Esa llamada “autonomía fiscal”, según ellos, le otorga a Puerto Rico soberanía sobre las leyes contributivas y con ello, la soberanía para otorgarle beneficios contributivos a empresas e individuos de los estados y países extranjeros.

Como resultado de esa alegada autonomía, que no es otra cosa que una exención contributiva que el Congreso le concede a las empresas de manufactura que se establecen en países extranjeros y en sus territorios, Puerto Rico ha logrado un desarrollo que, según ellos, no podíamos haber alcanzado si no hubiéramos tenido la autonomía fiscal.

El duo de Carlos Romero Barceló con Pedro Pierluisi contaron con los Luis G Fortuño y Miriam Ferrer para la Mejor Presentación de la Estadidad en Nustra Historia

¿Y por qué era necesario la exención contributiva para crear empleos y propiciar el desarrollo económico? Porque Muñoz Marín, Hernández Colón y sus acólitos, entendían y entienden que Puerto Rico no hubiera podido, ni puede, competir con los estados de la unión en igualdad de condiciones. Pero, no solamente le han inculcado ese complejo de inferioridad a muchos puertorriqueños, sino que también se lo han inculcado a muchos inversionistas y a muchos industriales.

No tengo dudas de que Hernández Colón, su hijo José Alfredo y los líderes estadolibristas de hoy negarán que ellos tengan un complejo de inferioridad ante nuestros conciudadanos de los estados. Pero, si no tuvieran ese complejo, cómo explican que el liderato estadolibrista defienda a brazo partido las contribuciones de consumo que tanto perjudican la economía y que tanto penalizan al trabajador, a los empleados a sueldo, a las pequeñas empresas, en fin a todos nuestros compatriotas de escasos recursos y a los de clase media, mientras las empresas foráneas y a los multimillonarios que vienen de los estados y del extranjero, cada día se le conceden más beneficios y exenciones contributivas.

Mientras este gobierno estadolibrista aumenta los beneficios contributivos de los que vienen de afuera, a los de aquí le siguen imponiendo más y más contribuciones de consumo que aumentan los costos de vida a niveles insoportables.

Si los estadolibristas no tuvieran un complejo de inferioridad, no estarían mendigando las migajas que le están mendigando al presidente y al Congreso. En lugar de implorar y mendigar, debemos acudir a la Casa Blanca y al Congreso exigiendo, no implorando, que se nos otorgue la igualdad a la que como ciudadanos americanos tenemos derecho.

Y para que no digan que se está violando el grito revolucionario de “no taxation without representation”, el Congreso nos exime de pagar contribuciones de ingreso federal por lo que ganamos en Puerto Rico.

Si nos dijeran que primero hay que resolver el problema económico, le tenemos que decir “noventa y nueve años de espera para lograr la igualdad nos ha agotado la paciencia. Ya estamos hartos de esperar”. Lo primero que tenemos que acordar es que se va a radicar y aprobar un proyecto de admisión como estado en el Congreso y que se va a dar comienzo al proceso de admisión. Entonces podemos comenzar a dialogar para resolver la situación financiera. Al lograr la igualdad al ser admitidos como estado, los beneficios de los programas federales aumentarían de $12,000 a $16,000 millones anuales los ingresos del gobierno para hacerle frente a la crisis económica y se propiciaría un desarrollo económico como ocurrió en Alaska y Hawaii.