Si Puerto Rico fuese un estado de la Unión, no estaría en quiebra. Habría suficientes recursos, estatales, federales y privados, para sostener la calidad de vida a la que tienen derecho los puertorriqueños como ciudadanos americanos. Habría actividad y desarrollo económico sobre bases permanentes, progresistas y sustentables. El Congreso tampoco tendría la necesidad ni la autoridad legal para imponer una junta fiscal federal porque solamente puede hacerlo sobre los territorios coloniales como el ELA. Puerto Rico tendría el poder del voto presidencial y mayor representación congresional que 23 estados de la Unión porque los superamos en población. En vez de recibir órdenes o imposiciones, seríamos parte importante de los que toman esas decisiones. ¿Para qué rayos, entonces, continuar dando vueltas en la noria colonial, girando sobre círculos viciosos como la junta fiscal federal y las leyes de quiebra que solo conducen a parchos temporeros, peores desastres e inseguridad?

El ELA surgió en 1952 y Hawaii dejó de ser un territorio colonial para convertirse en estado de la Unión en 1959. Igual que los demás territorios coloniales que lograron la estadidad, en Hawaii dieron grandes luchas, actuaron afirmativamente, sin complejos y lograron la igualdad con la estadidad.

Cuando Hawaii logró la estadidad, no era un territorio rico digno de figurar en alguna lista de Fortune 500. En aquellos tiempos, Hawaii era tan o más pobre que Puerto Rico. No tenía una economía auto sostenible, pues básicamente dependía de la actividad militar, las limosnas federales, el turismo, y una pequeña actividad industrial. Era un archipiélago multiétnico, con una mayoría poblacional de origen asiático y polinesio como todavía lo es hoy, en medio del océano Pacífico.

Al día de hoy, veamos cuál es la comparación entre el Hawaii hecho estado de la Unión hace 57 años y el Puerto Rico condenado al colonialismo con el ELA hace 64 años.

Según los datos más actualizados del Censo federal, la población bajo el nivel de pobreza en Hawaii es de solamente 11%, pero en el ELA es de 46%; La tasa de desempleo en Hawaii es de 3%, pero en el ELA es de 12%. El ingreso familiar promedio en Hawaii entre 2010 y 2014, al valor del dólar para ese último año, fue de $69 mil anuales por cada familia, pero en el ELA fue de solo $20 mil anuales por familia. En Hawaii, el 62% de la población mayor a los 16 años está activa dentro de su fuerza laboral; es decir, están trabajando o buscan activamente un empleo. En el ELA, solamente el 40% de la población adulta trabaja o busca empleo. En Hawaii, el 90% de la población completa la escuela superior y el 30% logra un título universitario. En el ELA, solamente el 50% completa la escuela y el 24% se gradúa en la universidad. Después de 57 años de estadidad, los hawaianos permanecen en su estado, progresando. No salen huyendo masivamente a Orlando, ni a California que les queda más cerca. Después de 64 años del ELA, casi 80 mil puertorriqueños huyen anualmente del ELA buscando en los estados de la Unión los derechos y las oportunidades que se les niegan en esta absurda colonia estadolibrista.

Si usted es de aquellos que, frente a datos tan contundentes, se dedica a buscar argumentos para no reconocer la verdad y la realidad, entonces no se queje. Usted está padeciendo las consecuencias de su propios actos y consecuencias con el ELA: quiebra, baja calidad de vida, costo de vida por las nubes, deterioro social; emigración masiva; falta de empleos y oportunidades; falta de derechos; contribuciones y tarifas por servicios esenciales abusivas; y todo lo demás que conoce y padece en esta colonia viciada por los mitos y los complejos.

Si usted es también de los que considera que el ELA es la quinta esencia de donde surge su puertorriqueñidad; las supuestas “gloriosas” “autonomía” y “soberanía” que nos han arrastrado a este enorme desastre, pues tampoco se queje de la crisis económica ni de la imposición de una junta fiscal federal. Así son las colonias.

Si usted es de los que cree que la estadidad está muy lejos, entonces pregúntese la fecha, si alguna, en que esta colonia podría salir de la crisis aunque le coloquen parchos como la junta federal o las leyes de quiebra. Si cree que la estadidad está lejos porque no ha escuchado una invitación entusiasta, calurosa o suplicante desde Washington DC que le disipe cualquier complejo o miedo colonial, entonces apoye al actual liderato popular y uno que otro en mi partido que le proponen la quiebra o la maldita Junta de Control Fiscal.

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.