 1924 fueron Antonio R. Barceló (Unionista-Aliancista), José Victor Figueroa (Republicano-Aliancista), José R. Aponte (Republicano-Aliancista), Juan García Ducós (Unionista-Aliancista), Francisco González Facundo (Republicano-Aliancista), Enrique González Mena (Republicano-Aliancista), Oscar Guerrero (Republicano Aliancista), Juan Hernández López (Unionista-Aliancista), Santiago Iglesias (Socialista), Celestino Iriarte (Unionista-Aliancista), Octavio Jordán (Unionista-Aliancista), Arsenio Martínez (Unionista-Aliancista), Manuel A. Martinez Dávila (Unionista-Aliancista), Rafael Martínez Nadal (Republicano Puro ó Constitucional Histórico), Pedro Perea Fajardo (Republieano-Aliancista), Faustino Rodríguez Fuentes (Unionista-Alianeista), Luis Sánchez Morales (Republicano Aliancista), Juan B. Soto (Republicano-Aliancista), y Francisco M. Zeno (Unionista-Aliancista.

Los Representantes a la Cámara eleetos fueron Franeisco Acevedo (Aliancista3, Nicolás Agrait (Aliancista), Rafael Alonso Torres (Coalición), Luis Apellániz Storer (Aliancista), Carlos F. Bahr (Aliancista), José L. Berríos (Aliancista), J. D. Borgós Milán (Aliancista),

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José Calazán Rivera (Aliancista), Roberto Castellón (Aliancista), Lorenzo Coballes Gandía (Aliancista), César Cumpiano (Aliancista), Antonio Delgado (Aliancista), Adolfo Dones Padró (Coalicionista), Epifanio Fiz Jiménez (Coalicionista), Fernando Gallardo Díaz (Aliancista), Juan B. García Méndez (Aliancista), Guillermo Godreau (Aliancista), Alfonso Gual (Aliancista), Miguel Guerra-Mondragón (Aliancista), Alofonso Lastra Chárriez (Aliancista), Walter Mck Jones (Aliancista), Luis R. Miranda (Aliancista), Ignacio Morales Acosta (Aliancista), José Manuel Muñoz (Aliancista), Rafael Muñoz Ramos (Aliancista), Manuel Pavía Fernández (Aliancista), José Pérez Cruz (Aliancista), Juan Planellas (Aliancista), Alfonso Quintana Cajas (Aliancista), Angel María Quintero (Aliancista), Germán Rieckehoff (Aliancista), Jorge Romaní (Aliancista), José Ruiz Soler (Aliancista), José Sabater (Aliancista), Luis Sotomayor (Aliancista), Fernando Suria (Aliancista), José de J. Tizol (Aliancista), José Tous Soto (Aliancista), y Lucas P. Valdivieso (Aliancista).

Luego se organizaron las Cámaras y fueron electos, respectivamente, Antonio R. Barceló, para presidente del Senado, y José Tous Soto para Speaker de la Cámara.

La Coalición triunfo en el municipio de San Juan, eligiendo a Roberto H. Todd como Alcalde de San Juan, con una asamblea municipal Coalicionista, desplazando así a la precedente administración Unionista. La Alianza ganó en todos los demás municipios de la Isla, con excepción de Bayamón, Fajardo, Ceiba y Luquillo.

En estas elecciones de 1924, el Partido Federal no logró triunfar en municipio alguno, y solamente obtuvo 383 votos en Toa Alta, 4 votos en Corozal, y 45 votos en Toa Baja, haciendo un total de 432 votos en toda la Isla. El Partido Nacionalista solamente obtuvo 96 votos en Ponce, 57 votos en Cayey, 183 votos en Caguas y 61 votos en Yabucoa, haciendo un total de 399 votos en toda la Isla. El Reformista, disidencia local Unionista de Río Piedras, obtuvo 178 votos. El Partido Obrero Guayanés, disidencia local Socialista de Guayama, obtuvo 11 votos. Y el Partido Laborista, disidencia local Socialista de Fajardo, obtuvo 17 votos.

Ningunas otras elecciones generales verificadas en Puerto Rico, bajo la soberanía española ni bajo la soberanía norteamericana, fueron objeto de protestas más ardorosas y encendidas. El monopolio partidista en la representación efectiva, por la ley electoral, que en las juntas electorales y en los colegios de votación y escrutinios tenía la Alianza, y la abierta tolerancia y parcialidad del Gobierno, incluyendo a los departamentos del Gobierno Insular, la Policía, y los jueces municipales y de paz que presidían las juntas locales de elecciones, dieron lugar a indignadas acusaciones de fraudes e ilegalidades Inmediatamente después de las elecciones, se organizó por el liderato Coalicionista, bajo la dirección de Rafael Martínez Nadal y Santiago Iglesias un Comité de Protesta del Pueblo, que denunció infinidad de fraudes y violencias e ilegalidades de diversa índole perpetrados en casi todos los pueblos de la Isla durante el día de las elecciones. Santiago Iglesias y Cayetano Coll Cuchí fueron comisionados para elevar la protesta a Wáshington, que repercutió en el Congreso, en los centros de la Administración Federal, y en toda la prensa nacional norteamericana. El Senador Smith Brookhart (Republicano Progresista de Iowa) presentó en el Congreso un a vigorosa resolución denunciando las «escandalosas elecciones» de Puerto Rico.

26

Evidentemente, como resultado de estas elecciones de 1924, se creó en el Congreso de Wáshington una atmósfera de suspicacia o contraria a la capacidad cívica del pueblo de Puerto Rico. Ello fue la causa principal que dio razón o pretexto para que no se aprobara entonces la legislación pendiente en el Congreso, antes ya aprobada por el Senado Federal, que concedería reformas liberales al país provistas en el proyecto que reconocía a los puertorriqueños el derecho a elegir al gobernador por el voto del pueblo. La reforma del gobernador electivo se demoró hasta 1947, o sea casi un cuarto de siglo.

En su informe anual de 1924 a Wáshington, el Gobernador Towner, contra la costumbre en tales informes según los precedentes de todos los gobernadores norteamericanos después de unas elecciones generales, silenció significativamente el resultado de las elecciones de este año.

La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO ONCE

LE REITERA LA DEMANDA DE GOBERNADOR ELECTIVO.
MENSAJE DEL PRESIDENTE COOLIDGE SOBRE LA POLITICA DE LA ADMINISTRACION FEDERAL HACIA PUERTO RICO.
LAS ELECCIONES DE 1928.

1

Pasadas las elecciones de 1924, y organizadas las Cámaras y los municipios, comenzó dentro de la Alianza cierto malestar, al reclamar, Republicanos de Tous Soto un fifty-fifty en la distribución de los cargos y empleos administrativos en los municipios y en los departamentos de Gobierno Insular, lo que hacía necesario desplazar a viejos Unionistas en municipios y en departamentos del Gobierno Insular ininados por largo tiempo por el Partido Unionista. Los partidos que concertar la Alianza habían desistido de los supremos ideales para la solución del batallón problema del status, no tenían un asidero idealista para mantener la cohesión. La aspiración de reformas liberadoras a la Ley Orgánica principalmente mediante el gobernador electivo, había sido y era común demanda apoyada por los partidos de Alianza lo mismo que por los partidos de la Coalición. Inevitablemente surgieron fricciones en diversos municipios controlados por la Alianza, einquietaba también al liderato Aliancista la impaciencia de rreligioiarios del grupo de Tous Soto que en voces públicas y disimuladas reclamaban su parte en los despojos de la victoria electoral, despues haber permanecido los Republicanos veinte años en desierto politico, prácticamente desde el triunfo Unionista de 1904. A estos problemas, se añadía la naciente pugna de liderato dentro de la agrupación bicéfala Aliancista, y el rumorado cambio de gobernador al inaugurarse en Wáshington la nueva administración del Presidente Coolidge, que se pensaba también que tuviera otros compromisos con la gobernación de Puerto Rico. Además, el Gobernador Towner, que Favoreció la formación de la Alianza, visiblemente decaía en su precaria salud.

En la Coalición también hubo sus fricciones, pues Roberto H. Todd, tan pronto se atornilló nuevamente en la alcaldía de San Juan, comenzó a desdeñar a su partido y a la Coalición. Pronto, como se le erá más adelante, una asamblea general Republicana Pura le sustituyó por Etienne Totti en la vicepresidencia del partido. Luego Todd fué candidato por la Alianza para alcalde de San Juan.

2

En enero de 1925 partió Towner para los Estados Unidos, lo que atemorizó a los líderes Aliancistas de que no volviera como gobernador y fuera sustituído por otro que no les fuera tan complaciente. Al Gobernador Towner le siguió el mismo mes una comisión Aliancista, para tantear el ambiente sobre cambio de gobernador y para insistir en la aprobación del proyecto de gobernador electivo.

En el número de enero de 1925 de la importante revista norteamericana Current History, Barceló había adelantado, para consumo del Norte, que «es el deseo de todos que Puerto Rico esté asociado permanentemente con la República del Norte, que es la madre de la libertad y de la democracia modernas».

En el nuevo Congreso de 1925, el Representante Edgar Kies (Republicano de Pennsylvania), presidente del Comité de Asuntos Insulares de la Cámara Baja, presentó nuevamente el proyecto para conceder el gobernador electivo a los puertorriqueños. Este proyecto disponia la elección del gobernador para 1932, y confería al Presidente de los Estados Unidos la facultad de destituirlo por causa, según las condiciones sugeridas por el Departamento de la Guerra al considerar el proyecto anterior. Comparecieron ante el Comité de Asuntos Insulares, en apoyo del mismo, en unión del Comisionado Residente Córdova Dávila y el Gobernador Towner, los legisladores Aliancistas Barceló, Tous Soto, Juan B. García Méndez, Miguel Guerra-Mondragón y otros. Aunque la coalición no daba ahora el cálido endoso al bill que dió anteriormente, por temor del liderato Coalicionista de que la elección del gobernador bajo la Alianza pudiera llevarse a cabo de manera similar a las elecciones de 1924, Santiago Iglesias compareció también a los hearings y apoyó el proyecto, sometiendo a la vez un largo memorial de la Federación Libre de los Trabajadores de Puerto Rico, que él extendio, sobre las reformas de carácter económico y social que urgian para Puerto Rico. Esta vez e! proyerto fué aprobado por !a Cámara de Representantes, pero nunca tuvo ambiente propicio en el Senado Federal.

Mientras, en Puerto Rico estaba al día la intriga politica El matestar en el ala Republicana de la Alianza, dió luger a frecuerites manifestaciones en la prensa de lideres Republicanos favoreciendo la reunión de las dos alas del viejo partido separadas en la asamblea de Mayagüez al concertarse en 1924 la Alianza. Los Republicanos Puros se mostraban receptivos, aunque Martínez Nadal hizo constar que la cuestión solamente podria considerarse tomando por base el programa Estadista. Hubo también, de parse de Barceló y los Unionistas, movimientos de concordia y acercamiento hacia los Socialistas. Barceló comó parte en significados actos obreros junto con Iglesias y otros ideres obreros y socialistas. Un posible entendido político entre lidees populares del calibre de Barceló y Santiago Iglesias, preocupaba profundamente a ciertos sectores del país. Barceló se manifestaba lecidido a propulsar reformas económicas y sociales que urgian y prolamaba la necesidad de la unión de todos los partidos para implantarlas. Se movilizaron importantes organizaciones económicas, como la Asociación de Agricultores, la Cámara de Comercio, la Asociación de Productores de Azúcar, y otras, encabezadas principalmente por Eduardo Giorgetti, alejado de la Alianza. Estas organizaciones ecoiómicas, llamadas fuerzas vivas, crearon un ambiente de hostilidad a Barcelo e hicieron exposiciones ante el Congreso y la Administración le Washington. La controversia culminó en un tiroteo epistolario entre el Comisionado Residente Córdova Dávila y Barceló, que pinta la ituacion politica de la época. Las primeras dos cartas se transcriben a continuación.

«Agosto 31, 1926.

Sr. Don Antonio R. Barceló, ,an Juan, Puerto Rico. Distinguido Jefe:

<<Los acontecimientos que se vienen desarrollando en Puerto Rico le algún tiempo a esta parte, en el orden politico, económico y social, envuelven una trascendencia tan extraordinaria, que se va haciendo iecesario discutir estos problemas a la luz de una sana y serena argumentación. Este, más bien que la hora de la exaltación y la impacienia, es el momento de la meditación y del estudio. Reflexión profunda prudencia consumada reclaman las actuales circunstancias, y enteniendo que no cumple los deberes de buen ciudadano, quien se niegue a ofrecer su concurso, por modestos que sean sus consejos y sus luces sobre los interesantisimos sucesos que vemos desfilar ante nosotros con inusitada rapidez.

<<Caminamos de sensación en sensación. El toque de alarma sorprende nuestro sueño cada dia, despertándonos al reclamo de nuevos acontecimientos que surgen a la vida. País pequeño el nuestro por su extensión territorial, sus recursos económicos y el número de sus habitantes, resulta grande, inmenso, colosal, en la desorientación de las ideas, en el atropellamiento de sus energías, en la expresión de sus emociones, en el modo de atacar, que nos hace producir la nota sensacional y mantener los espiritus en dolorosa y continua alarma. Atravesamos por un periodo de incertidumbre y angustia mental que nos inutiliza para la reflexión. El pais se siente atolondrado, aturdido, bajo el influjo de pasiones extremes que se manifiestan sin freno alguno en los arrebatos de la cólera y que hacen imposible el predominio de la razón. No discurrimos, deliramos. Y es por medio de la evolución y no de la revolución que este país tiene necesariamente que encausar sus energies y recorrer la senda luminosa de su progreso.

«Las últimas sensaciones que hen conmovido al pais amenazan culminar en una revolución violenta y radical en todos los órdenes de nuestra vida. La impaciencia sacude nuestros nervios y queremos resolver en un minuto problernas que otros pueblos, aleccionados en el campo de la expreriencia, no hen podido solucionar todavia, a pesar de prolongadas vigilias y fatigosa labor.

«Desde Washington, por las cartes de Ud. y por la Prensa periódica, he venido observando los acontecimientos con natural ansiedad. Es innegable que se acentúan las tendencias de constituir en Puerto Rico una tola colectividad politica. Se educe, para cohonestar este movimiento, que se trata de llevar a cabo la unión de los puertorriqueños y proclamar abiertamente la fraternidad insular. El propósito no puede ser más noble y generoso. Mi espiritu se siente poderosamente atraido hacia toda solución en que intervenga la abnegación humana y el sacrificio de los mezquinos egoismos ante el ara del bienestar común.

«Entiendo, sin embargo, que la fraternidad puertorriqueña no debe confundirse con la unión de todos nuestros compatriotas en una sola organización política. Soy partidario de que los puertorriqueños vivamos como hermanos en vez de odiarnos como enemigos. El odio no fué nunca buen consejero y si realiza a veces la extraña paradoja de unir elementos-que no son afines, unión asi producida, carece de consistencia y de vida y quedará completamente disuelta, cuando cesen las causas que interrumpieron la paz de nuestro espiritu y el juicio equilibrado de nuestra razón. Cuando los odios se juntan, se abren abismos insondables entre los hombres, se arrojan nuevos combustibles a la hoguera de la discordia y es inútil que tratemos de esforzarnos para evitar que nos consuman las llamas voraces del incendio.

«Para asegurar la fraternidad, tal y como viene entendiendose hasta-ahora, a juzgar por los conceptos vertidos en la Prensa y las opiniones emitidas por caracterizados lideres políticos, seria necesario ue todos nuestros compatriotas, sin excepción alguna, se resolviesen ingresar en una colectividad política y se impusiesen el sacrificio de suprimir sus ideas, sus sentimientos, sus emociones y hasta su propia personalidad. No es ésta la fraternidad como la entiendo yo. Opino que podemos desenvolver nuestras actividades en franca y noble armonia con nuestros adversarios sin que para ello sea necesaria la unión de todos nuestros compatriotas en una sola entidad.

«En mi carácter de representante de Puerto Rico en Wáshington, estoy en el deber de señalar a mi pueblo los peligros que envuelve la constitución de un solo organismo político. Las colectividades políticas son las colu mnas que sostienen el templo de la democracia. Destruir esas columnas equivale a derribar el templo y sacrificar la libertad. Las democracias, cuando falta el acicate de la oposición, la labor analítica y escrutadora de las minorías y el juicio severo y saludable de la opinión pública, se convierten inevitablemente en instrumentos dóciles de un grupo reducido de hombres y desaparecen estranguladas por la mano férrea del despotismo.

«Durante mi permanencia en Wáshington, he sido testigo del resgeto que merecen las minorías a los hombres que dirigen las delibeaciones del Congreso. Recuerdo que el representante Longworth ,iendo rider de la mayoría, al ensalzar la labor de su partido, se dirigió

sus adversarios, los Demócratas, para decirles que una minoria Demócrata fuerte y vigorosa era la mejor garantía que podía of recerse la nación para la preservación de las virtudes democráticas y la protección de los intereses públicos.

<<Ud. sabe que yo no he desperdiciado ocasión para recomendar consideraciones y respeto a nuestras minorias, y que jamás les he estimado el reconocimiento de sus derechos. Para hacer justicia a los hombres de esas minorías no debemos esperar que se conviertan en uestros amigos politicos. La fuerza de las ideas democráticas, cuandlo se sienten arraigadas en el ánimo, se manifiestan en el terreno elocuente de los hechos, y no discuten a los adversarios sus derechos ni les niegan el amparo de su justicia. El respeto a la minorias en el parlamento, en las diversas organizaciones políticas, en la emisión del sufragio y en sus múltiples relaciones con las fuerzas de la mayoria, esta mejor prueba que puede ofrecer un pueblo de su educación en las virtudes democráticas. Sin minorías es imposible la vida de la libertad.

«El Honorable Secretario de la Guerra, Mr. Weeks, cuando compareció ante el Comité del Senado, para oponerse a la elección de nuestro gobernador en el año 1028, adujo como argumento la inestabilidad de nuestros partidos politicos. Recuerdo perfectamente la impresión profunda que produjeron en mi ánimo las palabras de Weeks. Arguyó que nuestros partidos politicos vivian una vida incierta, de indecisión (state of flux), y dedujo que no podiamos establecer todavia un gobierno responsable. El discurso de Weeks ha sido publicado en los panfletos que contienen las audiencias celebradas ante el comité del Senado. También consta alli mi réplica. Rebati a Weeks, haciéndole saber que el Partido Socialista existia en Puerto Rico desde el año 1899, el Republicano desde la invasión y el Partido Unionista desde el 1904. Presenté ante el Comité el programa del Partido Unionista para prober que nosotros también celebrábamos convenciones y redactábamos y aprobamos programas (plataformas) como los partidos nacionales. Demostré que el Gobierno de Puerto Rico era un gobierno responsable por medio de sus partidos politicos, defend) la estabilidad de estos partidos y negué que estuviesen todavia en un periodo de gestación. Estas manifestaciones las hizo el Secretario de la Guerra antes de haberse unido Republicanos y Unionistas en la organización que conocemos con el nombre de Alianza Puertorriqueña. Nuestra vida politica ofrece hoy complicaciones que no existian entonces y es indudable que, si Weeks viviera y compareciera ante el Senado, encontraria nuevos argument~s para sostener su criterio en el estado caótico de nuestra situación. Hoy no podria yo rebatirle victoriosamente como en aquella ocasión.

«Es por estas razones que considero una equivocación lamentable, si no fuera un sueño irrealizable, porque desde el momento en que nosotros organicemos un solo partido, surgirá inmediatamente una nueva organización para contrarrestar nuestras fuerzas y restablecer el equilibrio necesario en la vida politica del pais. Este argumento es suficientemente poderoso para demostrar la imposibilidad de la existencia de una sola agrupación, aparte de que resulta contradictorio proclamar la unión y la fraternidad insular y al mismo tiempo invitar a los hombres reclutados en sus filas para hacer la guerra a una parte integrante de la familia puertorriqueña.

«Pero asumamos, para los efectos de la discusión, que las organizaciones ppliticas de Puerto Rico se han ,fundido en una sola colectividad. comdi,representantes de esta colectividad, única e indiscutible, iremos a Wáshington a plantear allí nuestros problemas y recabar libertades para el pais. Al comparecer ante los hombres del Congreso y de la administración nacional aduciremos, como argumento poderoso, el hecho milagroso de nuestra unión, para luego formular nuestras demandas. Me imagino el asombro de aquellos caballeros, educados en la escuela de la democracia.

«Los hombres que constituyen la república de Jéfferson, de Lincoln, de Wáshington y Wilson, no podrán explicarse nunca el gobierno de un país por una sola fuerza política. Nuestras posiciones, lejos de fortalecerse con la unión, quedarán sensiblemente debilitadas. Se nos aconsejará que retornemos a Puerto Rico y organicemos un gobierno democrático, dentro de las libertades que poseemos, y se nos dirá que cuando hayamos ejecutado esta obra estaremos en condiciones de solicitar reformas liberales. El Congreso americano no reconocerá nuestros derechos, mientras no hayamos probado que vamos a hacer uso de ellos con un espíritu abierto y franco en beneficio de los intereses públicos y del pueblo en general. La constitución de una sola agrupación despertará sospechas y recelos y se pensará que laboramos en beneficio de un número limitado de cindadanos y no de todos los factores que integran el pueblo insular.

«Años antes de la aprobación del acta Jones cuando la voluntad popular únicamente elegía nuestra Cámara de Delegados, la Unión de Puerto Rico intentó agrupar bajo sus banderas a todos los hijos de esta sierra y fracasó en sus propósitos, quedando organizada como un cuerpo político de extraordinario vigor. Creía yo entonces y seguí creyendo más tarde en la unión de la familia puertorriqueña; pero la experiencia y la realidad hen venido a convencerme de mi error como se convenció también Muñoz Rivera. Si en aquella época, cuando apenas disfrutábamos de libertades, no fué factible-la unión, fuerza es convenir en que hoy, cuando elegimos una Asamblea Legislativa con un Senado que interviene en los nombramientos de los poderes ejecutivos y judicial, es imposible llegar a la perseguida finalidad.

«Cuando nuestro malogrado compatriota Muñoz Rivera favoreció la armonía entre todos los puertorriqueños y convocó, por conducto de sus amigos, a una reunión en Coamo, que no llegó a celebrarse a causa de su prematura desaparición del escenario de la vida, jamás pensó en la muerte de los partidos existentes para fundirlos en uno solo, sino en un cambio de impresiones para suavizar asperezas, orillar dificultades, eliminar de nuestro ánimo esa prevención y suspicacia con que nos hemos mirado siempre los unos a los otros, y prepararnos para elegir una buena legislatura que pudiese implantar con los mejores éxitos la nueva Carta Orgánica, pendiente entonces de aprobación en el Congreso Nacional.

«No hay razón alguna, si es que amamos sinceramente a nuestro pueblo, que nos impida acercarnos los unos a los otros y discutir conpatriotismo aquellos problemas fundamentales que necesariamente tienen que resolverse con la intervención del Congreso Americano. Los Republicanos Puros, los Socialistas y los Aliancistas tienen el deber de posponerlo todo, absolutamente todo, ante los intereses supremos de la patria. Un acuerdo de esta naturaleza, relaciónado con las cuestiones que debamos llevar a Wáshington y no con niestros problemas infernos, tendría una fuerza extraordinaria ante los poderes nacionales. Existe un ejemplo en nuestra historia que no debemos pasar inadvertido, y es la Comisión que fué a Washington trace pocos años compuesta de So ci alistas , Rep ubl icanos y U ni onistas . Los tres partidos políticos hablaron con una sola voz. El Congreso los acogió con simpatías y se dispuso a satisfacer nuestra demanda. Rompióse el entendido prematuramente, y ahí está nuestro proyecto de ley sepultado en los archivos del Congreso bajo la lose de promo de nuestras dificultades económicas y la falta de unidad en nuestras aspiraciones.

«La fuerza incontestable de los tres partidos, cuando comparecieron unidos para plantear nuestro problema en Washington, se explica perfectamente. No fuimos allí como mandatarios de una fuerza única, sino de tres fuerzas que, aunque distanciadas en Puerto Rico en cuestiones de carácter inferno, tuvieron el acierto y el patriotismo de prescindir de sus diferencias locales para llegar a un acuerdo en problemas fundamentales de interés para el pueblo en general. Los hombres de Washington se dieron cuenta de la necesidad de complacernos en nuestras justas demandas. Cuando tres colectividades políticas de carácter antagónico se presentaban allí constituyendo un frente sólido y reclamando una nueva legislación, era sin duda porque existían razones poderosas y convincentes. No fué un partido político, único y exclusivo, quien compareció ante los poderes federales; era Puerto Rico, por medio de sus diversas colectividades, quien demandaba reformas liberales para sus ciudadanos. No era una agrupación solicitando privilegios para utilizarlos en su propio beneficio, sino un pueblo entero recabando derechos, por medios de sus mayorias y de sus minorias, para asegurar la vida de la libertad.

«Ni aún en casos de emergencia está justificada una sola colectividad. Durante el período de la guerra mundial, ni Francia ni Inglaterra ni Estados Unidos ni los Imperios Centrales disolvieron sus fuerzas políticas para fundirlas en una sola colectividad. Se unieron todos los partidos politicos en un supremo esfuerzo para combatir al enemigo común, pero sin abandonar las filas, sin eliminar las fronteras, sin confundirse en una sola entidad.

«Favorezco la fusión entre Republicanos y Unionistas, porque este paso no envuelve la constitución de un solo cuerpo político. Cuando se iniciaron los trabajos de aproximación entre nuestras huestes y las del Partido Republicano, no pensé yo en la desaparición de este último partido. Desgraciadamente para Puerto Rico nuestros adversarios se dividieron en dos mitades, y en vista del giro que tomaron las eosas y la situaeión embarazosa en que se veian eoloeados nuestros aliados, fui yo uno de los primeros en deelararme partidario de la fusión, porque no hubiese sido justo y eaballeroso negarnos a unir nuestra suerte eon los dignisimos ciudadanos a quienes el patriotismo habia acercado a nosotros y los acontecimientos colocaban en una posición asaz difícil y desventajosa. Huelga decir cuán satisfactorio ha sido para los hombres de la Ur~ión esta eomunión de ideas y principios con los valiosos elementos proeedentes del campo Republicano. Juntos hemos laborado por el bienestar de todos desde que se llevó a cabo la Alianza y juntos seguiremos batallando, sin entrar en nuevas y peligrosas complicaciones que perturben la armonía y prolonguen la incertidumbre en la eoncieneia colectiva.

«Puede Ud. tener la seguridad de que abogaré con entusiasmo y energia, respondiendo a la historia de toda mi vida, por la fraternidad puertorriqueña. Mi devoción por la concordia y la armonia entre nuestros compatriotas, es precisamente una de las causes más poderosas que me induce a no ser partidario de la organización de una sola colectividad, por emender que introduciriamos un nuevo elemento de discordia en la politica del país.

«La unión en la Alianza de los partidos Socialista y Republicano Puro, es un asunto que merece de nuestra parte la más cuidadosa y delicada ateneión. No me asustan las ideas por liberales que sean. Me pareee natural, razonable y lógieo que los hombres se agrupen para sostener una cause por la fuerza intrinseca de sus principios; nunca por la realización de un pacto o convenio provocado por agentes extraños a las convieeiones de sus propias conciencias.

<<No está lejano el día en que la polítiea puertorriqueña, prescindiendo de convencionalismos y mires personales, se encauze úniea y exclusivamente por la senda de las ideas. Las fuerzas de la izquierda y la derecha deben ocupar sus respectivas posiciones. Las fuerzas conservadoras, aunque hagan actos de presencia, difícilmente constituirán un núcleo poderoso. Más factible parece la aparición en la arena de elementos radicales y extremistas, y fuerzas liberales y progresistas. Estos elementos se agruparán en distintas colectividades, de acuerdo con los principios que sustenten. Pero este reajuste en el problema politico tentrá que veri fi carse necesari am ente de ntro del curve natural de las cosas, cuando por la educación y el estudio se haya formado la- verdadera eoncieneia del ciudadano.

«La Alianza Puertorriqueña no necesita para realizar su programa confundirse con las demás colectividades existentes. Conviene tener en cuenta que el nuestro es un gobierno de mayorías y que en los países avanzados, cuando imperan las doctrinas de la democracia, los problemas más arduos y eomplieados se resuelven por la voluntad de las mayorias.

<<Los problemas del absentismo y los latifundios parecen ser los que más preocupan la ateneión de nuestros hombres dirigentes. Abordemos estos problemas con civismo y valentia, aplicando el remedio que consideremos oportuno, sin adoptar procedimientos radicales y revolucionarios que den al traste con nuestros propósitos. La Asamblea Legislativa puede, dentro de la Ley Orgániea, adoptar medidas relacionadas con el problema de los latifundios. Es mi humilde opinión que no debemos actuar sin estudiar los medios empleados en otros paises para la solución de idénticos problemas y sin una profunda y minuciosa investigación. Al comparar e investigar los métodos empleados por otros pueblos, es lógico y natural que tengamos en cuenta las circunstancias locales. No es juicioso dar un paso que envuelva tanta trascendencia sin llegar antes al convencimiento de que estamos sirviendo la causa del pais.

«Las asambleas de los partidos Socialista y Republicano Puro, reeientemente eelebradas, nos están obligando la pauta a seguir. La sabiduria de las resoluciones adoptadas por estos organismos políticos estriba, a mi juicio, en no haberse comprometido a nada y en dejar el eamino preparado para cultivar de troy en adelante relaciones de una franca y noble armonia entre los diferentes organismos políticos, conservando cada uno su programa y sus ideas y actuando independientemente en las urnas y fuera de ellas, sin sacrificer en lo más minimo su personalidad.

<<Cuando se trata noble y sinceramente a las minorías, respetando sus derechos, huyendo de la arbitrariedad y la injusticia, no es necesario realizar esfuerzo alguno para que se confundan con las mayorias en todos aquellos problemas de interés general. Las minorias no le semen a las mayorias, cuando éstas se mantienen en el circulo de sus atribuciones, sin realizer ningún acto de usurpación. Ellas como nosotros están interesadas en que Puerto Rico rija sus propios destinos, en la elección de nuestro ejecutivo, en todas las reformas liberales que puedan favorecer al pais, y es de esperarse que se unan a las mayorias como lo hicieron en el pasado, para solicitar mayores libertades, ante la garantia de la imparcialidad y la justicia.’Recordemos que los partidos politicos ho -se eternizan en el poder, que algún die las minorias dejarán de serlo para convertirse en mayorías, y que ese día nuestros hombres tendrán que batirse desde el campo de la oposición. Para este momento debemos estar preparados, procurando habituarnos ala idea de perder. Cuando los ciudadanos se acostumbran a ser buenos perdedores, es indudable que se ha dado un gran paso en el camino de la libertad. Y nuestros adversarios, cuando tengan en sus manos las riendas del Gobierno., si están inspirados en los principios sanos y puro del patriotismo, nos guardarán, en justa reciprocidad y por respeto a las ideas democráticas, las mismas consideraciones que nosotros s~pimos reservarles desde las alturas del poder.

.La Alianza Puertorriqueña abre sus filas para recibir a todos los ciudadanos que quieran agruparse bajo sus banderas. Con nuestro programa y nuestro estandarte continuaremos la marcha emprendida hacia un futuro más próspero y dichoso que culmine en el triunfo de nuestros ideales y en la felicidad de la patria del porvenir.

«Basado en las ideas que anteceden, en mi acendrado amor a esta patria nuestra, en la experiencia adquirida dentro de dos lustros, al presenciar los gravisimos problemas politicos que continuamente se discuten y resuelven en el Congreso Nacional, e impelido por el cumplimiento de mi deber que me obliga a manifestar claramente mi honrada manera de pensar, he creido necesario hacer constar mi oposición consciente a la fusión de los partidos en un solo cuerpo político y a cualquier entendido que comprometa la suerte de nuestra colectividad.

«Entiendo que es éste un problema moy serio y que ha llegado el momento en que nos reunamos para deliberar.

<<Y con el propósito de que mis puntos de vista sean estudiados por nuestros compañeros, antes del momento de que se celebre la reunion, y con el deseo de que ellos nos den a conocer a su vez sus opiniones, me permito indicarle que envio sendas copias de esta carta a los miembros del Directorio, y le ruego a Ud. encarecidamente que se sirva someter el asunto de la misma a la consideración de todos nuestos colegas en la dirección del partido.

<<De Ud. con la mayor consideración,

«Félix Córdova Dávila»

Esta carta del Comisionado Residente Córdova Dávila, electo por la Alianza y prominente dirigente Aliancista, habla por si misma. Antnio R. Barceló, Presidente del Senado, contestó en la forma siguiente:

«Septiembre 3 de 1926.

«Sr. .on Félix Córtova Dávila

San Juan, Puerto Rico

«Di~nguido Comisionado:

Recluído en cama todavía, con motivo del accidente automovilista que sufrí el sábado pasado, me fué entregada su carta de fecha 31 de agosto, que aunque no ha sido en verdad para mí una sorpresa lo que ella significa en relación con su actitud, sin embargo, los términos en que está concebida, las tremendas acusaciones que en ella hace usted a su pais con el propósito de hacérmelas indudablemente a mí, y las dolorosas conclusiones a que llega, han ocasionado a mi espiritu, no bien preparado para estas cosas en estos momentos, un tan profundo y amargo desaliento, que me senti imposibiltado de contestarla tan prontamente como su extrema gravedad requería, y aún estuve a punto de no hacerlo, dejando que sus palabras cayeran sobre el pais y formara de ellas el juicio que, sin comentario, definitivamente habrá de formar.

«Ha tenido que ser indudablemente el producto de alguna de esas extraordinarias exaltaciones del espiritu, a que usted alude, un momento seguramente de impremeditación e inclinación irresistible, o un atropellamiento de sus energias, un momento de incertidumbre y angustia mental, que lo inutilizó para la reflexión, la calma y la prudencia que usted mismo dice son las que deben presidir en todos sus actos al ciudadano, que tiene sobre si grandes responsabilidades en el cumplimiento de los deberes que se impuso , un atolondramiento extremo de un acto pasional y arrebatado que puso en desequilibrio su razón, algo, en una palabra, inusitado y fuera de lo normal, que ha debido ocurrirle, para que se decidiera, como se ha decidido, finalmente, a lanzar contra Puerto Rico las tremendas e injustas acusaciones que encierra su carta, presentándolo, como lo presenta, atolondrado, aturdido, bajo el influjo de pasiones extremas, manifestadas sin freno, en arrebatadas expresiones de cólera, delirando más bien que discurriendo, camino de una revolucion violenta y radical, amenazadora de nuestra vida en todos sus órdenes; una situación finalmente caótica, que le imposibilitaria a usted ahora de hacer la defensa victoriosa que hizo del pais ante el Comité del Senado, cuando el Secretario Weeks acusó a Puerto Rico de tener falta de estabilidad politica, apoyándose para ello en el programa y en los procedimientos del partido Unión de Puerto Rico, antes de llevarse a cabo la Unión de Republicanos y Unionistas en la organización que conocemos con el nombre de Alianza Puertorriqueña.

«De las anteriores manifestaciones se desprende indudablemente que el estado de perturbación caótica en que, según usted, se encuentra ahora Puerty Rico, falto de estabilidad politica, se debe a la organización de la Alianza Puertorriqueña; esto es, a la unión de los dos grandes partidos que se integran en un ideal común para las soluciones inmediatas del presente, relacionadas con nuestra vida interna, mediante la posposición de sus ideales del futuro, y con el propósito alto y noble de preparer al país, económica, social y políticamente, en el curve de los años sucesivos, para las altas finalidades del porvenir.

<<La paladina afirmación que usted hace ahora contra la eficacia de la organización de la Alianza, y la que más adelante trace tamolén respecto a la eficacia de la misma Unión de Puerto Rico, que realizaron nuestros hombres en el Olimpo, y que usted consideró y considera fracasada, nos dá la pauta a todos de lo que significa ese extraño y singular movimiento, que antes iniciaron aquí otros señores bajo la amenaza, y mediante una intensa y agresiva agitación pública, y ahora mantiene usted con sus amigos de Mayagüez, unidos seguramente a ustedes también, los que, afortunadamente muy pocos, se sienten ya incómodos y hasta perjudicados con el éxito que en la opinión pública va teniendo el ideal de unión que lanzaron un día, al conjuro de libertad y patria, nuestros grandes hombres en el Olimpo.

«Yo niego que la Unión haya fracasado jamás en ningún tiempo. Desde que en 1904 los paladines que la formaron hicieron llegar a la conciencia del pueblo puertorriqueño la irresistible verdad de sus altos y patrióticos propósitos, la opinión pública se formó en torno suyo, y sus legiones avasalladoras, de manera,irresistible, triunfaron en todas las batallas que sus opositores le presentaron, no convencidos aún de su trascendental finalidad. Y es tal la agitación que ella ha continuado produciendo en todos los espíritus y en todas las conciencias, que ha bastado un momento de tregua en las luchas partidaristas de los distintos grupos políticos, para que todos ellos, sin excepción, el propio partido Socialista y el Republicano Puro, aunque bajo sus mismas banderas y bajo sus propias tiendas, se muestren propicios a la posposición de sus futuros ideales y dispuestos a trabajar unidos por la realización del ideal supremo de un Puerto Rico constituído políticamente bajo el gobierno de sus propios hijos, llevando a cabo la solución de los problemas que afectan su vida para su liberación en el orden económico, para su perfección en el orden social y para la realización final de sus ideales en un santo día en que todos, puestos de acuerdo, podamos plantear seriamente esta cuestión ante el Congreso de los Estados Unidos.

«El argumento que usted emplea como un recurso, de llamar a todo esto la formación de una sola colectividad política, de la cual nadie ha hablado en Puerto Rico, fuera de usted ahora, no vale la pena de que yo ni siquiera lo mencione para discutirlo. Bien sabemos todos que ni aqlli, ni en ninguna parte del mundo, en donde haya hombres concientes y espíritus progresistas y almas luchadoras por el bien y por la verdad, que son siempre tan discutidas y tan relativos en relación con los distintos problemas que la rodean, es posible la formación de un solo partido, con un solo ideal, y con un solo propósito. Su argumento cae por su propio peso con sólo la simple lecture del programa del Olimpo, del programa de la Union y del programa de la Alianza, todos los cuales dejaban libres a los que se agrupan bajo sus banderas, sus ideales fundamentales del porvenir, para aceptar aquellos que de común tengamos, como tenemos todos, en la realización de aquellos problemas que nos afectan por igual, y que nos son necesarios para la defensa de nuestra vida en el presente, y para el establecimiento de las bases de nuestro porvenir.

«Ya sabemos que fuera de nuestros propósitos de unión, habrá siempre rezagados, espíritus adversos, hombres que no están dispuestos, por circunstancias especiales, a entrar en el movimiento, pero que más tarde lo estarán, y hombres también que, aún convencidos de su eficacia, y tal vez por eso mismo, se sienten mejor fuera de la unión, porque ella al fin sustituye sus sórdidos egoísmos. Y sucederá también que, aún dentro de la misma unión, y aún dentro de cada uno de los grupos que la componen, y que se agitan al calor de un mismo ideal, surgirán, como suelen surgir, diferencias en materia de procedimientos, y aún a veces en la interpretación de los principios, pero cualquiera que sea la dificultad que se produzca en el seno de esa conjunción patriótica, el espíritu de altruismo que la integra y la sostiene, el espíritu de generosidad que élla pregona y establece hasta donde le es posible, el propósito de concordia que todos, por su propio impulso, tratan de mantener, constituye finalmente el bloque supremo que salve en un momento dado, así en el presente como en el porvenir, el derecho, la libertad y la dignidad de la patria.

«Posiblemente estas conjunciones patrióticas no procedan en países ya constituídos, a no ser que en un momento dado de su historia, como sucedió siempre en todas las ocasiones en que un conflicto con otra nación surgiera, la situación se lo impusiera, pero en países no constituídos, ni política ni aún económicamente siquiera, están más que justificadas, y deben ser tan permanentes cuanto perdure la situación anómala que padecieron.

«Puerto Rico está en ese caso, y es realmente doloroso que, después de un proceso de veintisiete años en que se ha venido laborando día por día en la conciencia pública la necesidad de una unión, que establezca las demandas que conciernen a nuestro derecho, cuando el ideal de esa unión culmina en sodas las conciencias, y todas las almas se disponen a pooperar con ella en su patriótica finalidad, hombres que se dicen puertorriqueños y que utilizaron esa misma unión para diversos fines en el orden político y económico, cuando están precisamente en condiciones de ayudar y cooperar con ella, la combaten y la anatematicen, acusándola de perturbadora en sus finalidades, y culpable de pretendidos desastres económicos, de los cuales son ellos mismos los culpables.

Tenia que repetirse en la historia con nosotros, el caso tan repetido en otros países. Tenia que surgir también en la última hora, en el momento de la vietoria precisamente para impedirla, la acción siniestra de sus enemigos, o de los que no siéndolo, optaron por su negocio del momento, por el beneficio de sus intereses, antes que por el sagrado derecho de su patria.

«Tenía que suceder también. Triunfadora la unión, como usted inuy bien sabe, cuando no hace mucho en el Congreso planteó sus demandas con la voz unánime de todos los partidos en conjunción patriótica, el proyecto de ley que establecía las reformas por ella solicitadas, se detuvo, después de aprobado por el Senado, por inconvenientes reglamentarios en la Cámara, que no pudieron ser vencidos por usted. Más tarde se detuvo también, pero ya no fué por cuestiones reglamentarias, sino por la acción funesta de los que se presentaron en el momento en que nuestra Comisión Legislativa actuaba allí en solicitud de la aprobación de dicho proyecto, con el célebre memorial que planteó ante el Secretario de la Guerra, el pretendido desastre de nuestra situación económica, la llamada extravagante o impropia legislación de nuestra Asamblea Legislativa, y la necesidad de imponerle el correctivo del veto, por conducto del gobernador, que representa aquí el poder de la administración federal, todo lo cual equivalía en aquellos momentos a declarar que éramos incapaces para el ejercicio de nuestro gobierno; que necesitábamos aún el freno de un gobernador de nombramiento presidencial, y que, por consiguiente, no se nos debía conceder el derecho de elegir nuestro propio gobernador.

«Lo que esas fuerzas, que se apellidaron fuerzas vivas, a sí propias, suponiendo muertas todas l as demás , que constituyen la vida social de nuestro pueblo; lo que esas fuerzas, repetimos, que se llamaron alli representativas del comercio, de la agricultura y de la industria de nuestro país, esto es, de todo lo que constituye su gran elemento de producción y de riqueza material, significaron y pesaron, no ya sólo ante la administración, sino también ante el Congreso, no necesitamos demostrarlo. Ya lo dice usted mismo en su carta: «Ahí está nuestro proyecto de ley sepultado en los archivos del Congreso bajo la losa de plomo de nuestras dificultades económicas y la falta de unidad en nuestras aspiraciones».

«No fueron, no, ni las dificultades económicas ni la falta de unidad en nuestras aspiraciones, las que sepultaron en los archivos del Congreso nuestro proyecto de ley. En ningún momento han dejado de ser unánimes las aspiraciones de los partidos que plantearon juntos

las demandas que ese proyecto contiene, ni nuestras dificultades económicas fueron de tal carácter que justificaron una acción tan injusta e impropia de una administración y de un Congreso que saben que los verdaderos causantes de tal situación económica son los ootentados de Puerto Rico, las grandes corporaciones acaparadoras de nuestras tierras y de nuestras riquezas, las mismas llamadas Fuerzas Vivas, que actuaron presentando el memorial, y que, burlando nuestras leyes, valiéndose de subterfugios, y de la poderosa influencia de su dinero, se negaron al pago de las contribuciones, desmoralizaron a los contribuyentes, y trajeron el conflicto de nuestro tesoro al cual, de otra manera, le hubiera sobrado el dinero, en vez de faltarle, pues usted puede estar seguro de que esas corporaciones, si hubieran ingresado lo que legítimamente debían ingresar del año veinte para acá, nuestros exce,dentes en el Tesoro hubieran ascendido, después de cubrir sus gastos hasta el presente, a más de diez millones de dólares, y no hubiéramos tenido necesidad de llevar a cabo ningún empréstito para las obras públicas que nos hemos visto precisados a aprobar en nuestra Legislatura, para dejar así cumplidas las necesidades de nuestro pueblo y satisfechas las promesas que le hicimos durante nuestras campañas al solicitar sus votos.

«Lo que ocurre aquí en Puerto Rico no es lo que usted tan ligeramente apunta, pretendiendo conocer más a fondo nuestra situación que los que estamos aquí cerca de ella, sufriéndola y palpándola día por día. Porque es de admitirse que usted haya podido adquirir una gran experiencia en materia de legislación nacional y en cuanto a sus problemas de carácter federal y aún lo que significan las luchas de partidos en aquel país, en relación con el concepto que él tiene de su manera de ser y de ver las cosas; pero los que estamos aquí sabemos un poco más que usted, íntimamente, de lo que pasa en nuestra vida de pueblo que se debate entre necesidades y miserias, víctima de los egoísmos que por sodas parses lo asedian, respaldados por la influencias que obtienen aquí y fuera de aquí con el poder de su dinero.

«Ud. no tiene razón alguna para inculparnos porque hayamos maltratado, como dice, al adversario, y le hayamos negado la justa participación que él tiene como minoría, en un desconocimiento absoluto de lo que es y significa la verdadera democracia. Ni en nuestra legislación, ni en ninguno de nuestros actos, una vez que hablaron nuestras ureas diciendo su última palabra, en relación con la voluntad popular, hicimos nada de que pueda acusársenos, de ser refractarios a los sanos principios de la democracia. Es posible que en algunos momentos hayamos podido cometer nuestros errores, y aún nuestras injusticias, al calor de las luchas partidaristas, pero protesto de que haya en nuestra historia nada que sobrepase a lo que es natural y corriente en la vida común de todos los pueblos. Su acusación en este punto me deja tan abrumado que no sé qué creer ni qué pensar respecto a ella, y sería vreciso que usted concretare hechos y especificare caves, porque ella es positivamente de lo más grave que se ha dicho de nosotros y lo que más ha de pesar en contra de los derechos de este pueblo, yaque la voz de nuestro propio Comisionado, líder a la vez de la Alianza Puertorriqueña, no debe dejar lugar a dudas en la conciencia de ningún extraño.

«Es indudable, resumiendo y concretando, que fatalmente el destino no coloca, muy a pesar mío, que siempre le estimé en el más alto grado, y siempre le guardé el mayor afecto frente a frente, en lineas divergentes y muy contrarias, u opuestas, en el camino a seguir para la conquista del derecho y la libertad de nuestra patria.

«Yo creo y sigo creyendo en la eficacia de la unión, tal y como la concibieron nuestros grandes paladines del pasado, y tal y como culminó a fin en la organización de la Aliaza Puertorriqueña. Y creo que mi deber, y el deber de todos, es seguir extendiéndola y extendiéndo a, haste çonvencer a todos los ciudadanos de Puerto Rico de que deben acogerse a su programa, posponiendo aquellos ideales que no son del momento resolver, preparándonos en-cl presente para la conquista de las soluciones inmediatas que han de salvar a nuestro pueblo de la esclavitud política y económica que le amenazó en el pasado y que le sigue amenazando, aún con más fuerzas todavía en el presente.

«No es que luchemos contra nadie, no; nuestros brazos están abiertos para todos. Defensores de la propiedad en el punto en que es nuestp deber defenderla y ampararla, para que se desenvuelva como un factor necesario a nuestro progreso y a nuestra vida económica; defenpres del comercio, que es vehiculo necesario de vida para las tranS`cciones sodas y para las relaciones de los unos con los otros en nuesta vida interior y exterior; de la industria, que se trace necesaria por t`dos los medios, para afar pan y trabajo al exceso de brazos con que nos confrontamos, como una de las tremendas crisis que padecemos; «el capital en general’ que dentro de los justos medios se desenvuelva entre nosotros, y aunque venga del exterior, se limite a obtener los beneficios razonables que le pertenecen, sin llegar a constituirse en ur`Inedio acaparador, absorvente, de nuestra riqueza pública, no contribuyendo aqui con lo que debidamente le corresponde para nuestras nesidades, pero, por encirna de todo y sobre todo, nuestro deber como puertorriqueños, como legisladores, como representantes de nuetro pueblo, es amparar y ayudar en su desesperación y en su miseria aa parse más débil, a la que necesita precisamente de nuestra ayuda, al infeliz trabajador asalariado, que ha sufrido y sufre todavía, y cree tal vez con alguna razón que le hemos abandonado por otros compromisos y por otros motivos, sin atender debidamente el miserable estado económico en que vive.

«No hay razón alguna, no debe haberla», . guien nos la explicara debidamente, para que emigren de nuestro suelo trabajadores sanos, con su familia, bajo la oferta de un jornal de 2 dólares, casa de vivienda, médico y otras facilidades más, para ir a tracer un cultivo a otra sierra, en donde la vida es tan care o más que en ésta, en donde el precio del producto es el mismo, porque está sujeto a un mismo arancel. No diré que tal jornal pueda ser satisfecho en Puerto Rico para el cultivo de la caña, por ejemplo, ni para el cultivo del café, pero es la hora de ir pensando seriamente en que nuestro jornalero no puede vivir con el infimo salario que gana durante 4 meses de zafra solamente, quedando entregado después a la más espantosa miseria. No es JUSto, repetimos, que esto continúe asi, porque ya es insoportable la situación que nos estamos todos creando con la inmensa responsabilidad que sobre nosotros pesa, contemplando impávidos, de una parse la desaparición del pequeño propietario bajo el poder de las grandes corporaciones, y la muerte por la enfermedad y el hambre de nuestro infeliz campesino.

<Llegó el momento de que la unión, esto es, la Alianza, que es la union suprema, se coloque frente a este problema, y lo aborde resueltamente, y llame, ¡cómo no!, Mejor que a ningún otro elemento, al elemento pobre, trabajador, a las mesas campesinas, que fueron nuestras y que se nos van yendo de dia en dia, arrebatadas por la desesperación y el desaliento, y colocándose bajo el estandarte de las banderas rojas, bajo las insignias socialistas, a buscar en ellas, por lo menos, el desahogo de su dolor, en gu grito de rebeldia y de protesta.

«No es que vayamos a situarnos bajo los estandartes, las insignias o los programas de otros grupos; es que queremos tracer cuanto esté de nuestra parse para que los grupos dejen de ser grupos de desesperación y rebeldia, y vengan a encontrar en nosotros, en las demandas de nuestros programas y en la firmeza de nuestros propósitos, lo que positivamente ellos quieren obtener en la paz, en la armonia y en la convivencia de sus hermanos en la patria.

<<La Alianza Puertorriqueña tiene por deber que seguir llamando y llamando die por die y hora por hora, a todos los puertorriqueños a la unión, llámense Republicanos Puros, Socialistas, o cualquiera otra denominación que quiera tener cualquier otro grupo como determinativa de su finalidad, siempre que estén dispuestos a coadyuvar con nosotros en la obra que nos hemos impuesto de obtener todas las reformas politicas y económicas que sean necesarias, para librar a nuestra patria de la esclavitud o del coloniaje. Y en ese camino estoy, se tiene que estar la Alianza, como ha estado hasta el presente, y su deber será combatir a todas las fuerzas que opongan obstáculos en su camino.

<<En tal sentido me remito, como usted, a mis amigos del Direcorio, exponiéndoles estas ideas, que no son mías, sino de ellos también porque son de la Alianza, para que las pesen y las mediten frente a las suyas, y para que decidan de una vez, por medio de una asamblea, si ellos no se creen suficientemente facultados para decidirlo, si deben o no continuer en el camino que trazaron, o si deben rectificar, para seguir la nueva politica que usted indica, que parece deducirse de los propósitos de su carta.

<<De usted con la mayor consideración,

«Antonio R. Barceló».

Después de cruzadas estas dos cartas, y otras en polémica subsiguiente, hubo una reunión del Directorio de la Alianza, donde quedaron aparentemente zanjadas las diferencias entre Barceló y Córdova Dávila.

3

A principios de julio de 1925, Santiago Iglesias fué nombrado Secretario de la Federación Pan-Americana del Trabajo, con oficinas en Washington, y prácticamente se ausentó por algun tiempo de Puerto Rico, atendiendo a sus nuevos deberes obreros internacionales de esta Federación, que tenía ramales en los Estados Unidos, Méjico, Cuba y otros países latinoamericanos. Sin embargo, continuó prestando su dirección y aliento al movimiento obrero y al Partido Socialista de Puerto Rico y gestionando ante el Congreso y la Administración Federal aquellas medidas que creia beneficiosas para el pueblo de Puerto Rico, y especialmente para las mesas obreras.

El 12 de julio de 1925, se reunió en San Juan el Comité Ejecutivo Territorial del Partido Socialista, y adoptó acuerdos manteniendo sus nexos y compromisos con el Partido Republicano Puro, y declarando que hasta la próxima campaña electoral el liderato Socialista dedicaria sus esfuerzos en actividades de mero carácter obrero, en su asociación con la Federación Libre de los Trabajadores de Puerto Rico, afiliada a la American Federatiort of Labor, que a la vez era la filial mayor de la Federación Pan-Americana del Trabajo.

El 22 de agosto de 1926, el Partido Republicano Puro celebró asamblea general,.en el Teatro Victory Garden, de Santurce, bajo la presidencia de Rafael Martinez Nadal. En esta asamblea se ventilaron fricciones con Roberto H. Todd, a quien, como hemos relatado, la asamblea aceptó su renuncia como vicepresidente del partido, y fué sustituído por Etienne Totti. Dió cuenta Martinez Nadal a la asamblea de gestiones cerca de él de parte de Barceló, propiciando entendidos con Republicanos Puros y Socialistas, a base de demandas comunes de reformas liberalizadoras del régimen, para enfrentarse a las fuerzas vivas. Expresó Martínez Nadal haber declinado tal entendido, porque su partido no renunciaba a-su aspiración de Estadidad, actitud que fué aprobada con aclamación unánime por la asamblea. Esta asamblea aprobó unánimemente una resolución, presentada por Manuel F. Rossy, para mantener y consolidar la Coalición y para gestionar mejoras económicas y sociales, incluyendo combatir los latifundios de corporaciones y el absentismo, según el temario del programa y propaganda del Partido Socialista. Finalmente se ratificó una vez más este partido en su aspiración de Estadidad.

4

Frustradas ciertas tentativas del Directorio de la Alianza para hacer entendidos politicos entre los otros partidos, o sea con los Republicanos Puros y con los Socialistas, y la Alianza bajo fuego por las fuerzas vivas y especialmente contra Barceló, el liderato legislativo de la Alianza decidió insistir en unir a los partidos en la demanda otra vez de gobernador electivo. En mayo de 1927, partió para Washington una comisión legislativa conjunta integrada por Barceló, Tous Soto, Iglesias, Rafael Alonso, Miguel Guerra-Mondragón, Juan B. Garcia Méndez y Walter Mck Jones, para propulsar el proyecto Kies que enmendaba la Ley Orgánica haciendo electivo el cargo de gobernador. Esta comisión legislativa compareció otra vez ante los comités del Congreso en demanda de dicha reformat Una visita de esta comisión a la Casa Blanca, no recibió aliento del Presidente Coolidge. El General McIntyre, jefe del Negociado de Asuntos Insulares del Departamento de Guerra, no tuvo empacho esta vez en declarer públicamente que la visita a Wáshington de la comisión legislative puertorriqueña era inoportuna. El proyectó no prosperó en el Congreso. La comisión regresó desalentada a la Isla, y los lideres de la Alianza a su regreso a la Isla, entre parrafos de supuestas esperanzas, no disimularon sentimientos de malestar y rebeldía.

5

A principios de 1928 hizo una visita a Puerto Rico, en recorrido de buena voluntad por diversos países latinoamericanos, el célebre aviador Charles A. Lindbergh. Fué recibido con todo honor y pompa por

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en el cual la participación por americanos de los Estados Unidos es en verdad pequeña. Hemos dado a los puertorriqueños prácticamente cada uno de los derechos y privilegios que nos permitimos nosotros mismos ejercitar. Hemos ahora progresado al punto en el cual la esperanza substituye al desaliento, y aunque sólo treinta años atrás uno era en verdad optimista al ver algo que prometiera en Puerto Rico, hoy en verdad, un pesimista, si puede ver cualquier ambición humana razonable más allá del horizonte de su pueblo.

<<No se desea dejar la impresión de que todo progreso en Puerto Rico fué debido a los americanos continentales. Sin la cooperación y ayuda de los puertorriqueños, el progreso hubiera sido en verdad poco digno de tenerse en cuenta, pero la cooperación se debe grandemente al aliento de la ayuda americana, de los métodos americanos y a un aumento en la recompense de los esfuerzos realizados.

«Ha habido una natural excitación para recordar y tratar la situacion infortunada de Puerto Rico en el pasado. Existe, sin embargo, el sertir de que Estados Unidos tiene derecho a un buen nombre en su trato con Puerto Rico, a protegerse contra toda reflexión sobre su buen nombre. Quizas ningún Territorio del mundo ha recibido un tratamiento tan considerado en los pasados treinta años, como Puerto Rico, y quizá en ninguna otra parte el progreso ha sido tan marcado y tan aparente como en Puerto Rico. Tenemos ciertamente derecho a una gran parte del crédito de esta situación.

Existe hoy en Puerto Rico un Departamento de Sanidad, moderno en todos respectos, y que incluye en sus actividades todas las armas de la labor moderna en asuntos sanitarios

en Puerto Rico, durante los últimos años; no es de menos importancia el hecho de que ese servicio esta completamente en manos de puertorriqueños. Las mejoras en condiones de sanidad de Puerto Rico, no están completamente indicadas por la reducción de la mortalidad solamente, aunque esta razón ha sido casi dividida por dos desde los primeros dias de la soberanía ameicana en la IsLa. La erradicación práctica de la viruela, que habia existido contínuamente en la Isla por más de cuarenta años, y que habia resultado en más de seiscientas defunciones anuales por los ultimos diez años anteriores a la soberanía americana; la diagnosis de la llmada anemia tropical que afectaba la gran mesa de la población de Puerto Rico; el descubrimiento en Cuba del método de propagarse la fibre amarilla fueron beneficios concretos a la situación sanitaria de Puerto Rico, y han sido de continuados beneficios.

«La historia de la educación en Puerto Rico con anterioridad a su ocupacion por los Estados Unidos, es en gran medida, la historia del esCerzo individual. Personas de carácter y determinación establecían y nmtenían una escuela, la que generalmente habría de desaparecer con las personas que la establecían. Los esfuerzos del Gobierno, de igual modo, carecían de continuidad. Cerca del año 1860, se realizó un esfuerzo gubernamental más determinado, y en 1898, la matrícula máxima de las escuelas públicas y privadas era 29,182, la que ha aumentado a 213,321. El gasto per cápita para instrucción pública en Puerto Rico ha aumentado durante el período de soberanía americana de 30 centavos al año, a cerca de $4.00. El número de edificios escolares del Gobierno, ha aumentado de cero a 991. El Departamento de Sanidad y el Departamento de Educación de Puerto Rico, están combinados para tracer de los puertorriqueños del futuro tipos diferentes, fisica y mentalmente, de los que encontramos en Puerto Rico.

«No porque merezcan preferente consideración sino porque pueden fácilmente medirse y habrían de ser de importancia fundamental en cualquier cambio de status, sería bueno que recordáramos brevemente algunas de las ventajas económicas directas para Puerto Rico, resultantes con motivo de su relación con los Estados Unidos.

«Puerto Rico no paga contribución alguna al Tesoro de los Estados Unidos. Los servicios federales en Puerto Rico están sostenidos por el Tesoro de los Estados Unidos.

«Los servicios que benefician directa y económicamente al pueblo de Puerto Rico, son el Servicio de Faros, la Estación Agrícola Experimental y la ayuda económica al Colegio de Agricultura, el mantenimiento del Regimiento de Puerto Rico en el Ejército, las actividades del Negociado de Veteranos y la participación federal en las mejoras de los puertos. De un modo mas general, Puerto Rico recibe la protección del Ejército y Armada y el servicio del Departamento de Estado y de su servicio diplomático directamente en beneficio del pueblo de Puerto Rico, no son menores de $5,000,000 por año.

«En el año fiscal 1927, el total de rentas de Puerto Rico fué $11,191,893.11. De este total, en nuestros Estados y Territorios, las siguientes cantidades no se acumularían en el tesoro local:

<<Aduanas

«Contribución Sobre Ingresos

«Rentas Internas Federales «y

«Arbitrios (que en gran parse no se acumularán al tesoro local)

«Total ~

$1,806,567.91 1,565,745.98 440,650.71

3,812,964.60

5,701,502.23 9,514,466.83

«Se observará por tanto, que si no hubiésemos dado especial y cuidadosa atención a sus necesidades, sino que hubiéramos tratado a Puerto Rico como hemos tratado a los Territorios de los Estado Unidos, de los $11,000,000 y más sujetos a asignación por la Legislatura electa de Puerto Rico, no hubiera quedado disponible una cantidad en exceso de $2,000.000

«La tarifa de los Estados Unidos se extiende a Puerto Rico, y ninguna porción__seguramente ninguna porción agricola__ de nuestro territorio está tan favorecida por su tarifa. Y el marcado desarrollo de Puerto Rico bajo la soberania americana, como se demuestra por el crecimiento de importaciones y exportaciones es, en parse sustancial, debido a este tratamiento tarifario favorable de sus productos.

«El total de las exportaciones de Puerto Rico en el último año completo de soberania española, fué de $11,555,962. Durante el año fiscal 1927, este total fué de $108,667,434. El total de importaciones en el último año bajo el régimen español, fué de $10,725,563, y en 1927 fué $98,810,750.

«Comparando estos datos con los de uno de los más prósperos y absolutamente independientes vecinos de Puerto Rico, hallamos que en el periodo en el cual el comercio exterior de Puerto Rico se ha multiplicado por nueve, el de su vecino se ha multiplicado por menos de siete.

«El valor total de los productos puertorriqueños exportados a los Estados Unidos durante el año fiscal, fué de $97,832,523, y de este total $97,000,000 estaban altamente protegidos en el mercado americano. El cotal de compras de Puerto Rico en los mercados de los Estados Unidas en el mismo año natural, fué de $87,046,319. Por un número de años Cuba ha sido el mayor comprador de café puertorriqueño, al que se le da una reducción de un 20 por ciento de la tarifa cubana coma un producto americano, no porque Cuba vende a Puerto Rico, sino porque Cuba vende a los Estados Unidos.

«La ventaja del mercado de los Estados Unidos paraPuerto Rico, puede apreciarse mejor cuando se note que de los $97,000,000 de productos puertorriqueños en el último año natural vendidos a los Estados Unidos, pudo haberse cargado, si esos productos hubiesen venido de paise: que no gozasen de libre admisión en los Estados Unidos, un impuesto apraximado de $57,000,000.

«De los productos procedentes de los Estados Unidos continentales que entraran a Puerto Rico durante el mismo período de la imposición del impuesto, de haber procedido de un pais extranjero, hubiera sido menos de la tercera parte de esta cantidad. Seguramente, Puerto Rico no habria de desear que la reciprocidad le fuera más favorable.

«Ladeuda de bongs de Puerto Rico es de $18,772,000. Todos estos bongs están prácticamente retenidos en los Estados Unidos. Debido al hecho de que estos bongs están exentos de contribuciones por un estatuto de los Estados Unidos, Puerto Rico page un interés anual de por lo menos 2 por ciento menos de lo que habria de pagar de otro modo __ una economia anual de $886,540 aprox imadamente .

«¿De qué modo, por una mayor concesión de autonomia, podria Puerto Rico buscar para sus productos o mercado para sus bongs, o de qué modo podria mejorar la situación económica de su gobierno o de su pueblo?

«Al estudiar el efecto de conceder a Puerto Rico lo que se pidió en el cablegrama que me fué enviado, uno debe naturalmente comenzar asumiendo que los productos de Puerto Rico habrian de ser por algun tiempo aproximadamente lo que ahora son. El cambio consistiria en disponer de ellos. En el año 1926, Puerto Rico vendió en el mercado de los Estados Unidos, 1,157,000,000 de libras de azúcar, y recibió por ellas $48,200,000. Puerto Rico vendió en los Estados Unidos durante el mismo año, 20,600,000 libras de tabaco en rama por $13,000,000. Su vecino vendió una cantidad de tabaco en rama por $1,192,000. En la venta de tabaco entra el elemento de calidad, pero estos números muestran suficientemente el efecto de la libre entrada al mercado de los Estados Unidos de dos productos principales de la Isla, y muestra hasta que punto los fondos que ahora se usan para hacer sus compras en el extranjero y afrontar sus deudas en el exterior, habrian de mermar si se retirase el privilegio. La merrma debe ser seguida por una merma correspondiente en las rentas para el sostenimiento de las actividades en Puerto Rico que significan progreso para el futuro.

«No hay ninguna disposición en los Estados Unidos, y seguramente ninguna de mi parte, para desalentar cualquier aspiración razonable del pueblo de Puerto Rico. La Isla ha mejorado tanto y su pueblo ha progresado tanto en la última generación, que deja justificadas altas esperanzas para el futuro; pero ciertamente no es irrazonable pedir a aquéllos que hablan en nombre de Puerto Rico, que limiten sus peticiones a aquellas cosas que puedan concederse sin una negación de tal esperanza. Ni es irrazonable sugerir que el pueblo de Puerto Rico, que es una parse del pueblo de los Estados Unidos, progresará con el pueblo de los Estados Unidos más bien que aislado de la fuente de la cual ha recibido prácticamente su única esperanza de progreso.

«Sinceramente vuestro,

Calvin Coolidge».

La carta del Presidente Coolidge produjo conmoción politica en los centros Aliancistas. Después de reuniones del Directorio de la Alianza, esa carta fué contestada por Barceló y Tous Soto en otra dirigida al Comisionado Residente Córdova Dávila, que a la vez fué insertada en el Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes de Wáshington, y que dice asi:

«San Juan, Puerto Rico, abril 2,1928.

«Hon. Félix Córdova Dávila, Comisionado Residente de Puerto Rico Wáshington, D. C. «Nuestro querido Comisionado:

«Por un deber contraido con nuestro pais natal, nos sentimos obligados a referirnos, por su conducto, a la carta que el Presidente de los Estados Unidos dirige al Gobernador de Puerto Rico, respecto al Mensaje confiado al Coronel Lindbergh por nuestra Legislatura, y a nuestro cablegrama al propio Presidente, con motivo de la reciente Conferencia Pan-Americana de La Habana. Escribimos por su conducto, para que usted se sirva presenter esta carta a la consideración del Presidente y del Congreso, dándole asi la misma publicidad que la carta del Presidente recibiera en la prensa de los Estados Unidos y en la de los demás países de América.

«Al contestar los párrafos pertinentes de la carte del Presidente, con el respeto que el Primer Magistrado de la República merece, aunque con aquella franqueza y sinceridad que nuestro deber exige, tanto por la sierra de nuestro nacimiento como por la Nación cuya bandera nos cobija y cuya ciudadanía ostentamos, citaremos a continuación los párrafos que requieren una contestación de nuestra parte.

«Aceptamos la manifestación del Presidente respecto al ‘disfrute de libertad individual y a la protección de las leyes. Nunca nos hemos quejado de la falta de libertad individual. La Declaración de Derechos contenida en la Constitución Nacional, la cual no está en vigor en Puerto Rico, fué incluida sustancialmente en la Carta Orgánica que nos fué otorgada por el Congreso en 2 de marzo de 1917. Aceptamos, además, que tnuestro pueblo y nuestro gobierno reciben ayuda sustancial por razón de nuestra asociación con los Estados Unidos continentales. Esto, como cuestión de hecho, fué siempre reconocido por la Isla, y, de nuestro reconocimiento hemos dado buenas pruebas en distintas ocasiones.

«Mas no pqdemos aceptar, sin embargo, que el status actual de Puerto Rico es mucho más liberal que lo fuera status alguno en su pasado histórico. El régimen autonómico de gobierno concedido a Cuba y Puerto Rico por España era más amplio, más liberal en muchos aspectos, que nuestro status politico presente. Permitasenos transcribir, con el fin de sostener esta afirmación, partes del Real Decreto de noviembre 25 de 1897, estableciendo la autonomia en las Islas de Cuba y Puerto Rico.

«Este sistema a nuestro juicio, era superior al de la Carta Orgánica actual porque el Parlamento colonial poseía la potestad de legislar sobre material que, dentro del sistema federal, pertenecen exclusivamente a la Unión. Además, el sistema parlamentario fué el establecido, y el Gobernador General no podía actuar, excepto en casos extraordinarios, a menos que sus decretos fueran refrendados por el miembro correspondiente de su Gabinete. Este Gabinete era seleccionado, por supuesto, de entre individuos del partido que controlaba el Parlamento.

«La iniciativa de toda medida legislative residía así en el Parlamento y era responsable por la misma. En otras palabras, el gobierno fué puesto por entero en manos de los puertorriqueños, mientras que el Gobernador era meramente el representante de la soberanía nacional, quien sólo ejercía aquellas funciones que fuesen necesarias a fin de mantener los derechos del gobierno metropolítico. El Gobernador., tal cual ocurre en las comunidades autónomas inglesas, reinaba pero no gobernaba. Cierto es que la Cámara Alta no era elegida totalmente por el pueblo; pero el mismo fenómeno se observa en el poderoso Dominio del Canadá, miembro hoy de la Liga de Naciones, con Ministro residente en Washington. No obstante, la mayoría de la Cámara Alta era electiva y todos los individuos que la componían tenían que ser naturales o residentes del pais; y en cuanto a la Cámara Baja era totalmente electiva.

«Es verdad también que el Gobernador tenía facultad para convocar al Parlamento, suspender sus sesiones y disolverlo, en este último cave debiendo convocar a elecciones para elegir un nuevo Parlamento; pero éstas son caracteristicas del sistema parlamentario y existen en la mayor parse de las constituciones de los paises de la Europa continental, y desde luego en el Dominio del Canadá. Reconocemos, sin embargo, que nuestra actual Carta Orgánica con un Gobernador electivo, un Gabinete totalmente nombrado por el Gobernador con el consentimiento del Senado y las demás enmiendas que se sugieren más adelante, constituiria un sistema de gobierno esencialmente republicano y representativo superior a la Carta Orgánica Española.

«Sobre esta Carta Autonómica, dijo el Presidente William McKinley en su mensaje al Congreso de 26 de diciembre de 1897, lo siguiente:

«Con este fin ha resuelto España llevar a efecto las reformas political, antes de ahora patrocinadas por el actual Jefe del Gobierno, sin detenerse por consideración alguna en el camino que en su concepto conduce a la paz. Esa Autonomía, al par que conserva la soberania Española, tendrá por resultados el otorgar a Cuba una personalidad distinta y ejecutiva, dotándola de una Cámara o Consejo Local, y reservándose España la intervención en los asuntos referentes a las relaciones exteriores, al Ejército, la Marina y la Administración de Justicia.

«Si ésta hubiera sido la regla durante la vigencia del gobierno civil presente, desde 1900 haste 1917, todos los conflictos entre el continente y la Isla se hubieran evitado. Pero la regla predominante fué siempre contraria: la Cámara Alta, durante el régimen Foraker, se compuso siempre de una mayoría de americanos continentales que desembarcaban por la mañana y que en la tarde del mismo día ocupaban sus asientos en el Consejo Ejecutivo para aprobar leyes de un pais que visitaban por vez primera. Tal situación ha cambiado. La Cámara Alta ahora es electiva por entero; pero hemos mencionado ese hecho como cuestión histórica y por razón de la influencia que ello tuvo al plasmar la mente insular respecto a los problemas de las relaciones políticas entre los Estados Unidos continentales y esta isla.

«Ha dicho el Presidente: ‘El Gobierno puertorriqueño ejerce en la actualidad un grado de soberania mayor sobre sus asuntos internos que cualquier otro gobierno de cualquier Estado o Territorio de los Estados Unidos.

«Nos vemos obligados a disentir de estas palabras. En primer lugar los gobernadores de los Estados Unidos son electos por el pueblo de cada comunidad. El Gobernador de Puerto Rico es nombrado por el Presidente, a su voluntad; ni siquiera se exige el requisito de que la persona designada sea natural ni ningún residente de la Isla ha sido exaltado a la alta posición de Jefe Ejecutivo de la misma.

«En segundo lugar, el veto del Gobernador de un Estado está sujeto a ser contrarrestado por la Asamblea Legislativa por el voto de las dos terceras partes de sus miembros. El veto del Gobernador de Puerto Rico es absoluto. Si ambas Cámaras aprobasen una ley sobre su veto, la cuestión sería entonces elevada al Presidente de la República para su decisión final.

«En tercer lugar, los Estados gozan de una constitución aprobada porel pueblo mismo, mientras que Puerto Rico está regido por una ley del Congreso . Las constituciones de los Estados no pueden ser enmendadas por el Congreso. La Carta Orgánica de Puerto Rico esta sujeta a enmiendas, a voluntad del Congreso. El pueblo de cada uno de los Estados toma parte en la elección del Presidente y del VicePresidente de la Rlepública. Los ciudadanos americanos de Puerto Rico no gozan de tal derecho. Los Estados eligen dos Senadores y un determinado número de Representantes, de acuerdo con su población. Puerto Rico elige a un Comisionado, quien tiene asiento en la Cámara de Representantes, sin derecho a votar, mientras que su derecho a hablar depende de la voluntad de la Cámara.

«Verdad es que Puerto Rico dispone de sus ingresos de aduanas y rentas internal, mientras que los Estados no tienen tal derecho. Pero se podría aseverar que ningún Estado de la Unión cambiaría su puesto por el de Puerto Rico, para rendir la soberanía interna a trueque de recibir unas cuantas contribuciones sobre ingresos y arbitrios.

«La facultad de legislar sobre material locales, aparte de ésta sobre contribuciones, no es superior a la de los Estados.

«A este respecto, debe recordarse que el Congreso tiene la facultad de anular sodas las leyes que nuestra Legislatura apruebe. Permítasenos reconocer, en honor al Congreso y a Puerto Rico, que ninguna ley nuestra ha sido anulada haste el presente por acción congresional durante toda nuestra historia de asociación con los Estados Unidos.

«Añade el Presidente: ‘Sin aceptar la existencia de una grave situación económica en las finanzas del Gobierno de Puerto Rico, las dificultades presentes, que esperamos seen de carácter temporal, son resultado exclusivo del ejercicio de una autoridad concedida por la presente liberalísima Carta Orgánica a los representantes electos del pueblo de Puerto Rico. La responsabilidad de los Estados Unidos, en contraposición de la de Puerto Rico, no puede ser otra que la de los funcionarios nombrados por los Presidentes en la isla que no ejercieron la potestad legalmente puesta en sus manos para vedar o anular leyes de la Legislatura puertorriqueña’.

«Las presentes dificultades en las finanzas del Gobierno de Puerto Rico _ _ así lo aceptamos __ son temporalmente solamente; aunque no son ‘resultados del ejercicio de la autoridad concedida por la presente liberalísima Carta Orgánica a los representantes electos del pueblo de Puerto Rico que proveyeron siempre amplias fuentes de ingresos con qué afar frente a las asignaciones por ellos aprobadas. En el año 1925, la Legislatura aprobó una nueva ley de contribución sobre ingresos, redactada por un experto de reputación nacional, el Dr. Haig, siguiendo las líneas generales del estatuto federal. El tipo normal de la contribución sobre la propiedad fué conservado, tal como existía en 1902 al uno por ciento, y todos los proventos de esta fuente fueron dedicados, como en el pasado, a atender las necesidades de los distintos municipios, ya que el gobierno insular solamente retiene el diez o el veinte por ciento de acuerdo con los medios y recursos de Los distintos gobienos locales. La retención de esta parte de la contribución sobre la ptopiedad se debe al derecho que el Gobierno Insular tiene a resarcirse de los gastos incurridos en la imposición y cobro de la contribución. El aumento en el tipo de la contribución sobre piedad se debió por entero a ciertos recargos impuestos por el Gobierno Insular y por las distintas municipalidades con el fin de proveer fondos de reserva con qué dar frente al pago de principal e intereses sobre bongs emitidos para fomenter la sanidad, erigir escuelas, construir caminOs y otras mejoras necesarias, satisfaciendo las necesidades públicas, brindando así también trabajo a los obreros, especialmente durante los períodos del año en que no encuentran medios de librar su subsistencia en los plantíos de azúcar, de tabaco y de café.

«Una nueva contribución de cuatro centavos por quintal fué impuesta a la manufactura del azúcar, así como una contribución sobre ventas, a un dos por ciento, sobre todo artículo de comercio que no fuese sustancia alimenticia o que no estuviese gravado ya por otros arbitrios. Las patentes sobre ocupaciones o negocios, así como los arbitrios, permanecieron prácticamente como antes estaban; aunque el tipo fué reducido en lo que respecta a muchos artículos de manufactura americana. Todas estas medidas eran necesarias a fin de afar frente a la deuda flotante contraída durante el período de receso de la Legislatura desde agosto 23 de 1923 haste febrero 8 de 1925. De acuerdo con las disposiciones de la Carta Orgánica en vigor en aquella fecha, la cual proveía para sesiones bienales, la Legislatura aprobó el Presupuesto General para los años fiscales de 1923-24 y 1924-25, antes de cerrar sSus sesiones en agosto de 1923. De acuerdo con los estimados de los funcionarios del fisco, aquella Legislatura proveyó amplios recursos y rentas para dar frente a las asignaciones; pero un esfuerzo combinado de varios contribuyentes para impedir el pago de contribuciones, más la concesión inconsulta de autos de injunction por el juez que a la sazón presidía la Corte Federal., impidiendo que el Tesorero impusiera y cobrase los tributos, especialmente los arbitrios, que son nuestra fuente principal de ingresos, provocó una situación tal que nuestro Gobernador hubo de solucionarla de la única manera posible: esto es, no permitiendo que la maquinaria del Gobierno sufriera paralización alguna. Con tal fin, tomó a préstamo del National City Bank y del pro ducto de la venta de bongs para mejoras publicas, la misma suma de dinero que los autos de injunction habían impedido entrar en nuestro tesoro. El mismo esfuerzo concertado de un número de contribuyentes se repitió después que la Legislatura cerró sus sesiones en 1925, vanamente atacando la Ley de Contribución sobre ventas, ya que la legalidad de dicha ley fué sostenida tanto por el nuevo juez de la Corte Federal como por la Corte de Circuito de Apelaciones del Primer Circuito.

«El montante de la suma envuelta en los pleitos de injunctions contra el Tesorero llegaba a $5,610,747.91. El montante de la deuda flotante era de $5,025,000.00, de la cual $2,822,574.56 ya hen sido reintegrados con los superavits de los ingresos ordinarios de la Isla. Entre ;a fecha actual y el 30 de junio venidero, pagaremos una cantidad adicional de $702,425.42, quedando solamente una deuda de $1,500,000.00, que será pagada con las mismas fuentes de ingresos, a razón de $1,000,000.00 al año, en el próximo año y medio.

«El Gobierno ha tenido éxito, por regla general, al sostener la legalidad de las distintas leyes de contribuciones que aprobara; pero millares, sino millones, de dólares de contribuciones, no impuestas ni cobradas por razón de aquellos autos de injunction, se perdieron ya sin que exista la posibilidad más remote de ser recuperados por el Tesoro Insular.

«A partir de la aprobación de la presente Ley Orgánica (2 de marzo de 1917), los Tesoreros de Puerto Rico puertorriqueños se hen encontrado con dificultades que sus predecesores continentales no tuvieron que afrontar. En primer término, el Congreso decretó para Puerto Rico en dicha Ley Orgánica la prohibición de la manufactura y venta de licores intoxicantes, y si bien actuando democráticamente dispuso que esta prohibición podía ser derogada mediante un referéndum de los electores de Puerto Rico, éstos por una gran mayoría decidieron sostener la vigencia de la prohibición, porque pensaron que era su deber mantener el propósito del Congreso y ponerse a tono con la opinión nacional en aquel entonces de tal modo favorable a la prohibición, que culminó poco tiempo después en la ratificación de la Enmienda XVIII de la Constitución.

«La Prohibición en el orden fiscal significó la pérdida para el Tesoro de un ingreso aproximado de $1,192,909.04, que fué la entrada por este concepto en el año fiscal de 1916-17.

«En segundo término, los arbitrios (excise taxes) desde la aprobación del Bill Hollander en 1902 se imponían a las mercaderías manufacturadas e importadas en Puerto Rico y se cobraban sin inconveniente alguno en el momento de la importación y antes de entregarse a los destinatarios, pero a partir de 1917 se suscitó la legalidad de la imposición de estos tributos a las mercaderías en sus envases originales (original packages ) alegándose que esta imposición era contraria a los preceptos reguladores del comercio entre Estados y constituía un impuesto sobre importaciones. Naturalmente, esto trajo como secuela evasiones,en el pago del impuesto, y después de largas y costosas controversias en las cortes y de pérdidas considerables de ingresos para el Tesoro, el Congreso reconoció la necesidad de conceder a Puerto Rico el derecho de cobrar las rentas internal impuestas por nuestras leyes locales en el momento de la importación, por ley de 4 de marzo de 1927.

«Esta disposición puso término a la controversia, pero estimamos que la cooperación de los funcionarios de aduana y correos debe ser más efectiva de lo que es actualmente, disponiéndose que los arbitrios sean recaudados por dichos funcionarios y que los paquetes postales o importados a través de compañías de expreso o de cualquier otro modo no se entregarán a los destinatarios haste tanto se pague el impuesto.

<<En tercer lugar, la reducción en los tipos de los arbitrios (excises) por las leyes de Rentas Internas de los Estados Unidos, sobre tabaco, trajo una notable disminución de la renta derivada de las importaciones de tabaco puertorriqueño a los Estados Unidos que por virtud del Acta Orgánica se devuelven a Puerto Rico.

«Y, finalmente, los ingresos derivados de la renta de aduanas disminuyen a medida que disminnyen las importaciones del extranjero y aumentan las de los Estados Unidos continentales, que alcanzan actualmente a un 90% de la totalidad de nuestro comercio.

«Los impuestos de aduana (customs duties) en 1927 fueron por valor de $1,806,567.91, o sea, sólo el las públicas.

«Es justo afirmar que no puede imputarse responsabilidad alguna al Gobernador por no haber interpuesto su veto, porque él, al considerar el proyecto de presupuesto siempre ejerció libremente la potestad extraordinaria que al Ejecutivo concede la presente liberalísima Carta Orgánica, simplemente eliminando toda asignación que a su emender debiera serlo; y aún más, ejerciendo el muy discutible poder de enmendar partidas, disminuyéndolas, para reajustar el montante del presupuesto a un cálculo muy conservador de los ingresos probables, con la idea de obtener superavits aplicables a la amortización de la deuda flotante.

«Nuestro Gobernador ha usado de este poder sin reserve alguna y con liberalidad mayor que la de ningún otro Jefe Ejecutivo de la Isla. Tampoco puede inculparse a la Legislatura, pues el presupuesto para dichos años fiscales era razonable y encontraba plena justificación en los estimados de ingresos. El déficit que ocurriera fué resultado inmediato y directo del ataque que a nuestro Tesoro se hiciera por medio de injunctions, para impedir el cobro de contribuciones. Tal hecho fué reconocido y denunciado en los informes anuales del Gobernador al Presidente y al Congreso, como verse puede fácilmente leyendo el informe del año 1925.

«Y si necesarias fueran ulteriores pruebas en apoyo de la contención de que nuestras pasadas dificultades financieras se debieran enteramente al movimiento concertado de varios intereses capitalistas para embarazar a nuestro gobierno y no a la legislación negligente o mconsulta de parse de nuestro pueblo, deseamos recorder la actuación reciente del Congreso y del Presidente al aprobar, en marzo 4, 1927, una ley enmendatoria de nuestra Carta Orgánica, por virtud de la cual:

«’No podrá sostenerse en la Corte de Distrito de los Estados Unidos para Puerto Rico pleito alguno con el fin de restringir la tasación o cobro de contribución alguna impuesta por las leyes de Puerto Rico .

«Esta generosa y oportuna actuacion del Congreso y del Presidente tuvo por móvil el deseo de arrancarnos de las garras de un grupo de contribuyentes, después que ambos se convencieron de que nuestra imprevisión no era la cause de nuestras pasadas dificultades.

«Continúa el Presidente: ‘El cablegrama se queja de que el nuestro es el único país hispano-americano cuya voz no fué escuchada en la Habana durante la Conferencia Pan-Americana, por no ester representado allí’.

«Y añade: ‘Este es un error muy serio, que tiene por base una equivocación fundamental de lo que son las relaciones de Puerto Rico y EstadQs Unidos. Ningún Estado o Territorio de la Unión estuvo representado, como tal, en la Habana, pero la representación de los Estados Unidos en la Habana, representaba tanto a Puerto Rico como a cualquier otra parte del Territorio de los Estados Unidos.

«No ignoramos cuáles son las relaciones de Puerto Rico con los Estados Unidos. Sabemos que no somos extranjeros para los Estados Unidos, pero también sabemos que no somos una parse integrante de los Estados Unidos, en un sentido constitucional. Sabemos que dependemos de los Estados Unidos, es decir, que somos una posesión, en una palabra. (Véanse los Casos Insulares y el de Batzac vs. Porto Rico (258 U.S., 298; 66 Law Ed. 627).

«Sabemos que en cualquier congreso internacional los delegados de los Estados Unidos representan a la Unión, inclyendo a todas las subdivisiones locales de la Federación, sin excluir a los Territorios y a las posesiones. Pero recordábamos las palabras del extinto Presidente, electo en la misma papeleta electoral que eligió Vice-presidente al hoy Presidenti Coolidge, cuando aquél dijera en la ocasión solemne de descubrirse Ja estatua del Libertador, Simón Bolívar, en el Parque Central: Puerto Rico es parse de nuestro propio territorio, bajo una política permanente que tiene por objetivo su prosperidad y su progreso, y vemos en nuestro Estado latino-americano el mejor medio de

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cooperar a que las Américas se entiendan mutuamente mejor’.

«Partimos de la base de que tales palabras, pronunciadas en tal ocasión ante los representantes de todas las repúblicas latino – americanas, tenían algún significado, y abrigábamos la idea, posiblemente errónea, de que podríamos haber sido útiles a nuestra patria de adopción y a los países de nuestra raza y sangre, siempre que nuestra voz fuese oída, aunque no con voto, en el Congreso de la Habana, en el cual pueblos unidos a nosotros por la historia, se reunirían junto a los Estados Unidos para discutir problemas de este hemisferio, en la capital de Cuba, nuestra hermana más cercana, cuyas vicisitudes históricas, civilización e ideología son idénticas a las nuestras, con la única diferencia de que los cubanos derramaron su sangre en Cuba y los puertorriqueños, no pudiendo pelear en su sierra, derramaron la suya en Cuba, por la libertad de nuestros hermanos y nuestra propia libertad. Teníamos en mente que las colonias inglesas, Canadá, Terranova, la Confederación de Sud-Africa, Australia, Nueva Zelandia y el Estado Libre de Irlanda, están representadas con voz y voto junto a la Gran Bretaña y Escocia, en la Liga de Naciones; y ciertamente, que no hay nada perjudicial para la soberanía inglesa dentro de ese plan. Por el contrario, de la manera como Inglaterra trata a las llamadas colonias, que son verdaderas naciones y unidades integrales del Imperio Inglés, o más bien, como lo llama el primer ministro de Australia, ‘Confederación de Naciones Británicas’, esa política ha tenido por resultado extraordinario el de fundir dentro de una misma comunidad, como en el cave del Canadá, pueblos de origen sajón y latino, de raza, religión y tradiciones diferentes, y de unir para un fin común vastos territorios, nacionalidades diferentes, situadas en los cuatro puntos cardinales del mundo.

«Pero digamos que no pedíamos en nuestro cablegrama participación en la Conferencia Pan – americana. Señalamos el hecho de que Cuba, de España emancipada por las fuerzas de las armas, reconocida como nación independiente por los Estados Unidos, tras un periodo de intervención de sus asuntos infernos, y con un standard de civilización que no es superior al de Puerto Rico, era el anfitrión de todos los pueblos de. este Hemisferio Occidental, de nuestro propio origen e idioma, excepto Puerto Rico. Y cuando el Presidente habló en la Conferencia tan alta y sabiamente, al decir: ‘Estamos plenamente comprometidos al prinlcipio de que ellos están mejor preparados para gobernarse que cualquier otro pueblo lo está para gobernarles. No hemos alcanzado un grado de perfección inmediato. Pero abrigamos la esperanza de un progreso continuo. Nuestra historia revela el hecho de que esas esperanzas no han sido defraudadas. Es mejor que un

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pueblo cometa sus propios errores, antes que otro pueblo cometa errores para él’, creímos que, por la misma razón de que no teníamos voz en la Conferencia, ya que los Estados Unidos era nuestra voz y nos interpretaba en la Conferencia Pan – americana , estábamos más que justificados al respaldar las palabras del Presidente ante nuestros pueblos hermanos de América Latina y pedirles su endoso.

«Quizás nos desviamos del precedente establecido por la diplomacia; pero, podríamos decir, en justificación de nuestra actitud, que el nuestro, es también un cave sin precedente y diremos también que la diplomacia fue hecha para pueblos que disfrutan en el más alto grado de su propia soberanía, y tratábamos por todos los medios de someter nuestra súplica de un absoluto gobierno propio al pueblo Americano y al Congreso, presentándoles el contraste entre Cuba, pueblo independiente, reconocido y protegido por los Estados Unidos, y Puerto Rico, al mismo nivel por lo menos que Cuba, bajo un régimen político, dentro del cual no todos los poderes del gobierno emanan de la voluntad del pueblo. Y no es que nos opongamos a la soberanía americana, a la jurisdicción de los Estados Unidos, no es que deseemos ignorar los beneficios de nuestra asociación con los Estados Unidos; no es que seamos desleales a nuestra ciudadanía americana. Por el contrario, estamos ejercitando los derechos inherentes a esa ciudadanía, pidiendo remedios a una condición de inferioridad política y demandando todos los derechos de ciudadanía de que los Estados Unidos disfrutan y que nosotros no disfrutamos, excepto el privilegio de elegir senadores y representantes, porque tememos que nuestros hermanos continentales opongan objeciones a nuestra intervención en asuntos puramente nacionales de representantes de un país situado fuera del continente, de raza diferente, así como de historia, idioma y tradición, distintos de los pueblos que habitan los estados continentales, de un pueblo como el nuestro, cerrado a la penetración del pueblo del continente por razón de nuestra densidad de población y falto de aliciente para una colonización intensa.

«’El Tratado de París, desde luego, no contiene promesa alguna para el pueblo de Puerto Rico. Ninguna fase de aquel tratado tendía a extender a Puerto Rico un régimen más liberal del que entonces existía. Estados Unidos no ha hecho ninguna promesa al pueblo de Puerto Rico que no haya sido más que cumplida, ni ningún representante o persona autorizada para hablar en nombre de Estados Unidos, hizo tal promesa’. –

«El Tratado de París, de abril 11, 1899, contiene solamente la siguiente disposición:

«’Los derechos civiles y la condición política de los habitantes naturales de los territorios aquí cedidos a los Estados Unidos se determinarán por el Congreso’. (Articulo IX).

«Los comisionados americanos, como explicación de este articulo, en su memorándum de 9 de diciembre de 1898, consignaron la siguiente declaración:

«’Respecto a los naturales, su condición y sus derechos civiles, se reservan al Congreso, quien hará leyes para gobernar los territorios cedidos. Esto es tan sólo la afirmación de derecho del poder soberano para dejar al nuevo gobierno el establecimiento de estas importantes relaciones. Puede seguramente confiarse que el Congreso de una nación que nunca dio leyes para oprimir o mermar los derechos de los residentes en sus dominios, y cuyas leyes aseguran la mayor libertad compatible con la conservación de la propiedad, no saldrá de su bien establecida práctica al ocuparse de los habitantes de estas islas’.

«El General en Jefe del Ejército de Ocupación de los Estados Unidos, Nelson A. Miles, en su proclama ‘A los Habitantes de Puerto Rico’, de 28 de julio de 1898, consignó:

«’Como consecuencia de la guerra que fue empeñada contra España el pueblo de los Estados Unidos por la cause de la Libertad, de la Justicia y de la Humanidad, sus fuerzas militares han venido a ocupar la Isla de Puerto Rico Vienen ellas ostentando el estandarte de la Libertad, inspiradas en el noble propósito de buscar a los enemigos de nuestros país y del vuestro, y de destruir o capturar a todos los que resistan con las armas. Os traen ellas el apoyo armado de una nación de pueblo libre, cuyo gran poderío descansa en su justicia y humanidad para todos aquéllos que viven bajo su protección y amparo.

«’No hemos venido a hacer la guerra contra el pueblo de un país que ha estado durante algunos siglos oprimido, sino por el contrario, a traeros protección, no solamente a vosotros, sino también a vuestras propiedades, promoviendo vuestra prosperidad y derramando sobre vosotros las garantías y bendiciones de las instituciones liberales de nuestro Gobierno’.

«El Secretario de la Guerra Hon. John W. Weeks, a cargo de los Asuntos de Puerto Rico, y familiarizado completamente con las condiciones existentes en la Isla, escribió al Gobernador Towner en el año 1924 lo siguiente: ‘Este bill, S. 2448, según ha sido aprobado por el Senado, contiene los puntos de vista de este Departamento, con la excepción de que el Departamento está en favor de la elección del gobernador para un fecha no anterior al 1932, por creer que el periodo que transcurra hasta entonces podrá aprovecharse ventajosamente por el pueblo de Puerto Rico para ir preparándose para este avance en su autonomía’.

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«’Los puntos de vista aquí no han cambiado, y no puedo menos de creer que ha tenido éxito la obra emprendida por usted de preparar la mente legislativa para esta enmienda al acta orgánica que a su debido tiempo se aprobará, y ciertamente, con mayor prontitud que si el objetivo principal de la misma hubiera de regir inmediatamente’.

« El mismo Presidente Coolidge endosó los puntos de vista del Secretario de la Guerra en otra carta dirigida a nuestro Comisionado Residente, Hon. Félix Córdova Dávila, que lee como sigue:

«’Case Blanca, Washington, Junio 5, 1924. « Estimado Juez Córdova:

«’El Secretario de la Guerra me ha mostrado su carta al Presidente Accidental del Comité de Territorios y Posesiones Insulares del Senado, expresando su aprobación al Bill autorizando la elección de su Gobernador por el pueblo de Puerto Rico en el año 1932 y en lo sucesivo, con ligeras modificaciones .

«’La actuación del Secretario Weeks en este asunto tiene mi cordial aprobación.

«’Muy atentamente,

«’Calvin Coolidge’.

«El Senado de los Estados Unidos aprobó unánimemente en 1925 un proyecto de ley, informado favorablemente por su Comité de Territorios, concediendo a Puerto Rico, a partir de las elecciones de 1932, el derecho a elegir su Gobernador por el voto popular, por un término de cuatro años, pudiendo ser destituído por el Presidente antes de expirar dicho término; y poniendo en manos del Gobernador la facultad de designar su Gabinete, incluyendo el Attorney General y el Comisionado de Instrucción, que actualmente son de nombramiento presidencial. El Comité de Asuntos Insulares de la Cámara informó favorablemente dicho proyecto, pero no fue posible someterlo a discusión en el hemiciclo (floor) de la Cámara Baja, por la acumulación de asuntos en los últimos días de sus sesiones.

«Cuatro años han transcurrido, y el proyecto no se ha convertido en ley n~ se ha discutido, aunque si se ha presentado de nuevo en esta sesión por el Senador King, de Utah, en el Senado, y por el Representante La Guardia, de New York, y el Comisionado Residente de Puerto Rico, Hon. Félix Córdova Dávila, en la Cámara Baja.

«Ahora bien, si éstas no son promesas, de pleno y completo gobierno propio, declaramos no saber qué e lo que constituye una promesa. Además, la promesa de gobierno propio para un pueblo extraño que es acogido en el hogar de la democracia americana está implícita en su Constitución, en sus instituciones, en la historia de su expansión territorial, que nos muestra treinta y cinco comunidades incipientes

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convertidas en commonwealths soberanos y libres, dueños absolutos de sus destinos.

«Dice el Presidente:

«’El Pueblo de Puerto Rico está integrado por ciudadanos de los Estados Unidos, con todos los derechos y privilegios de otros ciudadanos de los Estados Unidos, y estos privilegios son aquéllos que invocamos cuando declaramos la independencia en la memorable Convención de Filadelfia’.

«Ciertamente que ‘somos ciudadanos de los Estados Unidos’. Poseemos todos los derechos y privilegios de los otros ciudadanos de los Estados Unidos. Respecto a los derechos individuales o inalienables del ciudadano, podemos decir que los gozamos plenamente; ¿pero y cuánto a los derechos políticos? La Constitución garantiza a cada Estado una forma republicana de gobierno. Nuestra forma de gobierno es republicana solamente en parte. El ejecutivo no es electo, sino que es nombrado por el Presidente y está además investido con el poder del veto extraordinario, ajeno a las constituciones estaduales. No participamos en la elección del Presidente, Vice-presidente, Senadores y Representantes al Congreso. Nuestra constitución está sujeta a enmiendas por el Congreso; y, ciertamente, todos estos privilegios son también aquéllos que, los americanos, continentales, invocaron cuando declararon la independencia en la convención memorable de Filadelfia.

«Dice el Presidente:

«’Al contestar el cablegrama sería bueno considerar brevemente las condiciones y tendencias que encontramos en Puerto Rico y lo que la situación de Puerto Rico estoy, así como los pasos por los cuales somos responsables en Puerto Rico, para mejorar las condiciones del país, como las encontramos y como ellas existen troy .

«’No hay conflicto de opinión respecto a la ciudadanía en que encontramos a Puerto Rico. Quizás la mejor autoridad sobre la situación local era el Dr. Cayetano Coll y Toste, quien en un artículo publicado en Puerto Rico en 1897, después de describir el progreso de Puerto Rico, durante los cien años que terminaban en aquella fecha, ha descrito la gran mesa de la población de la Isla’.

«Permítasenos decir con respecto a la fecha del artículo del Dr. Coll y Toste que fue escrito no en 1897, sino en 1892. Debemos añadir que el cuadro negro pintado por el Sr. Coll, fue grandemente exagerado por razón de tratarse de un documento que tenia por intención establecer una censure contra el Gobierno Español en Puerto Rico. El señor Coll, no pudiendo encontrar las raíces del mal, exclamaba:

«’No, no es posible que la zona tropical produzca semejante anemia orgánica; esta carencia del cuerpo y alma es hija de vicios morales y físicos que apesadumbran el espíritu y conducen a nuestros campesinos a tal estado de degradación social’.

«Pero el tiempo es un juez imparcial e irrefutable; y, después de muchos años, dos hombres de ciencia de fama internacional , uno de ellos un médico del ejército americano, los Dres. Ashford y Gutiérrez contestaron la cuestión levantada por el señor Coll y Toste, no por suposiciones, no de una manera teorizante, sino basándose en pruebas y métodos científicos, vindicando al mismo tiempo al campesino puertorriqueño, al jíbaro, del estigma del vicio y de la degradación moral.

«La Legislatura de Puerto Rico le ha dado la más profunda consideración a este problema tan vital, y grandes sumas de dinero fueron dedicadas a la eliminación de la uncinariasis. En el año 1925, dos cientos mil dólares fueron transferidos, de una emisión de bonos, a esa gran obra, además de la suma de $50,000 asignada en el presupuesto para cada uno de los años fiscales 1925-1926 y 1926-27. Con placer reconocemos la cooperación prestada por el Instituto Rockefeller al Departamento Insular de Sanidad, en esta actuación tan importante. Los esfuerzos para controlar esta enfermedad tropical fueron centuplicados de año en año, desde 1917, cuando el pueblo de Puerto Rico controló plenamente la Legislatura insular. Lo mismo pudiera decirse de todas las demás ramas de las actividades gubernativas: instrucción pública, construcción de carreteras, acueductos, alcantarillados, embreado de carreteras, para impedir el polvo y el deterioro rápido bajo condiciones tropical es , construcción de escuelas públicas y otros edificios, desarrollo de la agricultura, fomento de las condiciones de los trabajadores, etc.

«Y permítasenos decir que esa situación que prevalece en las regiones montañosas de Puerto Rico existen por igual en algunas regiones de los Estados Unidos. A tal efecto copiamos de la obra del señor Fleagle, quien a su vez copia a los Dres. Gutiérrez y Ashford en la página 29 de la misma:

«’Opinamos que estos escritores, sin querer acaban de describir la uncinariasis. ¿Es el pueblo español un pueblo perezoso para aquéllos que lo conocen? ¿Eran perezosos los españoles que conquistaron a México, al Perú, a todo Sur América, y quienes constituyeron un poderío tan formidable en la edad media?

«’¿Es parecía, o es enfermedad, lo que en la fecha actual atrae la atención de los ‘Estados Unidos hacia los descendientes de raza inglesa de pura sangre en la cordillera meridional de los Apalaches, en las montañas de Carolina y de Tennessee, regiones de nuestro país donde se observe la predominancia más grande de sangre pura americana,

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despreciada por el negro que la llama ‘Poor white trash’?’ El mismo artículo del Dr. Coll en el que describe el progreso de Puerto Rico durante cien años, muestra que el progreso de la Isla era continuo y persistente. Puerto Rico era un país compuesto principalmente de dueños de pequeñas haciendas; el balance de nuestro comercio externo era siempre favorable a la Isla; el costo de vida era mucho más bajo que lo que es al presente, los trabajadores tenian la oportunidad de cultivar pequeñas parcelas de terreno en beneficio propio, y los absentistas eran casi desconocidos. Y es de gran significación el hecho de que en 1897 la Isla había entrado en una nueva era de libertad con la concesión de una complete autonomía que ponía sus destinos por completo en las manos de los puertorriqueños. ¿Quién se aventura a profetizar lo que, bajo tal régimen de libertad política y económica, hubiera sido el progreso de la Isla en todas las actividades de la vida humane, y que el progreso a realizarse quizás hubiera sido más lento, pero con toda probabilidad hubiera llegado a todas las clases sociales y no a unos pocos, como ocurre en la actualidad, con el resultado de hacer más evidente la diferencia entre millonarios y peones, casi destituídos de las cosas más esenciales para la vida.

«Sobre el problema del absentismo, el Dr. Fleagle, copiando a Weyl, dice en la página 17:

«’Muchos de los dueños ausentes de propiedades puertorriqueñas y muchos de sus agentes en Puerto Rico consideran que la Isla y su población son un campo fértil para la explotación más burda, y miran al pueblo de Puerto Rico con un desdén y un desprecio que son iguales a la ambición con que miran a la Isla. El uso corriente que muchos americanos hacen de epítetos oprobiosos contra los puertorriqueños revelan una actitud que se olvida de la fase humane del problema, pero que sí tome en cuenta que se trata de una población compuesta meramente de peones dispuestos a trabajar por tal o cual precio’.

«Sobre las condiciones económicas la Isla, el Dr. Fleagle dice:

«’En 1897, según demuestra Don Cayetano Coll y Toste en su obra ‘Reseña Histórica de Puerto Rico’, publicada en 1899, había en nuestro país 894,302 habitantes. La riqueza agrícola consistía de 2,095,221 cuerdas, valoradas en $48,694,584.00 y distribuidas en 60,953 fincas. Entonces se dedicaban al cultivo de la caña (al azúcar 61,556; al tabaco 4,267; al café 122,358; a pastos 1,127,086; a frutos menores, 93,508; a otros’ cultivos, 17,176 y a montes y malezas, 664,270.

«’Nuestra riqueza pecuaria consistía de 395,792 cabezas de las cuales 303,612 eran ganado vacuno, y todas tenían un valor de $8,365,515. Nuestra riqueza urbana tenía un valor de $28,867,928.79.

En el año 1927, había más de 240,000 cuerdas del mejor terreno

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dedicadas al cultivo de caña y 85,000 cuerdas al cultivo del tabaco. Estos dos ejemplos son suficientes para demostrar con números la realidad palpable de que Puerto Rico, en perjuicio de sus necesidades domésticas, dedica sus esfuerzos a suplir las necesidades del mercado americano.

Ahora bien, ¿qué se ha hecho de las 60,953 fincas rústicas que servían de medios de vida en 1897 a 394,302 habitantes? El censo de 1920 nos da una idea de la situación. En esta época el número de fincas se había mermado a 41,078, mientras que la población, que necesariamente ha de vivir del producto de la agriculture, como fuente principal, había ascendido a 1,299,809. En la actualidad, el número de fincas es alrededor de 30,000.

«’Antes de la ocupación americana, dice el Presidente, no habían recibido práctica alguna para el gobierno propio o en el ejercicio libre del derecho electoral. Si bien es verdad que había un grupo de hombres educados e inteligentes, la gran mesa del pueblo carecía de experiencia en el gobierno propio y sólo una pequeña cantidad colmaba las medidas como votantes bajo requisitos electorales amplios’.

«Contestaremos este párrafo diciendo que al tiempo de la ocupación americana gozábamos del sufragio universal que nos fue concedido en el año 1897, y diremos también que todos los miembros de la Cámara Baja del Parlamento y una mayoría de la Cámara Alta eran electos por los votantes bajo aquella ley. Diremos que elegimos desde el año 1812 representantes a las Asambleas Constituyentes Españolas en Cadiz, y un puertorriqueño, don Ramón Power, fue seleccionado como uno de los vicepresidentes del aquel parlamento histórico. Participamos en todos los sucesos de la historia constitucional española. En el año 1866 enviamos a nuestros representantes al Gobierno español para informer sobre la cuestión trascendental de la abolición de la esclavitud, y nuestros hombres, dueños ellos de esclavos personalmente, demandaron del gobierno de la metrópoli la abolición inmediata de la esclavitud, con o sin indemnización, con 0 sin reglamentación del trabajo. En las Cortes de 1872 tuvimos 17 diputados y 12 en la Asamblea Nacional de 1873, electos por el sufragio de nuestro pueblo, quienes pidieron la abolición de la esclavitud, petición que, gracias a la poderosa ayuda del ilustre orador y estadista, Emilio Castelar, fue concedida el 22 de marzo de 1873, y no hubo derramamiento de sangre, ni disturbio de clase alguna.

«Y para átbteviar, lo que merece largas páginas, diremos que, al tiempo de la ocupación americana, habíamos elegido y ocupaban asiento en ambas Cámaras del Parlamento Español, senadores y representantes electos por el pueblo, y las asambleas municipales de

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nuestras 72 ciudades y pueblos, la Diputación Provincial; y las dos cámaras de nuestro Parlamento eran electivos, la Cámara Baja en su composición total y la Cámara Alta en su mayoría.

No discutimos lo realizado por el gobierno militar. En conjunto dio crédito a la Nación, sólo que el tercer gobernador militar dio el golpe de gracia al Gobierno autonómico aboliendo el sistema de gabinete por una orden general que trajo consigo la renuncia del primer ministro Luis Muñoz Rivera, rider del Partido Federal y líder de Puerto Rico, así como de todo su Gabinete.

El Presidente dice:

«’Ciertamente que las disposiciones fiscales que gobiernan a Puerto Rico son mucho más liberales que las de cualquier Estado o Territorio. A ningún Estado o Territorio se le ha permitido nunca retener el producto de su Aduana, asi como tener su propio sistema de rentas internas para su propio uso. Pero es también cierto que ningún Territorio en el pasado se ha encontrado en la misma situación que Puerto Rico’.

«¿Cuál era la población y valor de la propiedad de los distintos territorios cuando fueron admitidos a la Estadidad?

«’De los veinticinco Estados admitidos a la Unión, empezando con Vermont en 1891 y terminando con Colorado en 1876, Maine y Kansas sólo tenian unos 100,000 habitantes. Vermont, Kentucky, Missouri y California apenas si tenian 50,000 habitantes. De 1836 a 1837 Arkansas fue admitido con 25,000 y Michigan con 31,000. Desde 1845 a 1848 Florida, Iowa y Wisconsin fueron admitidos a la Unión. Florida con 28,700; Iowa con 43,000 y Wisconsin con 30,900. En 1858 Minnesota fue admitido, basándose en el censo anterior con sólo 7,000 habitantes, y al año siguiente Oregón fue admitido como Estado con sólo 13,200 de población.

«En 1867, Nebraska fue admitida con una población de 28,000, y en 1876 Colorado fue admitido con sólo 39,000.

«’Cuando Arkansas fue admitido tenía $19,000,000 en propiedad tributable; Alabama tenia $24,000,000; Missouri, $22,000,000; Florida, $21,00Q,000; Kansas, $35,000,000; Nevada, $30,000,000; Idaho, $26,000,000; y Wyoming, $23,000,000. Exposición del Sr. Flynn, delegado al Congreso por Oklahoma.

Todas las estadísticos explican por qué el Congreso generosamente otoxgó a Puerto Rico, con una población de 1,396,796 habitantes y una densidad de 407,22 personas por milla cuadrada, cosas que nunca concedió a territorio alguno. El dominio público en los territorios era muy extenso; las sierras de sembradío vastísimas y ricas; los recursos naturales abundantes e inexplotados; la población escasa y

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diseminada en grandes áreas; ningún comercio extranjero, pocos negocios de los cuales pudieran derivarse contribuciones por concepto de licencias y arbitrios; ninguna contribución sobre ingresos, y escasa población escolar.

«El valor de las sierras concedidas a esos territorios cuando fueron admitidos a la estadidad como una ayuda del gobierno federal, grandemente excedía al valor de los recursos otorgádonos por el Congreso, para hacer frente a necesidades y para resolver los problemas de Puerto Rico, que es uno de los países más densamente poblado del mundo entero. Sin duda alguna el Congreso es, y ha sido generoso con Puerto Rico desde un punto de vista económico. Los Estados Unidos nos tomaron bajo su tutela. Los Estados Unidos nos adoptaron y asumieron ante el mundo el deber de velar por nuestro bienestar Tal fin podría llenarse de dos maneras: asignando dinero para llevar a cabo actividades gubernativas de la isle o concediéndonos el uso de todas las rentas que se derivasen de fuentes de Puerto Rico El Congreso siguió el último curve, lo cual fue muy sabio. Puerto Ri¿o afirma que ha usado l os re cursos permitídoles de la mejor manera posible para beneficio de nuestra Isla y el progreso de nuestro pueblo, tal como lo reconocen el magistrado supremo de la nación y todos los gobernadores nombrados y sus predecesores. Esta es la mejor prueba de nuestra capacidad para el gobierno propio, que podemos presentar a nuestros conciudadanos de los Estados Unidos y del mundo.

«Volvemos ahora a otras diferencias de Puerto Rico y los territorios organizados e incorporados, vemos que éstas son:

«Primera: En todos los territorios (excepto en Hawaii y Alaska) siempre se hizo una promesa expresa de estadidad. Esa promesa estaba contenida en la ley para el gobierno de los territorios al noroeste del río Ohio.

«La misma disposición aparece en los tratados con Francia para la compra de la inmensa región llamada la Luisiana Francesa, en el tratado con España para la adquisición de la Florida y el tratado Guadalupe-Hidalgo, con Méjico.

«Segunda: El Gobernador de los Territorios, de acuerdo con la tradicion, siempre ha sido un residente bona fide del territorio

«Tercera: El poder del veto de los Gobernadores de los Territorios

puede ser contrapesado por el voto de las dos terceras partes de ambas Cámaras.

«Dice el Presidente:

«’La Tarifa de los Estados Unidos se extiende a Puerto Rico, y ninguna porción __ seguramente ninguna porción agrícola __ de nuestro territorio está tan favorecida por su tarifa. Y el marcado desarrollo de Puerto Rico bajo la soberanía americana, como se demuestra por el crecimiento de las importaciones y exportaciones, es en parte substancial, debido a este tratamiento arancelario favorable a sus productos’.

«Consideremos ahora cómo la tarifa afecta nuestro pueblo. Sobre el arroz, por ejemplo, el impuesto es de dos centavos por libra. En el año económico que terminó en julio 30, 1928, importamos de los Estados Unidos 174,479,054 libras con un valor de $8,149,433.

«El impuesto de dos centavos representa una carga sobre el desayuno del pobre, de $3,489,581.08. Esto es aplicable a la harina, bacalao, habichuelas, came de cerdo, manteca, maíz y otros artículos de consumo y de vestir general y diarios.

«Desde luego aceptamos que en justa reciprocidad estamos obligados a comprar los artículos americanos a precio doméstico, y no nos quejamos de que nos sea imposible adquirir artículos de manufacture extranjera a no ser que paguemos por ellos precios prohibitivos, porque cuando Estados Unidos protege el azúcar de remolacha de los estados del Oeste, el azúcar de Luisiana y el tabaco de Kentucky, Virginia y las Carolinas, protege al mismo tiempo nuestra azúcar y nuestro tabaco permitiéndonos importarlos libres de derecho de aduana en los Estados Unidos. Pero a nuestro juicio, no es justo que se grave ‘el plato del pobre puertorriqueño’ con un tributo en favor de los productos de los Estados, sobre todo cuando se permite al café barato del Brasil competir, libre de derechos, con nuestro superior producto, con el fin de no gravar ‘la mesa del americano pobre’. El resultado de esto ha sido decrecimiento de la producción del café, que fue en un tiempo nuestro principal producto. Si vendemos ahora nuestro café, es por razón de la llamada valoración del café brasileño. Pero si en la actualidad obtenemos altos precios por nuestro producto, en cambio apenas tenemos producción que vender, y lo que es peor, el café extranjero invade nuestra Isla, exento como está de derecho, compitiendo con nuestro café en los mercados locales, haciéndose pasar por café puertorriqueño. Es claro, pues, que la tarifa actúa de dos maneras: aumentando la producción de azúcar y tabaco, dos terceras partes de la cual está en manos de americanos continental es que han acaparado casi todas nuestras mejores sierras, y disminuyendo la producción del café que es la principal riqueza en manos puertorriqueñas.

«En el 18~7, nuestra vida sencilla dependía de una agricultura productora de artículos de consumo doméstico en su mayor parte, que ofrecía oportunidades de trabajo y explotación durante todo el año y a la vez la satisfacción de las necesidades del pueblo a un precio compatible con el jornal que se pagaba entonces. Nuestra revolución agrícola ha traído, como consecuencia de la concentración un mercado inaccesible al obrero y una gran merma en las oportunidades para empleos, por ser las mayores actividades agrícolas de tal naturaleza que no ofrecen al campesino trabajo estable, de modo que no solamente está peor nuestro trabajador de ahora que nuestro trabajador de entonces, porque el poder adquisitivo de su jornal es menor que el poder adquisitivo de jornal de entonces, sino también porque ahora no puede trabajar más de cinco o seis meses al año, si es que tiene esa oportunidad.

«A nuestro juicio, el problema económico más grande que tiene ante si el pueblo de Puerto Rico es el problema del desempleo que va directo al hogar puertoriqueño y repercute en el comercio, en la pequeña industria y hasta en nuestras más insignificantes actividades sociales

«El ejemplo específico de esta situación con respecto a la inaccesibilidad del mercado doméstico al trabajador, puede ofrecerse tomando como medio la leche que dicho sea de paso no alcanza, de acuerdo con los récords del Departamento de Agricultura y Trabajo, a una cucharada por persona en Puerto Rico, teniendo que importar de Estados Unidos leche condensada por un valor aproximado de 1,500,000 dólares anuales. Con los 37 centavos del 1897, podía el obrero comprar 20 litros de leche, con los 80 centavos de 1927, sólo puede el obrero comprar en San Juan 4 litros y en la isla 5. De modo que los 37 centavos de 1897 valían para ese efecto, cuatro veces más que los 80 centavos de 1927.

«Podríamos hacer pruebas con diferentes artículos de primera necesidad y no sería difícil llegar a la conclusión de que en promedio, tomando en consideración los respectivos mercados, el jornal de 1897 era mucho más alto que el jornal de 1927. Si agregamos a esto el hecho de que había mayores oportunidades, menos población y más estabilidad, tenemos que admitir que nuestra situación económica, desde el punto de vista del bienestar social, en los que afecta más cerca a la vida de un pueblo, era mucho mejor en la época que menciona el Presidente que en esta época de progreso para unos pocos y de miseria para los demás.

«Agrega el Presidente:

«’Ciertamente, el traer a Puerto Rico mayor libertad de la que jamás ha gozado y poderes de gobierno para el ejercicio de los cuales su pueblo está escasamente preparado, no puede decirse con propiedad que sea el establecer allí una colonia sojuzgada’.

«’No es nuestro deseo dejar la impresión de que todo progreso en Puerto Rico se debe a los americanos del continente. Sin la cooperación alguna y otras con sueldos que fluctuaban entre 10 a 25 dólares al mes. El número de los que trabajaron gratuitamente excedió al número de los que fueron retribuidos.

<<‘La iliteracia en Puerto Rico se ha reducido en 25 años de un por ciento de 83 a 40 en el presente. Con la continuación de este trabajo entre los adultos analfabetos y en continuo aumento del número de aquellos que gozan regularmente de los privilegios de la escuela, el por ciento de iliteracia en Puerto Rico será muy pronto tan bajo como lo es en algunos Estados de la Unión’.

«¿Qué Territorio, al ser admitido como Estado, tuvo un por ciento menor de iliteracia que Puerto Rico? Luisiana tenia en el ano 1913 después de un siglo de admitida como Estado, un veinte y nueve por ciento de iliteracia. ¿Había menos iliteracia en las trece colonias que en Puerto Rico cuando se firmó la Declaración de Independencia.

«¿Y qué diremos de las Repúblicas Latinas? Nosotros estamos dispuestos a someternos a cualquier prueba a que el Congreso quiera someternos. No porque seamos pequeños, débiles y pobres, dejamos de tener derecho a saber qué reserve el futuro a nuestros hijos. Necesitamos un ideal político que alcanzar para que la esperanza reemplace el desaliento. No somos pesimistas. No vemos ninguna ambición humana razonable más allá del horizonte de nuestro pueblo. Pero ¿qué quiere decir razonable? ¿Es la Estadidad razonable?

«A juzgar por las manifestaciones de estadistas americanos de alta importancia, la Estadidad es completamente imposible. Algunas personas han deducido la misma conclusión de la carta del Presidente. Encontramos de vez en cuando en la prensa americana y en las palabras de algunos americanos bien dispuestos hacia nosotros, algunos de ellos en posiciones oficiales, manifestaciones genéricas en favor de la Estadidad para Puerto Rico; pero aparte de estas expresiones esporádicas, es lo cierto, y así debemos consignarlo con entera franqueza, que después de 30 años de Gobierno Americano, el problema de nuestro status definitivo no ha recibido la merecida consideración de la Administración Nacional, de los Partidos Políticos, de los hombres de estado americanos, de la prensa, y del pueblo americano en general. Una comunidad compuesta de millón y medio de ciudadanos americanos de adopción, que ha recibido el precioso legado de una noble y antigua cultura, sembradora de cimientos de democracia en todo el continente americano, sin excluir la porción norte del mismo, tiene derecho ciertamente, a saber cuál ha de ser su futuro status político y a interrogar al pueblo americano qué lugar nos corresponde en la Unión de comunidades libres que forman la Gloriosa Constelación Americana.

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«Algunas de las opiniones contrarias a la incorporación de Puerto Rico, y favorable muchas de ellas, a un status especial tal como lo proponemos, han sido recogidas por el eminente jurista Puertorriqueño Luis Muñoz Morales en su opúsculo ‘El Status Político de Puerto Rico’, 1921, y de dicha obra transcribimos lo siguiente:

«<‘H. Teichmueller (de Tejas) en un artículo titulado, ‘La Expansión y la Constitución’, publicado en The American Law Review en el año 1899, No. 2, pág. 202, refiriéndose al Tratado de París, dice:

«’¿Dónde podremos encontrar autoridad para retener como colonias dependientes, territorios que jamás llegarán a ser parte de nuestra Unión como Estados, y para gobernar millones de hombres como súbditos, por métodos extraños a los principios de nuestra organización política? Para obrar de buena fé y en armonía con nuestros principios políticos y el genio de nuestras instituciones, deberíamos ahora invitar a los habitantes de esas islas a organizar sus propios gobiernos bajo nuestro protectorado, y cuando lo hayan realizado, reconocerlos como Estados independientes’.

«’Mr. John Bradley Thayer, profesor de Derecho de la Universidad de Harvard, en un artículo bajo el epígrafe ‘Our New Possessions’, publicado en The Harvard Law Review en febrero de 1899 (12 Harr. Law Rev. 404,) trace un resumen de sus conclusiones en los siguientes enérgicos términos:

«’Jamás deberá admitirse en la Unión ningún Estado extra-continental; esto es una idea intolerable, y me agrada observar que se ha propuesto en el Congreso inserter en el estatuto de Hawaii la declaración expresa de que no será admitido en la Unión. Lo mismo debe hacerse con las demás isles’.

«’~r. Alpheus H. Snow., en su obra titulada The Administration of Dependencies publicada en 1902, pág. 593, expresa su opinión en los términos siguientes:

«’Todas las dependencias insulares de la Unión, incluso Alaska, están probablemente destinadas a no ser nunca incorporadas como Estados de la Unión, porque es mejor para ellas y para la Unión permanecer para siempre en una relación de dependencias de la Unión’.

« Para terminar estas cites, vamos a mencionar la de otro Presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, que se expresa diciendo:

«’Las Dependencias. Con la adquisición de Puerto Rico y las Filipinas como resultado de la guerra con España, los Estados Unidos adquirieron ti¢iras no contiguas ya habitadas por pueblos que difieren de nosotros eh»idioma, costumbres e instituciones. Contrario a lo sucedido con los otros territorios antes adquiridos (excepto Alaska y Hawaii) las posesiones insulares no están adaptadas para el progresivo desenvolvimiento de Territorio 0 Estado. Ellas son dependencies y

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deberán permanecer (will remain) como tales hasta que alcancen el desarrollo necesario para llegar a ser independientes o autónomas (independent or self-government)’ The State, pág. 357.

«Añadamos a esto lo siguiente:

«H. C. Wells en su obra Ontline of History, Tomo IV, página 1203, dice:

«’No es probable que Puerto Rico y Filipinas se conviertan en Estados de la Unión. Es mucho más probable que se conviertan en estados libres dentro de una alianza que comprenda así los pueblos de habla inglesa como los latinoamericanos’.

«En la misma página reproduce las siguientes palabras del Presidente Theodore Roosevelt sobre las Filipinas, aplicables a Puerto Rico:

«’Nosotros estamos gobernando y hemos gobernado las islas en interés de los filipinos mismos. Si después de un tiempo oportuno los filipinos decidir que no desean ser gobernados de este modo, entonces yo confío que los dejaremos.

«’Esta es una perspectiva enteramente diferente a la orientación de los Ministerios de Negocios Extranjeros o Coloniales de Inglaterra y Francia; pero no es muy diferente del espíritu que creó los dominios del Canadá; Africa del Sur y Australia, y que dio vida a tres proyectos concediendo el gobierno propio a Irlanda. Esta es la más antigua y característica tradición inglesa de la cual se derive la Declaración de Independencia. Ella elimina, sin discusión, la detestable idea de los ‘pueblos subyugados’.

«La plataforma de la vigésima séptima conferencia anual de Mohonk Lake (N. Y.) adoptó la conclusión siguiente:

«’Esto no significa necesariamente que han de llegar esas posesiones insulares a una definitiva constitución de Estado, ni tampoco a una definitiva declaración de Independencia. Esto puede significar, la autonomía (self:government), bajo el protectorado americano y sujeto a la soberanía americana’.

«El notable publicista Dr. Lyman Abbott en la Revista The Ontlook (Noviembre 6 de 1909) comenta así dicha plataforma:

«’Con todo lo que esta plataforma afirma, The Ontlook se halla en perfecto acuerdo. Pero este periódico está preparado para decir aún más de lo que la Conferencia de Mohonk Lake ha manifestado por unanimidad.

«’Nosotros no creemos que nuestras posesiones insulares puedan llegar algún~dia a ser Estados de la Unión Americana. No creemos

que cuando se hallen preparados esos países para recibir la independencia la soliciten, ni tampoco creemos que se les deba obligar a aceptar la independencia. Creemos que su actual forma debe modelarse

de modo tal que conduzca a una constitución definitiva y sujeta a la soberanía americana. Creemos que esto es lo que la mayoría de las más sesudos ciudadanos de Puerto Rico y de las Isla Filipinas desean’.

«En su Mensaje al Congreso el día 18 de diciembre de 1912, el entonces Presidente de los Estados Unidos, señor Taft, se expresó en los siguientes términos:

«’La no concesión de la ciudadanía americana hasta la fecha, continúa siendo el único motivo de descontento. Un proyecto de ley concediendo la cindadanía pasó en la Cámara de Representantes y actualmente espera acción por parse del Senado. Estoy decididamente en favor de la aprobación de esta fey. Pero deberá recordarse que la solicitud debe estar, y en la mente de la mayoría de los puertorriqueños está, absolutamente separada de cualquier idea de Estadidad. Creo que ni en los Estados Unidos ni en Puerto Rico existe opinión pública, demostrada y sustancial, que considere la Estadidad como última forma de relaciones con nosotros. Considero que el fin hacia el cual deben dirigirse los esfuerzos es el de la más amplia concesión de gobierno propio en lo político y lo económico, con la ciudadanía americana como lazo entre ambos pueblos. En otras palabras; una forma de relaciones análogas a las que existe actualmente entre la Gran Bretaña y las colonias autonómicas, como Canadá y Australia’.

«De una entrevista celebrada por el Hon. Elihu Root, siendo Secretario de Estado, con el National Republican Committeeman:

«’Ustedes tienen una civilización más antigua, pero distinta que nosotros; el concepto de ciudadanía y otros principios fundamentales de la vida, lo miran ustedes __ romanos al fin de modo distinto que nosotros los sajones, y hasta ciertos principios morales son considerados de distinta manera por ambos. No tenemos en común más que una gran dosis de buena voluntad por ambas partes, pero eso no es suficiente, eso no puede llenar la ancha y profunda brecha que existe entre ambas razas, sin contar la ya existente por la misma naturaleza. Este país nuestro va siendo cada vez más grande, y los problemas internos se multiplican constantemente y apenas podemos dar atención a estas cosas nuestras. Pues si esto es así, ¿Con qué derecho pretendemos gobernar a un pueblo a mil y pico de millas? Sin preguntar a Ud. tengo la certeza de que estamos gobernando a ustedes mal, porque tenemos que confiar ese gobierno a una distancia tan larga a hombres que no sabrán seguramente entenderlos a ustedes, y la misma lógica nos está diciendo que por mal que ustedes lo hagan, siempre lo harán mejor que esos hombres que les enviamos. No esperen ustedes nunca a ser un Estado de la Unión; hemos terminado con los últimos Territorios contiguos, haciéndolos Estados. Alaska está tan despoblada, que cuando llegue a tener población suficiente

será atendido por nuestros hijos o nietos.

«’Hawaii será una República algún día. Puerto Rico no puede sustraerse a la lógica de las cosas, y también debe ser una República con un protectorado americano para que no tengan ustedes que preocuparse de las naciones extranjeras y gastar en armada y milicia’.

«El Hon. William A. Jones, Chatrman del Comité de Asuntos Insulares de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, y cuyo nombre lleva nuestra Ley Orgánica, se expresó en los siguientes términos:

«’Ningún partido político ni ningún periódico de importancia ha favorecido la Estadidad, según mis informes. Si Puerto Rico fuera admitido como Estado habría dos senadores, y por lo menos, media docena de representantes puertorriqueños, y existe el temor de que pod-2an tener un influjo decisivo en el Congreso de los Estados Unidos y prácticamente hacer leyes para el gobierno de los Estados Unidos. Por esta razón creo que no hay opinión a favor de la Estadidad en Estados Unidos’.

<<Tenemos conciencia del deber que nos corresponde de ayudar a la nación a resolver el problema de nuestro status, sugiriendo un plan de gobierno mediante el cual pueden reconciliarse y armonizar los intereses nacionales e insulares, los atributos de las soberanía americana y los derechos y dignidad del pueblo de Puerto Rico.

<<No estamos reclamando del pueblo americano que nos concede ni Independencia ni Estadidad. Si se ofreciere ahora la Estadidad a nuestro pueblo, creemos honradamente que Puerto Rico no rehusaría, no podría rehusar el honor que la Estadidad significa, a pesar de las dificultades económicas que llevaría consigo, las cuales resolveríamos con la ayuda del Congreso. Si se nos of reciera la Independencia, aceptaríamos la Independencia, en las mismas condiciones que Cuba, nuestra hermana. Pero estamos sugiriendo como transacción de estas soluciones extremes, una forma de gobierno que no es ni la Estadidad ni la Independencia, pero participa de ambas formas, con las ventajas de ambas, y sin las desventajas de ninguna.

«Limitamos nuestras aspiraciones del presente a la concesión de un Gobernador electivo, dejando al Presidente el poder de separarlo, por justa cause. Nos demos cuenta de las objeciones que puedan presentarse per’ concedernos intervención en asuntos de naturaleza puramente nacional; pero en compensación a esta restricción, y a cause de nuestras peculiares condiciones, solicitamos, no la facultad de decretar nuestra tarifa, poder que nos concedió la Carta Autonómica, sino solamente autoridad para reducir la tarifa nacional sobre artículos alimenticios en su estado natural, con el fin de poner los mismos al alcance del pueblo trabajador; así como la facultad de aumentar los

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tipos de la tarifa sobre productos similares a los de nuestro suelo, que no se producir en los Estados Unidos continentales y que no están protegidos por la tarifa nacional. Solicitamos que la jurisdicción de la Corte Federal en asuntos civiles se limite a los pleitos en que surjan controversias sobre la interpretación de la Constitución Federal o de la Constitución de Puerto Rico; y también pedimos que se invista a la Corte Suprema con la jurisdicción federal., tal cual sucede en los Territorios, por estar compuesta dicha corte en su totalidad de jueces nombrados por el Presidente con el consentimiento y consejo del Senado de los Estados Unidos, lo que constituye una garantía absoluta de los poderes soberanos de la Nación.

«Pedimos que, como sucede en las Islas Filipinas, las leyes aprobadas por el Congreso no rijan en Puerto Rico, a no ser que se adopten por nuestra Asamblea Legislativa, en razón a que no participamos en la aprobación de dichas [eyes. Sugerimos que la Contribución de Rentas Internas sobre artículos importados se cobren por los funcionarios del Servicio de Aduanas y de Correo, bajo la dirección del Tesorero de Puerto Rico. Como las leyes que regular el comercio entre estados, no rigen en Puerto Rico, pretendemos el derecho de legislar regulando el comercio y que se nos den amplias facultades para hacer frente a los problemas del absentismo y de los latifundios. Deseamos también que entre en vigor nuéstra ley local de quiebras, que se halla en suspenso por la vigencia de la Ley Federal, y que se concede jurisdicción a nuestras cortes en esta materia, con el fin de proteger nuestro comercio contra los gastos prohibitivos de los procedimientos de esta clase en la Corte Federal.

«Objetamos el veto absoluto del Gobernador, aún en el cave de que fuera electivo. Creemos en el principio americano de investir a las dos terceras parses de ambas cámaras con el poder de pasar sobre el veto del Gobernador. Objetamos, además, al extraordinario poder conferido al Gobernador de eliminar partidas del presupuesto y de reducirlas sin someter sus objeciones a la Legislatura, y queremos que se concede a ésta el poder de neutralizar el veto del Gobernador por el voto de dos terceras países de ambas Cámaras. También objetamos el presente sistema de poner en manos del Comisionado de Instrucción y del Auditor, material puramente legislativas. Objetamos la limitación del 5 por ciento de la capacidad prestataria de los Municipios, porque ya se había alcanzado ese límite por un gran número de gobiernos locales, cuando el Congreso aprobó esa restricción. Queremos un Gabinete totalmente nombrado por el Gobernador con el consentimiento del Senado. Deseamos que todos los jueces de la Corte Suprema sean nacidos en Puerto Rico, y también que los recursos por cause de errores contra las decisiones de la Corte Suprema de Puerto Rico se lle

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ven ante la Corte Suprema de los Estados Unidos, y no como al presente ante la Corte de Circuito de Apelaciones del Primer Circuito, y solamente en aquellos caves en que se conceder tales recursos contra las decisiones de las Cortes Supremas de los Estados. Reclamamos la facultad de regular la manera de seleccionar la judicatura, y también el poder de organizar la Comisión de Servicio Público. Reclamamos para la Cámara de Representantes el poder de acusar ante el Senado, presidido por el Juez Presidente de la Corte Suprema, a todos los funcionarios de Puerto Rico sujetos a acusación, de acuerdo con el espíritu de la Constitución Federal, sin excluir al Gobernador. Y por último, y no lo de me nor i mportancia , aspiramos a que no se enmiende nuestra Constitución, después de aprobada por el Congreso, sin el consentimiento del pueblo de Puerto Rico. Sabemos perfectamente que nuestra Constitución, no siendo una Constitución estadual, en un sentido constitucional extricto no constituyendo un pacto entre la Unión y Puerto Rico, podría ser enmendada por el Congreso, cuya autoridad no podría ser limitada en ningún respecto por nuestra Constitución; pero confíamos en la rectitud y justicia del Congreso, y sabemos que una disposición inserta en nuestra Constitución, disponiendo que la misma no sea enmendada sin el consentimiento del pueblo de Puerto Rico, se considerará por el Congreso del mismo modo que si ese precepto estuviera contenido en la propia Constitución Federal. Sería ésta una garantía de tan alto carácter moral, que nuestro pueblo no vacilaría en aceptarla. Por esta misma razón, nos someteríamos gustosos al poder del Congreso para revisar las leyes aprobadas por nuestra Legislatura.

¡«Puerto Rico tendría casi todos los derechos y privilegios de que gozan los Estados, excepto representación nacional, y tendríamos además ciertos poderes locales adicionales justificados por nuestra situación peculiar. Estaríamos asociados a la Unión, pero no incorporados a ella. De este modo ambos pueblos permanecerían unidos por una bandera común, por una común soberanía, por una común ciudadanía. Estaríamos mutuamente ligados, por los lazos de recíprocos intereses, aspiraciones y afectos; y Puerto Rico estaría en posición de constituir el istmo espiritual entre las Américas, el fundamento del puente de ideales entre los dos continentes, las dos razas y las dos civilizaciones del Hemisferio Occidental. Esta es nuestra respuesta a la interrogación formulada por el Supremo Magistrado de la Nación.

«’Cerca de un mes después de haberse tomado esta medida del 1917, cono¿ida como el Acta Jones, que dio al pueblo de Puerto Rico los derechos completos de la ciudadanía americana, nuestro gobierno declaró la guerra a Alemania. Estos nuevos ciudadanos, por medio de sus representantes, no vacilaron en expresar su lealtad y en aceptar

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las responsabilidades del periodo de la guerra. La Ley de Reclutamiento fue mantenida de buen grado y en poco tiempo, más de 15,000 jóvenes puertorriqueños estaban en los campamentos militares. Cuando la guerra terminó, más 25,000 puertorriqueños habían vestido el ‘uniforme, comandados en su mayor parte por oficiales puertorriqueños, y la instrucción militar dio resultados excelentes en el desarrollo físico y mental de estos jóvenes. Ahora mismo (abril 1921) se nos dice que la Guardia Nacional de Puerto Rico está a la cabeza de los Estados y Territorios en cubrir la cuota asignadas por el Departamento de la Guerra’.

«Ha habido la natural vacilación para recordar y tratar nuestra participación en la guerra, pero Puerto Rico tiene derecho también a un buen nombre en sus relaciones con los Estados Unidos.

«’Concediendo a la Isla un gobierno de forma republicana bajo la jurisdicción de los Estados Unidos, el Congreso y el Presidente demostrarán al mundo y también a Puerto Rico, que no hay disposición en Estados Unidos, y ciertamente no la hay de mi parse, para desalentar ninguna aspiración razonable del pueblo de Puerto Rico’, como dice el Presidente.

«Siguiendo este consejo, circunscribimos nuestras ambiciones políticas a límites justos y razonables. De acuerdo con el plan de gobierno que sugerimos, el siguiente párrafo con que cierra el Presidente su carta, quedaría plenamente justificado:

«’No es irrazonable sugerir que el pueblo de Puerto Rico, siendo como es, parse del pueblo de los Estados Unidos, progresará con el pueblo de los Estados Unidos, más bien que aislado de la fuente de donde ha recibido prácticamente su única esperanza de progreso’.

«Estaría justificado, porque no es nuestro deseo estar aislados de los Estados. Al contrario, buscamos la asociación con ellos; pero asociación implica igualdad, coordinación y no subordinación, igualdad y perfecta asociación, que serían factibles mediante la forma de gobierno que indicamos, dejando el progreso futuro moldear la forma de asociación definitiva entre los Estados Unidos y Puerto Rico. Aspiramos a establecer vínculos cada vez más estrechos entre los dos pueblos, fundados en buena voluntad, mutuos intereses y perfecta inteligencia.

«Permítanos, para terminar, evocar como inspiración para ambos pueblos, el americano y el puertorriqueño, las imperecederas palabras de Abrahán Lincoln, que con tanta propiedad y precisión resumen el espíritu de las instituciones e ideales americanos: ‘Sin malicia para nadie, con cariño para todos, firmes en la razón, según Dios nos

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la da a comprender, continuemos hasta el fin la obra comenzada.’ «Antonio R. Barceló Presidente del Senado. <<José Tous Soto «Presidente de la Cámara»

El mensaje del Presidente Coolidge, lo mismo que la respuesta de los líderes puertorriqueños, tuvieron profuse publicidad en Puerto Rico y en toda la prensa nacional norteamericana, y las verdades completes y medias verdades que se dijeron unos a otros en tan importantes documentos, fueron objeto de vívido y diverso comentario en la prensa norteamericana y en l as esferas congresionales y administrativas de Wáshington. Empero, no mejoraron de momento las relaciones del Gobierno de Wáshington con el liderato puertorriqueño ni la polémica creó ambiente propicio para ampliar las libertades de Puerto Rico.

6

Se acercaban las elecciones generales en Puerto Rico de 1928. El propósito aparente de la Alianza de unir a los puertorriqueños, como proclamaban sus fundadores, no prendió en la conciencia del país. Al contrario, había ya un sordo clamor por nuevo liderato político en el Gobierno. Los acontecimientos no lograron quebrantar la coalición de los partidos Socialista y Constitucional Histórico (Republicano Puro), prestos estos partidos a enfrentarse otra vez en la ureas con la Alianza Puertorriqueña. La Alianza a la vez estaba hostilizada también por un grupo llmado Liberal compuesto de viejos Unionistas como Cayetano Coll Cuchí, Alfonso Lastra Chárriez y otros, en abierta campaña derrotista contra la Alianza. También hostilizaban a la Alianza la Fuerzas Vivas, y una activa campaña de tribune del Partido Nacionalista.

Se recordará que al formarse la Alianza Puertorriqueña en 1924 no se hizo fusión oficial de los partidos integrantes de ella, o sea ei Unionista y el Republicano Puertorriqueño. La Alianza acudió a los comicios de 1924 como una coalición de estos dos partidos, con candidatos comunes. Pero distinto a los partidos que formaron la llamada Coalición, o sean el Socialista y el Constitucional Histórico (Republicano Puro), que mantuvieron cada uno sus propias organizaciones activas e independientes, los partidos de la Alianza recesaron en sus propias organizaciones, constituyendo un Directorio o dirección central con miembros de ambos partidos, e igualmente organismos locales. Sin embargo, nunca hubo asamblea para fundir en uno a los partidos

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de la Alianza. Sin hacerse tal fusión, el liderato Aliancista mantenía la ficción de que la Alianza era un nuevo partido. Mediante un acuerdo del Directorio Aliancista’ Barceló y Tous Soto, como co-presidentes, desde el año 1925 inscribieron en la Secretaría Ejecutiva a la Alianza como si hubiera sido un partido unitario, con una insignia nueva común (una balanza), pero reteniendo los nombres, con el de la Alianza, de los partidos Unión de Puerto Rico y Republicano Puertorriqueño. Esto último se hacía para que ningún otro partido, dentro de las disposiciones de la ley electoral, pudiera usar los nombres de Unión de Puerto Rico o Republicano, en todo ni en parte. Luego ambos partidos de la Alianza, mediante una enmienda acomodaticia a la ley electoral, por fiat legislativo, en 1927, se unieron a los fines electorales en uno, llamado ahora la Alianza Puertorriqueña de los partidos Unión de Puerto Rico y Republicano Puertorriqueño, lo que quedó después rati~icado, no en asambleas de los partidos Unionista y Republicano separadamente, sino en asamblea general de la Alianza celebrada en San Juan el 26 de agosto de 1928. En esta asamblea, se aprobó la idea de pedir que Puerto Rico ingresara en la Unión Norteamericana como un Estado especial, mediante una enmienda a la Constitución de Estados Unidos , idea originalmente sugerida por el Gobernador Towner. El programa adoptado por la Alianza en esta asamblea de 1928, en su aspecto esencial de carácter político, decía así:

Status Definitivo

«La Alianza Puertorriqueña, genuine representación del pueblo de Puerto Rico, por órgano de su Asamblea Constituyente en sesión conjunta con el Comisionado Residente en Estados Unidos, 17 senadores de los 19 que forman la Cámara Alta y 35 representantes de los 39 que constituyen la Cámara Baja, solicita del pueblo de Estados Unidos, a nombre del pueblo de Puerto Rico, con el fin de solucionar el status de Puerto Rico, armonizando los intereses nacionales con la dignidad y las condiciones económicas de Puerto Rico, una enmienda constitucional autorizando al Congreso para admitir estados descontiguos o ultramarinos, con los mismos derechos que los demás estados, con las variantes siguientes:

«1. Los Senadores y Representantes tendrán voto solamente en los asuntos que atañan a sus respectivos Estados;

«2. Las leyes estatutorias de los Estados Unidos no tendrán vigor en dichos Estados, si no se adoptasen por sus respectivas legislaturas;

«3. Las cláusulas de la Constitución sobre gran jurado, pequeño jurado, comercio, derechos de aduana, importaciones y exportaciones, contribuciones, rentas internal y prohibición, no regirán en dichos Estados; a no ser que se incorporen en sus constituciones;

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«4. Los artículos del suelo y de la manufacture de los Estados Unidos entrarán libres de derechos en los Estados descontiguos y ultramarinos; y. recíprocamente, los artículos del suelo y manufacture de éstos entrarán libres de derechos en los Estados Unidos.

«Status Provisional

aLa Alianza Puertorriqueña solicita del pueblo de Estados Unidos, a nombre del pueblo de Puerto Rico, que se reconozca al pueblo de Puerto Rico el derecho de formar su propia constitución, de forma republicana, o sea, dimanando todos los poderes de la voluntad del pueblo, quedando reconocida de este modo la soberanía del pueblo de Puerto Rico, en sus asuntos internos, coexistente con la soberanía de los Estados Unidos en los asuntos internacionales.

«Justificación de las férreas teorías políticas Aliancistas

«1. Puerto Rico es una Isla de 3,435 millas cuadradas, con una población en 1925 de 1,398,796 habitantes, situada a más de 1,300 millas de Estados Unidos, descubierta en 1492, colonizada en 1508, con una civilización hispana de más de cuatro siglos, densamente poblada (407/22 por milla cuadrada) de habla española, cerrada a la inmigración del Continente, al contrario de lo ocurrido en los 32 Territorios incorporados a la Unión en el curve de su historia

«2. La aplicación a Puerto Rico del sistema fiscal vigente en los Estados, privaría a la Isla de recursos imprescindibles para el desarrollo de la instrucción pública, sanidad, beneficencia, obras y otros servicios públicos.

«3. La tarifa nacional no protege al café de Puerto Rico, que en un tiempo fue su principal riqueza, y debe volver a serlo, por depender de ella la vida de su población rural, o sea el 90 por ciento de sus habitantes, y el mantenimiento de sus reserves forestales y por ser la mejor y más difusamente distribuída.

«4. La tarifa nacional grave con derechos prohibitivos artículos alimenticios crudos que constituyen la base de la dicta de nuestra población, y que estamos obligados a importar por el acaparamiento de nuestras mejores sierras por las corporaciones agrícolas y tabacaleras.

«5. El equilibrio de la Unión mantenido mediante la igual representación de les Estados en el Senado, podría perturbarse con la ingerencia de| los votos de los Senadores de Puerto Rico en asuntos puramente nacionales.

«ó. La representación de Puerto Rico en la Cámara de Representantes sería actualmente de 7 Representantes, o sea mayor que la de 21 Estados, y esta preponderancia de nuestro pueblo podría inspirar recelos a dichos Estados.

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«Apelación al pueblo de Estados Unidos.

«Puerto Rico se da cuenta exacta de que habiendo sido por los designios providenciales el último eslabón de la colonización española en América, está llamado a ser también, el istmo espiritual que una las Américas; y para la realización de misión tan alta, el pueblo de Puerto Rico solicita del pueblo de los Estados Unidos que le confiera la necesaria autoridad moral, consagrando su derecho al libre desenvolvimiento en el orden político.

«Sobre esta base, la Alianza Puertorriqueña, que tan alta misión habrá de cristalizar en los nobles y justificados deseos del pueblo puertorriqueño y corresponde, para robustecerles y hacer posible su realización, la cooperación moral del pueblo de los Estados Unidos.

«Declaramos, sin embargo, que el sentimiento de la independencia es noble; y santo; y que sería el último reducto de la dignidad de nuestro pueblo, si fuere condenado a languidecer en un estado de inferioridad política incompatible con su honor y con el honor de América.

«Aspiración inmediata, referéndum

«La Alianza Puertorriqueña enarbola como bandera en la presente juste comicial, para que su triunfo constituya un referéndum del pueblo de Puerto Rico ante el pueblo y Gobierno de Estados Unidos, la siguiente:

«1. Gobernador elegido por el voto del pueblo; todos los Jefes de Departamento nombrados por el Gobernador, con el consentimiento del Senado de Puerto Rico.

«2. Facultades amplias y efectivas concedidas a la Legislatura de Puerto Rico, para regular el dominio y posesión de la sierra y controlar la emigración de las riquezas en la sierra producida.

«Relaciones con la Administración Nacional.

«La Alianza Puertorriqueña trace suya la carta del Presidente del Senado y Speaker de la Cámara de Representantes al Hon. Félix Córdova Dávila, Comisionado Residente de Puerto Rico en los Estados Unidos, de dos de abril de 1928, con motivo de la dirigida por su Excelencia Calvin Coolidge, Presidente de los Estados Unidos, al Hon. Horace M. Towner, Gobernador de Puerto Rico, así como el discurso de nuestro Comisionado Residente pronunciado en la Cámara de Representantes, ep relación con el mismo asunto.

«3. Partidos Políticos Nacionales.

«A. La Alianza Puertorriqueña deplore que el Partido Republicano Nacional no mencione siquiera a Puerto Rico en su plataforma de Chicago de 1928′ siguiendo el precedente del silencio establecido en sus anteriores convenciones celebradas con asistencia de los delega

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dos de Puerto Rico. Consideramos, sin embargo, afortunado que la Convención rechazara la proposición de insertar en la plataforma la promesa de incorporar a Puerto Rico como un Territorio presentada por los delegados de la fracción disidente del Partido Republicano Puertorriqueño denominada Partido Constitucional Histórico y actualmente Socialista Constitucional, por ser tal proposición atentatoria a la vida, libertad y dignidad del pueblo de Puerto Rico, que rechaza una semejante fórmula de inferioridad política: no concediéndonos ningún derecho que no tengamos actualmente, garantizado por la propia Constitución de los Estados Unidos en vigor en Puerto Rico, según la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos en el caso de Balzac. En cuanto es localmente aplicable, nos quitaría las rentas de aduanas, y nos impondría las leyes de rentas internas de Estados Unidos, incluso la de income tax, restándonos los ingresos derivados de estas fuentes, sin los cuales no podríamos sostener los gastos que demanda la instrucción, la salud y el bienestar de nuestro pueblo.

«B. Denunciamos, por tanto, la aberración política de nuestros adversarios los socialistas-históricos al insistir en convertir a Puerto Rico en Territorio incorporado como Alaska y Hawaii, o lo que es igual que se extienda a la Isla la Constitución en toda su integridad, porque ésta rige en Puerto Rico, al igual que dichos Territorios, en todo lo que no es en detrimento de nuestras finanzas y de las facultades de nuestro Pueblo para regular el grande y pequeño jurado, y el sufragio femenino.

«C. Aplaudimos la declaración de la plataforma del Partido Democrata, en lo que atañe a Puerto Rico, concebida en estos términos:

«’Favorecemos la concesión a Puerto Rico de una forma tal de gobierno territorial que sea compatible con las condiciones económicas presentes de la Isla y satisfaga las aspiraciones de su pueblo’, por entender que el gobierno territorial así definido deberá permitirnos retener todas nuestras rentas públicas, para que se acomode a nuestra situación económica, y elegir nuestro propio gobernador para que se inspire en las aspiraciones de nuestro pueblo, o sea, la presente Carta Orgánica, que es la de un Territorio no incorporado, con las enmiendas propuestas por la Legislatura en su Resolución Conjunta número seis de 19 de agosto de 1921, que esta convención trace suya».

La mayoría Aliancista en la Legislatura Insular, aprobó un proyecto, convertido en ley por el Gobernador Towner, disponiendo que ya fundidos en uno solo los partidos de la Alianza, se prohibía otra

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vez que los electores votaran a la vez por candidaturas comunes de dos o más partidos, para impedir el voto de candidaturas comunes de otros partidos y especialmente de los partidos de la Coalición. De esa manera se elaboraban entonces leyes electorales por caprichos y conveniencias del momento, para favorecer a unos partidos y perjudicar a otros.

El 4 de julio de 1928 se celebraron en San Juan asambleas generales simultáneas de los partidos Socialista y Constitucional Histórico (Republicano Puro). La asamblea Socialista se celebró en el Ateneo Puertorriqueño, presidida por Santiago Iglesias; y la Republicana Pura se celebró en el Teatro Municipal de San Juan, presidida por Martínez Nadal. Ambas asambleas acordaron entusiastamente reanudar el pacto electoral para las elecciones de 1928. Aunque algunos líderes del Partido Republicano Puro favorecían la fusión de ambos partidos, esta idea nunca tuvo ambiente en el Partido Socialista, que quiso siempre mantener su personalidad propia. El pacto se hizo de manera que cada uno de los partidos, Republicano Puro y Socialista, nominara uno de los dos candidatos a Senadores por los siete distritos electorales, para ser votados en candidatura común. De manera similar se nominarían los Representantes a la Cámara y los alcaldes y asambleas municipales, teniendo en cuenta al nominar los candidatos a alcalde y para las mayorías de las asambleas municipales el partido dentro de la Coalición que hubiera recibido más votos en las elecciones de 1924, exceptuando en esto algunas concesiones que se hicieron estos partidos en algunos distritos representativos y municipios. Los candidatos at large al Senado y a la Cámara serían nominados por cada uno de estos partidos separadamente. Para candidato a Comisionado Residente se designó a un Socialista, Prudencio Rivera Martínez. El programa legislativo de la Coalición serían las demandas de los programas de estos partidos. El nexo común sería demandar en Washington reformas liberalizadoras a la Ley Orgánica, y mantener el principio de la unión permanente de Puerto Rico a los Estados Unidos, con mires a la eventual Estadidad. Los Socialistas, aunque no de manera expresa en su programa, ya por la voz de su liderato expresaban, con beneplácito del partido, su preferencia por la Estadidad, como la solución final natural y digna dentro de la unión permanente con los Estados Unidos. El Representante Socialista Rafael Alonso Torres, desde 1925, con la aprobación de su partido, había presentado en la Cámara una resolúción para solicitar la admisión de Puerto Rico como Estado de la Unión.

Para hacer posible la inscripción de la Coalición dentro de la nueva enmienda a la ley electoral que prohibía candidatos comunes pare

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ser votados por los electores de ambos partidos de la Coalición, las asambleas generales de estos partidos acordaron que el partido Socialista cambiara su nombre por Partido Socialista Constitucional, únicamente a los fines de la votación electoral, para que así figuraran en las papeletas electorales los candidatos generales comunes de ambos partidos. A última hora, el Tribunal Supremo de Puerto Rico resolvió que el partido Constitucional Histórico podía nominar candidatos, y así bajo este nombre, fueron inscritos los candidatos at large para el Senado y la Cámara de este partido, que fueron respectivamente Rafael Martínez Nadal y Manuel F. Rossy.

8

Bajo los preceptos de la ley electoral de 1924, con ligeras enmiendas, incluyendo ahora la prohibición de que los electores votaran candidaturas de dos o más partidos, se llevaron a cabo las elecciones generales de 1928, luego de una campaña intensa y agitada por pueblos y campos.

En pleno auge de la campaña electoral de 1928, el 13 de septiembre, azotó a la Isla el huracán de San Felipe, «el más terrible de nuestros huracanes»,90 que atravesó y abarcó toda la Isla, acompañado de copiosísimas lluvias e inundaciones.

Las elecciones generales se verificaron el 6 de noviembre de 1928.

El total de electores inscritos era 321,113. Votaron 256,335 electores.

La Alianza obtuvo un total de votos, en toda la Isla, de 132,825. La

Coalición obtuvo un total de 123,415 votos. La mayoría de 72,652 que

obtuvo la Alianza sobre la Coalición en 1924, quedó reducida en 1928

en una mayoría de 9,410 votos. Reeligió la Alianza a su candidato a

Comisionado Residente, Félix Córdova Dávila. La Alianza triunfó en

solamente cuatro distritos senatoriales, San Juan, Aguadilla, Mayagüez y Guayama. La Coalición triunfó en tres distritos Senatoriales, 3

Arecibo, Ponce y Humacao. Una diferencia de poco más,de 200 votos

en el distrito senatorial de Mayagüez, o en el de Arecibo, decidió la

mayoría senatorial a favor de la Alianza. La Alianza eligió once Senadores, y la Coalición eligió ocho Senadores. La Alianza eligió 21 Representantes a la Cámara, y la Coalición eligió 18 Representantes a la Cámara alta Alianza triunfó en 47 municipios, y la Coalición triunfó en 30 municipios. Las mayorías fueron muy cerradas en diversos municipios. La Alianza ganó el municipio de Aguadilla por poco más de 100 votos, Maunabo por 18 votos, Guayama por 17 votos. La Coalición ganó el municipio de Isabela por 30 votos, Gurabo por 33 votos, Humacao por 37 votos, Santa Isabel por 9 votos, y Hatillo por 9 votos. i,

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Votaron en estas elecciones de 1928 otros partidos menore s. El parti do Reformista, disidencia local Aliancista de Río Piedras, obtuvo 110 votos. El partido Regional Arecibeño, disidencia local Aliancista de Arecibo, obtuvo 113 votos. El Partido Nacionalista solamente obtuvo, en toda la Isla, 329 votos, que recibió su única candidatura local inscrita, en Caguas, y no logró elegir candidato suyo alguno.

Los Senadores electos por la Alianza fueron Antonio R. Barceló, Manuel A. García Méndez, Guillermo Godreau, Enrique González Mena, Juan Hernández López, Celestino Iriarte, Luis Sánchez Morales, Juan B. Soto, Juan Angel Tió, Alfonso Valdés y Francisco M. Ze no.

Los Senadores electos por la Coalición fueron Joaquín A. B~rset, (Socialista), Moisés Echevarría (Socialista), Ramón G. Goyco (Republicano Puro), Santiago Iglesias (Socialista), Enrique Marín (Socialista), Rafael Martinez Nadal (Republicano Puro), Enrique Matta (Republicano Puro), y Juan Ramón Ramos Rodriguez (Republicano Puro).

Los Representantes a la Cámara electos fueron Rafael ALonso Torres (Coalicionista-Socialista), Pedro Anglade (Aliancista), F elipe Carro (Aliancista), Roberto Castellón Flores (Aliancista), Fran cisco Colón Gordiany (Coalicionista-Socialista), Juan Colón Muñiz (Aliancista), José Del Rio (Aliancista), José Horacio Cora (Coalicionista-Socialista), Adolfo Dones Padró (Coalicionista-Republicano Puro), Benigno Fernández García (Aliancista), Eugenio Fernández Garcia (Aliancista), Epifanio Fiz Jiménez (Coalicionista-Socialista), Felicito Franceschini (Coalicionista-Republicano Puro), Juan Garcra Ducós (Aliancista), Migual Angel Garcia-Méndez (Aliancista), Angel González (Aliancista), Antonio González Suárez (Aliancista), José Grau Sandoval (Coalicionista-Socialista), Julio Jiménez (Coalicionista-Socialista), Enrique Landrón Otero (Aliancista), Ramón Martinez Reyes (Aliancista), Randolfo Marty Pérez (Coalicionista-Republicano Puro), José Manuel Muñoz (Aliancista), Armando Palmieri (CoalicionistaRepublicano Puro), Celestino J. Pérez (Aliancista), Antonio Piñero Rodríguez (Aliancista), Amador Ramírez Silva (Aliancista), Eloy Renta Torres (Coalicionista-Republicano Puro), Antonio Reyes Delgado (Coalicionista-Socialista), Jorge Romani (Aliancista), Manuel F. Rossy (Coalicionista-Republicano Puro), Rafael Saint Villiers Urdaneta (Coalicionista-Socialista), José Alvaro Salvá (Coalicionista-Socialista), José de Jesús Tizol<(Aliancista), Leopoldo Tormes García (Coalicionista-Republican,d`,Puro), José Tous Soto (Aliancista), Joaquin Tristani (Aliancista), Diego Vélez Gotay (Coalicionista-Republicano Puro)’ y Roque Vélez López (Coalicionista-Republicano Puro).

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La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, de Bolívar Pagán

CAPITULO DOCE

SE ROMPE LA ALIANZA PUERTORRIQUEÑA
NUEVAS TACTICAS DEL PARTIDO NACIONALISTA
RESURGE EL PARTIDO UNIONISTA.

1

En febrero de 1929 se inauguraron las sesiones de las Cámaras Legislativas electas en 1928. Fueron reelectos para presidir el Senado y la Cámara de Representantes, respectivamente, Antonio R. Barceló y José Tous Soto. El Senado aprobó otra vez una resolución, propuesta por el presidente del Senado, para insistir ante el Congreso en la demanda de concesión del gobernador electivo, a la cual no se le dio mayor empuje debido a acelerados acontecimientos políticos locales que crearon crisis en el seno de la Alianza.

Quebrantada la Alianza, según el resultado de las elecciones de 1928, y socavada la misma por la creciente pugna entre su máximo liderato bicéfalo, tomó cuerpo en toda la Isla un movimiento, alentado con mayor énfasis por el ala Republicana, para fundir definitivamente las colectividades Aliancistas en un partido unitario, con orientaciones políticas más definidas y programa de acción legislativa que pudieran apaciguar las presiones de las Fnerzas Vivas. Estas apuntaban mayormente sus ataques a Barceló, a quien acusaban de tendencias demagógicas hacia la izquierda social y económica para fortalecer su agarre en las mesas del pueblo y atraer al Partido Socialista. El cambio inminente del Gobernador Towner, con la nueva administración nacional del Presidente Hoover, creó también incertidumbre y desasosiego en el liderato de la Alianza, pensando que con un nuevo gobernador la Alianza no tuviera el apoyo que siempre le dio el Gobernador Towner.

Pesaba mucho en el animo del liderato Aliancista el resultado de las elecciones generales de 1928, de las cuales salió bastante maltrecha y casi derrotada la Alianza. Los desastres o casi desastres electorales suelen avivar las luchas intestinas de los partidos políticos. Y después de estas elecciones de 1928, se recrudeció la pugna interior de liderato y predominio de ideas que venia desarrollándose en el seno de la Alianza. Se insistia en la necesidad de reorganizer la dirección de la Alianza, y establecer la unidad de mando supremo con un presidente que nunca tuvo. Esto tenia que hacerse mediante una asamblea general de ambas alas de la Alianza. La convocatoria para esta asamblea fue pretexto para discusión pública de discrepancias entre Barceló y Tous Soto.

Reunido el Directorio de la Alianza el 21 de diciembre de 1928, no se logró llegar a un acuerdo sobre la naturaleza y tópicos para considerar en esa asamblea. El 20 de julio de 1929 volvió a reunirse el Directorio de la Alianza, y se acordó celebrar la asamblea de ésta en Mayagüez, el die 21 de agosto de 1929. Se señalaron como tópicos principales a discutir (1) establecer y definir claramente los principios políticos y programa general de la Alianza, (2) reorganizar el Directorio, para designar un presidente único, y con representación de los dos partidos aliados en la delegación de los distritos, (3) formar un solo partido. Tous Soto sostenia que esa asamblea debía tener carácter de extraordinaria, limitada a discutir solamente los asuntos en convocatoria. Barceló insistía en que esa asamblea debia tener el carácter de ordinaria y soberana, para tratar todos los asuntos que se plantearan En esos días fue tópico frecuente de discusión pública la idea de de clarar incompatible el cargo de miembro de la Asamblea Legislativa con el cargo de miembro del Directorio de la Alianza, de manera que el jefe máximo político y sus compañeros en el organismo supremo de la dirección política no pudieran figurar como presidentes ni miembros de las Cámaras Legislativas.

Ante la discrepancia entre Tous Soto y Barceló, éste decidió convocar a reunión separada a los miembros Unionistas del Directorio. A esta reunión de los miembros Unionistas del Directorio, celebrada en las oficinas de La Democracia, el 7 de agosto de 1929, solamente acudieron Barceló, Juan Hernández López, Ernesto Ramos Antonini, Miguel Guerra-Mondragón, Arturo González Prado y José F. Aponte. En esta reunión se acordó convocar a sesión a los miembros de la vieja Junta Central del partido Unionista y a los miembros Unionistas del Directorio de la Alianza. A esta sesión de la vieja Junta Central del Partido Unionista y de los miembros Unionistas del Directorio, celebrada también en La Democracia, asistieron Barceló, quien presidió, Juan Hernández López, Ernesto Ramos Antonini, Miguel GuerraMondragón, Jesús Benitez Castaño, Leopoldo Figueroa, José Coll Vidal, Mariano Abril, Francisco Cervoni Gely, Emilio González, Antonio González Prado, José F. Aponte, Francisco Vall Espinosa, Felipe Sánchez Osorio, Alejandro Ruiz Soler, Manuel Méndez Liciaga, José Náter Girona, José Ruiz Soler, Arsenio Martinez, Alfonso Lastra Chárriez, Ramón Lagarde, Luis Muñoz Morales, Jenaro Cautiño, Agustin Fernández, y José L. Barrios. Barceló expuso toda la situación y la controversia surgida entre él y Tous Soto, y sostuvo la necesidad de convocar a una asamblea general del viejo Partido Unionista. José Coll Vidal, Ernesto Ramos Antonini y Alfonso Lastra Chárriez pronunciaron discursos apoyando a Barceló, favoreciendo que se convocara a la asamniea Unionista. Combatieron tal propuesta Leopoldo Figueroa, Jesús Benitez Castaño y José L. Berríos, sosteniendo que cualquier controversia debía dirimirse en el seno del Directorio de la Alianza y en caucus de los legisl adores Aliancistas. Final mente, a moción de José Coll Vidal, se acordó por mayoría convocar la asamblea general del Partido Unionista para el 24 de agosto de 1929. Hicieron constar sus votos en contra, entre otros, Leopoldo Figueroa, Jesús Benítez Castaño, José L. Berríos, Jenaro Cautiño y Arsenio Martínez.

La asamblea Unionista, mediante convocatoria pública suscrita por Barceló como presidente y José Enrique Gelpí como secretario, fue citada para el 24 de agosto de 1929, en el Teatro Municipal, de San Juan.

Mientras tanto, el Comisionado Residente Córdova Dávila regresó apresuradamente de Wáshington a San Juan, el 19 de agosto de 1929, y combatió en la prensa la convocatoria de la asamblea Unionista, sosteniendo principal mente que era en el seno de la Alianza donde debían dirimirse las cuestiones de los partidos aliados, por estar ya, según él, prácticamente fundido en uno solo, y que tal asamblea no representaría genuinamente al Partido Unionista.

Luego, por convocatoria suscrita por Córdova Dávila y Tous Soto, el 21 de agosto de 1929 se reunió el Directorio de la Alianza, con la asistencia de Córdova Dávila, quien presidió, José Tous Soto, José R. Aponte, Jisús Benítez Castaño, Guillermo Godreau, Arturo González Prado, Manuel Marín, Arsenio Martínez, Luis Sánchez Morales, Jenaro Cautiño, Jaime Sifre Tarafa, Juan B. Soto, José Víctor Figueroa, Enrique González Mena, Eugenio Lecompte, y Oscar Nevárez. En esta reunión se ratificó el acuerdo de celebrar la asamblea general.

El 24 de agosto de 1929, según convocatoria, se reunió la asamblea general del viejo Partido Unionista, en el Tetro Municipal, de San Juan., bajo la presidencia de Barceló. Abierta la asamblea por Barceló, se aprobó por aclamación una moción, presentada por Cayetano Coll Cuchi y Ernesto Ramos Antonini, declarandoque la asamblea sería soberana, para tratar todos los asuntos. Después de la usual pirotécnica patriótica y de exaltar el recuerdo del origen y luchas del Partido Unionista, y oído un prolongado discurso de Barceló exponiendo la situación política, se aprobó una resolución declarando rota la Alianza, y terminando las relaciones del Partido Unionista con el Partido Republicano Puertorriqueño. De 165 delegados con votos, votaron a favor de esta resolución 16b. Votaron en contra Edelmiro J. Caban, Juan Dávila Diaz, Juan Rullán, Hipólito García, Ernesto Santiago Salazar, Santiago R. Palmer, Antonio Olivencia, José Aponte, Ramón Lagarde, y Ernesto Quiñones. Antonio Olivencia, Juan Rullán, Edelmiro J. Cabán, José J. Aponte, Hopólito Garcia, Ramón Lagarde, Ernesto Quiñones y Santiago R. Palmer hicieron constar que, aunque habían votado en contra, acataban la decisión de su Partido Unionista.

Invocando la historia del – Partido Unionista fundado originalmente en 1904 en la célebre asamblea del Hotel Olimpo, en los discursos de esta asamblea de 1929 prevaleció la note independentista, que dio color predominante a la propaganda electoral que llevó a este partido a la victoria en las elecciones generales de 1904 y que luego le dio cuatro copos electorales consecutivos, aunque en ninguna ocasión las representaciones autorizadas del partido Unionista plantearon ante Wáshington la demanda formal y especifica de independencia. Al renacer el Partido Unionista, se adoptó por esta asamblea una declaración de principios políticos similar al programa de la asamblea fundadora del partido de 1904. Se inyectó, sin embargo, la innovación de la idea plebiscitaria, para la definición final del status político de Puerto Rico. Decía así esta declaración de principios:

«La Unión de Puerto Rico declara:

Que el Pueblo de Puerto Rico es, y de derecho debe ser, libre y soberano, y que aspire a obtener su libertad y soberanía dentro de una perfecta compenetración de afectos e intereses con el pueblo de Estados Unidos» bien como un Estado de la Unión Americana o como una República independiente, mediante expresión, en cualquier caso, de la voluntad puertorriqueña, por medio de un plebiscito. Y en tanto se resuelve nuestro status final, la Unión trabajará por la más amplia reforma del régimen actual, que nos permita las más completa intervención en todos nuestros asuntos de orden internos».

Se aprobó también por esta asamblea Unionista de 1929, un programa social y económico, que respondía a inquietudes liberales del pueblo, incluyendo, entre otros tópicos, la promesa de afrontar los problemas agrarios, contra los latifundios, y del absentismo.

Se eligió finalmente la Junta Central para la dirección suprema del Partido Unionista, y ésta quedó compuesta en la forma siguiente:

Presidente, Antonio R. Barceló; vicepresidente, Juan Hernández López; y vocales propietarios y suplentes; Miguel Guerra-Mondragón, Ernesto Ramos Antonini, José Pérez Cruz, Ignacio Morales Acosta, Felipe Sánchez Osorio, Manuel Velilla, Zenón Díaz, Cayetano Coll Cuchí, Luis Garratón, Francisco M. Susoni (padre),Jesús M. Armaíz, Antonio de Jesús López, Lorenzo Gobailes Gandía, Manuel A. Martínez Dávila, Antonio Pavía Fernández, Alfredo Rafucci, Francisco Seín, José Alum, Eugenio González, José Coll Vidal, Ignacio Agostini, Celedonio Carbonell, Domingo Vivaldi Pacheco, Ramón Lagarde, Luis A. Velazco, Luis Lloréns Torres, Martin Aparicio, Walter Mck Jones, Juan Emmanuelli, Enrique Bird Arias, Luis Muñoz Morales, Ricardo H. Blondet, Baltasar Mendoza, Alejandro Ruiz Soler, Demetrio Rivera, Adolfo Porrata Doria, Alfonso Lastra Chárriez, Manuel Benítez Flores, Fernando Gallardo Diaz, Germán Rieckehoff, Sergio Muñoz y Armando J. Sifre.

Reunida la nueva Junta Central Unionista, el 29 de agosto de 1929, declaró fuera del Partido Unionista al Comisionado Residente Félix Córdova Dávila, a Arsenio Martínez, a Jenaro Cautiño, y a Jesús Benítez Castaño.

En esta asamblea Unionista de 1929, se reintegraron a su viejo partido, personalidades distinguidas que estaban alejadas de su partido durante el interregno de la Alianza, entre ellas Cayetano Coll Cuchí, Manuel Benitez Flores, Alfonso Lastra Chárriez, José Coll Vidal, Francisco M. Susoni (padre) y Luis Lloréns Torres.

En medio del ambiente entusiasta de esta asamblea al aprobarse la declaración de principios políticos, fueron llamados al escenario José S. Alegría y Angel M. Villamil, a la sazón presidente y vicepresidente, respectivamente, del Partido Nacionalista, quienes acudieron a la asamblea. Fueron acogidos con cálidos aplausos y vítores, y ambos pronunciaron discursos celebrando el renacimiento del Partido Unionista. Ambos luego ingresaron en su viejo Partido Unionista, por creer que dentro del mismo podía propulsarse con perspectivas más propicias el ideal independentista. Este nuevo movimiento independentista, por su naturaleza y por el reintegro a la Unión de otros líderes nacionalistas dentro del Partido Unionista, de gran arraigo y prestigio en el movimiento independentista, deterioró grandemente al Partido Nacionalista, y gran número de los afiliados de este úllimo partido ingresaron en el Partido Unionista. Sin embargo, no ingresaron en el nuevo movimiento del Partido Unionista viejos y arraigados líderes del mismo, como, entre otros, Córdova Dávila, Leopoldo Figueroa, Rafael Cuevas Zequeira, Jesús Benítez Castaño, Jenaro Cautiño, Epifanio Fernández Vanga, Victor Gutiérrez Ortiz, Francisco M. Zeno, Agustin Fernández, Celestino Iriarte, y un contingente numeroso, que permanecieron dentro de la Alianza.

3

Desarrollada por la poderosa escisión Unionista, la Alianza celebró su convocada asamblea en Mayagüez, el 31 de agosto de 1929. La presidió Córdova Dávila. Tous Soto y Córdova Dávila, las figuras centrales de la asamblea, consumieron largos turnos explicando la situación política en Puerto Rico y sus relaciones con las autoridades federales de Wáshington, y sobre la controversia surgida con Barceló. En esta asamblea Aliancista predominó la tendencia de mantener unida la Alianza, afrontando el quebranto que le producía la formación y el renacimiento del Partido Unionista separado de la Alianza, y el desastre que sufriría la precaria mayoría Aliancista en las Cámaras legislativas si los Unionistas no unían sus votos a la Alianza para mantener la situación parlamentaria. En tonos airados se condenó la llamada defección de Barceló.

En materia de declaración de principios políticos y programa, esta asamblea Aliancista hizo un supremo esfuerzo para unir voluntades diversas, y se acogió, sin definirse, a la triple aspiración de Autonomía, Estadidad federada o Independencia soberana, sujeto a que el Congreso de Estados Unidos ofreciera estas tres soluciones para que optara el electorado puertorriqueño. Mientras tanto, se propenderia a gestionar enmiendas a la Ley Orgánica, para liberalizer el régimen mediante concesión del gobierno propio y otras medidas. Dice así la declaración de principios y programa aprobados en esta asamblea Aliancista:

«Declaración de principios.

«1. La Aliaza Puertorriqueña de los Partidos Unión de Puerto Rico y Republicano Puertorriqueño, reunida en Asamblea soberana declare: Que el supremo anhelo del pueblo de Puerto Rico es alcanzar y ejercitar libremente su soberanía.

319

«2. Reconocemos que existen en Puerto Rico tres corrientes de opinión: Una que favorece la solución Estadidad, otra que aspire a la Independencia, y otra que aboga por el Estado autónomo.

«Entendemos que al pueblo de Puerto Rico corresponde determinar la solución que prefiera, y el Congreso de los Estados Unidos sancionar lo que decide libremente el pueblo de Puerto Rico. La Alianza, por lo tanto, no puede ni quiere arrogarse la decisión final de esta cuestión trascendental, que afecta a toda la comunidad puertorriqueña. Lo procedente es que el Congreso someta estas soluciones al electorado de Puerto Rico, para que éste opte por cualquiera de ellas.

«Régimen provisional.

«La Alianza Puertorriqueña propenderá a que la Carta Orgánica de Puerto Rico se liberalice de manera que otorgue a la Isla un régimen de amplio gobierno propio, y a efecto, compareceremos ante el Congreso hasta lograr que se introduzcan en ella las siguientes enmiendas:

«Legislativo.

(a) «Presupuesto anual, (b) derecho a la Legislatura de extender el período de sesiones hasta noventa días, exclusión de los domingos, días festivos y recesos acordados por ambas Cámaras, del período legislativo, (c) que se cubran las vacantes de Senadores y Representantes, sin efectuar elecciones parciales, por el Gobernador a propuesta del cuerpo legislativo en que ocurrió la vacante, (d) veto suspensivo del Gobernador, revocable por el voto de las dos terceras parses de ambas Cámaras, sin excluir la ley de presupuestos, (e) Autorizar a la Cámara de Representantes para iniciar procedimientos de impeachment ante el Senado, presidido por el Juez Presidente de la Corte Suprema, contra el Gobernador y los funcionarios ejecutivos y judiciales de nombramiento de éste, concediéndose poder al Senado para dictar sentencia de destitución a dichos funcionarios.

«Ejecutivo.

«(a) Que en las elecciones de 1932, se concede a los electores capacitados el derecho de elegir gobernador de la Isla, por un término de cuatro años, si no fuera destituído antes, por causa, por el Presidente.

«(b) Que se fije como condición para ser gobernador de Puerto Rico, ser Ciudadano de los Estados Unidos nacido en Puerto Rico, y domiciliado en Puerto Rico.

«(c) Que igual condición se exija a los Jefes de Departamentos, y que todos ellos seen designados por el Gobernador con el consentimiento del Senado’.

«Judicial.

320

« Tribunal Supremo

«(a) Que las sentencias finales del Tribunal Supremo seen revisables solamente mediante certiorari ante la Corte Suprema de los Estados Unidos y aquel Tribunal se componga de nueve jueces distribuídos en dos secciones, cada una de las cuales estará investida de la jurisdicción concedida a la Corte, estando suJetas sus decisiones a nueva vista (rehearing) ante el tribunal en pleno (in bank) cuando uno o más jueces lo acordaran así.

«(b) Jurisdicción exactamente igual a la de los Estados.

«(c) Que el Juez Presidente, o por su delegación cualquiera de los juuces; actuará como Juez de la Corte de Distrito de los Estados Unidos para Puerto Rico.

«Económico.

«(a) Que se concede recurso de apelación de las decisiones finales del Auditor de Puerto Rico ante la Corte Suprema de Puerto Rico.

«(b) Exclusión de los bonos de regadío de la capacidad prestataria insuiar.

«(c) Que se ordene por ley a los funcionarios de Aduanas y Correos de Puerto Rico que, bajo la dirección del Tesorero, recauden los arbitrios (excises) sobre mercaderías sujetas a los mismos que se introduzcan en Puerto Rico de los Estados Unidos o del extranjero.

«(d) Que se mantenga la libertad de comercio (free trade)entre Estados Unidos y Puerto Rico para los productos del suelo y la manufactura de ambos países. Que se faculte a la Legislatura para modificar el arancel nacional siempre que no afecte el free trade, según se define anteriormente, o a los tratados de comercio.

«Sociológico.

«(a) Que se autorice a la Legislatura de Puerto Rico para legislar sobre el dominio y control de terrenos por corporaciones, sociedades e individuos, facultándola para importar contribuciones progresivas sobre el valor de las sierras poseídas en exceso de 500 acres y para expropiar las poseídas en exceso del límite que fijare la Legislatura, para enajenarla después de conceder a los propietarios un término razonable.

«(b) Autorización para contratar empréstitos destinados a la expropiación de dichas sierras, sin computarlos en la capacidad prestataria insular. A,utorización al Tesorero de los Estados Unidos para anticipar al Gobierno Insular los fondos necesarios al objeto, a cambio de certificados de deuda autorizados por el Gobierno de Puerto Rico, a largo plazo y módico interés.

«(c) Que se autorice a la Legislatura de Puerto Rico para legislar imponiendo a los ausentes contribuciones hasta un tipo que podrá llegar al doble del que imponga a los residentes sobre el capital.

«(d) Que se autorice a la Legislatura de Puerto Rico para legislar en materia de monopolios y combinaciones para restringir el comercio (restraint of trade.)

«(e) Ejecución de la enmienda XVIII Constitucional por la Legislatura local y el Ejecutivo de Puerto Rico. Eliminación de la Aduana de este servicio.

«Legislación Federal

«La Alianza Puertorriqueña se propone:

«1. Gestionar de la Comisión Rehabilitadora creada por la Ley del Congreso la modificación de las Reglas adoptadas para conceder préstamos a los agricultores perjudicados por el ciclón, de manera que el auxilio sea rápido, efectivo, y al alcance de todos, sin excluir a los que tengan hipotecas de sus fincas.

«2. Gestionar que las leyes que se adoptar para proteger a los farmers del continente se apliquen a Puerto Rico.

«3. Gestionar del Secretario del Interior o del Congreso que se verifique la mensura geodésica o geológica de la Isla, con cargo a fondos federales.

«4. Gestionar que se extiendan a Puerto Rico las leyes del Congreso proveyendo aynda federal para los Estados, tales como el maternity law, vocational education, good roads law, Smath-Lever Act, etc.

«5. Seguir la gestión próxima a culminar en realidad, de nuestro Comisionado Residente para obtener que se autorice a Puerto Rico a obtener un derecho de importación de 10 centavos sobre cada libra de café que se introduzca en Puerto Rico.

«ó. Gestionar una cláusula en la Ley de Tarifas y en el Acta Orgánica autorizando a Puerto Rico para disminuir el arancel sobre productos alimenticios crudos que se introduzcan en la Isla, y materias primas para industrias establecidas o que se establezcan en Puerto Rico.

«7. Solicitar que se eleve la tarifa sobre la azúcar, tabaco, algodón, frutas cítricas, piñas y cocos extranjeros.

«8. Solicitar la imposición de un derecho aduanero sobre los frutos del género ‘mora’, especialmente los bananas y guineos.

«9. Gestionar la reducción de los fletes, mercancías y billetes de pasajeros entre Puerto Rico y Estados Unidos continentales; y en defecto de tal medida, que se permita al comercio entre ambos países en barco de cualquier bandera, o sea no aplicación a Puerto Rico del Coast-wise shipping Law.

10. «Enmienda del Federal Reserve Act, aplicable sólo a Puerto Rico de manera que se permita a los bancos locales ingresar como miembros del Federal Reserve System, sin las restricciones impuestas a los bancos del continente en cuanto a la reserve legal y plazos de las obligaciones descontables.»

Esta asamblea eligió presidente de la Alianza, por aclamación, a Rafael Cuevas Zequeira, quien aceptó el cargo, estando presente, y en seguida comenzó a presidir la continuación de la asamblea. El Comité Insular, u organismo directivo supremo, quedó integrado así:

Arsenio Martínez, Manuel Marín, Mario Mercado Jr., Maria Luisa Arcelay, Francisco Servera Silva, Antonio Matos, Nicolás Durán, Dr. Ramón J. Sifre, Luis Mercader, Victoriano M. Fernández, Juan Dávila Díaz, Alejandro Otero López, Dr. Isaac González Martínez, Jorge Silva, Jaime Sifre Tarafa, Caridad de González Mena, Eduardo Méndez, Juan B. García Méndez, Eugenio Lecompte, Francisco Parra Capó, Vicente Usera, Dr. Ortiz Guzmán, Mar.a I.Colón, José Victor Figueroa, Jenaro Cautiño, Juan Planellas, Dr. M. Quiñones Jiménez, Eduardo Capó Cintrón, Dr. Victor Gutiérrez Ortiz, Arturo Godreau, José L. Berríos, Juan R. Garzot, Santiago Iglesias Silva, Esmeralda Sainz, Luis Apellániz Storer, Antonio Carrasquillo, Dr. Manuel Díaz García, Dr. Leopoldo Figueroa, Oscar Nevárez, Dr. Blas E. Herrero, Dr. López del Valle, y Deosgracia Viera.

Por la prominencia que luego alcanzó como presidente del nuevo Partido Liberal Puertorriqueño, sucesor del nuevo Partido Unionista, del cual relatamos más adelante, consignamos ahora que, entre los viejos líderes Unionistas que no ingresaron en el Partido Unionista al renacer éste en la asamblea de 1929, figure también José Ramírez Santibáñez, quien dirigió un telegrama a la referida asamblea Aliancista celebrada en Mayagüez el 31 de agosto de 1929, expresando en altisonantes tonos retóricos que la patria puertorriqueña estaba en la Alianza.

4

El 6 de septiembre de 1929, se reunió en San Juan la Junta Central del resurgido Partido Unionista y adoptó una resolución considerando a la Alianza como partido adversario, y declarando que la combatiría por todos los medios.

El Comité lnsular de la Alianza, electo en la asamblea del 31 de agosto de 1929; sJé reunió en San Juan el 5 de septiembre de 1929, bajo la presidencia de Rafael Cuevas Zequeira. Designó como vicepresidentes, a Jenaro Cautiño y Francisco Parra Capó; como tesorero, a Jesús Benítez Castaño; y como secretarios, a Juan Valdejully Rodríguez y Antonio González Lamas. Nombró un Comité de Propaganda, integrado por Francisco M. Zeno, Leopoldo Figueroa, Antonio M. de Andino, A. González Lamas, Epifanio Fernández Vanga, Luis Villaronga, Rafael Hernández Usera, Pedro C. Timothée, y Victor Gutiérrez Ortiz. Acordó reclamar para su uso of icial, a moción de Leopoldo Figueroa, los derechos electorales y viejas insignias y nombres del Partido Republicano Puertorriqueño y del Partido Unionista.

Después de estas asambleas de la Alianza y del Partido Unionista, hubo un período de animada controversia en la prensa entre los líderes Aliancistas y Unionistas, especialmente entre Barceló y Tous Soto. Estos se enfrascaron en mutuos ataques personales y recriminaciones, que excitaron el interés público en el momento político. Durante todo el período de la crisis que culminó en la segregación del Partido Unionista de la Alianza y ante las posteriores polémicas, e! !iderato de la Coalición se mantovo en regocijada expectativa.

5

El 7 de octubre de 1929, desembarcó en San Juan el nuevo gobernador designado por el Presidente Hoover, Theodore Roosevelt, Jr. Fue acogido con cálida bienvenida por el país. Su discurso inaugural, pronunciado el mismo día, fue sustancialmente diferente a los usuales de los gobernadores norteamericanos predecesores. Evadió completamente discutir el problema político, y nada dijo sobre las soluciones futuras de status que favorecían los distintos partidos. Exaltó a los escritores y artistas, y las tradiciones y civilización de Puerto Rico, y expresó simpatías por el pueblo y sus problemas. Recalcó el aspecto social y económico, apuntando las necesidades y miserias del pueblo, y expresó su deseo de afrontar estos últimos problemas fundamentales hacia el bienestar del país. Conocía de antemano la situación política que encontró, y diplomáticamente no hostilizó ni alentó las particulares ideas de ninguna agrupación política. El discurso inaugural tuvo una reacción general de beneplácito y esperanzas. Los líderes de todos los partidos elogiaron al nuevo gobernador, especialmente por la situación política peculiar que prevalecía, y todos los jefes políticos hicieron declaraciones favorables al nuevo jefe ejecutivo, tratando cada uno de poner el fuego a su sartén. Luego insistió el Gobernador Roosevelt en los urgentes problemas económicos y en la miseria de las masas, ante la Legislatura de Puerto Rico, en sus informes que elevó a las altas autoridades federales de Wáshington, y lo mismo que planteando la situación en las columnas de la gran prensa norteamericana. En esto dio una nota gubernamental nueva, distinta a otros informes y estadísticas oficiales, que atrajo la atención hacia las condiciones económicas deplorables del pueblo de Puerto Rico. Roosevelt recorrió todo el país, por pueblos y campos, en giras de información y de buena voluntad, que le granjearon simpatías generales.

6

Mientras tanto, se acercaba la fecha de la sesión ordinaria de la Legislatura, y la situación política se agravaba, ante la imposibilidad de que ningún partido pudiera ofrecerle a la administración una sólida mayoría parlamentaria. Para ello se hacia necesario hacer entendidos entre distintos grupos, hacia una nueva concentración legislativa.

El día primero de enero de 1930, se reunió en sesión el Consejo Conjunto Supremo de la Coalición, bajo la presidencia de Santiagp Iglesias, y acordó en principio no llevar a cabo pactos ni con la Alianza ni con el Partido Unionista, y esperar a que el sufragio del pueblo en su día hiciera la necesaria reorganización legislativa. Para ello Iglesias luego sugirió pedir nuevas elecciones generales prontamente. Esto último era imposible llevarlo a cabo en Puerto Rico, debido a disposiciones constitucionales de la Ley Orgánica, que proveían elecciones legislativas solamente cada cuatro años.

Comenzó un periodo político de gran tensión, en franca o disimulada búsqueda todos los partidos gestionando acercamientos o entendidos que hicieran posible formar una mayoría legislativa compacta que pudiera afrontar programas de legislación y gobierno. Después de primeras sendas conferencias hacia tal fin celebradas entre el presidente de la nueva Alianza Rafael Cuevas Zequeira, el presidente del Partido Socialista Santiago Iglesias, y el presidente del Partido Republicano Puro Rafael Martínez Nadal, no pudo llegarse a acuerdo. El Comité Insular de la nueva Alianza, se reunió en San Juan el 12 de enero de 1930, y acordó hacer un llamamiento para que los Unionistas, llamados disidentes de la Alianza, se reintegraran para mantener la mayoría Aliancista en la Legislatura.

La Junta Central del Partido Unionista, reunida en sesión el 14 de enero de 1930, respondiendo al llamamiento de la Alianza, acordó que el Partido Unionista no haría entendidos con ningún otro partido. Acordó también, s»n embargo, que el Partido Utionista cumpliría los compromisos contriaídos anteriormente dentro de la Alianza, lo que significaba que los votos Unionistas en las Cámaras legislativas mantendrían el statu quo de mayoria parlamentaria según las elecciones generales precedentes. En sesión celebrada el 20 de enero de 1930, la Junta Central Unionista acordó que los legisladores Unionistas estaban dispuestos a hacer entendidos con los demás legisladores de la mayoría electos en las elecciones de 1928. Estos acuerdos de la Junta Central Unionista no pudieron materializarse, por condiciones que oponían los Aliancistas, entre ellos la objeción a que Barceló permaneciera en la presidencia del Senado.

El 29 de enero de 1930, previo acuerdo de los organismos directivos de los respectivos partidos, comenzaron conferencias sobre entendidos, entre comisiones de la Alianza y de la Coalición. Asistieron por la Alianza, Rafael Cuevas Zequeira, Francisco M. Zeno, Nicolás Quiñones Jiménez y Juan B. Soto; y por la Coalición, Santiago Iglesias, Rafael Martínez Nadal, Prudencio Rivera Martinez, y Etienne Totti. La Coalición favorecía hacer una mere concentración legislativa para reorganizar las Cámaras, y para aprobar ciertas leyes, entre ellas una ley especial reorganizando el gobierno municipal de San Juan, promovida por Santiago Iglesias, y otra para hacer un préstamo al Gobierno Federal de cien millones de dólares, para consolidar la deuda pública y llevar a cabo inmediatamente un vasto programa de obras públicas, de industrialización y de rehabilitación económica del país.

En febrero 2, 1930, se reunió en sesión el Comité Insular de la Alianza y rehusó la proposición de la Coalición. Acordó, sin embargo, designar una comisión para proseguir la discusión de entendidos legislativos con otros grupos políticos, que quedó compuesta por Luis Sánchez Morales, Celestino Iriarte, Miguel Angel Garcia Méndez, Ramón Martínez Reyes y Leopoldo Figueroa.

Mientras, llegó el 10 de febrero de 1930, y se reunió en sesiones ordinarias la Asamblea Legislativa. La expectación general pública era extraordinaria, por la incierta y febril situación política que prevalecía. En la Cámara Baja, José Tous Soto presentó su renuncia como Speaker. En el Senado, Antonio R. Barceló presentó su renuncia como Presidente del Senado. La renuncia de Tous Soto quedó sobre la mesa, a moción de Benigno Fernández Garcia, vicepresidente de la Cámara. La renuncia de Barceló, también quedó sobre la mesa en la primera sesión, a moción del Senador Santiago Iglesias. En la sesión de la tarde del ,mismo dia, fue aceptada-la renuncia de Barceló, por el voto dq quince Senadores, siete Coalicionistas y ocho Aliancistas. Barceló, Manuel A. Garcia Méndez y Juan Hernández López votaron en blanco. Vacante la presidencia del Senado, Martínez Nadal propuso a Santiago Iglesias para presidente. Francisco M. Zeno propuso a Luis Sánchez Morales para presidente. La votación resultó un empate, ocho Coalicionistas a favor de Iglesias, ocho Aliancistas a favor de Sánchez Morales, y tres votos Unionistas en blanco. Esa misma votación de 8-8-3 se repitió siete veces en distintas votaciones en días siguientes.

Aumentaba la tensión en los círculos políticos. Florecía la intriga política, y era manifiesto el deseo de entendidos entre los grupos. El presidente del Partido Republicano Puro, Rafael Martínez Nadal, hizo declaraciones públicas en el sentido de que no aceptaba ningún entendido que mantuviera a José Tous Soto en la presidencia de la Cámara de Representantes.94

El día 16 de febrero de 1930 una comisión designada por la Junta Central del Partido Unionista, compuesta de Manuel A. Martínez Dávila, Luis Lloréns Torres, Alfonso Lastra Chárriez y Martín Travieso, visitaron en su residencia a Santiago Iglesias, para tratar sobre en tendidos legislativos entre el Partido Unionista y la Coalición. La comisión Unionista propuso unir los votos Unionistas en el Senado pare elegir a Rafael Alonso Torres, Socialista, como Speaker de la Cámara, y a Juan Hernández López, Unionista, como presidente del Senado. Iglesias expresó a la comisión que no podía considerar proposiciones sin que interviniese Rafael Martínez Nadal, presidente del partido coligado al Socialista.

El 17 de febrero de 1930, la Junta Central del Partido Unionista acordó instruir a los Representantes Unionistas que votaran aceptan do la renuncia pendiente de Tous Soto como Speaker de la Cámara.

En la sesión de la Cámara Baja del 18 de febrero de 1930, se aceptó la renuncia de Tous Soto como Spea:ker. Votaron para bajar a Tous i Soto del cargo de Speaker, 27 Representantes, diez y ocho Coalicionistas y nueve Unionistas. Diez Representantes Aliancistas votaron en contra de aceptar tal renuncia. En esta misma sesión, Miguel Angel García Méndez, Aliancista, en solidaridad con Tous Soto presentó su renuncia como presidente del Comité de Reglamento, que fue aceptada.

El 19 de febrero de 1930, se reunió en sesión el Consejo Conjunto Supremo de la Coalición, y acordó instruir a los legisladores Coalicionista para actuar libremente a fin de reorganizar definitivamente las Cámaras. Ante esta reunión compareció una comisión de la Alianza, compuesta por Leopoldo Figueroa, Celestino Iriarte, Jesús Benítez Castaño, Juan B. Soto, Felipe Carro y Jorge Romaní, la cual informó sobre un acuerdo del Comité Insular de la Alianza para invitar a la Coalición pará tormar un «grupo legislativo de buen gobierno», a fin de organizar inmediatamente la Asamblea Legislativa. La Coalición designó una comisión para tratar sobre este asunto, compuesta por Santiago Iglesias, Rafael Martínez Nadal, Bolivar Pagán, Antonio Reyes Delgado, Etienne Totti y Adolfo Dones Padró. Se acordó que estas comisiones se reunirían al día siguiente para ultimar el asunto. Reunidas estas comisiones, llegaron a acuerdo para el momento, y quedó organizado el llamado «Grupo de Buen Gobierno», compuesto de Aliancistas y Coalicionistas, que por algún tiempo fue el organismo político supremo que dirigió a la nueva mayoría parlamentaria y sus relaciones con la Administración Insular.

El 20 de febrero de 1930, al reunirse la Cámara de Representantes, se procedió a llenar la vacante de Speaker. Se eligió Speaker a Manuel F. Rossy, Republicano Puro. La votación fue 19 votos a favor, Coalicionistas y Aliancistas. Los Unionistas y algunos Aliancistas votaron en blanco. Seguidamente se aceptó por votación a viva voz la renuncia del Vicepresidente de la Cámara, Benigno Fernández García, y en su lugar se eligió por la misma votación que a Rossy, a Rafael Alonso Torres, Socialista. Luego, en la misma sesión de la Cámara, se aceptó la renuncia de Carmelo Martínez Acosta y de Luis Palés Matos, como Secretario y Sargento de Armas, respectivamente. En lugar de estos últimos dos oficiales fueron electos Arturo Marín, Socialista, para Secretario de la Cámara, y Ramón Ramos Casellas, Republicano Puro, para Sargento de Armas. Estas votaciones para derribar a los funcionarios de la Cámara de Representantes y reorganizer la nueva mayoría parlamentaria, fue posible al sumarse a los votos Coalicionistas los votos Aliancistas de los Representantes Jorge Romaní, Felipe Carro y José del Río.

El mismo día 20 de febrero de 1930, en la sesión del Senado se eligió como presidente de este cuerpo a Luis Sánchez Morales (Aliancista). Se eligió también como vicepresidente a Celestino Iriarte (Aliancista). Permanecieron en sus cargos de Secretario y Sargento de Armas del Senado respectivamente, José Muñoz Rivera y Manuel Palacios Salazar (Aliancistas). La votación en el Senado de Luis Sánchez Morales como presidente se llevó a cabo al romperse el repetido empate, votando ocho senadores Aliancistas a favor contra siete Coalicionistas en contra , habiéndose absteni do uno de los Se nadores Co alicionistas, así instruído. Los tres Senadores Unionistas votaron en blanco.

Así quetaron reorganizadas ambas Cámaras, como primer paso del entendido del Grupo de Buen Gobierno, derribando de las presidencias a Barceló y a Tous Soto. Bajado de la presidencia, José Tous Soto permaneció en la Cámara prácticamente sin filiación pártidista, a la deriva políticamente, convertido en un francotirador contra la nueva mayoría parlamentaria.

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Volvamos ahora al movimiento de otros partidos. Como hemos relatado, el Partido Nacionalista quedó fundado en la Asanblea celebrada en Río Piedras en 1922, cuando el Partido Unionista eliminó de su programa la aspiración independentista, en la crisis creada durante la gobernación de Reily. El liderato del Partido Nacionalista desplegó gran actividad periodística y de tribuna pública, pero las mesas del pueblo no respondieron a su llamamiento, como puede apreciarse por el muy precario número de votos que recibió en las siguientes elecciones generales de 1924 y 1928, logrando inscribir candidaturas solamente en Caguas, Ponce, Santurce y Yabucoa, y no logrando elegir a ninguno de sus candidatos ni emitir votos en número sustancial en ningún municipio ni precinto eiectorai. A su primer presidente, José Coll Cuchí, en distintos años le sucedieron en la presidencia Federico Acosta Velarde, Miguel Marcos Morales, y José S. Alegría. Este último presidente, como hemos indicado, renunció al renacer el Partido Unionista en 1929. Le sucedió Antonio Ayuso Valdivieso, designado presidente por la Junta Nacional del Partido en 1929.

El 11 de mayo de 1930, se reunió el Partido Nacionalista en asamblea general, en el Ateneo Puertorriqueño, en San Juan, por convocatoria de su presidente Antonio Ayuso Valdivieso, quien presentó en esta asamblea su renuncia, por no estar conforme con procedimientos y tácticas que se anunciaban por Pedro Albizu Campos, quien regresaba de un viaje de propaganda independentista por diversos países de Hispano-América. Miguel Marcos Morales fue designado para presidir la asamblea. Asistió a esta asamblea una comisión del Partido Unionista, compuesta por Antonio R. Barceló, Luis Lloréns Torres, José S. Alegría, Samuel R. Quiñones, Vicente Géigel Polanco y José Dávila Ricci. También asistió una comisión de la nueva Alianza Puertorriqueña, compuesta por Leopoldo Figueroa, Manuel Díaz García, Juan B. Soto, Francisco M. Zeno, Jesús Benítez Castaño y Victor Gutiérrez Ortiz. Y asistió también un delegado del Partido Republicano Puro, Etienne Totti. Todos los comisionados de otros partidos fueron acogidos con aplausos. Barceló

pronunció un discurso de cálidos tonos independentistap, y explicó las razones cireul;istanciales por qué el Partido UnionislS hfabía suspendido anteriormente en su programa el ideal independentista. Fue ovacionado. A esta asamblea concurrió Pedro Albizu Campos. Este relató su peregrinación y labor en su gira por Hispano-América, hizo un vigoroso llamamiento para proseguir la cruzada por la independencia de Puerto Rico, y enuncio nuevas tácticas de acción militante. El lenguaje crudo y de invectivas usado por Albizu Campos provocó un movido incidente con José Coll Cuchí, quien se pronunció con emocional brio contra el lenguaje y las nuevas tácticas sugeridas por Albizu Campos, y abandonó la asamblea, después de argumentar que la independencia podria obtenerse por vías pacíficas y regales. Este rehusó regresar a la asamblea, al visitarle una comisión de la misma designada a ese efecto. Esta asamblea de 1930 marca una nueva etapa del Partido Nacionalista. Aprobó la siguiente declaración-programa:

«El Partido Nacionalista solemnemente declare:

Que es inaplazable la supresión inmediata del coloniaje norteamericano, y se compromete a celebrar la convención constituyente que establezca en Puerto Rico el gobierno de una república libre, soberana e independiente, tan pronto reciba el sufragio de las mayorías.

«Los ciudadanos de Puerto Rico que, dignos de su origen, luchan por una patria independiente de toda tutela, deben ingresar en el Partido Nacionalista para presenter inmediatamente un frente unido al invasor. Su adhesión a otros partidos políticos contribuye a la desorientación puertorriqueña, debilita la resistencia nacional, todo en beneficio único de la invasión imperial norteamericana, hábll y sistemáticamente dirigida desde Wáshington para reducir a nuestro pueblo a la impotencia, para que seamos parias en nuestra propia patria.

«Tratará sin piedad a los nativos o extranjeros que, por buenas o males artes, pretendan afianzar el régimen colonial, en cualquier forma que se presente al país.

«Acabará con la ilusión de convertir a nuestra patria en una provincia norteamericana, (Estado, sic.), porque eso representa la supresión voluntaria e ignominiosa de nuestra personalidad internacional.

«Abolirá por todos los medios a su alcance el sistema obligatorio de enseñanza en la lengua del invasor, que desorienta y embrutece a nuestra juventud, en grave perjuicio de nuestra personalidad cultural. Procurará mantener estrechas relaciones internacionales, culturales y políticas, especialmente con las naciones de nuestro origen.

«Bajo el duro yugo del coloniaje norteamericano, de una nación de propietarios, hemos pasado a ser una mesa de peones, rica mina económica para la explotación del capital invasor.

«Libremos al obrero inmediatamente del caudillaje del obrerismo desorientado, de origen yanqui, que, bajo la sugestiva denominación de Socialista, pero sin definición política alguna, y, por lo tanto, los más hábiles y eficaces defensores del coloniaje, lo han hecho portador de la bandera norteamericana, bajo cuya sombra impera este coloniaje que nos ha convertido en esclavos de las corporaciones y empresas norteamericanas.

«El Partido Nacionalista desarrollará el siguiente programa económico:

«1. Organizará a los obreros para que puedan recabar de los intereses extranjeros o invasores la participación de las ganancias a que tienen derecho, asumiendo su dirección inmediata, poniendo hombres de talla, responsabilidad y patriotismo para dirigirlos.

«2. Procurará por todos los medios, que el peso fiscal recaiga sobre los no residentes, para destruir el latifundio y el absentismo, y dividir la propiedad inmueble entre el mayor número posible de terratenientes.

«3. Deberá por todos los medios a su alcance revocar el efecto del cabotaje libre entre los Estados Unidos y Puerto Rico, que hoy beneficia exclusivamente al invasor.

«4. Favorecerá exclusivamente el comercio nativo donde existía, y lo fomentará donde haya desaparecido.

«5. Favorecerá exclusivamente al consumo de los frutos de la tierra y de industria puertorriqueña, procurando por todos los medios a que se llegue a satisfacer las necesidades patrias.

«6. Fomentará la exportación y el establecimiento de la industria de transportación marítima.

«7. Favorecerá exclusivamente los bancos nativos, y donde no los haya procurará se organicen.

«8. Procurará organizar la finanzas en tal forma de respetabilidad bancaria nativa que los depósitos nacionales se hagan solo en sus bancos, y, procurará librar su país de los empréstitos extranjeros, públicos o privados para que la agricultura, el comercio y la industria en manos puertorriqueñas puedan resurgir potentes.»

En esta asamblea de 1930, se eligió presidente del Partido Nacionadista a Pedro Albizu Campos. Se eligieron para completar la Junta Nacional del Partido a Cándido Martínez, primer vicepresidente; Manuel Fernández Mascaró, segundo vicepresidente; Abelardo Ruiz Morales, tesorero; Manuel Rivera Matos, secretario; y delegados de los distritos, Rafael Rojas Lozano, Ramón H. Vicente, Eduardo G. Ramú, Juan Augusto Perea, Fernando Sierra Berdecía, José G. Cardé, Pedro Pérez Pimentel, José P. Berríos, José M. Gil Cabassa, Severiano Lecároz, M. Gzmán Rodríguez, y Modesto Gotay.

Cerró la asamblea el nuevo presidente Pedro Albizu Campos, con una enérgica y ardorosa alocución para luchar sin miedo y combatir implacablemente a los enemigos de la independencia, anunciando que la patria estaba en guerra y había que defenderla. A su exhortación final todos los delegados de la asamblea se pusieron en pie, y con la mano en alto prestaron el siguiente juramento: «Juramos aquí solemnemente que defenderemos el ideal nacionalista y que sacrificaremos nuestra hacienda y nuestra vida si fuera preciso por la independencia de nuestra patria»

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Previa convocatoria, el 20 de septiembre de 1930 se celebró en Aguadilla asamblea general del partido Republicano Puro, bajo la presidencia de Rafael Martínez Nadal. Esta asamblea muy promovida por censuras y dicharachos publicados en la prensa por contados miembros del partido contra las actuaciones de este partido en su participación en el Grupo de Buen Gobierno, a quienes emplazó Martínez Nadal para que acudieran ante la asamblea para exponer sus ideas. El Comisionado Residente Córdova Dávila, de paso por Aguadilla, compareció a la asamblea y pronunció un fraternal discurso sobre el momento político, que fue calurosamente aplaudido. El presidente de la Alianza Puertorriqueña, Rafael Cuevas Zequeira, y el presidente del Partido Unionista, Antonio R. Barceló, enviaron mensajes de salutación y buenos deseos, que fueron acogidos con beneplácito.

Rafael Martinez Nadal expuso ampliamente toda la situación pública, y explicó los acontecimientos políticos y parlamentarios y la formación y actividades del Grupo de Buen Gobierno. La asamblea aprobó todas las gestiones del partido en la formación y logros del Grupo de Buen Gobierno, y reiteró un amplio voto de confianza a su presidente. Rafael Martínez Nadal, por unánime aclamación, fue reelecto presidente del partido. Manuel F. Rossy, Etienne Totti y Marta Robert de Romeu, fueron electos vicepresidentes. José C. Marrero fue designado secretario. Como delegados de los distritos en el Comité Territorial, supremo organismo del partido, fueron electos Juan Ramón Ramos, Cándido Cacho, Guillermina Fermaint, Adolfo Dones Padró, Félix Alfaro Díaz, Angeles Pastor, Luis Antonio Rosario, Getulio Echeandía, Asunción Abril, Alcides Feliciano, Enrique Irizarry, Juanita Villarini, Ramón Córdova Díaz, Pedro Juan Barbosa, Ricarda L. de Ramos Casellas, Manuel Fernández Náter, Justo Rivera Cabrera, Carmen G. dle. Crosas, Juan Roig, Salvador Fullada, Paz F. de Roca, Ignacio Roca Bacó, Alfredo Zapata, Pura Piña, Enrique Matta, Gonzalo Diago, Guadalupe C. de Diago, J. Buxó, Juan Patxot, Concepción de Torres Silva, Guillermo Chiesa, Germánico S. Belaval, Mercedes B. de López, Hilario Rivera Zayas, Juan J. Matute, y María Luisa de Totti.

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Previa convocatoria, el Partido Unionista se reunió en asamblea general extraordinaria y soberana el 24 de octubre de 1930, en el Teatro Municipal, de San Juan. Acudieron los delegados y numerosa multitud de Unionistas entusiastas de toda la Isla. Presidió Barceló. Pedro Albizu Campos y miembros de la Junta Nacional del Partido Nacionalista acudieron a esta asamblea como expectadores, y su presencia fue ovacionada. A moción del Dr. Francisco M. Susoni y Ernesto Ramos Antonini, Albizu Campos hizo uso de la palabra, pronunciando una cálida peroración independentista.

El propósito esencial de esta asamblea Unionista era considerar la situación con respecto al status electoral del Partido Unionista, en vista de que se impugnaba por la Alianza el derecho del Partido Unionista a inscribir canuidatos no,,linados pol convención y a usar el nombre y emblemas del partido. Barceló, en large alocución, explicó todas las peripecias del partido y los episodios políticos y parlamentarios recientes, y exhortó a sus correligionarios para afrontar la lucha contra todos los obstáculos. El presidente del Partido Unionista fue ovacionado, y se le confirió un amplio voto de solidaridad y confianza.

A los fines de hacer la prueba legal pertinente en cuanto a los derechos del partido, Cayetano Coll Cuchí nominó a Antonio R. Barceló como candidato del Partido Unionista para Comisionado Residente a Wáshington. La nominación fue aprobada por la asamblea y aceptada por el candidato. Se nominaron otros candidatos electivos para la Junta de Revisión e Igualamiento, para el mismo fin. Terminó la asamblea, ratificando su programa anterior, que era similar al aprobado por el Partido Unionista en la asamblea de Miramar en 1913, que contenía las tres soluciones de Independencia, Estadidad federada y gobierno propio inmediato y transitorio.

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El 30 de enero de 1931, el Procurador General, James R. Beverley, emitió opinión oficial sosteniendo que el Partido Unionista carecía de] derecho a usar su nombre, emblemas y demás prerrogativas electorales de partido principal, basado en que este partido había perdido esos derechos electorales al no haber acudido separadamente como tal partido a las urnas en las elecciones generales precedentes. En vista de esta opinión del Procurador General, el Secretario Ejecutivo de Puerto Rico, en febrero 3, 1931 notificó a la dirección del Partido Unionista que se denegaba la inscripción de los candidatos Unionistas nominados en la anterior asamblea. El Partido Unionista recurrió al Tribunal Supremo de Puerto Rico, mediante un procedimiento de mandamus, solicitando que se ordenara al Secretario Ejecutivo a inscribir los candidatos Unionistas. EL 20 de mayo de 1931, el Tribunal Supremo dictó sentencia, por mayoría, con los votos disidentes de los jueces Aldrey y Texidor, declarando sin lugar la petición de los candidatos del Partido Unionista.

EL6 de junio de 1931, previa convocatoria al efecto, se reunió en asamblea general extraordinaria el Partido Unionista, en el Teatro Municipal, de San Juan, bajo la presidencia de Antonio R. Barceló; secretario, José Enrique Gelpí. En esta asamblea, como en las anteriores, campeó un ardido ambiente de entusiasmo y lucha. En los preliminares, Barceló explicó ampliamente la situación, ante el problema que tenía que afrontar el partido con la decisión final del Tribunal Supremo.

Por el entusiasmo independentista y el espíritu de lucha que prevalecieron y por los versos recitados, bien puede calificarse esta asamblea como la de Manolo el Leñero. Comenzaron las deliberaciones con la declamación emocionada por el poeta Luis Lloréns Torres del monólogo del guerrero independentista de su drama histórico El Grito de Lares. Enseguida la asamblea continuó amenizada también por fervorosos discursos independentistas de José S. Alegría y José Yumet Méndez. Esta asamblea, como se verá más adelante, modificó el anterior programa político del Partido Unionista, manteniendo únicamente la demanda de independencia en pelo.

Los delegados José S. Alegría, Luis Lloréns Torres, Miguel Guerra-Mondragón, Juan García Ducós, Vicente Géigel Polanco, Manuel A. Martínez Dávila, Alfonso Lastra Chárriez, José Dávila Ricci, Antonio Coll Vidal y Manuel A. Garcia Méndez, presentaron la siguiente declaración-programa:

«La Unión de Puerto Rico, reunida en Asamblea Magna, y expresando la soberana voluntad del partido por medio de sus legítimos representantes, declare:

«1. Que el régimen de gobierno que durante un tercio de siglo ha imperado en Puerto Rico, impuesto por el Gobierno de Estados Unidos contra la voluntad y sin la intervención de nuestro pueblo, ha fracasado, porque ha tenido y tiene el propósito de anular la personalidad puertorriqueña y someter a Puerto Rico a una situación colonial deprimefite y’vejaminosa en la que el dominador ejerce omnímodamente su poder, anulando por completo la iniciativa y la intervención de los puertorriqueños, y que tal régimen es indigno de las instituciones del pueblo norteamericano y de la capacidad y el honor del pueblo puerto

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rriqueño. La Unión de Puerto Rico consigna, por tanto, su más alta y vigorosa protesta contra el sistema imperante, y enérgicamente demanda el remedio justo al pueblo de los Estados Unidos para emanciparnos de una oligarquía que en su nombre se ejerce y que su espíritu rechaza.

«2. Que es para Puerto Rico motivo de dolor y de sonrojo el hecho de ser, entre las demás comunidades hispanoamericanas, la única que vive privada de su libertad y de su soberanía. Y es nuestro deber, al consignar esta protesta, hacer que la misma llegue al corazón del pueblo norteamericano y repercuta en el de todos los pueblos de nuestra raza, para que sea motivo de la justa consideración que a todos los pueblos debe merecer la humillante condición política en que nos encontramos los puertorriqueños.

«3. Que el ideal supremo de la Uníón; como el de todos los pueblos dignos a través de la historia, es la fundación de una patria libre y dueña de su soberanía. Dentro de esta finalidad, la Unión de Puerto Rico proclama la constitución de Puerto Rico como una república independiente»

La declaración – programa transcrita en el párrafo anterior, fue referida al Comité de Resoluciones de la Asamblea, que la informó, por mayoría, recomendando su aprobación en su texto completo, informe que fue ovacionado por la asamblea.

Entonces, Benigno Fernández García hizo uso de la palabra, expresó que estaba conforme con la eliminación de la fórmula Estadidad, pero expresando que no suscribió el informe favorable porque hizo un voto especial proponiendo el siguiente aditamento:

«Que final de la resolución informada por la mayoría, se agregue lo siguiente: La Union declare, además, que aceptará cualquier reforma del régimen compatible con nuestra aspiración suprema, que nos permita la más amplia intervención en todas las cuestiones de orden interno>.

El expresado aditamento fue suscrito y propuesto también por Ramón Berrios Berdecía, José D. Rodríguez, María Fernández Gareia, Manuel Méndez Liciaga, José Ruiz Soler y Ramón Martinez Reyes.

Fernando Gallardo Diaz propuso que se eliminara dicho aditamento. Buenaventura Esteves propuso que se disçutiera en primer término el aditamento. A sugerencia de Barceló, Ga,llardo Díaz y Esteves retiraron sus mQ(OneS, y quedó abierto todo a debate general. Hablaron a favor de añadir el aditamento Ramón Berríos Berdecía, Buenaventura Esteves, Artemio Camacho, Miguel F. Font, Angel Manuel Villamil y Alfonso Lastra Chárriez. Hablaron a favor de mantener solamente el mencionado informe de la mayoría del Comité de Reso

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luciones, suprimiendo el aditamento, Guadalupe G. Pérez, Pelayo Roman Benitez, Félix Ochoteco Jr., Antonio Pérez Avilés y Manuel A. Martínez Dávila. Terminado un largo y elocuente discurso de este último sosteniendo la declaración independentista en pelo, Antonio Coll Vidal presentó una moción para que todo el asunto fuera referido otra vez al Comité de Resoluciones, y que a la vez considerara la siguiente enmienda en lugar del expresado aditamento: «Y reafirmando, incuestionablemente, ese ideal y su propósito inalterable de laborar por el mismo como la única solución digna y adecuada para nues tro problema político, la Unión declare además que sería contrario a los intereses del pueblo puertorriqueño rechazar cualquier reforma del régimen que no sea incompatible con nuestra única aspiración suprema». Esta moción de Antonio Coll Vidal fue aprobada, y todo el asunto fue otra vez referido al Comité de Resoluciones Dara informe.

Después de deliberar otra vez el Comité de Resoluciones, por voz de Ernesto Ramos Antonini informó a la asamblea que la enmienda propuesta por Antonio Coll Vidal había sido derrotada por once votos contra nueve, y que la mayoria del Comité de Resoluciones aprobó sostener la declaración-programa principal con este nuevo aditamento: «La Unión de Puerto Rico declare además que laborará por la realización de su programa político por todos los medios que el destino le depare, y procederá con la prudencia, energía y el esfuerzo inextinguible de los que luchan por el supremo ideal, y cualquier reforma al régimen compatible con nuestra suprema aspiración que nos permita más amplia intervención en todas las cuestiones de orden interno no impedirá que continúe nuestra lucha persistente hasta lograr el reconocimiento internacional de nuestra soberanía>. Manuel A. Martinez Dávila fue portavoz ante la asamblea del informe de la minoría disidente contra este nuevo aditamento.

Entonces consumió un turno Angel Fernández Sánchez contra el nuevo aditamento. Después Benigno Fernández García hizo un largo discurso a favor de este nuevo aditamento. Cerró el debate Ernesto Ramos Antonini, en vibrante discurso combatiendo el nuevo aditamento. La asamblea aprobó que se eliminara el aditamento, por 104 votos contra 66 votos. Asi quedó aprobada la declaración – programa según fue originalmente propuesta. Entre abrazos y expresiones de fraternidad par’ sostener todos el mandato del partido, terminó la asamblea, quedando como programa político del Partido Unionista únicamente. la demanda de independencia y la constitución de Puerto Rico en república independiente y soberana.

Después de esta asamblea de Manolo el Leñero, el 9 de junio de 1931 el presidente Barceló del Partido Unionista se dirigió al Presidente Hoover de Estados Unidos con motivo de los acuerdos adoptados.

«El Partido Unionista, que es el sector más fuerte de opinión en Puerto Rico decía Barceló al Presidente Hoover, celebró ayer una asamblea general en San Juan, declarando que el régimen político hasta el presente establecido en nuestra Isla es un fracaso patente y completo, y acordó solicitar, como solución única para fijar nuestro status final, la concesión de nuestra Independencia. Esto no implica una actitud de enemistad hacia el pueblo de los Estados Unidos, que siempre tuvo y ahora tiene nuestra admiración y respeto por su devoción a la democracia tan firmemente establecida. La política que han trazado las distintas Administraciones y el Congreso con olvido de las promesas adelantadas por los comisionados americanos durante la tramitación del Tratado de París, así como las hechas por el General Miles, Comandante en Jefe del ejército de ocupación al desembarcar en nuestras playas, unido todo ello al sometimiento de nuestro pueblo a un gobierno autoritario e imperialista en sustitución del liberal y autonómico que España nos había otorgado, han matado nuestra fé en todo modus vivendi que no dependa de nuestra propia voluntad soberana e independiente, una que nos ponga en condiciones, de acuerdo con nuestra propia determinación, para buscar y obtener remedios con que curar nuestros males, a nuestra propia manera, dentro de nuestros propios medios y recursos. Preferimos, señor, llevar una vida pobre pero digna, antes que aceptar nuestra presente servidumbre. No somos más que meros siervos bajo las leyes federales de cabotaje, bajo el sistema tarifario nacional, y bajo la posesión de grandes latifundios en poder de unos cuantos absentistas. Nos dijo usted, señor Presidente, cuando honró nuestra Isla con su presencia, que nuestros problemas eran más bien económicos que políticos. La convención del partido que tuve el honor de presidir declaró ayer que sin independencia política no podrá lograrse la independencia económica de Puerto Rico. Esa es la mejor y única solución para el prestigio de los Estados Unidos ante el mundo, y en bien de la amistad y afecto que sentimos por su gran pueblo. Los anteriores fueron, en suma, los principales acuerdos de nuestro partido. Estamos preparados, señor, para probar nuestra causa ante usted, y ante el Congreso en su próxima sesión, si se nos conceden las correspondientes audiencias».

FIN TOMO UNO.

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