So, the president really is the president over all of the United States, but our first citizenship is to our nations.-Juana Majel, líder nativo-americana.

“We’ve been in a continual battle since 1492 on trying to maintain our sovereignty as tribal nations and other governments whether it be local, county, state or federal have always tried to erode our sovereignty,” dijo hace unos meses Brian Cladoosby, en la Asamblea General del National Congress of American Indians, entidad que también preside. Significando la lucha sempiterna que los nativos americanos llevan por mantener su derecho al autogobierno y soberanía, la cual los faculta para establecer tratados con el gobierno federal, con el gobierno del estado donde están enclavados y con otros estados, por igual, y con otras tribus, por supuesto. Porque en el constitucionalismo americano solo los soberanos pueden pactar. Facultad que le es denegada a todos los territorios, incluido el dramático caso nuestro.

A las tribus indias se les ha llamado el Tercer Soberano, porque son la escala inferior de las tres esferas de soberanía que incluye, además, al gobierno federal y al gobierno de los estados. En este último caso la facultad de soberanía emana de forma directa y con plenos poderes para sus asuntos internos, de la Décima Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos; cláusula constitucional que fue emulada, casi al calco, por muchas constituciones latinoamericanas luego de advenir en repúblicas al terminar las guerras de independencias contra el imperio español.

Esa soberanía de carácter y significado constitucional, que no la tienen ninguno de los territorios, es la que buscan los nativos hawaianos y que está cerca de lograrse. Esa lucha la comenzó hace años el exsenador de Hawái, Daniel Akaka; presentando proyectos para que los nativos hawaianos sean considerados nativos americanos y, de esa manera, fueran parte de la condición política del tercer soberano y, a su vez, tengan una relación directa con el gobierno federal y una relación de soberano a soberano –o sea, de gobierno a gobierno- con el gobierno del estado de Hawái. Cosa que bajo las actuales condiciones no pueden.

Y se desprende de las palabras del secretario del Interior, Sally Jewell, el pasado 23 de septiembre, que el camino para la soberanía y autogobierno para uno de los grupos nativos más grandes de la Nación queda expedito. La que reciben con brazos abiertos y que desean sacar, para siempre, al gobierno del estado de sus asuntos internos para el comienzo inmediato del control, por ellos mismos, de lo concerniente a su idiosincrasia y modos de vida; incluido, educación, cultura e idioma.

Ha sido la congresista demócrata de Hawái, Tulsi Gabbard, única miembro del Congreso de fe hindú, que ha estado luchando por los derechos de esta minoría, conspicua en demasía en el proceso político del único estado isla de la Nación. Gabbard ha sido clara que los derechos de los nativos americanos y los nativos de Alaska, y el trato brindado a ellos por el gobierno de los Estados Unidos, debe ser igual con los nativos hawaianos. Sobre esto, el secretario de Interior ha expresado que la decisión está únicamente “within the hands of Native Hawaiians to determine what, if any, government-to-government relationship they choose to have with the U.S. federal government”.

El fenómeno hawaiano nos ilustra como la soberanía es parte del proceso político de los Estados Unidos. Es un factor que debe considerarse seriamente en Puerto Rico y, a mi juicio, fuera de la rémora estéril y abrasiva del partidismo político. Lo contrario, es permanecer en un perenne ostracismo.