Conocí a Pedro Pierluisi cuando él era Secretario de Justicia y yo tenía 19 años. Fue durante una charla a estudiantes universitarios como parte de un programa de la Oficina de Asuntos de la Juventud. Y cuando él terminó de hablar, yo le pasé un papelito a mis compañeros de mesa. “Pierluisi Gobernador”, leía.
Era un hombre joven, ocupando una de las posiciones más importantes del gabinete constitucional, y transmitía en sus palabras un interés genuino de hacer un mejor Puerto Rico desde su silla. Mientras él hablaba, para mí era claro que Secretario de Justicia era sólo el inicio de su vida pública.
Un par de años más tarde lo reencontré. Yo era una periodista novata, con ganas de comerme el mundo y con una gran pasión por mi trabajo. Tenía también esa incredulidad inherente al periodista que te lleva a desconfiar de todo, pero por alguna razón que descubrí ya con el paso de los años, Pedro Pierluisi era una asignación fácil para mí.
Casi una década después, me levanté con la noticia en la radio de que Pedro Pierluisi interesaba la Comisaría Residente en Washington, sin imaginar que me haría un acercamiento a través de terceros para colaborar con él en esa nueva gestión suya. Yo estaba en un gran momento de mi carrera y confieso que fue una decisión difícil. Hasta que hablé con él y su esposa, María Elena. Acepté y el resto es historia. Una primaria gana y dos elecciones como Comisionado Residente en Washington, la primera ganada por amplio margen, y la segunda, convirtiéndolo en el funcionario electo con mayor cantidad de votos.
Nueve años trabajando a su lado me han servido para validar a diario lo que vi a mis 19. Pedro Pierluisi es un hombre franco y noble. Realista, apasionado, sensible, perfeccionista y honesto. Siempre renuente a la política chiquita, al titular fácil, a las mentiras y a las etiquetas. Un enamorado de su familia, especialmente de sus cuatro hijos y sus dos nietos, un trabajador incansable- porque el valor del trabajo le fue inculcado desde la cuna-, con una mente privilegiada y una capacidad pasmosa de encontrar soluciones cuando todos se ahogan en un vaso de agua.
Lo he visto compartiendo con su familia con la misma pasión que lo veo luchando por la Estadidad, por un proyecto para Puerto Rico, o por alguna disposición que beneficie a su gente. Es la misma pasión, seriedad y responsabilidad que demuestra cada vez que está en una vista pública del Congreso, o aceptando reunirse con un supuesto enemigo político, cuando en realidad está poniendo los intereses de Puerto Rico primero. Esa forma de ser le ha ganado un respeto verdaderamente impresionante. Pedro Pierluisi es un hombre de estado.
Esa mezcla de características lo han llevado hasta este punto histórico en el que Puerto Rico atraviesa por momentos sorprendentemente difíciles. Y no es casualidad que una vez más Pierluisi haya dicho que SI a Puerto Rico y haya asumido el reto de aspirar a la Gobernación. No es decir que sí porque sí. Muchos argumentan que hay que estar loco para querer ser Gobernador en un Puerto Rico como el de hoy. Yo sé, sin embargo, que Pierluisi tiene fe en nuestra gente y en su capacidad de salir del atolladero en que nos encontramos. Sus propuestas y soluciones reales están ahí, expuestas y prestas para implementar.
Es claro que el camino que le espera a Puerto Rico es duro. Por eso la experiencia y la madurez son hoy los elementos más fundamentales que deben regirnos a la hora de elegir a nuestros líderes. Y no hablo de experiencia de años, sino de experiencia de vida. Experiencia de la buena, experiencia con resultados.
En esa liga está Pedro Pierluisi. Por eso, como miles de puertorriqueños, #YoDigoQueSí.
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Para más información puedes visitar el website de Pedro Pierluisi, Gobernador.
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