Después de una larga campaña para su liberación, Oscar López Rivera fue excarcelado por el presidente Barack Obama. Cientos de personas, muy organizadas todas, trabajaron duro para esto. Políticos, vestidos de civil y con sotana -como el arzobispo de San Juan, eficiente artífice de la nimiedad moral-, abogados, médicos y personas de diversa índole colaboraron para verlo fuera de la cárcel. Lo que nunca hicieron por los pobres ni niños enfermos, ni envejecientes, lo hicieron por Oscar. Esto evidencia que detrás de la máscara de derechos humanos había una acción política con propósito definido. Fue una vitrina que servía para la estridencia política, aunque los pobres murieran en el olvido.

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López fue un miembro activo de las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional). Un grupo terrorista que se dedicó a actos de violencia y atentados con artefactos explosivos y armas de fuego. En 1975, en el histórico edificio Fraunces Tavern en el bajo Manhattan de Nueva York, las FALN pusieron una bomba de 10 libras de dinamita que mató a cuatro personas e hirió a más de una docena. De esas víctimas nadie se acuerda. Dos años después, en la avenida Madison de la misma ciudad, otra bomba explotó, con la suerte de que nadie resultó herido.

Cuando López fue arrestado en 1981 en su casa en Chicago, encontraron seis libras de dinamita y múltiples documentos de identidad falsos. Su vida giraba en torno a la violencia y al terror. Durante un periodo de alrededor de 10 años el grupo FALN puso cerca de 130 bombas. Muchas explotaron y, no solo mataron e hirieron a personas, sino que destruyeron propiedad pública y privada. No sabemos si las FALN, y López en su carácter personal, pidieron perdón por esas muertes o al menos se arrepintieron. Siendo estos terroristas grupos muy pequeños, López tenía que saber de antemano las acciones que se cometerían.

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Por la conmutación incondicional de la pena, López estará poco más de 35 años en cárcel. Él no es un preso político como nos quieren hacer ver sus más acérrimos panegiristas. Todo lo contrario, es un político preso. “En las democracias no hay presos políticos”, ha dicho con sabiduría Oscar Arias. Él ha sido beneficiario de todo un discurso escatológico que crea figuras pintadas con palabras como “dignidad”, “patriota”, “decente”, y “baluarte de la nacionalidad”. Un barniz ideológico para crear una imagen irreal.

López estuvo preso porque él mismo escogió ese camino. En el sistema político que él vivió pudo escoger el derecho de expresión y no la violencia. En su Puerto Rico natal han existido partidos independentistas. En los setenta coexistieron el PIP y el PSP. En la década del treinta existió el Partido Comunista, y hace seis años otro con el mismo nombre fue refundado en la sede de la Utier. Su comparación con Nelson Mandela es baladí y fuera de contexto. Mandela no tuvo otra salida que la violencia. No había derecho al voto, de reunión ni expresión en la Sudáfrica del apartheid. (Véase Nelson Mandela, El Largo Camino hacia la Libertad).

Es increíble ver que hasta la alcaldesa de San Juan ya le tiene trabajo seguro a López. Algo que, tal vez, no ha hecho con ningún pobre de la ciudad. López tendrá un patrono que recibe fondos federales. Un osado representante del Arzobispo tildó su liberación de milagro. Sin embargo, vemos que Dios ni siquiera se ha metido en el convulso Medio Oriente, donde los asesinatos y el terror son la orden del día. A final de cuentas, Oscar López cosechó lo que sembró y esa es una verdad inapelable como el último suspiro de la existencia.

Por: Andrés L. Córdova, Profesor de Derecho UIPR

El 17 de enero de 2017, a tres días de culminar su administración, el presidente Barack Obama conmutó la sentencia de Oscar López Rivera, quien deberá salir de la prisión luego de 35 años. Esta conmutación de sentencia -que no es estrictamente hablando un indulto- es el resultado de muchos años de gestiones, peticiones y presión por múltiples grupos en Puerto Rico y los Estados Unidos. Desde una perspectiva humanitaria, su excarcelación debe ser entendida como un acto de clemencia justificada. Eso no significa, sin embargo, que deba uno unirse a la intoxicación nacionalista que ya se escucha y lee en los medios de comunicación.

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Es necesario recordar que Oscar López Rivera estuvo encarcelado por haber sido encontrado culpable de conspiración sediciosa en 1983 por su participación en las actividades terroristas del grupo marxista-leninista Frente Armado de Liberación Nacional (FALN), que abogaba por la independencia de Puerto Rico por vía de la lucha armada. En 1988 conspiró para fugarse de la cárcel federal de Leavenworth, razón por la cual le impusieron una pena adicional de 15 años. Ya en 1999 el presidente William Clinton le concedió un indulto condicionado a su renuncia de la lucha armada para lograr la independencia de Puerto Rico, el cual rechazó alegadamente en solidaridad con otros miembros de la FALN que no fueron indultados en ese momento. El ataque de Al-Qaeda contra las Torres Gemelas el 9/11/2001, y la continua guerra contra el terrorismo, han cambiado decisivamente la tónica política en los Estados Unidos sobre este asunto. Su mitificación publicitaria y conmutación de sentencia no obstante, Oscar López Rivera no puede escapar del todo su récord histórico. A quien a historia mata, a historia muere.

Es importante tomar nota que su caso enhebra dos corrientes distintas, en ocasiones antagónicas. Por un lado, la creencia de un gran número de personas –me incluyo- que la severidad de la pena no guardaba proporcionalidad frente al delito imputado, razón por la cual es propio que su sentencia haya sido conmutada. Por el otro, el uso de su caso de manera táctica para mantener el ideal de la independencia presente en la opinión pública. Para algunos, la vida, obra y excarcelación de Oscar López Rivera es un acto de heroísmo patriótico, que de alguna manera mística, cuasi-religiosa, sublima las diferencias entre los puertorriqueños en nombre de la unidad nacional. Su excarcelación es entendida como metáfora de la excarcelación del Pueblo de Puerto Rico de su condición colonial. En la imaginación de algunos, David Sanes, Mónica Puig y Oscar López Rivera son la santísima trinidad de la puertorriqueñidad. En este mundo metafórico la racionalidad y la lógica no tienen cabida.

Es de notar que la fecha señalada para que se excarcele a Oscar López Rivera es el 17 de mayo de 2017, a escasos días del 28 de mayo de 2017, fecha pautada para la celebración del plebiscito “estadidad o independencia”. Es de esperar que su excarcelación se utilizará por los promotores de la independencia, con o sin asociación, para adelantar sus posturas. Esto es perfectamente válido en el proceso político. De igual manera, es perfectamente válido llamar la atención al llamado emocional a una identidad política predicada en atavismos, que sotto voce admite coyunturalmente el uso de la violencia y la lucha armada para lograr sus propósitos. Oscar López Rivera no es un héroe, nacional o de ninguna otra clase, y no es un modelo de conducta política. Oscar López Rivera no es Puerto Rico.