Recientemente el Comisionado Residente, Pedro Pierluisi hizo unas manifestaciones en el hemiciclo del Congreso referentes al estatus político de Puerto Rico que fueron objeto de crítica por algunos de sus hermanos de sangre partidista: “Si hay un aspecto positivo de esta crisis, es que ha llevado a una mayoría de mis electores a concluir que la relación entre el gobierno federal y Puerto Rico tiene que cambiar. Puerto Rico debe tener igualdad en esta unión o la independencia fuera de ella,” dijo. Lo dicho por Pedro Pierluisi no es nuevo dentro del movimiento estadista. Barbosa fue el pionero en este tipo de cosas: “Queremos la independencia de nuestro país, pero una independencia verdadera, efectiva, sin enmienda Platt, sin intervención de aduanas, sin el control efectivo irresponsable que ejerce el gobierno americano en Cuba, Santo Domingo, Venezuela.” (Véase José Celso Barbosa, Orientando al Pueblo). Y afirmaba, también, el padre del movimiento estadista: “Nosotros somos regionalistas, separatistas, independentistas como el más independentista, el más regionalista, el más separatista, entre los más radicales de pensamiento de nuestros paisanos independentistas…”
La trayectoria ideológica del movimiento estadista en este principio ha sido lineal, no pendular. En su programa de gobierno para las elecciones de 1932, el Partido Unión Republicana, con Rafael Martínez Nadal de presidente, planteó que hay que “tratar de obtener cuanto antes de los Estados Unidos la admisión de Puerto Rico como estado de los Estados Unidos de América, y en caso de que esta demanda fuese negada, o que actos del Congreso de los Estados Unidos la hicieren irrealizable, entonces, el Partido Unión Republicana trabajará para conseguir la plena soberanía interna y externa igualmente compatible con nuestros ideales de libertad y gobierno propio.” (Véase Reece B. Bothwell, Puerto Rico: cien años de lucha política).
En 1936, en respuesta al Proyecto del senador Millard Tydings para otorgarle la independencia a Puerto Rico de un plumazo, el líder estadista Rafael Martínez Nadal se dirigió al pueblo en repudio al proyecto, pero con una declaración de principios: “Como puertorriqueño y como uniorrepublicano, cuyo partido tiene consignada en su plataforma la independencia, como refugio de dignidad para cuando actos del Congreso o del pueblo de los Estados Unidos nos indiquen la imposibilidad de constituirnos en Estado de la Unión, entre el hambre y la deshonra, yo señalo a mi pueblo el camino de la dignidad.” (Véase Teófilo Maldonado, Rafael Martínez Nadal: su vida).
Como una repetición en el tiempo el programa de gobierno del Partido Estadista Republicano para las elecciones de 1956 emula, en cierta medida, aquél programa de 1932. A una cláusula sobre la independencia se le llamó el Programa Específico de Luis A. Ferré: “Yo quiero decir que tengo un profundo respeto; yo quiero decir que mi Partido tiene un profundo respeto por los compatriotas que postularon ayer y postulan hoy el ideal de independencia. La independencia es una fórmula digna de resolver el problema político de Puerto Rico; es una de las maneras únicas como puede y tendrá que resolverse el problema político de Puerto Rico.” (Véase Teófilo Maldonado, Luis A. Ferré: ciudadano).
Durante el siglo XIX la independencia y la estadidad fueron corrientes hermanas dentro de esa corriente mayor denominada “separatismo”. (Véase Raúl Cepero Bonilla, Azúcar y Abolición). Ambas se identifican con el anticolonialismo. Por eso se parecen mucho y por eso son fáciles de entender.
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