Soy un orgulloso egresado de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras que ha dedicado más de dos décadas de mi vida a un sector vital de la economía de Puerto Rico, el cual atesoro apasionadamente: la industria turística. Durante los últimos días, he perdido horas de sueño, viendo con angustia cómo las acciones de un puñado de estudiantes de mi Alma máter ponen en riesgo la industria que puede sacar a Puerto Rico de la crisis económica y fiscal que enfrentamos.
El pasado viernes, 31 de marzo, desde la entrada de mi trabajo en el Casino Metro en el Hotel Sheraton del Centro de Convenciones en San Juan, observé con incredulidad cómo un par de decenas de manifestantes se sintieron con el derecho de meterse de manera ilegal a la fuente que ubica en dichas facilidades so color de protesta a la reunión que celebraba la Junta de Supervisión Fiscal (JSF). La imagen era de caos y anarquía; jóvenes puertorriqueños ignorando reglas básicas de civilidad; queriendo comunicar su descontento con las medidas impuestas por la JCF. Este grupo infligió un daño innecesario a la ya deteriorada imagen de Puerto Rico. La ocupación anárquica de la fuente sucedió a solo horas de un vídeo repugnante de un estudiante escupiendo a la cara a un profesor universitario.
El pasado cuatrienio, durante protestas excesivas y descontroladas de algunos líderes magisteriales, advertí públicamente que en la crisis fiscal de Grecia su vital sector turístico se vio afectado, no tanto por la crisis fiscal per sé, sino por las imágenes de descontrol y caos que corrieron el mundo. Hoy, suplico a los líderes estudiantiles, políticos, y de la sociedad civil, que no permitan que su coraje y enfado con la JCF o el gobierno envíen al mundo el mensaje erróneo de que Puerto Rico no es un lugar seguro para vacacionar e invertir.
Por los pasados diez años la industria del turismo ha sido atacada con propuestas para establecer la llamada “videolotería” que no solo van a la médula de nuestra existencia sino que también afectarían lo que como industria aportamos a la UPR. Siempre hemos combatido su imposición dentro del marco de la ley y el orden público. Hemos explicado cómo la videolotería provocaría mayor pobreza y problemas sociales; hemos evidenciado cómo la videolotería representa ganancias millonarias para sus proponentes, pero pérdidas millonarias para el País; y hemos demostrado que la videolotería no crea empleos, pero pone en riesgo sobre 70 mil empleos de la industria turística. Hemos ido de frente, de cara al sol, sin necesidad de interrumpir operaciones comerciales, sin detener el tráfico, sin ocupar fuentes, sin vandalizar propiedades con grafiti y sin escupir a hermanos puertorriqueños.
Compañeros estudiantes de la UPR, la simpatía pública que pudiesen lograr ante los sacrificios y recortes dramáticos que se pretende imponerles, la pierden al tomar acciones que perjudican el diario vivir del resto del País y el modo de ganarse el sustento de miles de jefes de familia. No caigan en el juego de los extremistas. Hagan sus denuncias y planteamientos dentro de los parámetros de la ley y el orden. Gánense el favor de la opinión pública. No alimenten el coraje de un pueblo que puede entender su frustración, pero que no tolerará sus excesos.
No se auto inflijan daños por lograr una foto en Twitter o un post en Facebook. Sin ustedes saberlo, la protesta del pasado 31 de marzo redujo ingresos a la UPR. Tal vez muchos desconozcan que la industria de casinos aporta al presupuesto de la UPR. Para el año fiscal 2015-2016, nuestra industria contribuyó con sobre $62 millones a la operación de la UPR, es decir, el 23.50% de lo que produjeron las tragamonedas de todos los casinos que operan en la Isla.
El 31 de marzo los clientes que acuden a los casinos de San Juan decidieron no hacerlo. En mi centro de trabajo recibimos sobre un centenar de llamadas de clientes regulares dejándonos saber que no querían exponerse al riesgo de llegar al casino durante la protesta estudiantil. Es decir, por el temor a ser víctima de atropellos, improperios o agresiones de manifestantes descontrolados, la clientela de los casinos de la zona se afectó sustancialmente. Esto sin contar los comercios que también se vieron afectados.
Mi invitación es a la reflexión. Puerto Rico no quiere, no se merece, ni necesita tener el sello de la Grecia del Caribe.
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