Por: Mario Ramos Méndez

En asuntos de gobierno y de reinventar la administración pública hay amigos que se las ingenian. Siempre pendientes de cómo buscarle el gancho filosófico a las cosas.

Epi Jiménez es uno de ellos; estadista insobornable y hombre de vastísima experiencia como servidor público, fue director de la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias y, entre otras cosas, está casado con una abogada y excelente servidora pública, y padre, a su vez, de un ex legislador y buen político. El amigo Epi tiene como pasatiempo elaborar soluciones que ayuden a abaratar costos dentro del gigantismo gubernamental que nos arropa. Como él, debe haber otros que, de igual manera, desean aportar y no tienen los medios de hacer llegar sus ideas o son rechazados, como usualmente pasa, por los jerarcas en potencia. Sin embargo, la perseverancia de Epi es espartana.

Epi se pregunta por qué en los distintos programas de gobierno, que apenas se discuten en esta campaña política, no se considera la participación del jubilado en los asuntos de política pública para la administración entrante. Ese jubilado “como recurso valioso” con potencial incalculable para aportar al gobierno puede lograr, con sus experiencias y ejecutorias operacionales de años, economizarle dinero “al erario y garantizar una ejecución efectiva de inmediato, sin período de aprendizaje, en las agencias del gobierno”. O sea, sería un funcionario público que vendría a ejecutar, no a aprender.

Sobre este asunto ya existe legislación que permite a los jubilados del gobierno dirigir, bajo contrato, departamentos, agencias o corporaciones públicas, o ser funcionarios de confianza, por el salario nominal de un dólar al año, sin que ello afecte sus derechos ni beneficios de jubilación. Y, no solo eso, también hay una gran cantidad de jubilados que estarían dispuestos a hacer ese gesto patriótico por su país y por el Pueblo. Esos jubilados tienen un enorme caudal de conocimientos y experiencias sobre el mundo del trabajo y sobre la vida misma. No en balde, Carlos Fuentes una vez citó aquel sabio dicho latinoamericano, “cuando un hombre y una mujer viejos mueren toda una biblioteca muere con ellos.”

Como muy bien conoce Epi, “la experiencia ha demostrado alguna desconfianza e insatisfacción de los empleados públicos con los jefes designados por el gobernador en las agencias públicas por entender que los mismos desconocen las funciones de la agencia e interrumpen la continuidad de los servicios al pueblo durante el periodo de aprendizaje”. Una verdad como un templo, y que hasta el genio de la comedia, Cantinflas hizo una crítica mordaz en la película “El Ministro y Yo”: “Ustedes son aves de paso”. De hecho, muchos de esos jefes de agencias nombrados llegan con un cadre de ayudantes de afuera que parecen más pájaros migratorios que verdaderos funcionarios públicos con deseo genuino de servirle al pueblo.

Por el continuo flujo de proyectos, ideas y consultas que a diario se dan dentro de la nomenclatura gubernamental, sea desde la gobernación o cualesquiera de las distintas dependencias de gobierno, se debería crear un especie de “Consejo Consultivo de pasadas autoridades ejecutivas en todos los niveles de la Rama Ejecutiva, logrando comunicación, aportaciones y continuidad de obras y proyectos gubernamentales”. El funcionamiento de la gerencia gubernamental no se vería afectada por los vaivenes electorales.

Ideas buenas como esta debe haber innumerables, por parte de diversas personas de todos los partidos políticos. Sin embargo, se me antoja a veces que la brecha generacional que rompe puentes y entorpece el entendimiento permite que la generación más joven plante bandera a modo de conquista y, a su vez, sienta desdén por la generación que le antecedió. Esa anomalía es lo que esta idea trata de evitar.