La otra crisis – Si No Votas por la Estadidad Perderás Todos Tus Derechos de la Ciudadanía Americana

La otra crisis

En el Partido Nuevo Progresista, por su parte, asoman tenues indicios de no estar exento de esta nueva vorágine

lugaro

EL VOCERO / Archivo.

Durante las décadas del ochenta y noventa los partidos políticos en Latinoamérica sufrieron una erosión considerable del favor del pueblo. Hubo partidos que de una elección a otra vieron su base política casi desaparecer. Otros sufrieron una erosión paulatina que desfiguró su identidad y al partido mismo como una marca política, en específico, representativo de una filosofía en particular. Todo se debió a estrategias y políticas públicas implementadas por la élite partidista en desconexión total con la base que la sostiene. Estos factores, unidos a los conflictos internos que surgen en el devenir del tiempo, diluyeron la identidad de las colectividades políticas y debilitaron, sobremanera, el sentido de pertenencia de los afiliados. Esto es lo que nos plantea Noam Lupu en su magistral obra ‘Party Brand in Crisis: partisanship, brand dilution, and the breakdown of political parties in Latin America’.

Lectura obligada, con una extensa bibliografía y escrito dentro del contexto histórico político latinoamericano actual, el autor hace un incisivo análisis de cómo el fenómeno de la desafiliación es un fantasma que recorre por toda la geografía de la América Latina, cambiando para siempre el perfil partidista e incidiendo en el espectro electoral del sistema democrático de la región. Los dictados unidireccionales en forma vertical que las élites políticas ejecutan, en total desconexión de sus afiliados, socavan esa fidelidad del votante, que solo es considerado a la hora del proselitismo activo y del ejercicio del derecho al voto.

¿Qué tiene que ver esto, si algo, con Puerto Rico? A mi juicio, mucho. En nuestro Macondo insular los partidos políticos, como religiones laicas, han ido perdiendo el favor del pueblo. Las grandes masas que seguían, por ejemplo, a los dos partidos principales, las actividades multitudinarias que celebraban, son ahora cosa del pasado. La desconfianza, la apatía, la desafiliación y despolitización por parte del ciudadano, en general, son la respuesta a la mala imagen de los líderes y al desvío de los principios políticos y sociales que le dieron vida a cada colectividad que se fundó y desarrolló, y desde el poder estableció obras programáticas de justicia social y políticas de trato igual dirigidas a toda la ciudadanía. El divorcio con su historia y con su esencia ha sido dramático con resultados desastrosos para sus proyectos y utilidad política.

El Partido Popular es un ejemplo del desgaste partidista donde aplica la tesis del autor. Desde la década de los sesenta fue perdiendo efectividad electoral, y desde los noventa comenzó una ambivalencia ideológica, pactando con grupos políticos exógenos a su historia y filosofía, que lo ha llevado hasta casi un 39% que obtuvo en las pasadas elecciones. Esto sin contar los conflictos internos y casos de corrupción gubernamental que han lacerado considerablemente su imagen.

En el Partido Nuevo Progresista, por su parte, asoman tenues indicios de no estar exento de esta nueva vorágine. Por otro lado, las figuras de Alexandra Lúgaro, Manuel Cidre y José Vargas Vidot evidencian esa desafección política que se venía desarrollando en el sustrato histórico y que en las pasadas elecciones salió a la superficie demostrando su entera faz. Lo que evidencia que el fantasma de la desafiliación los está afectando a todos. Sin embargo, falta por ver en el trayecto si ello se debió a una fiebre momentánea o si ya es un hecho constatado por el pasado comportamiento electoral.

Desde hace varios años tenemos diferentes crisis en nuestra ínsula colonial; fiscal, económica y de valores, entre otras. La política es otro complemento de esa crisis general. La Mario Ramos Méndezapatía por parte del electorado puede incidir decisivamente en la forma de hacer política y en la forma de gobernar, por supuesto. A fin de cuentas sería la abundante cosecha de todo lo que hemos sembrado, con el saldo neto, sospecho, de un nuevo tiempo en la historia política de Puerto Rico.

MARIO RAMOS MÉNDEZ  –  Historiador

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