Por: Mario Ramos Meléndez

De reciente publicación y con olor a tinta fresca es el libro de Antonio Sotomayor, The Sovereign Colony: Olympic sport, national identity, and international politics in Puerto Rico. El autor, puertorriqueño y profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Illinois, publica su tesis doctoral de la Universidad de Chicago gracias a los buenos oficios de la Editorial de la Universidad de Nebraska.

Como lectura obligada para todos los que siguen el movimiento olímpico, desde cualquiera de las perspectivas controversiales que el tema genera, el texto comienza con la llegada de los americanos
por Guánica y como el cambio de soberanía trajo consigo instituciones civiles como la YMCA, que se encargó de diseminar los deportes del baloncesto y béisbol, entre otros.

Con pincel preciso el autor demuestra cómo el desarrollo del olimpismo en Puerto Rico sirvió para la reafirmación del nacionalismo cultural sin menoscabar, en absoluto, el valor que de la ciudadanía americana tienen los puertorriqueños. O sea, ciudadanía e identidad van de la mano y ambas se fortalecen recíprocamente a través de la representación olímpica. Esto se debe, según nos sugiere el autor, que es más fácil construir la nación a través del deporte que dentro de la caduca y obtusa refriega política.

Un fenómeno que, tal vez, ha pasado desapercibido y que en el texto lo podemos ver con claridad, es la influencia en el Caribe insular hispano de los deportes inventados en los Estados Unidos. Con el devenir del tiempo, como es el caso del béisbol, se han convertido en parte de la idiosincrasia de los pueblos caribeños como Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. Distinto al resto de los países latinoamericanos donde el deporte rey lo es el balompié.

Para el autor la década del 30 es decisiva; específicamente el año 1935. Fue durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en El Salvador cuando Puerto Rico nace como nación. En un evento de pista y campo, Fernando Torres Collac, gana la medalla de oro y en lugar de izar la bandera de los Estados Unidos izan la mono estrellada. Al no haber himno oficial en esos años los organizadores de los juegos entonaron el himno salvadoreño. Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas. El uso de la bandera de Puerto Rico incomodó a la embajada americana en dicho país. Luego vuelven a usar la bandera de los Estados Unidos hasta los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, donde usan la bandera con el escudo de Puerto Rico. Ya, a partir de 1952 se comienza a usar la mono estrellada.

El entonces líder indiscutible del popularismo, Luis Muñoz Marín, que en principio se oponía al uso de la mono estrellada en juegos internacionales, vio con buenos ojos y como estrategia para afianzar el Estado Libre Asociado, el desarrollo, en toda su extensión, de la llama olímpica en Puerto Rico. Con ello se volvió importante que competir como nación afianzaba la imagen política de Puerto Rico, internamente como a nivel internacional. En el deporte podían desplegar los símbolos de su nacionalidad sin tener que ser independientes.

El olimpismo ha tenido el saldo neto de fortalecer la colonia y afectar la independencia, igual que la estadidad.
El Partido Popular ha entendido muy bien la importancia del olimpismo y la representación deportiva internacional. Para este partido el nacionalismo cultural es un dique insuperable contra el nacionalismo político. En el pasado lo frenaron con arrestos y en el presente con la filosofía de Pierre de Coubertin. Para ellos, competir como nación, aunque no se gane, es a fin de cuentas lo que importa.