El liderato colonialista tardó 64 años en darse cuenta de su realidad. Todos, dentro y fuera de la isla, hemos logrado un gran consenso histórico: el ELA es una colonia discriminada, sujeta a los poderes plenarios de un Congreso donde no tenemos igual representación aunque somos ciudadanos americanos. Después de 64 años de espejismos, de agotar su crédito y los malabares financieros, el ELA está pagando las inevitables consecuencias del único resultado posible para una colonia: el desorden institucional, la crisis, la emigración masiva y la quiebra socioeconómica.

Desde 1952, el debate se centró en que si el ELA era o no colonia. El ELA, de por sí, es un gran enredo diseñado para confundir; para que cada cual crea que el ELA es lo que prefiera creer; para dotar a la clase política y empresarial dominantes con el instrumento de poder público para repartirse influencias y presupuestos. Antes, a casi nadie le importaba la condición colonial de Puerto Rico y el ELA. Casi nadie vinculaba al colonialismo con el desarrollo socioeconómico, con la capacidad de Puerto Rico para alcanzar un modelo auto sostenible, permanente.

Ese ya no es el debate. Desde hace unas semanas, con la iniciativa congresional para la imposición unilateral de una junta de control fiscal federal, nadie se atreve decir que el ELA no es colonia y bajo las condiciones más desventajosas y humillantes bajo la bandera americana. Hasta los colonialistas ortodoxos y a ultranza, como los Hernández de Ponce, Sila, Melo, Héctor Luis y otros, permanecen callados, abochornados porque han quedado al descubierto después de décadas de mentiras y juegos de palabras. Ni ellos ni nadie se han atrevido a decir públicamente que si el HR 4900 se aprueba, entonces acudirían a un tribunal federal para demandar al gobierno de los Estados Unidos por imponer una junta de síndicos que administre esta colonia por encima de la constitución y los funcionarios coloniales. La verdad y la historia los acorralaron. Desgraciadamente, quien está pagando las consecuencias es el pueblo de Puerto Rico.

Los invito a que anuncien que presentarían esa demanda en las cortes federales. Para que aleguen que el Congreso no tiene la autoridad para hacer lo que pretende aprobar. Lo cierto es que el mero desfile del gobernador y los líderes colonialistas por los pasillos del Congreso, solicitando enmiendas y lenguajes rebuscados en el HR 4900, para tratar de ocultar este denigrante colonialismo, es la mejor evidencia de que todo el liderato popular sabe y acepta que el Congreso sí tiene esa autoridad soberana sobre el ELA. Si el Congreso logra o no ponerse de acuerdo en aprobar esa legislación es otra cosa. Lo cierto es que, con el ELA, esa autoridad congresional ha estado, está y estará presente mientras este pueblo continúe tolerando la desigualdad y el discrimen que también surgen de esa autoridad congresional porque el ELA es una colonia.

La crisis ha sacado la verdad a flote. El consenso histórico ha sido involuntario y a regañadientes por las terquedades de algunos, pero se ha logrado y es un gran paso de avance. Este pueblo jamás logrará salir de esta crisis si primero no se reconoce la raíz del problema; el colonialismo. La inmensa mayoría de los funcionarios del gobierno federal reconocen que el ELA es una colonia sujeta al poder y las decisiones unilaterales en Washington DC y que la condición colonial del ELA ha menoscabado el desarrollo y la economía de Puerto Rico. Los editoriales de los más prestigiosos periódicos y revistas especializadas en Estados Unidos y otras partes del mundo también lo reconocen. Incluso, muchísimos líderes colonialistas ya aceptan que el ELA es una colonia y que esa condición ha sido la razón principal para este caos. Hasta los “opinadores” profesionales que alcahuetean al Partido Popular en los medios locales ya admiten lo mismo, aunque trataron de ocultarlo durante mucho tiempo.

Esto es una colonia quebrada y sin remedio. Ningún parcho temporero de junta fiscal o ley de quiebras va a resolver los graves y profundos problemas de Puerto Rico. Puerto Rico necesita mucho más que eso, necesita igualdad con los estados de la Unión. El consenso anticolonial se ha logrado… continuamos avanzando.

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.