no son contingentes al deseo de los demás si que descansan exclusivamente en la voluntad del individuo quien puede o no decidir reclamar el derecho. El derecho no tiene que ser aprobado por una mayoría en un evento electoral, asi como la práctica religiosa no se somete a voto. Todas nuestras libertades son individuales, así como nuestros derechos civiles, razón por la cual ninguno de los reclamos de derechos civiles se somete al voto popular.
Sin embargo, en el caso de Puerto Rico, se esgrimen argumentos electorales para sofocar el derecho de los ciudadanos americanos individuales que desean representación en el Congreso y claman por el derecho a votar por el presidente que puede enviar a sus hijos a la guerra. Aquellos que no deseen ejercer sus derechos están libres para no usarlos, pero no tienen derecho alguno de obstruir la voluntad de quienes desean hacerlo.
De todos los grupos que claman por igualdad de derechos, los puertorriqueños han sido los únicos que han ido a las urnas y la igualdad ha ganado dos veces en la última década. Las personas que reclaman la plenitud de sus derechos no pueden ser rehenes de aquellos que tienen temor a competir con la Estadidad para luego alegar que el resultado no es válido debido a la reducida participación en una elección especial. Si ese argumento fuere suficiente para invalidar un resultado, entonces casi todos los congresistas han sido electos ilegítimamente, principalmente en las elecciones de medio término. De hecho, el presidente fue electo con el 25.6% de la población elegible para votar y un porcentaje similar ha sido suficiente para elegir a aquellos que le han precedido.
En la tradición americana, solo los que votan cuentan. Los resultados no se cuestionan basados en la tradicional apatía de elecciones de medio-término o por retraimiento de los que intuyen que habrán de perder. En el caso específico de Puerto Rico, las listas electorales incluyen todos los inscritos – votaran o no – por los últimos nueve años, precisamente el periodo en que cientos de miles de puertorriqueños emigraron para vivir en un estado, y aun así nadie estuvo dispuesto a competir con la Estadidad. En estos momentos, hay más puertorriqueños viviendo en los estados que en el territorio. Esa tendencia debe de revertirse y la Estadidad es el único antídoto a la emigración masiva.
El hecho esencial es que los derechos civiles no son contingentes a los resultados electorales. Son de naturaleza personal e individual. El derecho a votar de las personas de todas las razas y etnias, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ricos y pobres, creyentes y no-creyentes, no puede ser cuestionado ni sujeto a la aprobación en las urnas. El Congreso cuestionar la validez del plebiscito por tasas de participacion es equivalente a cuestionar la elección de sus propios miembros.
Demandamos que los derechos de otros sectores de la sociedad sean reconocidos. También demandamos que los derechos individuales de los puertorriqueños sean reconocidos de igual forma, a ser usados o no utilizados a discreción de cada individuo y de esa forma esforzarnos por lograr los propósitos originales de la nación.
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