EL VOCERO/Archivo

Por Máximo Cerame-Vivas

El planeta en que vivimos es producto de nuestro universo, que se formó en una explosión —el “Big Bang”— que reventó hace 14,000,000,000 años atrás, o hace 14 billones de años. Eso para quienes usamos el billón como miles de millones, y no como millones de millones, que es la usanza europea.

Tras esa magna explosión, el universo transcurrió sin tierra durante 9.5 billones de años. Hace 4.5 billones de años se formó la Tierra como una pelota caliente que aún no se ha enfriado. Hace 3.5 billones de años surgió en la Tierra la vida unicelular, pero la vida multicelular no surgió hasta hace 450 millones de años. El hombre, el “rookie”, el “nene” o el novato de la evolución, surgió hace solo unos 200,000 años.

El comienzo de la historia documentada que conocemos no tiene más de 4,241 años a.C. La dividimos en lo que sucedió antes del nacimiento de Cristo, a.C., y después de Cristo, d.C. La historia d.C., que también se le designa A.D. —Anno Domini— surge en el año 1, y tiene hoy sólo 2015 años. Sí, ya se que me están acusando de profano, sacrílego y hereje.

La teoría del “Big Bang” fue postulada por un Jesuita belga, el Monseñor Georges Lemaître, cuyo doctorado fue por Massachusetts Institute of Technology (MIT) en 1931, año en que fue publicada su teoría. Desde 1927 Lemaître postulaba que, si el universo estaba en constante y acelerada expansión, en algún momento tuvo su origen en el punto desde el cual partieron y se están expandiendo y separando los cuerpos celestes.

En 1951 el Papa Pío XII aseveró que la teoría de Lemaître proveía una validación científica para la existencia de Dios y el Catolicismo. Lemaître, sin embargo, le pidió a Pío XII que no publicara mucho su endoso a la teoría del Big Bang. Consideraba Lemaître que los que entienden la Biblia como verdad absoluta palabra por palabra estarían en desacuerdo con él, y quiso darles la oportunidad de que continuaran en ese desacuerdo.

Más recientemente, el Papa Francisco, ante la Academia Pontificia de las Ciencias en Ciudad del Vaticano, aseveró sobre la teoría de Lemaître: “El Big Bang —la teoría científica que explica el origen del universo— no se contradice con la intervención creadora divina, al contrario, la exige.”

Advierte además Papa Francisco contra el peligro de imaginar a Dios “como un mago, con una varita mágica”. Recordemos que la descripción de la creación del universo y del hombre que aparece en la Biblia, en Génesis, no es un relato científico, sino una narración del autor bíblico de entonces.

El hombre y los dinosaurios nunca coincidieron en la Tierra. Los dinosaurios se extinguieron mucho antes de que surgiera Homo sapiens. ¡Y tan importantes y omnipotentes que nos consideramos! No llevamos suficiente tiempo en el Planeta como para haber podido aprender ni siquiera a convivir. El hombre ha cometido atrocidades bárbaras contra el hombre mismo.

Los “nobles de espíritu” que profesamos religiones, hemos usado esas religiones como armas y como escudos para justificar nuestras barbaridades y ansias de conquista, tanto a través de imposiciones morales como de ultrajes y despojos de riquezas y poder. Aquellos que no profesan religiones tienen un arma igual de feroz en la defensa y promoción de sus partidos políticos, con igual ansia de “convertir a los infieles” como han llevado a cabo algunas religiones.

Nos creemos capaces de afectar al Planeta y, peor aún, de salvarlo. Pero no nos podemos salvar a nosotros ni a nuestro prójimo. Quizás cuando se apague el Sol.