La colonia como fetiche – Por: Andrés L. Córdova

La colonia como feticheFILE - In this July 29, 2015 file photo, the Puerto Rican flag flies in front of Puerto Rico's Capitol as in San Juan, Puerto Rico. The White House plans to announce the members of a new oversight board to help manage Puerto Rico's debt-stricken economy. Legislation passed in June set up the control board and required the White House to choose from a list recommended by congressional leaders by September. (AP Photo/Ricardo Arduengo, File)

Todo concepto supone un intento, más o menos efectivo según sea el caso, de explicarnos el mundo en que nos encontramos. Los conceptos, sobra decir, son herramientas intelectuales que no gozan de sustantividad propia. Si en efecto un concepto es cierto o no, si guarda alguna correspondencia con la realidad, es siempre una determinación preliminar que hace la razón en su perenne proceso de entender y entenderse. En cambio, un concepto que no nos ayuda a comprender cómo es el mundo, pero que insistimos en utilizarlo, la más de la veces por inercia, es un ejercicio de falso conceptualismo o, como sugería Marx,

Quebrar al Gobierno en el pasado Medio Siglo Siempre Ha Sido parte de la Estrategia del PPD para Separar a Puerto Rico de USA – Es que los Izquierdistas controlan al PPD

un fetiche. En el Puerto Rico de hoy, el concepto colonia es un buen ejemplo de ello. Para muchos la “colonia” es el depositario de sus querencias malogradas, para otros es un atrecho intelectual que justifica evitar preguntarse con franqueza sobre nuestra realidad política, económica y social. La colonia es el fantasma en la máquina de nuestras frustraciones.

Los eventos de los últimos meses ponen de manifiesto las limitaciones del término “colonia”. La opinión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en los casos Sánchez Valle y Franklin California Tax-Free Trust, y la aprobación de PROMESA, y la creación de una Junta de Control/Supervisión Fiscal, hacen evidente para fines políticos y jurídicos la naturaleza territorial del Puerto Rico bajo el Artículo IV, sección 3, de la Constitución. Es de notar como en ninguno de estos pronunciamientos se utiliza el término “colonia”.

La reacción política no se ha hecho esperar. El 28 de agosto de 2016 la Junta de Gobierno del PPD aprobó su programa de gobierno, dando marcha atrás a la propuesta de David Bernier de celebrar un referéndum criollo “Estadidad, Sí o No” y aprobando en vez, un proyecto de Libre Asociación a espaldas de la Constitución de los Estados Unidos. Por su parte, el PNP promueve un plebiscito estadidad o independencia bajo los parámetros de la legislación federal asignado a tales fines el mismo día de las elecciones generales. El PIP y otros sectores independentistas abogan por la resurrección de la asamblea de status como expresión mística de la voluntad de su pueblo rousseauniano. Sobra decir que detrás de todo este forcejeo político está el cálculo electoral de todos para las elecciones generales de noviembre 2016.

Una constante en las expresiones públicas de los promotores de las diversas ideologías políticas es la caracterización de nuestra situación colonial, con todas sus connotaciones y andamiaje seudo-científico. Dada nuestra historia política en las últimas décadas uno puede entender las razones puramente electorales por las cuales se recurre a esta terminología. Sin embargo, esta caracterización no explica adecuadamente la complejidad de nuestra relación con los Estados Unidos. Fanon y Memmi no obstante, el Puerto Rico de 2016 no es el de 1900, o siquiera del 1952: la mayoría de nuestra población reside en la tierra firme; los valores que nos caracterizan son propios de la modernidad; las nuevas generaciones formadas por la era digital tienen más en común con las actitudes de la juventud norteamericana que con nuestras pasadas generaciones; nuestras aspiraciones y reivindicaciones políticas, económicas y sociales, se miden dentro del contexto de la democracia norteamericana, como ilustró el apoyo de la juventud universitaria a la candidatura a Bernie Sanders en las primarias demócratas; los puertorriqueños nunca han solicitado mayoritariamente la independencia – todo lo contrario, sobre 95% de los electores quieren mantener su ciudadanía americana. En este contexto, hablar de Puerto Rico como una nación colonizada, intervenida, que se sienta subyugada u oprimida por el colonizador, guarda poca – si alguna – correspondencia con la realidad.

Por otro lado, la representación discursiva de los sectores independentistas/soberanistas de lo que en la actualidad es los Estados Unidos se mueve en un espacio cosificado, estereotipado. El americano es el testaferro de sus prejuicios. Pensar en nuestra subordinación política, territorial, desde el concepto colonia implica contextualizar nuestra situación en el campo del derecho internacional, oponiendo al Pueblo de Puerto Rico como abstracción política al Pueblo de los Estados Unidos. A quien solamente beneficia este ejercicio de fetichismo político es a los sectores independentistas/soberanistas a quienes se les hace difícil admitir la dirección de los vientos de la historia.

COLUMNISTAS, EL VOCERO

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