Esta es una de esas columnas en las que la presión y el estrés de un cierre le dan cierto sabor especial a lo que uno decide escribir. Los cierres en los periódicos le queman la adrenalina a cualquiera y el supuesto ‘glamour’ que muchos creen es parte de nuestro trabajo.
Por mucho tiempo, los medios reseñamos – y nos incluímos – de los ‘mala que está la cosa’ en Puerto Rico. De cómo el tema de la economía parece no tener solución, el de los empleos tampoco, la criminalidad, en fin, parece como si un negativismo general fuera la única meta a la que podemos aspirar o la que muchos piensan es la que merecemos.
Pues sepa que aunque trabajo en uno de los principales medios de comunicación de Puerto Rico, ese aire de pesimismo no entra en mi agenda diaria de vida. Por el contrario, cada minuto que pasa me sigo reafirmando en que siempre seré malditamente optimista. Adopté esta frase no sé hace cuánto tiempo, pero lo cierto es que me dediqué a entrenarme para que cualquier situación negativa no me afectara sino que me obligara a ver el lado positivo, a ver ese camino de buscar la lección aprendida y sobretodo a ser feliz. Sí, a ser feliz con lo que tengo no con lo que aspiro y decirme a mi mismo que ‘No me importa’ si el IVA lo aprueban de un 20%, si los bonos son declarados chatarra, si nos quedamos sin electricidad o si nunca resolvemos el estatus político, siempre tendremos la oportunidad de echar pa’lante.
Con esto quiero aclarar que no estoy asumiendo una postura de irresponsabilidad ante lo que ocurre a mi alrededor, ni a vestirme de indiferente, pero sí a gritarle a todos que ahora es el momento de cada uno de nosotros de sacar del panorama la queja, la exigencia monga y dedicarnos a aportarle a Puerto Rico lo mejor de nosotros. Todos queremos un mejor Puerto Rico, pero haga un acto de contricción y pregúntese qué ha hecho hoy para que su país mejore. ¿Le dio los buenos días a las personas que vio al entrar en un elevador? ¿Se sonrío con alguien que le cruzó de frente? Ubíquese y piense.
Cada sueño que siempre dijo que realizaría ahora es cuando mayor fuerza debe tener. Atrévase, dígase en su interior o hágase un tatuaje en el alma, en el brazo o donde quiera, que lea ‘No me importa’. Pero no con el significado de la indiferencia sino con el de que por más abajo esté en el juego usted logrará llevarse la victoria. Ahora más que nunca es cuando la palabra reinventarse debe estar entre sus prioridades, pero no la lea, hágala verbo.
Todos tenemos activados el gen de la sobrevivencia, lo que pasa es que nos han enseñado a utilizarlo solo en casos de emergencia. Pues no, actívelo y verá como todo cambiará, declárese en emergencia.
Comience su camino de renovación justo desde que abra los ojos. De gracias por estar vivo, alimente la capacidad de sorprenderse con lo que tiene alrededor, de aprender y hacer cada día algo inesperado que nunca imaginó y aporte a mejorar su entorno. Lo más difícil es comenzar.
Es muy probable que al leer mis líneas comente que los medios de comunicación son en parte responsables de alimentar el estrés de la desilusión o pesimismo en el pueblo. Pues lea más, está equivocado. Nuestra función es llevarle el mensaje tal y cómo es, crudo en ocasiones, adornado en otras, pero en fin que se entere. Lo que sucede es que todos tenemos diversidad de opiniones y cuando nos tocan la línea de la sensibilidad nos acordamos y ahí surge la queja, la indignación fatula. ¿No es amigo aquél que le dice las verdades de frente?
Las verdades hay que cantarlas y que bueno es cuando nos llegan en forma de noticia. No queda más remedio que aceptarlas y decidir. Es por ello que le invitó a unirse al carrito del optimismo a decidir desde ahora que ‘No me importa’ cual trágico sea el veredicto cada uno de nosotros hará las cosas de una sola forma: bien.
Eso aplíquelo a su hogar, a su aspecto personal, al trabajo, a la manera de cómo quiere que el mundo lo recuerde. Hágalo ya y recuerde que a mi ‘No me importa’ el que todos sepan que siempre daré lo mejor, así lo exigiré y así querré estar siempre en la memoria de todos.
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