Por detrás del tsunami y de las fuerzas que lo mueven existen causas más profundas (en este momento hay un odio irracional
al PT por lo que hizo y a todo lo que no sea “orden”). Las elecciones demostraron lo que se imaginaba: la sociedad contemporánea, la de la cuarta revolución productiva, es diferente a la que se constituyó en el capitalismo financiero-industrial. Parece ser más tecnológico-financiera, está fragmentando las viejas clases y disolviendo sus cementos de cohesión, volviendo vacías las ideologías que les correspondían.
Los partidos, las creencias políticas y los sindicatos —en suma, la institucionalidad política del pasado— se han vuelto pequeños para hacer frente a los retos que Internet simboliza. La comunicación directa, aun siendo momentánea y fragmentaria, las noticias, aun siendo falsas, se sobreponen al juicio, a la razón que, bien o mal, los “medios tradicionales” (incluyendo radios y televisión), si bien no reflejaba, le rendía cuentas.
Bolsonaro es una hoja seca impulsada por el vendaval de todas estas transformaciones. Simboliza el ansia del orden ante el miedo a lo desconocido.
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