Acaba de salir un libro que es lectura obligada para todos aquellos que siguen el origen y desarrollo del devenir histórico de las cosas en Puerto Rico, incluido el Derecho como motor para el cambio social y político. Se trata de, La Constitución Obrera: el Partido Socialista y la Convención Constituyente del historiador y jurista, Jorge M. Farinacci Fernós. Por el linaje político del autor, las felicitaciones a recibirse por éste trabajo deben ser estruendosas y que no se pierdan en el olvido.
Escrito con un ojo crítico admirable y ausente de los prejuicios que suelen verse en este tipo de textos productos de la ideología del investigador, que se convierte más en ideólogo que en divulgador de la verdad, el libro analiza como el Partido Socialista, que fundara Santiago Iglesias Pantín en 1915 –hace cien años- tuvo una participación destacada y decisiva en la adopción de la Carta Magna puertorriqueña. Lino Padrón Rivera, Antonio Reyes Delgado y Mario Orsini Montañez, entre otros, y que abogaban por la estadidad para Puerto Rico, hicieron múltiples propuestas que fueron incluidas en la Carta de Derechos y en otros artículos de la Constitución y que hoy forman parte del acervo jurídico de los derechos civiles puertorriqueños.
Cláusulas de una importancia constitucional y de gobernanza de vida como, la igualdad del hombre y la mujer, la igualdad de los hijos habidos dentro o fuera del matrimonio, el derecho a no ser privado de la libertad o la propiedad sin el debido proceso de ley, garantía del habeas Corpus, protección contra registros irrazonables y la regla de exclusión, prohibición de intercepciones telefónicas, prohibición de leyes ex post facto, prohibición de encarcelamiento por deuda, presunción de inocencia, derecho a la información pública, libertad de expresión y prensa, libertad de culto, igual paga por igual trabajo, horario máximo de trabajo de ocho horas diarias y derecho a organizarse sindicalmente en la empresa privada y en las corporaciones públicas, entre otros.
Por otro lado, desde el Hemiciclo de la Convención Constituyente, “los socialistas lograron incluir el retiro obligatorio de los jueces a los 70 años” y “el poder investigativo de la Asamblea Legislativa”, entre otros, también. Este liderato socialista era el mismo que, sin ambages, decía: “cualquier fórmula de estadidad tiene que estar a tono con nuestro derecho, con nuestra cultura y con nuestra historia.” O sea, una estadidad de reafirmación de la personalidad puertorriqueña.
Durante el tiempo que se reunió la Convención Constituyente los socialistas llevaron una campaña anticolonialista: “El Partido Socialista condena el sistema colonial por ser anacrónico e incompatible con la libertad y con el derecho humano. Aspira a que se reconozca la soberanía de nuestro pueblo.” La soberanía a la que se refiere el liderato socialista está enmarcada dentro de los poderes constitucionales que la Enmienda Décima de la Constitución de los Estados Unidos le confiere a los estados de la Unión.
El autor se pregunta: “Cuántas de las propuestas presentadas por los socialistas hubiesen sido incluidas: desde la participación de los obreros en la riqueza producida por las empresas en las que trabajaban, hasta la garantía de una matrícula gratis en la Universidad de Puerto Rico.” Por ende, las propuestas de los socialistas, narradas brillantemente por el autor, son las libertades civiles que el ciudadano de carne y hueso, en nuestra ínsula barataria, disfruta hoy.
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