Típicamente, cuando se acercan los llamados “deadlines” o fechas límites, autoimpuestos o no, las organizaciones y las personas que las componen se ven flanqueadas por los comentarios, opiniones e infundada prisa de quienes (siendo o no parte de los procesos) consideran la rigurosa obediencia a lo establecido como el éxito o el fracaso de una gestión. Por otro lado, quienes tienen en sus manos la responsabilidad de cumplir con los plazos establecidos, originales o prorrogados, deben enfocarse en aquello que les corresponde hacer bien y dar lo mejor de sí en cada etapa del proceso. Uno en el cual no debe considerarse el abandono de los deberes como alternativa estratégica ulterior; tampoco la intransigencia.

Desde esa perspectiva, al analizar la situación por la que atraviesan las diferentes instituciones gubernamentales, bien sean corporaciones del Estado, entidades autónomas o totalmente regidas y financiadas por el erario, viene por obligación a la mente la cantidad de similitudes y paralelismos existentes para unas y otras en los tiempos que hemos heredado. De igual forma, ciertamente, se pueden enumerar las diferencias y contrastes en la manera y momento en que cada organismo enfrenta sus realidades. Mientras un grupo discute y presenta noveles alternativas dirigidas a la obtención de nuevos resultados, existen quienes se resisten a considerar opciones distintas, a pesar de que por experiencia conocen cuán poco efectivas han sido las estrategias de un pasado. Uno que, por estar fresco en la memoria, se sigue evocando como aceptable; con la vana esperanza de obtener en segundos intentos lo que nunca fue alcanzado por completo.

Ha llegado el momento de mirar desde otra perspectiva las palabras del antropólogo francés Marc Augé cuando decía que “la propia memoria necesita también el olvido”; que “hay que olvidar el pasado reciente para recobrar el pasado remoto”. El rescate del futuro depende de que retomemos el pensamiento de quienes soñaron en grande e implantaron estrategias efectivas para levantar nuestra economía. Hoy, añadiendo y controlando aquellas variables que entonces no tenían a su alcance como los avances tecnológicos para promover la transparencia y eficiencia, al igual que las oportunidades que esta brinda para participar del crecimiento y desarrollo socioeconómico como socios facilitadores de aquellas personas dispuestas a aunar esfuerzos y compartir recursos, experiencias y conocimientos para salir adelante, individual y colectivamente.

Quienes reconocen que un mejor Puerto Rico es posible no tienen duda de que es necesario continuar realizando importantes ajustes en el funcionamiento del aparato gubernamental y en el manejo de las finanzas del Estado. La mejor manera de retomar la ruta de progreso es siendo conscientes de la importancia que tiene recuperar la credibilidad y estabilidad del gobierno.

En menos de 50 días la administración del honorable Ricardo Rosselló Nevares ha logrado la estabilización de importantes sectores de nuestra economía. Se experimenta un detente en la ruta decreciente a la que íbamos abocados; por primera vez en años experimentamos un crecimiento en las ventas de cemento, un aumento en las inversiones y una reducción en quiebras. Tomando en cuenta estos y otros indicadores, se debe reconocer que hemos tomado la ruta correcta y permitir que el gobierno continúe realizando los ajustes necesarios para alcanzar las metas establecidas sin sacrificar las oportunidades de futuro que ya se ven en el horizonte.

La Junta de Supervisión Fiscal cuenta ya con los borradores iniciales de cinco importantes planes. Resta que la evaluación de los mismos se lleve a cabo respetando la prevalencia del gobierno de Puerto Rico en la implantación de una política pública fiscal y socialmente responsable. No hacerlo sería contrario al mandato congresional plasmado en la Ley Promesa.