Así salió Irlanda del pozo: ajuste de caballo y capital extranjero

Viandantes cruzan el puente sobre el río Liffey, en Dublín (Irlanda)
Viandantes cruzan el puente sobre el río Liffey, en Dublín (Irlanda) – afp

Así salió Irlanda del pozo: ajuste de caballo y capital extranjero

Rescatada a finales del 2010 por la UE y el FMI, ha dejado atrás la intervención y es el país del euro que más crece

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La memoria de la miseria está tatuada a fuego en el imaginario colectivo irlandés. Imposible olvidar la Gran Hambruna de la Patata de 1845. En una Irlanda sometida a Inglaterra, los campos de cultivo más productivos rentaban para los terratenientes ingleses, que sembraban trigo, mientras los jornaleros locales cultivaban patatas para su subsistencia en parcelas minifundistas. Cuando el hongo mildiú arruinó la cosecha del tubérculo, los campesinos irlandeses, que no podía tocar el trigo, literalmente se morían de hambre. La tragedia provocó el éxodo de dos millones de personas, que hace que todavía hoy existan ciudades en Estados Unidos donde el grueso de los policías son irlandeses.

En 2008, 163 años después de su hambruna apocalíptica, Irlanda, un pequeño país de 4,6 millones de habitantes, sufrió el segundo mayor varapalo económico de su historia contemporánea. Pero esta vez sus pecados fueron de nuevo rico. El admirado Tigre Celta, el paradigma del éxito con su agresiva política fiscal, que la convirtió en puente de lanza europeo para las multinacionales estadounidenses, había incubado una inmensa burbuja inmobiliaria. Páramos heladores se llenaban de grúas para urbanizaciones sin sentido. Las propiedades en Dublín iniciaban una carrera alcista a lo Londres. El precio de la vivienda se multiplicó por cuatro entre 1990 y 2010. Una espiral hacia la ruina que conocemos bien en España: los bancos se mostraron demasiado dadivosos con las hipotecas y los ciudadanos asumieron cargas temerarias. En 2008 pasó lo que jamás iba a pasar: cayeron los precios de la vivienda. Todo el rutilante decorado de cartón piedra se vino abajo. El 17% de los hipotecados se vieron en serias dificultades para hacer frente a sus obligaciones. La burbuja inmobiliaria arrasó al sector bancario, y las entidades financieras se llevaron por delante la solvencia de las arcas públicas. Corolario: recesión y rescate.

Irlanda fue el primer país de la zona euro que entró en recesión, el segundo que pidió el rescate tras Grecia y el primero que ha logrado dejar atrás las muletas de la Troika. Pero el camino ha sido agónico. El Gobierno del conservador Enda Kenny, coaligado con los laboristas en una suerte de gabinete de salvación nacional, ha apurado hasta las heces el jarabe de ricino de la Troika: una brutal devaluación interna, con precios y costes más bajos; subidas de impuestos (excepto el IVA de los sectores capaces de generar empleo rápido, como el turismo y el ocio, que se bajó), ajustes estructurales equivalentes al 18% del PIB, rebaja de las pensiones, recortes sociales sin contemplaciones y venta de patrimonio público para intentar recaudar. El premio ha llegado. El PIB irlandés crecerá este año un 4,6% (España 1,2, e Italia -0,4) y el próximo, un 3,6% (España 1,7, Italia un 0,6).

El Tigre Celta puede que no ruja aún, pero ya maúlla a buen volumen. De hecho, hay síntomas de que podría estar flirteando con las alegrías de alto riesgo del pasado. Los precios en el sector inmobiliario subieron en agosto un 25% respecto al mismo mes del 2013. El paro, que llegó al 15% en el cénit del drama, ha caído al 11,4%. La prima de riesgo, que alcanzó los 750 puntos básicos en agosto del 2011, está en 94 puntos (138 España). Irlanda es junto a España el alumno ejemplar que invocan el FMI, el BCE y la Comisión europea –la temida Troika- como ejemplo de los beneficios del ajuste fiscal. Pero las heridas del ajuste aún se sienten. El pasado fin de semana se manifestaron en Dublín 20.000 personas contra la subida del recibo del agua. Antes de la crisis no existía un sistema de contadores. Ahora se ha impuesto, dentro de la política recaudatoria, y las familias se han encontrado con nuevos recibos de entre 200 y 400 euros anuales.

El primer banco irlandés que estalló fue el Anglo Irish Bank, en 2008. El Gobierno intentó arreglar el problema en casa: lo nacionalizó e inyectó 5.500 millones de euros en sus tres mayores entidades financieras. La crisis del euro fue complicando más y más la financiación exterior del país, que en abril del 2009 aprobó un presupuesto de emergencia, con un recorte de 10.600 millones. Ya en el 2010, Irlanda seguía insistiendo en los foros internacionales en que no necesitaba un rescate exterior. Pero llegó en noviembre: 85.000 millones.

La primera medida fue reestructurar su banca, que quedó reducida a solo dos entidades. Luego se rebajó el IVA del 13,5% al 9% en el turismo y el ocio y se establecieron los contadores del agua en los domicilios y un impuesto a la vivienda de 100 euros por hogar. A partir de ahí, la gran ducha escocesa de la Troika a caño abierto, el tratamiento foráneo y sin anestesia que logró esquivar España. Se eliminaron 23.500 empleos públicos, se vendieron propiedades del Estado por valor de 3.200 millones, hubo despidos masivos en la banca y continuaron los presupuestos restrictivos. El tratamiento de choque no dio resultados inmediatos. Al revés, a finales del 2011, Irlanda entraba de nuevo en recesión y en diciembre del año siguiente se aplicó un nuevo tijeretazo de 3.500 millones. En febrero del 2013 se congeló el sueldo a los funcionarios. Pero corría el mes de junio del 2013 y todavía el PIB estaba en números rojos.

Todo cambió a finales del 2013. El entorno europeo mejoró. La financiación se abarató drásticamente, dando muchísimo oxígeno a las arcas públicas. Se logró un superávit comercial y el capital foráneo –una de sus bazas en los años dorados del Tigre- volvió a desembarcar en un país que ahora era más barato y más competitivo. Además, conservaba sus ventajas fiscales, con un impuesto de sociedades del 12,5%, que muchos socios europeos no dudan en tildar de competencia desleal y que ha llevado a gigantes informáticos como Google, Apple o Facebook a refugiar allí sus matrices europeas, pagando cantidades ridículas al fisco de otros países de la Unión en los que se lucran. La mejora de los datos de empleo guarda también relación con las oleadas de nuevos emigrantes, irlandeses que abandonaron el país durante la crisis y dejaron de engrosar las cifras de paro.

En septiembre del 2013 Irlanda volvía a crecer, un 0,4%. Tímidamente dejaba atrás la recesión y a final de año, casi como regalo de Navidad, aprobaba el examen para quedar libre de la tutela de la troika y recuperar su soberanía económica. “Los verdaderos héroes de esta historia son la gente corriente”, reconocía el ministro de Economía, Michael Nooman, rindiendo homenaje a quienes pagaron el adelgazamiento con su sacrificio personal.

Irlanda se siente fuerte de nuevo. Presionada por Bruselas, el mes pasado anunció que modificará su régimen impositivo para dejar de ser lo que de hecho es: un paraíso fiscal en el corazón de la UE para las multinacionales. Eso sí, lo hará con el freno puesto, pues dará un plazo de seis años a los gigantes de Silicon Valley para que se adapten al nuevo marco. Además, ha aprobado su primer presupuesto expansivo y el mercado inmobiliario se caldea. El tiempo dirá si el entorno europeo es propicio para estas nuevas fiestas o si el Tigre puede dejarse otra vez todos los pelos en la gatera.

 

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