Cuando llegó Borders a Puerto Rico se habló de que el mundo de las librerías estaba en su mejor momento. No sé si era del todo cierto la afirmación, sí que gozaban de buena salud. Sin embargo, los finales de los setenta y principios de los ochenta fueron mejores tiempos, donde en el área de Río Piedras había una serie de librerías que eran del agrado de muchos: Boriquén, Universitas, Hispanoamericana, La Reforma y La Tertulia, entre otras. Esta última cerró para siempre, lamentablemente. Todas ellas vendían libros para todo tipo de lector y todas eran un nicho cultural para cada tipo de intelectual.

En los últimos años la industria del libro ha ido decayendo. Borders, que primero abrió en Plaza Las Américas –lugar que en los ochenta tuvo tres librerías. Hoy tiene a Casa Norberto -y luego tuvo en Carolina y Mayagüez, cerró abruptamente cuando la de Plaza era de las de mayor venta en el mundo. En ese momento la industria del libro, los distribuidores principalmente, recibieron un golpe mortal para sus negocios. Con la crisis económica, que apenas comenzaba, era cuestión de tiempo para que se iniciara una reacción en cadena donde librero a librero iría cayendo como pieza de dominó. Esto tiene el efecto circunstancial de que el autor puertorriqueño queda afectado y desprotegido, pues al haber menos lugares de ventas los editores se verán reacios a publicar por la escasa expectativa de aceptación por el público.

Río Piedras, antaño un pulmón intelectual y cultural de Puerto Rico, es hoy un cementerio de edificios vacíos y abandonados donde apenas quedan cuatro librerías que a duras penas pueden mantener sus negocios: Mágica, Norberto González -ambas con un variado y excelente inventario- y de reciente cuño University Books y Laberinto. Todas pasan por un momento de extrema dificultad económica y una de ellas vio cómo, producto de la innecesaria resaca huelgaria, perdía en un lapso de mes y medio alrededor de $55 mil.

El recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico es generador de una actividad económica impresionante en su área circundante: hospedajes, comidas, bebidas, lavanderías, comercio al detal, servicio de renovación de licencias y, por supuesto, libros. Con un efecto de creación de empleos directos e indirectos. Si se afecta el recinto los efectos económicos se sienten de inmediato. En el caso de las huelgas, estas tienen un efecto adverso en las actividades económicas circundantes, que en las librerías es devastador, pues históricamente el grueso de los clientes lo es el estudiantado y profesorado.

A esto debemos agregarle que muchos profesores no asignan libros a través de las librerías ni, mucho menos, les indican a los estudiantes dónde conseguirlos. Lo que antes se hacía por acuerdo con los libreros, ahora se hace mediante fotocopias, búsqueda por Internet y otros medios, en ocasiones, espurios. Esta vorágine afecta dramáticamente el proceso de formación académica, intelectual y cultural del estudiante y tiene, a su vez, un impacto negativo en la sociedad en que vivimos. Aumenta la masa dentro de un hábitat espiritual de completa incultura.

Un pueblo que no lee no puede desarrollarse intelectual ni culturalmente. Se afectarían las artes, la literatura en sus diversos géneros, la investigación científica en toda su extensión, el desarrollo de las humanidades, la cultura en general y le quitaría lustre y prestigio a la Universidad de Puerto Rico como institución académica y como formadora de científicos y pensadores con voz propia. Una crisis de esa naturaleza afectaría en lo más hondo de su fibra el espíritu de los puertorriqueños como sociedad. 

Mario Ramos, Historiador