El 12 de diciembre de 1920 José Julio Henna le escribe una carta a Patria Martínez de Córdova, esposa del comisionado residente en Washington, Félix Córdova Dávila, referente, mayormente, a los colores de la bandera de Puerto Rico por una inquietud que ella tenía. Henna había sido, junto con Ramón Emeterio Betances -ambos eran muy amigos- un tenaz luchador por la separación de Puerto Rico de España para, distinto a Betances, convertir la Isla en un estado de los Estados Unidos. Ambos formaban parte de esa corriente hermana y decimonónica que se llamaba “Separatismo” y donde convergían dos claras tendencias políticas: independencia y anexión, esta última el nombre correcto en el siglo XIX.

Ya, para 1895, el grupo de separatistas puertorriqueños estaba formado por un grupo autodenominado, Junta Revolucionaria. Era la famosa Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano, del que el patriarca José Martí fue miembro activo y destacadísimo, y que residían en la ciudad de Nueva York desde donde elaboraban sus operaciones y estrategias. En ambas colonias el “Separatismo”, como corriente política, tenía ambas tendencias, aunque por razones distintas. En Cuba los intereses

económicos de la caña, en su estrecha relación con la élite agrícola de los estados sureños de los Estados Unidos, habían desarrollado y fortalecido la idea de que Cuba ingresara como otro estado de la Unión. Fue un movimiento con fuerza considerable que se debilitó luego de la Guerra Civil. En el caso nuestro, fue una admiración por el sistema de gobierno republicano y la Constitución federal con su Carta de Derechos.

En esta carta, el Dr. José Julio Henna le informa a la esposa del Comisionado Residente que “[l]a bandera nació del seno de media docena de laborantes que dos días antes de la organización del Directorio Revolucionario, adoptamos en mi casa No. 8 W. 40th St. el 20 de diciembre de 1895. En la primera Asamblea Constituyente el 22 del mismo mes después de elejidos (Sic) los miembros del directorio presentamos a la Asamblea la bandera de la Revolución (el mismo pabellón Cubano con los colores invertidos) la que fue calurosa y entusiastamente aceptada por unanimidad.” La verdadera razón, según Henna, fue la de “demostrar nuestra adhesión a la revolución de Cubana.

Queda demostrado palmariamente que los verdaderos colores de la bandera de Puerto Rico son, además del blanco y el rojo, el azul marino, como lo es en la bandera de Cuba. Solo que invertidos. Lo que derrota la tesis de los grupos independentistas de que el origen del azul de nuestra bandera es el celeste, modelo que se usa más con propósitos políticos que con deseo genuino de que haya una rectificación histórica. En este juego ha caído también el Partido Popular Democrático, que baila todas las piezas musicales que el combo del independentismo les toca, menos las melodías de renuncia a la ciudadanía americana y a los fondos federales.